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𝒞𝒶𝓅𝒾́𝓉𝓊𝓁𝑜 20;

𝓙𝓲𝓶𝓲𝓷

Estar de regreso en casa para mi no era algo espectacular por lo cual emocionarme, sin embargo, después de muchos años por fin me parecía atractiva la idea de quedarme un buen tiempo.

Desde aquella noche en aquel bar, no he dejado de pensar en la pelinegra que está sentada junto a mi. Me dio un poco de impresión encontrarla en casa de Namjoon, y cuando Sol-i me dijo que habría una chica 'espectacularmente guapa' no me imaginé que se refería a ella, sin embargo no me disgustaba. Al contrario de ello, la tensión y el fuego interno que circulaba dentro de mi, no era para jugar. También, su presencia me era de sumo agrado, dado que mi estadía prolongada en esta horrible ciudad se debía a que necesitaba buscarla. No sé me hizo tan difícil encontrarla. Bien dicen que el mundo es un pañuelo y yo no podia esta más de acuerdo con ello.

— He escuchado que vas a hacer una exposición, Jimin — Sol-i llamó mi atención — Me da gusto saber que estas volviendo a donde perteneces.

— Bueno, digamos que solo estoy de paso — le dije suavemente — La exposición está en pie pero necesito un incentivo — dije, volviendo a ver a mi compañera de lugar.

Sol-i sonrió y sonó su garganta.

— Bueno, aún así tenerte aquí me complace. Casi tengo que volar a París y armar otra revolución para traerte de vuelta — todos nos reímos. Aunque Gyeong-hui, como parecía llamarse la pelinegra, lo hizo de manera más baja — Ya sabes, siempre eres bienvenido por aquí.

— Él lo sabe Sol-i, pero su orgullo le impide aceptar de una vez que aquí es donde pertenece. Es igual de terco que el otro imbecil — dijo Namjoon de muy mala gana. Sabía que con el 'otro imbécil' hacía mención a mi hermano menor — Sigue creyendo que siguen siendo los mismos tiempos.

— Algunas cosas no cambian — mencioné con un poco de angustia — Y otras tampoco dejan de doler.

Seúl me recordaba a dolor, llanto y desesperación, por eso trataba de evitarla tanto como me era posible, incluso si mi familia no entendía la angustia que me provocaba estar aquí, a pesar de que los años habían pasado el dolor seguía siendo el mismo.

— Jimin, por vigésima vez, no fue tu culpa — no dije nada. Aguardar en silencio era lo que mejor se me daba.

En un descuido le di una rápida mirada a Hui, ella estaba muy al pendiente de la conversación, aunque callada porque seguramente se sentía fuera de lugar, sin embargo, ver su rostro me distrajo y aisló todos los malos recuerdos que tenía de este lugar, convirtiendo el sentimiento de angustia en paz. Era como magia, y aunque yo nunca había sido su fiel seguidor, justo ahora, en este momento, al verla directamente a los ojos puedo decir que algo había cambiado. Talvez era la mirada y luz honesta que desprendían sus ojos, lo suaves que se miraban y lo bien que acompañaban la armonía de su cara.

No puede evitar reparar en sus facciones. Era perfecta. Como pintor me era imposible pasar desapercibido la armonía que arreglaba su fino rostro. Su nariz perfecta y su mandíbula afilada. Todo eso. Pero también, todas sus facciones se reducían a la nada cuando mirabas esos ojos, ni siquiera tenía idea de cómo describirlos y lo que fue peor, no tenía idea de cómo describir lo que sentía justo ahora.

¿Cuanto tiempo había pasado desde que vi ojos como los de ella? Ya ni siquiera recordaba la última vez que me llamaron la atención los de alguien más.

Tuve que dejar de verla, obligado porque teníamos espectadores y ella parecía verdaderamente desconcertada. No quería incomodarla o no era mi intención hacerlo.

Por el resto de la cena no pude dejar de observarla y me fijé en cada detalle de su cuerpo. Tenía un lunar en la mano derecha que era más que notorio. Era demasiado negro para no notarlo en su piel, también, tenia manos delicadas a las que les estaba dedicando demasiadas miradas para después de llegar a casa hacer dibujos. Eran demasiado hermosas para ignorarlas. Ahora me daba cuenta de cuanto había ignorado aquel día en el bar. No la contemplé a como lo merecía.

Aparentemente ella empezó empezó despedirse y me inundó el pánico porque no fui capaz de hablarle personalmente.

— Fue un gusto conocerte, Jimin — sonreí. Ella se mordió el labio y para mis adentros juré que era lo peor que ella podía hacer frente a mi — Talvez nos veamos de nuevo.

— El gusto fue completamente mio — ella asintió y quiso emprender marcha pero lo impedí — ¿Vas sola?

