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✏ Capítulo 32 ✉

Eran las cinco y media y Tae Hyung seguía en mi casa.

Le había dado una hora y llevaba más de tres.

Había perdido de lleno la apuesta que había hecho conmigo mismo.

HoSeok se había ido hacía un buen rato.

No se había quedado siquiera el tiempo suficiente para oír las historias que contaban mis abuelos todos los años sobre días de Acción de Gracias pasados en los que mi madre era adolescente y hacía huelgas de hambre por los pavos de todo el mundo.

Y, desde luego, no se había quedado para probar el pastel que estábamos a punto de comernos.

El pastel.

El evento que yo había estado tratando de retrasar durante una hora, hasta que Tae Hyung se fuera.

Él no debía estar allí cuando pusiéramos en práctica la tradición que yo había descrito perfectamente en una de las cartas.

Iba a irse en cualquier momento.

Tenía que irse.

Eso era lo que llevaba pensando los últimos ciento veinte minutos.

Minutos en los que mis primitos se colgaron de los tobillos de Kim, sin soltarse cuando este echaba a andar.

En los que mi padre le explicó paso a paso cómo construyó la estantería del salón.

En los que mi madre utilizó su muñeca para tomar las medidas de una «pulsera de hombre» que estaba haciendo.

Se lo dijo en voz alta:

— Voy a hacer una pulsera de hombre. Déjame un momento la muñeca.

Había perdido la cuenta de las veces en las que me había ruborizado.

De las veces en las que Tae Hyung había parecido estar confuso o divertido.

Me pregunté cuántas de esas historias iban a pasar a manos de Mingyu más tarde.

— ¿Y dónde está Mingyu? —pregunté de repente mientras nos sentábamos en sofás opuestos.

Él todavía llevaba el cordón de cuero con el que estaba trabajando mi madre alrededor de la muñeca.

Se encogió de hombros.

— Con su familia. ¿Dónde está Yoongi?

— ¿Yoongi? ¿Cómo lo...? ¿Por qué tendría que saber yo dónde está Yoongi?

— Los vi en un concierto la otra noche.

Se me encogió el estómago.

— ¿Frequent Stops? ¿Estabas allí? Sabía que-...

Me callé antes de terminar con las palabras «te encantarían»

Kim ladeó la cabeza.

— Que sabías ¿qué?

— Que estarías allí. Oí a Mingyu decir algo.

— Mingyu no fue.

— Ah... Sabría que ibas a ir.

—Sí.

— Yoongi y yo...

¿De verdad tenía que darle explicaciones a Tae Hyung sobre si tenía una relación con Yoongi o no?

Especialmente delante de mi madre.

Ella sabía que había ido a un concierto con SeokJin, NamJoon y un amigo del instituto.

Y, por fortuna, no estaba prestando atención en ese momento.

— Nos lo pasamos bien —terminé enseguida— Nos lo pasamos muy bien.

Mi madre le dio la vuelta a la muñeca de Kim.

—No te muevas. Voy por el cierre.

Se levantó y, por primera vez en todo el día, la habitación pareció quedarse en silencio.

Habían puesto una película en la otra sala para entretener a los niños.

Mis tías, mi tío, mi padre y mis abuelos estaban en la cocina fregando los platos, y no estaba seguro de dónde se había metido Jimin.

Señalé la muñeca de Tae Hyung con la cabeza.

— Lo siento.

— Es divertido. Van a darme una pulsera de hombre.

Sonreí.

— No creo que puedas quedártela. Solo te está usando como modelo.

— ¿Como modelo?

— Es un hecho, no un cumplido.

— Porque, si me hicieras un cumplido, igual te daba un infarto.

Me reí.

— Un infarto a lo mejor no, pero seguro que mi cerebro se rebelaba de alguna manera.

Él no se rió conmigo.

Solo se miró el cordón que tenía en la muñeca.

— Venga ya. No hace falta que yo te diga lo guapo que eres para saber que es verdad.

— ¿Estás bien? ¿Te ha dolido la cabeza? —preguntó él.

Le di una patada en el pie y se rió.

— Entonces, ¿crees que soy guapo? —le brillaban los ojos.

— ¿No lo creen todas los demás?

Me sorprendí al ver que sus mejillas adoptaban un ligero tono rosado.

No sabía muy bien por qué aquello podía darle la más mínima vergüenza.

Estaba convencido de que ya lo sabía.

Se pasó una mano por el pelo.

Luego dijo en una voz tan baja que apenas lo oí:

— Tú no eres todos los demás.

Mi mirada se clavó en la suya.

