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Capítulo 47

Lovely Walker.

Tres mosqueteras.

Las luces de la ciudad me ciegan, el viento en mi rostro seca las lágrimas que calientan mis mejillas. El pecho me retumba mientras el estómago se me retuerce y las manos me tiemblan obligándome a apretar el volante a las tres y diez.

Los pitidos y mentadas me valen muy poco porque no estoy en mi cuerpo ahora mismo, no cuando lo único que quiero saber es que respira. El maldito auto amenaza con barrerse. Llevo a dos autos detrás, mi madre y Vann con las chicas, sigo en pijama porque lo primero que hice fue correr a mi auto sin oír los gritos.

Llego al hospital de veinte pisos y me percato de que es el correcto por la seguridad y... «¿agentes de la jerarquía?», me pregunto.

Salgo temblando mientras las demás pasan. Veo en todos lados y hay hombres de Tayler pero no está él... quiero entrar pero un guardia de la jerarquía me aparta.

—¿Nombre y rango?

—Lovely... —titubeo porque no estoy en mi mente.

—Déjenla pasar —alzo la mirada y me percato de que Elton está en uniforme.

Me abro paso y corro a él que me brinda los brazos.

—¿Qué pasó? —me separo.

Las demás se unen a mí y me dice por encima que fue un atentado pero no veo detalles así que me frustro.

—¿Pero cómo diablos está? —espeto.

—Love... está en una operación riesgosa ahora mismo —me dice y el corazón se me cae mientras trato de que mis rodillas no flaqueen—, traía una herida de bala en la pierna y abdomen. Recibió el impacto de explosivos que le enterraron las costillas. Tiene sangrado interno y un golpe en la cabeza.

A medida que habla yo comienzo a escuchar un pitido. ¿Qué diablos? La tierra se mueve a mis pies y Elton me sostiene mientras mi madre se adelanta a abrir el elevador.

—¿Tomaste el medicamento?

—No lo sé —respondo sin más y entro con todos al elevador.

No soy consciente de nada, sólo de que quiero saber qué diablos sucedió.

—¿Adónde estaba? —pregunto sin mirarlo, clavando mis ojos entre las manos.

Suspira y suelta después de hacerme esperar dos segundos:

—En el hotel de...

—No sigas —le pido cuando se abre el elevador.

No quiero saber que hacía, sólo quiero matarlo yo misma. Quiero que me diga en la cara lo que hacía, porque para hacerlo necesita estar vivo.

Llegamos al treceavo piso y el lugar está lleno de seguridad de la alta guardia de la jerarquía, hombres bien armados con chalecos antibalas, su respectiva boina y con el rifle firme en el pecho mientras veo a una mujer de blanco en medio de la sala de espera hablando con un hombre de uniforme blanco.

—Chicas —habla Elton deteniéndonos antes. Todos están demasiado ocupados con la mujer que habla—, vayan por cafés a la sala de espera.

Hay una sección donde es la cafetería y otro la sala de espera. A mí no me dice nada simplemente camina colocándome tras él. Nos acercamos y la mujer de ojos azules me escanea de arriba abajo.

—¿Qué hace esa aquí? —pregunta.

Si no supiera que la jerarquía está más interesa en que muera diría que estuvo llorando.

—Cállate —espeta Elton y ella se pone firme—. ¿Cómo sigue? —cambia el tema y yo salgo a su lado.

—Básicamente se está ahogando en sangre —su voz quebrada me punza el pecho.

—¿Qué saben? —me desespero que no sean claros—. ¿Saldrá bien?

—No se sabe, dicen que harán lo posible, y lo posible en idioma de medicina quiere decir que no lo harán —dice Elton llamando mi atención—. Dicen que debemos estar preparados.

Y con esa palabra "preparados" me tiran al suelo haciendo que mi yo interior esté pateando con fuerza.

Elton me acomoda en una silla y trae café que no bebo. Las horas pasan y yo sólo aparto las lágrimas con brusquedad cada que salen.

—¿Estás bien? —una voz me habla y yo debo quitar la mano de mi frente.

—¿Qué? —Vanessa me entrega un sándwich—. No tengo hambre.

—Hemos estado aquí cinco horas —me pasa el medicamento—, necesito que te enfoques.

—Sip —tomo la pastilla sin muchos peros. No tengo ganas de discutir.

Doy un sorbo de café haciendo que deslice mi tráquea con facilidad. «Mala combinación».

—Ya verás que se pondrá bien.

—Esto fue obra de ese malnacido —escupo—, ese perro del vikingo.

—Trata de calmarte —soba mi pierna y se levanta.

Me limito a asentir y ver cómo la vieja de blanco no deja de verme, lo cual es el menor de mis problemas, el único problema en mi vida ha sido todo lo malo que he hecho, mis impertinencias y peleas constantes. No se me ocurre nada, no sé qué hacer, yo simplemente creo que no soy razonable ya que, si muere yo paso a ser "intacta". Eso me da el derecho de vivir y largarme.

