🌻|Capítulo 66.|🌻
𝓛𝓸𝓼 𝓖𝓮𝓶𝓮𝓵𝓸𝓼 𝓗𝔂𝓾𝓰𝓪
Capítulo 66.
“Maratón, parte diez”
“Todo estará bien... Todo estará bien...”— se repetía a sí misma, aa espera de creérselo.
Estaba nerviosa por lo que pudiera pasar. Pero fuera lo que fuera, no podía fallar.
Traficando rimas.
Mientras caminaba en silencio, alejándose cada vez más del escondite, Meiko no dejaba de pensar en sus amigos, en su familia. No sabía porqué de repente empezaba a pensar en eso ahora, pero, se sentía como si toda su vida estuviese pasando frente a sus ojos, trayendole a la mente sus recuerdos felices y tristes, o también sus miedos y momentos graciosos que ha vivido con todos ellos hasta ahora, sin problema alguno.
No entendía qué estaba sucediendo con su cabeza, pero si realmente quería ganarle a esa mujer que utilizaba el veneno para torturar por un largo tiempo a todos sus oponentes, tenía que ser fuerte y dejar sus inhibiciones de lado. No le gustaba para nada en lo que podría llegar a convertirse si pasaba eso, se desconocía completamente y la Meiko tranquila y estoica se iba para no volver por un buen rato, pero, tenía que hacerlo si quería salvar a Kai y a Nami, y a Wang y a Sojiro, y completar la misión.
Se impulsó desde el suelo hasta la rama de un árbol yendo a buscar pronto a esa mujer. Primero llamaría su atención para que la siguiera, tenían que pelear en otro lado en donde Kai no estuviera cerca, ya que podría salir lastimado sin querer y Meiko no quería eso. Ni pensarlo siquiera.
No tardó mucho tiempo en encontrarla, de hecho, pareciera que ella también supiera que Mei la estaba buscando, estaba sentada sobre el suelo al estilo indio, sonriendo ladina mientras pulía con sumo cuidado el filo de sus flechas. Parecía que los estuvo esperando.
La albina aterrizó y de inmediato se puso en postura de defensa, dispuesta a bloquear o desviar cualquier cosa que la enemiga le pudiera lanzar. Sólo fue cuestión de un par de movimientos: el aterrizaje delicado, sacar su espada del estuche y levantarla a la altura del rostro a un lado, concentrada y pareciendo una estatua; no pensaba ni de broma en desconcentrarse , había entendido, y de la peor forma, que esa maldita era tramposa y engañosa. Por su lado cuando escuchó que alguien aterrizó a ciertas distancia frente a ella, su sonrisa se extendió aún más y llegó a un punto bastante macabro, pero ni se molestó siquiera en levantar la mirada, no le interesaba quien estuviera frente a ella, solo le interesaba acabarlo para seguir con el plan y con ello conseguir el reconocimiento de ser los tres mejores ladrones ninja de la historia. Querían respeto, porque el respeto les traía poder.
Ella ni siquiera sabía que sus otros compañeros ya habían muerto mucho antes.
Meiko sin embargo, controlaba la respiración con cuidado. No iba a impacientarse, a leguas se veía que esa mujer era demasiado arrogante, así que solamente se cuidaría de cualquier ataque furtivo que pudiera afectarla.
—–¡Ah! Perdón.—la villana finalmente levantó la mirada para verificar quien se había puesto frente a ella. Mantenía una sonrisa inocente, pero su tono no podía ser más arrogante, como si realmente no le importara mucho que iba a suceder, y bueno, así era.
Desde siempre había confiado en sus habilidades, y bueno, era manipuladora de veneno, ¿Qué podría salir mal? Conocía del par de anillos que tenían que llevarse junto con las cabezas de los otros para más intimidación, pero sí que no sabía nada del Az bajo la manga que Meiko tiene.
Se llevará una gran sorpresa en cuanto lo sepa.
—–Pensé que eras el grandulón, o el enano. Pero bueno.—se excusó, dejando a un lado las flechas de su arco para levantarse del suelo, así se sacudía la ropa. —–Parece que tu amiguito no pudo sobrevivir ¿No? A menos que lo hallas escondido por ahí. Si es así tendré que matarlos a los dos...
