01
"Mountain Dew dietética cariño, ciudad de Nueva York"
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—¿Qué haces aquí, JiMin? — pregunta SeokJin, viéndolo desde el césped con una ceja enarcada. No puede creer que su hermano menor lo haya desobedecido nuevamente, nunca lo escuchaba y ya no sabía qué hacer.
—Estoy asegurándome de que realicen sus tareas y estén seguros, que no haya humanos alrededor.— responde JiMin como si nada, revoloteando en el aire. Sus hermosas alas transparentes van dejando destellos tornasol y su hermano relaja el semblante porque comprende sus buenas intenciones.
Desde hace un tiempo los humanos habían comenzado a entrar a sus tierras para atraparlos y venderlos, solo los altos rangos del reino hada sabían para qué querían a las criaturas mágicas. No era solo porque tenían mucho valor por su magia, sino que también les daban usos enfermizos.
Las hadas en su mayoría eran usadas como conejillos de indias para experimentos, las torturaban, las abrían, algunas eran comidas y otras tantas que eran compradas para ser usadas como juguetes sexuales.
—No debes estar aquí, es peligroso, vuelve al castillo y espéranos.— le ordena SeokJin, fijándose en las listas de materiales que lleva en sus manos. Sabe perfectamente que suena a reproche, pero solo no quiere arriesgar a su hermano menor —TaeHyung y HoSeok, apresúrense o se nos hará de tarde aquí.— sentencia el rey, dejando de ver a JiMin para ordenar a sus caballeros.
JiMin resopla al escuchar las palabras de su hermano mayor, aprovecha su distracción y retoma su vuelo para vigilar los alrededores del bosque. Solo era un príncipe, su hermano mayor era el rey y por ende SeokJin siempre estaba ocupado revisando las tareas de su reino. En cambio, él tenía mucho tiempo libre y lo utilizaba para proteger a quienes quería, a su manera.
—¡Miren, es el príncipe JiMin! — grita una pequeña hada, apuntando al pelinaranja con emoción.
Ella se encuentra con otros dos pequeños jugando en el lago cercano del bosque sin saber lo peligroso que es, son demasiado inocentes para siquiera imaginarlo.
Las hadas hacen tanto barullo que JiMin los escucha, se fija en donde están y desciende hasta que sus pequeños pies tocan el césped. Sus ojos grises se llenan de preocupación porque no deberían estar ahí, SeokJin se desmayaría si se enterara de que están fuera de la zona segura.
—Hola, no deben estar aquí pequeños, por favor vuelvan a sus casas.— les pide con dulzura, no pretende herir sus sentimientos o algo parecido.
—Estamos jugando a que somos sirenas, príncipe JiMin.— responde la niña, metiéndose en el agua y chapoteando con alegría.
JiMin asiente —Sí, eso es lindo, pero no es el sitio correcto, hay un lago en nuestro reino, aquí no es seguro.— le comenta, tomándola y alzándola para ponerla de pie. Luego le sacude las alas húmedas un poco, ya que si no están secas no podrá volar de regreso a su casa.
—No queremos irnos.— dice uno de los niños, cruzándose de brazos, molesto porque ellos solo quieren divertirse un poco, no ir al reino y que sus padres los mantengan encerrados como últimamente hacían.
El otro niño se le une y se niegan a irse, pero la niña los mira disgustada porque comprende que el príncipe JiMin solo quiere que lo obedezcan. Por lo que ella agarra a sus amiguitos y los intenta convencer de volver insistentemente.
—Está bien, nos iremos.— dice uno de los niños haciendo un puchero.
Ambos han cedido a la pequeña hadita y JiMin le sonríe en agradecimiento porque él no es muy bueno controlando multitudes como su hermano mayor.
—Si van por el sendero de girasoles se encontrarán con el rey y algunos caballeros.— les susurra, dejándoles caricias sobre sus coloridas cabecitas.
Los niños se emocionan al escuchar tal información porque ellos adoran al rey, quieren ser caballeros del reino cuando sean más grandes, así que salen volando sin dudar demasiado. Sin embargo, la pequeña hada se queda en su sitio, sus alas están demasiado húmedas y no puede tomar vuelo. Aun si JiMin había intentado secarlas antes, no lo estaban del todo para lograrlo.
—Vamos, yo te llevaré.
—No, príncipe JiMin, puedo ir caminando. — se niega la pequeña, agitando sus cabellos morados, apenada de que sea una carga para él.
JiMin la ignora, la sostiene y se alza en el aire para salir volando de regreso, pero en cuanto lo hace unas manos enormes los apresa y ambos se quejan.
