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III

Terminé haciendo lo mismo que Jungkook: Vaciando mi estómago en el baño del club. Increíble.

Al terminar me tambaleé hasta la primera mesa que encontré. El silencio me dio un momento para respirar y canalizar todo lo que había pasado y todo lo que había aprendido.

Ella era real. Era real. En serio real, maldita sea.

Dios, ¿En verdad había pasado por algo similar a lo de Joo Hyun? La manera en que había empalidecido me dijo que sí, pero aún me negaba a esa parte, así que decidí ignorarlo de momento. De todas formas había enloquecido. Especialmente por el hecho de que la mujer que me había dicho Madam Yeo que era mi alma gemela, era jodidamente real.

Me sentía mareado al saberlo. Mi Princesa existía. Y demonios, ahora sabía por qué le había dado el nombre. Pero doble mierda. ¿Embarazada? No había esperado eso.

Mi Princesa estaba embarazada. Aunque no de mi bebé. No con mi Bon-Hwa.

Ni con mi Eun Ji. Ni con mi...

Demonios, probablemente no debería sentirme demasiado celoso ahora mismo, ¿verdad? No me debería preguntar por el padre del bebé o querer cortar su pene con una cuchara. Y... mierda, esperaba que su embarazo no fuera resultado de un abuso.

Mi estómago se revolvió otra vez. De repente siendo acosado por los recuerdos de todas las veces que había sido forzado a observar a Joohyun siendo golpeada, sentí más nauseas. Ni siquiera quería considerar la posibilidad de que Princesa pudiese haber pasado por algo rotundamente similar. No. Simplemente no.

Pero seguí recordando todas las veces que había estado ahí para limpiar y curar a Joohyun después. ¿Quién había estado ahí para Princesa? ¿Quién había cuidado de ella? ¿Quién...?

Lo juro. Solo pensarlo dolía.

—¡Oye, hyung! —Jimin asomó su cabeza por la puerta de la cocina—. El virgen y yo nos vamos. ¿Puedes cerrar?

No. No me apetecía hacerle un favor a nadie ahora mismo, pero lo despeché, y me obligué a moverme, apagando todas las luces y cerrando el lugar. Era una rutina que me ayudaba a mantenerme concentrado aquí y ahora, porque pensar en...

No podía creerlo. Estaba embarazada. Había sido violada.

Aún temblaba para el momento que entré a mi departamento veinticinco minutos después. Luchador estaba despierto y llorando en el columpio donde lo había dejado. El niño era un desastre. Su pañal -el cual yo le cambié antes de irme- estaba atascado orina y mierda. Apenas lo cargué, el contenido se desbordó por mi brazo.

—Maldita sea. —Eludiendo la suciedad en el suelo, lo llevé al baño.

Después de una rápida limpiada para ambos y un buen fregado en el piso, lo cargué hasta la habitación donde su cuna y cosas de bebé estaban guardadas porque le había prometido a Joo Hyun que el niño dormiría conmigo para que éste no la molestara.

Mi rabia me ayudaba a mantenerme centrado en Bon-hwa y en cuidarlo. ¿Ella ni siquiera lo había escuchado llorar? Quería gritarle, estrangularla, y demonios, no lo sé. Pero ésta no era la manera de tratar a un niño, mucho menos un hijo. Sabía que lidiaba con un montón de problemas, pero hace tres meses, Bon-hwa se había convertido en la mayor prioridad para mí de lo que era ella, y estaba tan cerca de acabar con mi cordura hacia su parte que mi enojo me asustaba. Temblaba por eso.

Nunca había pensado que sería posible. Después de verla conseguir enfrentar mierda tras mierda en su vida, pensé que siempre querría protegerla y cuidar de ella. Siempre sería paciente y comprensivo. Excepto ahora que quería destrozarla por la manera que trataba a su propio hijo.

Bon-Hwa seguía quejándose mientras le ponía un nuevo pañal. Sabía que tenía que estar muriendo de hambre, por lo que me dirigí a la cocina para conseguirle algo de comida. Pero primero, me detuve en la puerta de Joohyun e intenté girar el pomo para ver si inclusive estaba en casa porque, demonios, había estado llorando muy fuerte. ¿Cómo no pudo haberlo escuchado?

