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✏ Capítulo 11 ✉

Cuando SeokJin me dijo que hablaríamos luego, no me imaginé que quería decir que estaría esa misma noche en el porche de mi casa, con un chico a cada lado.

Después de llevar a mis hermanos a pedir caramelos, me había cambiado de ropa y me había puesto unos pantalones de pijama de franela y una camiseta.

Estaba sentado en el sofá con un bowl enorme de caramelos sobre mi regazo, por si pasaba alguien a pedir.

Sin embargo, cuando llamaron a la puerta y abrí, no encontré a ningún niño disfrazado.

Sujeté con fuerza el tazón de caramelos al mirar fijamente a mi mejor amigo.

Se me quedó la cara de pez que ponía a veces cuando no me salían las palabras.

— Hola —dijo, ignorando mi expresión.

Se ajustó las orejas de gato que llevaba en la cabeza.

— Truco o trato. ¿Podemos pasar?

— Yo...

SeokJin pescó un tubo de menta de mi bowl, me echó a un lado y pasó arrastrando a NamJoon de un brazo y al otro chico, cuyo pelo lacio y cuerpo larguirucho me resultaban ligeramente familiares, de otro.

— Claro, entren —dije sin convicción alguna, y dejé el bowl de caramelos en la mesa del vestíbulo.

Los tres se quitaron los zapatos en el borde de baldosas de la entrada.

— Ah, no tienen que quitarse los zapatos. El piso ya está hecha un asco.

Cerré la puerta.

Se quedaron descalzos.

— Vale. Dejen que me... Eh... Ponga un pantalón.

Mis hermanos, que habían oído el timbre, vinieron corriendo desde el cuarto de la televisión con el bowl de palomitas que les había hecho.

Iban dejando un rastro blanco tras de sí a medida que se les caían por los bordes.

— Vayan a ver la peli, cosas. Ahora mismo vuelvo.

Me metí rápidamente en el baño, me pasé los dedos por mis entonces alocadas ondas con la esperanza de poder alisarlas y me apliqué un poco de brillo de labios.

Luego fui a mi cuarto y me puse enseguida unos vaqueros y la primera camisa decente que encontré, la cual era de un pálido color mostaza con pajaritos.

Cuando volví al salón, SeokJin y los chicos estaban sentados en el sofá, junto a varios montones de ropa doblada.

Mis hermanos se las habían arreglado para sacar al conejo de la jaula y lo habían dejado suelto por el suelo.

Iba dando saltitos y olisqueando el rastro de palomitas.

— ¿Desde cuándo tienes un conejo? —me preguntó Jin.

Yo también tenía preguntas para él, como qué estaba pasando y por qué no me había avisado.

— Eh... Desde la semana pasada. Creo.

Amontoné las prendas y las metí de golpe en la cesta de la ropa limpia que estaba en el suelo.

— Hola, soy JungKook —le dije al desconocido antes de que fuera demasiado tarde para presentarnos.

— Jong-In, solo dime Kai —dijo el chico— Íbamos juntos a matemáticas el año pasado.

Lo miré otra vez, más de cerca, en ese nuevo contexto.

Claro que lo conocía:

Íbamos a la misma clase de matemáticas en segundo.

Mi cerebro no lo había procesado al pensar que era amigo de NamJoon hyung.

— Tú vas al Instituto de Seúl.

Lo dije como una acusación.

Y lo era, pero para Jin, no para Jong-In.

Lo miré mal.

Jin solo sonrió y se encogió de hombros.

Así que sí me había organizado una cita, después de todo.

Me había organizado una cita con un chico del instituto.

Normal que se hubiera enfadado tanto cuando le dije que no podía quedar.

— ¿Sí? —dijo Kai, mirándome con el ceño fruncido.

— Perdona. Es que pensaba que eras amigo de NamJoon hyung.

El conejo dio unos saltitos alrededor de una caja caída de Lego y por encima del pie de mi mejor amigo.

Él dio un chillido y encogió los pies en el sofá antes de decir:

— Es amigo de Joonie, pero resulta que también va a nuestro instituto.

Volví a meter los Legos en la caja y la puse derecha.

El conejo correteó hasta Kai y le olisqueó el bajo de los vaqueros.

— Cosas, a terminar de ver la peli. Pero, primero, devuelvan el conejo a su casa antes de que lance algún hechizo maligno.

— No es maligno —dijo Soobin.

— Mira, ¿ves? Ya te ha hipnotizado. A los demás nos gustaría conservar nuestros sentidos intactos.

Me di cuenta de que estaba diciendo tonterías.

Tenía que callarme, pero, cuando estaba nervioso, tendía a dar vía libre a todos mis pensamientos raros a través de mi boca.

Bueno, en realidad, me pasaba casi todo el tiempo, pero especialmente cuando estaba nervioso.

Yugyeom agarró al conejo por la mitad del torso.

Sus patitas se agitaron como locas durante un momento y luego se quedaron quietas.

Los niños salieron de la habitación.

— ¿Tu madre les ha traído un conejo? —dijo Jin, viendo marcharse a mis hermanos.

