Capítulo 39
Lovely Walker.
Boda de sangre.
Un vestido carmesí reluciente me cierne a la cintura haciéndome ver cómo una princesa. Me detallo el rostro antes de tomar el collar que estaba junto a mi atuendo. He tenido miedo de tocarlo, porque siento que es algo miedo. Abrirlo está en mis venas, me recorren las dudas de querer saber porque quiero agarrarlo, y correr hacia el hombre que se supone que odio.
Me veo bien, pero aún falta la corona. La recojo de la gaveta sintiendo el vinito en la garganta cuando dentro de ella está un pequeño lienzo. Estoy sentada en la silla de antes, sólo se ve la mitad de mi rostro con la cabeza caída.
Es una pintura del tamaño de una fotografía 6x7. Aún está medio fresca. La guardo con emoción y me dirijo hacia a abajo. Hace poco escuché un disparo así que, supongo que Aragon ya comenzó a matar.
Las voces son demasiadas. Pero no sé si sentir miedo, sé bien que se casará con otra, sin embargo, podría dejarme libre. Mis padres estarán felices y yo puedo hacerlo, puedo arrancarme este maldito sentimiento.
Mis zapatillas de cristal rubí me hacen sentir que moriré con orgullo. «Huele a loción de Aragon».
Bajo los escalones y cuando giro el pecho me retumba cuando veo al centauro levantarse de la silla con un traje a la medida de color azul marino, está peinado, y en el saco lleva insignias de la milicia, jerarquía, aristocracia y también de la mafia. Todos están al rededor de la mesa redonda, incluso Franck y el padre.
—¿Tay, qué sucede?
Me extiende la palma con disimulo y no sé porque mi cuerpo obedece.
—De rodillas —pide.
Todos me miran, como si quisieran comprobarlo. Yo no quiero humillarme, muerdo mis labios con sabor a cereza y miro lo ojos de Tayler que están mareándome indicándome que lo haga. En menos de nada mis rodillas golpean en suelo y mis manos se posan en mis muslos. «¿Qué fue?»
«¿Pero qué diablos me pasó?»
—Así que me muestras tu obediencia te mostraré la mía —me da la mano. La tomo y me levanta—. Hace tiempo me dijiste que matarías a Edward, y también a Odelia. Ahora los matarás a ambos, ya lo hiciste con Odelia.
Todos me miran asombrados, menos el Yakuza, ni el dragón. ¿Es malo lo que hice?
—¿Qué hacen aquí? —pregunto.
—Verán como matas a Edward —sus ojos y sonrisa maliciosa me ponen a temblar.
Es como si tuviese todo en la palma de su mano.
—Esa no es mi presa —lo freno.
—Sólo aprieta el gatillo, mocosa —acaricia mi mejilla—. ¿Obedecerás?
—Sí —rodea mi cuello con su palma. Es tan delicioso su tacto. Olvido todo, la electricidad me recorre la columna vertebral.
Me guía hacia el patio que está rodeando el ascensor que está en la parte de la sala de estar. Los guardias tienen a Edward en un estado de desnutrición, golpeado. «¿esto está bien?»
Esto no debería de ser así, esto no debería de ser así. Aragon está a mí lado sin ninguna represalia por lo que sucedió. No sé porque la sensación de culpa me hace retroceder, pero Aragon me pone la palma en la espalda.
—Tu protegido se escapó cuando estuvo en garras de Odelia, pero el chip de rastreo salió de mi radar justo cuando estábamos en tu momentos de histeria —habla para que todos escuchen—, no sé lo que hizo. Pero el agua derribó el vaso, y se preguntaran la razón por la cual mi colega está así. —camina hacia el frente—. Yo les dije, una y mil veces que si le tocaban uno de sus cabellos, o si tan sólo pensaban en ella de una manera desagradable, desearían morir.
—¿Escucharé todo tu discurso o dirás el porqué? —dice el dragón con una herida en el brazo.
—Se estaba complaciendo mientras veía a mi bella encantadora cuando yo estaba de viaje —simplifica—, y yo lo vi.
Miro a Edward decepcionada, habíamos convivido bien. No éramos amigos pero coexistíamos juntos.
—Tienes kilómetros de bosque —le explica Tayler—. Sólo hay una bala en el revólver, y tú mejor que nadie sabe cómo funciona el juego.
Edward se levanta lloriqueando. Limpia su rostro, aunque está así sigue luciendo limpio y no horrible, sólo cansado.
Aragon me da su arma y los ojos de los demás se posan en mí, pero supongo que no tengo opción, él me lo está pidiendo.
El juego se llama ruleta, ponen una bala en un revólver, la presa corre lo más rápido que puede y el disparo decide si vive o muere.
—Eres hermosa, Love —dice Edward—, pero no eres diferente de nosotros, eres igual o peor.
—Corre —digo, y camino hacia él haciendo rodar el tambor.
Emprende camino mientras los gritos. "Sangre y huesos" se escucha repetidas veces en las voces de mis acompañantes. Vuelvo a girar, y tiro mientras se arrastra y cae al suelo dándome placer que no haya ni pasado la alberca.
—¡Espera! —grita levantándose—. Si me matas...
Giro, recargo y Bank.