De pronto veo a un hombre de blanco y me levanto como si no me la hubiese pasado queriendo vomitar los inténtenos mientras jalaba las puntas de mi cabello al grado de quebrarlo.

—¿Familiares?

—¡Yo! —me apresuro—. Soy su esposa... su mujer —corrijo.

El hombre me mira de pies a cabeza. Pero prosigue cuando la mujer de blanco se levanta y se acerca al igual que los demás que no puedo ver más que Vann y Elton.

—Tuvimos qué inducirle el coma —sus palabras me hacen temblar—. La gravedad del asunto es... delicado, el señor Aragon puede quedar con secuelas por el golpe en la cabeza.

—¿No se supone que son los mejores? —se altera la mujer.

No tengo cabeza para esta perra, ¿quién se cree?

—Pero él es fuerte —se me quiebra la voz y paso el dorso de mi mano bajo mi nariz apartando los mocos—, él puede con eso. Quiero verlo... yo...

—Me temo que deben prepararse para lo peor. Haré todo lo que esté en mis manos, pero por ahora no puede pasar. —sus palabras me atraviesan el pecho comprimiéndome el corazón.

La sangre me hierve. ¡No se puede morir ese imbécil!

—Espero que valore sus manos —le digo con firmeza sin dejar de mirarlo a los ojos y acorto espacio—, porque si mi marido no sale de esa camilla con vida, será la última que las use.

—Entiendo que...

—¡No! —lo freno—. ¡Usted no entiende una mierda! Así que regrese y salve a ese hombre —le señalo la habitación.

—Love, calma —me mamá me toma por detrás abrazándome—. Doctor, sólo está un poco alterada.

—Descuide —asiente—. Las mantendré informadas.

Tallo mi ojos y a las malas aparto a mi madre. Me dirijo al asiento esperando que alguien me diga quién fue la ruin persona.

Necesito distraerme, tener algo distinto.

—¿Qué crees que haces? —una voz femenina me hace alzar la mirada.

Esa perra mujer. Me recuerdo a mí misma lo que dicen que me hizo y los recuerdos que trae mi cerebro me atrofian, vagos pero con fuerte trauma emotivo.

—¿Que me creo de qué?

Veo a Elton acercarse pero se le atraviesa un guardia diciendo algo.

—¿Su mujer? —dice en forma de burla.

Es una mujer elegante, pero lo que tiene de bonita lo tiene de perra infeliz mal nacida.

—Lo único que eres es su puta —la sangre me hierve. Mis piernas se mueven solas el momento de levantarme—, no eres más que una escuincla, pones en bajo todo lo que representamos siendo la recogida.

—Señora —respiro antes de hacer una tontería—, usted es la menos indicada para decirme algo. Le agradecería que se largue porque la única que no tiene cabida aquí... es usted.

—Yo soy la...

—Me paso tu maldito estatus por la vagina —espeto—. ¡Así que, lárgate! Lo último que quiero es ver tu arrugada cara escaneandome con envidia.

—Una vulgar como lo dije —me mira con asco pero a mí me da exactamente lo mismo.

—Hazme el favor de lárgate a la mierda —espeto con firmeza.

—¿Qué pasa? Creí que querías a mi hijo.

Frunzo el ceño confundida.

—¿Eh?

Suelta una carcajada.

—Madre de Damon, tu primer hombre —suelta.

El pecho se me maltrata con las patadas que me avienta el corazón, la cara me arde haciéndome sentir como la vil mierda.

—Maldita —susurro.

Una palma cae sobre mi mejilla ladeandome la cabeza que me deja loca y sin ideas. «¿me acaba de tocar?»

La sangre fluye con rapidez pero no tengo ganas de una mierda así. Mi brazo se maneja en automático regresándole el golpe pero con el puño cerrado en la nariz.

—¡Maldita zorra! —se me viene encima con la nariz sangrando.

La furia me puede la empujo acomodándole un golpe en la boca del estómago que la hace retroceder, no le doy tregua al momento de golpearle el pecho con la rodilla. Le acomodo una bofetada con la mano izquierda para que mi anillo le rasgue la mejilla, tirándola al suelo.

—¡No me vuelvas a a tocar! —le advierto.

Elton es el que me aparta cuando me quiero ir sobre ella en el suelo.

—¡Basta, Love! —me hace una llave mientras siento que no quiero más que matarla—. Necesitas estar tranquila.

—¡Suéltame! —lucho pero me inmoviliza contra la pared.

—¡Lárgate! —me grita la mujer.

Sus guardias se ponen en alerta, o más bien están apuntándome.

—¡Sácala de aquí, Makris! —ordena la mujer mientras Elton me sostiene en el aire—. ¡Llévatela de aquí o te juro que la mato!

—¡Quiero ver que lo intentes, idiota! —amenazo siendo arrastrada por Elton.

—¡No estamos para tus muestras de poder! —escupe Elton sujetándome con fuerza mientras me le voy resbalando.

Mi madre viene con Vann. Me toman de los brazos mientras mi cabello se pega a mi cara estresándome más.

—Los demás se fueron —dice Vann—, necesitas descansar.

