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XXIV

JK: ¿Lo sabías?

JK: Esto tiene que ser una broma.

Jungkook me bombardeó con mensajes de texto antes de que Jin incluso llegara a casa de su reunión. El contenido de estos fue lo que más me extrañó.

Yo: ¿De qué hablas?

JK: Tu padre es la encarnación del mal.

El miedo se apoderó de mí. Ese era el eufemismo del siglo.

Yo: ¿Les hizo algo?

¿SiYeon está bien?

JK: NADIE está bien con ese imbécil aún vivo.

JK: Compró Bangtan.

Yo:¿Qué?

JK: El bar donde tu novio y yo trabajamos. Él LO COMPRÓ.

JK: ¡ES NUESTRO DUEÑO!

Yo: Eso no tiene sentido.

JK: ¿En serio no lo sabías? 

¿Qué es lo que planea hacer con nosotros? 

No me gusta esto.

Yo: Por supuesto que no lo sabía, idiota.

Pero averiguaré lo que quiere.

Aunque ya lo sabía.

JK: Bien.

JK: Por cierto, aún no le digas a SiYeon sobre esto.

JK: No quiero que enloquezca.

Luego, Jin entró por la puerta. Sus ojos se hallaban cubiertos, pero me envió una cálida sonrisa.

—Ahí está la razón para levantarme cada mañana. —Caminó hacia mí para besarme la frente.

Si no hubiera acabado de hablar con Jungkook no habría sabido que algo le molestaba. No me dejaba entrar en sus problemas, así que supuse que no quería que me preocupara más de lo que el novio de mi prima quería que ella se preocupara.

Chicos estúpidos. Dulces, cariñosos, increíbles, pero definitivamente estúpidos chicos.

—¿Cómo fue la reunión?

—Inesperada. El papá de Krystal vendió el bar a un idiota rico.

Bueno, al menos no mintió. Pero desde luego tampoco me dijo toda la verdad.

—¿Sí?

Jin asintió sin encontrarse con mi mirada. —Y éste contrató a alguien más para que maneje el lugar para él.

Mi teléfono sonó anunciándome que tenía otro mensaje de texto. Jin me dejó revisarlo mientras saludaba a los bebés, quienes juntos masticaban sus juguetes en el suelo.

JK: Por cierto, puso a Yoon SonHa a cargo.

JK: Ella dijo que si renuncio, despedirá a Jin y a los otros.

Mis intestinos se retorcieron y un frío recubrió mi piel. Con las manos temblorosas, escribí en respuesta: Jin acaba de llegar a casa.

Tal vez eso callaría a Jungkook por un tiempo, porque no podía soportar ninguna otra noticia preocupante. Necesitaba un poco de tiempo para pensar en esto.

JK: Que él te diga el resto.

Pero Jin no me dijo nada, lo cual me hizo saber que se encontraba tan aterrado como yo.

Poco más tarde dejé a Jin con los niños; él no me cuestionó el que fuera por comestibles tan noche en lunes. Imagino que su cabeza se encontraba en demasiadas cosas como para preocuparse por ello.

La cosa estaba así:

Para este momento, mi padre tal vez sabía todo sobre Jin, dónde trabajaba, qué conducía, que no tenía ningún derecho sobre Bonhwa. Si no hacía lo que quería mi padre, él encontraría una forma de conseguir que nos quitaran al niño. Destruiría al hombre que amaba. Sabía que eso era un hecho. Probablemente nuestro bebé sería lanzado a hogares de acogida, y el mayor temor de Jin se volvería realidad.

Sin embargo, afortunadamente sabía cómo detener al monstruo. Tan pronto como fuera a casa con él, dándole la fachada de una familia perfecta para que pudiera continuar mostrándole al público el hombre excepcional que era a pesar de que siguiera siendo un bastardo depravado detrás de las escenas, dejaría a Jin y Bon-hwa tranquilos.

La única manera de mantenerlos juntos era dándole a mi padre lo que quería. La idea hizo que mis manos temblaran y un nudo se formara en mi estómago. Pero haría lo que fuera necesario.