— Mmmm. Llamaré a un taxi. Mi casa no está muy lejos — evité sonreír — ¿Por qué lo preguntas?

— ¿Puedes llevarla, Jimin? — preguntó Sol-i.  Asentí. Era justo lo que deseaba — Excelente. A Hui le hace falta un caballero, recientemente se le ha acercado un idiota.

— No veo como eso sea posible, aunque claro, yo no soy un típico caballero — respondí. Sentía curiosidad — Gracias por la cena, estuvo estupenda.

— Cuando quieras, Jimin.

Me voltee a ver a Gyeong-hui, esperanzado de que ella no rechazara mi oferta.

— ¿Me dejas llevarte a tu casa? — le pregunté cordialmente.

— No quisiera distraerte de tu camino — me dijo dudosa.

— En absoluto — abrí la puerta y la invité a salir, no sin antes mirar por última vez a mis amigos. Ambos reían. Yo ya sabía porqué.

Salí de casa y Hui caminaba lentamente por el pasillo, casi lo hacía con pereza por lo cual no se me hizo difícil alcanzarla.

— ¿Así que Mok Gyeong-hui, eh? — hablé cuando estuve a la par de ella — ¿Debería llamarte Jane?

— En absoluto. Mi nombre es Gyeong-hui — me dijo con resignación — Como comprenderás, no podía darte mi nombre real en aquella fiesta. De hecho no debí de haber permitido que me llevaras a casa. Tuve suerte de que no fueras un psicópata.

— ¿Quién dijo que no fuera uno? — ella detuvo su paso y me miró alarmada — Relájate. Soy un ser humano decente. Y hacerte lo de Blancanieves no es de mi agrado.

— Aún así eres un psicópata — dijo ella, reanudando su paso.

No dije nada hasta que llegamos al elevador, y dentro de este ambos guardamos silencio. No fue incómodo sin embargo hubiera preferido un poco de plática, su voz era muy relajante y de hecho podia encontrarla demasiado interesante.

La llevé hasta mi auto y abrí la puerta por ella. Entré al auto yo también y lo puse en marcha.

— El mundo parece ser pequeño — le dije mientras me enfilaba en la vía principal — De todos los posibles lugares donde planeaba buscarte, jamás imaginé que te encontraría aquí.

— ¿Querías buscarme? — preguntó asustada. Asentí, sabiendo que ella era consciente de todos mis movimientos — Eso es absurdo. Ya sabes dónde vivo.

— Bueno sí, pero quería que fuera una coincidencia. No me gusta forzar al destino — ella me miró incrédula — Primero planeaba ir al bar donde nos encontramos por primera vez, luego talvez darme una vuelta por tu edificio.

— ¿Te gustan las probabilidades? — preguntó con una sonrisa. La más preciosa que había visto.

— Me divierto con ellas. Sin embargo, la idea del destino me parece mejor — le sonreí. No quería que ella me notara como alguien a quien temer — ¿Desde hace cuanto conoces a Namjoon y Sol-i?

— Desde su boda — me dijo — Son unos pocos meses.

— Fui invitado a esa boda y no puedo creer que preferí quedarme en París. Pude haberte conocido antes.

— Talvez, pero eso no supone un gran impacto en tu vida.

— Te equivocas, Hui — le dije seguro de mis palabras — Eres como el aleteo de una mariposa. Créeme, conocerte no ha hecho más que incrementar mis expectativas en esta horrible ciudad.

— ¿No te gusta Seúl? — me preguntó con curiosidad.

— No. No tengo buenos recuerdos. ¿Qué hay de ti?

— Me da igual. Me parece poco relevante en realidad. Solo es normal. Me gustaba más cuando papá estaba cerca — me dijo suspirando.

— ¿Se fue de Seúl?

— Se fue del mundo — inmediatamente comprendí.

— Cuanto lo siento, Gyeong-hui. No debí.

— No. No quiero tu lástima. Ya han pasado años. — me dijo ella, parecía de verdad tranquila — ¿Tus padres están vivos?

— Sí. Mi mamá y mi padrastro están por ahí amándose locamente el uno al otro — sonreí. La idea de ver a mamá feliz me hace también de la misma manera.

Gyeong-hui llevaba en su mano una taza de café que Sol-i le había dado. Ella no había tomado ni un solo trago, simplemente la sostenía con su mano, fuertemente para evitar que se derrame.

— Eres un pintor... — afirmó, tamvez con algo de curiosidad — ¿Qué pintas?

Me animó bastante que ella cambiara de tema, que quisiera seguir hablando conmigo, que preguntara por mi vida porque eso me daba valor para preguntar por la suya.

— Personas más que nada. También algo de paisajismo y metáforas — me miró confundida.

— ¿Cómo pintas una metáfora?

Iba a responderle, pero si lo hacía, esta noche iba a cubrir al menos diez noches más que bien podía pasar con ella, así que me limité a sonreír.

— Si me dejas verte otro día puede que te lo muestre. Tengo un pequeño estudio en mi apartamento — le dijo. Entrecerro los ojos en mi dirección.

— Esta es una nueva versión de '¿Quieres venir a ver Netflix?' — me hizo reír. Dos veces en esta noche.

— No. Pero si eso quieres...

— ¿Por quién me toma señor Park? — parecía indignada, pero no lo estaba.

— No es mi intención ofenderla — a mi, la palabrería era lo que mejor se me daba — Solo estaba considerando su insinuación.

— Ya quisieras, Park.

Sonreí en silencio. Ambos nos quedamos así, tranquilos, dejando que el apenas audible sonido del motor de auto se escuchara. A los pocos minutos llegamos a su casa, me detuve despacio y esperé a que ella se desabrochara el cinturón.

— ¿Te volveré a ver? — le pregunté rompiendo el silencio. Ella tomó su taza de café aun intacta y puso la mano sobre la manija de la puerta.

— Por supuesto, tienes que enseñarme como se pintan metáforas — dijo sonriendo.

Sonreí. Ella empujó la puerta pero lo hizo con demasiada fuerza lo que provocó que la taza de café se derramara, cayendo sobre mis pantalones. Aún estaba caliente por lo cual el líquido aguijoneaba mi piel. Casi chille, pero no valió la pena.

— ¡Dios mio, Jimin! Lo siento tanto — abrió la puerta por completo y tiró la taza, apurada regresó su atención a mi para ayudarme — Yo llevo un pañuelo...

Empezó a buscar apurada en su bolso el bendito pañuelo pero ya no me importaba, ni siquiera sentía el ardor del liquido caliente.

— Calmada, Hui. No pasa nada — le dije tranquilo. El café ya había llegado a otras partes, pero aún así no me dolía por completo — No pasa nada.

— ¿Seguro? Dios mio soy tan torpe — la pobre estaba tan apenada que me dio ternura ver su rostro. Lo cual era ridículo porque yo era un hombre mayor y no había necesidad para reaccionar así — Si quieres puedes entrar y cambiarte.

— ¿Tienes ropa de hombre? — ella asintió — No quiero ponerme cosas de tu novio.

— No, no. Tiendo a comprarme ropa de hombre para más comodidad — dijo rápidamente. Estaba sorprendido. Ella era sorprendente — ¿Vienes o no?

— En realidad... no — puse mis labios en línea recta porque una mejor idea se cruzó por mi cabeza — Si te sientes tan apenada por lo que pasó, pensaba que talvez podrías aceptarme una cena.

— Eso es extorsión...

— Yo le llamo 'el don de las oportunidades'

— ¿Cocinaras tu? — preguntó.

— Obviamente. Soy bueno en la comida francesa.

— Está bien — sorprendido de que fuera tan fácil no respondí con la rapidez que hubiera deseado — ¿Cuando?

— ¿Mañana?

— Hombre, dame un respiro — los dos reímos — Mañana estaría perfecto.

— Te recojo a las siete.

— No esperaré mucho.

Salió de mi auto dejándome satisfecho. Fue más de lo que esperaba y eso me satisfacía por completo. Pensé que tendría que persuadirla más pero me equivoqué porque ya estaba hecho. Ya la tenia en mi terreno, el resto era fácil.

°

Llegué a mi apartamento unos minutos después. Jungkook estaba dentro.

— Llevo esperando una hora — torcí los ojos. Tenía las bolas mojadas y no quería interrupciones esta noche.

— Debiste llamar primero — en el recibidor, empecé a quitarme los pantalones — ¿Qué te trae por aquí?

— Venía a visitarte. Somos hermanos.

— Pensé que ese termino no te gustaba.

— ¿Dónde estabas?

— Con Namjoon, Sol-i y una amiga — le dije distraidamente.

— ¿Qué amiga? — levanté la ceja — Ya se, no vas a decírmelo. ¿Es la responsable por tener el trasero mojado?

— Sí. Ha derramado café — me quité la camisa también y caminé a mi habitación — ¿De verdad solo has venido a verme, así por así?

— No — admitió — Quería pedirte que te pasaras por la oficina un día. Me gustaría cerrar un trato contigo.

— Sabes que no me interesan tus hoteles...

— Me interesa tu arte — me dijo desinteresado — Sabes que voy a abrir un nuevo hotel. Me gustaría uno de tus trabajos.

— ¿Me darás carta libre?

— Has lo que quieras. Que sea llamativo, hermoso y elegante — esas palabras solo trajeron un rostro a mi cabeza.

— Tendrás eso.

— Ahora, si no te importa ve a ponerte ropa y saca unas copas. Me apetece beber contigo...

Sonreí y acepte su sugerencia.



°
Jimin vino para quedarse.







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