✏ Capítulo 40 ✉
— De verdad, tendría que volver a casa en algún momento esta noche.
— Ya casi estamos.
Íbamos escuchando una música horrorosa en la radio.
No podía poner la que escuchaba normalmente sin que él se diera cuenta de todo.
Estaba oscuro y no tenía ni idea de dónde nos encontrábamos, pero sabía que estábamos al menos a veinte minutos de mi casa.
— Gira aquí, por la séptima —me ordenó Tae Hyung.
Giré.
La funda de la guitarra se deslizó por el maletero y golpeó la pared.
— ¿Qué ha sido eso? —preguntó.
— El cadáver que tengo ahí escondido.
— Bien —señaló— Vale, ve por ahí delante y luego gira a la izquierda hasta la calle principal.
— ¿Donde el All Night? ¿Me estás llevando a un hotel? Yo no soy de ese tipo de chico —se rió.
— No te estoy llevando al hotel... Bueno, te estoy llevando al hotel, pero no es por eso.
Me dijo dónde aparcar y apagué el motor del auto.
— Ahora, sígueme —susurró Tae Hyung— Si alguien nos para, deja que hable yo.
— ¿Lo que vamos a hacer es ilegal?
— No mucho.
— Esa respuesta no me tranquiliza.
— ¿Quieres algo que te tranquilice?
No respondí, pero lo seguí.
En algún punto, debió de decidir que yo estaba caminando demasiado despacio, porque retrocedió, me agarró de la mano y tiró de mí.
El tacto de su piel hizo que el corazón me diera un salto.
Entramos por la puerta principal del hotel.
Solo había un trabajador en la recepción, pero estaba ocupado hablando por teléfono y ni siquiera nos miró.
Atravesamos múltiples y elegantes salas y pasillos hasta que salimos del hotel por la parte de atrás.
Cade me llevó junto a una enorme cascada con luces hecha de rocas, subimos una escalera y atravesamos más caminos hasta que llegamos a una puerta cerrada que decía:
«PROHIBIDO EL PASO FUERA DE HORARIO»
Había una ranura encima del picaporte para meter una tarjeta.
Supuse que estábamos claramente fuera de horario.
Tae Hyung no debía de haberse dado cuenta de que estaría cerrado.
Esperé a que se volviera y me llevara a otro sitio, pero miró por encima de su hombro, saltó y abrió la puerta desde dentro.
— Así que a esto te referías con «no mucho» —suspiré profundamente y atravesé la puerta.
Anduvimos por un camino de cemento hasta que llegamos a lo que supuse que era nuestro destino:
Un patio grande que daba a un enorme campo de hierba y árboles y a un paisaje desértico.
— Eso es el campo de golf —me explicó Tae Hyung— Por el día se ve mejor.
Admiré las vistas.
— ¿Vienes aquí a menudo?
— Mi padrastro me trae a jugar al golf de vez en cuando. Odio el golf, pero me encanta subir y sentarme aquí.
— El apellido de tu padrastro es Kim, ¿no? El de la compañía de seguros.
— Sí.
— ¿Y tu apellido es Kim?
Él se pasó la mano por la frente.
— Es una larga historia que tiene más que ver con querer fastidiar a mi padre que con apreciar tanto a mi padrastro como para ponerme su apellido.
— Entiendo.
Quería preguntarle si su padre le había contestado ya a la carta.
Si iba a preguntarle alguna vez a su padrastro por qué era tan duro con él.
Pero no lo hice.
Me apoyé en la barandilla y observé las luces.
La verdad es que era un lugar precioso.
Había algunas sillas y mesas apiladas en el borde del patio.
Tae Hyung agarró dos sillas, las llevó hasta donde yo estaba y colocó una detrás de mí.
Me senté y él hizo lo propio.
— ¿Por qué estás haciendo esto? —pregunté.
¿Por qué había decidido actuar más como la persona de las cartas, ahora que había renovado mi juramento de alejarme de él y recordado su pasado con SeokJin, quien claramente era mi mejor amigo, casi hermano?
— ¿Por qué estoy haciendo esto...? —se giró la pulsera en la muñeca varias veces antes de levantar el puño— Por esto.
— No entiendo.
— Esta pulsera. Me la puse para hacerte enfadar y lo único que conseguí fue acordarme de la conversación que tuvimos en mi cocina. Cuando me explicaste mis defectos con todo detalle. Me he dado cuenta de que me merezco tu desprecio, aunque siempre haya pensado que era injustificado.
Vaya.
Nunca pensé que oiría a Kim Tae Hyung decir esas palabras.
— No te lo merecías... No te lo mereces —dije— Nunca he dudado en atribuirte intenciones todos estos años. Se me da bien.
Se encogió de hombros.