—¡No...! —grita arrastrándose hacia el bosque—. ¡Lovely! Él... ¡Lo tiene!
Miro a todos y Elton no se ve afectado, Vanessa no me mira, sólo hunde su cabeza entre los hombros. Ostin murmura con Ellie sobre algo mientras se cubre los labios. Creo que no les importa si él muere.
—¿Quieres otra? —Aragon muestra la bala.
Niego mirándolo a los ojos dorados. Sus labios son preciosos, y perfectos. Huele a hombre.
—Quiero que sufra —le entrego el alma.
Sonríe de lado y acaricia mis labios enviándome a un lugar inalcanzable, porque él es culpable de todos mis problemas, incluso la muerte hubiese sido mucho mejor.
Su tacto me da tranquilidad, sin importar qué Edward se vaya arrastrando hacia el bosque que rodea la propiedad.
Todos se ponen en círculo y la luz comienza a disminuir, llevan velas. Un hombre de traje y maletín llega, trato de averiguar qué diablos está sucediendo pero sus ojos me miran como si nada pasará, me hipnotiza y mi lengua se congela con la pregunta.
—Buenas noches, disculpen la tardanza. —acomoda su corbata y su sombrero bombín—. ¿Iniciamos?
«¿Qué?»
Miro a Tayler y me pongo tensa, sus ojos me escanean con furia mezclada con misterio.
—No estoy familiarizado con estás cosas —Tayler me suelta alejándose de mí. Me congelo con la mirada de luz que me regala Elton. Todos tienen trajes y vestidos elegantes—, pero estoy familiarizado con despertar a tu lado, con besar tus labios, estoy familiarizado con embestirte dos semanas sin tregua. Estoy familiarizado con oírte dormir, con calmar a los demonios que te atormentan, y que aunque sea yo uno de los más grandes, sólo yo pueda darte paz. Me veo familiarizado a tu lado, y por eso —flexiona una rodilla—: por eso me pongo ante ti, de rodillas. Porque así como tiemblan cuando me ven acercarme, yo tiemblo si no te tengo, y prefiero destruir a la humanidad que quedarme sin ti.
Los demás alzan la mano izquierda que tiene una cortadura en la palma. «¿testigos?». El hombre que tengo enfrente es un monstruo y no es amor lo que me unirá a él.
No puedo aceptar lo que sea que vaya a suceder.
Saca la mitad de un corazón aterciopelado, y lo abre. Sus ojos verde dorado me ciegan y el azul me envía un torrente de frío en la columna en lo que el negro me arroja a un sinfín de emociones.
—¿Me permites convertirme en tu esposo?
Algo frío está bajando por mi cuerpo, la bomba térmica explota dentro de mí haciéndome retroceder. El aire me falta, las manos me tiemblan, todo se vuelve lento. Hay un rubí en un anillo; tiene dos partes de un corazón separado, un rubí y una parte de verde dorada. Cómo si nuestras almas estuviesen atrapada en el anillo de oro que está dentro de los pétalos de una rosa roja.
Un sonido me hace voltear, las aspas de un helicóptero se escuchan mientras va bajando. Tayler se levanta, y yo me quedo quieta esperando que alguien me pegue un tiro.
Nadie hace nada, como si supieran quién diablos es ese de traje... entrecierro los ojos para dejar la visión al descubierto.
—¿Papi?
Miro a Aragon y no le interesa que estén llegando mis padres. Simplemente se hace señas con Elton que al parecer cambio de bando.
El helicóptero se apaga y veo a la mujer de vestido salmón con mi padre que trae un traje gris.
No pierdo el tiempo en correr hacia ellos como una niña de cinco años.
—¡Mami! —chillo tirándome a sus brazos abiertos—. Los extrañé mucho, mucho.
Mi padre me da besitos en la cara sujetándome la corona.
—¿Dijiste que sí? —pregunta mi padre.
Me separo un poco, tragando saliva.
—No, aún no —tiemblo no sé porque.
—Vine a decirte que puedes decir que no —acaricia mi mejilla mientras mi madre recibe a Vanessa en sus brazos—, y te subimos a esta preciosura —señala su helicóptero.
Vanessa solloza contra mi madre y Ostin también la abraza, ellos siempre fueron amigos.
—Muchacho —mi padre lo escanea—, creciste más de un metro.
—Anabólicos —se mofa Ostin y lo abraza.
Tayler viene a lo lejos, y la propuesta de mi padre me hace tragar.
Mientras ellos estrechan manos, se abrazan, parlotean yo tengo un nudo en la garganta. Porque no sé porque quiero hacerlo.
Los invitados se unen y las mujeres del Yakuza una vela a mis padres. No me muevo de mi lugar mirando la puerta del helicóptero, y también veo el anillo de matrimonio de mi padre. Ese que nunca se ha quitado, dice que no es porque siga enamorado, si no porque lo que sucedió durante el enamoramiento fue único.
—¿Papi? —susurro.
Él me sujeta de la mejilla, y los demás hablan y bromean entre sí, como si fuese una ceremonia más.
—¿Qué sucede, cariño?
—¿Siempre...: siempre me amaras?
La cara de desaprobación atraviesa el rostro de Walker, me atrae hacia él con un abrazo.
