XV
Esa noche llegué a casa del trabajo para encontrar a Nayeon durmiendo en el sofá.
—Oh, no. Claro que no.
Esto no iba a suceder. Si ella iba a pasar la noche en mi apartamento, no la quería en ninguna otra parte que en mi cama. Así que la recogí en brazos y la llevé a mi habitación. Ella se movió a lo largo del camino.
—¿Jin? —masculló con su voz soñolienta— ¿Qué estás haciendo?
—No vas a dormir ahí.
Se acurrucó contra mí apoyando la mejilla en mi hombro. — Tú tampoco deberías.
—Mi casa, mis reglas. No se le permite a la nueva mamá dormir en nada más que una cama.
Ninguno de los dos mencionó la posibilidad de la cama extra en la habitación de Joo, y ella tenía que saber que estaba allí. Había pasado la puerta abierta para llegar a mi habitación no sé cuántas veces.
Supongo que en silencio habíamos estado acordando que ese tema estaba fuera de los límites. De igual manera imagino que debe sentirse incorrecto tanto para Nayeon como para mí el siquiera pensar en dormir donde ella lo había hecho. Era como si Bae Joo Hyun hubiese ensuciado el colchón, por no decir la habitación entera, con su presencia y todos los problemas que acarreó con ella.
Al entrar en mi alcoba, vi que los dos bebés dormían en la cuna. Tuve que sonreír. Podrían haber sido hermanos. Era como si esto fuera tal cual como las cosas estaban destinadas a ser.
Nayeon no se resistió cuando la puse en el colchón, pero agarró mi camisa cuando intenté enderezarme.
—Quédate —pidió. —. Ambos cabemos.
Mi cerebro tardó en reaccionar.
—Pero...
—Está bien, soy todo menos una modesta y virginal doncella. Además, confío en ti.
La parte de Confió en ti me convenció. La sangre subió por mis venas, caliente y gruesa. Mi piel se erizó, de repente muy sensible. Iba a dormir al lado de mi Princesa.
Oh, mierda. Ella iba a estar a mi lado, toda la noche.
La excitación palpitó dolorosamente dura, pero asentí porque de ninguna manera iba a negarme. Entonces contuve la respiración, con un miedo irracional de que ella recuperara su sensatez si respiraba mal. Si supiera lo mucho que me excitaba la idea de acostarme a su lado, probablemente enloquecería.
—Solo... Eh, solo déjame cambiarme y vuelvo.
Ella ya se había vuelto a dormir al momento en que regresé, usando una camiseta agujerada y un par de pantalones de chándal. Se había deslizado hasta el borde exterior, probablemente para tomar el lado más cercano a los niños, lo que significaba que tuve que trepar sobre ella para llegar a la parte interior de la cama presionada contra la pared.
—Buenas noches, Princesa —le dije en voz baja antes de besar la coronilla de su cabeza.
—Mhm —fue su única respuesta.
Sonreí, apagué las luces y me metí con ella. Los castaños y sedosos mechones de su pelo, iluminados por la luz que estaba enchufada junto a la cuna, parecían hilos de caudal. Quería extender la mano y tocarlo, pasar mis dedos a través de él y llevarlo a mi nariz para oler. Pero era un buen chico y mantuve mis manos lejos de la mujer con la que había estado soñando durante la última década.
Ella se encontraba a escasos centímetros de distancia, segura y protegida, y tan condenadamente hermosa. Nuestros niños dormían a unos metros de nosotros. La vida era malditamente espectacular.
Me quedé dormido con una sonrisa.
La noche siguiente, Princesa volvió a quedarse, y durmió en mi cama. Al otro día, sucedió lo mismo. Una vez más, me metí debajo de las sábanas con ella después que llegué a casa del trabajo en el club. Pero a diferencia de las dos noches anteriores, me despertaron los sonidos de succión en la madrugada.
—¿Bon-hwa? —murmuré, rodando hacia ella.
—Ya se ha ido a dormir —respondió—. Ahora estoy con la bebé.
—¿Necesitas que haga algo?
—Nop. Está todo cubierto. —Y así lo hizo; ella había arrojado una manta por encima de su hombro, cubriendo toda la acción.
Mis ojos entrecerrados de repente no estaban tan entrecerrados por el sueño. —¿Estás amamantando?
—Ajá.
Suspiré y volví a cerrar los ojos. Si no estuviera tan cansado, estaría increíblemente excitado en este momento. ¿Acaso me estaba convirtiendo en Jimin?
Al diablo; ya me estaba poniendo duro.
Se rio en voz baja. —Vuelve a dormir, Seokjin.
Sonreí. —Llámame así otra vez.
—Seokjin. —Jugó con mi pelo con sus dedos.
Maldita sea.
—Sí, esta noche voy a tener un sueño húmedo sobre esto.
Entonces volví a dormir con su increíble risa de fondo.
