VII
—Tenemos que hablar —dijo.
Nayeon me sorprendió cuando agarró la parte delantera mi camisa.
—Mmm, está... bien. —Tropecé mientras se dirigía hacia el pasillo posterior, arrastrándome detrás de ella. No me importó seguirla. La seguiría a cualquier parte que me llevara, a cualquier lugar en que pudiéramos estar a solas.
Debo admitir, la forma en que se hizo cargo y me tiró fue excitante.
La anticipación se situó en mi nuca. Sabía cómo se sentía empujar dentro de esta mujer. Sabía exactamente cómo se veía en el momento que cerraba los ojos y se mordía el labio cuando se corría. No obstante, nunca he tenido sexo con ella, nunca la he visto desnuda, ni siquiera la he besado.
Mi mente lo sabía, pero mi cuerpo todavía no. Mis sentidos expulsaban absoluta excitación. Era imposible estar cerca, respirar su aroma a lavanda y no recordar cada detalle de esos malditos destellos. Ella ha sido el mejor sexo de mi vida, y ni siquiera había sido real.
La primera vez que estuve con una chica, esperaba esa sensación, esa sensación cegadora que había tenido cuando estuve con Princesa en todas las visiones. Pero no sucedió. Nunca vino cuando estaba con otra persona. No podía contar cuántas veces busqué la felicidad inesperada de enterrarme profundamente en el paraíso, solo para llegar a nada.
Mirando ahora a Nayeon, tenía que preguntarme si sería así con ella.
Se detuvo abruptamente a mitad de camino por el pasillo y se volteó para enfrentarme. Tuve que frenarme para no tropezar con ella. Mi cuerpo se calentó, encendiendo esta corriente que me puso más allá de dolorosamente duro. Gracias a Dios, la camiseta de Jungkook me quedaba holgada y larga. Ayudó a ocultarlo.
—¿Quieres ganar esta subasta? —preguntó.
Parpadeé, tratando de sacar de mi cabeza la visión de tener sexo con ella. —Sí —respondí finalmente—. Sí quiero.
—Bien. Eso pensaba. —Abriendo un enorme bolso, sacó una lata de aerosol de algún tipo y lo sacudió antes de rociar algo de mierda blanca que parecía crema batida en su palma, lo cual en realidad hizo girar mis sucios pensamientos, hasta que dijo—: Inclínate. —Y alcanzó mi cabello.
En vez de agacharme, di un cauteloso paso hacia atrás. —¿Qué diablos es eso?
—Es espuma, idiota. Lo usan en las peluquerías. Voy a arreglarte hasta que puedas verte increíblemente sexy en lugar de ligeramente sexy. Ahora agacha la cabeza para acomodar tu cabello y ayudarte a ganar esta cosa
Si hubiera querido limpiarme mierda de perro solo por placer, quizá la habría dejado. Era Princesa; de ninguna manera podría negarle nada. Así que agaché la cabeza.
¿Espera, me llamó ligeramente sexy? Espera otra vez...
—Déjame aclarar esto. Te hice el favor de sacar a Jungkook de esta subasta, ¿y ahora tú me ayudarás, arreglándome, para así poder ganar? —No estaba seguro si debería estar ofendido o no. ¿Por qué no tenía problema en venderme a una mujer cualquiera?
Pero al instante hundió los dedos en mi cabello y mierda... naba iba a ofenderme por un buen rato. Tenía dedos hábiles. Se sentían tan bien en mí. Sus uñas ocasionalmente raspaban mi cuero cabelludo, y cada vez que lo hicieron, cada nervio de mi cuerpo tenía un mini orgasmo. El latido de mi corazón palpitaba en mi erección hasta que tuve que concentrarme para no rodar mis caderas con sus dedos mientras jalaba mi cabello con estos tirones rítmicos, asegurándose de poner esa mierda de espuma en cada mechón. Y oh... Santo Niño Jesús, se sentía bien. Tan malditamente bien.
Entonces habló, y el tono de su voz fue como llovizna de chocolate sobre un ya perfecto postre.