—¡Tengo derecho de estar aquí! —la voz se me quiebra.

Elton me toma del brazo y respira.

—No, Muñeca —sus palabras me hacen sentir peor.

Porque ni con toda la mierda puedo ser digna de algo.

Los guardias hablan en la entrada y le abren paso a mi peor pesadilla o quizá mi aliado, pero ni porque le ruegue hará algo.

Me enderezo cuando no me nota detrás de Elton y se dirige a la mujer de blanco. Mi suerte dura muy poco porque su acercamiento me deja loca.

—¿Estás bien? —quita a Elton del paso con un empujón y me escanea—. ¿Qué te pasó? —sujeta mi mandíbula y alza mi rostro dejando ver la marca de una palma.

—Nada —le quito la mano. Vuelve a ponerla causándome una sensación extraña—, no me quieren aquí.

—Ven —me jala.

Elton le pone la mano en el pecho, y nadie se mueve.

—No hagas esto —le pide.

—Si se muere ya no tendré a quien matar, y por lo tanto me doy por servido —concluye empujándolo.

No sé porque acepto la mano, quizá porque la mujer rubia me mira con odio. Quizá porque mi madre se ve a gusto cuando él está, tal vez porque aún siento cosas por él, o quizá...: quizá para que cuando desperté de vuelva a morir de un infarto al saber con quién estoy. Porque está allí gracias a que estaba en un hotel con otra, y lo odio, lo odio. Odio que ni con eso pueda dejar de temblar al saber que puede morir.

—Te lo dire por primera y última vez —se pone frente a su madre y Elton me jala—, la vuelves a tocar y te mato yo mismo.

—¿Vas a hablarme así por esta? —se indigna matándome con la mirada.

—No te vayas con él —dice Elton, rogándome con la mirada—, ve a tu casa. Quédate allí y te avisaré cómo esté.

—No me iré con él, sólo quiero saber qué diablos pasó —lo aparto—, y Damon es el único que me ayudará.

—¿¡Perdón!?

—¿Tú sabes quién lo hizo? —me mira y guarda silencio—. Eso creí.

Damon me jala cuando su madre se pone a llorar por quien sabe qué. Y mi madre me avienta un beso sin saber qué diablos estoy haciendo.

Bajamos a la última plata y me lleva del brazo jalándome con furia, lo cual me hace pensar de mi juicio.

—¿Tú lo hiciste? —jalo el brazo y lo veo distraído.

Me mira con furia, y mete unas pastillas a su boca. Me pica la piel y sorbe la nariz escaneándome.

—Si lo hubiese hecho ya estaría muerto —espete. Saca el teléfono y vuelve a meterlo—. Entra.

—No —doy un paso hacia atrás cuando acorta espacio—. ¿Por qué no me dejas en paz? Sabes lo fácil que sería mi vida si tú no quisieras demostrar que eres mejor.

—¡Porque soy mejor! —pasa las manos por su cabello. Le tiemblan y mi corazón duele.

No sé cómo llegamos a esto, no sé cómo llegamos a este grado. A ser extraños, y no sentir nada, lo único que me duele es no poder abrazarlo sin sentir que lo estoy lastimando. Es obvio que el orgullo le puede pero yo ya no tengo. Pase de ser una chica de dieciocho años que baila y canta karaoke con sus amigos entre semana sin importar las clases siguientes a estar desesperada por saber quién le hizo daño al hombre que me arruinó la vida.

Lo que más me duele es verlo a él, la decepción se ve en sus ojos. El pecho se me comprime y permito que se acerque con ojos cristalinos.

—Bésame —pide con un susurro desgarrador—, y demuéstrame que no sientes nada.

Trato de negar pero no sé qué hacer, quizá sea lo mejor, quizá pueda estar libre así, pueda sentirme mejor. Hacerle ver que hace mal, pero incluso lo que me pide en una bala entre mis cejas, lo sabe y no le interesa.

—Si lo hago —se me quiebra la voz—, moriré.

—¿Crees que lo permitiría? —acaricia mi mejilla.

Observo mi alrededor, todos los guardias están allí.

—No —aparto su mano y doy un paso atrás—, pero el único que puede salvarme es él.

Su rostro se torna blanco, su cabello rubio golpea su frente cuando retrocede. Los ojos se le oscurecen al grado que derrama una lágrima, una que me quema la garganta, y no puedo evitar imitarlo, no puedo evitar sollozar al verlo así. Frágil.

—Lo jodi, Love —se ahoga con las lágrimas—, pero no me hagas esto. Esto no. No puedes amarlo a él, ¿cómo? Dios, no. ¡No lo acepto! ¡No puedo y no quiero!

—¡Lo siento! Te lo juro, me duele más a mí, me duele decepcionarte a ti y a todos los que he amado —me quiebro a llorar mientras él me mira con asco—. ¡Te doy asco, lo sé!

—Déjame llevarte —se acerca y toma mi rostro causando el dolor más grotesco de desprecio que he experimentado, porque habla, pero sus ojos no lo dicen—, vámonos lejos. Olvidemos todo, olvídalo.

