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VI

Arrojando su libreta de notas lejos, SiYeon se dejó caer sobre el sofá junto a mí.

—Se supone que tenía que hacer un ensayo y entregarlo mañana a la Doctora Lim, pero se ha cancelado su clase por el resto de la semana. Estoy preocupada.

Inclinándose sobre mí donde me encontraba trabajando en mi nuevo proyecto de arte para hacer un porta pañales para colgarlo de la cuna, agarró una de las ligas de cabello y la puso en mi mano.

La miré. —¿Qué?

Acomodándose hacia abajo, SiYeon lanzó las piernas sobre el reposabrazos y utilizó el poco espacio que quedaba libre de mi regazo como almohada. La envidiaba por ser tan flexible. Algún día, también sería capaz de volver a moverme así... tan pronto como pierda estos trece kilos de más.

—Deja de decorar tus manualidades—refunfuñó—Mi maestra favorita de todos los tiempos no está yendo a impartir su clase. ¡Necesito consuelo!

—Dile a Jungkook.

—No. Quiero que tú me trences el cabello, veamos películas y comamos algo rico que no te haga vomitar.

Con una carcajada, dejé mi proyecto en espera por un rato, así podría disfrutar de este tiempo dedicado a mi chica. Levanté un poco de su cabello oscuro y comencé a trenzarlo, fue ahí que me di cuenta de que pronto ya no tendríamos estos momentos juntas. Ella estaría casada con Jungkook, y yo tendría a Eun Ji. Nos dirigíamos en direcciones completamente diferentes.

Justo cuando ella tomó el control remoto para buscar qué ver, sonó su teléfono celular. Ella saltó por encima de mí con la agilidad que solo una chica no embarazada podría lograr y corrió a la cocina.

—Es Jungkook —dijo en voz alta, solo para responder en voz baja, de forma seductora—: Hola al hombre más guapo del mundo. ¿Cómo estás?

Después de escuchar por un momento, se detuvo y me lanzó una mirada significativa. —Oh, ya veo. Qué se le puede hacer, ¿verdad? —Una sonrisa malhumorada se extendió por su cara—Bueno, seguro. A Nayeon y a mí nos encantaría llevarle a Jin una camiseta nueva.

Ante ese nombre, me senté más erguida, prestando intensa atención en tanto mi sangre corría con interés.

SiYeon se encontró con mi mirada y arqueó una ceja mientras seguía hablando en el teléfono. —Sip. También te amo. Adiós. —Cuando terminó la llamada, su sonrisa era demasiado petulante—. Bueno, bueno, bueno.

—¿Qué? —exigí, necesitando averiguar cualquier pedacito de información que pudiera sobre el compañero de trabajo de Jungkook— ¿Por qué vamos a llevarle a Jin una camiseta nueva?

—¡Lo sabía! —Chasqueó su dedo y me señaló, pavoneándose— Lo sabía. Te gusta, ¿verdad? No. ¡Claro que te gusta!

Mi rostro se enrojeció mientras apretaba los dientes. —¡Por supuesto que no! Estoy de siete meses y medio, lo último que quiero es cualquier tipo de implicación con un chico.

Excepto, quizás, ese chico.

Osh, ¿por qué no podía sacarlo de mi mente? Habíamos tenido un encuentro inesperado semanas atrás, y eso fue todo.

—No sé —murmuró SiYeon golpeando su mentón ociosamente mientras me estudiaba—. Mi hermana dijo que nunca había estado tan cachonda en su vida como lo estuvo cuando se encontraba embarazada.

—Eso es porque hay algo muy malo con tu hermana.

Aunque quizás ese era mi problema. Mis malditas hormonas de embarazada me hacían estar cachonda. La gran incógnita era, ¿por qué Jin había sido el único que las activaba?

—Es muy guapo—soltó de pronto como si respondiera mi pregunta no formulada—. Esa capacidad de dualidad en su mirada lo hacen parecer todo salvaje a veces, no tanto como Jungkook, claro.