Se había encerrado dentro, así que esperaba que significara que seguía allí adentro, pero no quería tumbar la puerta para asegurarme. Aún tenía que cuidar del bebé. Más tarde lidiaría con ella.

La cocina era un chiquero. Mi nueva esposa debió haber conseguido el más grande antojo después de haberme ido a Bangtan. Sobres de patatas fritas y paquetes vacíos de galletas habían sido bajados de los gabinetes abiertos donde cubrían todo el mostrador. Latas de soda yacían de lado con charcos pegajosos debajo de ellos. Y probablemente los platos tenían dos semanas acumuladas ahí. Pero no tenía el maldito tiempo para lavarlos.

Aún echaba humos mientras Bon-hwa y yo nos sentamos en la mecedora en la sala de estar con un botellón lleno, tapé su boca con el pezón de plástico y cerré mis ojos con alivio cuando por fin dejó de lamentarse.

—Te entiendo —le dije, el cansancio situándose en mis tensos hombros mientras seguía con mis ojos cerrados—. No me gustaría nada más que tener un pezón en mi boca también, amigo.

Pero los pezones en mi boca me hicieron pensar en sexo, y el sexo me hizo pensar en... síp. Solo así, ahí estaba Princesa inundando mi cabeza. Pero la veía como había estado esta noche. No como usualmente la veía en mis destellos. Sino embarazada y a la defensiva, ni siquiera cerca de lo feliz que solía lucir en cualquiera de mis visiones.

La chica que había conocido esta noche no podía ser Princesa. No la mía por lo menos. Ella es simplemente una doble de la mujer que Madam Yeo había metido en mi cabeza. En el mundo, muchas personas tenían parecidos exactos. No había manera que Im Nayeon pudiera ser mi alma gemela. Excepto que, bueno, sus enormes ojos eran iguales. Y había olido a lavanda. ¿Cómo eso podría ser una coincidencia?

De ninguna manera quería creer en toda esa mierda del vudú, como destellos y almas gemelas predestinadas. Quizá esa vieja loca tan solo había estado mintiendo, esperando asustar a un adolescente por su vandalismo. Pero todo en mi interior había parecido nivelarse en el lugar propio cuando esa chica me miró a los ojos por primera vez. Se sintió como si perteneciéramos juntos, y no solo porque pasé los últimos diez años de mi vida buscándola en cada mujer que veía. Algo era irrefutable, Nayeon y yo teníamos una gran química.

Demonios, era raro pensar en Princesa como nada más que Princesa. Pero su rostro por fin tenía un nombre. Un verdadero y legítimo nombre.

Aturdido de que no tuviera uno, sino muchos nombres en los que trabajar, dejé escapar un suspiro. Im Nayeon, Seo Hyun, SiYeon y Jeon Jungkook. Los había archivado cada uno en mi cabeza cuando los escuché esta noche. Ciertamente no había tenido la intención, pero me había vuelto una esponja en el momento que la había visto, necesitando absorber cada detalle.

Cuando localicé el ordenador cerrado de Joohyun yaciendo en el brazo del sofá dentro de una distancia cercana, me estiré, tomándolo, y situándolo en mi regazo.

Contoneé mis dedos por un momento, acostumbrándome al fondo de pantalla antes de pinchar en un buscador. El primer resultado de Im Nayeon fue una cuenta de red social. Lo cliqueé, pero no era la Im Nayeon que necesitaba encontrar.

Demonios, odié la decepción que consumió la alegría de mi cuerpo.

Usando la barra de búsqueda escribí su nombre otra vez y me desplacé a través de por lo menos doces cuentas llenas de "Na Yeon" antes de localizar el perfil de Princesa. Mis dedos temblaron cuando llevé la flecha sobre su foto. ¿De verdad quería hacer esto?

Torturarme por encontrar más cosas de ella era absurdo. Nada nunca podría pasar entre nosotros. Estando tan embarazada como lo estaba, obviamente ya tenía a alguien en su vida y yo estaba casado, maldita sea.

Una risa burlona escapó de mi garganta cuando recordé que solo habían pasado ocho o doce horas desde que Joo y yo habíamos ido a registrar el matrimonio. El destino me odiaba. Resultó que finalmente conocería a mi alma gemela el día de mi boda.