—En realidad tú quieres ganar —dijo—, y él no quería participar, así que... Sí. Es exactamente eso.
¿Qué dijo? Creo que estaba demasiado ocupado tratando de no venirme en mis malditos pantalones. Ella me podía peinar todos los días de la semana. Extendí la mano y la presioné contra la pared para apoyarme, porque toda la sangre corrió a mi pene y me sentí mareado.
—De acuerdo. Levanta la cabeza. —Su voz se volvió ronca.
Levanté mi rostro, respirando entrecortadamente en el momento que nuestras miradas se encontraron. Sus pupilas parecían dilatadas y llenas del mismo calor que yo sentía. Mis fosas nasales se abrieron, ansiosas por inhalar su aroma, pero solo pude oler esa maldita espuma.
—Tú, eh... —Se aclaró la garganta y apartó su mirada lejos de mí para centrarse en lo que le hacía a mi cabello. Sus dedos se desaceleraron como si quisiera extender nuestro tiempo juntos. Dios, amaba el coqueteo sucio—. Hay otra cosa que de hecho quiero discutir contigo.
Todavía negándose a mirarme a los ojos, chupó su labio inferior entre los dientes.
—Bien—Arrastré las palabras—. Suéltalo.
—La última vez que hablamos, sé que saliste con esta loca suposición sobre mí que... bueno... —Quitó los dedos de mi cuero cabelludo y me miró, quemándome con esos ojos enormes que soñaba todas las noches—. Te equivocaste, ¿de acuerdo? Lo que hayas pensado... Era solo... No es cierto. Eso nunca sucedió. A mí no —Me dio una alentadora, aunque tensa sonrisa—. ¿Está bien?
Vi su garganta moverse cuando tragó. Mi mirada cayó en sus manos; las retorcía inconscientemente en su cintura. Así que tomé la determinación y la desesperación en su expresión y asentí lentamente.
—Está bien —me encogí un poco de hombros como si no fuera nada.
—¿Está bien? Oye, espera. Me estresé por esto durante dos semanas, incapaz de dejar de preocuparme por lo que piensas de mí y lo que ibas a decir. ¿Y todo lo que tienes para mí es "está bien"?
Su temperamento enojado era tan adorable que me hizo sonreír. Me recordó a la Princesa que creé en mi mente, una atrevida alma gemela que discutía conmigo, incluso cuando yo trataba de ser obediente.
Joder, tal vez ella no era exactamente como había anunciado ser en su red social. Tal vez no era la rica y malcriada mocosa que me convencí que era. Lo cual era malo. Pensando que era más a lo que me había imaginado en lugar de lo que temía, hizo que mi corazón creyera que podría llegar realmente a ella y tenerla.
Pero no podía.
Con mi mano todavía apoyada contra la pared, me incliné, flotando sobre ella. —¿Qué quieres que diga, Princesa? ¿Qué sé que estás mintiendo? ¿Qué sé lo que sucedió realmente y solo pensar en eso me parte malditamente en dos? ¿Que quiero hallar el monstruo o monstruos que te lastimaron y destruirlos con mis propias manos? ¿Es eso lo que prefieres?
Sus ojos se ampliaron y su aliento salió desde sus labios entreabiertos.
— Yo... —Negó—. No. En realidad, no. Tienes razón. "Está bien" fue una buena respuesta.
—Sí. Seguro que lo fue. —Luego sonreí, amando que por fin podía oler su aroma a lavanda otra vez—. No te preocupes, cariño. Conservaré tu secreto. Si me prometes algo a cambio.
Se sacudió hacia atrás, alejándose de mí, con el ceño fruncido. —No hago tratos.
—Relájate —Con una risita, agarré un mechón de su cabello entre mis dedos y casi gemí cuando sentí lo suave que era.—. Solo quiero que me digas que ya no estás en peligro. Si sé que ya no puede llegar a ti, lo dejaré y fingiré que soy un idiota ignorante. ¿De acuerdo?
La vulnerabilidad en su expresión hizo que cada instinto protector apareciera en mí. Solo quería recogerla y llevarla a un lugar seguro, donde nadie pudiera molestarla otra vez.