—Lo que sea —espeté enviándole una mirada furiosa de incredulidad. No había una sola cosa salvaje en él. Y además—: Es mucho más atractivo que Jungkook.

—¡Ni siquiera es posible! Nadie, quiero decir, nadie, es más ardiente que Jungkook.

Palmeé su mano con simpatía. —Sí, solo sigue diciéndote eso a ti misma, cariño. Ahora, ¿qué pasó con la camisa de Jin?

Me moría de curiosidad. ¿Una clienta se la arrancó? No es que la culpe.

—Bueno, aparentemente, tu miembro favorito de Bangtan fue a trabajar esta noche sin saber que tenía vómito seco de bebé corriendo por la parte de atrás de su camisa. —Cuando aparté mi sorpresa, arqueó una ceja—. ¿Sabías que tenía un bebé?

—No —Sacudí la cabeza, sintiéndome casi traicionada, lo que no tenía ningún sentido porque llevaba alrededor de unos trece kilos más de mi propio bebé—. Continúa.

Hizo rodar los ojos, pero obedeció. —No tiene tiempo para correr a casa a buscar una limpia, así que Jungkook quería saber si yo, pero también te estoy incluyendo en esta misión, porque te amo y sé que quieres verlo, podría agarrar una de las suyas y correr hasta ahí por su amigo para vestirlo.

—Por supuesto que lo haremos. —Luché para levantarme del sofá, sintiéndome como una ballena monstruosa varada que no podía moverse mientras agitaba mis brazos en busca de ayuda.

SiYeon tuvo misericordia y tomó mi mano, ayudándome.

Alisé mi blusa sobre mi cintura abultada y solté el aliento. —Gracias. Acabo de lavar la ropa hoy. Creo que hay una camisa limpia hasta arriba del montón en la canasta sobre la lavadora.

Mientras me apresuraba hacia el pasillo para traérsela, SiYeon me siguió.

—De verdad te gusta este chico, ¿no?

—Ni siquiera lo conozco. —Simplemente quería saber todo sobre él.

Sonrió. —No creo que pueda olvidar el cómo coqueteó contigo esa noche. A lo grande. "No comas esos. Déjame darte un lote nuevo, Princesa" —Cuando dramáticamente alejó su cabello y se abanicó mientras trataba de imitar lo que él había dicho, me reí e hice rodar los ojos.

—Eres una tonta.

—Lo que sea. Podría haber estado temporalmente preocupada por las brujas malvadas de Busan volando en sus escobas, pero lo noté.

—Sí, sí. Felicitaciones.

Con un chillido feliz, extendió su mano izquierda así podría mostrar el anillo que juro no se lo sacó desde que su novio lo había puesto ahí, tal vez, ni siquiera para ducharse.

—Aún no puedo creer que realmente estoy comprometida. Está sucediendo. Jungkook y yo nos vamos a casar. ¿No es el diamante más hermoso que has visto?

Sonriendo porque alejó fácilmente mi preocupación por el tema Jin-y-yo, asentí.

—Sí, cariño. Lo hizo bien. —Abrí la puerta para dejarla guiar el camino hacia el su nuevo -pero viejo- coche. Creo que Jungkook y yo entendimos perfecto la buena intención de sus padres al regalárselo, pero me sorprendería si el cacharro duraba un mes.

—¿Bien? —Me miró como si estuviera mal—. Lo hizo increíble. Si alguna vez hubo un símbolo para demostrar lo mucho que me amaba y quería estar conmigo por el resto de su vida, esto lo es todo. Éste es ese símbolo.

Continuó efusivamente hasta que casi nos encontrábamos en el club donde el tono de llamada de su teléfono la interrumpió. Mi estómago se tensó por la preocupación de que sería Jungkook llamándonos para cancelarlo porque Jin ya había conseguido una camisa de otra persona. Quería ser yo la que lo proveyera.

Escuchando la conversación al lado de SiYeon, pude asegurar que era la madre de Jungkook.

—Está bien. Cambio de planes —me dijo mientras terminaba la llamada y arrojaba su teléfono en la guantera central—. HeeJin tiene fiebre, así que la señora Kang necesita que corra a la farmacia y compre medicamentos para ella.