—¿De qué me sirvió olvidar?

Me tiembla el labio inferior viendo esos ojos azules que un hicieron rogar.

—¿Qué hago?

—Ayúdame a matarlo —le pido y acaricio su mejilla, cierra los ojos sosteniendo mi palma—, quiero matar al vikingo.

Sus ojos se abren de par a par y me aparta la mano.

—Espero que tú y ese maldito se pudran en el infierno, porque si en mí está salvarte —se aleja—, te dejaré morir, o haré lo que él hizo.

—No has esto —le suplico—. ¡No nos convirtamos en los enemigos!

—Veo que te gusta follar al enemigo —eleva las cejas señalando mi sexo—, me gustaría ver como peleas.

Quisiera decir que no, pero es verdad.

Mete pastillas a su boca y abre la puerta del convertible. Se marcha dejándome sin ganas de respirar.

Acabo de comprobar algo, tengo manos hábiles.

Miro el teléfono entre mis manos y me voy a mi auto. Me dirijo a mi casa porque aquí no haré absolutamente nada. No puedo pasarla aquí llorando sin hacer nada cuando bien puedo llorar y hacer algo.

Más pronto que tarde me voy a la casa, conecto el teléfono a mi laptop, respiro tratando de averiguar la maldita contraseña de cuatro dígitos.

Intento como por dos horas y fracaso mientras me lleno de dos tazas de café sin azúcar. Me dirijo a la central con los ánimos por los suelos después de llamar a Elton y que me dijera que sigue igual empeora mi día. La boca se me amarga de sólo estar inmóvil en medio de las clases, debo ir a la maldita misión y no tengo idea de cómo cojere las fuerzas.

—Aquí está lo que me pediste —me llama mi compañera de clase desde el marco de mi puerta que deje abierta—, te aconsejo que tengas cuidado.

—Gracias —asiento y tomo los papeles que trae en la mano cuando me levanto de mi escritorio.

—Andersson dijo que volvería el viernes, y no lo escuché contento cuando supo que estabas enferma y el viernes. —resopla mientras yo ignoro su habla y me vuelvo a sentar. «Me importa muy poco lo que ese idiota quiera»—. ¿Cómo está él...? Digo, no tienes que responder, no es que quiera ser metiche...

—No, está bien. —me desarmo en la silla de rueditas—. Él por otro lado está en el limbo.

—¿Es verdad que te enamoraste de él? —pregunta recargada del marco—. Es un hombre peculiar.

—Prefiero no hablar de mi vida privada —le aclaro sin muchas ganas—, en las JerarquíaNews está su estado.

—No lo decía por él, has estado decaída todo el día, y en los entrenamientos estuviste pésima.

Eso es algo que ya sé, y no necesito recordarlo.

—¿Has sabido algo de Angela? —cambio de tema ya que en la primera clase la cubrió la señora Martín.

Me mira como si tuviese seis cabezas.

—El atentado fue en el hotel Galas —dice en un susurro negándome los ojos—, ella también está grave pero no tanto.

«¿Por qué nadie me dijo eso?».

—¿Ella llegó allí con la seguridad o como? ¿Estaban con los mexicanos? —frunzo el ceño.

Si fue así, seguramente hay más heridos de lo que creí.

—¿No has visto el JerarquiaNews?

Una punzada me aprieta la garganta haciendo que los ojos se me empañan.

—Gracias por traerlos, ya puedes irte —digo.

Ella hace una reverencia. ¿De qué me sirve que me respeten como la mujer del líder si con la que aparece en un hotel es otra?

Tecleo en mi laptop no sé porque si obviamente me voy a martirizarme las entrañas.

"El líder de la mafia alemana y jerarca fue emboscado junto con Angela Torrence (esposa).

Se cree que esto viene por parte de su mafia rival que han llevado más de una década en guerra y enemistad, ahora con el nuevo deseo del Vikingo que mostró públicamente lo que quiere hacerle a la concubina del líder.

La jerarquía no se mete entre estás contiendas pero sin embargo han hecho un especio en uno de sus hospitales para albergarlo dado a la amistad que sostuvo con Damon Armstrong hijo de la jerarca Sophia Graham.

Hasta ahora sólo se sabe que deben esperar lo peor".

«Esto es como una maldita parodia»

Cierro mi portátil con la rabia corrompiéndome, de hecho debería odiarlo, y sentirme tan horrible porque me mintió diciendo que era sólo actuado, no sé porque después del restaurante... no se porque lo justifico, tremendo imbécil que es.

Me dirijo a la oficina de Stuart donde está dando un repaso de la misión y sólo planificamos.

—Walker —llama mi atención—, los riesgos son suicidas, y por alguna razón el ministro aceptó, sin embargo, me importa muy poco tu edad y de quién seas. ¿Entendido?

—Sí, señor.

—Irás como Penelope Carballo. Una mojada —me dice y entrega una foto de mi objetivo—. Es un socio del Vikingo, no puedes ir directo a él porque aunque hay fotos tuyas vagamente no nos arriesgaremos a perder más de una cabeza.

