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🌻|Capítulo 7. |🌻

|𝓛𝓸𝓼 𝓖𝓮𝓶𝓮𝓵𝓸𝓼 𝓗𝔂𝓾𝓰𝓪|
Capítulo 7.
La verdadera supervivencia

Amaneció, como es habitual y natural. El sol salió de nuevo en Konoha, y las criaturas nocturnas que salían a cazar cuando la luna reinaba las penumbras de nuevo se dirigían a sus distintas madrigueras y cuevas para refugiarse del sol y así dormir, recargar fuerzas y no fallar en la noche siguiente que se ha de avecinar.

Al despertar, encontrándose con una familia de osos muy molesta, Meiko, Kai y Nami se vieron forzados a abandonar la cueva en la que estaban descansado, logrando escapar pero teniendo que separarse para explorar y buscar otro refugio posible. Antes que nada, dejando como un punto de encuentro un árbol en donde Kai había clavado un kunai cercano a esa cueva, para así marcar el punto. Entre los tres prefirieron explorar un rato e ir a buscar comida y una fuente de agua decente en donde pudieran asearse y refrescarse. Kai se quedó con el pergamino de Tierra, mientras que Meiko se quedó con el del cielo. Señuelos. De esa forma no se arriesgarían a que les robaran los dos pergaminos que, si bien no les costó mucho conseguir, sería una vergüenza dejar que se los quitaran tan sencillo.

A lo mejor pensarás que es Nami quien tiene los pergaminos originales, pero en realidad, pierdes tu tiempo. En lugar de dejar que uno o dos de ellos cargaran con los pergaminos, prefirieron ocultarlos en el mismo lugar del punto de encuentro, enterrados en la tierra, más exactamente bajo una gran roca que Kai pudo mover para dejarselo más difícil a algún curioso. Lo último que un ninja pensaría es que dejaron los pergaminos abandonados si ningún tipo de trampa.

Además de ello, el castaño también dejó trampas ocultas cerca a todo el lugar para evitarse lo peor. Con ayuda de Meiko y Nami pudieron terminar rápido, y bueno, después se separaron para explorar.

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En su tiempo de exploración, Nami logró encontrar algo de fruta tirada al pie de algunos árboles. La Hyuga se alegró al saber que por fin podría comer algo decente y que no le revolviera el estómago. Sonrió contenta, se agachó y recogió dicho regalo de la naturaleza que además traía distintos colores vivos. Mangos dulces y maduros, de colores amarillos, anaranjados y rojos, algunos un poco rosados. Colores cálidos que le recordaban al ocaso que de vez en cuando se sentaba a observar con sus compañeros y maestra mientras juntos bebían una taza de té acompañado con algo de pastel.

—–Ah... Por fin.—suspiró aliviada, antes de limpiar la fruta un poco. Luego, caminó con calma hacia el lugar donde ellos habían clavado el kunay para vigilar a los pergaminos y protegerlos.

Aún no había señales de Kai y Meiko, pero ella confiaba en que estaban bien. Seguramente regresarían pronto. Nami tomó un kunay de su porta-armas y peló el mango con cuidado de no cortarse, después comenzó a comer pedazos pequeños. No era muy fan del mango, pero fuera lo que fuera, si era comestible era bienvenido a su estómago y más en situaciones tan desesperadas. Entre el silencio, la Hyuga comenzó a pensar en su hermano.

Me pregunto... ¿Cómo le estará yendo a mi hermano? Seguramente ya estén camino a la torre.”—–pensó, mientras masticaba los mangos en silencio.

Subió la mirada hacia el cielo, viendo solamente hojas y ramas por los frondosos árboles que no daban oportunidad de ver las nubes. Suspiró un poco, relajandose por la paz. Apoyó su espalda en el tronco del árbol detrás de ella y observó el cielo por la poca abertura que dejaban las ramas de aquellos árboles frondosos.