Entre los arbustos estaba un viejo humano observando a los pequeños, esperando el momento indicado para tomarlos y cuando escucho que el hada de cabellos naranjas era el príncipe, lo pensó mejor.
—Así que tú eres el príncipe.— sisea el hombre, mirando a las criaturas, las cuales eran tan pequeñas y fáciles de atrapar que parecía una burla —Me pagaran muchísimo por ustedes, sobre todo por ti.— canturrea, tocando el fino rostro de JiMin, convencido de que habrá buenos postores en el mercado.
JiMin entra en pánico porque sabe lo que les deparará si ese humano los vende y solo puede preocuparse de la pequeña hada que tiene en sus brazos. Si algo sabe de esta especie es que son codiciosos y bastante fáciles de engañar, así que piensa cómo hacer para que libere mínimo a la niña.
—Sí, probablemente lo hagan, aunque ella solo es un estorbo, demasiado joven para que sea de alguna utilidad.— comenta con rostro neutro y voz tranquila.
La hadita mira con los ojos bien abiertos al príncipe y boquea, no puede creer lo que acaba de decir sobre ella y sus ojitos se llenan de lágrimas en cuestión de segundos, herida por ser vista de esa manera tan cruel.
El viejo escucha los gritos, quejas y sollozos de la niña, comienza a molestarse y aprieta sus manos para herirlos, creyendo que eso los silenciaría. JiMin mira a la hadita y le dice "lo siento" con los puros labios, sin voz para no ser escuchado por el humano, tenía sus motivos para decir esas palabras hirientes.
—Te lo dije ¿Quién compraría a un hada tan irritante? — cuestiona JiMin.
—Tienes razón, solo me estorbará y mis compañeros ya deben tener a varias criaturas para vender, no me sirve.
JiMin se siente más tranquilo al escucharlo, siente como el viejo toma a la pequeña para liberarla y respira un poco mejor. No obstante, el humano es un maníaco y en vez de dejarla ir la hunde en el lago para ahogarla y matarla.
—¡Déjala!
El viejo ignora sus ruegos, se ríe a carcajadas por verlos desesperados y disfruta viendo como la pequeña hadita poco a poco deja de forcejear.
JiMin no tiene opción, muerde al hombre hasta arrancarle la piel, le pica los ojos con sus manos y lo obliga a que lo libere. Sale volando veloz hacia la pequeña, la toma y huye con ella en brazos, aprovechando que el viejo se queja de lo que le ha hecho. Intenta despertar a la niña en el trayecto, afortunadamente ella tose y saca toda el agua que había tragado y él solloza asustado, se detiene en la rama de un árbol para poder esconderse.
Ahora no sabe qué demonios puede hacer, su polvo de hada ha dejado un camino y los humanos llegarán a ellos, molestos porque los ha atacado. No debió defenderse, pero no tuvo elección. Además, ya no puede ir al sendero y mucho menos al reino porque sería muerte segura para toda su gente.
—P-príncipe...— balbucea la pequeña hada en un hilo de voz, dolorida porque el viejo rompió sus alitas con el trato tan brusco que le dio.
—Shhh...
JiMin la silencia porque escucha como múltiples pisadas y ladridos resuenan cerca de ellos y no puede pensar correctamente qué debe hacer. Los humanos vienen a ellos, los van a encontrar con sus perros de caza y acabarán con todo lo que haya a su paso, inició una guerra sin querer.
Solo hay una manera de mantener todo en paz, por eso mira a la niña y le da un besito en la frente. Desciende hasta el césped y la recuesta contra el tronco "Vuelve al reino cuando puedas caminar" le dice con los labios y sin voz.
—Per-.
El príncipe niega con la cabeza y le hace una seña de que guarde silencio, se alza en el aire y tiene pena porque debió haber hecho más por ella, pero no puede. Tiene que hacerles frente a las consecuencias de sus actos, debe alejar a los humanos de su reino y mantener a su gente oculta, protegida de la malicia.
JiMin no duda en volar directamente hacia los humanos, revolotea a su alrededor para atraerlos y cuando logra su cometido sale huyendo lejos, poco a poco va logrando su cometido.
Todos lo siguen, peleando por atraparlo primero, pues el viejo había dicho quién era y no planeaba marcharse sin él, valdría una fortuna. No tardó demasiado en ser capturado, metido en una jaula especial y acomodado en la parte trasera de una carreta junto a otras criaturas, que en su mayoría eran animalitos mágicos.
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"Nunca hubo alguna vez un niño tan bonito"
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