— Un poco sí me lo merecía. Yo siempre me decía que te estaba tratando como tú me tratabas a mí, pero era solo una excusa. No me he portado bien contigo. Como en el festival de otoño. Sabía que estabas escuchándome mientras hablaba de ti con MinJoon, así que dije lo que dije a propósito. No era cierto. Fui un idiota. En fin, supongo que de lo que me ha hecho darme cuenta esta pulsera es de que yo también te debo una para pedirte disculpas. Solo que yo no tengo una madre que me obligue a hacer estas cosas.
Extendí una mano.
— ¿Y dónde está?
Se rió.
— Metafóricamente hablando.
— ¿Tú me das una pulsera para pedir disculpas metafóricas y yo te doy una de verdad? Qué injusticia —bajé la mano con una sonrisa.
— Lo sé. Las palabras no valen tanto como los actos, ¿no?
— A mí me encantan las palabras —dije demasiado rápido, pensando en sus cartas, en letras de canciones, en libros y en todo aquello que las palabras hacían posible.
Él levantó una ceja.
— Y Yoongi —añadí.
Su ceja descendió.
— ¿Cómo?
— Te portaste fatal conmigo cuando estaba hablando con Yoongi.
— ¿Cuándo?
— En el partido de fútbol. Te lo llevaste y seguro que le dijiste que no se molestara en hablar conmigo.
Tae Hyung negó con la cabeza varias veces.
— No. Estaba intentando ayudarte. Por tu cara parecía que estabas paralizado. Pensé que estabas incómodo.
— ¿Me estabas salvando?
— Pensaba que sí. Parece ser que no.
— La gente no siempre necesita que la salves, ¿sabes?
Bajó la vista hacia sus manos, que había juntado.
— Pero a veces sí, ¿no?
Como yo no respondía, él continuó:
— No pasa nada por necesitar que te ayuden de vez en cuando... Por pedir ayuda.
— No necesito ayuda. Y no necesito a nadie que ayude a los demás para sentirse importante.
Me estremecí.
¿Por qué había dicho eso?
¿Por qué siempre tenía que arremeter contra él?
Sabía por qué.
Porque me preocupaba por él.
Y estaba empezando a resultarme obvio que él se preocupaba por todo el mundo.
Le gustaba ayudar a la gente, y esa era la verdadera razón por la cual estaba sentado delante de mí en aquel momento.
Él pensaba que me estaba ayudando, pero en realidad me lo estaba poniendo mucho más difícil.
— Lo siento —dije.
— Puede que tengas razón —dijo con un suspiro— En gran parte, intento ayudar a la gente para sentirme...
Su voz se apagó y no tenía ni idea de cómo iba a terminar aquella frase.
— ¿Sentirte cómo?
Se encogió de hombros.
— No lo sé. En fin, ¿por qué estabas antes tan disgustado?
Tragué saliva con dificultad.
— He perdido algo importante para mí. Y luego me he dado cuenta de que Yoongi y yo no somos realmente compatibles.
«Más que nada porque he descubierto que me gustas mucho, pero no puedo tenerte»
— ¿Compatibles? Si parecían perfectos el uno para el otro.
— ¿Eso ha sido un insulto?
Normalmente no me lo habría tomado como tal, pero, viniendo de él, lo parecía.
— No. Solo quería decir que él no es como los demás. Es un poco diferente. Y parece que eso te gusta.
— Pues sí.
— Entonces, ¿cuál es el problema?
— Ninguno. No era el momento, supongo. No tiene mayor importancia. De verdad.
— Tiene la suficiente como para llorar por ello.
No lloraba por Yoongi.
Por mi guitarra, sí.
Por mi relación imposible con Tae Hyung, también.
Pero no por Yoongi...
— No era por eso. Estaré bien.
— Pero, si alguien te gusta lo suficiente, intentas esforzarte.
Me reí un poco.
— Y ahí está el problema. Que no nos gustábamos lo suficiente.
— ¿Porque te gusta otra persona?
Mi mirada se clavó en la suya.
¿Me había delatado de alguna manera?
Tenía que cambiar de tema antes de que la verdad saliera a la luz.
— ¿Qué tal tú? —pregunté rápidamente— ¿Cómo has estado?
— ¿Desde cuándo?
— No sé. Desde Acción de Gracias, cuando un cabrón te echó de su casa.
Sonrió.
— Bien. El béisbol me mantiene ocupado.
Oí el ruido estático de un walkie-talkie y me levanté a toda prisa.
— Viene alguien —susurré.
Tae Hyung no parecía creerme al principio, pero luego nos llegaron unas voces desde el sendero que hablaban de investigar a qué se debía el alboroto.
Refiriéndose a nosotros.