Dejé de llorar para el momento en que llegué a la tienda. En piloto automático empujé el carrito por los pasillos eligiendo las cosas para la cena. Me aseguraría de verme linda y prepararle su comida favorita para el día de mañana. Si rompiese mi promesa para con él y termino dejándolo al día siguiente para volver con mi padre, entonces, al menos, podía hacer que una de sus visiones se vuelva realidad hoy.

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Puse todo de mí la noche siguiente. Tuve especial cuidado en que los bebés estuvieran dormidos antes de cualquier otra cosa, pero nada se comparó con el empeño puesto en la cena que preparé y en cómo me arreglé para él. Creo que lo complació, porque sus ojos se iluminaron tan pronto como entró en la cocina, vio su platillo favorito y luego me vio a mí.

—Princesa, ¿qué...? Vaya, luces demasiado bonita, ¿intentas seducirme? —Dijo con una sonrisa resplandeciente.

Un nudo en mi pecho hizo que apartara la mirada. Podría pasar el resto de mi vida cocinando su cena favorita cada noche, y eso aún no sería suficiente.

Si solo tuviera el resto de mi vida para demostrarle eso...

Demasiado observador para su propio bien, tocó mi barbilla. —Oye— Su mirada se suavizó y formó un ceño confundido—. ¿Estás bien? Pareces más silenciosa esta noche.

Prefería evadir su pregunta y mejor agilizar todo.

—Te amo, Jin. Mucho.

—Princesa, ¿qué sucede?

Negué con la cabeza desde ya aguantándome las ganas de llorar.

—Nada — Hice a un lado los platos y me puse de pie invitándolo a tomar mi mano. —Ven. Te tengo una sorpresa.

Me dejó guiarlo hacia la habitación, donde esta noche, sería tan fuerte como me fuera posible ser.

Los ojos de Jin se entrecerraron con sospecha al momento en que saqué las mantas y revelé el juego de sábanas nuevas.

—¿Qué...?—se le cortó la respiración. —Jódeme.

Mordí mi labio, sin estar segura de si se asustó de la cama, o simplemente le asombraba.

—Nunca mencionaste de qué color eran.

—Éste —Su voz sonó ronca antes de que se aclarara la garganta y señalara las sábanas—. Este color —dijo—. Exactamente este mismo color azul pálido. Tú...

—No son de seda. Dijiste seda. Pero no tenían sábanas de seda genuina en la tienda, así que tuve que conformarme con unas de imitación.

Jin dio unos pasos hacia la cama y vaciló al extenderse para pasar sus dedos temblorosos sobre el colchón. Poniendo la mano de nuevo en su pecho, se giró hacia mí, aún mirándome asombrado.

—No, está bien. Así es como se sentían. No puedo creer que encontraste las sábanas exactas — Negó con la cabeza, todavía atónito—. Eres la mujer más increíble de mi vida.

De repente ya no me sentía nerviosa. En la cima del mundo, me le acerqué y tomé el dobladillo de su camiseta.

—Entonces, señor Kim — murmuré, levantando la tela por encima de su torso—. Nuestros bebés están durmiendo y tenemos esta habitación toda para nosotros. ¿Estás listo para que una visión se haga realidad?

—Oh...claro que sí. —con una sonrisa coqueta me cogió por la cintura y me tiró sobre la cama.

Reí mientras rebotaba. Quitando completamente su camisa, Jin se apresuró a deshacerse de sus pantalones. Todo el tiempo su mirada añorante se mantuvo en la mía.

Tan hambrienta de él, levanté las caderas del colchón y me quité mi propia ropa. Se detuvo en la mesita de noche por protección antes de colocarse sobre mí. Se arrodilló encima, encarcelando mis caderas con sus piernas desnudas, y miró en mi dirección mientras se colocaba el condón. Observé desaparecer la húmeda cabeza hinchada en el interior del látex antes de que se acariciara, burlándose de mí, directamente por encima de mi rostro, así que tenía una vista muy íntima del espectáculo que presentaba.

El calor y la humedad se congregaron entre mis piernas, fue inevitable. Junté mis muslos sin hallarme lista a estar tan excitada. Quería hacer que nuestra última noche durara el mayor tiempo posible, pero Jin tenía otras ideas. Tomó mis rodillas y las separó mirándome extendida, abierta y palpitante ante él.

—Soy un desgracido afortunado. —El amor en sus ojos era tan profundo que pude sentir que mi propio pecho se hinchaba al igual que la zona entre mis piernas.