La mamá de Jungkook, Kang YuNa, por lo general se asustaba cuando su hija sufría cualquier problema por mínimo que fuese ya que tenía parálisis cerebral. Más de una vez a la semana, ya sea SiYeon o Jungkook tenían que ir ahí para ayudarles. Sé que no tenía lugar para hablar ya que actualmente me encontraba siendo mantenida por ambos, pero para mí, la señora Kang dependía demasiado de su hijo. No era de extrañar que en el pasado él se sintiera presionado a vender su cuerpo a su casera para solventar ese gasto.

—Pero ¿qué pasa con Ji... —comencé antes de que SiYeon me interrumpiera.

—Estamos a solo una cuadra del club. Te dejaré en la puerta principal, voy a la farmacia, paso a lo de Hee Jin, y luego regreso a recogerte para volver a casa.

Tendría que conducir por otro camino para regresar por mí, pero sabía que ella siempre sentía una sensación de urgencia cuando la mamá de Jungkook necesitaba algo. Así que me mantuve en silencio.

—Está bien. —Metiendo la camisa de Jin en mi cartera, balanceé mi cabeza mientras parábamos en la acera.

—Y recuerda, está bien si deseas arrancarle la ropa a ese hombre dulce. Tus hormonas están fuera de control. No es tu culpa. Claro, siempre y cuando sean solo pensamientos y no acciones que lo pongan en una situación incómoda.

—Muchas gracias por tu permiso. —solté con sarcasmo. Abriendo la puerta, añadí—: Pero el escuchar a mis hormonas es cómo me metí en esta situación. Así que creo que pasaré.

—Pero a Jungkook le agrada este chico. Dice que Jin es su compañero de trabajo favorito, no solo porque es gran trabajador, sino por la manera en que trata a las mujeres. Supongo que el hombre sabe cómo hacer que todas y cada una de ellas se sienta especiales.

Mirándola fijamente traté de ignorar la decepción que me mordió en el trasero. Así que trataba a todas las mujeres así, ¿eh? Sabía que se suponía que era algo bueno. Es decir, lo era. Pero también significaba que no fue solo a mí. No había sido especial en lo más mínimo, simplemente otra mujer sin nombre y sin rostro que sintió la necesidad de consentir.

Sacudiendo mi cabeza, me dije que no importaba. De todos modos, me mantenía lejos de todos los hombres. Centrándome en nada más que bebés. Pero interiormente aún dolía. Probablemente no significaba nada para un chico del que no había sido capaz de dejar de pensar por dos semanas consecutivas.

—Lo que sea. Saluda a Hee Jin por mí, ¿sí?

—Está bien.

Mientras SiYeon se alejaba, me di la vuelta llevando mi mirada a las brillantes luces de neón de BANGTAN. Tenían diez minutos antes de que abrieran al público, por lo que me apresuré hacia delante y golpeé en el cristal de la puerta de la entrada hasta que el chico cuyo nombre nunca aprendí apareció al otro lado, mirándome.

Saqué la camisa de Jungkook de mi cartera y la agité como una especie de ofrenda de paz, hasta que desbloqueó la puerta y la abrió.

—Hola —dije, enviándole una sonrisa insegura—. Eres Namjoon, ¿verdad?

—Hoseok —corrigió. —. Jung Hoseok.

Anotado. Tenía su nombre.

—Hoseok —repetí—. Bien. Oye, no sé si te acuerdas de mí. Digamos que soy la prima de Jungkook, Nayeon. —Muy pronto lo sería, eso era—. Estoy aquí para entregar una camiseta.

—¿Para Jin?

—Síp —Entré, conteniendo mi respiración para ese primer momento en que podría verlo de nuevo—. Para Jin.

Pero no vi al susodicho en ningún lugar. Aparte de Hoseok, solo Jungkook y Jimin llenaban el grande y tranquilo club. Miré fijamente a Jungkook, que hacía algo detrás de la barra, de espaldas a mí.