—Jonson, tú irás como Carlo Ortega, te interesaras en Penelope —le entrega el objetivo—, necesitamos las coordenadas de las mujeres y el polvo.

Por ser la jerarquía eso debe permanecer aquí, nosotros somos el mayor símbolo de poder, tenemos todo o... todo.

—Makris —Elton se hace adelante con saludo militar—. Deja tus estupideces, aquí no estamos en la milicia.

Me rio para mis adentros porque realmente no parecen los buenos.

—Serás Thomas Wilson —informa en mala cara—, niño rico como tú comprenderás, caprichoso que consigue lo que quiere.

—¡Sí, señor!

—Ya —alza la mano para que se calle. Es un chiste que él esté aquí—. ¡Lárguense a cumplir su trabajo y los quiero listos para el miércoles. Nos vamos a Chicago a primera hora.

—¿Tenemos aliados, señor? —pregunto.

—Sólo a Dios —termina de decir y golpea el suelo.

Rompemos fila en la posición firmes y nos largamos antes de que esté de amargado. Camino lo más rápido que puedo saliendo antes para que Elton no me alcance ya que esté imbecil claramente sabía lo que él hacía, y era un alcahuete.

Me encierro en mi cubículo. No he  podido dormir, ya pasan de las diez, y el estrés me toma en la boca del estómago cuando llamo al hospital y me niegan la información que quiero. Reviso el televiso y sigue en proceso de desbloqueo. Como siempre llamo a mi mejor y peor amigo en este momento junto con toda mi artillería.

Deslizan la puerta y me topo por los tres rostros que quería ver.

—No pido que me ayuden —les aviso—, sólo quiero que me apoyen.

—¿Qué diablos sucede ahora?

—Se lo van a llevar a Ranchester, necesito verlo —les aclaro.

—No —me frena Ostin—, eso no va a pasar.

Se adentran y Ellie se fija que nadie entre. Detrás de ellos Elton habla en lenguaje de señas.

—Pudo matarte —me reclama Elton—, y si por si fuera poco...

—¿Qué se supone que hiciera? —finjo frustración mientras noto que Vann esta del lado de Ellie.

«Creí que no vendría»

—Chicos —llama Vann a Elton y entrelazan dedos—, creo que Love necesita compañía femenina en lugar de regaños.

—¿Tomaste tu medicamento? —pregunta Ostin. Me da un abrazo pasando las manos por mi cabello.

—Sí, pero necesito que me digan cómo está. No creo que esa perra me diga algo.

—Jonson tiene guardia hoy pero yo iré. Y tranquila que la seguridad abunda el hospital —dice Elton. Le da un beso a Vann en los labios—. Les mandaré algo de comer.

—Descuida hermanito —nalguea a Ostin que sale de mi cubículo al lado de Elton—, podemos con el drama.

Se marchan y cierran la puerta con perrillo.

—¿Planes? —me pregunta Ellie acomodándose en la cama.

—¿¡Entrar!? —digo frustrada.

—Te advierto que la seguridad es colosal. —dice Vann y mira a Ellie no hemos tenido acción en mucho tiempo—. Pero no hemos tenido acción.

Sonrío para mis adentros y les cuento por encima lo que he pensado; no puedo entrar por la puerta ni de broma, así que debo ir a las alturas. Repasamos el plan a medias y con la bendición de Dios porque seguramente nos arrastrarán. Contemplamos lo que necesitábamos.

•Distracción.
•Tiroleza de disparo.
•Contador de círculo con extractor.

Lo demás aparte de la mitad del plan, pues se dará en el camino. Nos detenemos una cuadra antes para filtrarnos en el edificio del lado, escálamos con cuerdas especiales. Rogando que las ganas de vomitar por el tambor que ahora es mi corazón no me tire.

—¿Después de cruzar qué diablos haremos? —pregunta Vann.

Las tres llevamos equipo de espionaje pero yo tengo la mouse herramienta.

—¿Sabes el número de su habitación? —me pregunta Ellie mientras la hacemos de tortugas ninfa.

—2200 —le digo. Escálamos y subimos.

Usamos los binoculares para detectar problemas sobre el tejado, pero no lo hay así que lanzamos la ancla. Alguien debe quedarse, así que, Ellie se queda mientras Vann y yo nos deslizamos con la polea.

La maldita altura me cosquillea el estómago, me hormiguea los pies y me hace sudar las manos con el calor que sube y baja de mi cuerpo cuando aguanto las ganas de gritar. Llegamos al tejado.

—¿Lista? —pregunta Vann.

—Gracias —sonrío. Me hace sentir de la mierda que sea tan fuerte—, sé que no hemos hablado mucho desde que sucedió eso, pero lo siento si no te sentiste apoyada... te quiero. —la voz se me quiebra.

Me abraza con ojos crsistalinos y siento que la vida comienza a tener sentido, ya que, no lo tiene si no estoy con ella.

—Manos a la obra —me da el instrumento clave para esta tarea.

Coloco los instrumentos de escala en mis caderas y mi arma en el TMS modificado militar apresado a mi muslo. Me coloco la peluca que está en la maleta.