Hundiendo su cara, se dio un festín. Me sorprendí por lo bien que se sentía, incluso aunque sabía qué esperar, me sacudí bajo su boca, palpitando y necesitada. Su boca no me dio misericordia. Apenas introdujo un par de dedos antes de que mi vientre se contrajera y mi cuerpo explotara. Grité con rabia porque no estaba para nada preparada para que terminara, y también con pasión porque se sintió tan malditamente perfecto.

—Vaya, estás sensible esta noche. —Jin sonrió al tiempo que alzaba su rostro. Era una de esas sonrisas arrogantes y presuntuosas; me encantó ponerla ahí.

Me extendí, tomé su cara y lo jalé hacia mí. Este beso fue cálido y carnal, aún enlazado con más adoración de la que nunca sentí por nadie. Probándome en su lengua, gemí y me aferré a él desesperadamente, necesitando sentirlo profunda y completamente dentro de mí.

Su penetración fue lenta y tan torturantemente increíble, que empecé a tener un orgasmo antes de que incluso llegara hasta el fondo. Comprendiendo lo que yo hacía, sus ojos se abrieron con sorpresa.

—Joder, Nayeon. —Hizo la penetración completa, dejándome palpitar a su alrededor. Esperó hasta que terminé, dejó escapar un suspiro y luego alejó su rostro para mostrarme su expresión de asombro. —¿Tomaste algún afrodisíaco?

Sudor corrió por mi frente mientras trataba de recuperar mi aliento. —Tú eres mi única droga —dije jadeando—. Te quiero tanto...

—Estoy aquí. No hay prisa. Me tienes por el resto de la noche. — Moviendo sus caderas, me besó en la mejilla y susurró—: Por el resto de nuestras vidas.

Cerré los ojos y me mordí el labio. Ojalá.

Mientras seguía entrando y saliendo, flexionando sus caderas y, cada vez, golpeándome en el lugar correcto, no pasó mucho tiempo para que mi cuerpo se encendiera de nuevo con excitación.

—Tendrás otro orgasmo, ¿cierto? —bromeó, sus ojos luminosos y orgullosos.

—Cállate. A nadie le gusta un fanfarrón.

—Pero creo que a ti te gusta éste. Un poco.

Me gustó más cuando me tomó por la espalda y con destreza nos giró por completo en la cama llevándome a estar montada sobre él. Desde este ángulo pude tenerlo introduciéndose en mi interior por completo, hasta el fondo, hasta que no quedó un centímetro de mí sin expandirse por su gloria. En medio del deleite por esa nueva sensación traté con todas mis fuerzas de mantenerlo ahí. Mis músculos internos se estremecieron de placer. Nuestros ojos se encontraron, y no tenía que preguntarle para saber cómo se sentía esto para él.

—Princesa —exhaló, excepto que lo que escuché fue: Te amo.

Suspiré con asombro, aturdida, sabiendo que sin importar a donde la vida me llevara a partir de aquí, siempre atesoraría a este increíble hombre.

Sonriéndole, tuve que decir—: Lo eres todo para mí. Todo. Sólo tú.

Se estremeció. Y eso fue todo; reboté las caderas encima de él con ayuda de mis piernas al mismo tiempo que él bombeó con absoluto desenfreno. Grité sin pudo mi tercer orgasmo arqueando la espalda, echando mi cabeza hacia atrás y empujando mis senos hacia el cielo. Él gimió, con los sus dedos hundidos en la carne templada de mis nalgas, sus músculos tensándose antes de empujarse profundamente todavía más, liberando su amor.

Terminé desplomándome sobre su pecho como un yunque pesado y lánguido. Me abrazó fuerte disfrutando estos tranquilos momentos de perfección en medio de nuestros jadeos por desesperada recuperación. Luego, no pude evitar preguntar:

—Así que, ¿qué tan parecido lo hicimos?

Se rio sabiendo que hablaba de su visión. —Fue perfecto.

—Me alegro.

Estiró el cuello para mirarme. —Todo estará bien ahora, Nayeon. No importa lo que suceda después. Todo estará bien. Lo sé.

Asentí contenta por lograr mi objetivo de darle esa tranquilidad mental, porque me aseguraría que todo realmente estuviera bien; para él y para todos los que amaba.