—Una camiseta negra —anuncié, haciéndolo saltar y darse la vuelta—. Recién lavada y doblada.

Cuando me vio, frunció el ceño ante la prenda de vestir antes de mirar detrás de mí. —¿Dónde está SiYeon?

—Cambio de planes —Me senté en un taburete y el plato de cacahuetes. Golpeé mis dedos a lo largo del mostrador por unos segundos, tratando de resistir la tentación, antes de que no pudiera soportarlo por más tiempo, y extendí la mano—. Llamó tu mamá—Mis siguientes palabras fueron ahogadas mientras masticaba—. SiSi tuvo que ir a la farmacia por algo para HeeJin. Así que me dejó y estará de vuelta una vez que todo eso esté resuelto.

La preocupación inundó sobre su rostro. —¿Qué le pasa a mi hermana?

Me encogí de hombros. —Fiebre. O algo así. No estoy segura.

Descartándome completamente, sacó su celular y comenzó a marcar. Mientras se encontraba ocupado llamando a SiYeon, Jimin se dejó caer sobre el banquillo a mi lado.

Levantando su mentón en mi dirección, movió las cejas. —Así que, ¿vas a amamantar a ese niño una vez que salga?

Cuando su mirada se posó en mis pechos hinchados, llenos de leche, suspiré. Había tratado con este tipo de idiota inmaduro demasiadas veces en mi vida. Acercándome más, le di una sonrisa coqueta.

—Sí, lo haré. —Tocando su brazo, pestañeé varias veces—. Oye, ¿crees que podrías verme hacerlo en algún momento y decirme si se ve bien? Porque... bueno, soy muy nueva en esto, no sé cómo hacer que alguien succione mis pechos.

Asintió, sin decir nada, con la boca abierta. —Diablos, sí. Yo podría ver. ¿Hablas en serio?

—Por favor, ¡claro que no! No hablo en serio, perdedor—Empujando fuerte su brazo, lo obligué a moverse del taburete donde se hallaba sentado—. Consigue una vida y deja de coquetear con mujeres embarazadas, pervertido.

Después de tropezarse con sus propias piernas, cayó fuerte sobre su culo. Balbuceando maldiciones, se paró y sacudió la suciedad del suelo de la parte trasera de sus pantalones mientras fruncía el ceño.

—Demonios, solo me preguntaba. Todo lo que tenías que hacer era decir que no.

—No —dije con un poco de advertencia seria.

Él alzó las manos y retrocedió. —Bien. Lo que sea. Tú lo pierdes, Tetas de Leche.

Cuando se dio la vuelta, Jin finalmente apareció, saliendo de la sala de atrás y pasó una estresada mano a través de su cabello húmedo, como si algo le hubiera molestado. Una ola hirviente de energía pasó a través de mí. Salté del taburete tan rápido que me hizo marear.

—Hola —lo saludé sin aliento.

Se tambaleó, deteniéndose y sacudió la cabeza en mi dirección. Mientras miraba sin responder, aumentaba mi nerviosismo.

—Yo... —mi boca tembló. —tú... aquí. Ca-camisa.

Oh, mi Dios. ¿Qué?

Incluso después de que le pasé la camiseta -y él la dejara colgando de mi mano- frunció el ceño con confusión. Así que dejé escapar un suspiro temiendo tener que explicarlo de nuevo.

—Jungkook llamó —dije al final con un poco de decoro, a pesar de que mis mejillas ardían con vergüenza.

No podía creer que actuara como una boba. Era Im Nayeon, la reina de la indiferencia y la serenidad, inafectada y siempre difícil de conseguir. Se suponía que debía tener la maldita actitud aquí. Si solo me hubiera arrojado a los pies de Jin y le suplicara: tómame, soy tuya; no creo que pudiera sentirme más patética de lo que me sentía ahora.

—Dijo que necesitabas una camisa y preguntó si podíamos traerte una de las suyas —añadí con más calma—. Así que... Aquí tienes. Recién lavada y doblada por mí misma, justo hoy.

No tomó la camiseta. En lugar de eso preguntó—: ¿Jungkook te llamó? ¿A ti? Espera, ¿lavas su ropa?

