
Capítulo 3: La apuesta
Rebeca Philm.
—¿Cómo es que has entrado junto con Blair Larwen?— me pregunta Vanesa emocionada.
—¿Ese egocéntrico y mal educado?—miro al frente desinteresada. Me recuesto sobre la silla.
—Pues ese "egocéntrico"— dice María haciendo comillas— está mirando hacia aquí— me informa y yo inmediatamente giro la cabeza. Blair me está mirando. Lo fulmino con la mirada y él sonríe, pero no con esa sonrisa seductora que usa según como me dijeron, más bien como si me estuviera desafiando a algo. Imbécil.
—Solo he venido con él por que no sabía el camino y el profesor de física y química le dijo que me acompañase— vuelvo a mirar hacia delante .
—Lo que daría yo por haber estado en tu lugar— Vanesa lo mira de reojo.
—Créeme, te habría dado el puesto sin pensarlo— saco un paquete de chicles del bolsillo derecho de mi mochila y les ofrezco a mis dos amigas. Ambas se niegan. Peor para ellas, no saben lo que se pierden.
—Es tan increíble...— suspira Vanesa. María y yo fruncimos el ceño. El profesor entra en la clase y se oyen carcajadas por todos lados.
—Profe— lo llama un chico que está al lado de Blair—¿Qué te ha pasado en el pelo? Ya sabía yo que tanto experimento era malo para la salud... —niega con la cabeza y todos ríen.
—Silencio—las carcajadas cesan— Vuestro querido amigo Blair decidió empezar el último curso de bachillerato haciéndose el gracioso yendo en contra de mi persona—lo fulmina con la mirada y Blair ríe.
—Ya te he dicho que era para ellas—se defiende. Giro la cabeza y le dedico una mirada de "muérete". La clase ríe incluida Vanesa.
—Lo dice por nosotras dos, Vane—le informa María y ella inmediatamente deja de reírse. A veces dudo si este sitio les ha atrofiado la mente y las ha dejado sin neuronas.
—¿Y por qué?—pregunta el profesor.
—Se lo merecían— contesta Emily sin dar tiempo a Blair para contestar y la clase no dice nada. ¿Cómo toleran esto?
—Bueno, bueno, sigamos la clase—el profesor trata de desviar la conversación. ¿Qué clase de profesor no hace nada ante un caso de bullying? O es mas ¡¡Un director!!
Después de estar veinte minutos escuchando cómo nos va a evaluar, pido permiso para salir al baño y sorprendentemente me deja. Me lavo las manos y bebo agua. Cuando salgo alguien me coge de la muñeca. Rápidamente suelto un puñetazo y oigo un quejido.
—¡Auch!— me giro y compruebo que es Blair—me has hecho daño— se limpia la sangre de la nariz.
—Te lo mereces— me voy de allí mientras sus amigos se ríen.
No se como se las arreglan para que los dejen salir juntos a cualquier lugar en medio de clase. Además que no entiendo por qué él puede hacer todo lo que le da la gana sin miedo a las consecuencias. El típico chico mimado que se cree que todo el mundo está a su servicio. Pues lo siento mini Larwen, conmigo eso no funciona.
El recreo llega bastante despacio pero al fin ya podemos comer algo. Voy pensando en mis cosas cuando de repente Vanesa abraza a un chico bastante atractivo.
—¿Y ese? —le pregunto en un susurro a María. Ella me sonríe.
—Este es Matthew, es mi primo— lo presenta Vanesa. Él me estrecha la mano y yo hago lo mismo. Me sonríe cálidamente y tengo que admitir que es bastante guapo.
—Tengo entendido que eres nueva aquí. ¿Ya te han hecho alguna novatada? —sonríe.
—¿Eso no pasa solo en la universidad?
—En este instituto pasa constantemente, así que no bajes la guardia.
—Lo tendré en cuenta, gracias.
—Bueno— Vanesa llama nuestra atención— nosotras nos vamos a la cafetería— me coge de la muñeca y me empieza a arrastrar hacia no se donde.
—Bueno pues ya nos veremos Bequi—se despide Matthew.
—Si, supongo—me despido también de él y nos vamos de allí.