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Al día siguiente esperé hasta después de que Jin se marchara a su trabajo en el taller. Le di un beso en la puerta tratando de no revelar que podría ser el último, aunque, de cierta maneta también intenté obtener la mayor cantidad de ello como fuera posible.

Luego se fue.

Solté un suspiro tembloroso obligándome a no decaer. Era el momento de desenterrar a Im Nayeon La Perra y recuperar mi actitud. Dejé a los bebés con SiYeon, le di la excusa de que quería cortar y peinar mi cabello. Aceptó toda la historia.

Jungkook, en cambio, no me la compró.

Agarró mi brazo en la puerta antes de irme—: ¿Qué vas a hacer realmente?

—Me voy a encargar de todo.

—Nayeon. —advirtió.

—Recuerda que lo único por lo que necesitas preocuparte es por hacer locamente feliz a mi Sisi.

—No, en serio. ¿Qué vas a hacer? ¿Tengo que ir contigo?

Suspiré exasperada y finalmente conseguí liberarme de su agarre. —No es necesario que vengas conmigo. Nada malo va a suceder.

Digamos que me creyó.

Me temblaban las manos cuando entré a Bangtan cuarenta minutos más tarde. No abriría en unas ocho horas, pero todas las luces en el interior del club vacío se hallaban encendidas y una de las melodías favoritas de mi padre sonaba desde la consola causándome piel de gallina.

La incertidumbre se elevó mientras la voz de Jin llenó mi cabeza junto con todo lo que diría si supiera lo que hacía: "¿En qué piensas, Princesa? Date la vuelta y sal de allí ahora mismo. Este plan no va a funcionar. Piensa en tus bebés. Necesitan a su madre. Piensa en mí. Te necesito. Iré contigo a dondequiera que vayas"

Pero no podía pensar en nada más que pudiera hacer para salvarlos. Así que me dirigí deliberadamente por el pasillo hasta llegar a la puerta que decía "Administrador". Cuando empujé, sin tocar, lo primero que vi fue a Jung Hoseok con la espalda presionada en la pared. Alejaba la cabeza de la señora Yoon mientras ella se apoyaba en él alcanzando su cara.

Resoplé. —Perra, eres patética.

Dio un salto y se giró. Hoseok inmediatamente serpenteó entre ella y la pared. Se apresuró a mi lado luciendo aliviado de que lo hubiera salvado.

—Bueno, bueno, bueno —murmuró la señora Yoon mirándome—. ¿A quién tenemos aquí? La chica favorita de papá. ¿Nadie te enseñó a tocar?

—Por supuesto que sí, pero siempre hice lo que yo quise.

Desde la puerta abierta de la oficina detrás de mí, una risa familiar llegó a mis oídos e hizo que mi corazón latiera fuerte y rápido en mi pecho.

—Esa es mi chica —murmuró el maldito de mi padre con aprobación.

Me volví y levanté una ceja. —Querías mi atención —le dije al hijo de puta—. La tienes. Aquí estoy.

—Sí, aquí estás —Mirándome con admiración, se movió por la oficina. Su mirada parpadeó a su socia, y luego a Hoseok—. Déjennos.

La señora Yoon resopló con desaprobación, pero se dirigió a la salida.

Hoseok no se movió. Me miró con preocupación. —Jin le advirtió a todas las camareras que no se quedaran a solas con él. Nunca me perdonaría si me voy ahora mismo.

No me encontraba segura de por cuál hombre debía estar más orgullosa: Jin, por cuidar de todas las chicas con que trabajaba; o Hoseok, por quedarse con firmeza a mi lado.

—Está bien. Es mi papá.

Sus ojos se dilataron de horror. —B-b-bueno, si Jin dijo eso después de saber quién es, definitivamente no te dejaré a solas con él. Solo... solo pretendan que no estoy aquí.

Después de alcanzar su bolsillo, sacó un cable de auriculares de un teléfono celular y los enchufó. Luego se apoyó contra la pared, dándome tanta intimidad como su jefe lo permitiría.

Le sonreí, agradecida de que no fuera a dejar que me enfrentara sola a mi mayor temor.

—Supongo que se va a quedar —anuncié, ahora mucho más envalentonada.

