XX
Nos costó mucho trabajo lograr que los bebés conciliaran el sueño. Durante todo ese tiempo atrapé a Jin mirándome demasiado, como si esperara por ese momento en que por fin dejaría que el estrés de toda la noche me afectara y me cayera a pedazos. Pero logré mantenerme cuerda.
Cuando por fin nos deslizamos bajo las mantas, uno frente al otro en el brillo de las luces de la noche, metí las manos bajo mi cara y lo miré al otro lado mientras él hacía lo mismo, examinándome.
Había estado tan segura de que la siguiente vez que él tuviera una noche libre, quizá podríamos dar el siguiente paso a algo más físico; pero por desgracia, mi padre ahogó esa idea por completo.
Jin se veía muy asustado para siquiera tocarme, lo que me hizo preguntar cómo antes había conseguido un beso de él en el baño.
—¿Qué estás pensando? —me preguntó.
—Pensaba en lo dulce que fue de tu parte conseguir una niñera para que pudiéramos salir esta noche.
Suspiró. —Lamento que eso no resultara. Supongo que es lo que obtengo por hacer planes.
Estiré la mano para acariciar su mejilla. —Fue la idea lo que me impresionó.
Siguió observándome mientras le hacía mimos, peinando los mechones rebeldes de su cabello.
—En realidad íbamos a salir a celebrar. He sido notificado. La anulación es oficial.
—¿En serio? ¿Eres un hombre soltero de nuevo?
Asintió, pero una mirada extraña inundó sus rasgos. Casi podía jurar que era culpa. —Sé que fue muy presuntuoso de mi parte querer llevarte a una cita el mismo día que dejé de estar casado. Lo siento. Yo no...
De pronto me di cuenta por qué se sentía tan mal.
—Kim Seok Jin —murmuré en un regaño burlista mientras me incorporaba—. ¿Planeabas conseguir un polvo esta noche?
Antes de que pudiera detenerme, volé a abrir la mesita de noche para encontrar una caja de condones nuevos adentro.
Jin se sentó bruscamente, luciendo incluso más culpable que antes. —Nayeon...
—Incluso compraste los "texturizados para el placer de ella". Qué considerado.
Sin embargo, eso no parecía calmar su remordimiento.
—No tenía intención...
Me incliné para besarlo, callándolo. Él sabía a sorpresa y a la manzana que había comido antes de venir a la cama. Abrí la boca para saborear más. La punta de su lengua tocó la punta de la mía y gruñó, comenzando a acercarse antes de retroceder de golpe.
—No deberíamos —aunque su respiración ya era superficial y rápida, sonó calmado—. No después de lo que sucedió hoy.
Pero agarré su mano. —¿Sabes lo que él me dijo una vez? Dijo que sin importar con cuantos chicos lo hiciera, nunca sería capaz de borrar su toque. Que me había manchado por siempre.
El rostro de Jin se volvió púrpura de la furia. —Hijo de puta —pronunció entre dientes antes de atraerme a él y presionar su frente en la mía—. Él mintió. No estás manchada. En absoluto.
—Pero consiguió que le creyera. Yo nunca... disfruté de tener intimidad. No hasta ti. Dejaba de prestar atención y prácticamente borraba cada encuentro de mi cabeza. Sin embargo, cuando estoy contigo, me haces sentir todo. Contigo soy hermosa, amada y limpia. Necesito que me hagas sentir así ahora, Jin. Necesito que me demuestres que ese bastardo se equivocó.
Cuando apreté la caja de condones en su mano, cerró los ojos y gruñó—: No tienes idea de cuánto te amo.
—Y tú no tienes idea de cuánto te amo yo a ti.
—Pero, Nayeon...
—Por favor. Conviérteme en tu Princesa.
Sus párpados se dispararon hacia arriba, y la confusión en su cara me dijo que no estaba seguro de cómo responder ya que le ordené nunca llamarme así de nuevo.
—Me llamaste Princesa esta noche cuando vinieron los policías. Y antes de eso en el baño.
