XIX
Ante el sonido de la voz de su sobrina, el bastardo giró hacia SiYeon.
La mirada de ella cayó a su pantalón. Con un sollozo, dejó caer la bolsa de ropa y se tapó la boca con ambas manos mientras sus piernas finalmente flaquearon.
Miré a Nayeon justo cuando se volvía hacia mí. La derrota en sus ojos lo explicó todo; el dolor, la vergüenza, el arrepentimiento. Su expresión me dijo quién la había estado maltratando durante años.
—Hijo de puta —susurré vibrando de rabia.
—¡Jin! —Nayeon puso sus dulces dedos en mis mejillas, manteniendo mi enfoque en ella y nada más— Por favor, no lo hagas.
Quería destrozarlo. ¿Cómo no hacerlo?
Puta mierda. ¿Su propio padre? Cerré en puños mis manos y apreté mis ojos tratando de obedecer a sus suplicas. Parecía vital para ella que no lo golpeara, pero enserio, quería hacerlo. Incluso tuve que rebotar mi rodilla para aliviar parte de la agresión zumbando a través de mí.
—Tú no viste nada, SiYeon —decía el cretino; su voz me hacía retorcerme, ansiando atacarlo—. Podría destruirte, ¿entiendes? Si le dices algo a alguien, acabaré contigo y tu noviecito prostituto de allí.
La pequeña chica jadeó y se puso pálida mientras Jungkook se estremecía contra mí. Nayeon seguía mirándome fijamente, rogándome con los ojos, pidiéndome que mantuviera la calma. Presioné mi frente entorno la suya y traté de enfocarme en nada más que ella.
Pero su jodido padre tuvo que apuntarme a mí después.
—Y tú. Vas a pagar por ponerme encima tus sucias manos huérfanas.
Tal vez debería haber estado sorprendido de que supiera tanto de mí, aunque me encontraba más ansioso por destruirlo.
—Adelante —lo reté—. Me encantaría...
—No — imploró Nayeon agarrándome con más fuerza.
Un gruñido salió de mi garganta.
Maldita sea. ¿Por qué no me dejaba romperle las piernas?
De alguna manera, apenas respetando sus deseos, me quedé mirando a su padre sin perder el control. No estoy seguro de cómo lo logré, pero me impresioné con mi propia habilidad de retener mis emociones, a pesar de que todavía podía oír a mis niños al final del pasillo, llorando por nosotros.
—¡Lárgate de mi casa!
El hombre entrecerró los ojos. Al hijo de perra no le gustaba que le dijeran qué hacer, ¿verdad? Qué lástima. Este era mi dominio.
Finalmente sus labios se torcieron con diversión. Cuando su mirada se dirigió a Nayeon quise arrancarle los ojos de su cabeza por atreverse siquiera a mirarla.
—Me iré —murmuró—, por ahora. —Luego se dio la vuelta.
El minuto más lento y tortuoso de mi vida.
Tan pronto como escuchamos la puerta cerrarse tras su partida, SiYeon dejó escapar un grito ahogado que obligó a Jungkook a soltarme para correr hacia ella y acunarla ahí mismo en el piso donde su chica lloraba. Casi al mismo tiempo, al tratar de alcanzarla en mis brazos, Nayeon huyó de mí y fue por el pasillo hacia nuestra habitación. Cuando los bebés se callaron unos segundos más tarde, no pude contener mi agresividad ni un segundo más.
Eché hacia atrás el brazo y golpeé el refrigerador. Dos veces. La explosión de dolor que vino mientras me rompía los nudillos en realidad se sintió bien y tranquilizadora.
—Oh por Dios —gimió SiYeon, alejándose de Jungkook para pasearse en un círculo pequeño. Enterró los dedos en su pelo mientras trataba de comprender lo que acababa de suceder—. No puede ser. Su...su propio padre... Él fue... intentaba...