—A la mierda —murmuré entre dientes y pinché en su perfil. Había soñado con esta chica por los últimos ciento veinticinco meses, y no sabía nada de ella. Necesitaba algo de información.

Cualquier cosa.

Su foto de perfil era una selfie de ella usando pupilentes, un filtro exagerado de blanqueamiento facial y demasiado maquillaje. Parecía haber estado en la playa al momento de la foto. Por favor, ¿maquillaje en la playa? ¿No sabía que el sol puede dañar gravemente los ojos sobre todo por el material del que están hechos las lentillas de color?

Esta mujer, enserio.

Había tomado la foto desde arriba por lo que la cámara apuntaba justo en su hermosa clavícula. Y dios mío, qué hermosa clavícula tenía. Demonios. Era tan maravillosamente hermosa que me quitaba la respiración.

Una de las ultimas actualizaciones mostraba a una fila de chicas sexys con apariencias plásticas con sus brazos envueltos en los hombros de la otra mientras todas tenías sus cabezas echadas para atrás para tomar, lo que parecía, chupitos. Princesa -o mejor dicho Nayeon- se encontraba justo en medio de ellas. Su rostro estaba sonrojado como si ya hubiera estado completamente borracha.

El rechazo corrió como ácido por mis venas. Este no es el tipo de chica que había imaginado. Echándole un vistazo al niño en mi regazo, apunté a la foto de ella.

—¿Ves a la mujer de ahí, amigo? Se suponía que ella iba a ser tu mamá.

El dolor me atravesó tan pronto como dije las palabras. Esto no era justo. No era para nada justo. Incapaz de seguir mirando su foto, pero también de abandonar su perfil, me desplacé hacia abajo aprendiendo lo más que pudiera de ella. Pero todo lo que vi fue a esta ensimismada chica fiestera. O bebía en algún inmaculado sitio pródigo con un puñado de copias como ella, o fotografiaba cada compra que había hecho en el centro comercial. Todos sus comentarios eran atacando a alguien que no le agradaba, hablando de la última tendencia o pensando dónde sería su próxima borrachera.

Aunque su perfil no había sido actualizado en cinco meses, tal vez por el tiempo que descubrió que iba a tener un bebé, no había ninguna fotografía de un miembro familiar, no había ningún estado donde dijera algo bueno que haya hecho, y... mierda.

Cuando pasé por una foto de ella desde hace siete meses abrazando por el cuello a un idiota pulcro, con cabello oscuro en pantalones costosos y una colorada camiseta Polo, me detuve y observé fijamente, incapaz de quitar los celos que carcomían mis entrañas.

Entonces, ¿era éste?

Cuando moví mi dedo para desplazar la flecha sobre la imagen, apareció el nombre Seo Hyun. Quedé boquiabierto. Me pregunté si la mujer loca del club había estado hablando por hablar cuando dijo que Nayeon había intentado amarrarlo al matrimonio al quedar embarazada, o si era verdad. Pero en serio dudé que él hubiera sido el que la había violado. Ella no tendría una imagen de él en su perfil si hubiera sido así, ¿verdad?

De todas formas, aún lo odiaba. Odiaba todo lo que representaba. Pero más que nada, odiaba lo que significaba para ella. Obviamente era de su tipo: millonario, consentido, con autoridad. Todo lo que yo no era.

Nada de esto tenía sentido. Si el destino en realidad había etiquetado a Im Nayeon como mi alma gemela, entonces ¿por qué veníamos de mundos tan distintos que, honestamente, hubiera sido un milagro que nos cruzáramos por el camino? Lo cual me tuvo preguntándome cómo una chica con una vida del tipo club náutico había terminado en Bangtan a las dos de la mañana un jueves por la noche, con seis o siete meses de embarazo. Obviamente la novia de Jungkook era su prima, pero... Ah, no importaba. Nunca la volvería a ver.

Ya no quería pensar en esto. No importaba lo mucho que me esforzara; no conseguiría mis respuestas.

Levantando la mano para cerrar la pantalla del ordenador de Joohyun, me detuve cuando una pequeña ventana con un mensaje entrante apareció en la esquina inferior.