—Yo... —Tragó saliva—Lo siento. Se-se me escapó. No sucederá de nuevo. Lo juro.
—No, está bien. En realidad lo he extrañado. —Moviéndome más cerca de él, pasé los dedos por su rostro, por su labio y hacia el pecho, por el tatuaje sobre el corazón.
Esas raíces representaban su deseo arrebatado. Jin siempre había querido una familia y un lugar al cual pertenecer. Saber que yo era sus raíces ahora y su lugar al cual pertenecer, me hizo sentir completa.
—No me di cuenta la noche que me enteré de Princesa el honor que conllevaba ser ella —Continué. —, porque no entendía que no solo sería un sueño hecho realidad para ti; sino que es un sueño hecho realidad para mí también —Parpadeó como un niño sorprendido. —Me has dado cosas que nunca supe que necesitaba o quería, pero terminaron siendo las más preciosas que tuve. Mi trabajo, esta familia. Un amor que me completa. Todo esto fue debido a ti.
Cuando mis dedos trazaron el último nombre en tinta en su pecho desnudo, atrapó mi muñeca con suavidad.
—Si hacemos esto esta noche, voy a dejar de pagarte por ser la niñera. Porque eso sería raro. Serías más como una...
Cuando parecía no ocurrírsele un término apropiado, sonreí. —¿Más como una esposa hogareña?
Sus ojos llamearon. —¿Eso te enloquecería?
—No voy a enloquecer. Te lo prometo. He sido muchas cosas, cosas malas, entre ellas una manipuladora, mentirosa y ridícula reina del drama —Atrapé la cima de sus pantalones de pijama y comencé a bajarlos—. Pero contigo he podido descubrir que nada de eso era real. Contigo soy; y eso me gusta. Me gusta ser.
Soltó un aliento y se estremeció cuando agarré su carne dura e hinchada en mi palma. Sus ojos se cerraron y gruñó con gratitud.
—¿Estás totalmente segura de que quieres hacer esto? —preguntó con voz tensa, su dominio sobre sí mismo casi destrozado.
—Solo si estás de acuerdo con tener una chica que creció siendo abusada.
—No tiene nada que ver con esto. No estás sucia, Princesa. En absoluto. Él es...
—Shh —rocé sus labios con la punta de mis dedos. —Está bien. Lo entiendo.
Haciéndome girar sobre mi espalda para cernirse sobre mí, dijo: —Te lo juro, Nayeon; yo jamás, jamás, te haré daño.
Me besó con la boca cerrada, con sus labios suaves y perfectos. Después, balanceó su erección contra mi muslo y las cosas se pusieron mejor; me sacó mi camisa; le saqué sus pantalones. Acunó mis senos a través del sostén de maternidad y me estremecí bajo su intensa atención.
—Relájate, Princesa. Tengo esto bajo control. —Después de mostrarme una sonrisa traviesa, me quitó las bragas y enterró su cara entre mis piernas, pero inhaló profundamente antes de comenzar a lamer.
Al primer toque con su lengua, arqueé la espalda jadeando por la sorpresa. Agarré un puñado de las sábanas que tenía debajo de mí. Me abrió más las piernas haciendo lugar para sí mismo. Luego lamió un poco más abajo. Mis ojos revolotearon por la sorpresa cuando mi centro se apretó con el placer travieso y codicioso. Pero entonces se movió arriba de nuevo, antes de que pudiera correrme. Su lengua salió para pasar sobre mi clítoris, y algo inesperado y duro lo empujó mientras metía un dedo dentro de mí. Comencé a estremecerme y gemir, ya tan cerca.
Me cubrió la boca con su mano justo antes de que aquellos dedos provocadores abandonaran mi canal ardiendo de deseos.
—Shh — advirtió—. Nunca cambiamos de lugar la cuna. Si los despiertas esta noche nunca llegaremos a la mejor parte.
No me gustaba eso. Quería verbalizar cuán bien se sentía, en voz muy alta. En respuesta mordí su dedo.
Con un refunfuño bajo se acomodó para subir por mi cuerpo. Su carne caliente palpitó en mi ingle.