—–¿Ummm...?

Tal vez no significaría nada bueno.

La Hyuga centró su mirada en la dirección del ruido y con mucha pereza suspiró desanimada, realmente no tenía muchas ganas de pelear ahora. Además de que ninguno de sus combates había sido divertido y siendo honestos, ella ya había perdido la esperanza de encontrarse con una buena pelea que la hiciera sudar. Que aburrida aventura.

La Hyuga sin más que perder, activó su byakugan mientras seguía masticando el mango que tenía en su mano, como si en realidad no le interesara mucho lo que estuviera al rededor. No obstante tampoco se confiaría demasiado, por lo que con su otra mano sacaba unas tres shurikens filosas para lanzarlas como distracción en caso de emergencias. Ella las acomodó entre sus dedos. Comenzaba a preguntarse quién o qué podría estar detrás de los frondosos arbustos, tal vez un oso, una serpiente, lo que sea. Pero que no fueran arañas. Sin necesidad de mover su cabeza o mirada, su byakugan le ayudó a ver perfectamente y confirmar qué era lo que se escondía detrás. Al verlo, una mirada y suspiro decepcionado se escucharon por su parte.

—–Ah. Vaya, que lástima... Eres el perro sarnoso.

Desactivó su byakugan luego de detectar al infraganti, mordiendo después otro poco del mango, disfrutando de su jugosa dulzura mientras observaba ahora al chico Inuzuka salir y sacudir su ropa. De su chaleco sobresalía de la bolsa de su pecho la cabeza de Akamaru, su ninken, o perro niña entrenado. Fiel compañero desde que él era un niño.

—–¿Sabes? Tampoco me da mucho gusto verte.—manifestó Kiba, claramente ofendido por su comentario, sacudiendo su ropa de las hojas y ramas adheridas.

—–¿Sigues ahí?—preguntó irónica, con una sonrisa burlona.—–¿Y dónde está el resto de tu equipo, eh? ¿Cómo le va a Hinata-sama? Uh, de seguro que los ha ayudado bastante, ¿no?

El sarcasmo un su tono de voz fue suficiente para aclarar que Nami de verdad sentía una fuerte rabia hacia Hinata, aprovechando cualquier comentario o acción para burlarse de ella si ese llega a ser el caso. Claro que eso a Kiba no le agradó mucho. Él sabía que Hinata tal vez no era la chica más fuerte, pero conocía su perseverancia y de hecho para él era inspiradora; por lo que le molestaba realmente el cómo la otra Hyuga, arrogante y muy grosera, hablaba de su compañera de equipo con tanta confianza, como si de verdad la pobre Hinata fuera lo peor del mundo.

—–Tsk. Pero que molesta eres, ¿por qué no cierras la boca? ¿O quieres que yo lo haga?

Nami cerró los ojos desinteresada, escupiendo una parte del mango que comía porque no le gustó. Levantó una ceja para mirar de reojo al Inuzuka, notando entonces alarmada que él se estaba acercando hacia una trampa que ellos habían escondido.

—–¡Idiota! ¡No te me acerques!

Kiba la miró sin entender, pero tomó su comentario a mal, ignorando el hecho de que ahora pisaba algo; Nami mirándolo palideció un poco. Él había pisado el hilo que activaba la trampa de bombas, la cuál se activaría en menos de tres segundos. Era tiempo de correr.

—–¡Mierda!

Después de soltar un habitual insulto, Nami activó su byakugan a la vez que frente a la altura de sus labios hacía una posición de manos. Si quería salvarle el trasero a ese tonto -que además, tampoco supo porqué ese impulso- debía activar el jutsu desesperado que tanto evita mostrar en una pelea. No por el hecho de gastarlo, más bien por el hecho de que, ese mismo jutsu, es realmente peligroso y un paso en falso o retraso podría causarle a la Hyuga un doloroso infarto.

—–¡Estilo Hyuga: Byakugan espacio-tiempo!