La señora Yoon resopló. —Bueno, si él se queda, entonces yo también.

—Está bien —Miré a mi padre, riéndome porque probablemente tenía la mitad de sus nefastos planes acabados—. No me importa tener audiencia.

Gruñó con descontento y fue a sentarse en su escritorio, probablemente esperando que el trono de cuero impecable le diera un aire de superioridad.

—Estoy lista para negociar. —Una sonrisa espeluznante se extendió por su cara al oírme decir eso. —Si quieres que vuelva contigo, entonces firma la escritura de este lugar para Jin. Ya mismo.

—¿Y vas a volver conmigo? ¿Así como así?

—Tengo unas cuantas condiciones.

Sus ojos se estrecharon ligeramente. —¿Como cuáles?

—Mi hija no viene conmigo. Se queda aquí con SiYeon. Y nunca tendrás nada que ver con ninguno de ellos, ni los dejarás tener ningún contacto conmigo.

Mordí el interior de mis mejillas; todo el miedo, toda la rabia, la esperanza de que este plan funcionara. Pero, tenía que hacerlo. No había otra alternativa. Dejar ir sería lo más difícil. Mi corazón se rompía tan solo de pensar en Eun Ji, pero de ninguna manera la dejaría crecer en cualquier lugar cerca de él. Y la única manera de sacarla de su vida para siempre era sacrificarme. Esto sería lo mejor para mis dos bebés. SiYeon, Jin y Jungkook, se encargarían de ellos, y los amarían tal cómo yo querría que fueran amados. Y ninguno jamás tendría que volver a preocuparse de Im Tae Woo o Yoon Son Ha. Serían libres de vivir el resto de sus vidas en paz.

—Hmm —retorció los dedos mientras me estudiaba de cuerpo entero—. No esperaba eso. Pensé que te habías encariñado bastante con los mocosos, pero bueno, con mucho gusto permitiré esa condición—Sus labios se arquearon con aire de suficiencia—. ¿Siguiente?

—Echa a la perra que contrataste para atormentar a Jungkook. Y mantenla alejada de él.

El viejo lanzó una mirada divertida a la señora Yoon.

—No se va a ir de buena gana, pero voy a disfrutar de echarla. ¿Algo más?

—Sí. Asegúrate de que Seokjin conserve a su hijo.

Mi padre levantó las cejas. —Me temo que no sé de lo que hablas.

—Pura mierda. Estás al tanto de todo. Y sabes lo qué significa Bonhwa para él.

Ah, te refieres al bebé de la zorra drogadicta. Ese hijo. Sí, soy muy consciente de que podría perder al niño si hago una llamadita telefónica a los Servicios Sociales. Es una pena, de verdad. Dudo que a cualquier padre adoptivo le va a importar el niño tanto como a tu chico. Aunque nunca permitiría que tal personaje permaneciera asociado con mi hija, parece ser un buen padre.

Era el mejor padre.

Dios, perdería a Jin, Eun Ji, Bon-hwa, SiYeon, maldita sea, incluso a Jungkook. Pero haría esto. Al tener la oportunidad de mantenerlos a salvo, haría esto en un segundo.

—Entonces ayúdalo a seguir siendo un buen padre.

—En serio, querida, no veo cómo podría hacer eso.

—No me importa cómo lo hagas. Falsifica un certificado de nacimiento con su nombre. Crea registros de adopción. No me digas que no puedes hacerlo. Te conozco.

—Bueno, de acuerdo. Tienes razón. Puedo hacer algo así. —Su pecho se ensanchó mostrándome lo orgulloso que se hallaba de sus poderes ilegales.

—Entonces hazlo.

—¿Y volverás?

Cuando asentí, Hoseok hizo un sonido desde su posición en la pared. Le eché un vistazo, pero parecía preocupado con lo que hacía en su teléfono.

La señora Yoon hizo un sonido áspero. —Oh, por favor. Dime que no es en serio lo de cumplir todas sus condiciones tontas.

Mi padre la miró. —Lo digo en serio, SonHa. Esto es exactamente por lo que vine aquí.

La bruja resopló, solo para que su cara quedara desprovista de color cuando pareció darse cuenta de la seriedad de mi padre.

—No —susurró—. Señor Im, por favor, no hagas esto. —Corriendo a él, cayó de rodillas delante de su silla y pasó las manos por sus muslos hacia su regazo.