Cuando vi que era de un tal Mike, todo en mi interior se enfrió. Choi Min Keeh, o "Mike" cómo se hacía llamar, había sido uno de los amigos drogadictos de Joohyun en ese entonces. Había sospechado que había sido su proveedor, también, pero nunca estuve seguro. Hasta ahora.

El mensaje decía:

"Demonios más te vale dejar de bombardear mi teléfono. Me ha llegado algo nuevo, ¿vas a querer?"

Mis manos se empuñaron y mis músculos se tensaron demasiado. Contando hasta diez, me forcé a respirar profundo y a no enloquecer.

Luego llevé mis dedos al teclado y escribí mecánicamente: "No."

El imbécil respondió instantáneamente: "¿No? ¿Cómo que no? Me enviaste un montón de mensajes, ¿acaso tu hombre te atrapó?"

"Algo así."

"Increíble. Como quieras Irene."

¿Irene? Así que ese era su nuevo seudónimo. Cerré fuerte la pantalla asustando a Bon-Hwa. La baba cayó por el reverso de mi mano cuando su boca perdió el contacto con mi nudillo.

Respirando profundamente para calmarme, arrojé el ordenador al sillón y me levanté de la mecedora. Después de llevar al bebé a mi habitación y acomodarlo en su cuna, lo tapé con las mantas luego me quedé de pie ahí por un momento observándolo dormir antes que me sintiera lo suficientemente sereno para confrontar a Joohyun.

Cerré la puerta tras mío cuando salí al pasillo. Después de llegar a la entrada denegada de su habitación, esperé otro momento, intentando calmar mi mierda.

Y luego comencé a golpear su puerta.

—Levántate, Joo Hyun. Debemos hablar. —Estaba seguro que hablaba lo bastante alto para despertarla, pero cuando no abrió la puerta dentro de un minuto, perdí mi temperamento por completo. —Maldita sea —rugí, golpeando lo suficientemente fuerte como para repiquetear todo el marco—. Juro que romperé esta maldita puerta si no la abres dentro de diez segundos.

Cinco segundos después, comencé a gritar—: ¡Diez! ¡Nueve! ¡Ocho!

La puerta se abrió, y mi querida novia de menos de un día me miró fijamente, usando un andrajoso bóxer y una camiseta muy larga.

—¿Cuál es tu maldito problema? —murmuró, frotándose los ojos y quitando de su rostro el cabello enmarañado.

—¿Aún hablas con Mike?

—¿Qué? Dios mío. ¿Me despertaste en medio de la noche para preguntarme eso? Pensé que se incendiaba el maldito edificio.

—Responde la pregunta, Joo.

—Ash, ¡No! No, ya no hablo con ese idiota. No lo he visto en meses.

Me crucé de brazos. —¿En serio? ¿Entonces por qué Mike te acaba de pedir que dejes de enviarle textos urgiendo por droga y pregunta si aún buscas, maldita sea?

La boca de Joohyun se abrió. Sacudió su cabeza antes de decir—: No... qué... Espera, ¿qué hacías en mi computadora? ¿Otra vez estabas husmeando?

Genial. Por supuesto, lo doblaría para hacerme el culpable. Es lo que siempre hacía.

—Necesitaba buscar algo y no podía hacerlo desde mi teléfono. Tú todavía estabas conectada, estos mensajes comenzaron a aparecer; no quieras cambiar el rumbo. Has estado mintiéndome, joder. Me he partido la espalda trabajando para mantenerte limpia y a salvo, ¿y tú haces esto? ¿Con Mike? ¿El imbécil que te dejó abandonada en un callejón la última vez que tuviste una sobredosis?

Si no hubiera sido por un completo extraño que llamó a una ambulancia y la llevaron al hospital, tal vez estaría muerta ahora mismo. Incluso conseguimos que no la arrestaran, ¿tiene una idea de todo lo que tuve que hacer para salvar su trasero?

—¿Mantenerme a salvo? Me tienes prisionera, eso es lo que has estado haciendo. He vivido atrapada en este maldito apartamento desde...

