10
Jisung ya iba en su noveno mes. El omega se pasaba los días cantando para sus bebés, y acariciando su vientre con ternura, el cual se había hinchado exageradamente y apenas le permitía moverse por su cuenta. Pero aún en su condición, intentaba ayudar a Minho en las tareas de la casa. Por ejemplo, acomodar los nuevos juguetes que el alfa había comprado en el cuarto de los bebés.
—No te molestes, Sung, puedo solo — lo regañó.
El nombrado no hizo caso y tomó un peluche de tigre.
—Yo también puedo, no soy inútil — se paró se puntillas para como darlo, y soltó un gemido de frustración.
—¿Estás bien?
—Sí, sólo que... — se ruborizó levemente — No llego a la repisa.
Minho rió, enternecido. En su caso bastaba estirar levemente el brazo para alcanzarla. Tomó el tierno peluche, lo colocó sin esfuerzo y aprovechando la distracción del menor, robó un beso fugaz de sus labios.
—Tonto — lo regañó sonriendo y tomando otro juguete para seguir acomodando.
—Solo por ti.
Jisung sonrió otra vez, aún más que antes, si eso era posible, soltando su olor de manera suave. Minho lo miró con total adoración, pero su expresión cambió totalmente cuando Jisung soltó un gemido de dolor y se escogió en su lugar.
—¡Jisung! — tomó a su pareja para ayudarlo a incorporarse.
—Los cachorros... — gimió. Sintió como un poco de líquido bajaba por sus piernas — Ya vienen...
Minho observó, sin saber que hacer exactamente. En el piso de estaba formando un pequeño charco de algo parecido al agua y... Maldición, ¿Eso era sangre?
El alfa tomó a Jisung, su teléfono, y una pañalera previamente preparada con cosas para cuando llegara aquel momento. Entre gemidos de dolor, lo llevó hasta la puerta, y lo subió al auto.
Necesitaba llegar al hospital. Rápido.
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Quién sabe cuánto llevaba ahí. Solo sabía que apenas había llegado a urgencia, unos médicos habían puesto a Jisung en silla de ruedas para llegar a la sala de partos lo más rápido posible. Minho lo había acompañado todo ese tiempo, sin dejar de tomar su mano.
Llegaron y se cruzaron con Changbin, que en seguida revisó a Jisung y con un preocupante tono de alarma en su voz, dijo que debían intervenir con el parto, pues Jisung y los cachorros estaban en peligro. Minho intentó seguirlos al quirófano, pero una enfermera lo detuvo.
—Siéntese y aguarde, no puede pasar.
—¡Pero es mi esposo y mis cachorros quiénes están allá dentro!
—Cálmese, por favor. O lo sacarán — repitió sin sentimiento alguno en su voz.
Cálmese. Cálmese. ¿Cómo podía calmarse en una situación así? La vida de las tres personas que más amaba estaban en peligro, y él no podía hacer nada más que hacer.
Alfa inútil. Repetía. Sunggie te necesita y no haces nada.
Se sentía impotente pero sobretodo sentía miedo. Miedo de que después de pasar por tanto lo único que recibiera a cambio era la noticia de que Jisung y sus bebés habían muerto, y que por algún irracional motivo, era su culpa; quizá por no haber llegado antes, o por no decirle nada de los riesgos que corría.
Su vida dependía de un hilo, y lo único que podía hacer era esperar.
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