Cuando miró de Jungkook a mí como si buscara ayuda, desvié la mirada avergonzado y apreté los dientes.
Entonces se dio cuenta.
—Sabías —Acusó asertivamente. Su boca se abrió—. Tú...—Negó con la cabeza—Pero... ¿Cuándo...? ¿Cuánto tiempo?... ¿Por qué nunca me lo dijo?
—Siyeon —comenzó Jungkook.
Pero ella levantó la mano, manteniéndolo a raya cuando me miró.
—¿Jin?
—¿Qué? ¿Qué quieres que diga?
—Quiero que me digas que estoy equivocada. Dime que no vi a mi tío intentar violar a mi prima. Mi... No puede ser. Mi prima. Mi...mi...—Lágrimas llenaron sus ojos—. Mierda. Esta no era la primera vez, ¿verdad? Santo... oh... Dios. Creo que voy a vomitar —Acunó su estómago mientras sus lágrimas caían con más fuerza—. ¿Cómo pudiste saberlo y no decir nada? Fue a nuestro apartamento a buscarla. Vino a mí y yo... y-yo le dije dónde se encontraba. Nunca lo hubiera hecho si... si... Jungkook, ¿qué hice? —Girándose hacia su novio, se lanzó hacia él.
Él la envolvió con sus brazos besando su pelo y murmurando—: Está bien. Está bien.
Retrocediendo lo suficiente como para mirarlo boquiabierta, chilló—: ¿Bien? ¿Cómo es que está bien? Él... él... a Nayeon.
El desolado chico no tenía una respuesta, por lo que solo la apretó más y la obligó a enterrar la cara en su pecho.
Mientras observaba sus finos nudillos volverse blancos por la fuerza con que tomaba la camiseta de él, traté de tranquilizarla.
—No lo sabía —admití—. No quién, de todos modos. Hasta ahora.
Sorbió y se limpió la nariz con el dorso de la mano. —¿Pero sabías que alguien...? —Cuando no pudo terminar la pregunta, asentí. La confusión nubló su expresión— ¿Por qué te lo diría a ti y no a mí?
—No me lo dijo. Yo lo descubrí.
—¿Dices que fui demasiado estúpida para darme cuenta?
Girando lejos de nosotros, marchó hacia la habitación principal.
—SiYeon —gruñí—. No... —Cuando no me escuchó, le di a Jungkook una mirada ceñuda— ¿Podrías detenerla? Princesa no necesita un interrogatorio en estos momentos.
Él maldijo en voz baja, pero se apresuró en busca de su novia.
A solas en la cocina, me tomé un momento para aclarar mis ideas. Me doblé por la cintura, y dejé escapar una larga y fuerte respiración. Pero las voces elevándose -de acuerdo, bien, solo la voz de SiYeon- viniendo de la habitación, me obligaron a ir en esa dirección.
—¿Tu mamá lo sabe? —demandaba la pelinegra cuando me detuve en la puerta y vi a Nayeon sentada en la cama, con los brazos llenos con los niños mientras los mecía consoladoramente de atrás hacia adelante. Ambos se aferraban a ella como si se les fuera la vida en ello, pero me di cuenta de que Princesa se aferraba a ellos de igual manera. Eso hizo que mis entrañas se retorcieran, saber que no había estado aquí para protegerlos. Luego mis celos se dispararon porque ella buscaba consuelo en ellos, no en mí.
Maldita sea. ¿Por qué no había salido del trabajo unos minutos antes?
—Tenemos que decirle —alentó meneando la cabeza—. Vamos a llamarla ahora.
Sacó su teléfono antes de que Nayeon murmurara—: Sisi, detente. Ella lo sabe.
—¿Qué?
—Shh. No levantes la voz. Los bebés siguen asustados —Me miró de forma acusadora antes de volver a su prima—. ¿Qué estás haciendo aquí?
SiYeon se hallaba demasiado agitada para responder coherentemente—: ¿Cómo podía saber esto y no...? ¿C-Cómo pudo quedarse con él y...? ¡Carajo!