Él agarró sus muñecas y apartó sus garras, chasqueando la lengua. —En serio, SonHa. No seas tan indecorosa. Además, no eres tan buena follando como para influirme en esto.

Después de que la empujara a un lado despidiéndola abiertamente, desdobló lo que supuse era la escritura del club. Agitando su pluma, sonrió.

— Ya sabes, asumí que pedirías tener el club a tu nombre. Pero supongo que tu corazón es más suave de lo que creí. Eso es... decepcionante. Claro, no me importa de quién sea. Tenerte otra vez bajo mi techo es lo único que busco.

Mientras firmaba la propiedad de la discoteca para Jin, la señora Yoon se agarró el pelo y gritó—: ¡No! No puedes hacer esto. Me hiciste una promesa. Te dejé hacerme toda esa mierda. ¿Qué pasa con Jungkook?

Él suspiró y rodó los ojos como si estuviera extremadamente cansado de su teatralidad. —Fuiste un medio para un fin, SonHa. Me importa una mierda tu prostituto. Mi hija te quiere lejos de él, así que eso es jodidamente lo que harás.

—Pero...

—Puedes irte. Sal.

—¡No! —soltó frenéticamente la mujer.

Mi padre estaba harto de ella, lo noté no sólo en su expresión. Y cuando este hombre se harta, es incluso más peligroso que cuando desea algo.

Por un segundo honestamente temí; no precisamente porque fuera a hacerle algo a ella, sino porque al SonHa ponerlo de mal humor, él sería capaz de hacernos algo a los otros dos que nos encontrábamos ahí.

La idea vino a mí en menos de un segundo.

—Esta mujer va a darme dolor de cabeza. Terminemos afuera. —Cruzada de brazos y con mi mejor cara de poker le di una mirada de desprecio a la señora antes de arquear una ceja hacia mi padre pretendiendo estar a punto de hacer un berrinche si no accedía a acompañarme.

Él comenzó a ponerse de pie cuando la señora Yoon me tomó del brazo encajándome las uñas en el proceso.

—¿A dónde crees que vas? No vas a arruinar...

—¡NO LA TOQUES! —gritó furioso su jefe llegando a mi lado y dándole un empujón a la bruja para hacerla a un lado justo antes de -maldito sea- poner una mano en mi trasero y llevarme hacia la salida.

No fui capaz de mirar a Hoseok mientras no íbamos, pero sentí en el aire su alarma mezclarse con mi miedo.

Salir por la entrada principal nos abría tomado más tiempo, él me llevó hacia la puerta trasera que daba directo a una calle estrecha. Apenas vi la acera me aparté de él.

—¿Entonces?

—¿Qué? —respondí malhumorada.

—¿Está hecho? Ya quiero ver la cara de tu madre cuando te vea llegar colgada de mi brazo.

—¡HIJO DE PUTA! —Con un grito inhumano y el rostro desencajado, Yoon Son Ha hizo su aparición al exterior del club interrumpiendo toda conversación.

No tenía ni idea de lo que pretendía hasta que alzó el brazo y la vi sosteniendo un arma.

Abrí la boca para gritar. TaeWoo abrió la boca para gritar. Hoseok nos alcanzó en ese preciso instante con los ojos muy abiertos por el horror. Y la señora Yoon levantó el cañón, apuntando directo a la cabeza de mi padre.

—¡Baja eso, perra loca!

—¡Nadie me dice qué hacer!

No —berreó él justo antes de que se apretara el gatillo.

Su cuerpo hizo eco contra el pavimento.

La imagen de su cabeza explotando quedó impresa en mis retinas. Era algo que nunca sería capaz de olvidar.

La señora Yoon se giró hacia mí, sus ojos enloquecidos y lívidos. Apuntó el arma en mi dirección, y mi vida pasó ante mis ojos.

Jin, Eun Ji, Bon-hwa, SiYeon. Eran finalmente libres.

Pero mierda, no quería morir.

Kilos de un cuerpo completo me abordaron desde el costado llevándome al suelo cuando la pistola se disparó. Grité y aterricé con fuerza, dándome en la nuca contra el asfalto poroso con Hoseok encima de mí. Mientras él apretaba sus brazos a mi alrededor, protegiéndome de pies a cabeza, mis oídos resonaron y todo me dio vueltas.

