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Capítulo VI

| ☂ | 07/03/2024 - 09/03/2024 | ☂ |

Durante unos segundos me quedo parada en la acera sin saber que hacer, y con miles de sentimientos atenazándome la garganta.

Indecisa, muevo los pies intentando pensar el siguiente paso. Mientras tanto, el coche se aleja hasta que, finalmente, lo pierdo de vista.

El mundo parece caerse encima de mi en el momento exacto en el que dejo de escuchar el motor, y me doy cuenta de que no he apuntado la matrícula en ningún sitio. Hago esfuerzos por intentar recordarla, pero son nulos.

Hacía meses que no sabía nada de mi hermana, y cada día estaba más cerca de perder la esperanza, y dejar de buscarla.

Pasaban las horas y no despertaba en mi cama, como si todo hubiera sido una pesadilla.

Pasaban los días, y ella no daba señales de seguir viva…

Sintiéndome como una total estúpida, me siento en la acera del bordillo y saco el móvil, pero como suponía nadie me ha escrito.

De pronto, un profundo olor a alcohol, y a algo que prefiero no identificar, inunda mis fosas nasales y contengo las arcadas para no regurgitar aquí mismo.

Molesta, me giro para ver que ocurre, y descubro que unos chicos jóvenes se acercan a mí con gigantes vasos llenos hasta arriba.

Caminan tambaleándose, y no puedo evitar reírme mentalmente.
Es por esto por lo que decido siempre no beber.

Los chavales, en pleno uso de sus facultades físicas y mentales, no dejan de gritar eufóricos.

Muchos de ellos no son capaces de mantenerse en pie, y caen al suelo. Y con ellos sus bebidas, las cuales lo manchan todo de una sustancia pegajosa que dudo que sea únicamente alcohol.

Intento ignorarlos, pero la parte cruel que habita en mi ser no puede evitar mirarlos de reojo para ver como intentan levantarse, para a continuación, volver a caer de nuevo.

Me planteo ayudarlos en varias ocasiones, pero debo reconocer que es mucho más divertido observarlos desde aquí sentada.

Puede que sea malvada, sé que a veces lo soy, y lo reconozco. Pero en muchas ocasiones, se han mofado de que no quisiera beber en fiestas. Y este es un claro ejemplo de la gilipollez que el ser humano puede llegar a alcanzar estando ebrio.

Y eso que muchas personas, ya sin estarlo ya lo son bastante, je.

Finalmente, me apiado de ellos como la buena persona que soy a ratos, y acabo acercándome lentamente para preguntarles si necesitan ayuda.

Todos están tan pedo, que debo repetirles varias veces mis palabras, ya que no son capaces de entenderlas.

Cuando ya estoy cerca de perder la paciencia, y dejarles allí tirados, aparece una figura que consigue acelerar los latidos de mi pobre corazón.

Me alejo del grupo de borrachos, no sin antes realizar la llamada pertinente que les asegurará un taxi, y la garantía de poder dormir en casa, donde pasarán la peor parte de la noche que les queda.

A continuación, busco con la mirada a la persona que creo haber visto, y me tiemblan las piernas cuando contemplo como se acerca lentamente hacia mí.

¡Dalila, con su impresionante vestido negro, y su mirada fría e impasible  capaz de congelar, aún más, hasta el propio hielo. Se estaba acercando a mí!

Decir que me temblaban las piernas, era quedarse corta.

¡Mi cuerpo al completo se había transformado en una dulce gelatina que Dalila parecía estar dispuesta a probar!

Y ojalá lo estuviera, porque esa chica me atraía y mucho, muchísimo.
Tenía una necesidad de besarla, ver que se escondía en su interior, y por último, descubrir como se veía su tan tentador exterior...

El tiempo parece detenerse durante unos instantes, mientras tanto, mis manos son incapaces de estarse quietas y comienzan a jugar con mi cabello.

Inconscientemente, cuento los pasos que me separan de esa mujer tan fascinante.

Si extendiera el brazo lograría tocarla, pero prefiero quedarme quieta donde estoy, y esperar a que ella misma se acerque. Pero para nuestra desgracia, la mía y la suya, el universo no parece estar dispuesto a que nos encontremos tan fácilmente, y decide ponernos un pequeño bache en el camino.

Segundos después de imaginar como el cuerpo, y en especial, el brazo de Dalila, se hubieran podido estampar contra el bordillo. Finalizando la noche, en una  visita al hospital, me acerco y hago un esfuerzo por sujetarla a tiempo.

Desgraciadamente, como ya he mencionado antes, el destino no parecía estar a nuestro favor, y en vez de caer solo ella contra el bordillo. Yo consigo perder el equilibrio y acabar sobre su cuerpo.

Escucho un gemido, y pese a que no es como el que hubiera deseado escuchar, me asusto. Intento levantarme pero las piernas me fallan, y caigo de nuevo.

Desde el suelo, compruebo el panorama. Para empezar, Dalila está tumbada en una postura extraña, se retuerce de vez en cuando de dolor, pero no parece estar sufriendo tanto como había imaginado.

Mientras tanto, yo que creo haber sido la más afortunada de ambas, únicamente tengo heridas de las que no deja brotar sangre alrededor de las piernas y las manos.

A mi parecer, el golpe no ha sido tan fuerte como había esperado, pero comienzo a asustarme cuando compruebo que Dalila no se levanta del suelo.

Cuando intento moverla, descubro que su cuerpo huele a alcohol y a tabaco, por lo que intuyo que quizás se ha podido quedar dormida.

Igualmente, asustada como estoy, saco el móvil para llamar a un taxi y llevarla rápidamente al hospital, no me cuesta nada y me ahorra una preocupación.
Mis dedos temblorosos se deslizan por la pantalla, pese a que mis ojos no están leyendo nada.

Cuando veo que el móvil se ilumina con la luz de una llamada, lo dejo en el suelo y procedo a dictar nerviosa, y sin esperar respuesta, donde me encuentro.

Para hacerle saber al conductor, que debe darse prisa, notifico sobre el estado de Dalila entre susurros. A continuación, procedo a observar embobada a la susodicha.

Sus labios lucen hermosos, y tan tentadores, que debo contener un esfuerzo por no besarla.

Desvío la mirada hacia sus largas piernas, imaginando lo genial que sería, tenerlas alrededor de mi cadera.
En respuesta a mis pensamientos, una parte de mi anatomía, despierta.

No sé durante cuánto tiempo me quedo tumbada en el suelo, pero en un momento dado, escucho el motor de un coche acercarse.

Contenta de poder acabar ya con este tormento, me levanto de un salto con una gran sonrisa.

Y en ese mismo instante, es cuando leo el nombre sobre la pantalla del teléfono.

No es necesario ningún tipo de explicación, porque antes de que me dé tiempo siquiera de moverme, una voz me hace saber lo mucho que la he cagado.

¡¿Acaso podía ir peor la noche?!

Y sí, efectivamente podía, porque sin duda lo fue...

✫・。. 𝕯𝖊𝖓𝖓𝖆 ‧ *・༓☾  

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