—Siempre mi amor... —aprieta la mandíbula sobre mi cabeza—, lamento lo de antes, yo prefiero mil veces verte viva y feliz. No importa de quién te hayas enamorado. —besa mi sien.
Me alejo. Observo a Tayler a unos metros que sigue con los invitados y sonríe a algo que dice Yakuza. Cada que sonríe se siente algo raro en mi estómago.
—No estoy enamorada —digo, y no lo miro. No quiero saber si miento—. Pero no es un sacrificio sangre estar a su lado.
—Te amo —besa mi cabello.
Mi madre está consolando todavía a Vanessa, y lo entiendo, yo no he sabido hacerlo. No puedo la verdad. No cuando mientras ella estaba así yo sólo pensaba en el hombre de traje que parece aburrido.
—¿Seguimos con la ceremonia? —dice el hombre del maletín.
Todos toman su vela encendiéndola. Poniéndose en un círculo, nos dejan a mí y a Tayler en medio de un maldito paisaje de ensueño, el pasto, las luces neutro con un ambiente oscuro y rojo, que lo hacen ver cómo caído del cielo e infierno.
Me remuevo en el pasto, arruinándolo un poco, recordando lo mucho que odiaba que lo hicieran en la casa del acantilado.
Tayler vuelve a su posición y toma la mitad del corazón haciéndome temblar con lo que mis ojos ven.
—Dijiste que veías estrellas —continúa—; yo también. Pero sólo cuando miro tus ojos, mocosa. Y no me interesa tu amnesia convenciera, ni tampoco el odio que dices tenerme. Sólo pude comprobar que pude hacerlo de nuevo, meterme a esa mente desquiciada —escucho risas. Un escalofrío me recorre—, siempre estás husmeando, siempre a la defensiva, estás loca, y eso me gusta. Me gustas tú, Lovely Walker. Todo lo que tengas, y lo que no, y si no lo tienes yo te lo doy, y si no existe, lo invento. Porque no hay nadie más a quien que me haga sentir lo que tú.
Abre nuevamente la mitad de corazón que se convierte en uno dejándome ver la sortija. Mi cuerpo se encuentra solo, porque mi alma acaba de atravesarme, saliéndose y entregándose al hombre que está con una rodilla en el pasto esperando una respuesta.
El corazón vuelve a latir después de tanto tiempo, no sé cuánto tiempo tardo sin respirar. Veo mis manos temblorosas y la llevo a mi mejilla con el ceño fruncido. «¿Lágrimas?»
—¿Me harías el honor de ser ese hombre que atravesó medio continente sólo por llevar rosas a una tumba falsa? —el pecho se me comprime. Elton se burla al igual que Ostin.
Mis padres son todo para mí pero no sé qué hacer con el hombre que niega a poner la otra rodilla en el suelo.
—¿Aceptas casarte conmigo?
El pecho se me comprime sin poder evitar que la sonrisa se me extienda, el tórax se me lastima por la maldita emoción que me abruma. Debería decir que no. Debería, yo no puedo unirme a él, ¿no? Pero se siente tan bien.
—Sí.
Su suspiro me hace reprimir una sonrisa. Se levanta con el anillo entre los dedos, retrocedo no sé porque mientras una canción suena a lo lejos y los acompañantes murmuran leyes en susurros: Unión y fuerza.
Desliza la sortija y me toma de la mejilla con una para con la otra mostrarme el anillo.
—Eres mía —susurra, relame sus labios.
—Sí. —asiento como si de una hipnosis se tratara.
—Mierda, Love —sujeta me rostro haciendo que las lágrimas me ardan en la garganta—. Dime que lo sabes... ¿lo sabes?
«¿Lo sabes... no?»
Fue lo último que dijo antes de perderme.
—Lo sé —deslizo mis manos hacia su cuello.
Estrella sus labios contra los míos regresándome la vida y el aire que no sabía que necesitaba, respiro de él, la saliva se me vuelve agua mientras nuestros labios se mezclan en una furia desesperada por tenerse. Sus manos viajan hasta mi cadera al mismo ritmo que envuelvo su cuello con mis brazos. «Sabe tan bien». Si lengua viaja dentro de mi boca así como la mía masajea la suya con una sonrisa que me hace frenar el beso. «¡Mis padres!»
Lo empujo poniendo mis dedos en los labios. A él no le avergüenza, pero no soy capaz de mirar a mi madre a los ojos.
—Puede seguir —dice Tayler con una mirada que me está quemando el vestido.
El hombre del maletín pone un libro que seguramente trae el nombre de los condenados.
—Los aquí presentes ya firmaron el acuerdo de confidencialidad, y con sangre, si alguna palabra sale de aquí la muerte será el resultado —advierte. Miro a todos que no se mueven, no sé qué sucede. Tayler me pone frente al hombre de sombrero que está en poniendo el libro como si fuese alguna ceremonia demoniaca—. Para unirlos sólo deben firmar el libro, después de esto, la presa será su esposa, y mujer en el tiempo acordado, no antes. Como también debe saber que sólo será la cun...
—Dejé la palabrería Marduck, sólo quiero firmar —dice tajante el anciano a mi lado.