Respondiendo a la pregunta de Nayeon por ella, le dije a Princesa—: Estaban aquí para cuidar a los bebés. Iba a invitarte a salir esta noche. Darte un descanso de los niños.
Su mirada se deslizó hacia mí y parpadeó como si estuviera tratando de evitar llorar. Finalmente, apartó los ojos y su voz fue áspera.
—Gracias. Eso es... dulce, pero no... no tengo ganas de salir esta noche.
Apoyé la espalda en el marco de la puerta, golpeando mi columna contra él tan fuerte como lo necesitaba, buscando más punzadas de dolor para mantener mi ira bajo control. Aún me sentía tentado a correr del apartamento y perseguir a su padre.
—¿Cuánto tiempo ha estado sucediendo esto? —demandó SiYeon.
Nayeon sacudió la cabeza. —No quieres saber la respuesta.
Curvando los hombros, la chica comenzó a llorar de nuevo. —No puedo creer que esto esté pasando. No puedo... ¿por qué nunca me lo dijiste?
—Porque sabía que ibas a reaccionar de esta manera. —Cuando la voz de Nayeon se volvió aguda por la agitación, los bebés respondieron, gimiendo de manera irregular.
Me aparté de la puerta y fui hacia ellos. —Dame a Eunji.
No pareció querer al principio, pero cuando se dio cuenta de que no podría calmar a los dos bebés a la vez, finalmente cedió. Tomé a la niña en mis brazos y la sostuve cerca de mi rostro, cerrando los ojos y haciendo una promesa silenciosa de que nada ni nadie iba a hacer con ella lo que habían hecho con su madre. No sobre mi cadáver.
Mirándome mientras me acomodaba junto a Nayeon en la cama para que aún pudiera estar cerca de su hija, los ojos de SiYeon se iluminaron con horror.
—Ella no es... Él no es el padre de Eun Ji, ¿verdad?
—No —respondió al instante—. Seo Hyun es el papá. No es que sea mucho mejor candidato.
—¿Estás segur...?
—¡Sí, SiYeon! Tenía diecisiete años la última vez que Él...—hizo una pausa pasando sus ojos entre cada uno de nosotros sopesando nuestra reacción— me atrapó desprevenida.
La prima se atragantó y golpeó su mano sobre la boca. Luego se lanzó hacia delante para sentarse en la cama y poner sus brazos alrededor de Nayeon, sollozando y sin poder dejar de disculparse.
—Lo siento mucho, cariño. Si lo hubiera sabido... yo... hubiera estado allí para ti. Hubiera ido a Busan y te hubiera llevado lejos de esa casa. No puedo creer que incluso tu madre... —Sacudió la cabeza y chilló un poco más.
Miré hacia Jungkook, quien estaba solemne y silencioso. Apoyado contra la pared, veía a las primas abrazarse con empatía triste, como si entendiera la difícil situación de Nayeon. Me recordó la visita de esa mujer al bar, y la palabra por la que el padre de Nayeon lo había llamado: Prostituto.
Cuando me vio estudiándolo, apartó la mirada con aire de culpabilidad, su garganta moviéndose mientras tragaba.
SiYeon quería quedarse, así que se aferró a Nayeon. Pero ésta siguió echándola.
—Quiero estar sola con los niños. Necesito un poco de espacio.
Al final se retiró, pero por su rostro pude notar que no quería irse. Le dio a su amiga un último abrazo, y Jungkook me sorprendió cuando también dio un paso adelante para abrazar a Nayeon.
—Esto explica muchas cosas. —dijo él, mientras se alejaba.
Nayeon sonrió con tristeza. —Supongo que compartimos más similitudes de lo que jamás pensaste, ¿eh?
Jungkook no contestó, tomó solemnemente la mano de su chica y se dirigió con ella a la salida del apartamento.