La semana avanzó. Y luego un par de días más. Viví diariamente al máximo, de donde nadie podía bajarme, sin importar lo que hicieran o dijeran. Siempre fui bueno dejándome llevar por la corriente y tomando las cosas con calma, pero ahora sonreía a pesar de todo.
No me importaba si despertaba cada mañana con una furiosa erección que ni siquiera podía calmar masturbándome en la ducha. Despertaba al lado de ella. Con olor a lavanda en mis sábanas, su mano descansando junto a mi almohada a pocos centímetros de mi rostro, acurrucándonos accidentalmente algunas noches. Sí, no tenía ninguna queja.
—Entonces, ¿cómo están funcionando las cosas con Nayeon? —me preguntó Jungkook una noche, justo antes de que abriéramos el club, a donde en realidad llegué a tiempo para trabajar... por octava vez consecutiva.
Él debió darse cuenta de que pensaba en Princesa, porque su sonrisa de complicidad me hizo fruncir el ceño.
—Oh, es... tú sabes... horrible. La cena está esperándome todas las noches cuando llego a casa. Mi apartamento está impecable. Mi hijo está más feliz y sano de lo que jamás ha estado, y esta mujer hermosa desfila delante de mí con esa majestuosa sonrisa en su rostro. Es absolutamente espantoso.
—No me di cuenta de lo mucho que hacía Nayeon en nuestra casa hasta que se fue. Como que la echamos de menos.
Fruncí el ceño, listo para decirle que no podría tenerla de regreso. Ella era mía.
—Con todo, no sabía que iba a mudarse contigo mientras cuidaba a tu hijo—añadió. Estrechando mis ojos, lo estudié, tratando de adivinar lo que decía—. Sé que trabajas muchas horas, sobre tus dos empleos y eso; pero también sé que algunas de esas noches no trabajaste hasta tarde en Bangtan.
La verdad es que con Nayeon conseguimos llenar esas noches con razones -y excusas- para que se quedara hasta que, básicamente, era demasiado tarde para llevarla a casa de su prima. Una vez pedimos prestadas un par de sillas para los niños y dimos un paseo por el parque más cercano. Otra noche, cocinamos juntos y terminamos hablando hasta casi pasada la medianoche.
Pero el comentario descarado de Jungkook me hizo dar cuenta de lo que estuvimos haciendo. Jugaba a la casita con mi novia soñada, usando su tiempo prestado, y saboreando cada maldito minuto. Sin embargo, no me gustaron sus preguntas. Amenazaban mi paraíso.
Di un paso hacia él. —¿Qué estás tratando de decir?
—Oye, no me estoy quejando. Finalmente tengo a SiYeon para mí solo, y eso es genial. Solo estoy intrigado. Ambos se metieron en este pequeño asunto doméstico o lo que sea, quizá demasiado fácil. ¿Qué va a suceder cuando recuperes a tu niñera regular? ¿Vas a enviarla a casa con nosotros sin mirar atrás? ¿O qué pasa si tu esposa regresa? ¿Dónde encaja Nayeon en esto?
—Mi esposa no... —me detuve, diciéndome que él tenía razón. Lo que hacía con Nayeon era egoísta, y no podía durar. Gemí desviando la mirada— ¿qué sugieres que haga?
Se encogió de hombros. —Hyung, no tengo idea de lo que deberías hacer. Solo digo que no la lastimes. Mantenla contigo, envíala de vuelta, lo que sea. Pero si la lastimas, enojarás a SiYeon. Y eso me cabreará a mí.
Asentí, un poco ofendido de que estuviera más preocupado por molestar a SiYeon que por Princesa. Pero SiYeon era su novia, así que supongo que eso tenía sentido.
—Lo entiendo. Y hablaré con Princesa al respecto; ten por seguro que ella está obteniendo lo que quiere de esto.
Jungkook se quedó en silencio después de eso, al parecer satisfecho por mi respuesta.
Pero nunca hablé con Nayeon. Tenía demasiado miedo de que quisiera dejarme una vez que esto acabara, o tal vez que estuviera contando los días para liberarse de nosotros... como hizo Bae Joo Hyun.
Y claro, tenía que suceder. Trece días después de que Princesa viniera a cuidar de mi hijo, la influenza abandonó el sistema inmunológico de todos los miembros de la familia de mi vecina y ya no eran potenciales amenazas de contagio.
Esa noche en la cena, Nayeon esperó hasta que estuvimos sentados en la mesa antes de decir—: Así que, la señora Choi llamó hoy...
La papa horneada que masticaba se atascó en mi garganta. ¿Por qué demonios la señora llamó a la línea fija cuando ya habíamos hablado por teléfono celular? Estuve intentando olvidar o al menos postergar responderle durante el mayor tiempo posible. Como tal vez otra semana más o menos. Quizás una década.
Nayeon me observó, tratando de leerme con su mirada. —Supongo que están todos saludables ya.