—Nadie te retiene. Sabes muy bien que puedes hacer lo que jodidamente quieras excepto meterte mierda. Eres libre de ir y venir como te plazca.

Joo resopló y rodó los ojos. —Como si pudiera ir a cualquier lado con un bebé atado a mi cadera. No tengo libertad. No...

te embarazaste. Te brindé mi apoyo, te dije que si no querías tenerlo buscaríamos la forma, porque era tu maldito cuerpo, era tu maldita decisión. Pero dijiste que no. Decidiste continuar. Y si alguna vez necesitas un descanso de Bon-hwa, te encontraré una niñera. Maldita sea, Joo. ¡No es motivo para ir donde Mike para conseguir jodidas drogas! ¡Podrían llevarte a prisión!

—Es todo lo que conozco, ¿vale? Esa gente, esa vida, es lo único que conozco. Quién soy. Y tú intentas cambiarme. Transformándome en algo que no soy. En ella.

Apreté los dientes y alejé la mirada cuando mencionó a Princesa. Me arrepentía de la noche que nos habíamos emborrachado juntos y había soltado todo acerca de Madam Yeo y los atisbos que me había dado. Nunca lo había olvidado, nunca me dejó superarlo.

—No estoy intentando camb...

Un golpe en la puerta frontal del apartamento me interrumpió. —Policía. Abran la puerta.

Cerré los ojos y dejé escapar un suspiro entre dientes. Por supuesto, alguien llamó a la policía. Las paredes de este edificio eran de papel. Seguro alguien me había escuchado todo el tiempo que estallé.

Maldición.

—¿Tienes drogas aquí?

—Yo...

—¿Hay drogas en el apartamento? —volvía a preguntar con más rapidez—. No me mientas, Joo.

Cuando respondió—: No. —Abrí los ojos y la miré con frialdad. Frunció el ceño y siseó—: Juro que no.

—Será mejor que no las haya. Porque si llego a ser arrestado esta noche, no tendrás quién te ayude. Bon-hwa no tendrá donde ir.

—Si Mike preguntó si aún estaba interesada significaba que aún no había obtenido nada, ¿no?

En todo caso, al menos se las arregló para lucir culpable que acabara de confesarme que había planeado traer drogas a mi casa... lo único que le hice jurar que nunca haría.

Suspiré y sacudí la cabeza. —Tú enserio... —Alejándome de ella, me apresuré por el pasillo hasta la puerta frontal y la abrí.

Dos oficiales yacían en el pasillo, y uno de ellos me había arrestado la última vez que me había metido en una pelea.

—Fuimos alertados de un disturbio doméstico por uno de sus vecinos.

—Sí, seguro que sí. —Abrí más la puerta para permitirles entrar.

Después de crecer en el sistema de cuidado de crianza, estaba bastante consiente de cómo funcionaba esto. Cuando los policías aparecían en tu casa, cooperabas, no te volvías agresivo, y respondías cualquier pregunta que te hacían. Nada más.

Una vez dentro inmediatamente llevaron su atención a Joo Hyun.

—¿Está bien, señora? —preguntó el más joven.

Bae Joo Hyun cerró su boca ante la presencia de los policías, mayormente porque siempre habíamos sido tratados como sospechosos, incluso si éramos las víctimas.

—Estoy bien —murmuró, bajando su cabeza, lo cual solo la hizo parecer como una mujer maltratada.

Dios, mejor que esto no termine mal para mí. Ella podría lamentar mi intromisión en su vida y sentir como si estuviese manteniéndola prisionera, pero sin mí, estaría en la calle en este momento y su hijo probablemente estaría muerto.

Cuando no fue más franca que eso, los hombres se volvieron hacia mí. — Entonces, ¿sobre qué es todo el alboroto?

—Grité —confesé—. Y golpeé en la puerta de su dormitorio tratando de despertarla para poder hablar con ella. Pero no fue siquiera lo suficientemente fuerte como para despertar al bebé.

—Y ¿qué tiene que hablar con ella cerca de las... cuatro de la mañana?

¿Cuatro? ¿Era las cuatro? Bien. Iba a tener que levantarme en cuatro horas para estar listo para mi turno en el taller.

Metí las manos en mis bolsillos, sintiendo la necesidad de ser agresivo, pero tratando de detenerlo.