El hombre asiente. Saca una pluma sellada. Y me la extiende. La saco de la caja de cristal y madera, me encamino al libro y Tayler me quita la pluma.
«¿Se arrepintió?»
Me pide la mano y entierra la punta de la pluma en mi dedo anular. El dolor me abre tejidos haciéndome suspirar.
—¿Quieres? —susurra para nosotros. Asiento sin saber porque mi cerebro actúa así.
Derrama la sangre de mi dedo en el papel cartón que tiene las letras de un matrimonio secreto. «¿qué?»
Hago lo mismo que hizo conmigo. No sé porque siento que no firmará, quizá la manera en que se acerca a la hoja, o la manera en que respira, quizá la manera en que mantiene presionado el papel...
—¿Señor, Aragon? —habla el hombre del maletín.
Sacude la cabeza en negación haciendo sentir estupida. Se endereza y firma devolviéndome la respiración al igual que a todos los invitados, o los malditos testigos de lo que sea esto.
—Los declaro ante la ley de la aristocracia, marido y mujer.
Miro a Elton y se enoje de hombros con los ojos llorosos:
—Siempre serás mi reina.
Sus labios formulan unas palabras que no puedo creer. Nos casamos ante la ley de la aristocracia. Tayler asiente agradeciendo la presencia de los invitados.
—Puede besar a la novia —dice el hombre y cierra el libro causando escalofrío del golpe.
Sonrío ante los ojos de muerte que tengo frente a mí, toma mis manos y se inclina. No estoy existiendo, simplemente estoy dando un beso cálido, lleno de luz que no sabía que ni yo tenía, me pego a él deseando más, porque cuando estoy cerca me derrito.
Sus manos deslizan hasta mis mejillas acariciando con dulzura, como si estuviese aforándome en cada tacto.
—Eres luz propia —susurra contra mis labios, agitado.
—Creí que no ibas a firmar. —niega con ironía dándome un beso en la nariz.
—No quería que creyeras que me caso contigo por sobrevivir o conveniencia —aclara.
El mundo no existe, sólo él y yo, rodeados de personas he sostienen velas y luz cálida que ya no odio.
—¿Entonces por qué? —el pecho se me desboca mirando su frente contra la mía, anhelando un beso más.
—Porque sé que lo sabes.
El aire se va de mis pulmones, mi corazón es preso de los latidos desbocados, el dolor en el tórax que me ahoga. Las ganas de gritar por euforia acumulada pero prefiero besarlo. Las manos me tiemblan queriendo mantenerlo cerca de mis labios.
—¡Bravo! —los aplausos de Elton me hacen separarme.
Avienta pétalos de rosas rojas y blancas, la cámara lenta hace lo suyo evocando momentos con cristales rotos. Me arroja a un jardín precioso, a un Tayler comiéndose una rosa blanca. No tengo idea de porqué sonrío. Pero eso hago, mi madre aplaude a las malas, mi padre limpia sus lágrimas y todos los demás aplauden. «¿Esa que hace aquí?»
Prefiero no estropear el momento.
—Un placer, Aragon —viene un el hombre del maletín.
Elton viene hacia mí cargándome como muñeca. Giro en el aire aspirando su aroma. Pero no quiero esto.
Me baja y mis amigos se vienen hacia mí dándome besitos. Mis padres hablan con Aragon y no quiero leer sus labios. Prefiero disfrutar de lo que sea que sea.
—¿Cómo te sientes? —le pregunto a Vann.
Ella asiente. Aún tiene moretones pero su belleza no se desvanece con eso, sigue siendo la chica rubia más hermosa de ojos azul pálido.
—Te quiero —la abrazo mientras acaricio su cabello suave. Maldito, va a morir por esto—. Siento mucho lo que te pasó.
—No quiero hablar de eso —oculta su rostro—, sólo quiero olvidarlo.
Asiento divertida cuando me abraza y empuja con los otros. Ver el panorama es difícil, Aragon se ve distinto a mis amigos, él porta traje, y armas en su traje, mis amigos no, ellos ríen y hablan de fiestas. La vida que debería de vivir, pero la que me toco me gusta, y aprecio que por este momento la balanza este justo donde debe estar.
—¿Entonces...? —Ostin me sacude—. ¿Te sirvieron mis consejos?
—¿Cuáles? —me burlo con malicia.
Me abraza y quito mi corona para que no se caiga. Elton habla con Vanessa y ella sonríe, sin embargo algo no la tiene tranquila, al igual que Ellie. Algo ha cambiado en todos.
El dolor de cabeza fuerte punzándome la frente. Trato de aguantar el dolor. Los recuerdos vienen con un dolor en el orificio de mi nariz. Pero es la última vez...
—¿Me permiten? —pregunta de mala gana este imbécil que al parecen tiene modales sólo porque es lo único que le inculcaron. Me mira con firmeza—. Necesito hablar contigo.
Asiento con el rubor ardiendo sobre la piel de mis mejillas.
—Ahora vuelvo.
—¿Quieres despedida de soltera atrasada? —dice Elton guiñando el ojo.
Aragon lo fulmina con la mirada pero a él no le interesa.
—También tú, guapo. —le avienta un beso.