—Ya no estoy en peligro —me aseguró obedientemente, al tiempo que sus ojos se ampliaron por sorpresa, como si no pudiera creer que acababa de hacerme saber que no había estado equivocado después de todo.
Cerré los ojos brevemente, porque aún había estado aferrado a la esperanza de que podría haberme equivocado. Pero ahora que lo confirmó, el dolor se apoderó de mi garganta, haciendo mis palabras ásperas cuando me incliné hacia abajo y apreté mis labios en su frente.
—Bien.
Se escabulló lejos de mí con un jadeo. —No deberías hacer eso.
Parpadeé, desconcertado. —¿Hacer qué?
—Besarme.
Soltando una carcajada, agarré su mano y la acerqué más. No me gustaba estar a más de un metro y medio de distancia.
—Presionar mi boca en tu frente no es... —Pero las palabras se estancaron en mi lengua al instante que me miró. Sus ojos eran grandes y amplios, llenos de calor y miedo. Tragué—. No tenía que significar algo. Solo... ya sabes... afecto amistoso.
Ay, sonaba tonto.
Pero asintió como si estuviera desesperada por creer eso. —Bueno. — Sacó los dedos de los míos y comenzó a acariciarlos con su otra mano como si mis caricias la hubieran quemado—. No quiero que tu esposa venga a buscarme para golpearme o algo.
Me tomó un segundo recordar de quién hablaba. Si se refería a Joohyun...bueno, a Joo no le importaría si fuera a casa con una docena de chicas cada noche. Pero me gustaba esta barrera entre nosotros. No quería que Nayeon supiera sobre la farsa que era mi "matrimonio". Porque por ella, tenía un mal presentimiento de que sería capaz de disolver todos mis votos y obtendría la anulación o alguna mierda parecida, lo cual no podía hacer. No si quería mantener a Bon-hwa seguro.
—Entonces, supongo que mantendré mi boca lejos de tu cabeza.
—Está bien.
En el momento que se dio la vuelta y se empezó a ir, la miré y apreté los dientes cuando tuve un vistazo de su trasero. Mierda, casi deseaba que el embarazo le hubiera hecho lo que le había hecho a Bae Joo Hyun en su parte de atrás, haciéndolo dos veces más grande, porque el suyo parecía demasiado bueno para resistir.
Miró hacia atrás. —¿Estás viéndome el culo?
Solté un bufido y negué, pero confesé—: Tal vez.
—Estoy embarazada, ¿sí sabías?
—¿Y? Nadie que te vea de espaldas podría imaginarlo.
Nayeon sopló una risa. —Creo que acabas de empatar con el pervertido de las tetas de allá.
No tuve que preguntar, supe exactamente a quién se refería. Cuando se dio la media vuelta y le puso un engreído balanceo extra a sus caderas, probablemente sabiendo que todavía la miraba, sonreí.
Bien. Creo que ella me gustaba. Junto con su cuerpo asesino, tenía descaro y agallas, aunado a una suavidad y un gran corazón listo para cuidar a las personas. Tomando en cuenta cuán decidida estaba por evitar que Jungkook participara a la subasta o cómo había intentado ayudarlo para que bebiera agua la semana pasada, tenía la sensación de que ni siquiera sabía cuán verdaderamente compasiva era.
Entré al baño antes de volver con el resto, revisé lo que le había hecho a mi cabello. Volví a sonreír cuando vi que lo peinó todo hacia atrás.
Me gustaba.
Lo que había hecho con mi cabello...y ella.
Jimin silbó tan pronto como me dirigí a la barra.
—¡Qué carajo! Si crees que el cabello va a ayudarte a ganar la subasta...
—Lo hará —Palmeé su hombro con una sonrisa—. Lo siento, idiota, pero vas a caer esta noche.
—Hijo de puta. —Frunció el ceño detrás de mí mientras me alejaba para comprobar una mesa llena de mujeres que parecían tener los bolsillos llenos y podían hacerme ganar.
Era hora de empezar a promoverme a mí mismo.