Se le hacia extraño que Kai no hubiese sobrevivido, ella no lo sabía, solo estaba intuyendo. Meiko intentó no entrar en pánico. Afortunadamente, controlarse era lo que hacia mejor, así que no tuvo problema en negar con la cabeza lentamente.
La mujer entendió esto como señal de que en verdad había logrado su cometido. No tenía idea de que estaba mintiendo, y si lo estaba, pues lo hacía muy bien. Pero de todas formas, si estaba haciéndolo o no, no tenía de que preocuparse ya que si acababa con ella pronto, solo sería cuestión de encontrar y torturar un poco más al otro para que le diera los anillos y así irse con la victoria.
—–¡Ah! Ya veo. Entiendo entonces por qué me miras con tanto odio.—mencionó, apoyando las manos en su cadera.—–Aunque se me hace extraño porque, el veneno que utilicé es mortal sin embargo, la cantidad que se le debió inyectar no fue lo suficiente como para que lo haya sido... ¡Que pena! Era muy lindo de hecho. ¿Era tu novio?
La Dai solo podía apretar de poco en poco el mango de su espada. Escucharla hablar le parecía tan irritante que quería solo cortarle la boca de una vez para evitar aquello. Pero no, primero tenía que idear una estrategia y alejarla de ahí, así no descubriría a Kai ya que sabía que él era su presa al tener el otro anillo.
—–¡Mooo~! ¿Que pasa? ¿El gato te comió la lengua?—burló la mayor, teniendo en su rostro esa sonrisa arrogante y superior.
No intimidaba a Meiko, o al menos, ya no lo haría más. La albina estaba decidida a derrotarla, a matarla si hacia falta, pero antes, tenía que hacer su ritual para tener la conciencia tranquila y dormir a gusto en la noche.
Acercó la espada a la palma de su mano derecha —Meiko suele tomar la espada con la izquierda, ya que es zurda— y sin más, hizo un corte no muy profundo, pero sí lo suficiente como para que la sangre brotara suavemente, decorando el suelo y su blanca piel, ya que como sabemos, Meiko es pálida. La mujer la estaba observando con curiosidad, no conocía ese ritual, o qué estaba haciendo, pero parecía que murmuraba cosas.
Meiko estaba rezando y pidiendo perdón por ella, para que después de acabar esa batalla, su alma no fuera atormentada por cometer el pecado de asesinar. Si, un pecado al cual se enfrentaba en las misiones, y por su vocación que es ser una shinobi, y más una samurái. Quizá les parezca absurdo, pero era una forma de el clan Dai de preservar su honor. Ellos se consideraban guerreros por la justicia, pero aún así, no se consideraban los jueces capaces de condenar a otros por sus pecados, sólo en situaciones así era que se veían obligados a hacerlo.
Mei quería dormir tranquila. Con cortar su mano, ofrecía su sangre como una especie de sacrificio; un precio a pagar por lo que estaba por hacer. En resumidas cuentas, ellos tenían la costumbre de ofrecer “Sangre por sangre”, así llamaban ese corto ritual.
Solo así podían dormir tranquilos, sabiendo que habían matado a una persona no tan buena, pero aún así, acabaron con una vida.
—–Perdóname por la vida que estoy decidida a tomar, pero con tu permiso, procuraré darle un castigo, igualando el dolor que ella provocó en cada una de sus víctimas. Como precio en este intercambio, ofrezco mi sangre y me dejo maldecir por mi espada. Una maldición que solo acabará en cuanto derrote el mal que habita en el enemigo...—murmuraba, cerrando los ojos mientras la sangre aún corría.—–Confío mi vida en tí, y en mi espada. Por favor ayúdame a proteger a Kai, y salvarlo del horrible destino que en su lugar, está por pagar esta mujer arpía... Amén.
Al finalizar de haber rellenado un pequeño charco de sangre, bajó su mano y le apuntó a la mujer con la espada, mostrando finalmente una mirada más determinada, más distinta a la tranquila y estoica que tenía anteriormente.
Algo había cambiado en Mei, sus ojos eran ligeramente más oscuros, se veían más frívolos y distantes. En tan solo unos segundos, parecía que frente a ella, había otra persona.