No estaba seguro de haber oído bien.

¿Me estaba tomando el pelo como llevaba haciendo todo el día?

¿Qué narices quería decir con eso?

¿Era un insulto?

¿Se había terminado nuestra tregua?

Mi madre volvió corriendo.

— Perdona, perdona. No lo encontraba. Ya nos quedan menos de cinco minutos hasta que termine la película y nos pongamos con el pastel —me guiñó un ojo.

— ¡No!

La palabra salió de golpe de mi boca.

Mi madre se paró mientras le ataba el cierre al cordón.

— ¿Qué? ¿Qué pasa?

— Todavía no es la hora.

— Sí que lo es. Se está haciendo tarde.

— Normalmente lo hacemos solo en familia.

— Koo —me regañó mi madre.

Aquel fue el momento en el que Jimin decidió materializarse con mi cuaderno en la mano, delante de él.

— Es la hora —dijo con una sonrisa.

Me había olvidado por completo de que Jimin había prometido hacerme leer una canción.

De repente me invadió el terror.

— No. De ninguna manera.

Me levanté, corrí hacia él y le quité el cuaderno de la mano.

— Me lo prometiste —dijo Jimin.

Ni de broma iba a leer una canción en aquel momento.

La única que estaba medio terminada era la que iba sobre Tae Hyung.

Y él estaba allí.

— He cambiado de opinión.

— Ya lo sabía yo.

— No, iba a hacerlo, pero...

Jimin me lanzó una mirada de decepción y salió de la estancia justo cuando entraban en fila el resto de los miembros de mi familia.

Mi padre venía con la venda para los ojos.

Rápidamente intenté pensar algo.

Aquello me pondría en completa evidencia.

Si seguíamos adelante con ello, Kim sabría con total seguridad que yo era quien escribía las cartas.

Y entonces, se horrorizaría.

No podíamos hacer esa revelación tan grande delante de toda mi familia para que luego se enteraran de qué pensaba realmente de mí la gente del instituto.

— Esto es algo especial —le dije a mi padre.

Estaba levantando la voz por culpa del pánico.

— No creo que debamos hacerlo delante de extraños.

— JungKook —dijo mi padre, y bajó el entrecejo hasta el nivel que indicaba que desaprobaba mi comportamiento.

— Lo siento mucho —le dijo mi madre a Tae Hyung, disculpándose por mí.

Él se levantó, se quitó el cordón de la muñeca y se lo dio a mi madre.

— ¿Sabe qué? No pasa nada. De todas maneras, ya es hora de que me vaya. A fin de cuentas, es Acción de Gracias. Mi madre querrá que vuelva a casa. Muchas gracias a todos por invitarme. Ha estado todo genial.

Era una persona terrible.

Estaba echando a Tae Hyung porque tenía miedo.

Tenía miedo de que mañana volviera a ser el de siempre.

De volver a ser yo el de siempre.

De que él no fuera la persona que yo creía que era.

De que sí fuera la persona que yo creía que era.

De que quería averiguarlo.

Tenía miedo.

Lo seguí mientras se iba, pensando alguna forma de explicarle por qué estaba echándolo sin tener que contarle la verdadera razón.

Llegó a la puerta.

— Entonces ¿la tregua tenía un límite de tiempo? —preguntó sin darse la vuelta— ¿O ya es la hora en la que vuelves a ser un...?

No terminó la frase, pero yo ya podía rellenar el hueco.

Aquello me libró de la necesidad de inventarme una explicación.

En lugar de eso, abrí la puerta y dije:

— Tres horas es lo máximo que puedo aguantar cerca de ti.

Lamenté haberlo dicho en cuanto salió de mi boca.

Quería decirle que no era cierto.

Que, de hecho, había pasado un rato decente con él ese día.

— Eso no es lo que dicen los demás, pero supongo que tú no eres un chico normal, ¿no? —preguntó con una sonrisa irónica.

— Adiós, Kim.

— JungKook —asintió y se marchó por el camino en sombras hacia su coche.

Cerré la puerta principal y apoyé la frente contra ella.

Estaba fría, lo cual me hizo darme cuenta de que tenía la cara caliente.

Si era por la vergüenza o por el enfado, no estaba seguro del todo.

— ¡Kookie! —me llamó mi madre desde la otra habitación— Vamos a empezar.

— ¡Voy!

El pastel que estuve degustando durante los siguientes quince minutos no me supo tan bien como siempre.

Al parecer, la culpa dejaba mal gusto.

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⚘ Atte. ⚜☦ Ðҽʋιℓ Ɱιɳ ☽⋆

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