Las cosquillas en mi estómago no dejan que me tome en serio el enojo disfrazado de Tayler. Le pongo la mano en el abdomen y y lo empujo para que sigamos. Me indica con la mano en mi espalda mientras veo que mis padres hablan con el hombre de lentes que está con Franck.
—¿Qué vas a decir? —pregunto cuando nos alejamos lo suficiente. La luz no llega muy bien.
Se tensa y mira hacia todos lados.
—Quiero que te vayas —sus palabras me golpean el tórax—, vete y disfruta de tu vida. Te puedo enviar a un lugar lejos de aquí, nadie tiene que saberlo. Si eso es lo que quieres.
No sé porque niego.
—¿Por qué?
—Porque la sangre que correrá puede ser la de los que amas y no quiero ver cómo te avientas de un acantilado para evitarlo —aclara—. No voy a permitirlo, y los mataría antes de que puedan llegar a ti en base a ellos.
—¿Esto no es para evitar una guerra inútil? —me frustro—. ¿Qué es lo que me ocultas?
—No puedo decirte, sólo no quiero... joder, no puedo perderte.
—No lo harás —doy un paso hacia él—, si va a haber sangre no me iré. No puedo.
—¿Por qué?
—¿Por qué que?
—¿Por qué tienes que ser tan terca, mocosa? —niega, mientras su sonrisa de medio lado va tomando forma.
—No lo sé, anciano.
Miro a los demás que ríen y beben, están en una fiesta, es obvio. No sé porque este anciano me habla de problemas. Bajo la mirada para toparme con el anillo, es perfecto.
—¿Qué estamos haciendo? —pregunto y alzo la mirada. La manera en que me mira, es esa de la cual Ostin hablaba. El brillo.
—Yo me aguanto las ganas de quitarte ese vestido, ¿y tú? —se cruza de brazos, remojando sus labios con malicia.
Cubro mi cara con las manos aguantando la sonrisa mientras muerdo mi labio inferior. Lo veo y sigue escaneándome.
—Quiero beber —cambio el tema para no terminar encuerada en medio patio.
—¿Te doy? —se acerca como si fuese un león.
—¿Qué?
—Lo que quieras, mocosa —me atrae hacia él con suavidad. Se unde en mi cuello provocando una descarga desde mi oreja hasta mi sexo—. Sólo pídelo.
Una carraspera me hace abrir los ojos que no sabía que tenía cerrados. Él gruñe estresado y se aleja dándome la vista de la tipa esa.
—¿Ya le dijiste? —pregunta. Él se tensa.
—No, y lárgate —espeta. Quiere hundirse nuevamente en mi cuello pero lo evito.
—¿Qué quieres?
—Sólo quería suavizar las cosas —dice y Tayler tiene la mirada asesina—, viviremos juntas. —me muestra la con el anillo de compromiso más desabrido que haya existido.
—¿Felicidades? —me mofo con un nerviosismo que no puedo describir.
—Ella es Angela —me dice Aragon—, es mi esposa falsa.
Me alejo de él sintiendo que acaban de echarme agua fría.
—No te alteres, por favor —me pide y niego. La furia me puede mucho mas que las ganas de hacer caso.
Me hierve la sangre enviándome una descarga de repudio.
—Mírame —exige pero no le hago caso—. Lárgate, Angela —ella parece satisfecha mientras mis oídos se vuelven sordos.
—Es sólo por negocios —puedo ver la burla de ella mientras se aleja—, soy una mujer, y con tanta catástrofe debe frenarte.
—¡Cállate, puta!
No sé en qué momento llego a ella pero una bofetada con la mano izquierda le llega en el instante que cambio los diamantes hacia la palma. «¿qué hice?». Me quedo ida viéndola, y las carcajadas de Aragon se escuchan al fondo.
—Te dije que te alejarás de ella —se pone en medio y la aparte a las malas. Se devuelve hacia mí—. No seas cardíaca, mocosa.
Lo empujo, una y otra vez. «Déjame odiarte». Me detengo y lo miro, no tengo ganas de recordar, pero cuando lo tengo cerca el pecho me colapsa.
—¿Qué soy? —lo miro temblando.
Yo no soy está persona, no soy esa Lovely. Veo a lo lejos a Angela que está siendo revisada por Rome que dice:
—Esa niña está loca.
Las palabras no me duelen, si no que es verdad, ¿por qué me pelearía por un hombre? Yo no haría algo así, no en mis cinco sentidos.
—¿Por qué te preocupa lo que piensen de ti? —pregunta pasando la mano por mi cabello, enviándome a quién sabe dónde.
—Yo jamás haría algo así.
Mi pecho duele.
—No dejes que te metan ideas en la cabeza —me toma de la mandíbula—, porque lo que sientes por mí no es una ilusión, y tampoco un pecado. —sus ojos me atraviesan llegando hasta el punto donde le creo todo—. Todos te subestiman, pero yo no, a mí me da igual que le arranques la cabeza, pero aún no.
¿Qué siento?
—¿Cuando? —mi lengua tiene mente propia.
Su sonrisa se amplía con una malicia increíble.
—No seas impaciente. —besa mi coronilla. Desliza la mano desde mi cintura hasta mi espalda debilitándome las neuronas—. ¿Quieres beber?
