𝒞𝒶𝓅𝒾́𝓉𝓊𝓁𝑜 3;
𝒢𝓎𝑒𝑜𝓃𝑔-𝒽𝓊𝒾
En resumen, mi semana fue un caos. Traté de preparar cada uno de los pasteles, buscar el sabor perfecto y hacer que la presentación fuera nada menos que perfecta. A pesar del esfuerzo realizado y de todo lo que tuve que hacer, todos los pasteles estaban listos y en conserva a espera de la fiesta, que por cierto ya solo faltaban horas.
No tuve tiempo entre la semana en buscar ropa decente para ir, yo no era alguien que podía tener un vestido Prada en su armario, por lo contrario, todo lo que tenían eran piezas de segunda mano que compraba en Internet por poco dinero. Aún así tenía que encontrar el vestido perfecto para el evento.
Podía irme con mi uniforme de pastelera, pero después de leer la invitación detenidamente, me fijé en la cláusula que decía claramente "vestir de etiqueta". En ese preciso momento no sabía que significaba eso, pero luego de buscar en intenernet me di cuenta de que era ir vestida como a una maldita gala. Y yo no tenía nada que fuera acorde a eso.
Me estiré en mi cama y a pesar de que era más de medio día, no quería levantarme. Me quedé hasta muy tarde preparando toda la mesa y haciendo acabados perfectos. Con todo la pereza que podía haber en el mundo salí de la cama para buscar algo decente y tratar de lucir agradable para el evento.
A pesar de que aún tenía algunas horas, trataba de estar antes de tiempo oara armar toda la mesa como yo la quería y como se suponía que debía estar. Dado que no tenía más personal, por el momento tenía que ser mi propia chófer e ir hasta la fiesta por mi cuenta. Pude haber pedido la ayuda de Doojin pero me dijo que tenia una cena importante, sin embargo estaba colaborando con parte de su vestuario para que pudiera escoger algo que fuera acorde a mi cuerpo.
Doojin trabajaba como asesora de imagen, lo que le favorecía a la hora de vestir bien y con clase, también ganaba mucho dinero y podía comprarse tanta ropa como quería, yo por otro lado, con lo que ganaba como pastelera, apenas y podía con mi vida y con el negocio.
Solamente usando una bata salí de mi habitación para ir a mi recibidor donde había dejado la caja con toda la ropa que Doojin había enviado. Cuando la abrí, encontré un montón de ropa de todos los colores posibles y todos con brillos. Había rojos, azules y verdes. Saqué uno por uno y en total sumaron diez.
Unos eran cortos que podía jurar que apenas cubrían mi trasero y mis pezones, Doojin tenía los pechos pequeños, otros eran largos que dudaba que pudiera caminar cómodamente.
Los dejé a todos sobre mi pequeño comedor y me dispuse a preparar una taza de té de manzanilla. Odiaba el café.
Con la taza de té en mi mano observé bien los vestidos y el único que se miraba medio aceptable era uno de color verde esmeralda con un corsé y mangas campesinas, bastante corto pero rescatable. Si ponía unas medias negras debajo estaba segura que mis piernas estarían bien.
Tenía que darme una ducha primero y luego pasar por la pastelería para acomodar todo correctamente. Dado que mi cliente parecía ser exigente, no podía fallar en nada.
°
Me tomó más de una hora poder arreglarme a como podía. No era una experta en maquillaje y de hecho tenía solo pocas cosas. Salí disparada de mi habitación y busqué mi bolso, las llaves del auto y la lista de todos los postres.
Mis creaciones eran variadas, habían de todo sabor, forma y tamaño. La lista que enviaron constaba de diez postres distintos en cantidades exageradas. Cupcakes de durazno con azúcar para decorar. Pasteles en miniatura de fresas con un baño de miel de abeja condensada con un poco de limón. Pie de limón y calabaza, también de manzana y piña, todas las exigencias de la lista habían sido cumplidas al pie de la letra. Como obsequio por la compra masiva y el pago bien remunerado, decidí agregar unos pequeños panecillos de mango con chocolate. Este último era mio, papá me pasó la receta y había pasado mucho desde la última vez que la hice.
Puse todos los postres en mi auto y empecé a conducir hasta donde estaba el evento. Conduje en la dirección de la invitación, yendo por una de las calles más lujosas de Seúl. Después de al menos media hora llegué hasta uno de los hoteles más impresionantes que alguna vez había visto. Era altísimo y todo de cristal. En letras inmensa tenía grabadas las letras 'FATE:6'. Era magnífico y seguramente una noche en este hotel costaba lo mismo que yo era capaz de ganar en un año de arduo trabajo.
