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𝒞𝒶𝓅𝒾́𝓉𝓊𝓁𝑜 8;

𝒥𝑒𝑜𝓃 𝒥𝓊𝓃𝑔𝓀𝑜𝑜𝓀

No me fue tan difícil convencer a Gyeong-hui. Sabía muy bien que ella también me deseaba, solo estaba siendo difícil pero no iba a dejarla tener la última palabra.

Después que terminé de besarla bajo la sombra de los árboles, sentía que si no me alejaba un poco podía meterme en problemas, y a pesar de que sentia una necesidad urgente que me estaba llevando al borde, no quería hacer esto en la boda de mi amigo. Tenía que aguantar un poco más y ella y yo estaríamos en mi habitación de hotel, a preferencia desnudos.

Le dejé claro mis términos. No necesitábamos hablar ni preguntar nada el uno del otro. Por mi parte lo tenía bien claro, pero ella parecía ser el problema, aún así no tenía planes de alejarme. Si todo salía tal y como lo había dibujado en mi mente, después de esta noche no tenía que verla de nuevo, y oficialmente sería un capítulo más en mi vida sexual.

Necesitaba con urgencia que esto acabara porque estaba ansioso y violento. Antes de hablar con ella recibí una llamada que me tenso por completo, alguien con quien no había hablado por mucho tiempo estaba molestandome una vez más y de paso torturando mi mente. Esa mujer siempre me castigaria, no importaba cuantos años habían pasado, la tortura era eterna.

Todas las malditas noches de mi existencia tenía pesadillas con ella. Primero sonreía y después mostraba al demonio que llevaba dentro, repetía las palabras "los castigos, redimen" como una oración ferviente a que acoplarse, y eso no me dejaba dormir, no podía. Eran contadas las noches en las que había podido dormir tranquilo, por ende de ahí partía mi necesidad de buscar compañía, cuanto menos tiempo pasaba con los ojos cerrados, las horas de las noches parecía ser más efímeras.

Después de muchas horas Namjoon decidió que era tiempo de acabar con todo y empezó a despedir a los invitados de manera sutil. Conmigo prefirió despedirse en persona.

— Te lo advierto, Jeon Jungkook. Quiero que todo esté en orden cuando regrese de París — advirtió entrecerrando los ojos en mi dirección — Nada de mujeres.

— Vete, Namjoon. Tienes cosas que hacer con tu esposa, no me digas que hacer con mi pene — le dije mientras sonreía ladinamente, no por Namjoon — No haré nada malo.

— Bueno, eso depende del concepto de "malo" que tú tienes — rodé los ojos — Porque puede que para mi llevar una vida privada a tu estilo sea malo, pero para ti es un deporte.

— Deja de dar por el culo y vete. Ya se que tengo que cuidarme. Puedo solo — miré sobre el hombro de Namjoon y ahí estaba Gyeong-hui.

Sonreía a un hombre que se acercó, seguramente a saludar o pedir su número.

— Te mantendré vigilado. Dos semanas lejos de ti huele a problemas — se cruzó de brazos — Te vi con Gyeong-hui...

— ¿Espiando?

— No, iba en tu busca, pero no quise acercarme, sentí que se estaba cociendo algo y quería dejarte ser...

— No está pasando nada. Son ideas tuyas.

— Eso espero... — dejó su semblante de hermano mayor preocupado y me dio una sonrisa más relajada — Talvez y encuentro a tu hermano.

— Saludalo de mi parte — estaba hablando con Namjoon pero aún mantenía mis ojos sobre Gyeong-hui — Dile que se de una vuelta por casa, mamá lo extraña.

— Contigo no se puede — suspiró profundamente — En fin, me voy, cuídate y no hagas ninguna estupidez — me dio una palmada en el hombro — Nos vemos en dos semanas hermano.

Solo me despedí asintiendo con la cabeza, toda mi atención estaba en la espalda casi desnuda de Gyeong-hui. Desde esta distancia podia ver lo perfecto que era su cuerpo. Curvas ligeramente pronunciadas y cuerpo delgado, como el de una bailarina de Ballet. Si alguna vez yo tuve preferencia por las mujeres voluptuosas, justo ahora Gyeong-hui parecía una mejor musa.