En cuanto la pareja se marchó me acerqué a Nayeon sin violentar su espacio personal. No sabía qué más hacer.
—Puedes hacer lo que quieras. Puedes llorar, gritar, echarte a dormir o golpear las paredes; pero no pienso dejarte sola. Así que no me pidas que me vaya.
Sonrió suavemente y apoyó la mejilla en la cima de la cabeza de Bon-hwa.
—No quiero que te vayas. Pero no podía decírselo; heriría sus sentimientos si se enterara de que te quería a ti aquí y no a ella.
Mi mirada atravesó la suya. A pesar de que sabía que su razonamiento tal vez no tenía nada que ver con que yo le importara más, mi pecho se llenó de una loca clase de orgullo. Pero tenía que adivinar.
—¿Es porque sabías que no haría preguntas?
Se mordió el labio y bajó la mirada antes de asentir.
Asentí también. No importaba qué quisiera de mí, estaba contento de que quisiera algo. Llevé a Eun Ji a la cuna, luego tomé a Bon-hwa de sus brazos e hice lo mismo. Los dos se encontraban despiertos todavía, pero habían llegado al acuerdo de tumbarse satisfechos por un minuto.
Volviendo de nuevo a Nayeon, le tendí la mano. —Vamos a limpiarte.
Frunció el ceño, confundida, antes de bajar la vista y ver lo desgarrada que se hallaba su camiseta. La sangre seca se aferraba a su piel, proveniente del rasguño en su brazo y en el dorso de sus manos había más marcas. Sin decir una palabra, tomó mis dedos.
La llevé al baño y la hice recargarse en el borde del lavabo. Entonces mojé una toalla y primero limpié el corte en su labio. Después de limpiar el rasguño en su hombro, sus manos, y a lo largo de su cuello, donde su blusa desgarrada revelaba las marcas más profundas, me incliné para besar el peor corte antes de aplicar suavemente un vendaje.
—Estás siendo extremadamente bueno con todo esto.
—Tú eres la que me dijo que me tranquilizara.
—Así que ¿no te sientes tan tranquilo como estás actuando?
Negué con la cabeza y estudié el hematoma formándose en su frente. —Ni siquiera un poco.
—Bueno, actúas bien.
—Gracias. Estuve en el taller de teatro de la secundaria. —Llegando a la parte trasera de su cráneo, donde su padre la había empujado contra la nevera, me estremecí. Había una protuberancia del tamaño de un limón, pero al menos la piel no se había abierto.
—¿Qué hay de ti? —pregunté finalmente estudiando sus ojos en busca de signos de pupilas dilatadas— ¿Estás bien?
Se encogió de hombros; no parecía derrotada, sólo sobrepasada por la situación.
—La única persona que nunca quise que se enterara de todo esto ahora lo sabe. Así que... no. No, no estoy bien. —Su barbilla tembló, se mordió el labio para detenerla.
La entendía por completo.
—Entonces... tu papá, ¿eh?
—Él no es realmente mi papá. La noche que descubrió gracias a mi madre que yo era hija de otra persona, fue la primera vez que, ya sabes, visitó mi habitación.
Me tragué la bilis que subió a mi garganta. No hay otra forma de describir lo que sentí. ¿Ira? ¿Odio? ¿Repudio? Y en todo caso sería hacia él, jamás contra ella o cualquier otra persona que haya tenido que vivir algo así.
Sacudiendo la cabeza, le dije—: No importa si era de sangre o no, seguía siendo tu padre. —Seguía siendo un enfermo asqueroso hijo de puta.
Bajó la cabeza y sus hombros se contrajeron en torno a su cuerpo. —Lo sé.
Odiaba lo que ese bastardo le había hecho y seguía haciéndole.
Mi respiración se aceleró. —Joder, Nayeon. No puedo soportar esto; saber lo que te pasó y no poder hacer nada al respecto porque ya está hecho. Quiero hacerle daño. Quiero cazarlo y lastimarlo. Si pudiera poner mis manos alrededor de su cuello... — Levanté los dedos, los diez tensos y doblados, deseosos de apretar.