Comienzo a deslizarme por las ventanas gigantes de cristal que tiene como paredes con el jesús en la boca. Ya que, no podemos comunicarnos mucho por micrófono a menos de que sintamos que vamos a morir. Bajo el primer piso sintiendo que las piernas se me van a partir. La altura es bestial si cada maldito maldito cristal mide como 6 o 7 metros.

—Love —llama al auricular Ellie haciéndome temblar—, hombres a las seis.

Me pego al cristal para que no me vean los que están en la habitación. Paso la puta sala de espera luego de que los hombres se movieran al sur. Si nos ven estamos muertas.

—¿Estás lista? —Pregunta Vann—. Estoy en los controles.

—Sí, te aviso si los necesito —corto comunicación.

Necesitamos una distracción fuerte, y yo tengo la perfecta.

Mi corazón rebota don fuerza cuando voy bajando poco a poco, el precipicio me hace temblar con el sinfín de guardias. Me pongo en la parte de la cortina viendo que la luz está encendida. Le inyectan algo y sale la enfermera al lado del mismo doctor al cual le dije que le cortaría la mano.

Me paso sobre el cristal y acomodo el extractor antes de comentar a cortar. Se comienza a calentar, el cristal pesa así que acomodo mi cadera para compensar el cristal que  dejo colgando de la cuerda emergente antes de empujarla hacia adentro. Me sujeto con una mano mientras mis piernas están de la misma posición.

El cristal cae y entro en el aro que hice. Una piña de emociones sube de mi boca estomagal hasta mi garganta haciéndome tragar pesado cuando lo veo en la camilla con la sábana blanca de la cintura para abajo. Tiene un venda que le envuelve el estómago y un otra en el brazo derecho. Acorto espacio y las lágrimas se me escurren cuando veo su rostro lleno de moretones y rasguños por el pecho. Hay uno sobre el tatuaje de mi nombre, lo toco y ligeramente sintiendo la pena entre mis dedos. 

Aún herido sigue siendo un maldito hombre fuerte y atractivo. Acaricio su cabello que está pegado a sus sienes y frente por el sudor de la fiebre que lo abraza. Su pecho trabaja fuerte a la hora de recibir oxígeno y el mío hace lo mismo.

La nariz me pica al igual que los ojos que se ahogan con agua salada que desliza mis mejillas. Respiro tapando mi boca, porque verlo así no es más que una pesadilla algo que no quiero vivir, no importa que tanto estemos odiándonos. Lo quiero respirando, regañándome, besándome y haciéndome perder la paciencia. ¡Joder, maldito idiota! Me tiembla cada célula del cuerpo viéndolo así. Viendo cómo apenas respira que está tan quieto y que no pareciera que es capaz de despellejar a nadie.

Acorto más especio antes de fijarme un poco a la puerta. Acaricio su brazo y el pecho me retumba tan fuerte como la vez que fue por mí a Grecia. Paso la mano por su mejilla que tiene una capa delgada de sudor. Él no es cualquiera y lo sé por el pulpo dorado qué hay en la parte superior de su brazo.

Sus labios preciosos me llaman y no puedo evitar darle un beso lleno de mis lágrimas y frustración. Quizá estoy loca por venir aquí sólo para verlo y besar sus labios pero... ¿cómo lo dejaría? Después de todas las veces que ha ido tras de mí, de las veces que me ha salvado, me a querido y cuidado. Sin importar qué ahora me haya dejado de "querer" si a eso se le puede llamar.

—Te... te quiero —susurro contra sus labios cálidos—. Maldito mafioso de baja calidad. No aguantas nada —acaricio su rostro

«¿Qué hago?», me pregunto y no lo sé. Sólo quiero permanecer así hasta que me diga: ¿Te vas a quedar allí como estatua?

Se mueve gruñendo.

—Cálmate, todavía no estás en posición de que te diga tu castigo —beso su frente—. Más vale que despiertes porque los desayunos nunca son buenos sin ti.

—Mocosa —balbucea con los ojos entre abiertos. Trata de tomarme la mano pero no lo permito—. ¿Estoy soñando?

—¡Love, notaron los cables! —advierte Ellie—. Repito. Notaron los cables.

Escucho pasos en el pasillo. «¡Como chingan la madre!».

—R —respondo. Sujeto su mano y le doy un beso. Su sonrisa se hace visible.

—Mocosa... —sujeta mi mano con la poca fuerza que tiene—, ven. Estoy jodidamente molido pero, mierda, déjame probar tus labios antes de morir.

Suelto el agarre que me tenía perdida en sus palabras, saco la granada de humo y la viento a la puerta que se abre.

—¡Alto! —grita un hombre.

No pierdo tiempo armándome nuevamente para salir. Me lanzo de cabeza porque no hay otra manera más rápida. La cuerda me hace golpear contra el vidrio. Saca la cabeza cabeza un uniformado y disparo para que me dé tiempo de escape.

El pecho me revienta mientras escalo con ayuda de Vann que me está subiendo.