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De repente, todo lo que era color se volvió gris, blanco y negro, a su vez el tiempo en el perímetro a la redonda detuvo, incluyendo al Inuzuka que no sintió nada de lo que pasó. La única que podía moverse era Nami. Ahora ella contaba con sólo diez segundos de tiempo para actuar, antes de que su corazón se detuviera y le causará una posible muerte de infarto. Y no es una expresión. Aquel jutsu que Nami ha usado es conocido y temido, muy poco realizado en realidad no sólo por ser riesgoso, también por ser inusual. En otras palabras, es un jutsu que muy pocos Hyugas han logrado hacer. Una técnica prohibida del clan, por la cuál Hiashi, cabeza del clan y tío de la Hyug, luchó para mantenerlo escondido en el lugar más recóndito de los secretos. No contaba con que un fatídico día en el que Nami se escabulló en su casa para buscar un libro cualquiera, lo encontrara por casualidad. La pequeña Nami al leerlo, llamó tanto a su atención que decidió quedarselo y ocultarlo en su habitación.

Ese día en que la pequeña Nami lo descubrió, en la noche comenzó a leerlo bajo la luz de una linterna, notando pronto que aquel no era sólo un libro, sino también un diario.... Escrito por Hizashi Hyuga... Desde ese entonces, Nami pensó en que tal vez podría llegar a despertar aquel jutsu del que su padre era usuario. Así que por las noches en su habitación intentó hacerlo e intentó hasta que un día por fin le resultó. Sin embargo, se dio cuenta de que, al de su padre, el suyo era diferente y por lo tanto más riesgoso; su corazón se iba deteniendo conforme pasaban los segundos.

Sin alarmarse, esa noche en la que ella lo logró, desactivó el jutsu y byakugan para anotar algo más en ese diario. Habían hojas en blanco, por lo que decidió hacer uso de ellas para anotar sus hipótesis, teorías y notas con respecto al mismo jutsu, escribir también sus experiencias de cada día y también progresos, como un cuaderno bitácora. Su costumbre de hacerlo fue tal que ese diario en cuestión, pertenencia de su padre, terminó por volverse el suyo. Su diario, su bitácora, una de sus posesiones más sagradas en donde guardaría sus experiencias más penosas y personales, secretos y mucho más.

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Volviendo a la escena:

El tiempo se detuvo mientras que una Nami alarmada corría rápidamente hacia el chico perro, subiendolo a su hombro. Si no mal calculaba, me quedaban cinco segundos. Luego saltó al árbol más cercano, pero seguro para no ser afectados por la explosión, y paso siguiente desactivó su byakugan apoyando su mano en el tronco algo agitada, todo mientras el el espacio y el tiempo regresaban a su estado normal. Pudiendo apreciarse, entonces, una gran explosión en cadena.

—–¿¡Qué!?

El Inuzuka observó la explosión con asombro, notando que por su torpeza, casi sería brochetas de la misma carne asada que tanto le gusta comer. Se giró a ver a Nami, quien luchaba por normalizar su respiración sentándose en la rama en la que estaban, viéndola algo cansada.

Debía agradecerle por esa hazaña, de lo contrario, él estaría muerto y su equipo descalificado.

—–¡NAMI!

La voz de un castaño alertó al Inuzuka. Kai se apareció de entre las ramas, acompañado de Meiko. Ambos estaban preocupados por Nami, pues desde la lejanía viendo la explosión pensaron que la Hyuga podría haber estado inmersa en un enfrentamiento ella sola. Kai, siempre tan servicial se agachó a un lado de Nami y le dio un poco de agua que guardó dentro de una cantimplora para quella pudiera calmarse.

—–¿¡Están bien!?—bramó Meiko, notando además de ella, como los otros dos, compañeros de Kiba, se acercaban a la escena y subían al árbol cercano a ellos.