Nayeon los tomó y los llevó hacia sus labios. —Respira —instruyó mientras besaba la sangre seca en mis nudillos.
—No puedo. Todo lo que veo es a él sujetándote en la cocina.
Me besó. Sorpresivamente me besó.
Su boca contra la mía. Era... sí. Todo.
Cerré los ojos y me hundí en ella, acunando su cara y levantando su barbilla para que nuestros labios se alinearan. Pudo haber sido seco y con la boca tensa, pero aun así fue un beso perfecto que sacó todos esos sentimientos que tenía por ella desde el fondo de mi alma.
—¿Mejor? —preguntó mientras se apartaba.
—No lo creo. Quizá deberías intentar besarme un poco más.
Soplando una risa ligera, apoyó la mejilla contra mi cuello y me abrazó.
Le acaricié el pelo, y la atraje hacia mí cuando el impulso de protegerla surgió. —Si alguna vez vuelvo a encontrarlo cerca de ti, lo mataré. No voy a poder evitarlo.
—Jin, era en serio cuando te dije que podía destruirte. Aprenderá todas tus debilidades y encontrará una manera de usarlas en tu contra.
Recordando que ya sabía que era huérfano, no dudé de ella. Tal vez era un cabrón muy poderoso. Pero la información no me asustó. Presioné mis labios contra la sien de Nayeon.
—Tú eres mi única debilidad.
Suspiró como si supiera que no lograba pasar a través de mí lo suficiente como para intimidarme, no hasta que Bon-hwa y Eun Ji comenzaron a llorar desde el dormitorio. Entonces se apartó y me miró con una constante e inquisitiva expresión.
—¿Estás seguro de eso?
Mis ojos se agrandaron mientras mi pecho se hundía alrededor de mi corazón con temor instantáneo.
—No lo haría. Solo son bebés.
Su risa fue amarga. —¿Qué? ¿Un hombre que comenzó a violar a su hija cuando tenía once años? Estoy segura de que no se tentará el corazón. Él usa cada recurso disponible contra sus enemigos para acabar con ellos y conseguir lo que quiere. Incluso a niños inocentes.
Toda mi cara se contrajo cuando apreté los dientes. —¿Once? —susurré, inclinando mi cabeza— ¿Tenías once? ¿Cómo...? Princesa. Esa información no va a detenerme de salir y encontrarlo para arrancarle su inútil cabeza.
—Podría hacer que perdieras a Bon-hwa —Chasqueó los dedos—. Así de fácil.
Cuando alcé la vista, me estudió un largo momento antes de que el delirante juego de intimidación se estableciera. Exhalando, me dejé caer sobre la tapa cerrada del inodoro y enterré el rostro en mis manos.
—Mierda. —Me sentía nauseabundo. La cabeza me latía como si alguien me estuviera golpeando con un martillo. Juro que incluso pude escuchar...
Alcé la cara para darme cuenta de que alguien tocaba la puerta, pero no en mi cabeza. En la puerta principal. Con fuerza.
Si ese maldito había vuelto, estaba muerto. No podría usar a Bon-hwa en mi contra si se encontraba muerto.
Pero la llamada que vino de fuera del apartamento dijo—: Policía. Abran.
¿No me lo había imaginado?
Nayeom se sacudió sorprendida, con los ojos amplios. —¿Qué está pasando?
Siseando una maldición en voz baja, me levanté. —Los vecinos deben haber llamado a la policía otra vez.
Sus ojos se agrandaron aún más. —¿Otra vez?
Dejé escapar un suspiro de cansancio y le alisé el pelo con la mano antes de besarle el moretón en la frente.
—Vigila a los niños. Yo me encargo.