—¡Al tejado! ¡Código rojo! —anuncian los guardias.

Llego a la parte de arriba tan rápido como puedo y colocamos las distracciones de humo.

—¿Tragiste lo que te pedí? —le pregunto a Vann.

Me la entrega preparada para deslizarse. Los guardias abre la puerta de un golpe. Ellie dispara desde el otro edificio cubriéndonos. Apunto mientras me voy desplazando... el dispositivo cae en la camioneta blanca. Llegamos al otro lado y debemos apresurarnos a quitar el maldito cableado.

—¡Activa la distracción! —me grita Ellie mientras los disparos me zumban en el oído al ir a la parte lateral del edificio.

Aviento una granada de tranquilizante después de ponerme la máscara. Ellie y Vann hacen lo mismo. Nos dejamos caer de la cuerda y...

—¡Activaño ya! —exige Ellie cuando ve que vienen guardias que nos pueden delatar.

Oprimo el botón y... la explosión aturde mis tímpanos. No nos detenemos, seguimos corriendo como desquiciadas hacia las siguientes cuadras. Aparece un tiro saliendo del callejón y lo primero que hago es hacerle una llave de sumisión y le disparo en la pierna superficialmente, mientras Ellie le arranca el auricular. Seguimos en nuestro papel de las tres mosqueteras y huimos de todo lo que se mueve. Disparamos a lo que trae arma y uniforme cuando salen de callejones.

—¡Alto! —grita alguien a mis espaldas.

Ellie se encarga de él lanzándole un dardo neutralizante. Cae al suelo y tomamos una moto de escape. Me voy con Vann. Me quito la peluca y la guardo. Ellie es la distracción principal.

Todos están conmocionados por la explosión pero debemos ser más inteligentes.

—¿Cuánto de cárcel nos darías? —se ríe Vann cuando estamos en las motos y hacemos cambio de vestimenta.

—Unos 30 por violar las reglas, y daños colaterales.—piensa algo más hasta que suelta—. Cadena perpetua por atentar contra la vida de la jerarca —dice Ellie.

—Nos vemos en la avenida —le digo.

«Pagaría lo que sea por la muerte de esa maldita»

Asiente y se marcha mientras Vann y yo nos dirigimos a la central, pasamos por Carls a comprar y nos encontramos con Ellie en la avenida.

Lo primero que hacemos al estar en la calle frente al auto que dejamos en media ciudad es reír. No siempre entras a un hospital desde el techo como si fueses Thom Cruise en misión imposible.

—Mujer, ¿siempre estás entre la vida y la muerte, no? —se mofa Ellie mordiendo su hamburguesa.

Procedemos a sentarnos en la banqueta negando entre nosotras.

—Supongo que es un don —me encojo de hombros.

—¿O maldición? —interviene Vann.

—Oh, no puede ser —dice Ellie con una sonrisa—. Somos la sensación.

Ellie saca el teléfono mostrando el noticiero en vivo:

"Aquí en las afueras del hospital de la jerarquía se ha llevado a cabo el segundo ataque hacia el líder de la mafia y la Jerarquía. Hay más de veinte hombres heridos.

Los presuntos sospechosos se dieron a la fuga en vehículo de dos ruedas. Se dice que eran unos seis hombres con un plan bien ejecutado, burlando a la seguridad máxima del país.

El ataque aún no se define con qué objetivo era pero por lo tanto quedó como blanco Sophia Graham, una advertencia clara de la mafia rival de que no protejan al enemigo."

Resoplo antes de procesar lo que escuché.

—Un gran poder conlleva una gran responsabilidad. —muerdo mi hamburguesa—. Creí que habían sido menos hombres.

—Lo siento, me dejé llevar por la emoción —dice Ellie con una pizca de burla y cejas maliciosa.

—¿Vieron la cara de los guardias? —se mofa Vann—. No se creían que les patearanos el trasero.

—¿¡Seis hombres!? —ironizo.

—No quieren quedar como idiotas —sisea Ellie.

—Quedaron...

—Un plan bien ejecutado —saborea Vann.

Me río negando con la cabeza.

—Lo único planeado fue venir a suicidarnos, lo demás nos lo sacamos de la cola —dice Vann.

—Un santiamén —concluyo.

Nos regresamos a nuestros aposentos con la comida y hacemos una leve pijamada en mi habitación.

Las chicas duermen mientras toco mis labios saboreando a ese tipo, su olor a loción aún seguía con él, y es tonto que así lo sea.

Elton nos llamó para decir que no saliéramos, hizo videollamada para verificar dónde estábamos. Todas las huellas las cubrimos, quemamos lo que usamos y listo. No me van a agarrar de la niña estúpida esta vez, no esta vez.

Preparo mis cosas para el miércoles leyendo la personalidad de Penelope. No es difícil, soy buena actuando, eso quería ser antes de meterme en la boca del lobo.

Mis amigas duermen y yo estudio todo, me dirijo a la oficina de Stuart con el teatro hecho. Son las seis de la mañana y sí, ocupé mi madrugada así.

Me dirijo hasta él con mi informe y mi teléfono suena cuando voy a tocar la puerta de la oficina...