—Sí —asiento.
Nos dirigimos con todos y ya hay mesas acomodadas, mi madre y mi padre están en una donde hay un pastel rojo con blanco. «¿Por qué todo es así?», me pregunto. Sabe mis gustos pero me complace o simplemente también le gusta.
—¡Allá están los enamorados!
—Cállate, bufón —dice Tayler, tajante.
Sonrío el chico que trae mi cámara instantánea y Ostin tiene un micrófono.
Creí que las cosas habían cambiado, pero no, yo no soy otra persona, siempre he sido así, y creo que soy la única que no lo sabe.
—Júntense —pide Elton.
Jalo a Tayler que se largaba apretando el puente de su nariz.
Atrás de nosotros se encuentran las luces de pequeños focos rojos y grises, mientras la mesa central está adornada de copas y botellas con platillos, bocadillos, etc.
—¿Eres Tayler Aragon de Walker? —bromeo. Niega haciéndome saber que le divierte, me rodea la cintura y yo poso en anillo en su pecho, justo en su corazón.
—¿Estás feliz? —pregunta. Asiento como tonta aunque tenga la vista hacia él flash.
—¿Tú?
—La maldita palabra no significa nada si no estás.
No sé cómo hace que todo suene tan bien, o simplemente es porque en serio me está gustando.
—¡Mira a la cámara! —pide Vanessa.
Hago caso unos dos segundos después de mirarlo a los ojos, y darme cuenta de que quiero seguirlo viendo.
Sonrío.
—Sonríe, monalisa —le dice Elton a Tayler.
Curvea la comisura forzándose a una sonrisa.
—¿Crees que con el tiempo el dragón también quede pelón? —pregunto para nosotros.
La sonrisa se le amplía de manera genuina y hago lo mismo con las mariposas golpeándome el estómago. La foto perfecta.
—¡Quedo muy guapo, Señor Walker! —alardea Elton sacudiendo una foto y Vanessa toma una fotografía de rollo para enmarcar.
Los demás también piden fotos. Me tomo una con el Yakuza dejando que Aragon hable con el dragón. Una con mis padres, sus abrazos se sienten genuinos.
«¿Acabó de tener una puta boda sorpresa?»
Cho y el dragón me hacen compañía. Y después obligo a Tayler a tomar una mientras gruñe mirando la mano de Elton y Ostin en mi cintura. He llegado a pensar que obviamente son un amor frustrado.
Me entrega la foto y mis dos chicos favoritos acomodan un beso en mi mejilla antes de ir por bebidas.
—¿Por qué tus amigos son tan hambreados? —dice y los miro ante su pregunta. Están devorando la mesa de bocadillos—. Ya no los quiero en mi casa.
—Es una lástima —hago un puchero.
Guardo la fotos en la bolsa de gamuza para ponerla en el álbum después.
—También quisiera una foto —habla la tipa—. Empezamos con el pie izquierdo.
—Mano —corrige Tayler.
Le entrego la cámara de mala gana, hace caso retrocediendo para la foto.
—Quiero que sepas que no te odio —susurra para nosotras sonriendo—. Es difícil mantener a un hombre como Aragon, más cuando sus necesidades son peor que la guerra con la Bratva. —me quedo loca y sin ideas cuando se aleja al ver a Tayler—. Espero que podamos llevarnos bien.
—No me lo tomes a mal, pero definitivamente no nos llevaremos bien —escupo.
Tomo la foto y la meto en la bolsa de mala gana. Se la entrego a uno de los ayudantes de servicio mientras Aragon me pone la mano en la espalda con suavidad.
Camino a la mesa con su compañía. Me siento al lado de mis padres, y ambos lucen tranquilos, no entiendo la razón pero lo disfruto. Tayler se siento a mi lado, colocando su mano en mi pierna descubierta gracias al vestido.
—¿Como se conocieron? —suelta el dragón.
Mi padre se tensa, y mi madre agacha la mirada.
—Uhm... en una feria de Grecia —le cuento—. Cuando perdí la memoria olvidé quién es, y lo volví a conocer allí.
Tayler desliza más su mano y me recargo de la mesa para evitar que mis padres vean semejante acto.
—¿Han pensado en hijos? —pregunta después de darle un sorbo al vino.
Tayler sigue enviándome una honda de calor directo hacia donde va.
—¿Lo has pensado tú? —contraataco con mi sonrisa de angelito mientras recargo mi barbilla entre mis dedos entrelazados.
Cho se le queda viendo y él sacude la cabeza haciendo como que la virgen le habla.
—Yo te traje un regalo, Cherry —dice Franck que está frente a mí.
Saca una caja y Aragon con la otra mano empuña el arma con discreción.
La abre dándole paso a una daga de mango de serpiente con ojos de esmeralda.
—En la cacería la sacamos de un cuerpo —cuenta—, sabía que significaba mucho para ti —no sé porque llevo mi mano hasta mi collar—. Es tuya.
Mi sonrisa no se puede ocultar, es una sensación extraña, es como tener algo que sabes que es conocido pero aún no determinas que.
Aragon se detiene al notarla y no me interesa.
—Esto es demasiado dulce de tu parte —le aviento un beso y recibo la caja con la daga. Es una caja de madera y orillas de oro blanco.