Nami dejó de beber el agua en cuanto vio a Hinata, notando como en su mirada decaída se mostraba la preocupación que sentía por su prima. Ésto la llenó de rabia. No necesitaba su lástima.

No puedo demostrar esto... No a ellos... Un equipo de novatos no puede verme así. Es una tontería.”—–negó y se levantó, perdiendo un poco el equilibrio.

—–¿Nami?

—–¿Te encuentras bien?—agregó Meiko.

Ella cerró los ojos y suspiró tranquila, indicando que estaba bien. En silencio sacó de su bolsillo los pergaminos y se los pasó a la samurái, quién aún la miraba también preocupada. Se apoyó en el tronco del árbol, y dedicó una mirada poco agradable a Hinata. La Hyuga menor en reacción, sólo desvió su mirada, viéndose algo triste. Tanto Shino como Kiba notaron ésto, sintiendo un poco de pena por Hinata. Ellos eran consientes de la relación tan complicada que tenían las dos familias del clan Hyuga, pero aún así, eso no omitía la empatía que ambos sentían hacia su compañera. Lo mismo pasa con los amigos de Nami y el equipo de Neji. Ya saben como es.

—–Amm... Yo...

—–Kai, Mei Mei.

Cuando Hinata levantó la mirada, Nami ya estaba en el árbol de alfrente. Muy decidida a irse de allí.

—–Vámonos. Estamos cerca a la torre. Una vez allá habremos terminado esta con tontería.—dijo secamente, y luego continuó saltando de rama en rama, hasta desaparecer.

—–¡Nami, esperanos!—exclamó Kai, y seguido de la albina se apresuraron a alcanzarla.

Hinata no podía sentirse bien con Nami estando así. Ella sabía después de todo cuánto ha sido el sufrimiento que le provocaba hacer parte de la rama secundaria a sus primos. Eso la hacía sentir desanimada, pues siempre deseaba lo mejor para todos. Ella era pura bondad. Era todo lo contrario a los mejores del Clan, esos gemelos Hyuga. Que, a lo mejor ambos ahora están en dirección a la torre, a punto de completar el exámen, cada quién por su lado. Shino intentaba reconocer algún sentido en la Hyuga que se había ido, pero nada le daba idea sobre su comportamiento. Kiba por otra parte, hervía, no le agradaba para nada Nami. Ni sus apodos.

Ni que lo haya salvado, aunque en el fondo se siente agradecido.

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—–¡Genial! Se puede ver la torre desde aquí. Ya casi estamos cerca, y justo a tiempo. Podremos descansar en ésta última noche.—se alegró Kai, imaginando por fin la siesta que tanto le hacía falta.

—–No hay que confiarnos. Deben haber personas que estén esperando para hacernos alguna emboscada. Se esperaría de este tipo de situaciones. Además, no deberemos de titubear si es que tendremos que enfrentarnos a alguien.—dijo Nami.—–Cuando nos acerquemos a la torre y active mi byakugan, significa que tendremos que prepararnos para pelear. ¿Entendieron?

—–Sí.—asintió Meiko.

—–Claro.—sonrió Kai.

Luego de unas horas de saltar y saltar de rama en rama, la noche cayó y la luna trajo consigo el manto oscuro de la noche. Faltaba poco para que nuestros chicos llegaran a la torre, afortunadamente, hasta ahora todo para ellos ha  resultado bien y según lo planeado. Han evitado luchar de forma innecesaria, comieron un como, se limpiaron para estar más aseados y continuaron su camino pendientes de proteger los pergaminos. Tal vez estaban cansados y agotados, pero no era momento para detenerse, pues la victoria de completar esa faceta del examen estaba más que cerca.

Así como ellos, otros equipos también habían logrado llegar tan lejos con la ayuda de distintas estrategias. Algunos otros se aprovechaban de la ingenuidad de sus oponentes, otros en cambio eran brutales y mataban a toda cosa. En fin. Variedad de equipos si hay, tantas como los tipos de personalidades clasificadas. El caso que veremos a continuación, es de un equipo que prefirió quedarse a esperar para robar un pergamino, en su desesperación por ser negligentes.

—–Genial... Aquí llegan tres tintos. Obtendremos el pergamino que hace falta.

Ese equipo estaba compuesto por dos hombres y una chica, quizá uno o dos años mayores que los otros, pisando la etapa de la adolescencia con probablemente quince años. Usaron la estrategia de esconderse a esperar a la llegada de un equipo ingenuo, y para mala suerte, el equipo que ellos seleccionaron para robar ha sido el equipo Rei. Desde la oscuridad que las frondosas hojas de los árboles traían, esos tres observaban a la Hyuga, el Sakamoto y a la Dai, quienes pronto se detuvieron en el suelo.

—–¿Eh?—se pregunta la chica, viendo como se detenían.

—–Creo que ya saben que estamos aquí.

Nami detuvo su paso, observando a su alrededor. De inmediato detectó que algo no estaba bien. Su sexto sentido le decía que no se fiara en la paz del lugar, por lo que para asegurarse, ella activó su byakugan, quedándose quieta y buscando alguna amenaza en los alrededores. Como señal, Kai sacó su johyo también, comenzando a girarlo un poco. La cabeza del arma, que era una cuchilla, estaba adherida del mango a una cadena. Meiko desenfundó su espada hasta la mitad, también quedándose expectante.

Finalmente, Nami al detectarlos, relajó un poco su postura y sonrió ladinamente.

—–Salgan.—dijo ella, en voz alta y con firmeza.

Con esos ojos es casi imposible engañarla. Pese a tener un punto ciego, cosa que no muchos conocen, Nami contrarresta esa debilidad con la ayuda de su sexto sentido, su percepción. Notó al girarse en su dirección como esos tres extraños bajan y se presentaban ante ellos. Pertenecientes a la aldea de las rocas.

—–Pff... Vaya. El byakugan de los Hyuga. Claro, cómo competir contra eso.—habló uno de ellos, saliendo de su escondite.

Él no tenía armas ni nada en especial, sino que en su lugar, llevaba un látigo de alambre, de púas. Aún así, de su arma resaltaban los  aún pedazos de carne que tenía entre sus púas. Meiko se asqueó un poco al ver aquello, notando con repudio cómo no había limpiado su arma. Junto a él, se presentó ante el equipo de Rei una chica de cabello naranja y atado en dos coletas a los lados. A sus hombros llevaba un martillo. Un mazo, bastante grande.

—–Hah.—sonrió la chica.—–Como sea. Les quitaremos el pergamino como el dulce a un bebé, y después se los entregaremos a nuestros amigos.—declaró, clavando el mando del mazo gigante a su lado, mientras sonreía ladina y burlonamente.

Kai hizo una pequeña mueca, notando después que Meiko gruñía un poco, con molestia. Unos metros frente a ellos se apareció el último integrante de ese equipo enemigo, otro tipo con cara de sádico. Tenía un aspecto de esqueleto, o algo así. Pues de su cuerpo sobresalían varios huesos, o materiales parecidos a ese material óseo.

No era para nada agradable a la vista.

—–Eso no es hermoso...—se asqueó Kai, repitiendo la frase recurrente de su sensei.

—–Que asco.—murmuró Nami.

—–Eso no es de Kami-sama.—agregó Meiko también, aterrada, por la aberrante imagen.

Los tres eran extraños. Los dos que hablaban tenían sonrisas en sus rostros, mientras que él último sólo permanecía quieto a la espera de una orden. En parte, porque no podía hablar ya que llevaba los labios cocidos. Lo hacía aún más intimidante.

—–¿Tendremos que luchar, Nami?—preguntó Kai, en un pequeño susurro, sin quitar la mirada del equipo enemigo.

Nami suspiró con cansancio, adquiriendo ahora una postura más segura, mostrando tanto a sus amigos como a los enemigos que ella, sin importar qué, estaba dispuesta a pelear.

—–Bueno. Ustedes parecen ser listos y racionales así que, ¿Porqué mejor no nos entregan sus pergaminos y se van a llorar?


—–¡Espera! ¿No podemos hablarlo mejor?... Ustedes ya tienen sus pergaminos, puedo ver que los cuelgas de tu cadera.—señaló Kai.—–¿Para qué pelear contra nosotros?

—–Ya déjalo Kai.—interrumpió Meiko, terminando de sacar la espada de su funda.—–Vamos, tan sólo miralos. No parecen seres racionales.

—–Confirmo.—agregó Nami.—–Ya relájate. Sé que no te gusta pelear, pero será rápido e indoloro.

El equipo Rei al parecer, estaban más inmersos en discutir sobre si arriesgarse o no, que por prestarle más atención a quienes tenían al frente. En realidad, ellos no querían desgastar sus pocas energías un una pelea innecesaria que, a lo mejor terminará con los enemigos muertos. Era una idea tentadora para Nami, pero tanto ella como sus compañeros estaban cansados y lo que más querían ahora era instalarse en la torre y dormir. Es lo único que deseaban.

Escuchando su conversación, la chica de ambas coletas notó cómo ellos le daban poca importancia a las amenazas, como si se creyeran superiores. Indignada, ella golpeó el martillo contra el suelo para llamar su atención. Y lo logró, pero aún así, el equipo Rei estaba desinteresado en una pelea sin caso.

—–¡Oigan! ¡Dejen de hablar y peleen, cobardes!

—–Pff...—resopló Nami, mirando a sus compañeros de reojo.—–Muy bien, chicos. Acabemos con ésto ya.

La albina y el castaño asintieron a la orden de su líder, preparándose para poner su plan en marcha. Meiko infló sus mejillas de aire al mismo tiempo que preparó su espada, como si fuera a lanzarse a atacar; Nami aguantó la respiración y también se posicionó como si fuera a correr hacia ellos, luego  de forma sincrónica las dos hicieron aproximarse. De inmediato Kai metió una mano en su bolsillo  sonriendo de forma amenazante hacia los enemigos, sin más la lanzó al suelo provocando que se liberara una cortina de humo muy densa, cubriendo por completo a los tres. Kai tomó a sus amigas de las manos y los tres saltaron fuera de la amenaza, huyendo lo más rápido del lugar al desaparecer por los árboles.

A ellos les gustaba llamar a ese plan “Fachada” : Una gran actuación del equipo Rei para despistar a los enemigos y poder irse de ahí sin un rasguño, evitándose la molestia de pelear contra un equipo que no valía la pena su esfuerzo.

—–¡YAAS! ¡Fue una gran actuación chicas, y no hubo necesidad de decir “Rompete una pierna”—bromeó Kai, ya al estar bastante lejos de los otros tres.

—–Fue genial... Sus caras de tontos me han divertido.—Meiko rió divertida.

Nami también sonrió ladina, arrogante y triunfal, cruzandose de brazos mientras saltaba también, en la mitad de los tres.

—–Que bueno que preferimos usar “Fachada”. De lo contrario, ellos ya tendrían sus piernas rotas.—mencionó con aires de superioridad.

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Una vez dentro de la torre, nuevamente se encontraron con el equipo ocho, el equipo de novatos regidos por Kurenai Yuhii.  No cruzaron palabras, Nami ni siquiera se dignó a mirarlos, simplemente prefirió caminar. Sus amigos la siguieron hasta que ella se detuvo al encontrar un lugar decente en donde pudieran descansar y dormir. Luego, después de charlar un poco sobre cómo evitaron pelearse con seres tan poco importantes e interesantes, los tres terminaron dormidos como bebés.

Un descanso bien merecido.

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