Miré el reloj, faltaba un cuarto oara las seis. Muy aparte de las amenazas de Namjoon y de haberle dicho que iba a dejar a las mujeres de un lado, eso no iba a pasar. No estaba dispuesto a renunciar a algo que me gustaba solo por la tendencia de algunas mujeres de querer dar el golpe de su vida.

Esto es lo que yo era, no conocía nada fuera de lo físico.

°

Me estaba cansando de esperar en mi auto, Gyeong-hui se tardaba una eternidad cuando claramente le dije que solo esperaría por veinte minutos, pero ella se empecinaba en desafiarme. Ya me las cobraría.

Estaba más que tenso, sentía la adrenalina en mi cuerpo y cuando estaba aflojandome la corbata, ella apareció. Caminaba con inseguridad y puedo jurar que de una pierna ella falseaba. Quité el seguro de la puerta de mi auto y deje que entrara.

— ¿Te molesta si me quito los zapatos? — preguntó en cuanto se acomodó en el asiento.

Puse el auto en marcha.

— En absoluto — esto no era precisamente una conversación adecuada, a como ella había pedido, pero al menos era un cruce de palabras decentes.

— ¿Y bien? ¿Vamos a tu casa? — preguntó cuando se quitó los zapatos. Los tomó y los coloco en sus piernas.

— Mira, Gyeong-hui, si hay algo que tienes que saber de mi es que nunca llevo a mi casa a una mujer a la que solo pienso tirarme una vez — le dije, sin apartar la vista de la carretera — Es una regla que no puede romperse.

— Eso es tan antiguo. Me haces sentir como tu querida — me dijo.

— No eres mi querida. Solo vamos a tener sexo — pude verla rodar los ojos y apartar la vista de mi cara.

Ella tenía que aprender esto, muy pocos hombres buscaban el "amor" todos querían lo mismo, porque eso significaba menos problemas y más satisfacción.

Tenía planeado llevarla a la misma habitación de hotel de nuestra primera vez. Era grande y cómoda.

Llegamos al hotel y pude entrar hasta mi garaje privado para poder aparcar. Apagué el auto y salí de el, dándole a ella la señal de que podía hacer lo mismo. Me siguió como un fiel cordero.

Sin decir nada la guié hasta el ascensor privado que me llevaba a la suite principal. Esa suite no estaba permitida para reservas dado que la equipe justo a mi antojo por tanto era solo mía.

Diecisiete pisos parecían ser eternos cuando tienes a la mujer a la que mujeres por tener justo a tu lado con un diminuto vestido y mordiéndose los labios.

Por fin la maldita puerta se abrió y de una vez estábamos en la habitación. Ella entró despacio y observaba todo a su alrededor. Tuve un deja vu de la primera vez que la traje aquí.

Me acerqué a ella con las manos en mis bolsillos.

— Desnudate — le dije al oído. Ella se puso tensa pero estaba seguro de que yo lo estaba mas.

— Hazlo tu — se dio la vuelta y abrió los brazos en cruz.

Ahí estaba, esa manía de responder a todo era justamente lo que me hacía reaccionar a ella de esa manera. De haber sido como las otras talvez ni la hubiera visto.

Sonreí antes sus palabras y acerqué mis manos a su cuerpo. Sin decir nada Puse uno de mis dedos en su cuello y lo deslicé hasta el final de su escote.

— Tienes la piel muy suave — dije con voz baja — Sensible — presione el dedo y mire como el color rojo empezaba a aparecer en su piel.

Ella me miraba expectante. Dejé mi dedo en medio de sus pechos y con mi otra mano fui bajando los tirantes de su vestido. Estos parecían un chiste porque eran tan finos que podían romperse con cualquier cosa y no parecían capaces de sostener sus pechos. Lo bajé despacio y pude ver como habían dejado una marca en su piel.

No tuve necesidad de bajar el otro tirante porque se cayó solo, eso me hizo más fácil para que el vestido bajara por completo y la tela se quedara atascada en sus pezones. Le di un pequeño empujón y todo su vestido cayó en un charco al piso, dejándola desnuda de la cintura para arriba.

Me pegué más a ella y observé largo y tendido sus pezones. Rojos como las fresas y grandes. Sus parecían algodones por su pálido color y cuando puse mi mano sobre uno de ellos no dude en apretarlo.

— Tienes los mejores pechos que alguna vez he visto...

Ella tenía los ojos cerrados y disfrutaba de mis toques.