Esta chica loca pretende emparejarme con su primo. Se le nota a leguas y la verdad, no me importaría. Nos dirigimos a la cafetería del instituto, por fin toca el recreo. Atravesamos pasillos y pasillos hasta que por fin llegamos. Todos los alumnos están allí y cada vez vienen más y más. Me ha tocado ir a la barra mientras Vane y María se han ido a buscar una mesa para las tres.
—Un cappuccino y dos cortados por favor— pido a la chica de la barra, ella asiente y comienza a hacerlos. Amo el café, de verdad que es una de mis muchas pasiones.
Cuando por fin me los entrega saco la cartera para entregarle el dinero. Busco y busco, pero nada. No tengo la cartera. Compruebo los bolsillos de mi pantalón. Nada. ¿Soy idiota o algo? ¿Y ahora qué hago?
—Perdona— me preparo mentalmente para excusarme—, he olvidado...—comienzo a decir pero soy interrumpida por una voz masculina a mis espaldas.
—¿Dinero?— acaba mi frase y pone un billete de cinco dólares en el mostrador. —Quédate el cambio —La empleada los coge y se va no muy convencida. Me giro confusa hacia el chico que acaba de salvarme la vida.
—¿Matthew?— lo miro sorprendida. Que reencuentro mas oportuno a pesar que hayan pasado sólo diez minutos. Sonríe tímidamente.—Gracias, enserio no sabía que iba a hacer si no encontraba el dinero.
—De nada— sonríe dejando ver sus dientes perfectos. Se nota que es primo de Vanesa. Les sobra dinero hasta para arreglarse los dientes. Bueno, mi familia no es que no tenga dinero, pero no hasta el grado de los que están aquí. Por eso se podría decir que soy la rara.
—Te lo devolveré—cojo los cafés.
—No tienes por qué hacerlo—contesta él y sonríe.
—¡Matthew!—grita alguien a nuestras espaldas. Un chico rubio viene corriendo hacia nosotros.
—¿Qué pasa David?— pregunta Matthew mirándolo.
—Es Vanesa— informa cuando llega a nosotros. Ni siquiera se le ve una gota de sudor. Debe estar acostumbrado a estas cosas. Yo ya estaría tirada en el suelo pidiendo a gritos a un vaso de agua.
Sin pensármelo más dejo los cafés en el mostrador y salgo corriendo a la zona de las mesas. Busco a Vanesa con la mirada. Todos los estudiantes rodean una y se ríen descontroladamente. No me digas que...
Vanesa y María están sentadas en la mesa con toda la ropa llena de comida y bebida. Emily se está riendo y parece que es todo obra suya. Matthew llega a mi lado y veo como se tensa al instante. Nos acercamos a ellas y escucho como todas las chicas suspiran. De verdad que creo que este instituto vuelve a la gente loca.
—¿Quién ha hecho esto?— pregunta Matthew furioso cuando llegamos donde Vane y María. No dicen nada pero miran hacia algún lado de la sala — Vamos al baño— dice mientras levanta a Vanesa de allí, David hace lo mismo con María y se van. Camino hacia Emily molesta y cuando llego hasta ella hablo.
—¿Por qué haces esto?—le pregunto conteniendo las ganas de matarla aquí mismo. Ella ríe.
—¿Qué te hace pensar que he sido yo?— pregunta mirándome de arriba a abajo. Odio cuando hacen eso. Es como si pudieran ver tu propia alma y adivinar tu vida en tan solo una mirada. Me incomoda.
—¿Quién sino?— cruzo los brazos.
—El rey de las novatadas obviamente. Blair Larwen— aprieto los puños. Cómo lo odio.
—¿Dónde está ahora?
—En el gimnasio. A ti no te iría mal ir también—añade burlona y me marcho de allí en busca de ese idiota.
Después de cinco minutos todavía sigo buscando el maldito gimnasio y al parecer ha desaparecido de la existencia.
—¡Blair!— grita alguien desde dentro de la sala por donde acabo de pasar. Aquí estás. Cuando entro, quinientos cincuenta y cinco litros de colonia "AXE" de hombre entran por mis fosas nasales bruscamente. Busco a Blair como loca por la sala hasta que al fin lo encuentro.
Está sentado en un banquillo sin camiseta y sudando. ¿Quién se cree? ¿El rey del instituto?
Blair Larwen.
Unos pasos apresurados y fuertes se aproximan hacia mi. ¿Rebeca? Veo que por fin se ha dignado a pedirme disculpas.
