[0] Si algo puede salir mal, saldrá mal.
En una cabaña alejada de la civilización, entre frías y nevadas montañas donde los amantes del frío encontraban tranquilidad y los aventureros buscaban diversión desafiando mortales temperaturas bajo cero, los recién casados, Cáncer y Capricornio, planeaban disfrutar de una hermosa luna de miel.
O... ése era el plan.
—¡Soy muy joven para morir congelado! —exclamó Géminis, quien había propuesto acompañar a los tortolitos de camino a la cabaña. El plan inicial era que solo pasarían el día juntos y luego se despedirían, pero todos terminaron atrapados por la repentina tormenta de nieve.
—¡Tranquilo, Gem, mi amor! Según averigüé, congelarse es una de las muertes menos dolorosas —lo consoló Sagitario, dándole una palmadita en la espalda. Él había organizado un tour por el pintoresco pueblo que, en algún viaje anterior, había visitado con Géminis. Por cortesía, los recién casados no pudieron negarse a la compañía.
—Estaríamos en el avión de regreso a casa y no varados en este pueblo —murmuró Virgo con un suspiro de resignación. No tenía intención de interrumpir la privacidad de su hermano de tierra, pero todos acabaron atrapados en una cabaña diseñada para una romántica luna de miel, no para una multitud.
—L-les dije que no debíamos perder el tiempo en esas actividades de tirolesa... aunque fue divertido... —admitió Piscis, mordiéndose el labio con culpabilidad. Había insistido tanto, usando sus encantos (manipulación), que Virgo se dejó persuadir para que se unieran a las actividades. Además, según Piscis, debía aconsejar a Cáncer para esa noche tan especial.
Una voz angustiada resonó en la cabaña.
—¡Yo no quiero parir en medio de un temporal! ¡Acuario, haz algo con esas nubes! —Leo lanzó una mirada fulminante a su pareja. Con el vientre abultado y la fecha del nacimiento de su hijo tan próxima, sus cambios de humor eran peligrosos.
—¿Acaso esperas que controle el clima o qué? Vamos, mi cielo... —Acuario suspiró, agotado. Con Leo en la dulce espera, las ojeras de meses sin dormir eran visibles en su rostro. Y no podía bajar la guardia ni un segundo, no solo por Leo, sino también porque sus cuñados, Aries y Sagitario, parecían listos para cualquier locura.
Libra, visiblemente molesto, lanzó una mirada acusatoria a Aries.
—Aries... ¿No te dejé expresamente claro que revisaras el clima para estas fechas? —Libra tenía un tic en el ojo. Luego de meses de organización minuciosa para la boda, solo había dejado una tarea asignada al ariano: confirmar el buen tiempo para la luna de miel. El destino lo odiaba.
Aries, encogiéndose de hombros, replicó con indiferencia:
—Todo es culpa de Acuario.
En ese momento, Tauro, preocupado, encendió la televisión, donde una reportera anunciaba con seriedad:
—La nieve continuará durante toda la semana, acumulándose hasta cuatro metros. Se recomienda no salir y racionar la comida.
—Escorpi... La señora de la televisión dice que la nieve cubrirá casi cuatro metros por una semana. ¿Tenemos comida suficiente para todos? —preguntó Tauro, lanzándole una mirada ansiosa a Escorpio. Recordó entonces las botanas que había escondido en su maleta, cortesía de su novio, su mayor secreto en ese caos.
Escorpio suspiró, resignado, al sentir las miradas asesinas de Virgo y Capricornio sobre su nuca. Los planes de pasar tiempo a solas con Tauro estaban completamente arruinados.
Sería una larga semana.
Feliz luna de miel... ¿de doce?!
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