—–Que te quede claro algo.—masculló con firmeza.—–No te tendré piedad... Con esta espada haré que expies todos los pecados que haz cometido. Arpía.
La mayor frunció su entrecejo con algo de molestia, percibiendo el cambio en Meiko. Además, estaba más prepotente. Eso le molestó como ninguna otra cosa, así que no tardó en inclinarse y tomar con firmeza una pequeña espada, era más bien parecida a una daga, pero como era más larga no sabría de qué otra forma llamarla. Ella tenía su propia forma de tomarla, diferente a la técnica que Meiko usaba, pero eso no importa. Cegada por la rabia que le provocó la nueva actitud de la albina, se apresuró hacia a ella, viendo que Meiko ni se inmutó, tampoco se movió.
Parecía que se había acobardado, parecía que se había quedado paralizada del miedo, pero lo que esa mujer no sabía es que ahora estaba viviendo una pequeña ilusión. Fue solo cuestión de parpadear para no ver más a la albina, y nada más sentir que detrás de ella se estaba aproximando, dispuesta a Y atravesarla con la espada. La mujer por supuesto logró percibirlo a tiempo, y girándose sobre sus talones logró bloquear el ataque de Meiko, aunque teniendo un agarre tembloroso.
“Es rápida.”—–pensó la mujer de cabello anaranjado, tensando su mandíbula.—–“Pero no importa... ¡Tengo ésto!”
Mei torció un poco su agarre para debilitar más el de la mujer, logrando así que soltara el arma sin más. Le pareció extraño que hubiera sido demasiado fácil, pero se esperaba de parte de ella otra cosa. Un ladrón así no se rinde sin dar pelea, a menos que fuera como uno de esos perros que ladra y ladra pero al final resulta teniendo miedo de su propia sombra.
No se extrañó en realidad cuando sintió un dolor punzante en su abdomen, pero lo único que pudo hacer en ese momento, fue escupir algo de saliva. La mujer se dejó arrebatar el arma a drede, para hacer que se confiara y administrarle a Meiko una dosis de veneno que ya tenía preparado hace rato, pero que solo usaba en ocasiones específicas cuando estaba desesperada. Lo que le clavó fue una agua no más larga que un dedo meñique, pero sólo bastó con la punta para inyectarle el violento líquido negro. Con eso ya tenía su victoria
¿Verdad?
Meiko se dejó caer al suelo de rodillas, sosteniendo su estómago y sintiendo unas leves náuseas, que pronto le hicieron escupir un poco de sangre que provenía de su estómago. No iba a entrar en pánico, iba a permanecer tranquila, ya que no quería perder el control. No obstante, la sangre y saliva que regurgitaba manchaba de a poco sus zapatos, y eso en serio que podía enojarla. Si, eran sólo zapatos, pero la sangre es muy complicada de lavar y no quería arruinar así sus zapatos azul pálido, eran muy especiales para ella.
Además, la risa victoriosa de la mujer ya comenzaba a molestarle aún más. Vaya que tenía una voz irritante, como esperaba pronto hacerla pagar, pero tenía que mantener la calma. Tenía que estar tranquila para que su plan saliera como ella quería. Debía soportar el dolor, el cual si bien podía ser mucho, para ella era más leve de lo que una persona más común no podría soportar.
—–¡Eso fue más fácil de lo que pensé, si me lo preguntas a mí!—se burló la mayor, sacudiendo sus ropas.—–Me asustaste por un momento, pero, supongo que eres de esos perros que ladra pero no muerde. Sólo hablas y hablas pero al momento de la verdad, ¡Nada!
Meiko la vio acercarse, sintiendo que su vista se nublaba por un momento. Pero ella estaría bien, tenía que concentrarse en mantenerse despierta nada más.
—–Fue decepcionante de verdad. Los mocosos de hoy en día son más débiles... A tu edad ya había asesinado a varias personas-
Dejó de presumir sus logros y lo cruel que era tan pronto vio que Meiko empezaba a tensarse de una forma bastante extraña y de hecho, era bastante tensa. Esos movimientos le extrañaron un poco, así que simplemente se quedó ahí, observandola con curiosidad.
Grave error si me lo preguntan a mi.