Pero vi a Nayeon en el bar, ubicada en el banco del rincón mientras comía de un cuenco de frutos secos. Era bastante extraño para una mujer embarazada entrar en un bar cuando estaba cerrado, pero que se quedara después de que abrió... no me dejó cómodo. Si alguien la acosaba, me vería obligado a matarlo.
Caminando hacia ella, rellené su cuenco de nueces y apoyé los codos en la barra para verla morderse el labio mientras miraba el segundo tazón, debatiendo en silencio si debería comer más o no.
—Si todavía te preocupa que voy a dejar que cualquier mujer compre a Jungkook, te prometo que no lo haré.
Ella cedió y tomo otro puñado antes de responderme con una sonrisa alegre. —Oh, no me preocupa. No tengo ninguna duda de que cumples con tu palabra.
Me llenó de orgullo. Era un completo desconocido que había inquietado su paz mental la primera vez que nos vimos. Sin embargo, aquí estaba ella, alegando confiar en mi palabra.
No obstante, eso no explicaba por qué continuaba aquí.
—Así que, ¿te estás quedando porque...? —Levanté mis cejas—. ¿Quieres ver quién termina comprándome? —Le di una repentina y traviesa sonrisa—. ¿Estás celosa, Princesa?
Rodó los ojos. —Lindo. Pero, no. Estoy esperando a mi aventón. SiYeon debería venir a recogerme en unos minutos.
Se hallaba atrapada aquí. Me encantó porque significaba que iba a deleitarme con su presencia por más tiempo. Sin embargo, lo odiaba porque mis nervios se iban a volver locos sabiendo que no podría haber una manera de mantener un ojo constante sobre ella en esta multitud.
—Si te sientes incómoda aquí te puedo mostrar la sala de empleados para que descanses hasta que ella aparezca.
Se rio. —Confía en mí, me siento bastante cómoda con toda la escena del bar.
—Sí, pero... —Cuando mi vista cayó en su estómago, me apuntó con un dedo.
—Si dices algo como "en tu condición", estaré obligada a convertirme en Nayeon la súper perra y voy a insultarte otra vez.
—Anotado. Pero en serio, no me gusta esto. En absoluto. —Llevé mi mano sobre su vientre antes de alejarla. Ella saltó por el breve contacto—. Si alguien se mete con este preciado tesoro, voy a volverme loco.
—Oooh. ¿Así que de eso se trata?
Parpadeé. —¿Qué?
—Tu sobreprotección. —Señaló—. Me había confundido por qué fuiste tan amable pero controlador esa noche que nos conocimos. Ahora que sé que eres papá... —Se encogió de hombros—tiene más sentido.
Retrocedí, confundido. —¿Qué te hace pensar que soy padre?
—Porque... SiYeon lo dijo. Cuando Jungkook pidió la camiseta dijo que necesitabas una porque tu bebé había vomitado en la otra.
Con un asentimiento, di un paso atrás, recordando por qué debía mantener mi distancia. Bon-hwa me necesitaba. Y para mantener a ese niño en mi vida, necesitaba mantener a Joo Hyun en ella. Y no podría ser exactamente un buen y fiel esposo si estaba aquí babeando sobre Nayeon, la única mujer que me haría hacer cualquier cosa.
Suspiré sin preocuparme por esa lucidez.
—¿Quieres ver una foto?
—¿De tu bebé? —Su rostro se iluminó— Seguro.
Saqué mi teléfono y escribí la contraseña para entrar en mis aplicaciones.
Inclinándose para ver, Nayeon jadeó y se cubrió la boca mientras subió sus ojos hasta los míos.
—¿Qué? —le pregunté, dejando el teléfono a mi lado—. ¿Estás bien? ¿Qué pasa?
Cuando llegué a su estómago, preocupado por el bebé, ella negó y abofeteó mi mano, pero continuó mirándome como si me hubiera vuelto loco. Entonces hizo un gesto hacia mi teléfono.
—Tu... tu contraseña. Dos-dos-cero-nueve.
—Sí. ¿Qué pasa?