Después de aparcar el auto empecé a bajar mis cosas del auto, tuve que quitarme los zapatos de tacón e ir descalsa, para poder meter la mesa en sin sufrir un accidente. Entré a un salón inmenso y con el techo en forma de circulo, con luces brillantes y un enorme tragaluz en la parte izquierda de la pared. Con cuidado abrí las patas de la mesa y la acomodé justo en el lugar donde decía "mesa de postres". Con cuidado acomodé el mantel blanco y cuando estaba sin ninguna arruga regresé a mi auto por el resto de cosas.
Empecé a meter caja por caja, acomodando con cuidado cada uno de los postres y asegurándome de que no fueran a caerse incluso si alguien chocaba accidentalmente con la mesa. Cuando estaba transportando la última caja, tropecé sin querer y mis medias se rompieron dado que choqué con unos arbustos que estaban dentro del edificio. Toda la media negra de mi pierna izquierda estaba rota. Casi llorando llegué y acomodé la última caja para hacerme cargo de mi problema.
Con los zapatos en la mano y mi bolso, fui en busca de los baños. Entré a un pasillo y cuando me di cuenta de que estaba sola, me detuve para verificar el daño.
— ¡Maldición! — dije en voz alta.
— ¿Algún problema? — a mi espalda una voz grave y baja hizo que me asustara y enderezara mi cuerpo.
¿De dónde había aparecido? Se suponía que el pasillo estaba solo y no se escuchaban pasos por ningún lado.
— No, todo bien — respondí aún de espaldas — ¿sabe donde están los baños? — fue una pregunta estúpida porque el letrero estaba solo a unos metros de distancia.
— ¿Es corta de vista? Están justo frente a usted — lo miré de reojo y me quedé impactada por el porte de este hombre.
Llevaba un traje negro que le quedaba como un guante. Tuve la mirada sobre él por unos minutos y él seguía ahí de pie.
— Gracias — dije simplemente.
— ¿Eres personal de trabajo? Esos baños son solo para personas que trabajan aquí y a menos de que tengas la contraseña tendrás que hacerte del baño sobre tu ropa — suspiré y me di la vuelta por completo. Si de reojo se veía increíble, ahora que estaba frente a él lo era aún más.
El traje negro era de tres piezas y le quedaba perfecto. En lugar de una corbata tenía un lazo que apenas y se veía porque su camisa también era negra. Su cabello caía suavemente sobre su frente y sus enormes ojos negros combinaban increíblemente con todo él.
— Soy personal — dije luego del escaneo entero que le di a su cuerpo — Pero no tengo la clave — asintió.
Probablemente yo me veía estúpida en este momento, tenía los zapatos en la mano y mi media estaba rota.
— Sigame — pasó junto a mi y lo seguí.
Nos detuvimos frente a la puerta de acero y solamente con poner su dedo sobre el escaner, la puerta se abrió.
— Si es personal, asegúrese de no tardar mucho, afuera nos es de mucha más ayuda — torcí los ojos.
— Solo me quitaré las medias — dije suspirando. Él me dio una mirada de curiosidad, alzando su ceja derecha — Gracias por su ayuda.
Cerré la puerta y solo esperaba que para abrirla no necesitara otra maldita clave.
°
Solo me tomó estar cinco minutos en el baño para quitarme las medias y hacerlas un moño para ponerlas en mi bolso. Me retoque el maquillaje y regresé hasta el salón.
Había mucha gente y las luces ya eran tenues porque afuera ya estaba anocheciendo. Había una pequeña y suave melodía que podía jurar que era Mozzart. Papá solía escucharlo todo el tiempo.
De pie, junto a mi mesa, observé el escenario. Había un gran lazo al final y un podio con una tijeras doradas. Según lo que sabía, esto era una inauguración. Sólo faltaban unos minutos para que el evento iniciara.
Empezaba a hacer frío y mis piernas al estar descubiertas estaban sufriendo.
Alguien subió al escenario y probó el audio del micrófono e invitó a alguien que estaba sentado en la primera fila a que subiera al estrado. Me quedé sorprendida cuando me di cuenta de que era el mismo hombre de hace unos minutos. Lo presentó como Jeon Jungkook, presidente del hotel. Sin palabras, en mi mente se reprodujo nuestra conversación anterior, ¿Ese era Jeon Jungkook? Le resté importancia porque no era nadie relevante, sí, dije que era guapo pero nada de otro mundo.
El tal Jeon dijo unas palabras de bienvenida mencionando que el evento empezaría pronto.
Llena de aburrimiento saqué mi celular para responder al último mensaje de Jinhyuk.
"Esta noche no podré verte"
"Tengo una junta"
Suspiré, con él siempre era lo mismo, si no era una junta, era uno de sus clientes y si no, su mamá enfermaba de repente.
Sin pensar más en ello respondí:
"No te preocupes. Aún podemos vernos mañana"
Esperé su respuesta que no tomó más de un segundo.
"Claro"
Apagué el celular ñara evitar distracciones. El evento empezó por fin y Jeon hablaba con orgullo sobre la inauguración.
Me quedé ida escuchando salir las palabras de su boca, de repente sentí admiración. Seguramente había trabajado duro para obtener todo esto, para lograr crear un lugar como este, probablemente pasó por lo mismo que estoy pasando yo, pero él por suerte ya había visto la luz.
—..."solo los ganadores son recordados" — mencionó. Era la misma frase que papá me dijo cuando estaba muy pequeña. La misma frase que llevaba tatuada en mi cadera.
°
Dos horas después, con los pies adoloridos y muchas cosas desordenadas en mi auto, empecé a conducir en la dirección de Doojin. Necesitaba pasar por su casa para dejar el resto de los vestidos y llevarle pastelillos de durazno.
Todo salió medianamente bien, los postres volaron y de repente recibí pequeñas miradas de Jeon. Apenas y sonreía, lo hacía con burla y puedo jurar que recorrió mis piernas con sus ojos. Tuve intenciones de rodar mis ojos pero no lo hice porque él era quien estaba pagando mi servicio.
Solo me tomó unos minutos llegar al residencial donde vivía Doojin. Detuve mi auto a unos metros de la puerta de su edificio.
Mi atención fue tomada por un auto rojo que estaba en primera fila, era exactamente igual al de Jinhyuk.
Extrañada, bajé del auto y olvidé por completo los pasteles y vestidos. Caminé y entré en el edificio. En el elevador presione el botón del piso seis. Con muchos nervios y mi mente jugando sucio, suspiré pesadamente cuando las puertas se abrieron.
Caminé por unos segundos pero vi a Jinhyuk salir de la puerta de Doojin. Mi corazón latía rápidamente. Me hice a un lado, por otro pasillo y de espaldas esperé hasta que él entrara al elevador. Cuando las puertas se cerraron, tome todos mis nervios y empecé a caminar.
Toqué el timbre de la puerta sin dudar por un segundo. La puerta se abrió.
— ¿Qué pasa Jinhyuk, quieres otro beso...? — fue lo que dijo Doojin. Su cara se volvió pálida en cuestión de segundos e intento cerrar la puerta en mi cara pero se lo impedí.
La empujé hasta abrirla y entrar.
— Gyeong-hui, no es lo que piensas — dijo nerviosa.
— Explicalo entonces — yo le ganaba por unos centímetros en altura y los aproveché para observarla con desprecio.
Se quedó en silencio.
— ¿Te acostabas con mi novio a mis espaldas? ¿Así decías ser mi amiga? Maldita perra — la empujé hasta que su cuerpo chocó con un estante.
— Hui, las cosas pasaron y no queríamos hacerte daño... — dijo al borde de las lágrimas.
— ¿No querían hacerme daño? Es hipócrita. Justo ahora me siento herida. Puedo superar el hecho de que Jinhyuk me sea infiel — dije enojada — pero no puedo procesar que seas tú.
— ¿Por qué? — preguntó enojada — ¿No aceptas que soy mejor que tú? ¿No has pensado en que talvez él ya estaba cansado de llevar de la mano a una pordiosera?
— Si fueras como yo, o incluso mejor, nunca te hubieras acostado con el novio de tu maldita mejor amiga — elevé la voz — Eso es despreciable, Doojin.
— Es porque eres una perdedora — dijo burlonamente — Fracasas en todo... — No le di tiempo de decir nada más porque mi puño se estrelló en su cara.
— ¿Sabes en que nunca fracasé? — le pregunté retoricamente mientras tomaba su pelo en mis puños — En las artes marciales, perra — volví a golpear su cara con mi mano abierta — Y ahora tú serás testigo de ello.
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