No esperaba este tipo de preguntas, y honestamente me desilusioné un poco por la acusación en su voz.

—Bueno... sí, lavo su ropa. Si voy a vivir en su casa y a costa de ellos, lo menos que puedo hacer es lavar sus ropas. Y, sólo para que sepas, no me llamó a exactamente. Llamó a su novia y se lo pidió a ella. Pero está... en este momento ocupada con otra cosa, y me hallaba sentada en el sofá, ya sabes, esperando a que nazca mi bebé. Así que me ofrecí.

Comenzó a sonreír como si le complaciera escuchar que en realidad había querido traerle una camisa. Pero entonces otro ceño fruncido arruinó su frente.

—¿Vives con Jungkook?

—¿Qué? —Mis ojos se abrieron grandes mientras espetaba—: No. No, en lo absoluto. Vivo con SiYeon... quién... vive con Jungkook. Lo cual...bueno, sí. Técnicamente supongo que vivimos bajo el mismo techo. Y comemos en la misma cocina, y compartimos un bañito minúsculo, pero... no, no vivo con Jungkook. Nada como eso. —Cuando le di una risita nerviosa, sonrió.

Dios, adoraba su sonrisa. Me encantó cómo hizo que sus ojos se iluminen y cómo sus labios llenos al estirarse provocaban que el pómulo sobresaliera. Me sentía tan llena sólo con mirarlo.

—Bueno, gracias por aclarar eso. Y gracias por la camisa.

Extendió la mano y envolvió los dedos alrededor de una parte de la ropa. Pero no me sentía muy lista a renunciar a este momento. Cuando trató de deslizarlo de mi mano, no dejé exactamente que lo agarrara. Sosteníamos el mismo objeto, ninguno de nosotros lo quería soltar, jugando un juego caliente de tira y afloja.

—De nada —dije, notando cómo la camisa empapada que vestía ahora se aferraba a su torso. Y, vaya, ¿quién iba a saber que alguien tan delgado podría tener un torso tan definido? Mátenme ahora—. Aunque creo que ese look mojado funciona en ti. ¿Seguro que prefieres la aburrida, vieja y seca?

Sorpresa llenó sus ojos de que me diera lentamente una sonrisa caída. Usando la camisa que ambos sosteníamos para atraerme más cerca, bajó su voz.

—¿Acaso estás coqueteando conmigo—murmuró, su tono burlón de regaño—, Princesa Nayeon?

—¿Qué? ¡No! —Con un trago, me di de cuenta de que lo hacía. Qué malditamente mortificante. Soltando la camiseta, di un paso atrás. —Mierda. Lo siento.

—¿Por qué? —Decepción llenó su cara—. No dije que me molestara.

—Sí, pero tú... yo... —Mi cabeza dejó de funcionar. No podía recordar el por qué coquetear con él era una mala idea otra vez.

Pero parecía entenderlo, porque sus ojos demostraron comprensión.

—Oh, claro. Ya tienes novio.

—¿Qué? —Sacudí la cabeza—¡No! ¿Qué te haría pensar eso? —Cuando su mirada se desvió hacia mi estómago, aclaré mi garganta—. Oh, cierto. Eso. Sí, no. No, definitivamente no... de ningún modo. Ese chico es... un estúpido.

—¡Alisten sus traseros! —gritó Jimin desde el otro lado de la habitación. —¡Cinco minutos para abrir!

Detrás de mí, Jungkook murmuró—: Mierda.

Jin y yo intercambiamos miradas antes de girarnos juntos para ver la maldición de Jungkook al tratar de de encajar rápido un vertedor en una botella de ron.

—¿Todo bien por allá? —preguntó Jin—¿Necesitas ayuda?

Murmurando entre dientes, Jungkook negó mientras sacudía el alcohol derramado en sus manos. No se veía nada bien.

—De acuerdo —murmuró el hombre a mi lado de vuelta hacia mí antes de darme un golpecito en el brazo con la camiseta—. Voy a cambiarme. Vuelvo enseguida.