Meiko no se cortó la palma de la mano con la espada por nada, pero la maldición de su arma aún no había surtido efecto, necesitaba tener un contacto directo con el veneno de ella para atacar con más fuerza. Bien pudo dejar que cediera antes pero, si quería derrotarla, necesitaba entrar con todo. El dolor era la clave.
—–Vamos, Mei...—susurró para sí misma, buscando animarse.—–Concéntrate en el dolor... Concéntrate en el dolor...
El dolor era la clave para despertar, era la clave para luchar. Como una presa que huye desesperada de su depredador, el miedo a morir, el miedo a sufrir y sentir dolor la motivaba a seguir luchando por sobrevivir y ver la luz del día una vez más.
Sé que muchas veces, a las presas esto poco les funciona comparada con la fuerza y brutalidad del depredador. Pero, amigos míos...
Este no es el caso.
“Nací con el propósito de seguir siempre a un pastor... Nunca fui capaz de hacer algo a convicción”"
Meiko desde siempre demostró ser una niña callada y muy, muy reservada. Desde que tiene corta edad, era algo tímida y no tenía amigos, pero esto en realidad parecía no molestarle o afanarle demasiado. Se sentía bien estando sola, se sentía a gusto. Sólo ella y su reflejo eran suficientes como para hacerla sentir bien. Siendo la menor, de tres hijos, Meiko Dai, era diferente a sus otros dos hermanos mayores.
Miku, era una chica con un aura que todos querían tener cerca. Estar a su lado se sentía como si una brisa fresca te rodeara y te llenara de paz. Siempre ha sido una joven agradable y amable, además, de ser enérgica y mantener siempre una pizca de picardía que llamaba la atención a cualquiera.
Su hermano Momo, Momotaru, por otro lado, siempre demostró ser un joven inteligente y calculador. No dejaba de ser una persona cálida, siempre estuvo al pendiente de su hermana menor, y, al ser con quien prácticamente Meiko ha convivido en la mayor parte de su vida, ambos tienen un lazo especial que los Dai suelen ver con orgullo y admiración. Se ganó el respeto de todos incluso de los ancianos del consejo del clan, lo cual es bastante difícil ya que, son viejos dinosaurios que casi nunca están de acuerdo con algo. Momo nació con el propósito de convertirse en el próximo en la línea a ser el líder del clan samurái.
Por su lado, estando bajo la sombra de dos hermanos exitosos y que los demás admiran, está la pequeña niña de cabello albino y ojos tan azules como el mismo cielo, que se la pasó la mayor parte de su tiempo libre jugando sola en el jardín de su casa, a imaginar que era una gran guerrera y la mejor espadachín de Konoha. Sí, podía ser estoica desde que nació, pero ella también ha tenido sueños e ilusiones que quiere cumplir.
Desde muy pequeña, sintió una fuerte admiración hacia sus hermanos mayores. Los dos eran tan fuertes y poderosos a su propia manera, ella también quería serlo, ser respetada por ser ella, y no por su familia o por sus hermanos; quería ganarse el verdadero respeto.
“Les dije a todos que quería ser un ninja como Miku... Desde muy pequeña siempre he querido ser una gran guerrera”
Esa misma noche, la familia Dai estaba a punto de cenar, juntos como siempre. Sin embargo, esa cena era especial, ya que sería por ahora, la última cena que tendrían con la hermana mayor de los tres hijos de líderes del clan Dai. Al día siguiente, Miku partía hacia otro lugar, para cumplir con su papel de ser maestra y entrenar a otras tropas, unirse a un ejército que seguramente la respetaría y causaría en ella mucho más renombre.
Todos, padre, madre, hermana y hermano estaban tomados de las manos; como acostumbraban, agradecían a su Dios en el que creen y le son fiel siempre, por haberles dado un nuevo día, por haberles permitido tener un desayuno, un almuerzo, y por supuesto, una cena. Meiko también en estaba ahí.
Ella sin embargo, ocupaba el último asiento de la mesa, ya que como acostumbraban, se organizaban siempre en orden jerárquico. Primero, en un extremo, estaba la madre. Para los Dai, la mujer en la familia es importante, igual que el hombre, es solo que se le tiene más a la mujer como la cabeza del hogar. Ella engendra a los hijos con ayuda del hombre pero, es al final ella quien con dolor los trae al mundo; es ella quien siempre sabe que hacer cuando alguien de su familia está enfermo, bueno, ya entenderán esa y otras razones del porqué para el clan Dai la mujer, y mucho más si es madre de familia, es sumamente crucial.
El padre, estaba en el otro extremo, en el derecho. El padre era la mano derecha de su esposa, él era la figura de autoridad más fuerte, pero no por encima de la madre, ambos eran iguales. El hombre siempre fue visto como un ser más lógico e inteligente, por lo que también, a un padre, cualquier Dai, debe guardar respeto. Los Dai siempre se han regido por esa palabra, pero es más cuestión de honor.
La hermana o hermano mayor siempre se sentaba a un lado de la madre, en la parte horizontal de la mesa rectangular. Frente a ella o él, estaba el siguiente hermano, fuera el menor o el del medio, estaba en su mismo sitio solo que en el otro lado. Y por último, el hermano menor, en este caso, viene siendo Mei, quien estaba a su lado pero más cercana al padre.
El hermano pequeño es de la familia siempre la figura más débil, no refiriéndose a fuerza física o poder, sino porque básicamente aún no tiene la edad suficiente como para considerar que tiene experiencia en la vida. Es el hermano más mimado y que todos cuidan, porque requiere siempre de figuras de autoridad que le cuiden y le enseñen lo qu está bien o mal, así, a medida que crece, va forjando su propio juicio y personalidad.
La familia de Mei, como toda familia de líder, era considerada como una familia modelo en todo el clan.
—–Agradecemos por la comida que tenemos sobre esta mesa, caliente y que nos alimentará y nutrirá una vez más. Agradecemos porque nos haz permitido estar juntos como familia una vez más, Padre. Amén.—terminó de orar la madre, mostrando por último una sonrisa pequeñita.
Una vez la cabeza de la familia daba el primer bocado, todos empezaban a comer con el cuidado de disfrutar sin duda cada rebanada, cada pedazo, cada sabor. Se cuidaban poco de los modales pero no dejaban de ser prudentes, después de todo, aunque sonaran un poco los palillos contra el plato, lo más importante para todos ellos era disfrutar del sabor de la comida, deleitarse con cada bocado como si este fuera el último.
No hablaban por lo mismo, por estar concentrados en saborear. Aún así, como la cena se aprovechaba para reunirse la familia, después de que el último miembro diera el último bocado y quedaran llenos, procedían a conversar entre todos para hacer la digestión y contarse cosas, hacia todo más entretenido.
Mei escuchaba atentamente lo que los padres y su hermano tenían para decirle a Miku. Todos ellos estaban felices, con una mezcla de nostalgia porque sabían que no iban a verla por mucho tiempo. La menor en cambio, no demostraba para nada aquello, pero eso no quería decir que no lo sintiera, le haría mucha falta la presencia de su hermana mayor.
En realidad, ella no solía participar mucho en las conversaciones familiares.
—–¿Tienes todo empacado? Lastima que te vas tan temprano... Aún así, me alegra saber que vas a cumplir tu sueño. Rezaré por que te vaya muy bien desde tú primer día.—dijo la madre de la familia, mostrando una sonrisita entre triste y esperanzada. Iba a extrañarla, pero sabía que era para bien.
—–Te voy a extrañar. Aunque no extrañaré tus pellizcos.—le dijo el hermano del medio, Momo, con una intención bromista mientras miraba a su hermana mayor con el ceño fruncido y una sonrisa. Como hermanos era común que discutieran, pero Miku siempre le ganaba a Momo por sus pellizcos tan crueles.
¿Si recuerdan que Meiko también aplica esa técnica? ¿De quién creen que la aprendió? Si piensas en Miku, no es exactamente ella, ya que así era la forma de regañar de su madre. Miku solo lo imitaba. Pero de todas formas ¿De donde sacan las madres tanta fuerza para hacer que un pellizco se convierta en una tortura tipo de la Santa Inquisición? Misterios misteriosamente misteriosos.
—–Bueno, yo también voy a extrañarte. Y si, también extrañaré regañarte.—le dijo Miku en broma, aunque luego no pudo evitar soltar una leve risa.
Su mirada se dirigió a su hermana menor, a Meiko. De inmediato, la menor ya mencionada levantó la mirada y cruzó con la de su hermana, después de eso le sonrió un poco, aunque al darse cuenta de lo que hizo, decidió borrar la sonrisa y asentir con levedad.
—––Yo también... Voy a extrañarte mucho... Hermana... —murmuró la albina menor, sintiéndose ahora el centro de atención.
En realidad, a ella no le agradaba mucho eso, era muy tímida en comparacion a sus hermanos, pero, estaba en medio de su familia así que la vergüenza era menor. Aún así, sus pálidas mejillas no tardaron en mostrar un pequeño color rojo en ellas.
—–La verdad es... Que me inspiras mucho, Miku... —susurró Mei, desviando la mirada mientras comenzaba a jugar con sus pulgares.—–Yo... Quiero... Ser una guerrera como tú...
Aquello lo dijo muy bajito, pero los demás intengrantes sentados a la mesa lo lograron oír. Al escuchar dichas palabras, tanto su madre como su hermana se sorprendieron. Su padre sonrió simplemente, ocultando la ternura que le provocaba escuchar hablar a su pequeña niña. Era sorprendente escuchar hablar a Meiko sobre lo que quería en realidad, normalmente se limitaba a dar respuestas simples y que no tuvieran que ver con lo que está pensando.
—–¿En serio, Meiko?—cuestionó su madre en un tono dulce, viendo después que su hija mayor sonreía con emoción. —–Es la primera vez que dices qué quieres, desde que eras bebé. —comentó sonriendo.—–Entonces ¿Quieres convertirte en Shinobi como tu hermana mayor?
La pequeña Meiko se apenó un poco más. A veces sentía que cuando su madre le hablaba en ese tono tan mimoso eran un tanto condescendiente, pero, ¿Qué se le podía hacer? Al ser la hermana menor, los mayores siempre tendían a hablarle de esa forma.
—–Umjum...
La hermana mayor se emocionó con la idea, buscando animarla a que se esforzara por cumplir ese objetivo. Sabía que la pequeña Mei era tímida y no le gustaba hacer cosas a convicción, pero era hora de que se esforzara por lograr lo que quería y seguir su corazón.
—–¿En serio, Meiko? ¡KYA! ¡Bien hecho, chica! Eres muy buena con la espada. —exclamó la hermana mayor, mostrando una sonrisa pequeña, queriendo motivar a Meiko con esas palabras. —–¡Seguro serás una guerrera más fuerte que yo en un futuro!
“Esa fue la primera vez que decidí algo por mí misma... Recuerdo que estaba asustada, no quería molestar a nadie. Pero ver que todos me apoyaron me hizo sentir genial”
—–¿¡Qué mierda está pasando!?—se preguntó en voz alta la victimaria, qué en poco rato se convertiría en víctima de lo que estaba por pasar.
La pálida piel de Meiko comenzó a mancharse desde dentro con algo negro, parecido a una tinta, quien sabe que era. Las marcas se extendían desde sus manos hasta sus codos, de ahí le seguía a los hombros y etc, básicamente todo su cuerpo se estaba marcando con esas extrañas figuras en su piel, como tatuajes... O marcas de maldición.
Vio que la albina, ahora como si no fuera cosa de nada, se levantaba del suelo y se ponía de pie, firmemente, levantando también su espada y sosteniendola con firmeza a un lado. La albina de la nada, extendió una sonrisa inquietante, causando más miedo cuando su mirada se ennegreció y sus córneas pasaron de blancas a negras.
Estaba claro, ahora ella era la presa.
—–Haré qué pagues por tus pecados.—le dijo en un murmullo delicado. Fue cuestión de segundos, ella desapareció de su vista como si se tratara de un fantasma. Era extraño.
¡Tenía que escapar de ahí!
—–¡Olvidalo!
No lo pensó más y salió corriendo del lugar buscando huir. No sabía porqué ese maldito cambio, pero el aura que desprendía ahora esa niña era intimidante y pesada, como si se tratara de alguien más que no fuera ella, como si algo o alguien hubiera tomado posesión de su cuerpo por ese lapso de tiempo. Pero no iba a buscar más razones, si quería vivir para seguir pensando y buscando respuestas de eso, necesitaba huir de ahí lo más rápido que podía.
Sentía que estaba jugando con ella, pero ¿Qué importa? No sabía dónde estaba, no podía escucharla tampoco. Esperaba al menos que ese numerito de teatro hubiera servido para que escapara en lugar de enfrentarsele. Sí. Debía ser eso.
Lástima que Meiko tenía otros planes.
Fue en pocos segundos que ella se quedó paralizada. Su cerebro tardó un poco en reaccionar ante el ataque, ya que pasó casi un minuto para que comenzara a sentir en su abdomen un dolor punzante que era insoportable. No quería bajar la mirada por miedo a imaginarse lo que era, pero igual lo hizo, presenciando entonces como una sangrienta espada de hoja de color negro le había atravesado elegantemente la piel, perforando su estómago. Quería gritar, pero desde esa misma herida grave, empezaron a aparecer las mismas marcas que recordó haberle visto a Meiko tan pronto se cortó con su espada, fue después de eso que sintió la respiración de la albina cerca a ella.
—–Supongo que eres de esos perros que ladra pero no muerde...—le susurró, con ese tono tan tranquilo de siempre.—–En fin... Dado que la maldición de mi espada se está extendiendo, te lo diré rápido. Espero que te arrepientas de todos tus pecados, así puedas salvarte... Aunque en lo personal, tu alma está tan oscura que no tienes salvación. Lo siento.—se disculpó, como sí se tratara de una conversación casual.—–Espero que ante todo... Descanses en paz... Pero heriste a mi amigo... Así que te hice pagar.
Dicho eso, sacó limpiamente su espada, haciéndola a un lado, cortando todo su costado y dejándola casi partida a la mitad. Ella murió al instante, Meiko lo sabía, sabía que no la había escuchado, pero igual le deseaba un descanso pacífico, al menos hasta que su alma llegara a las puertas del infierno.
Ahora sentía su cuerpo pesar, no tardó en dejarse caer de rodillas y desmayada. Las marcas en su cuerpo desaparecieron y sus ojos volvieron a la normalidad. Lástima que para cuando ella cerró los ojos, no se dio cuenta de que alguien la había atrapado justo antes de que cayera al suelo.
Y no, no se trata de Kai como muchos de ustedes están pensando, grupo de picarones, esta vez no se trata de Kai.
—–Por Dios...
La voz aguda y femenina fue lo único que se escuchó con la brisa. Ella no dudó en cargar mejor a su hermana. Claramente agradecía haber llegado a tiempo pero, se lamentó no haber llegado mucho antes de que ocurriera lo peor.
Cuando cargó a su hermana, pudo sentir que su cuerpo estaba tenso, y tomó una de sus manos aún cuando la tenía sobre el hombro como un costal. La sintió caliente, es decir, tenía algo de fiebre, y su cuerpo tenso aún así temblaba un poco. Vio la espada y la marca de maldiciones que tenía la mujer con la que Meiko luchó, luego, apenada, se dio cuenta de que en realidad llegó demasiado tarde. Se sentía culpable.
“Esto no puede estar pasando... No aún...”—pensó con nerviosismo, aunque manteniendo ante todo la compostura.—–“Ni siquiera van en orden... Padre... ¿Qué es esto?”
Se mordió los labios por el nerviosismo, luego soltó un suspiro pesado. Tenía que avisarle a Rei ahora mismo. Sólo rezaba que no fuera demasiado tarde para actuar, porque algo grave estaba ocurriendo con Meiko. Su cuerpo lo sabía, algo no andaba bien y tenían que actuar cuanto antes.
—–Espero que esto sólo sea, como siempre, una falsa alarma... —masculló, comenzando a caminar con Meiko en su hombro, dispuesta a volver con Kai para terminar de tratar sus heridas.
Terminamos como siempre con mucho suspenso malulo uwu
BUENAS NALGAS, QUE TAL ESTÁN MIS NENES BELLOS 💙✨ FELIZ NAVIDAD 🎄🎅🎁🎉
ESPERO QUE PUEDAN DARLES REGALOS, aunque sean unas medias, valoren que al menos les dieron algo uwu créanme, no siempre se puede recibir algo en Navidad.
Soy la viva prueba de ello XDDD
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