—Las manos fuera de los bolsillos —me ladraron juntos.

Moví mis manos libres y las levanté para mostrar que no tenía ningún tipo de arma.

—¿Por qué necesitaba despertarla y hablar con ella? —repitió el alto con más actitud.

Echando un vistazo lejos de él, me pasé la mano por la cara. —Le encontré algunos mensajes con otro tipo y no me gustó lo que decían.

Ya está. Lo hice parecer como una pelea de enamorados. No sé por qué la cubrí desde que había estado planeando colar drogas a mis espaldas. Pero tampoco quería verla ir a la cárcel.

El policía rompe pelotas, el que me había arrestado hace siete meses, se acercó para estudiar mi cara. —He tratado con usted antes, ¿no?

—Sí —admití—. Por violencia y asalto.

Había buscado al chico que Joohyun aseguró al setenta por ciento que era el padre biológico de Bon-hwa, porque él estuvo golpeándola. Así que yo golpeé su cara.

Casi decepcionado de que fuera tan cooperativo y no le contestara de mala manera, los hombres se alejaron de mí, mirando a mi "esposa".

—¿Segura que está bien, señora? ¿La golpeó o la tocó de alguna manera malintencionada?

Se atrajo aún más en sí misma. Suspiré y froté mi frente, listo para terminar esta mierda de una vez.

—Joo, deja que te vean por encima para que sepan que estás bien.

—¡No! —gritó, pisoteando y mirándome—. No quiero que nadie me mire, maldición. No quiero que nadie me toque. ¡DEJENME SOLA!

Al final del pasillo, el llanto silenciado de Bon-hwa me hizo sisear una maldición.

Eso sí fue suficientemente fuerte como para despertar al bebé —le dije a los oficiales antes de comenzar por el pasillo a buscarlo.

El policía joven me siguió.

—¿Alguien más en casa? —preguntó, mirando a la habitación de Joohyun cuando la pasó.

Mis entrañas se apretaron mientras esperaba por dios que ella no hubiera estado mintiendo acerca de que no hay drogas aquí, porque si encontraban algo en mi apartamento, Bon-hwa terminaría en el sistema de cuidado de crianza. Eso era lo último que quería que le pasara.

—No —respondí mientras abría la puerta de mi habitación—. Solo nosotros tres. —Mantuve la luz apagada por lo que el estruendo repentino no lastimaría los ojos de Bon-hwa, pero el policía la encendió mientras entraba en la habitación detrás de mí. Y, por supuesto, el llanto del bebé se hizo más fuerte.

—Hola, hombrecito —murmuré—. ¿Acaso mamá te despertó? Sé que lo hizo. Pobrecito, acababas de quedarte dormido. Lo siento, amigo. —Besando su cabello mientras lo acurrucaba contra mi pecho, me balanceé sobre mis pies, con la esperanza de mecerlo y que vuelva a dormir. Con mi nariz enterrada en sus rizos dorados, deslicé mi atención al policía que no paraba de mirar boquiabierto.

—Ese niño es rubio —espetó, sorprendiéndome. —. ¿Es...es extranjero?

—Vaya, ¿de verdad? No lo había notado.

En mi respuesta sarcástica, negó con la cabeza. —Pero... usted... ¿Por qué es usted quien viene aquí y cuida de él cuando, obviamente, no es suyo?

Por una fracción de segundo, enfurecí. El hecho de que mi sangre no fluyera por las venas de este niño no lo hacía menos mío. Amaba a este chico más que casi cualquier persona.

—Porque nadie más va a cuidar de él. Es mío. Es mi hijastro.

Mirándome extrañamente, el policía asintió lentamente. Algo parecido a respeto brillaba en sus ojos.

—La próxima vez que se enoje con su mujer, mantenga su tono bajo, ¿quiere? Si recibimos demasiadas llamadas a la misma dirección, alguien finalmente irá a la cárcel. Y ese alguien podría ser usted.

Asentí, dándome cuenta de que trataba de darme un descanso y un aviso amistoso. Algunas personas lo tomarían como una amenaza, pero sabía cómo funcionaban estos chicos.

—Entendido —respondí.