—¿Sí? —pregunto nerviosa.

—¿Ya se murió? —la pregunta con voz petulante y gruesa me hierve la sangre—. No creí que tuviese tantos enemigos.

—¿Quién...? —me cuelgan dejándome en un temblor corporal momentánea.

—¿Se le ofrece algo? —pregunta una chica sentada afuera de la oficina en su escritorio—. ¿Quiere que la vocee?

—Sí, por... por favor.

«¿Vikingo?», me pregunto.

Él es el único que quiere matarlo, de ahí en fuera tiene aliados a más no poder, tiene que ser una broma. Las guerras son por el poder, lo único que ha querido el vikingo es que dejen de quitarle la posibilidad de ser mafioso sin ventaja, y según él, Aragon tiene ventaja.

Es verdad, él está en un hospital federal, el vikingo moriría desangrado antes que alguien lo recoja.

—Puede seguir, señorita —asiento y veo en su escritorio medio mal acomodado "Sasha" es linda, anteojo, cabello castaño y ojos color miel.

—Gracias, señorita.

Me abro paso a la oficina, y lo saludo como si fuese un sargento.

—Déjate de estupideces. —suelta el humo del cigarro—. Aquí no hay ley, esto es el anticristo, y tú la mujer de un mafioso que trabaja en la jerarquía. ¿Le encuentras sentido? Yo tampoco.

—¿Mala mañana?

—Mala vida, niña —me pide los papeles. Se los entrego—. Me enteré de que está muy grave. Espero se recupere, es el único que vale la pena aquí —dice mientras ojea.

—¿Por qué todos lo defienden, señor? —frunzo el ceño.

—Él me paga —se encoge de hombros mientras yo pongo las manos detrás de mi espalda y él se mueve hacia su escritorio—. Hizo cosas importantes aquí cuando era más joven. Una vez que sucedió lo de su iniciación cambió a un rotundo animal. Sin embargo, me da lo mismo cuando paga tan bien.

—¿Los demás mafiosos como el Yakuza, el mexicano y Alemán?

—Peones —cierra el documento—: peones porque lo que mueve la tierra son mujeres y drogas. Y por ello doblegaron a las mujeres.

En eso tiene razón. No lo había pensado tanto de esa manera, él sólo quiere vivir su vida lejos de aquí.

—¿Por qué quisieron hacer los acuerdos?

—La mafia ganaba, el abuelo de Aragon era un ser temible, cualquiera que dijera "no" tenía un tiro en la cabeza, y tu difunto suegro era peor. —da una calada a su cigarro y me mira negando con la cabeza—. ¿Qué karma pagas para ser la presa?

—¿Tú lo haces por tu nación, no? —sonrío.

—Lo que queda, niña. —me encojo de hombros demostrando que es lo mismo—. Me gusta tu plan, excepto la parte en que le pegas un tiro al Vikingo, ya que, primero te arrancan la cabeza antes de que estés a cuatro metros cerca de él.

—Puedo manejarlo.

—Este es tu equipo —me entrega un maletín—, tú extraerás las coordenadas de su dispositivo. El artefacto no mide más de tres centímetros. Lo colocas sombre el círculo negro que tendrás y sólo enviará la información.

—¿Cortesía de la aristocracia? —sonrío con ironía.

—Ese otro dañado —aprieta el puente de su nariz—. ¡Ya quiero jubilarme!

—Yo también.

—Mira niña vete a dormir —gruñe. Se sienta en su silla.

—No se enoje, se va a quedar calvo —le aconsejo.

—Te puse dinero en tu cuenta bancaria, supongo que ahora que trabajas y también estudias tu carrera mereces dinero tuyo. —se queda pensativo—. Aunque realmente es exactamente el mismo que usas día a día  porque... —hace una demostración con un lápiz haciéndome reír—; es el dinero del mafioso. ¡Dios! ¿¡Qué es esto!?

—¿Te digo un secreto? —susurro—. Yo misma quemaré los acuerdos, y entonces podrás servir a tu país como ha tenido que ser siempre.

—Sigue soñando, gracias a Dios yo me moriré no demorando. Ya tengo 50, unos 10 más y me inyecto mercurio.

Me río con ironía ante el sentido amargo de su humor. Supongo que es la manera más cuerda de decir que estamos jodidos.

Me mira con el ceño fruncido. Me salgo antes de que me pegue un tiro. No sé si se verá horrible pelón, pero lo que sé es que es un pelón muy buena onda.

Este día ha sido largo y cargado. Primero tengo una pijamada y después resulta que... hay un atentado, ataqué un hospital sólo por ver esos ojos y labios que me enloquecen, pero ahora planeo como enterrarle una bala a ese perro infeliz. No saben quién es Lovely Walker, no tienen idea de quién seré.

Cedric un día dijo que sería mucho mejor y yo siempre confié en él aunque desapareciera. Supongo que me odia lo suficiente como para irse a ser feliz con su hermana.



Nota:

No hay nada que decir. Agarrense los calzones, se vienen cositas.

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