Asintió y se movió desde el cuarto de baño. Caminé por el pasillo, deseando que la noche hubiera ido como la planeé inicialmente. Quizá nos estarían sirviendo la comida en este instante y el suave resplandor de las velas crearía un ambiente romántico mientras un mesero volvía a llenar nuestras copas.
Pero no, en cambio nos quedamos atrapados lidiando con esto. La realidad es una mierda.
—Así que, ¿qué pasó esta noche? —preguntó el oficial que me había arrestado tan pronto como abrí la puerta. Su compañero, que me dio la advertencia "amistosa" la última vez, lo siguió al interior cuando me hice a un lado en silencio.
—Creí haberle advertido lo que sucedería si teníamos que regresar aquí, señor Kim. —Parecía decepcionado, lo que me molestó más que el desprecio degradante de su compañero malhumorado.
Abrí la boca para responder, pero Nayeon apareció en la sala, trayendo a los bebés. Le lanzaron una mirada al moretón hinchándose en su cara y la blusa todavía desgarrada, y eso era todo para mí.
El policía malhumorado me agarró la muñeca y me torció la mano para comprobar mis nudillos. Seguían maltratados por golpear al padre de Nayeon y luego el refrigerador. Suspiró con conocimiento antes de torcer el agarre y hacerme girar hasta que mi espalda se encontraba hacia él. Después de agarrar mi otro brazo y mantenerlos juntos, sacó las esposas de su cinturón.
—¡No! —Tambaleándose, Nayeon corrió hacia nosotros—¿Qué está haciendo?
Cuando el oficial más amable se interpuso en su camino con las manos en alto para bloquearla, se detuvo y se encontró con mi mirada por encima del hombro; su conmoción y confusión hizo que se me formara un nudo en la garganta por el remordimiento. ¿Qué tipo de vida de mierda le di al traerla aquí para cuidar a mi hijo?
—Creen que fui yo quien te hizo eso —le expliqué.
Ella soltó un bufido. —Eso es una locura —Volviéndose al policía bueno, batió sus largas pestañas hermosas—. Señor, está cometiendo un gran error. Jin nunca, nunca me lastimaría a mí ni a ninguna mujer.
El policía que me tenía agarrado se rio. —¿Es por eso que ya tiene un registro por asalto y agresión?
La boca de Nayeon se movió, pero no tenía lista una réplica. Sus grandes ojos marrones mostraron confusión y giraron en mi dirección antes de volver hacia el policía bueno.
—Si fue arrestado debido a una pelea, entonces fue en defensa propia o de alguien más, pero creo que fue por la segunda opción. Conozco a este hombre. Y es el hombre más incapaz de golpear a una mujer que he conocido.
—Por lo tanto, ¿usted dice que él no le hizo eso?
Cuando el oficial señaló sus rasguños y moretones, vaciló como si acabara de recordar lo que le había sucedido. Se le escapó un gemido.
El sujeto que aún me sostenía en custodia señaló mis nudillos destrozados y añadió—: Piense antes de mentir, señorita.
Ella entrecerró los ojos y luego alzó la barbilla con aire de superioridad. —Como dije, Jin solo se mete en peleas para defender a alguien. Así que espero que lo disculpen por golpear al hombre que irrumpió en nuestro apartamento y trató... —se detuvo y tuvo que tragar saliva antes de añadir con voz temblorosa—: de violarme.
—¿Cómo dice?
—Jin fue mi salvador, no mi torturador. Él me protegió.
—Alguien entró, ¿eh? —preguntó sin creerlo para nada.
—Eso es lo que acabo de decir, ¿no es así?
—Princesa —le advertí. Si no tenía cuidado, complicaría más las cosas—. Tranquila.
—¿Qué? Él es quien no está haciendo su trabajo. ¿Por qué demonios te van a arrestar cuando nosotros somos las víctimas aquí?
—Si alguien entró a su casa, entonces ¿por qué no nos llamaron en lugar de permitir que se quejaran los vecinos?