—Maldita sea, mujer. Si vas a ser una mordedora, supongo que tendré que callarte de algún otro modo. Envuelve tus dientes en esto.
Me besó largo y duro, su lengua ahogó cualquier sonido que hice cuando se clavó en lo más profundo de mí. Por todos los cielos.
Agarré dos puñados de su cara y lo jalé de nuevo a mí, jugando con su boca hasta que tuvo que retroceder y calmarse. Jadeamos al unísono tomándonos un momento para compartir asombro cuando nos miramos boquiabiertos y atónitos por la fuerza de nuestro momento.
Increíblemente él parecía no poder creer que yo me encontraba aquí.
—Nayeon...tú...
—¿Qué?
—...Maldición —susurró, luciendo pasmado.
—¿Qué sucede?
—Es esto. Tú. La sensación que he estado esperando; la que he añorando.
—Jin. —Le acaricié los pómulos con dulzura porque parecía que podría echarse a llorar en cualquier instante.
Él envolvió una de mis muñecas en su mano para poder besarme la palma y decir a continuación:
—Eres mi hogar, Im Nayeon.
Desde la cuna, uno de los bebés se removió. Entonces Jin maldijo en voz baja y se congeló dentro de mí. —No, no, no —suplicó cómicamente a la par que agachaba la cabeza para enterrarla en mi cuello—. Por favor. No me hagan esto, niños.
Alguien debió haber escuchado su súplica porque los dos bebés se quedaron dormidos. Suspiramos de alivio.
—De verdad vamos a mover esa cuna. Mañana.
Solté unas risitas, por lo que me besó para callarme. Entonces hizo retroceder sus caderas solo para embestirme de nuevo. Tuve que morderle el labio para no gritar. Él se sacudió con algazaras bajas. Palmeé su trasero en reprimenda por burlarse de mí solo para maldecir cuando el golpe de mi palma contra su carne se volvió un chasquido más fuerte en el silencioso dormitorio. Las sacudidas en el pecho de Jin aumentaron.
—Me haces tan feliz —murmuré impresionada.
—Ese era el plan, Princesa. —Me besó en el cuello y deslizó las manos por mis muslos, antes de cubrir mi culo. —Ese era el maldito plan.
Comencé a gemir nuevamente, lo cual resultó en ambos riendo y gimiendo juntos, para luego besarnos para acallarnos. Amé cada segundo. Amé la sensación de su cálida piel deslizándose contra la mía, y su dura carne enterrada en mí; su boca en mi piel entre pausas para que nuestras lenguas se batieran a duelo por más.
Sus ojos castaños brillaron cuando encontró mi mirada y sonrió.
Las ansias en mí siguieron aumentando hasta que ni siquiera podía recordar reírme segundos antes, porque ahora me aferraba a él e intentaba contenerme de explotar tan pronto. Quería que durara, solo un poco más, pero mi cuerpo comenzó a apretarse y temblar. Me besó con mucha más fuerza y embistió en mí más rápido. Nos sostuvimos las manos y apretamos nuestros dedos con fuerza cuando al cabo de varios minutos más tarde ambos llegamos a la cumbre de la euforia. La primera de muchas.
Había encontrado mi pieza.
Había encontrado la paz.
Con SeokJin encontré un consuelo inspirador que me hizo gritar al cielo una plegaria silenciosa de agradecimiento.
En medio de ese frenético primer orgasmo pensé: Así que la gente no mentía, ¿eh? ¿Respecto a que cuando llegas a este mundo naces ya perteneciéndole a otro ser? ¿Ni cuando dijeron que todas las batallas se ven recompensadas?
—¿Qué pasa, Princesa? —preguntó Jin mirándome con ojos casi acuosos por el éxtasis.
Apreté mis labios juntos en una sonrisa contenida, y parpadeando para no sollozar, sacudí la cabeza: —Te amo.
Este era el ejemplo más claro de ello.
Hay que proteger a Nayeon y Jin a toda costa. Los amo mucho.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro