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🎄•𝚄𝚗 𝚌𝚘𝚛𝚊𝚣𝚘́𝚗 𝚙𝚞𝚛𝚘•✨


—¿Podrías?... ¿podrías por favor quedarte para siempre? — El puchero en sus labios solo hizo sonreír a quien lo escuchaba con atención.

—Me quedaré todo el tiempo que tú quieras, pequeño. Soy tu cuñado, ¿cierto? — El pequeño Mild asintió.

—Lo serás pronto, él te ama y también quiere que te quedes, yo lo sé.

—¡NO! ¡NOOO, POR FAVOR! ¡¡NO PUEDES LLEVÁRTELO!! ¡NO PUEDES QUITÁRMELO TAN PRONTO! ¡POR FAVOR, NO! — Gulf permaneció estático —¡Dile que no, Gulfie! ¡Dile que no puede hacernos esto! ¡G-Gulf!

—Mild... — Fue el susurro que salió de aquellos plásticos labios por última vez, antes de volver a convertirse en...

Creo que nos adelantamos un poco, déjenme empezar desde donde tiene que ser: el inicio.

Indudablemente todos más de alguna vez hemos tenido y seguimos teniendo deseos que podrían parecer muy difíciles, incluso parecer imposibles, pero, ¿han escuchado aquella frase?:

“La fé mueve montañas”

O que tal la de

“Lo que pidas con tu corazón, eso se te dará”

Bien, en esta ocasión déjenme presentarles un peculiar caso de ese tipo, un peculiar acontecimiento, milagro, como quieran llamarle, que nos muestra el valor de creer, de esperar con fé, de desear y amar con el corazón.

El bendito y sincero deseo de un pequeño -pero grande en nobleza y pureza- corazón que lo único que pedía era que el ser más favorito de su vida, fuese feliz.

El deseo de aquel noble ser, que debido a su fé, a su creer, a su seguridad y sobre todo, a su pureza, llevó a volver el mayor de sus deseos, en... ¿cómo decirlo?... un milagro de navidad.

Pero para ello, debemos retroceder un poco, solo un poco, pues debemos volver a aquel peculiar día, el día en el que todo inició.

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7 de Diciembre de 2021


18 días para Navidad

Su casa era muy hermosa, acogedora a pesar de ser enorme, pero también demasiado solitaria y carente de amigos para él, sus juguetes eran su única compañía. Sus peluches, videojuegos y hasta las películas, sí, ellos lo ayudaban a no sentirse solo, o al menos mientras no estaba con Boat, su mejor amigo.

¡Ah! Pero claro, ¿cómo podría olvidar a?...

—¡Miiiiildddd! ¡Tus juguetes! ¡Por favor levántalos todos! — Sí, ella, Kiara, su nana. —Pequeño, sabes que no me gusta gritarte, pero puedes caerte por ellos, o incluso tu hermano —dijo ella. Mild sonrió.

—Sí, siempre es el más propenso a caerse. —Cubrió su boquita con su mano derecha. —Nana, ¿de verdad te irás? — Ella asintió.

—Mis hijas me esperan en casa, Mild, tengo que irme, pero volveré al inicio del año nuevo. — Ella acarició las regordetas mejillas de Mild. Él asintió —Debes cuidar de Gulf, no dejes que le rompan el corazón nuevamente.

Mild frunció el ceño —Pero... ¿que eso no tiene que ser al contrario? Él debería de cuidar de mí, ¿no? — Ambos rieron.

—Nana, tus maletas están listas, felices vacaciones y feliz navidad, —dijo, el pelinegro mayor —voy a extrañarte mucho.

—Oh, Gulf, es mutuo, mis niños, los amo mucho. — Kiara y Gulf apretaron al pobre Mild que se encontraba en medio del abrazo.

—¡¡Aaaahhh!! ¡Me ahogo! ¡Me están apachurrando! — Ambos mayores rieron.

—Por favor, cuidense mucho. —Pidió Kiara.

—Lo haremos —respondió Gulf.

—¿Me traerías un emparedado de chocolate cuando vuelvas?, —preguntó Mild —por favor.

—Por supuesto que sí —respondió ella, y Mild volvió a abrazarla.

—Mild, nanita debe volver a casa, Puifai y Yiwha esperan por ella. — Mild se separó de Kiara con un puchero adornando sus labios. —Cuídate nana y pásala muy bien. — Deseó Gulf, luego de haber tomado del hombro a Mild.

—Realmente extraña mucho a sus hijas, ¿verdad? —dijo Mild, con su vista aún puesta en la viejecita que subía al auto de su hija mayor. Gulf asintió a lo que su hermano dijo. —Los... Gulf... ¿tú los extrañas?

—Mucho —respondió el mayor, con un suspiro —. Muchísimo, pero tengo un pedazo de ellos. — Sonrió y Observó al pequeño Mild —Tú eres mi pedazo de ellos. — Pellizco un cachetito del menor.

—Y tú el mío — Gulf asintió mientras le regalaba una sonrisa.

—¿Tienes tus cosas listas? —preguntó, Mild asintió —¡Ese es mi niño! — Besó la frente de Mild.

Tomó la pequeña mano de su hermanito y lo guió hacia el auto, regresó a la casa y trajo las cosas del pequeño, debía llevarlo a casa de Boat, pues la madre de este le haría el enorme favor de cuidar de su mayor tesoro en su obligada ausencia. Debido a que por más que añórase pasar todos los días con su pequeño Mild, debía continuar trabajando, pues él con apenas 26 años, era la cabeza y sostén de la compañía que tanto trabajo les había costado a sus padres:

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La misma que se encargaba de distribuir su producto (computadoras, Ipad, celulares, etc.) a nivel mundial, contando con sucursales en más de dieciocho países y abarcando envíos desde países como Estados Unidos e incluso Rusia.

Aunque el sueño de Gulf siempre fue querer ser un psicólogo, al morir sus padres cuando él tenía apenas dieciocho años y quedar completamente a cargo de su hermanito de tan solo un año de vida, decidió estudiar todo lo relacionado con negocios empresariales.

Contando así hasta el día de hoy, con más de seis doctorados: Relaciones públicas, administración de empresas, Auditoria pública, contaduría pública. Entre otros.

Aunque al principio todo esto fué difícil -incluso hoy en día, lo sigue siendo- su mayor motor ha sido Mild, aquel pequeño que cambia sus días con tan solo sonreír, ha cruzado el límite de verlo únicamente como a un hermano, para Gulf, Mild es su hijo.

—¡Mild! ¡Mild! ¡Mild! —Saludó Boat, al ver llegar al pequeño.

Mild de inmediato se soltó el cinturón de seguridad y abrió la puerta del auto de su hermano, para salir corriendo en busca de aquellos protectores brazos de su mejor amigo.

—Con cuidado, —advirtió Gulf. Apagando el auto y quitándose el cinturón, para tomar la mochila de su hermanito y bajarla del auto —. Buenos días, señora Sunan, ¿cómo está? —Saludó Gulf.

—Muy bien, querido, —respondió ella, con una sonrisa —Boat estaba ansioso porque llegara Mild, planeo llevarlos al centro comercial.

—Oh , entonces permítame darle dinero para l--

—¡No! — Sunan Interrumpió —Sabes que quiero a Mild y a tí como si fuesen mis hijos, por supuesto no es un peso para mí poder comprarle algo al pequeño, Gulf. — El nombrado sonrió.

Sunan en el pasado había sido la enemiga mortal de la madre de Gulf, pues ambas gustaban de Kaownah, el padre de Mild y Gulf, mientras estaban en la universidad, luego de tantos encuentros que ambas tuvieron -los cuales terminaban en arrancadas de cabello y rasguños- decidieron que se detendrían hasta ahí, pues Kaownah parecía no querer mostrar interés en ninguna, fue así como terminaron siendo las mejores amigas. Aunque Sunan sí logró olvidar lo que alguna vez sintió por el peli-naranja, Elia, la madre de Mild y Gulf, no pudo hacerlo.

Años después, Kaownah abrió los ojos y fue él quien comenzó en la lucha por conquistar el corazón de la bella chica de piel canela y cabello negro azabache, consiguiendo así, cuatro años después, convertirla en su esposa y otros dos años más, concebir a su primer tesoro: Gulf.

Sunan había estado ahí, en cada paso y avance de la vida de su mejor amiga, de la chica que muchas ocasiones le disminuyó las hebras de cabello y a la cual ella también muchas veces tatuó con la ayuda de sus garras naturales. Con el tiempo, Sunan conoció a Kimmon, el padre de su único hijo.

—Muchas gracias —dijo Gulf, con su dulce voz.

—No es nada, y lo sabes, ahora ve, trabaja mucho y vuelve a casa, date vacaciones. — Palméo el hombro del pelinegr, este asintió sonriendo.

—¡Mild, debo irme! —Avisó.

La pequeña bolita de ocho años corrió desde la puerta de la casa de Boat, hasta los brazos de su hermano mayor. —¡Cuídate mucho, Gulfie! — El pelinegro besó la frente del pequeño y asintió.

—Debes portarte muy, muy bien, ¿de acuerdo? — El niño asintió repetidas veces. —Bien, adiós señora Sunan, adiós Boat.

Los tres se despidieron con un meneo de manos y Gulf subió al auto para dirigirse a su trabajo.

Siendo apenas las nueve de la mañana el tráfico estaba bastante pesado, cómo podía ser posible aquello, se recostó sobre el asiento del auto y suspiró con frustración. Hoy cumplía exactamente un año desde su rompimiento con Tharn.

¿Superado?

Quizá un 95 de 100, pero algo es algo. Estaba harto de que todas sus relaciones siempre terminasen mal, tampoco era que él viviese como un gorrión de flor en flor buscando tener una relación, de hecho, solo había tenido cuatro relaciones desde sus 16 años, contando que tenía 26, había tenido hasta muy pocas relaciones en 10 años, pero él, él fué quien más pudo haberle roto el corazón, Tharn, a quien le dedicó más de cuatro años de su vida.

Detuvo el auto en el primer semáforo que se volvió rojo, justo en una de la cruz calle contigua a su empresa, ahí divisó desde el interior del auto a un pequeño, un niño de quizás la misma edad de Mild, con un gorrito de lana en color gris, con pequeños orificios, una camiseta azul suave, también rota de varias partes, sosteniendo en sus piernas un pequeño recipiente con alguna que otra moneda, observó como las personas pasaban de largo a su lado.

Sintió un coraje inundar su cuerpo por completo. —¡Un deseo de navidad! ¡Un deseo de navidad! —gritaba aquel pequeño, mientras extendía unos trocitos de papel morados.

Gulf avanzó y estacionó el auto a la orilla de la calle, justo al frente de la pequeña banca en la que aquel niño se encontraba, —Hola, pequeño. —Saludó con una sonrisa.

—¡Hola!, — respondió alegre el niño —¿un deseo de navidad? — Gulf frunció el ceño y negó.

Sacó su billetera del bolsillo de su pantalón y le entregó 5,000 bath. —Ten — Le sonrió.

Los ojitos del niño se expandieron tanto que Gulf temió que se salieran de sus cuencas —¡Wow! Pero eso es mucho dinero —Susurró. Gulf sonrió.

—Entonces debes guardarlo muy bien — Aconsejó, también susurrando. Tomó una pequeña carterita en forma de oso polar y guardó los 5,000 bath ahí y se la entregó al niño —¿Ves? Ahora como si nada, guarda todo lo demás y ve a casa. — Sonrió.

El niño continuaba en shock pero luego de parpadear, reaccionó. —Señor, muchísimas gracias, de verdad nunca me habían regalado tanto dinero. — Sus ojitos brillaron al ver la carterita —Es usted un ángel. —Volvió a decir.

—Me halaga, muchas gracias. — Sonrió Gulf —¿Por qué sales a hacer esto? ¿Tus?... ¿alguien te obliga a hacerlo?

—No, de hecho mi madre trabaja, mi padre murió hace años, estoy haciendo esto porque casi llega navidad y quiero llevarle un regalo a mi abuelita.

—¿Llevarle?, que bonito detalle. — Sonrió.

—Sí, ella murió hace cinco años. — Gulf se quedó helado. El niño lo observó de forma neutral y le sonrió —Los regalos no se le dan únicamente a los vivos, señor. — Gulf sonrió.

—T-Tienes razón. — El niño asintió. —Bien, ahora podrás comprar el regalo para tu abuelita, ¿podrías también saludarla de mi parte?

—¡Claro! ¡A ella le encantaría demasiado! — El niño guardó el otro dinero en la carterita y sonrió, tomó uno de los trocitos de papel y se lo extendió a Gulf.

El mayor frunció el ceño —¿Qué es esto?

—Un deseo de navidad, — El niño volvió a ofrecerle el papelito —¿No tiene algún deseo de navidad, señor? — Gulf negó —Bueno, entonces... puede que lo necesite más adelante, tómelo por favor. — Le pidió. Gulf sonrió. —Solo debe desear algo con todo, todo su corazón y su alma, y luego escribirlo aquí, entonces su deseo se hará realidad.

—Está bien, cuídate, ¿quieres? — El niño asintió.

—¡Feliz navidad! — Le gritó cuando Gulf ya había avanzado un poco en el auto.

Gulf sonrió mientras lo observó fugazmente por el espejo retrovisor, sosteniendo el papel aún en su mano lo observó algunas veces con cuidado de seguir atento al frente. No tenía ningún deseo ahora, lo único que deseaba con todo su corazón era que Mild fuese feliz y por ahora, gracias al cielo, eso era una realidad.

Decidió guardar el papelito en el mismo lugar del auto en el que guardaba papeles importantes y los documentos de su auto, sí, el cual nunca en la vida revisaba, todo lo que ahí entraba, era completamente olvidado por el pelinegro.

Decidió despejar su mente y continuar con el trayecto hacia su trabajo, olvidando ahí el papel, por ahora no tenía ningún deseo, por ahora... quién sabe y pueda que en el futuro si vaya a necesitar de aquel pequeño trozo de papel.







—Con cuidado niños. —Advirtió Sunan.

—¿Santa? —preguntó Mild, poniendo total atención en las palabras de su amigo.

Boat asintió —Sí, mamá dice que es un ser muy amoroso, el padre de la navidad. — Mild lo miró asombrado —Mamá también dice que él puede concederte lo que sea.

Aquello de inmediato llamó la atención de Mild —¿Lo que sea? —preguntó.

—Lo que sea. —Rectificó Boat.

En ese instante llegaron a su mente todos los momentos en los que había escuchado a Gulf llorar por las noches, todas aquellas ocasiones en las cuales sus ojeras no podían ser ocultas, o todas aquellas ocasiones en las cuales decía un estoy bien, mientras su mirada gritaba todo lo contrario.

Todo debido a Tharn, a aquel chico rubio que no había hecho más que lastimar a su hermano luego de serle infiel con Type, el primo de Boat. Desde esa ocasión Gulf había perdido su absoluta estabilidad, una relación de cuatro años se había ido por la borda, y, aunque Mild fue testigo de lo mucho que su hermano mayor intentó salir adelante, sabía que le había dolido mucho aquella separación con el rubio de bonita sonrisa.

Su hermano intentó algunas veces salir con uno que otro chico, pero ninguno logró devolverle aquella hermosa sonrisa y la enorme alegría.

—Niños, vengan a escoger su helado. —Llamó Sunan.

Boat tomó la manita de Mild y lo llevó hasta donde se encontraba su madre — Quiero uno de chocolate, por favor —Pidió Boat. —Mild también, mamá — Sunan asintió.

—Oye, Boat... — El nombrado lo observó de inmediato —¿crees que si le pido a Santa que haga feliz a mi hermano, podrá concederme mi deseo? — Boat hizo un puchero y comenzó a pensar en aquello.

—Mamá dice que Santa cumple los deseos de los niños buenos.

—Yo soy bueno —dijo Mild, encogiéndose de hombros, Boat asintió con una sonrisa.

—Mild, ¿y ese que no es el chico que quiere ser tu cuñado? —preguntó Boat.

Mild rodó los ojos y cruzó sus bracitos —¡Hey, Mild! ¡¿Cómo estás?! —Saludó el peli-plata.

—Hola, Krist —respondió el pequeño, intentando no sonar tan decepcionado de verlo.

—¿Cómo estás? — Mild formó una línea con sus labios, eso ya lo había preguntado. Comenzó la cuenta regresiva del tiempo que se llevaría el chico para preguntar por su hermano, y tal como Mild imaginó, al llegar a 10 —¿Qué tal está Gulf?

—Muy bien, felíz de hecho — dijo, el pelinegro menor.

—Oh, me alegro mucho. — El chico se sonrojó —¿Quieres un helado?

“¿Qué deseo puedo pedirle a Santa? Yo no quiero a este chico como mi cuñado”. Pensó el pequeño Mild

—No, gracias, ya me han comprado uno —dijo, sonriendo.

—A-ah, b-bien, podrías... ¿podrías decirle a Gulf que me viste y que intenté invitarte a un helado? Sé que eres lo más importante para él.

—Claro, hasta le diré que me compraste un juguete — Le dijo Mild. Krist sonrió lleno de emoción.

Sunan esbozó una risita pues ella sí comprendió la ironía del pequeño. —Bueno, niños, debemos irnos. — Decidió ayudar al pobre Mild.

—Adiós, Krist. — Se despidió Mild, sin esperar respuesta corrió hacia Sunan y tomó el helado que esta le había comprado. —Gracias. — Suspiró pesado —De verdad no sé que hacer.

—¿A qué te refieres? —preguntó la mayor.

—Quiero pedirle a Santa que haga feliz a mi hermano, sé que es muy fuerte por mí, pero él también merece ser feliz, quiero que olvide a Tharn.

—Ya lo ha hecho, Mild. — El nombraron negó

—Hoy es la fecha, yo lo sé muy bien.

—Entonces, ¿y si le pides a Santa que le dé un novio a Gulf? — Intervino Boat.

—Esa sería una buena idea. — Opinó Sunan. Mild lo pensó un momento.

—Pero, ningún chico hace feliz a Gulfie, yo quiero verlo sonreír, ninguno lo hace reír o lo hace sentir protegido, además, ninguno es tan guapo como mi hermano.

Sunan rio por el pequeño, este continuaba caminando sin haber probado su helado, el cual ya se estaba derritiendo.

—¿Y si le pido a Santa que cree a un chico muy guapo y muy alto para que sea el novio de mi hermano? —dijo emocionado, Sunan volvió a sonreír

—Esa también es una muy buena idea. — Apoyó la mujer.

Mild se dio cuenta de su helado derritiéndose en su mano, decidió darle la primera lamida pero unas gotas cayeron al piso del centro comercial, sonrió al mismo tiempo que encogió los brazos y decidió dar el siguiente paso para avanzar.

Pero, entonces su piecito se resbaló en el mismo helado que se había derramado, haciéndolo caer y soltar su helado a un costado de él, el grito de Sunan lo asustó un poco, acomodó su gorrito que le cubría sus ojos por haberse movido. Levantó su vista desde la base de aquella enorme pared, poco a poco hasta que observó la vitrina frente a él. Ah, pero claro, no era la vitrina, ¡no!, era lo que estaba detrás de esa vitrina.

Mild sonrió y formó una “O” con sus labios, sonrió emocionado e ilusionado. Era bonito, sí, combinaba a la perfección con Gulf, doble sí.

—¡Ya lo tengo! —gritó, sobresaltando a Boat y a la madre de este.

—¿Ya tienes qué? —preguntó el otro pequeño.

¡Ya sé qué pedirle a Santa!



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