𝒞𝒶𝓅𝒾́𝓉𝓊𝓁𝑜 1; 𝓂𝒶𝓉𝒾𝒸𝑒𝓈 𝒹𝑒 𝓊𝓃 𝒸𝑜𝓂𝒾𝑒𝓃𝓏𝑜
𝒢𝓎𝑒𝑜𝓃𝑔-𝒽𝓊𝒾
— Hui, no se si ya eres consciente de que en realidad el negocio no va bien — mientras llenaba los refractarios de masa para pudin, mi amiga y fiel compañera Doojin, me daba, según ella, los mejores consejos sobre qué hacer y qué no hacer con mi negocio — De verdad, necesitas dejarlo a un lado.
— Sabes que es un sueño — respondí excusándo lo mal que estaban las cosas — los sueños no se abandonan.
— ¿El tuyo o el de tu padre? — preguntó con cansancio — Se que quieres que todo esto funcione por el valor familiar, pero estas dejando a un lado lo que en verdad eres por un sueño dorado que no tiene futuro.
— Eres la mejor arruinando sueños, Doojin. No voy a abandonar lo que tanto me ha costado hacer. Solo necesito una oportunidad.
— Hui, tienes que entender que repartir pasteles casa a casa y vender fuera de los estadios no es una vida. Eres abogada, no pastelera.
— ¿Puedes porfavor apoyarme aunque sea una vez en la vida? Se que las cosas no pintan bien justo ahora, pero si intento un poco más, seguro que obtendré lo que merezco.
— Llevas intentando un "poco más" por más de dos años, eso es mucho tiempo.
— He estado dejando tarjetas en los restaurantes y algunos hoteles, seguro llamarán.
— Hui, tienes que dejarlo ir — sonrió con pena y me dio una palmadita en el hombro.
— Sí lo dejo ir me sentiré defraudada — terminé de acomodar los recipientes en mi nueva alacena — No quiero tener la sensación de fracaso.
— ¿No la tienes todavía? — rodé los ojos.
'Magic Bakary shop' era el sueño de papá, desde que estaba muy pequeña recuerdo que trabajaba duro para sacar un pastel nuevo cada semana, para que las personas compraran sus pasteles, pero incluso si trabajaba duro, lo único que obtenía era menos de lo que merecía. A pesar de que los ingredientes de cada pastel eran cosechados en las mejores granjas y de la manera más orgánica posible, papá no podía cobrar por cada pastel lo que de verdad valía.
Desde que mamá nos dejó las cosas en casa fueron terribles, papá se dio a la bebida por un tiempo y se descuidó por completo de mi, pero incluso después de eso, logró reponerse y empezar un negocio para "dejar mi futuro asegurado" aunque en realidad ganaba más por un caso en el juzgado en un día, que por una semana trabajando duro en la pastelería.
Mi sueño nunca fue ser repostera, de haber sido el caso talvez habría estudiado repostería, a mi siempre me gustaron las leyes y era fiel televidente de programas de investigación.
Mi papá se esforzó para que lograra entrar a una universidad sin preocuparme por mi futuro, cada Won que ganaba iba directamente a mi educación y se esforzaba para que no me faltara nada, según él, no quería que nadie me humillara por no tener una mamá, ya que vivir aquí y no tener una familia modelo significaba castigo.
Logré graduarme con honores y pude haber obtenido un trabajo en la política, pero entonces pasó lo peor.
Una noche mientras dormía plácidamente, papá empezó a llamar a la puerta de mi habitación con un fuerte dolor en él pecho, pero cuando quise asistirlo y en el tiempo que me tomé para llamar a un taxi, su corazón falló y los ojos de mi padre se cerraron. Cuando llegué al hospital me dijeron que le habían detectado hace mucho los problemas cardíacos pero él se negó a pasar por tratamientos dado que la medicina era demasiado cara, en ese preciso momento entendí lo que era el amor genuino.
Mientras mi papá tenía fuertes dolores en el corazón y pudiendo comprar la medicina correspondiente, prefería darme el dinero a mi para que lo gastara en libros de la universidad. Mok Jongdae fue un increíble hombre, y desde el dia de su muerte, su sueño de la pastelería se convirtió en el mío, por eso no iba a rendirme.