—Sólo por ti. —se sienta cuando nota la tensión y me siento más feliz de lo que creí.
—Te daría mi regalo —dice Elton—, pero soy pobre y lo único que pude darte fueron las zapatillas de diamantes.
—Que modesto, majestad —asiento agradeciendo.
—Yo te di algo azul —levanta la mano Ostin.
«¿Mis bragas?»
—Eso lo puse yo —protesta Vann.
—Bueno, los dos —corrige Os.
—Yo puse el vestido —dice mi madre. Mis ojos viajan a la mujer que tengo a mi lado—. Fue el que use en una de mis presentaciones con la jerarquía. Nunca lo volví a usar.
—¿Es algo prestado? —mis ojos arden con las ganas de llorar.
Ella asiente sonriente.
—No podía dejar que no te unieras como dios manda —lo único que hago es unirme a ella con un abrazo.
—Te amo, mami. —me padre también nos abraza y besa mi coronilla.
—¿Cuando será la ceremonia? —pregunta al parecer el padre de Franck, una vez lo vi cuando no quería firmar el documento de intacta.
—No te importa —escupe Aragon—, no tengo ganas de que sepan cuando lo haremos.
—¿Cuál ceremonia? —miro a todos.
Están enterados, pero yo no y eso me frustra.
—La boda en la iglesia, y por la jerarquía —dice el hombre—. Se lanzará como hoy y mañana mismo estarse casando.
—Lo decidiremos después —Tayler me pone la mano en la pierna—. Tú arregla que tus víboras no se enteren nada el momento en que ella esté dando el sí.
—Eso es... imposible —se mofa con nerviosismo—. Todos los continentes asistirán a la ceremonia.
—Pues los amordazas, y los metes a un calabozo —simplifica. Saca una mierda rara donde beben los ancianos y se la lleva a la boca.
—Buenoooo —frena Elton—, no tengo ganas de hablar de problemas, vamos a divertirnos. La novia tendrá que despedirse de sus amigos.
—¿Entonces...? —miro a Ángela—. ¿Por...?
—Es prevención —me dice mi padre—. Todo está bien, cielo.
No les creo una palabra pero no tiene caso seguir indagando algo que no me gustará saber, al menos hoy no. Angela es... ¿qué es?
—Ya me quiero ir —susurra Aragon.
—Cálmate. —paso la mano por su pierna.
—No me toques —me aparta—, tengo ganas de quitarte la ropa enfrente de todos.
Me arde la piel de sólo pensarlo, y la maldita luz no ayuda, pero no importa porque yo también quiero que me la quite y eso me hace sentir tan estúpida.
—Amor —saboreo deslizando mi mano discretamente mientras me inclino.
—Joder, mocosa —susurra en un jadeo, inclina la cabeza presionando el puente de su nariz.
—¿Os? —rompo la burbuja de tensión sexual. Él me mira con un bocado de pastel en la boca—. ¿Karaoke?
—¡Genial, yo también! —chilla Elton.
—¿Qué harán? —pregunta el Yakuza.
—¿Sabes bailar? —pregunto.
Sonríe mordaz y mira a Tayler que se desparrama en la silla.
—Perfecto —aplaudo entusiasmada.
Me inclino hacia Tayler y tomo su barbilla, me deja ver sus ojos bajo esas cejas espesas y castañas, dorados con un verde que me quema. «Dios». Sus labios entre abiertos y húmedos me llaman.
Planto un beso que me deja sin aire los pulmones, la maldita agonía, la necesidad de quedarme pegado con él, el pecho me duele con el ardor que me provoca seguir besándolo. Mete su lengua a mi boca, dando ligeros masajes feroces que me marean mientras me incorporo aún quedando a la perfecta altura. Desliza su mano entre mi vestido para meterla detrás de mis muslos, justo de bajo de mi trasero.
—¡Ya suéltalo! —grita Elton.
Sonrío contra sus labios y él hace lo mismo negando.
—¡Te estás ganando un tiro, bufón!
Le doy un beso a mi padre en la cabeza y dirijo a parte de una tarima con arreglos de rosas y raíces artificiales. Hay una bocina y micrófonos. El Yakuza se despoja del saco.
Me acerco a Ostin que enciende la bocina buscando la canción. El lugar se inunda de Bruno Mars– Locked out of heaven.
Invito a Vann y se levanta con su vestido azul cielo, parece una princesa. Nos ponemos todos a cantar, y Elton canta a todo pulmón, el Yakuza hace lo mismo. Los botones de su camisa brincan cuando la arranca de un tirón.
Aragon se recarga con los codos en la mesa. Cabello perfectamente peinado, con el puño en su mandíbula que forman sus dos manos, esa sonrisa mordaz y ojos oscuros que brillan enviándome una onda de calor. La canción me hace vibrar, la siento en los huesos y sólo por él.
—¡Te amo, Aragon! —grita Elton—. Está va por ti.
La música cambia de un momento a otra y la pista le abre paso a Elton con un Phonk mexicano que me retumba los tímpanos.
Los gritos se escuchan por parte de Cho, y... «¿Rosemery?». No me di cuenta de cuando llego, esta al lado de Aragon.
El Yakuza se le une sin pudor alguno, como si fueran un maldito equipo. Se ve muy bien el maldito Makris. Pasea las manos por su cuerpo ganándose los aplausos de todos, excepto de Ellie. Vanessa revisa su teléfono y siempre con un brillo en los ojos.
Disfruto del baile mientras mis padres aplauden. Bailo hasta que me canso, me suda el pecho, todo se me eleva. Cierro los ojos disfrutando de las notas musicales que me ponen a bailar con Vann, Elton, Os, y Ellie.
No tengo idea de adónde dejé mi corona y lo noto al tocar mi cabello. Sigo bailando y me dirijo a la mesa tomando la primera botella que encuentro. La piel me pica, veo a mis padres y no les extraña, siempre he sido así.
—¿Quién es mi novia favorita? —Elton viene hacia mí y me rodea la cintura para dirigirme donde está el Yakuza con una de sus mujeres, y mis amigos ríen, los demás beben y ríen—. ¿Te sientes bien?
Asiento viendo borroso. Los tacones se entierran en el pasto pero no los quito.
—Quiero bailar —saboreo más ebria que la mierda.
Él asiente. Veo a Tayler y tiene a la perra esa hablándole al oído. Él asiente y sonríe.
Se me hierve la sangre de sólo pensar en ellos dos...
Bebo de la botella ignorándolos. Me pongo a bailar con Elton sin pudor alguno, me pego a él ganándome la mirada de ese mentiroso, pero no me interesa, me gusta mucho bailar, Elton masajea mis piernas mientras la música se apodera de nosotros.
Pongo mis manos en su cuello, él coloca las manos en mi cadera disfrutando de las notas.
—Espera —jadea—, me va a matar.
Me burlo dando la vuelta, rodeo su cuello y sigo bailando mientras mis amigos hacen lo mismo, las mujeres del Yakuza y el dragón están bailando, Vann con Yukimura y mis padres hacen lo mismo divirtiéndose un poco. Bailan dando giros y se abrazan. «Les duele», pienso.
—¿Te da miedo? —hago puchero a sus ojos zafiro.
—¿Cómo podría? —se encoge de hombros.
Me recargo a su pecho cuando la melodía cambia y veo a Angela poniéndole la mano en el pecho, deslizándola hasta su hombro. Él la aparta mientras sigue hablando con Rosemery que tiene al lado a Franck. Cierro los ojos mientras Elton masajea mi cabello.
—¿Estás triste, muñeca?
—Sí —digo abriendo los ojos llenos de lágrimas—. Esto no se siente real.
Seguimos dando vueltas, me detiene y toma mis mejillas para dejarme ver ese rostro de príncipe que tiene.
—Lo es —asiento—, y debes estar preparada.
—¿Para qué? —suspiro tratando de entender porque están haciendo todo esto.
—Para ir a mi coronación —sus ojos se cristalizan.
—Elton... —el mundo desaparece, y no puedo hacer más que abrazar a sus ojos tristes—. ¿Será Vanessa?
—Sí —me aprieta—. Lo haré ahora.
Niego repetidas veces. Él no quiere esto, él no quiere.
—Pero tú no quieres —me separo—. No la amas.
—¿Importa? —hace una mueca de ironía.
Lo jalo conmigo fuera de la pista, el mareo sigue pero no me detiene, lo llevo ignorando a los demás, incluyendo a Tayler que discute con Angela y el hombre de lentes.
Prefiero no intervenir porque ellos ahora no me interesan.
—Mierda —me suelta Elton. Se pasa las manos por la cabeza—, me duele el pecho —se aprieta el pecho negando—. Love, yo...
—Shhh —lo sostengo de la cara—, dime. ¿Por qué tienes que hacerlo?
Niega y respira con tranquilidad.
—Porque sólo así podré cuidar a Ellie —solloza. El pecho se me parte por verlo así, llorando por su hermana—. Es lo único que tengo, y... mierda, la quiero, Love... la quiero muchísimo.
Me abrazo a él tranquilizándolo.
—Está bien.
Sus sollozos quedan en mi hombro.
—¿Por qué? —me aprieta al grado de asfixiarme, está temblando—. ¿Por qué tiene que ser difícil?
—¿Qué planean? —inquiero tallando su espalda.
No veo a los de la fiesta, sólo escucho risas, y nosotros nos ocultamos.
—Una guerra —susurra—. La monarquía.
Las palabras de Elton me abruman, y entonces lo entiendo.
Una guerra sacara cosas a la luz, cosas que pueden perjudicarme, tanto a él como a mí. Está boda es secreta, una boda de sangre, que me une a Aragon aunque no estemos casados por la jerarquía, y la esposa falsa bien podría ser un as que aún no comprendo.
Por eso mis padres están de acuerdo, ellos saben que lo engañé y éste garantiza que la lucha será justa. La pregunta es. «¿Por qué no nos dejan?»
Ya estamos juntos, no tienen nada que hacer. No pueden...
Damon...
Él y sus malditas ganas de joderme, de hacer crecer su orgullo. Él y siempre él.
Nota:
Bruno Mars cantando Locked Out of haeven para Love y Tayler.
Es su canción.
❤️🫰🏻
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