Justo mientras Jung Hoseok era un peso muerto, una voz gritó—: ¡SonHa!

Aunque yo seguía viendo luces y no podía enfocar bien, vi una imagen borrosa de la señora Yoon sobre el hombro de Hoseok girarse hacia la puerta trasera del club.

—¿Jungkook? —jadeó, su voz sorprendida.

—¿Qué hiciste?

Él había retrocedido, pero se quedó fuera de la puerta con la espalda pegada a la pared. Pude ver la esquina de su hombro desde donde me encontraba.

—Yo... Yo... él me hizo hacerlo. Trataron de apartarte de mí otra vez. Le dio el bar a esa puta. He trabajado mucho para conseguir que comprara este lugar y que me dejara administrarlo para poder estar cerca tuyo. Lo dejé... lo dejé hacerme cosas horribles. Y ahora lo único que quiere es llevárselo todo. ¿Apartarte de mí? ¿Así como así? De ninguna manera, ¡maldita sea! ¡No volverá a pasar!

—Pero acabas de dispararle a alguien. ¿Estás loca?

—Estaba tan cansada de esperar. Te extrañé —La barbilla de la señora Yoon temblaba y las lágrimas llenaron sus ojos—. No sabes lo que me hizo, cariño. Las cosas que me hizo hacerle para poder llegar a ti...

—¿Fueron como las cosas que me hiciste hacer contigo? Discúlpame si no siento lástima por ti. —La respuesta de Jungkook fue seca y poco impresionada.

La boca de la mujer quedó en estado de shock. —Eso... Eso no es igual. Te gustaba lo que hacíamos, ¿no? —Cuando él no respondió, ella soltó un sollozo—¿Jungkook?

—¿Por qué no bajas el arma, y vienes aquí a hablar conmigo?

—¡¿Por qué no contestas mi maldita pregunta?! —se desgarró la señora Yoon pataleando y sacudiendo la pistola.

Sobre mí, el peso de Hoseok parecía aumentar. Cuando sentí que algo goteaba y mojaba mi brazo miré su cara, pero sus ojos se hallaban cerrados. Ay, mierda. No, Hoseok.

Volviendo la mirada hacia Jungkook, se movió lo suficiente para que viera su rostro. Me miró y respondió a la señora Yoon—: No, no me gustaba.

—¡Sí! —gimió ella, pataleando un poco más y bailando como la chiflada que era—.Te gustó. Te encantó. Te encantó tanto como a mí.

A poco menos de dos metros de mí, el cuerpo inerte del que fuese mi torturador quedó desplomado entre un charco de sangre que seguía brotando de él. Cerré los ojos y me estremecí, sosteniendo a Hoseok un poco más fuerte y con la esperanza de que estuviera bien. Me envolvía una sensación irreal, haciendo todo difuso y onírico, incluso los desvaríos de la señora Yoon mientras sollozaba:

—Te encantaba, y me amas.

—Amo a Si Yeon. —replicó él.

—¡No!

No estoy segura de lo que este chico intentaba lograr, pero si quería inquietarla y volverla cada vez más loca y delirante, tenía éxito. Como que me pregunté si Jungkook se encontraba en una misión suicida tratando de hacer que nos mataran. Pero por lo menos sería capaz de decirle a SiYeon más tarde sobre cómo nunca ignoró sus sentimientos hacia ella, ni siquiera por una loca y salvaje mujer.

Eso, si sobrevivíamos lo suficiente para ver de nuevo a SiYeon.

Cuando sonaron las sirenas de policía desde lejos, Yoon Son Ha se asustó.

—Oh, Dios. Oh, Dios. Oh, Dios —Apuntó el arma hacia mi padre, pero se había ido ya hace mucho tiempo. Arrastrando los pies, con indecisión, me miró, pero creo que solo vio el cuerpo tendido de Hoseok encima de mí y la acumulación de sangre debajo de nosotros—. No. No. —gimió—. ¿Qué hago?

—SonHa —la llamó Jungkook con calma—, se acabó. Solo... baja el arma.

No lo hizo.

La llevó a su cara, se metió el cañón en la boca y apretó el gatillo.


No me odien. Besitos

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