Asentí y tomé mi vaso de té helado, incapaz de decir algo. Pero maldito té helado. La mujer incluso hizo té helado. ¿Cómo demonios se suponía que solamente iba a dejarla ir?
Bien. El té helado no tenía nada que ver con esto. Incluso si ella nunca hubiese limpiado o cocinado una maldita cosa, todavía querría que se quedara.
—Eun Ji y yo empacamos las cosas esta tarde. Después de que los platos de la cena estén limpios podemos llamar a SiYeon para que venga a buscarnos.
—No —Cuando Nayeon parpadeó sorprendida, mi cara se calentó—. Es decir... —Mierda. Me pasé la mano por el cabello. —No tienes que llamarla. Te llevaré.
—Ah. —Sus hombros cayeron un centímetro y medio, y juro que vi decepción en sus ojos. Lo que encendió un fuego de esperanza en mi interior. Abrí la boca para pedirle que se quedara, pero luego sonrió y añadió—: Eso sería genial. Gracias.
Demonios. ¿En qué diablos pensaba? No podía quedarme con ella por siempre.
Eun Ji salvó mi mortificado trasero al escoger ese momento para escupir, y Bon-hwa me ayudó lanzando su juguete por el borde de la sillita alta y llorando para que alguien se lo buscara. Pero eso fue solo una distracción temporal. Después de que con Nayeon trabajamos lado a lado para limpiar los platos, se limpió las manos contra sus caderas y se dio vuelta con una tensa y expectante sonrisa.
—Bueno —dijo.
—Yo, eh... Puedo llevar tus cosas a mi coche.
Sus ojos se tornaron suaves y agradecidos. Me quedé parado un minuto, luego me di vuelta y salí de la cocina. Solo me tomó tres viajes conseguir que todo lo que ella acumuló en las pocas pasadas semanas entrara en el maletero, lo que significa, que después de solo tres breves viajes a mi coche y de vuelta de él, era tiempo de llevarla a su casa.
Ambos nos encontrábamos callados mientras abrigábamos a los niños. Recogí los cargadores de ambos, uno en cada mano. Nayeon se colgó el bolso al hombro y lentamente miró alrededor de la habitación como diciéndole adiós. Luego se encogió de hombros y preguntó—: ¿Listos?
No pude responder así que me giré hacia la salida. Princesa lidereó el camino por las escaleras, y luego también abrió la puerta principal para mí. Quería decir: "Trabajamos tan bien juntos, me parece una gran lástima terminar esto tan pronto", pero me tragué las ganas de hacerlo.
Una vez que los cuatros estuvimos con nuestros cinturones de seguridad puestos, busqué las llaves. Hubo un momento de silencio antes de que pudiera arrancar el motor, entonces Bon-hwa hizo una mueca de dolor y empezó a gemir, lanzando sus brazos como si se preparara para un magnífico berrinche.
—Oye, está bien, cariño. —A pesar de que técnicamente ya no era mi niñera, Nayeon desabrochó su cinturón de seguridad y se inclinó sobre el asiento para ver cómo estaba, encontrándole un juguete para que se aferrara y lo masticara.
—Creo que ésta es su forma de decirte que no quiere que te vayas.
Nayeon me envió una mirada aguda y abruptamente se giró, sentándose de nuevo hacia adelante. Me mordí el labio, royendo en las esquinas, y apreté la llave dentro del encendido.
Cuando no eché a andar el motor y solo me quedé mirando al frente a través del parabrisas, ella se aclaró la garganta.
—Um... ¿Jin?
—¿Mmm? —Cambié mi atención hacia ella.
—¿Por qué no nos estamos moviendo?
—¿Ah? —Miré hacia mi mano descansando sobre la llave. Pero tan solo no podía girarla. Mierda. Era la hora de la confesión. —Supongo que es mi turno de rehusarme. Porque esta es mi forma de decirte que yo no quiero que te vayas.
Luego contuve la respiración, tragando saliva, con un nudo de angustia en mi garganta en tanto esperaba su respuesta.
—¿Quieres que me quede? —Sonaba esperanzada. O tal vez yo era el esperanzado, tratando de proyectarlo dentro de ella.
—No me hagas caso —murmuré, tratando de alcanzar la llave—, estoy siendo estúpido.
Pero ella deslizó su mano y cubrió mis dedos, impidiéndome arrancar el auto.
—También me quiero quedar. —Su confesión tan baja que casi no la escuché.
—¿Qué?
Nayeon se mordió el labio. Su pecho se levantó mientras tomaba una respiración profunda.
—Es que...bueno, Bon-hwa va a necesitar una niñera de todas formas, sin importar si soy yo o la vecina. No es que esté lidiando con problemas de apego, no es eso. Pero creo que, si vas a pagar porque alguien...o sea, yo pienso que...me refiero a que...no veo por qué haría alguna diferencia si yo.
—Quédate —solté simplemente.
Y entonces ella asintió.
—Está bien.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro