Capítulo 29
Lovely Walker.
Mano negra.
Despierto más molida que el pan que usa Odelia para las milanesas de pollo. Cuando abro los ojos tengo a Tayler con la pierna encima de mí, ya no sé qué hacer porque no hemos salido del cuarto en días, y ya me duele el utero de soportar la bestia que carga entre las piernas, pero por alguna loca razón estoy aquí, quieta viendo cómo tiene la polla gruesa parada y lista para introducirse dentro de mí, cosa que, me gusta. Paso mi pulgar sobre la punta rosa que está dejando ir una gota que llevo a mi boca no sé porque, él no me deja chupar mucho, pero el sabor y el olor hacen que la nariz me pique y que mis pliegues se humedezcan.
Sigue con un brazo sobre mi abdomen y el otro está debajo de mi nuca ya que lo uso de almohada, su cabello castaño claro se pega a su frente, y siempre parece húmedo, no sé si sea un regalo de Afrodita pero lo veo más bien como un regalo demoníaco. Reparo sus tatuajes y las cicatrices que lo caracterizan por todo el cuerpo. La más reciente la tiene en la pierna y no entiendo porque no está vendada, pero luce bien, supongo que siempre se corta.
La que más odio es la que tiene en el pecho, justo debajo de mi nombre, y lo caracteriza el número uno. Por las costillas tiene rasguños que se asemejan a los míos, supongo que son azotes.
Su piel se eriza con mi tacto y el miembro se le mueve. Cómo siempre no me muevo tanto, sólo me inclino hacia las palpitaciones y la necesidad carnal casi bizarra que me corrompe, ubico su miembro en mi canal y con rapidez curvea una sonrisa de medio lado, eso me hace saber que sabe a lo que voy.
En las mañana se siente delicioso, es como si ya estuviese preparada para la necesidad que me corrompe el espiral, me pongo de lado y él se sube sobre mí quitándome el paso del aire.
—Oh, Joder —jadea—. Cada día estás más malditamente deliciosa.
—¿Sí? —gimoteo entrecortada por la falta de aire mientras su cuerpo hace fricción en mi espalda y besa mi hombro, muerde y chupa mi labio obligándome a hacer una maniobra con el cuello.
No me veo debajo de él pero eso me excita más, lo espasmos llegan con rapidez, ya no aguanto nada, este hombre me tiene a la deriva, y no me interesa. Quiero estar aquí para siempre.
—¿Quieres que ponga a todos a tu merced? —gimotea besándome.
Me da la vuelta y no me deja respirar porque quedando de frente vuelve a meterse dentro de mí avivando el orgasmo de quinientos kilos.
—¿Qué quieres, eh? —reparte besos por mi rostro y me aferro a su hombro y cuello.
Siempre huele bien, a loción y un olor a hombre que me enciende por dentro.
—¿Qué te gusta? ¿Qué te compro? —jadea contra mi boca abriéndome paso hacia las estrellas.
El estómago me traiciona envolviéndolo desde mi epicentro cuando comienza la tormenta y el me besa con fuerza dejándome sin aire mientras mi mente queda en blanco para babear sobre su boca húmeda.
—¡Sí, sí, sí! —cantoneo chillando.
No sé porque lloro de lo rico que se siente.
—Mocosa... —arremete con fuerza dejándose llevar después de mí—. Dime qué quieres y te lo doy.
—Café con vainilla —digo entre risas.
—Te compro una puta empresa que lo haga —gimotea haciéndome reír entre espasmos, y jadeos que me dejan ciega.
Embiste con fiereza y su miembro no baja ni un poco mientras yo ya me estoy desmayando, pero por más. Cae sobre mí y me acuna de nuevo, me hace reír y acaricio esa cicatriz un poco, sin embargo me quita. «Tu tacto me quema», me recuerdo. Sé que aún le duele mi traición pero a este grado ya no recuerdo ni quién soy.
—¿Por qué me preguntas qué quiero?
Suspira y entrelaza su mano con la mía haciéndome ver que tan grande es. Mis dedos largos son lo único que se defiende al igual que mis uñas puntiagudas.
—Porque quiero que sepas que no hay cosa que quieras y yo no te pueda dar. —acomoda un beso en la cicatriz de mi muñeca que progresa poco a poco.
—¿Qué darías por mí? —digo dulcemente y coloco mi barquilla en su pecho.
Quita mis mechones de cabello del rostro y me pierdo en el verde dorado de sus ojos. Pero aún más en las anomalías que se carga en cada uno. Es una maldita deidad.
—Todo —responde a secas.
La sonrisa se me borra al ver que en sus ojos no hay una pizca de ironía.
—Yo te daría un hijo de Manchas —le presumo—. Se enamoro de un gato salvaje y dará bebés.
—¿Por qué todo se parece a su dueño? —frunce el ceño.
Le palmeo la mejilla y lo señalo.
—¿Qué quieres decir?
—Que al menos Manchas le da tregua al gato —sus palabras terminan en una carcajada y me indigno sentándome sobre mis talones.
—¿Qué tan poco aguantas, anciano? —me cruzo de brazos.
—¿Cómo me dijiste, Mocosa? —se queda incrédulo.
La sonrisa me deja ver sus dientes relucientes largos y afilados con sus fracciones recalcadas que emanan fuerza. Es como un puto centauro de la mitología.
Comienzo a negar y me envuelvo en la sábana corriendo, me atrapa antes de que pueda dirigirme a la perilla y me avienta hacia la cama. «Jesucristo, ayúdame» se masajea el miembro y me pone a retroceder en la cama.
—¡No...! —chillo con los pliegues empapados.
—Relaja la pelvis, mocosa —me agarra de los pies y le doy una patada plantándolo al suelo.
Mis carcajadas se escuchan por toda la casa y de un salto se levanta dejándome verla de una manera desquiciada. Corro hacia el barandal y me atrapa dejándome medio cuerpo colgado.
Veo a Félix, y a un...
—Malditasea —gimoteo cuando aprieta mi cintura y su lengua limpia mi entrada.
—¿Anciano? —se burla hacia chasquidos con la lengua como si fuese una ardilla.
—Sí, anciano —lo reto aunque veo todo de cabeza y siento el frío golpeando mis pulmones en en barandal.
Ninguno le los soldados voltea, y eso se debe a que no pueden, no deben porque eso les daría un ticket a la muerte.
Mis mañanas siguientes se dividen entre no dejar de gemir, orinarme cuando golpea con fuerza; comer, dormir, y sexo.
Aún no respondo su pregunta pero no me ha dicho nada así que supongo que a él también lo tomo por sorpresa, me lleva de compras al pueblo porque dice que necesito dejar de estar de llorona porque no tengo una cámara, así que, me lleva a comprar una nueva y muchos rollos que pongo en un carrito.
Llevo los antebrazos recargados mientras meto tampones, y toallas. Las pastillas se acabarán y Rome va a ir a ponerme un dispositivo por cualquier cosa. El hombre de pantalón de vestir y camisa abierta con magas arremangadas me mira asqueado porque llevo todo menos lo necesario. Según él.
—¿Para qué necesitas eso? —agarra un suspensorio. Lo manoteo.
—Deja eso —lo regaño.
—No me hables así, mocosa —me toma de la barbilla y hace que mi carrito se escape.
Se ve demasiado bien así.
—Meow. —le doy una lambida de labios.
Sacude la cabeza confundido y se aleja cuando recibe una llamada de un número que conozco. Últimamente recibe llamadas de él y de un número que no conozco pero ya memoricé.
A ver... repasemos, llevo; regaliz, sobres de vainilla, tampones, suspensorios, cepillo de dientes, utensilios para mí, y algo para manualidades, pinturas de uñas. Cheetos, una que otra frutita roja y condones. Muchossss condones.
No sé porque pero él los usa cuando lo hace por detrás, sólo lo hemos hecho tres veces, y es amable, primero comienza a abrir poco a poco y después simplemente me pierdo.
Sacudo la cabeza cuando estoy comiendo moscas, lo veo discutiendo de espaldas, mientras me deslizo poco a poco en el carrito tratando de no hacer ruido, los pasillos son amplios y las cajas están vacías porque no hay mucha gente a esta hora y entre semana, mueve ligeramente su perfil y veo que quita los lentes de sol frustrado aplastándolos con las manos haciéndolos trizas.
No pierdo el tiempo yendo hacia él pero me detengo en seco.
—Mátalos y ya —escupe—. Sus padres la van a vender si se les antoja, necesito que... después te llamo —cuelga y gira lentamente hacia mí con la furia de mil dioses—. Dame el motivo de tu maldita estupidez humana, mocosa.
Frunzo el ceño.
—En mi defensa lo que sea que hice en esa fiesta no fue provocado —digo con orgnorancia—. Ese tipo se me acerco.
—¿Qué? No hablo..., ¿quién?
—¿Qué sucede? —pregunto cuando veo que su enojo es real.
Por alguna razón este tipo de cosas siempre me dan miedo y hacen que mi corazón duela al latir.
—¿Por qué les dijiste que me engañaste? —guarda el teléfono antes de convertirlo en polvo.
Su mano sangra y veo que es por el lente. Félix está lejos pero trueno los dedos mientras trato de acercarme al hombre que me aleja cada que trato de acercarme.
—Lo siento, no sé porque el problema, sólo quería que supieran que no me quieres muerta —confieso. Félix se detiene al ver la sangre—. Paga por favor —saco la tarjeta que traigo en el bolsillo trasero. Me la dió porque odia comprar.
Él asiente y se marcha sin muchos peros.
—Ya no sé si hice bien en dejarte vida —su voz fría y cruda me cierran el paso del oxígeno—. Este será otro problema que debo limpiar.
—¿Qué quieres decir con limpiar? —se me quiebra la voz.
—No voy a esperar a que te vendan —espeta—, no voy a dejar que te alejen de mí.
—Eso no va a pasar, no seas tonto —me rio nerviosa.
No sé hasta dónde podrían llegar mis padres.
—¿Qué tan malo es?
Niega y trata de caminar pero lo detengo sintiendo que ahora si la cague.
—Dime que hago —trato de tocarlo y me lo niega
—Me hace sentir estúpido, no soy un crío y aún así caí, no sé cuántas veces puedo caer por ti —me rodea la cintura—, porque tengo el maldito mundo a mis pies, y lo único que quiero es a ti. Soy capaz de dejar todo por ti y eso aún no lo ves.
Sus ojos se pierden en los míos, y el pecho es preso de una estampida de unicornios voladores, de pegasos con cuernos y flases tomando la foto de este momento en que quiero decirle "si".
—Hay que huir —propongo—, nos vamos a una isla donde nadie nos conozca, y vivimos allí por siempre como los salvajes que somos —asiento supliendo la sonrisa de burla.
Curvea la comisura de sus labios con ironía y mi corazón se relaja.
—Si no te deseará tanto, ya te hubiese cerrado el paso del oxígeno yo mismo.
—Ya lo has hecho muchas veces esta semana —reprocho y acomodo su frente con la mía para dejar ir un besito en sus labios—. No seas tan gruñon, anciano.
—Deja de decirme así, mocosa. —me le safo ignorándolo, y brinco por el pasillo hasta estar lo suficientemente lejos.
—Ok, anciano —aviento un beso y echa la cabeza hacia atrás aburrido.
Félix conduce y yo me ocupo de la mano del hombre que mira por la ventana. Con lo que compré puedo hacerlo, y le pongo una bandita de gatitos.
—Como nuevo. —beso su palma y se gira hacia mí con el ceño fruncido viendo lo que hice.
—Graduada de enfermería.
—¿Cómo sabes? —entrecierro los ojos y niega resoplando.
—¿Realmente lo dijiste por eso? —pregunta sin mirarme, sólo mira la ventana.
Me recargo de su brazo y entrelazo nuestros dedos, no me responde pero no me quita.
—Sí, sólo quería que supieran que no me matarías —confieso—, creo que siempre estuve tranquila con ello. Sin duda creía que me torturarías, pero no fue así.
—Ya no puedo hacerte más daño —susurra—, hice suficiente antes.
Agacho la mirada evocando el recuerdo de sus ojos llorosos, y yo asintiendo mientras...
—¿Quién dices que se te acercó? —dice y me mira rompiendo mi nube negra.
—Un hombre que quería bailar —le cuento—, pero me asqueó cuando se puso de enconoso.
Se burla con discreción, no sé si no le dan celos o porque sabe que yo no soy de mentiras en estás cosas.
—La canción... —carraspea tratando de no ser tan directo y pone presión en el agarre aunque su mano esté cortada.
—Sí —asiento. Sus ojos me miran con sed, y la manera en que escanea mi pecho me hace revolcarme en rosas.
—Quiero llevarte a Sudamérica —comienza jugueteando con mis dedos como un niño pequeño—. Quiero que conozcas a unas personas increíbles, me enseñaron un par de cosas, y de allí viene tu yegua loca.
—Mi nena no es loca, sólo sabe con quién.
—Fui un tiempo cuando quise escapar de mi padre, y después cuando estaba en la cárcel...
—¿Salías de la cárcel? —frunzo el ceño.
Creí que lo sabía todo pero no.
—Sí, salía seguido, pero el más largo fue allí, estuve casi un año —me cuenta con un brillo. Suspira y me envuelve con el brazo para sentarme en su regazo. Extiendo los pies en el sofá—. Estuve allí y me enseñaron se lengua, costumbres, me enseñaron a cazar, pelear, y todo eso por simplemente suministros de comida.
Parece que se divirtió pero.
—¿Por qué no venías por mí? —no entiendo el fin de mi pregunta.
Él acaricia mi cabello y suspira negando.
—No quería —concluye, y la sensación es rara—; no podía ir por ti. Sólo quería que vivieras, incluso quería que fueras feliz, en su tiempo lo quise.
—¿Y después?
Sus ojos viajan a mis labios y el calor en mis mejillas es notable cuando trago grueso.
—Seguí el aroma de mi presa —susurra acercándose a mis labios—, era adicto a la manera en que me retabas, como me asechabas sabiendo que tú eras la que debía correr.
—¿Te puedo traer problemas? —cambio el tema con el cambio térmico.
—Nada que no pueda solucionar. —me acomoda un beso cálido que casi saborea. Me acomoda con mi cabeza en su hombro y veo como su pecho se eleva.
El corazón le retumba con fuerza y lo rodeo del cuello dándole besitos en la cara, no sonríe pero no me quita.
No sé cuántos llantos me costo terminar así pero joder, no saben lo que valió.
Elton Makris.
—¡Ya te lo dije! —grito a través del teléfono.
—¿Qué dijeron?
—La quieren —le digo tratando de concentrarme en la imagen que tengo en la laptop.
Es Lovely en el club en el tubo, está pegada a la cabeza de un muñeco mutilado. Revisé las cámaras del lugar y evidentemente hay un sospechoso, cosa que, me pone a pensar. Lovely lo rechaza y se va justo antes de que Tayler llegara pero regresa después de que se va. Eso me hace pensar que las calaveras estaban a cargo. Esto está dirigido por la Bratva y a su líder.
—Mátalo y ya —me escupe—. Mata a todos si es posible, no quiero que arruinen mi armonía.
—Oh, sí, no te preocupes yo me encargo de... ¿estás loco? —me exasperó como nunca—. ¡La quieren! Y Damon sigue con lo mismo, ya traté de hablar con él.
—Mátalo —ordena—, los padres no sé cuánto tiempo van a seguirme dando problemas, pero si hablan mátalos. Córtales la lengua y los dedos, tampoco quiero que ella te odie por quitarles la vida.
Paso las manos por mi cara con frustración porque en serio que este hombre es de ponerse a reflexionar.
—¡Damon me da un dolor de bolas insoportable porque dice que la quiere comprar, ya que según tú te casaste! ¿¡Por qué mierda creaste ese rumor en ella!? ¡Sus padres lo saben!
—Mátalo y ya —insiste frustrado—, sus padres la van a vender si se les antoja, necesito que... después te llamo.
Me quedo inquieto y perturbado, al parecer ahora son una familia feliz y no quiere que lo moleste cuando hace unos días casi se le muere por un ataque de celos, yo nunca entenderé tal cosa.
Camino a mi habitación y Vanessa está recogiendo sus cosas porque debe incorporarse a las clases. Yo necesito aire o no sé, necesito morirme quizá. Los calaveras son unos exiliados con leyes propias, y por lo que he visto la jerarquía los apoya a más no poder. Ya han pedido directamente a Lovely y cuando está marcada lo está.
No sé qué diablos hacer, ni cómo hablar con ellos, les importa muy poco el dinero y mucho menos mi corona...
—¿Por qué tienes esa cara? —me pregunta la rubia.
—La jerarquía siempre ha respetado mi corona —deambulo—, ellos la respetan porque tengo el poder a mi merced, los continentes me apoyan por el simple hecho de ser un heredero y un guerrero. No importa qué lugar pise, yo siempre tengo acceso...
—¿Se supone que siempre es así, no?
Sonrió asintiendo y me siento en el escritorio pequeño en forma de U, enciendo mi laptop y tecleo lo que buscaba. El guardia de seguridad. Vanessa se pone en mi espalda al notar mi desespero.
—Excombatiente del FBI y de la fuerza aérea —dice cuando veo el perfil después de ponerlo en el identificador.
—¿Las calaveras tienen a la ley de su parte? —pregunta confundida.
—A la jerarquía y personas que no aceptan un no por respuesta... —dejo la frase en el aire rogando que no haga nada fuera de los cabales.
—¿Quién es él? —señala con el dedo volviéndome a enfocar en las cámaras.
Hay muchas, y allí está el tipo que habla con Lovely siempre está de espaldas, y cuando se marcha no voltea, evade la vista. Tiene un moño sujeto detrás, es robusto, similar a un soldado, no parece un cualquiera y eso me mortifica.
—¿Tienen audio? —pregunta ella.
—No, este lugar cuida a sus invitados, las cámaras se pusieron luego de que alguien matara con una katana a más de diez —le explico—, supongo que no se quieren arriesgar.
—¿Ese hombre es el líder de las calaveras? —me pregunta sentándose sobre mí.
No me molesta así que la dejo.
—No, su líder es mucho peor, le dicen el vikingo —le cuento buscando fotos del hombre—; hace años que no se le ve, la última vez fue fotografiado en un evento de la jerarquía donde pagaba por los servicios de Abby, la prima de Tayler. Dicen que él la violaba repetidas veces, incluso la reclamó como suya porque era Virgen.
—Estos hombres y sus reclamos... ¿Damon no la podría reclamar? —me mira asustada con esos ojos pálidos—. Él fue...
La corto antes de que siga, porque obviamente no sabe una pizca.
—No, hubiese sido así si Tayler no hubiese hecho lo que hizo, se aseguró bien de qué nadie la tocara, la marcó, poseyó y bebió de ella —digo tragando un sabor amargo—, de no ser así ella hubiese terminado como Abby o peor.
Mira la foto del vikingo y se echa hacia atrás.
—¿Por qué se parece a Tayler?
—No digas eso nunca otra vez —la sujeto de la mandíbula no sé porque con tanta violencia.
Ella se asusta y la suelto.
—¿Qué sucede? —pregunta.
—Me voy a infiltrar a su mafia —le suelto—, soy un rey rebelde, todos lo saben, sólo necesito que vean que realmente estoy de su bando.
Ella asiente con ojos cristalinos.
—¿Entregarías a alguien importante para ella? —su pregunta me da un golpe al tórax.
—Estás mal —acaricio su rostro—, yo no te entregaría para salvarla, y dudo que quieran negociar, la quieren a ella, y contigo sólo la estarían atrayendo.
—No quiero que Lovely pase más mierda —concluye y sigue mirando la foto—. ¿Crees que el tipo que estuvo allí sea algo de él?
Comienzo a negar sin sopesarlo.
—Ya no tiene más familia —le informo.
—Pero tienen similar estructura ósea —hace una mueca y comparó las fotos—. Lo he estado estudiando por mis proyectos de derecho.
Ambos altos, uno más delgado que otro, brazos anchos y cabello recogido. Del vikingo se sabe poco, no hay mucho de él después de lo de Abby. Ella era muy dulce, y amable, es una lástima.
Paso mi tarde deambulando sin mis guardias y recorriendo los lugares del sur, me sumerjo al sitio de Eggy y sus peleas clandestinas. Las calaveras tienen algo similar, son peleas a muerte en lugar de peleas hasta caer. Vanessa se queda en la facultad del centro de la aristocracia que está en Londres, prefiero tenerlos allí que siendo el cebo para que Lovely salga de su cuento de hadas con el mafioso.
Yo nunca he sido tan amable con nadie, pero ella... es mi amiga, no sé porque pienso que daría la vida por mí, creo que siento que le debo algo al evocar cuando iba a ser violada y aún así no quería decir quién la había ayudado. Por su silencio sigo con la lengua completa, sabra Dios que mal castigo me hubiesen dado, y aún peor apoyando el engaño a Tayler.
Jamás en la historia se ha visto tal cosa, y menos que él se lo perdonara dejando vivir a su amante, a sus cómplices, menos sabiendo el infierno que es conocerlo.
Cruzo la puerta y veo a Eggy bebiendo con una pelinegra mientras la pelea sigue en el sótano amplio.
—¿Qué haces aquí? —frunce el ceño.
Llevo mi uniforme de capitán de la aristocracia, azul y negro con bordes rojos y mi característica boina.
—Vengo a hablar contigo —digo con firmeza mientras la pelea sigue.
—Ya me metí en problemas con la jerarquía por darles libre paso a ti a la chica —me suelta y me aturde pero prefiero actuar como si nada.
Se supone que no se sabe.
—¿Qué problema? —pregunto y con ojos llorosos me muestra su pie inexistente.
—Según ellos yo sabía lo que planeaba ella con el tipo misterioso —se burla y toma una muleta.
—Eggy...
—Ahórratelo —me frena arrugando la nariz y pasando la mano por su calva mientras la chica se levanta.
Me indica que lo siga por el pasillo de regreso hacia el local.
—Debes alejarte de esta zona —me aconseja—, la jerarquía de volvió loca, y las calaveras están afuera de las tumbas.
Pongo atención a sus movimientos corporales y no capto mentiras. Mi entrenamiento como Ranger me da un súper poder que ahora mismo me está causando miedo.
—¿También viste que la quieren? —pregunto pasando mis manos detrás de mi espalda.
—Todos la quieren —me frena enmedio del túnel—. El demonio también, y el vikingo.
—Tú tienes contacto con ellos, dime cómo llegar —le pido.
Niega temblando.
—La jerarquía planea algo, pero las calaveras se la van a arrebatar de las manos —me comenta con el miedo corriendo por sus ojos—. El mal del vikingo es peor que el de Aragon.
—¿Eh? —me rio con ironía.
—El vikingo busca venganza mientras que el demonio y la serpiente de siete cabezas sólo quieren mantenerla con vida, ¿quién crees que gane?
Suspiro tratando de no romper lo extraoficial.
—Dame a una chica —le pido—, llegaré a ellos así.
—No negociará con chicas, la quieren a ella —dice con firmeza.
Algo hace click en mi subconsciente, mi mente se prepara para la acción y en menos de nada ya le estoy apuntando con un arma, unos hombres vienen de ambos lados pero descargo el arma hacia la parte de la salida usando a Eggy como escudo en la trasera mientras lo tengo del cuello gritando que no le disparen.
Sólo escucho mi corazón latir con fuerza y el olor a pólvora combinada con casquillos resonando el suelo me hacen temblar de gusto porque, hacia tanto que no entraba en acción. Lanzo una granada de humo despistando a los que vienen detrás y arremeto sobre uno llevándolo al suelo cuando empujo a Eggy hacia los que vienen detrás, descargo mi arma en su cara y saco las granadas lanzando a quema ropa contra los que vienen detrás ya que, los cuatro que venían de frente están en el suelo con disparos como coladera en el cuerpo.
Corro llevándome al más flacucho conmigo en la huida, salgo y me concentro en el perímetro, hay dos guardias esperando, no puedo llamar a mi seguridad, esto merece explicación y no la necesito. Saco el arma con dardos mientras preparo el silenciador y el que traigo arrastrando se queja como nena.
Traigo el corazón a reventar y las manos llenas de sangre, el olor me llena las fosas nasales llenándome de asco. Analizo el área y deutralizo a los que están de guardias. Caen de costalazo mientras que los de atrás siguen saliendo, y activo los explosivos que aventé ahuyentándolos antes de salir.
1...2...3..., cuento mientras arrastro con sigilo al hombre que deja un charco de sangre por la herida de pierna y brazo. La explosión me avienta contra la pared y caigo sordo sobre el hombre que se supone que debo sacar.
Entro a la oficina de Eggy y me encuentro para sumergirme en el túnel. Me duele la cabeza y los oídos pero sigo en lo mío. Bajo las escaleras y activo mi auto hacia la alcantarilla que me dirijo el túnel, no hay absolutamente nadie, y eso me eriza la piel.
Emprendo el camino a la salida que me hace presión en el pecho. Disparos se escuchan cerca, y las ganas de gritar me quieren atravesar. Coloco al tipo en mi hombro y comienzo a trotar con él mientras veo que mi auto ya llegó al sitio. Unas pisadas se escuchan hacia dónde me dirijo, golpes, disparos con silenciador y me embriago de adrenalina con el corazón palpitándome sobre los oídos.
Preparo la granada de humo, la suelto cuando los pasos silogos se asoman comiendome las manos. Suelto al hombre y salgo tirando un cuerpo con la nube de humo.
—Papi —ronronea en un jadeo ahogado por el golpe.
No sé porque me palpita el sin hueso y la suelto empujándola contra el charco.
—¿Qué haces aquí? —la ignoro subiendo al hombre a mi hombro.
Escucho ruidos de persecución y me apresuro a jalarla conmigo.
—Noté que te llevaste el uniforme, y el localizador me envió directo hacia ti.
—¿Conoces los castigos de invasión a la privacidad de un superior?
—Cinicis... —la jalo con fuerza mientras nos desviamos a unas rejas que llevan a un calabozo.
El hombre se queja y lo suelto para que me ayude a subirlo. Me encargo del cuerpo con una rabia extraña subiéndome hasta la columna vertebral. Saco al hombre y camino con ella detrás, alerta como una gacela, sus botas suenan y me molestan por una razón extraña.
—¿Por qué tan irritado, majestad —pregunta y no le hago caso.
Las patrullas se dirigen al sur mientras estoy en un callejón oculto por un camión de basura. Cosa rara.
Meto al tipo y aún respira, está desmayado y no me importa, lo llevaré con Aragon. No tengo ganas de una tortura más, no soporto tal cosa.
Conduzco con ella al lado, aprecio su vestimenta, su piel...
Algo me dice que acaba de tener sexo y eso me hace sentir inquieto mientras me pierdo por las calles que me llevan hasta la fortaleza de Aragon después de un rato manejando.
Sus guardias me reciben en una casa perdida a las afueras, una mansión a decir verdad. Está en remodelación.
—Identifíquese —pide un guardia armado hasta los dientes para abrirme la puerta de acero.
—Elton Makris —suelto.
Me mira mal y no le quito los ojos de encima, no tiene derecho a mirarme así, pero no importa porque no quiero arrancarle los ojos a nadie de forma medieval.
—Adelante.
Abren y paso de una, hay soldados por todos lados, cargas de mercancía, mujeres trabajando con prótesis. Ellie se tensa, ella no ha tenido que vivir esto porque yo la he traído conmigo como un llavero, y a pesar de ser fuerte no puedo evitar que me la quiten si se lo proponen. Por eso es un mosquito, suena por aquí pero esta por allá.
Bajo del auto y ella permanece adentro, los cristales se activan en cromo y no dejo que la vean.
—Traje a un calavera —le comento al guardia que cubre las puertas grandes de la casa.
—¿Información o simplemente tortura? —pregunta tecleando la pantalla de su antebrazo mientras me pongo firme a su lado.
—Información.
—¿Algo más, majestad? —hace una reverencia.
—Necesito que Aragon se haga cargo en persona y quiero estar presente. No quiero que la armonía se extinga —espeto y hago sonar el suelo.
El gesto es un acto de advertencia ante cualquier signo de molestia. Cosa exagerada pero no me interesa. Abro la cajuela y el hombre hace señas a personal a mis espaldas. Pasan al hombre y me dedican un saludo militar mientras lo cargan, debo de evitar molestarme en responder ya que, al parecer la altanería se ve mejor.
Nunca en mi vida había usado mi privilegio así, no me molesta pero no me imaginé que sería por salvar a alguien que está con una equis en la frente.
—¿Qué hace la jerarquía aquí? —espeto en forma de molestia y el hombre me mira nervioso.
—Llegaron hoy, la jerarca los envió como muestra de paz hacia Aragon por los imprevistos —me explica.
—¿Aragon lo sabe?
—Se le informará cuanto ant...
—¡Quiero que le informes ahora! —ordeno.
Tiembla no sé porque razón pero me alegro.
—Se le envió el informe, y realmente sólo son reclutas al igual que las mujeres —responde—, enviaron dos hoy, pero las elegimos como ofrenda a las calaveras ante su amenaza.
Se me ponen los pelos de punta. Esta gente obviamente trabaja sólo porque camina y no porque piensa.
—¿Ya las enviaron? —pregunto cómo si no me importara.
—No, están adentro —me invita a pasar.
Oprimo el botón de mi manga para asegurar el auto y darle los controles a Ellie. Me adentro y me topo con trabajares como si fuese una empresa de papel, el lugar que es más grande de lo que creí, los soportes son fuertes y grandes que cuelgan candelabros, hay prostitutas que le pertenecen al Yakuza, hay personas que vienen del traficante de órganos pero algo salta mi atención cuando veo un Dragón dorado en una caja de madera que adorna el centro del lugar con unas cajas más chicas arriba. Las escaleras están hacia al frente y por allí camino como si lo que acabo de ver no me hiciera tragar una espina de pescado.
Me lleva por la parte trasera del lugar y bajamos después de subir unas escaleras. Es una sala de tortura muy acentuada al grandísimo hijo de perra de Aragon. Hay hombres siendo despellejados, quemados, y mutilados.
Me encuentro con los hombres de la jerarquía que dejaron al hombre en una silla de tortura mientras los gritos de agonía de los demás en el cuarto rojo son ahogados con mordazas. Mis acciones mortíferas se van activando cuando veo a las chicas desnudas en el suelo.
—Tráelas a mí —le pido para nosotros dos y dice en su idioma natal que las traigan al rey.
Vienen esos mismos de la jerarquía y hay uno que las trata bien pero otro no, al menos sabré quién es el más entregado a la jerarquía. Ordeno que las lleven lejos de allí mientras echo un vistazo a todo el lugar, detectando posibles escorias y capto a uno.
Salgo y las sientan en la escalera curva poniendo una sábana en cada una cuando lo ordeno. Ninguna quiere dar la cara ya que, está entre sollozos. No entiendo porque la jerarquía haría algo así.
—¿Por qué las apresaron? —le pregunto al hombre.
Se tensa y le ordena a los nuevos que se vayan, pero se lo niego sonando el zapato.
—El heredero las envió —me dice y se me amarga el estómago.
—Quiero ver sus rostros —ordeno. No hacen caso— ¡Máscaras!
Hacen caso y descubren sus rostro mientras las chicas siguen llorando. No reconozco a ninguno, o quizá no me interesa, uno de ellos me mira microsegundos nervioso mientras el otro tiene la cara de sargento mal pagado.
—Nombres —espeto con fuerza.
—No hay nombres —dice el moreno.
No puedo contradecir, no tengo motivos para obligarlos a dar su identidad, sin embargo no puedo dejar que esto me desvíe hacia mi objetivo, hay mano negra, y me dice que quieren información sobre Lovely, como si metieran los dedos a la comida para saber cuando se puede comer.
Aragon corta dedos por lo que veo ya que el hombre a mi lado no tiene dos. Lo fulmino con la mirada actuando como si me molestara tal cosa, quiero mirar a las chicas pero no me atrevo a intervenir más, esto podría llegar a los oídos de Armstrong y complicar mis intenciones, ese perro loco es capaz de todo por conseguir lo que quiere.
—A las chicas no las lastimen —exijo—, no las vendan a la mafia. Son tiempos difíciles, y si no están conmigo o Aragon están muertos.
Hacen el saludo correspondiente y avanza hasta quedar a la altura del tipo que se pone la máscara haciéndome ver sus verdes ojos, más bien miel.
—A mí no se me mira a los ojos —digo firme y acomodo su cuello.
Extiende la mano en forma me saludo como arrepentimiento, se quita el guante y el otro se tensa mientras noto que me mira. Saludo al castaño de ojos claros y estrecho su mano. Le palmeo el rostro, pongo mis manos detrás y bajo las escaleras dejando a los pares de ojos que me reparan, cruzo el lugar y todos agachan la cabeza por alguna rara y extraña escalofriante razón.
He pensado que si el poder es un accesorio quiero tenerlo siempre, soy un soldado, y no uno cualquiera, aparte de Ranger X tengo uno de los cargos más pesados del mundo y es el de heredero a la corona. Si quiero ganar esta guerra que me respira la nuca debo buscar a mi reina pero ya.
Lovely era lo que quería, pero no puedo con Aragon y Damon de por medio. Creo que de dos no se hace uno, y ni digo nada de mí que no sé qué hago cuando debería estar bailando y festejando como hasta hace dos años. Esa muñeca me cambió la suerte y no sé si para bien.
Cruzo y cuando llego dentro del auto suelto el aire que tenía acumulado desde qué cruce esa maldita puerta, me tiemblan las manos y Ellie me habla pero no comprendo nada...
Cuando menos lo espero me prendo de su boca sintiendo que ya puedo respirar con tranquilidad.
—¿Estás bien? —susurra sujetando sus manos al lado de mis mejillas.
No, no, no. Vann. ¡Mierda!
—Lo siento, estoy... —arranco el auto y lo pongo en piloto automático—. ¿Tienes donde anotar?
Me pasa una libreta y una pluma que saca de su ropa no sé cómo. La escaneo un par de segundos y me enfoco en escribir lo que vi, el de adentro con cabello largo tiene una cicatriz en la mano, me miro y balbuceo algo que no pude definir ya que no soy Lovely. Trato de articular los movimientos de la boca y los memorizo.
—¿Qué sucedió? —pregunta y la ignoro para no perder la concentración.
Activo el micrófono que le coloqué al chico de cabello castaño. Necesito saber si puedo confiar en él. Enciendo el audio mientras salimos de la fortaleza sin problemas.
—¿Qué tanto tiempo estaremos aquí? —pregunta uno que se escucha demasiado cerca.
—Hasta que les digamos algo de provecho —dice el otro.
—No quiero hacerlo —sigue el chico castaño—. La conozco desde hace mucho tiempo, es buena.
—Se folla al que te cortaría la lengua y arrancaría la piel si la miras, prefiero a Graham y Armstrong que a ellos dos, esa perra me rompió la nariz —escupe.
—Esa perra es sólo una niña —reitera—, no quiero hacerle daño.
Escucho un gruñido y el resoplo me estresa. Ellie se acerca mientras nos alejamos del lugar, ambos sabemos lo que significa.
—No se lo harás, sólo le daremos la información de los planes de Aragon y ya. Necesito que me cubras mientras reviso las cajas.
—Eso tardará semanas hasta que nos confíen la guardia —se frustra.
Bajo el volumen y me recargo del asiento presionando el puente de mi nariz con frustración.
—¿Qué diablos sucede, Elton? —se impacienta la chica que tengo al lado.
—¿No escuchaste la lingüística? —digo en mi posición tratando de evocar la poca tranquilidad que tengo.
Esto es fuerte, peligroso y no tengo la sensatez para hacerlo sin decirle a mis progenitores, ellos tienen el poder de actuar pero no puedo decirles el peligro. No entiendo porque el vikingo quiere a Lovely, a diferencia de Damon que sólo quiere demostrar que es mejor que Aragon, el cuál no tiene cuidado con ello.
No sé cuál de los dos es peor, si el que se cree enamorado, él que cree que la vida le robó algo que nunca quiso, o él sadico que sólo busca una venganza la cual no me explico aún.
—No tienes que ser un pendejo —me escupe y la ignoro.
Tomo el control del auto y le llamo a Lovely en el camino, oculto la sangre y el polvo, el teléfono suena y suena y suena...
—¡Holi! —contesta mostrándome su rostro en la pantalla.
Se ve reluciente y feliz.
—¿Qué tal muñequita? —sonrío como si anduviera de fiesta—. Voy directo a una reunión con mis colegas, me preguntaba si puedes descifrar labios para mí.
—Sipi —asiente mientras deja el teléfono en un lugar de la cocina. Tayler está detrás con calzones y ruedo los ojos.
Tantos problemas y ellos tan tranquilos follando como si nada, Lovely trae una sábana roja y están poniendo el desayuno en la barra.
—¿Qué quiere ese bufón? —se molesta adorando el refrigerador.
—Es mi amigo —le pone la mano en la mejilla antes de que tome el teléfono.
El control que tiene Lovely con este hombre me aterra. Sólo truena los dedos indicando que se apresure.
—¿Qué quieres descifrar?
—Bien, pues hay una nena que me gusta y me envió un mensaje con los labios pero estaba tan ebrio que apenas lo recuerdo, así que, ¿puedes?
—Claro —asiente sonriente—, indícame el movimiento de los labios.
Acerco la cámara a mis labios un tanto para que lo aprecie y los muevo como lo recuerdo. Sus carcajadas son notorias.
—¿Qué dijo? —contesto confirmeza.
—Dijo: activo, plan b
Se me sube y baja algo con la lengua corta.
—Es que lo tenía hasta arriba, ya sabes cómo soy —bromeo.
Frunce el ceño confundida pero asiente.
—Bueno, complácela, dile a plan b que funcione. —me tira un beso y de repente le arrebatan el teléfono.
—¿De infiel otra vez?
—Sí —ronronea y termino la llamada cuando empiezan los jadeos y gemidos combinados con trastes rotos.
No sé porque el silencio se hace incómodo cuando los ojos de Ellie me escanean cristalinos. Sigo en marcha desactivando el piloto automático y me dejo caer el asiento. Se sube sobre mí en menos de dos segundos y me besa devolviéndole el aliento, me abraza y la estrujo con fuerza no sé porque. Que no puedo parar.
—Vámonos —me pide—, ya hiciste mucho por ella, no quiero que nada te pase.
Queda sobre mi pecho y acaricio su cabello corto en crecimiento.
No sé porque estoy haciendo esto pero levanto su falda y canteo las bragas, estoy sintiendo asco de mí, ya no me aguanto, ya no quiero hacer esto. No sé cómo detenerme. Ella se devuelve a mi boca y sus labios suaves y ardientes me derriten. Se desespera mojándome los dedos cuando aparto la tela de sus pliegues...
—No —la freno sintiéndome como un adicto.
Me arde y se me seca la garganta por la necesidad que me surge, me duele el pecho y la aparto.
—Estoy con Vanessa, y ella no merece que sea así —le aclaro—, vales mucho Ellie... no soy para ti, ni tu para mí.
—¿¡Qué hago!? —me grita limpiando las lágrimas— ¿Cómo puedes...? ¿Cómo puedes hacerlo sin sentir nada? ¡No quiero esto!
—Ya no, Ellie, no sé qué nos pasó —trato de explicarle acariciando sus lágrimas—. Sabes bien que no estamos en nuestros cinco sentidos. ¡Somos familia, Puta madre! —azoto las manos contra el volante y detengo el auto cuando llegamos a mi fortaleza.
—No quiero que te maten, te quieren porque eres un rey, y porque contigo al frente ella es intocable —su voz dice que le enoja, y más cuando aprieta los puños metiendo su cabeza entre sus hombros.
—Y como Rey no voy a huir de una guerra, como soldado no abandono a un civil, y como su amigo no la voy a dejar —me tiembla la mandíbula—; si no fuera porque está enamorada de otro...
—¿¡Qué!? —me empuja con los ojos rojos, perdidos y las pupilas dilatadas—. ¿Te casarías con ella? ¿¡Lo harías!?
—Sí... —me quedo helado con el sonido que truena en mi mejilla sacudiendome el cabello.
Me centro en el volante temblando y conteniendo la respiración mientras mantengo los impulsos de un humano con impotencia al nivel del sol.
—Eres una basura, un maldito infeliz, y un cobarde, porque me quieres... me quieres y eres capaz de cogerme pero no de responderme —intenta abrir la puerta y pongo el seguro tragándome las ganas que tengo de que se calle.
No puedo creer que me vaya golpeado, jamás le he puesto una mano encima a una mujer y no sé porque a ella quiero ponerle las dos en el cuello de lo desesperado que me siento mientras tiemblo contra el maldito botón de seguridad del volante.
—Fornico contigo porque me gusta tu cuerpo, porque el deseo carnal es fuerte —cierro los ojos evocando cada maldito momento—, pero no me casaría contigo. Eres mi familia, y lo único que puedo hacer es mantenerte viva para que no seas la puta de la mafia o jerarquía.
—Ah, sí. Es mejor ser la golfa de la realeza, mejor que una verga real me embista —se mofa con las lágrimas atragantándose—. ¡Soy muy bendecida y tan agradecida su majestad!
Comienzo a avanzar para entrar a la fortaleza con la clave de acceso porque así le veo la cara seguramente perderé el control y se lo meteré en la boca para que se calle.
—Cállate, y no hables de lo que no sabes.
No habla, y no sé porque me envenena tal acto, pero no puedo con ella. Necesito hablar con Aragon de negocios y cada vez mi puesto me pone la piel de gallina, como si no hubiese opción. La vida me ha dado todo, pero lo único que siempre he tenido sin necesidad de ser Rey a sido ella, y ahora camina como si me odiara.
Por otro lado esta Lovely, yo no la dejaría sola, y el problema es que la vida de ambas me puede. Incluso la de Aragon, que siempre fue serio pero alegre cuando las puertas de mi habitación real se cerraban y no veía a su madre y padre.
Él no conoce a Ellie, pero creo que tuvimos algo similar cuando tuvo que hacerse cargo de Abby. Sólo que él no se la follo, ese hombre no follaba, masacraba a mujeres.
Tengo unas ganas de largarme a México y ponerme una peda loca mientras los demás se matan entre sí como antes lo hacía. La vida es diferente cuando te interesas por alguien que no seas tú mismo. Quizá no debí ir a esa fiesta y conocer a la chica con cámara instantánea, pero eme aquí, caminando hacia mi habitación con la sangre de por lo menos veinte humanos.
Los inocentes que estaban en el lugar no fueron impedimento para detenerlos de llegar a ella, y eso me pone a pensar que no soy mejor que los tipos de los cuales la quiero proteger.
Nota:
Ay, Dios mío😍🙏🏻.
Ya quiero que empiece la lloradera
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