Asentí pero mantuve mi atención en Jungkook.

—¿Qué es lo que te pasa? —le pregunté tan pronto como salió Jin.

—Nada, maldita sea —espetó—. Se me cayó un poco en mis pantalones. — Cuando abrió los brazos y miró a la única mancha de humedad en su muslo como si fuera el fin del mundo, arqueé una ceja. Sin duda eso no era propio de él.

—Bueno, algo está pasando. ¿Cuál es tu problema?

Me lanzó una mirada justo cuando Hoseok se acercó a la barra.

—Oye, ¿estás tan nervioso como yo por la dichosa subasta de esta noche?

Me giré con curiosidad al chico alto que me recordaba a un oso de peluche. Rostro sereno, cuerpo ancho, pero demasiado tierno hasta para matar a una mosca. Mmm, bastante atractivo en realidad también.

—¿Qué subasta?

—No es nada. —Su tono me dijo lo contrario.

—¿No es nada? —Jimin se deslizó al taburete a mi lado como si no le acabara de echar de ahí hace cinco minutos—La noche de subasta es una garantía de llevarte buen dinero a casa; claro, si el ganador eres tú. Y esta noche seré elegido. No hay apuesta que me asuste.

—Espera. Estoy confundida—Me giré a Hoseok, ya que tenía la sensación de que Jungkook me mordería la cabeza si le preguntaba otra vez, y realmente no tenía ganas de hablar con señor Tetas de Leche—. ¿Qué pasa con la noche de subasta?

—Somos subastados —explicó el chico en voz baja, y la mirada en sus ojos me dijo que no tenía ganas de eso—. Al menos, uno de nosotros lo será. La que gane, podrá elegir a cualquiera de nosotros.

Una familiar sensación de temor se hundió en mi estómago, y no tenía nada que ver con la bebé del tamaño de una piña que vivía allí.

—¿La ganadora podrá elegir qué, exactamente?

Hoseok se encogió de hombros. —No estoy seguro. Servirle todas sus bebidas y prestarle atención a ella y esas cosas, y que esté a su lado toda la noche. Jimin dijo algo de coqueteo, pero... —Me envió una mirada inquieta.

Girando hacia Jimin, puse mis manos en las caderas y lo miré. —Bueno, Jungkook está afuera. No va a vender su cuerpo por ningún motivo.

—Jesús, lo haces parecer como si nos fuéramos a convertir en un montón de gigolós.

La mera palabra me hizo erizarme. Solo podía imaginar lo que le hizo a Jungkook. Pero me negué a mirarlo, temiendo, de alguna manera, exponerlo.

—Somos atentos, eso es todo —continuó el tipo coqueto—. No tenemos que dormir con la chica, ni besarla Mierda, ni siquiera tocarla — Señalándome, se giró hacia Jungkook—. Pensé que la delgada de cabello largo era tu novia. No ésta.

—Ella lo es —hablé, golpeando al idiota en el brazo con mis dedos—. Pero como la prima y mejor amiga de la delgada de cabello largo, sé exactamente lo que diría si estuviera aquí. Y diría: De ninguna manera. Jungkook no va a hacer esto.

—No importa nada lo que tú pienses —respondió Jimin en el mismo tono que usé yo—, porque la ganadora me va a elegir a mí, y no a él. ¡JIN! —gritó al tiempo que éste salía del pasillo, vistiendo la camiseta de Jungkook, la cual -suspiro- le quedaba un poco suelta—. Haz que esta loca se calme, ¿quieres?

—Eh, cuidado con lo que le dices. —Jin se movió hacia el chico como si quisiera tener un enfrentamiento, pero le agarré el brazo.

—Oye —intervine—, por favor, has que Jungkook no participe en esa subasta.

Se desvió hacia mí y miró a mi mano antes de elevar su cara resplandeciente por la sorpresa.

—No es cosa mía, Princesa. Es decisión de nuestro jefe.

—Entonces quiero hablar con ese jefe imbécil.

—Nayeon —silbó Jungkook con la mandíbula tensa y sus ojos llenos de ira—, cállate. Está bien.