—¿¡Qué es lo que te pasa?!— me grita ella. Frunzo el ceño— ¿¡Te crees tan importante como para acosar a dos chicas y hacerles la vida imposible?!— añade y me doy cuenta de qué habla.
—No lo he hecho aposta— invento— los estudiantes las odian también.
—Si, seguro. Las vuelves a tocar y te arrepentirás—me amenaza. Comienza a irse pero mis palabras la detienen.
—¿Esas son tus formas de pedir disculpas?— le pregunto cruzando los brazos y alzando una ceja.
—Tu no te mereces mis disculpas— me contesta ella—Si te metes con ellas, te metes conmigo— me levanto y la sujeto del brazo para evitar que se vaya. Tiene que escuchar esto.
—Veo que no conoces muy bien las reglas de este juego, chica dura.
—¿Quieres jugar?— me pregunta—Está bien—su cara expresa odio e ira pero parece que se está controlando —Pues juguemos—se suelta bruscamente de mi agarre y da media vuelta de tal forma que su cabello me golpea en la cara.
La observo irse airada y segura. Parece mentira que en un cuerpo tan pequeño entre tanta ira.
—Es solo una niña compulsiva —me apoyo en la pared — y me molesta que me traten así sin conocerme— frunzo el ceño. ¿Qué tiene contra mi? ¿Soy tan guapo que su cabeza no puede asimilarlo?
—Tu haces lo mismo con sus amigas— contestan Matteo y Lucas al unísono desde la otra punta del gimnasio.
—¿Desde cuando os ha interesado eso? Hay que enseñarles quien manda —Matteo ríe
—¿En serio?—pregunta Lucas riéndose también— ¿Qué te hace pensar que va a seguir tus reglas?— añade y no dejan de reírse.
—Ya veréis, yo sé cómo funciona esto. He tratado ya antes con niñitas consentidas como ella— contesto defendiéndome. Ambos siguen riéndose y Matteo ya está llorando de la risa.—¿Qué es tan gracioso?
—Amigo, te conoce de unas horas y no le has dado muy buena imrpesión— Lucas me mira.— Va a sudar de tu cara completamente.
—Ya veréis— me pongo la camiseta de Nike —Sólo necesito una oportunidad de demostrarlo.
—¿No era tu cumpleaños en dos días?— pregunta Matteo cambiando de tema. Asiento y se me ocurre una idea. Eres brillante amigo.
—Ella me hará caso— repito—sólo le falta un empujoncito— añado y sonrío. Querida Rebeca Philm, estas invitada a mi fiesta.
A la ultima hora de clase veo a Rebeca en su taquilla pero sus amigas no están por ningún lado. ¿Ya han entendido quién manda? Tranquilo Blair, te estás pareciendo a tu madre. Paz y amor. Genial, ahora me parezco al director.
—Estas perdiendo tus dotes Blair. Ya no tienes a todas babeando por ti. — señala Matteo mirando en la dirección de Rebeca.
—Eso es porque aun no le he demostrado lo increíble que soy —bromeo. Ni yo soy tan creído.
—Me apuesto mi coche a que no consigues ni una sola cita con ella a solas, ni siquiera un beso— lo miro perplejo.
—Cierto. Además, a diferencia de a las que estas acostumbrado, no parece que se abra de piernas fácilmente. Aun así apuesto mi moto— se suma Lucas a la conversación.
—¿¡La Ronax 500?!— lo miro asombrado y emocionado. Nunca ha apostado su moto. —¿Si lo consigo me lo daréis de verdad?— pregunto y ellos asienten muy convencidos. Sonrío satisfecho. Más cosas para mi colección y qué menos que la mismísima Ronax 500 del hijo del empresario mas famoso de Washington.
—¿Fingirás ante todos?—pregunta Lucas levantando una ceja.
—Obviamente. Por tu Ronax y el Porsche de Matteo, lo que sea.
—Sabes cómo es tu madre—me advierte el castaño —No lo conseguirás.
—Retírate tío. Hemos apostado porque sabemos que va a ser imposible con tu madre de por medio y más con el temita del compromiso— Lucas trata de convencerme —No lo lograrás— observo como Rebeca me mira e inmediatamente aparta la mirada. Sonrío.
—Ya lo veremos.
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