Dejé a un lado trabajar como abogada para trabajar en el sueño de papá, me costó un año medio afirmarme y cuando estaba obteniendo algunos clientes, embargaron la propiedad por deudas de impuesto que papá no había pagado, entonces me quedé con nada. Empecé a trabajar desde casa y a hacer las recetas que conocía más o menos para vender algo y poder cubrir la deuda, apenas y me alcanzaba para vivir pero logré pagar todo, pero ahora me tocaba empezar una vez más.
Conseguí un nuevo lugar, más céntrico y rodeado de hoteles y restaurantes, en una calle que favorecía mi negocio pero a pesar de eso las cosas estaban siendo un poco difíciles. Hice un prestamo para remodelar un poco el local, traté de darle un toque parisino sin perder la característica saturacion visual que rodeaba cada calle de Seúl. A pesar de que en mi lista no tenía recetas de pasteles de París, el concepto quedaba bien con el propósito y la estética de mis pasteles.
Me costó mucho sacar un menú y ofrecer distintas presentaciones, hacer tarjetas de presentación y empaques de plástico que fueran amigables con el ambiente, casi logro que cierren el local porque había una plaga de cucarachas de la cual yo no era consciente, pero aún así, justo ahora estaba terminando de darle los últimos retoques a mi cocina. Por fin sentía que había avanzado un paso más.
Después de aguantar casi una hora de regaños por Doojin, se cansó y me dejó sola, sabía que ella solo se preocupaba por mi, pero justo ahora lo que necesitaba eran palabras reconfortantes y que me dijera que todo estaba bien.
Pasé todo el fin de semana repartiendo tarjetas y aún esperaba que alguien quisiera contratar mis servicios, pero nadie había llamado aún.
Según mi reloj en la pared, eran apenas las ocho de la noche y se suponía que tenía una cita con mi novio. A mis jodidos veinticuatro años, él era el único novio que había tenido.
Apagué las luces de la cocina y me aseguré de que todo estaba correctamente enchufado y que no había ni una sola fuga en la cocina, después salí a la parte donde estaban las mesas de madera y acero.
Todo estaba mejor de lo que creí, había muchas plantas dentro y algunas fotos de distintas ciudades, candelabros pequeños y podía apreciarse la tubería en el techo, eso no le da un aspecto terrible, al contrario, le aportaba cierta belleza.
En la pared del mostrador había una foto de papá, sonriendo y vestido de su camisa favorita. Una pieza que aún conservaba y que me negaba a hacer de lado.
Terminé de apagar las luces y tomé mi bolso para esperar afuera a Jinhyuk. No esperé mucho, su auto estaba en la esquina en cuestión de minutos.
Sonreí cuando lo vi cerca. El auto se detuvo y salió del auto para correr y abrir mi lado de la puerta.
— Señorita, Mok — me tomó la mano y besó mi nudillos — Se ve deslumbrante esta noche.
— Siempre dices eso, Kim — le dije sonriendo, caminando hasta que tomé mi lugar en el auto.
— Eso es porque siempre estás hermosa — cerró la puerta y fue hasta el lado del conductor — ¿Esperaste mucho? — preguntó poniendo el auto en marcha.
— No, apenas estaba cerrando — me puse el cinturón de seguridad y lo escuché suspirar — ¿Pasa algo?
— Sí, Gyeong-hui. Siento que te esfuerzas de más por algo que no tiene beneficios — Jingyuk y Doojin, eran las únicas personas cercanas a mi y eran los que siempre me decían lo mismo — Ven a trabajar conmigo a mi firma.
— Ya te lo he dicho, no quiero hacer eso — le dije.
Por incontables veces él me había dicho que era inútil trabajar en un lugar así, que levantar un negocio no siempre era fácil y que necesitaba enfocarme en mi carrera, sin embargo, nunca lo escuchaba.
— Si cambias de idea, siempre estoy abierto a recibirte — sonreí en agradecimiento — Cambiando de tema... — sabía lo que se venía — ¿Ya pensaste lo que te dije?
— He tenido muchas cosas en la cabeza — respondí como excusa — No es una decisión que pueda tomarse a la ligera.
— Llevamos años saliendo, vivir juntos es solo un escalón más en nuestra relación — suspiré. Jinhyuk tenía razón, pero sabia que todo esto iba con segundas intenciones.
Él estaba empecinado con la idea de que yo abandonara la pastelería, teniendome en su casa iba a usar todos los métodos para persuadirme a dejarlo a un lado. Lo conocía muy bien, era un abogado ágil y un negociador nato.
— Lo pensaré — no había mucho que pensar, mi decisión era la misma.
No dijimos más hasta que llegamos al restaurante.
Conversamos de cosas banales de nuestra semana y de como nos estaba yendo, él por supuesto presumía todos sus logros como abogado respetable, yo por otro lado lo único que hacía en mi dia a día era pasar entre huevos, harina y leche, aún así no había nada que envidiar.
Esta noche me llevó a un restaurante Italiano y se encargó de que me sintiera cómoda todo el tiempo. Esa era una de las cosas por las cuales él me gustaba mucho, tenía el don de hacerme sentir cómoda y durante todos estos años no habíamos peleado ni una sola vez. No había encontrado ningún defecto por los momento y cualquiera que lo mirase creería que era el hombre perfecto.
Sí, era presumido, pero cualquier persona en su lugar celebraría los logros de la misma manera.
Cuando regresamos a mi casa, le invité a pasar la noche, era nuestro aniversario y sentía que con todo el trabajo había olvidado un poco la parte íntima de nuestra relación.
A parte de la comodidad que me brindaba, sus habilidades amatorias eran increíbles, siempre hacía sentir a gusto y me trataba con fragilidad y cuidado, algunas veces era desesperante pero siempre lograba obtener el delicioso final.
Cuando cerré la puerta de mi apartamento, empezó a besarme con desespero y trataba de quitarme el vestido, traté de hacer lo mismo y mientras más cerca de estaba de desnudarme por completo, más sentía que necesitaba esto.
Me llevó hasta el sillón de mi pequeña sala en la que apenas cabían dos cuerpos y me sentó para bajarme las tiras del vestido y dejar a descubierto mis pechos. Empezó a repartir pequeños besos obviando el pezon y cuando sentí que ya estaba lista, él se apartó de manera brusca.
— Lo siento, es de la oficina — suspiré frustrada porque él se dignaba a responder el teléfono.
Me quedé quieta con los pechos al aire esperando a que terminara de hablar, pero mientras los segundos pasaban, más me enfriaba.
— Gyeong-hui, tengo que irme — dijo con cara de pena — Juro que lo repondré.
Rodé los ojos. Un orgasmo no era algo que se reponga.
— Olvídalo — me acomodé el vestido y me puse de pie para ir al baño y darme una ducha.
Esto pasaba a menudo, él era un trabajador obsesionado y no le importaba dejarme plantado por hacer cosas de la oficina, aunque era un poco extraño porque dudaba que algún cliente lo llamara pasadas las diez de la noche.
Me desnude por completo y metí mi cuerpo bajo el cálido chorro de agua y espere a que mi cuerpo se calentara para poder relajarme.
No se por cuanto tiempo estuve bajo el agua pero cuando salí, mis manos y mis pies estaban arrugados como una pasa.
Solo sequé mi cabello, tendía a dormir desnuda y en una noche de verano, eso era lo mejor. Me acosté y revisé mi celular por un momento. Tenía un correo y sin duda eso era maravilloso.
-Asunto: Servicio de Catering.
A quien pueda interesar,
El grupo Jeon está grandemente interesado en su mesa de postres gourmet para la gala de presentación de la próxima semana.
Nos encantaría que revisara la lista de postres que nos interesan en la mesa (hemos hecho una rigurosa selección) no aceptaremos ningún cambio de lo contrario se cancela el servicio.
También, agregamos al final su pase de entrada, si lo pierde no podrá acceder.
Lista de postres
Permiso de ingreso
-Yoo Yunhee,
Secretaria de Grupo Jeon.
Cerré el correo y solté un grito de euforia, oficialmente era la primera vez que me contrataban.
Revise la lista que habían enviado y a pesar de que eran postres con bastante dificultad de preparación, no me preocupaba porque el resultado sería excelente.
Desesperada, empecé a buscar en la web sobre el Grupo Jeon. Los resultados fueron deslumbrantes. Jeon Jungkook de veinticinco años, él hombre más joven que había alcanzado un imperio billonario gracias a sus gestiones hoteleras. Tenía cobertura incluso en Europa y todos sus hoteles eran cinco estrellas.
En las páginas no habían fotos de él, solo descripciones físicas y archivos de todos sus logros.
El evento al que iba a asistir era a la inauguración de una nueva etapa en un nuevo hotel aquí en Seúl. Oficialmente estaban abriendo un casino solo para clientes de ticket dorado y con la cartera tan inflada como la del dueño.
Sentía que era una oportunidad única y que tenía que aprovecharla al máximo.
— Lo estoy haciendo, papá — susurré llena de felicidad.
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