— Sí, ya conoces a mi madre. Supongo que vio que alguien lo vendía a un lado de la carretera y le preocupó que fuera a acabar en la olla... O en el horno... O quizás en el asador... ¿Cómo narices se prepara un conejo?

Todos estaban callados.

— ¿Dónde está tu madre? —preguntó SeokJin finalmente.

— Cuando dije que me quedaba en casa, mi padre y ella decidieron irse a la fiesta de Halloween de unos amigos suyos o algo así.

Me pasé la mano por el pelo alborotado y me dejé caer en el sofá junto a mi mejor amigo.

— ¿Se han disfrazado?

— Aunque parezca mentira, no. A no ser que su disfraz haya sido el de «padres raros»

Sonó el timbre y fui a abrir la puerta.

Esta vez metí un puñado de caramelos en las bolsas de unos pequeños ninjas muy emocionados.

Cuando volví a sentarme junto a Jin, dije:

— Bueno... ¿Tenemos un plan? ¿O han decidido venir solo a decir "Hola"?

SeokJin se volvió hacia mí.

Sus ojos oscuros brillaban.

— Hemos decidido venir a decir "Hola" y a presentarte a Kai. Está en la orquesta del instituto.

Ese se suponía que era nuestro punto en común, según pude adivinar por la sonrisa orgullosa de Jin.

— Ah, qué bien. ¿Qué instrumento tocas?

Jong-In se apartó el pelo castaño lacio de la frente.

Para lo delgado que estaba, tenía cara de niño:

Mejillas redondeadas y nariz ancha.

— El clarinete.

— ¿Como el rey del swing?

— ¿Quién?

— Pues eso, Benny Goodman*. ¿No es él la prueba de que los clarinetistas pueden llegar de verdad a algún sitio?

*Benny David Goodman: Fue un clarinetista y director de orquesta de jazz estadounidense.Conocido como El rey del swing, es, junto con Glenn Miller y Count Basie, el representante más popular de este estilo jazzístico e iniciador de la llamada era del swing.

Las palabras ya habían salido de mi boca cuando me di cuenta de lo ofensivas que sonaban.

— Perdona, qué idiota soy. Hay un montón de salidas geniales para el clarinete: Bandas de música, orquestas...

Ahora sonaba condescendiente.

— Kookie toca la guitarra —dijo SeokJin.

— Lo intento.

¿Era ya demasiado tarde para no dejarlos entrar en mi casa?

— ¿Quieren beber algo, chicos?

— Claro —dijo NamJoon.

— Jinnie, ven a ayudarme en la cocina, por favor.

Él me siguió, y cuando estaba seguro de que los chicos no podían oírme, susurré:

— ¿Por qué me haces esto?

Jin suspiró.

— Pensé que, si no sabías que esta noche tenías una cita, no te daría tiempo a estresarte. Que no practicarías las conversaciones en tu cabeza ni te imaginarías las consecuencias.

— ¿Pensabas que mi torpeza es fruto de un plan preconcebido para ser torpe?

— Pues sí.

Me reí.

— Bueno, ya sabes la verdad.

Mi amigo también se rio.

— Supongo que sí, pero, vamos, ¿a que Kai es adorable? Y no es que haya venido con intenciones indecorosas. Hacen buena pareja.

Puse los ojos en blanco.

— ¿Le das una oportunidad?

Saqué unos vasos del armario y los usé para sacar unos cubitos de hielo de la bolsa del congelador.

— ¿Por qué no?

— Perdona por no haberte avisado. De verdad, pensé que sería mejor así.

Yo sabía que sus intenciones eran buenas.

— Está bien. Mira, toma estos dos vasos. Voy a ver qué hacen mis hermanos. Vuelvo en un minuto.

Abrí la puerta del cuarto de la tele.

Soobin y Yugyeom estaban sestados en el sofá con el conejo en medio.

— Eh, les he dicho que metieran al conejo en la jaula —dije— Se va a hacer pis y a mamá no le hará gracia.

— Está viendo la serie. Es su favorita. Cuando acabe —dijo Bin.

Sonreí.

— Mira que son raros.

Y a mí me encantaba.

— En cuanto acabe. Ni un segundo más.

— Vale —cantaron al unísono.

Volví a la cocina y llené los dos vasos que quedaban con agua.

«Muy bien, Koo. Puedes mantener una conversación normal con un grupo de personas sin quedar como un estúpido»

Ahí.

Eso sí que era una charla motivadora.

Ya de vuelta en el salón, SeokJin había sacado mi guitarra de mi dormitorio y estaba tocando unos acordes inventados.

—  Ah, Kookie, ven aquí. ¡Siéntate! —dijo, fingiendo que no pasaba nada— Les estaba diciendo a los chicos que les ibas a tocar alguna canción.

Me quedé paralizado en la puerta con los vasos en la mano.

No solo porque quisiera entrar a toda prisa, quitarle a mi bebé y volver a meterlo en su funda...

Yo dejaba que Jin se acercara a mi guitarra, confiaba en él, pero no quería tocar.

Ni un poco.

Ya me resultaba bastante difícil hablar con gente nueva, pero tocar era otro nivel.