—No —le siseé porque no se veía bien. Lucía exactamente igual a como me sentí tantas veces en el pasado. Girando a Jin, le rogué con mis ojos—. No quiere hacerlo. —Me aseguré de que mi voz fuera lo suficientemente baja para que Jungkook no nos escuchara.

Pero Jin no lo entendió. Sonrió y agitó la cabeza. —Es divertido. No hay mala intención, y no es como si él engañara a tu prima. Mírame, estoy casado. Así que es completamente...

—¿Estás casado? —mi boca se abrió.

Por favor, quien quiera que seas, Arráncame el corazón.

Se congeló, la culpa en su cara era obvia. De repente me sentí con ganas de vomitar. Acababa de coquetear con un hombre casado. ¿Y por qué no había asumido que estaba casado? Acababa de enterarme de que tenía un bebé, por Dios. Los papás ocasionalmente se casaban con las madres de sus hijos. Diablos, qué idiota.

¿Y...bueno, por qué me sentía tan perdida de repente? Como si me hubiera traicionado.

Aclarándose la garganta, Jin bajó la cara y balbuceó—: Más o menos.

—¿Más o menos? —Arqueé una ceja—. Es como si yo dijera que estoy más o menos embarazada. O lo estás o no.

—Bueno, vale. —Levantó la mirada, y juro haber visto dolor y perdón en sus ojos—. Sí, lo estoy, entonces. Estoy... casado.

Oh, diablos. El único hombre que de verdad movió algo en mí estaba casado.

Le golpeé en el brazo. —¿Por qué demonios me dejaste coquetear contigo si estabas casado?

Abrió la boca, pero lo único que dijo fue—: Mmm...

Rodé los ojos y suspiré. Apartando la vista porque dolía tanto mirarlo a él, vi a Jungkook enfadado detrás del bar, y recordé mi misión. Volteándome a Jin, susurré:

—Por favor. No hagas que se subaste a él mismo. No tienes ni idea de lo que eso le hará.

Jin miró a Jungkook y lo estudió un momento antes de acercarse a mí.

—¿Tiene algo que ver con la leona que vino la semana pasada?

Wow, era bueno. Pero ya había demostrado lo perceptivo que era la última vez que lo vi. Tragué saliva, tratando de no revelar nada con mi expresión. Pero tenía la sensación de que ya había soltado la respuesta, porque Jin asintió como si de repente entendiera. Tras exhalar rápidamente, habló lo suficientemente alto para que Jungkook lo escuchara.

—Bueno, no tiene que hacerlo si de verdad no quiere. No es como si Krystal lo fuera a despedir si dijera que no.

—¿En serio? —Jungkook se mordió el labio, iluminado por esa posibilidad. —¿Estás seguro de que no le importaría?

Jin resopló. —Puede discutirlo conmigo si no le parece.

Jungkook asintió. —Entonces, no, yo no... No quiero participar.

—Yo tampoco quiero —habló Hoseok.

Maldiciendo, Jin cerró los ojos momentáneamente antes de fruncir el ceño a Hoseok.

—De acuerdo. Está bien. —Soltó una respiración frustrada—. Ninguno de ustedes tiene que hacerlo en sí. Pero esto no funcionará con solo Mochi y yo en el bloque de subasta. Tendrán que presentarse con nosotros en el evento principal y hacer como si participaran. Luego, si alguien elige a alguno de ustedes...

—Lo cual no es ningún problema —gritó Jimin desde el otro lado de la habitación mientras iba a abrir las puertas delanteras—, porque todas las chicas me van a elegir a mí.

Jin continuó como si no lo escuchara. —Entonces, solo tendremos que decirle a la ganadora que tienen que trabajar en la barra esta noche, y ella tiene que escoger a otro.

Inhalé, aliviada. Con una mirada rápida a Jungkook, vi que él también. Bien. Un problema menos. Girándome hacia Jin, me di cuenta de que tenía una cosa más que conseguir esta noche.

Estirándome hacia él, lo agarré de su camisa.

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