Apreté de igual manera el otro pecho. Se amoldaban perfectamente a mis manos y volvía a tener esa sensación de que eran irreales, demasiado buenos, demasiado perfectos. Con un poco de fuerza empujé su cuerpo hasta caer sobre la cama. Jadeo y abrió los ojos. Me acerqué a ella y me puse de rodillas en la esquina del colchón.

Deslicé mi mano de arriba hacia abajo por todo su abdomen, llegando hasta el borde de la tanga negra simple que ella usaba. Ella se sentó y por fin hacía el primer movimiento.

Empezó desabotonar mi camisa y mis pantalones. Desesperada. Sonreí, eso era justamente lo que quería. Me quité la camisa y ella bajo mis pantalones hasta que descubrió mi bóxer blanco, apretado a mi entrepierna.

— ¿No te gusta? — pregunté al notar que ella estaba inmóvil.

— Tus diez centímetros para mi están bien — se encogió de hombros y reí.

Encontraba muy placentero el hecho de que podía seducirla sin decir mucho y que eella lograba llevarme al borde con unos pocos comentarios.

— Ya vas a descubrir si son diez o veinte — la tumbe de nuevo.

Me ocupé de su tanga. La dejé completamente expuesta a mi. Mostrándome justamente lo que quería ver. Ella me asombraba porque no iba depilada por completo. Tenia una fina línea de vello y eso lo hacía más erotico.

Acaricié con mi dedo su intimidad, su piel se erizo y me dio el pase perfecto para abrir sus piernas y quedar en medio de ellas.

Repartí besos desde el nacimiento de sus pechos hasta donde comenzaba el vello púbico. Ella suspiró extasiada pero yo lo estaba más. Todo esto resultaba tan gratificante para ella como para mi.

Baje mi bóxer por completo y busqué los condones que tenia en la gabeta de la mesa de noche. Aparté mis manos de ella y me puse el condon. Le giré el cuerpo hasta que me mostró su trasero y le di una palmada y la ayude a levantar el trasero.

— A cuatro patas, Gyeong-hui — dije en voz baja y le propiné otra palmada — Justo ahora vas a saber porque parece que no puedo estar tranquilo hasta tenerte una vez más.

°

En algún punto de la noche me quedé dormido. Para mi sorpresa de manera tranquila. El sol ya estaba saliendo y con la luz iluminaba el adormilado cuerpo de de Gyeong-hui, descubierto por completo y dándome una vista espectacular de su trasero. Tenía ciertas marcas rojas aún, al igual que su espalda y el cuello. Su cabello era un desastre y lo que él día anterior había sido una cola alta elegante, hoy era solo un puñado de cabello.

Yo también estaba desnudo pero a diferencia de ella, la sabana estaba sobre mi cuerpo. Ella se removió y quedó frente a mi con los ojos abiertos. Su maquillaje no estaba corrido, de hecho su cara estaba en perfecto estado.

Esta era la primera vez que me queda a "dormir" con alguien. Siempre lo había evitado pero no pude escaparme esta vez, dado que después de un infinito placer mi cuerpo no quería mover ni un solo músculo.

— Estás aquí — dijo adormilada.

— Te dije que no me iría — respondí — Sin embargo ya es tarde...

— Puedes irte ahora — volvió a cerrar sus ojos — solo quería que cumplieras tu palabra. Me quedaré una horas más.

Sonreí porque ella volvía a quedarse dormida.

Una voz tentadora en mi cabeza me pedía a gritos que besara sus labios. Y lo hice. Mordí su labio inferior hasta que ella jadeo y medio abrió la boca, entonces fui más duro, más exigente porque si no era de esa manera lo sentía como un beso a media.

Me alejé satisfecho y le di una última mirada. No necesitaba pensar en ella después de esto.

Me vestí y salí de la habitación, dejando al tentador cuerpo de Gyeong-hui atrás, a sus deliciosos labios y a ese maravilloso sexo.

Si hacía una lista de las mejores mujeres con las que había estado, Gyeong-hui sería la primera, pero por la vida siempre habían mujeres más sorprendentes. Más calientes y sensuales.

No quise mortificar mi mente pensando en ella y me apuré en ir a casa para ducharme y prepararme para la semana llena de gente incompetente que me esperaba. Sobre todo ahora que Namjoon no estaba las cosas irían un poco más cuesta arriba.

El sexo con Gyeong-hui tenia que distraerme por al menos unos días.

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