Estaba aprendiendo a tocar la guitarra yo solo para componer canciones.

Canciones que tocarían otras personas.

Yo no era intérprete.

SeokJin me miró a los ojos y supe que comprendía lo que estaba pensando.

— No he dicho nada. Ya sigo tocando yo —dijo enseguida.

— Eh, venga. Jin lleva meses hablando de ti, Koo —dijo NamJoon— Tócanos algo.

— Yo...

Los vasos se me estaban resbalando de las manos.

Los puse sobre una mesita y me limpié las manos en los vaqueros.

— No tienes por qué hacerlo —dijo Kai, y yo le dediqué una sonrisa de agradecimiento.

SeokJin se puso de pie.

— Voy a ponerla en su sitio.

— Ya, la guardo yo.

Alargué la mano y le arrebaté la guitarra.

Una vez que la puse a salvo dentro de su funda y la escondí debajo de mi cama, volví con los demás.

Jin estaba sentado en el suelo y parecía avergonzado.

Yo sonreí para que supiera que no estaba enfadado y me senté a su lado.

— Perdona —dijo en voz baja.

— No pasa nada.

Él metió la mano en la caja de Lego que había a su lado.

— Deberíamos hacer un concurso de construcción de barcos.

— Eso —dijo NamJoon— Yo soy el rey de los Legos.

— ¿Ese título te lo ha otorgado alguien o te has autoproclamado tú mismo? —
pregunté.

SeokJin se rio.

Nam fingió sentirse ofendido.

— Me lo han otorgado, por supuesto.

Se sentó con nosotros en el suelo y sacó un puñado de Legos.

— Mi padre.

Cuando iba a contestar que los padres no son jueces imparciales, Soobin entró corriendo en la habitación, sosteniendo algo en alto.

Yugyeom entró detrás de él, llorando y con gotas de sangre cayéndole por la barbilla.

«Oh, no»

— ¡Se lo he sacado! —anunció Bin.

Tardé un segundo en ver que lo que tenía en la mano era un diente y otro segundo más en darme cuenta de que era de Yugyeom.

Cosa dos lo empujó por la espalda.

— Quería sacarlo yo.

Me levanté de un salto y rodeé el hombro de Yugyeom con un brazo.

— Eh, vampiro, tienes que enjuagarte la boca después de comer.

Él se rio mientras lloraba, pero nadie más se estaba riendo.

Parecían horrorizados.

— Tenía un diente flojo —aclaré rápidamente— Soobin, la próxima vez, déjale el diente en paz.

— Es un gallina. Mamá dijo que, si no se lo sacaba, se lo tragaría mientras dormía.

Justo entonces, el conejo entró en la habitación dando saltitos.

Se fue directamente hacia Jong-In y procedió a hacerse pis por todo su pie enfundado en un calcetín.

No sé si fue un acto reflejo o por el asco, pero el pie de Kai salió disparado hacia delante y mandó al conejo volando por la habitación hasta casi un buen metro de distancia.

Yugyeom tomó aire, indignado.

— ¡Le has hecho daño! ¡Eres malo! —lloriqueó.

Le salió más sangre de la boca y le chorreó por la barbilla al gritar.

Puede que hubiera sentido la necesidad de disculparme por mi hermano, pero la verdad es que estaba de acuerdo con él.

¿Quién le daba una patada a un conejo?

— Binnie, ocúpate del conejo —dije, y me llevé a Yugyeom al baño, al otro lado del pasillo, para ayudarlo a lavarse la cara.

— ¿Se pondrá bien Bugs Conejo? —gimoteó él.

— No le pasa nada. Tiene mucho pelo. Eso lo protege.

— Dijiste que ibas a ver la peli con nosotros, Kookie, pero estás jugando con tus amigos.

— Lo sé, chiquitín. Ahora les digo que se vayan.

Pero no hizo falta:

Cuando terminé de ayudar a Yug y fui al salón, ya estaban en la puerta abierta.

Jin le estaba dando caramelos a unos niños, pero NamJoon y Jong-In se estaban poniendo los zapatos.

Cuando SeokJin cerró la puerta, se retorció la pulsera que llevaba en la muñeca.

— Tenemos que irnos.

Kai no me miraba a los ojos y parecía tener mucha prisa por marcharse.

Estaba saliendo por la puerta de puntillas y con el zapato derecho en la mano.

— Bueno, avísame cuando te salgan los superpoderes conejiles.

Él intentó reírse, pero le salió más bien una tos nerviosa.

«Perdona», dijo mi mejor amigo moviendo solo los labios.

Yo me encogí de hombros.

No lo culpaba a él.

Mi familia resultaba muy abrumadora, y eso que solo estábamos allí la mitad.

Y, además, me daba igual.

Estaba casi seguro de que Kai no sabía ni quién era Benny Goodman, y eso, en mi opinión, era un pecado para un clarinetista.

Jong-In era alguien a quien SeokJin había escogido para llevar a cabo su misión, y lo único que había conseguido era reforzar mi teoría de que dicha misión era imposible.

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⚘ Atte. ⚜☦ Ðҽʋιℓ Ɱιɳ ☽⋆

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