—¿Y por qué no hay señales de haber forzado la entrada? —El hombre malhumorado hizo un gesto hacia la puerta abierta del apartamento.
La mirada de Nayeon cayó en la jamba de la puerta perfectamente intacta. Sus ojos se volvieron vidriosos con horror. Mis tripas se retorcieron, enojadas porque estos cabrones le hicieran revivir lo que había sucedido.
—Estábamos ocupados tratando de calmar a los bebés después de que Jin lo echara. Ustedes se presentaron antes de que tuviéramos la oportunidad. Por cierto, gracias por su respuesta rápida.
Ninguno de los policías se preocupó por su irónico agradecimiento.
—¿Qué hay con la puerta? —incitó el policía malhumorado.
Al otro lado del pasillo, la puerta de la vecina se entreabrió unos centímetros.
—Llevaba un traje de etiqueta —dijo una voz tímida desde el interior.
El policía bueno dio un paso hacia el pasillo. —¿Quién?
—El tipo que apareció usaba un traje muy bonito. Golpeó a la puerta y ella la abrió.
Apreté los dientes, deseando que la vecina fisgona cerrara la puta boca. Pero el relato de la testigo siguió desbordándose al otro lado del pasillo.
—Ella le dijo que se fuera y trató de cerrarle la puerta en la cara, pero él puso el pie y la detuvo, y finalmente logró entrar.
Inhalé una brusca respiración. —Ese hijo de puta —murmuré, con ganas de encontrar de nuevo al padre de Nayeon y matarlo por lo menos tres o cuatro veces.
—Estuvo allí solo unos minutos. Algo golpeó contra la pared una vez, luego se escucharon gritos. Entonces éste llegó a casa—Un dedo apareció desde el espacio señalándome—. Vino una pareja con él. Entraron todos. Le siguieron más gritos y portazos. De pronto el tipo sofisticado salió cojeando, sujetándose el costado con un brazo y los pantalones con la otra mano porque estaban desabrochados. La otra pareja se fue unos minutos más tarde. Parecían molestos.
De pronto creyentes, los policías se volvieron hacia Nayeon. —¿Lo conocía?
Ella vaciló antes de sacudir la cabeza. Luego su mirada se deslizó hacia mí y sus ojos me rogaron que la respaldara.
—Nunca lo había visto antes en mi vida.
—Tenía una vieja cicatriz en la mejilla —añadí amablemente.
—¿Algo más? —preguntó el policía bueno sacando una libreta de su bolsillo delantero.
—Como dijo la vecina, él usaba un traje de etiqueta. No noté mucho más, excepto que tenía cerca de cincuenta años, el pelo canoso. Francamente no presté mucha atención a los detalles porque estaba ocupado tratando de controlar mi temperamento como para no matarlo por tocarla.
—Jin me salvó la vida esta noche. Y tal vez también la vida de mis hijos. Ese tipo... tenía una mirada loca en sus ojos.
A partir de ahí, fuimos considerados inocentes. Los policías hicieron unas preguntas más. Dejé que respondiera Nayeon. Y ella corrió a mí tan pronto como me quitaron las esposas. Tomé Luchador de uno de sus brazos y los abracé a todos.
El policía malo salió primero. El otro persistió un segundo más, con la mirada en Nayeon antes de mirarme a mí.
—Un cambio para mejor, ¿eh?
Mis labios temblaron mientras miraba a Nayeon. —Claro que sí. Y la otra dejó a su hijo conmigo, así que conseguí lo mejor de ambos mundos.
El policía se rio entre dientes y salió del apartamento. —No se olviden de llamar si ese hombre aparece de nuevo.
—Lo haré. —Después de cerrar la puerta detrás de él, apoyé la espalda contra ella, dejé escapar un suspiro y me encontré con la mirada de Nayeon.
No tenía ni idea de por qué pensé que era divertido, quizá toda la tensión acumulada, pero tiré la cabeza hacia atrás y me reí.
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