Nosotros éramos el alboroto.
Me levanté de un salto y arrastré a Tae Hyung hacia la única puerta que había en el patio.
Nos metimos en lo que pensé que sería una habitación que nos conduciría lejos de allí, pero que resultó ser un armario lleno de más sillas.
Nos encajamos en su interior y él cerró la puerta detrás de nosotros, sumiéndonos al instante en la oscuridad.
Debió de moverse hacia la izquierda, porque su pie descendió sobre el mío.
Tomé aire entre dientes.
— Perdona —susurró— ¿Dónde estás?
Estaba tan cerca de él que podía sentir su calor corporal, así que no sabía muy bien por qué no sabía dónde me encontraba.
Levanté ambas manos pensando que iba a tocarle la espalda, pero en realidad le estaba tocando el pecho.
— Aquí.
Colocó sus manos sobre las mías, contra su pecho.
— Ya no te piso.
— Podemos decirles que somos huéspedes y que nos hemos perdido —sugerí.
— ¿Y que tuvimos que saltar una valla? Me temo que me reconocerán y echarán a mi padrastro del club de golf. Sabrán que no me he perdido.
— ¿Lo echarían por una cosa tan tonta?
— Digamos que lo más seguro es que estén buscando una excusa. No es el ser más agradable del planeta.
Asentí, aunque Tae Hyung no podía verme en la oscuridad.
Al otro lado de la puerta, pude oír las voces.
Me costaba distinguir lo que decían, aunque fuera en voz alta, así que no me preocupaba que Tae Hyung y yo nos susurrásemos.
— ¿Te llevas bien con él? —pregunté.
— ¿Con mi padrastro?
— Sí.
— No.
Y eso fue todo lo que dijo.
Asumí que eso significaba que no quería hablar de ello.
— ¿Has faltado a alguna clase esta semana? —pregunté.
— No, ¿por?
—Ah.
No iba a dejar que esa información hiriese mis sentimientos.
No importaba.
Me recordé que me alegraba de que no me hubiera escrito.
— ¿Por? —volvió a preguntar.
— No te he visto mucho, eso es todo.
— ¿Me estabas buscando?
Podía oír la sonrisa en su voz.
— Eso quisieras.
Se rió suavemente y noté el movimiento de su risa bajo mis manos.
Cerré los ojos y las obligué a estarse quietas, a no moverse ni a explorar como se morían por hacer.
— Mingyu me lo ha contado.
Esa afirmación eliminó mi problema con las tentaciones.
Mi respiración se volvió superficial.
Se lo había contado.
¿Por qué se lo habría dicho?
¿Qué esperaba conseguir con ello?
Pero era obvio que iba a decírselo.
Así que eso resolvía el misterio de por qué había dejado de escribirme.
Se sentía decepcionado.
— Ah, ¿sí? —fue todo lo que pude decir.
Había perdido el aliento.
Tenía la cara roja.
Me sorprendía que no estuviera brillando en la oscuridad.
Intenté bajar las manos, pero él las estaba sujetando contra su pecho.
— ¿Cuándo?
— El martes, después de nuestra conversación sobre la pulsera de hombre.
Claro.
Tenía sentido.
Nos vio hablar, me dirigió aquella mirada asesina y se fue derecho a contarle la verdad.
— Ah —fue todo lo que se me ocurrió decir.
— Por eso me he alegrado de encontrarme contigo antes. Solo quería aclarar las cosas.
— Las has aclarado. Están claras y relucientes.
— Ah, ¿sí? Porque a mí me parece que siguen un poco turbias.
— Entonces más vale que las digamos alto y claro. ¿Qué te ha dicho Mingyu, exactamente?
— Que me odias.
— Sí... Espera, ¿qué?
— No era nada nuevo, teniendo en cuenta la conversación que habíamos tenido en mi casa, pero esperaba que pudiéramos pasar página. Hablarlo. Ser amigos.
— No.
— ¿No podemos ser amigos?
— No, sí, sí que podemos —estaba anonadado— Yo no le he dicho eso. Él me dijo lo mismo de ti.
— Ah, ¿sí? ¿Entonces no me odias?
— ¡No! No te odio. Antes sí. Pero ya no.
Lo dije demasiado alto.
Lo sabía.
Y ya era tarde para cerrar la boca, pero lo hice de todas maneras.
No importaba.
La puerta se abrió y un hombre nos apuntó directamente a los ojos con una linterna.
— ¿Kim Tae Hyung?
— El único e inimitable —respondió él con su característica sonrisa geométrica.
— Acompáñame.
[🥀]
.
.
.
D – 9
.
.
.
.
.
.
.
⚘ Atte. ⚜☦ Ðҽʋιℓ Ɱιɳ ☽⋆
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro