
~ఌ︎ 𝙸𝚗𝚝𝚎𝚛𝚌𝚊𝚖𝚋𝚒𝚊𝚍𝚘𝚜.
¿Qué pasaría si en realidad el que hubiese traicionado a la Mafia no hubiese sido Dazai?
¿Si los papeles se hubiesen invertido?
Nada de lo que conocemos, claro está.
Un Dazai ejecutivo.
Un Chuuya detective.
Papeles intercambiados, pero el sentimiento prevalece.
—Dazai-san, este debería ser el último de ellos. —informó Akutagawa, apricionando en Rashōmon a un chico de cabellos albinos y al que acababa de arrancarle una pierna por segunda vez en menos de un mes; pero el condenado tenía regeneración.
—Oh~ ¿Tan rápido? Buen trabajo. No los mates todavía, tráelos de vuelta a la base —Dazai, el reconocido miembro de la mafia de solo 22 años jugaba distraído en su consola portátil sin tomarle importancia al trabajo tan importante que consistía atrapar a la Agencia Armada de Detectives —. Podrían tener información valiosa.
Click.
—¡Dazai-san, cuidado!
Advirtió el pelinegro ante la repentina pistola que apuntaba al castaño.
—Ah~ Por fin. Me preguntaba que tenía que hacer para que aparecieras —sonrió divertido Dazai, dirigiendo su mirada analítica a quien le apuntaba —, traidor.
Nakahara Chuuya.
En todo su esplendor, justo como lo recordaba hace 4 años antes de que abandonara la Port Mafia como traidor.
Incluso aún usaba ese horroroso sombrero.
—Libera a mis compañeros, desperdicio de vendajes —demandó —. O si no —afianzó el agarre en el arma negra—, no me contendré.
Solo un segundo y Dazai se había acercado peligrosamente a él, quedando cara a cara, con la punta de la pistola en su pecho.
—Bueno, ¿por qué no sigues adelante? —le insistó con esa voz que lo hacía perderse a sí mismo —. He pensado que aunque sigas arruinando nuestras operaciones, no ha habido un solo ataque a la sede. Incluso un tonto se daría cuenta de lo que está pasando —no pasó por alto el repentino nerviosismo del pelirrojo. Sonrió —. Simplemente, no puedes atreverte a matarme.
Sus labios estaban cerca.
Se rozaban. Las respiraciones se mezclaban en una sola. Chuuya chasqueó la lengua y Dazai sonrió. Mas, no duró mucho su felicidad, ya que una mano enguantada asió su corbata negra, impidiéndole retroceder.
La sonrisa autosuficiente de Chuuya lo llevó al abismo.
—Urgh. Incluso después de 4 años sigues siendo igual de insoportable —sus ojos chocaron—. Oh bueno, déjame decirte algo interesante...
Llevó la pistola hasta su sien derecha.
Sonrió de lado.
—... este estúpido juego, funciona en ambos sentidos —Click, quitó el seguro sin borrar la sonrisa — ¿Así que, que va a hacer? ¿Va a liberar a mis compañeros? ¿O está dispuesto a dejarme ir... señor Jefe de la Mafia?
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