Quería aparentar que no era nada, pero mis ojos estaban fijos en ella mientras contenía mi aliento, esperando ansiosamente para saber por qué ese número le era importante. Porque estaba claro que era importante para mí.
—Nada. —Trató de decir, pero yo sabía...
—Oh, vamos. —Rodé mi mano, persuadiéndola a que siguiera hablando—. Dime. Por tu expresión seguro que significa algo.
Su rostro se sonrojó mientras ella señalaba al teléfono. —Es una fecha, ¿no? ¿Veintidós de septiembre?
Mi estómago se tensó cuando asentí. Pero, mierda, si le había sucedido lo mismo a ella en el mismo día que me pasó a mí, iba a enloquecer.
—¿Es tu cumpleaños? —preguntó. Cuando sacudí la cabeza, supuso—: ¿El cumpleaños de tu bebé? Ah, ya sé. El de tu esposa.
Me reí. —No. No es el cumpleaños de nadie. Es... una fecha especial.
El día que la conocí, y me enamoré de ella. O más bien, el día que había tenido mis visiones y me obsesioné con su imagen esperando que fuera real y existiera.
—¿El día de tu boda? —empezó con más suposiciones, sin darse por vencida.
Puesto que no había manera en que fuera a decirle por qué el veintidós de septiembre era especial para mí, le pregunté—: ¿Por qué te importa? ¿Qué es esa fecha para ti?
Vaciló antes de encontrarse con mi mirada. —Es mi cumpleaños.
Tragué saliva. Mierda.
¿Cuáles eran las probabilidades de que hubiese tenido una visión de ella hace tantos años en su cumpleaños?
Un extraño y frío cosquilleo aumentó en mi nuca. Estúpida mierda vudú. Empezaba a asustarme. En el instante que me alejé, sus ojos se ampliaron.
—¿Qué? ¿Qué significa para ti?
—No voy a decirlo —respondí tajante y rápidamente volví a colocar la contraseña porque la pantalla de mi teléfono se había apagado. Ella bufó con irritación, pero la distraje al mostrarle la fotografía
Y, sí. Así tan fácil, su mente se fue a otro lugar. Oh, el poder de un niño adorable.
—Qué cosita tan bella —susurró—. ¿Cuál es su nombre?
Mi pecho se hinchó con orgullo, mi hijo era ciertamente una cosita bella.
—Su nombre es Bon-hwa. Es un niño grandioso.
Ella parpadeó y luego apuntó a la foto. —Pero lleva color rosa. ¿Por qué un chico tiene un pijama rosa?
—Uh...¿Por qué es mi color favorito?
Rio. — ¿En serio?
—Sí.
—Pues felicitaciones, papá. Estás criando a un niño que no se sentirá inseguro sobre su masculinidad.
—¿Mi hijo? Claro que no. Nosotros los Kim inventamos la masculinidad, muchas gracias.
Ella sonrió mostrando sus dientes, todo su rostro iluminándose.
—Creo que me vas a agradar, Kim Seokjin —afirmó, haciendo a mi corazón latir en mi pecho.
No, la verdadera mujer frente a mí no es como imaginé que sería en los últimos diez años. Pero algunas partes de ella eran aún mejores. Y ese brillo en sus facciones era uno de ellos.
Tuve un mal presentimiento de que, a cambio, ella me iba a terminar más que agradando.
—¡Oye, hyung! —Jimin apareció, empujando un micrófono inalámbrico hacia mí—Vas a ser el presentador de esta cosa esta noche, ¿verdad?
—Eso parece.
—Bueno, vamos a hacerlo, ya —insistió él—. Tengo algo de dinero que ganar, maldición.
Me giré hacia la bella chica mientras tomaba el control del micrófono.
—Debo irme —dije, no queriendo alejarme de ella.
Su sonrisa estaba triste. —Así veo.
Si Jimin no me hubiera arrastrado lejos, me habría quedado. Por lo menos un segundo más. Porque enserio, necesitaba más tiempo con ella.
¿Qué estoy diciendo?Necesitaba más de ella. Punto.
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