Permaneció un instante, su mirada volviendo a Bon-hwa que había cerrado los ojos y estaba acurrucado en paz contra mí. —Lindo chico —dijo finalmente.

—Diría que gracias, pero no consiguió su aspecto de mí. Obviamente.

Sacando una breve carcajada, el policía enderezó la espalda.

—Mantenga el volumen de esos argumentos bajo. —Y luego se fue.

Escuchándolos despedirse de Joo Hyun al salir del apartamento, seguí paseando a Bon-hwa esperando que volviera a dormirse.

Cuando su madre apareció en la puerta, con los brazos cruzados sobre su pecho mientras miraba a mi cuarto, a nosotros, suspiré.

—Está bien, tal vez no debí haber gritado y golpeado tu puerta —le confesé antes de que pudiera comenzar a discutirme—. Y sí, podría haber esperado hasta mañana. Pero, enserio, Joo. ¿Eres tan infeliz aquí? ¿Es tan malo que prefieres salir y drogarte sin saber dónde vas a despertar, que van a hacerte, o con quien acabarás, que tener un techo sobre tu cabeza, una cama limpia para dormir cada noche, y alimento?

Las lágrimas llenaron sus ojos. Se pasó el dorso de la mano por la mejilla, manchándolas.

—No, pero... No sé, Jinnie. Me siento tan... tan enferma y cansada de estar encerrada en este lugar durante todo el día. Pensé que iba a estar bien. Quería algo ligero para pasar el rato, nada pesado. Es... es que el niño siempre está aquí. No hay descanso. Tienes la oportunidad de irte al trabajo; no tienes que escucharlo llorar constantemente y exigir mierda todo el día.

—Me habría gustado que hablaras conmigo sobre esto en vez de buscar a Mike. Joo, de verdad, si necesitas un descanso, te lo puedo dar. Lo cuidaré las noches que tenga libres, así tú puedes salir y despejarte. Además, estoy seguro de que la señora de al lado puede cuidarlo una o dos veces a la semana.

Cuando los ojos de Joohyun se iluminaron de emoción, supe que había dicho lo correcto. —¿En serio? ¿Harías eso por mí?

—Joo —rodé los ojos—, ¿cuándo no he hecho todo lo que esté a mi alcance para conseguirte lo que necesita?

—Es verdad —admitió con un encogimiento de hombros avergonzado.

—Si prometes no ponerte en contacto con Mike de nuevo, me aseguraré de que tengas más libertad. ¿De acuerdo?

—De acuerdo—Luego entró en la habitación, buscando alivio—. ¿Puedo andar con él por un rato?

Su petición me sorprendió. —Uh... sí. Claro.

Torpemente tratamos de pasar al chico durmiendo a ella. Bon-hwa se agitó, pero no se despertó. Cuando su cabeza fue sostenida firmemente en su hombro y le palmeó la espalda de una manera maternal, me quedé quieto incapaz de mirar a otro lado.

—¿Qué? —preguntó, dándome un gesto irritado—¿Estoy haciendo algo mal?

—No —Sonreí y sacudí la cabeza—. Nada. Lo estás haciendo bien. Voy a cambiarme y por algo de comer. Vuelvo enseguida.

Cuando asintió, agarré una camiseta y unos pantalones de chándal y salí corriendo de la habitación. No podía dejar de sonreír mientras me cambiaba en el baño y luego saqueé la cocina en busca de comida. Finalmente solo unté mantequilla en algunas galletas saladas, las pegué, y lo consideré bueno. Después de limpiar un poco toda la basura que encontré, apilé los platos sucios, así que había un poco de espacio en el mostrador a la izquierda y me apresuré a volver a mi habitación.

Me llevó cinco minutos como máximo, pero eso debe haber sido demasiado tiempo para Joohyun. Ella ya había instalado al bebé de nuevo en su cuna y regresado a su habitación.

Con un suspiro de decepción, acaricié la cabeza dormida del niño antes de sentarme en mi propia cama donde dejé caer migajas sobre mis sábanas mientras pulía mi aperitivo. Supongo que todavía no podía esperar demasiado de la nueva mamá. Por ahora, tomaría cinco minutos. Ella le había tocado y abrazado. Eso era un progreso.

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