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🌻|Capítulo 53|🌻

|𝓛𝓸𝓼 𝓖𝓮𝓶𝓮𝓵𝓸𝓼 𝓗𝔂𝓾𝓰𝓪|
“Capítulo 53”
“Los tres Grandes se reúnen de nuevo”

En la oficina del Hokage, la rubia mayor leía distintas cartas con algo de aburrimiento. No había muchas cosas interesantes, peticiones de misiones y reportes de algunos jonins que se encontraban fuera de la aldea. Aún así hacía su trabajo, pese a que lo que más deseaba era relajarse un poco.

Había acabado de enviar a un equipo de genins a una misión importante, lejos de la aldea. Entre ellos, estaba el hermano mayor de Nami, su gemelo, quien era el líder de esa misión como se esperaba. Era el más responsable después de todo.

Pero ese no es el caso. Mientras ellos se iban en marcha directo a la misión, Tsunade revisaba sugerencias y cartas, pero entre papeles se encontró con una carta especial, de alguien a quien no tuvo mucha oportunidad de conocer a fondo, pero que si reconocía entre todos los nombres.

—–¿Miku Dai?—se preguntó la rubia con curiosidad, observando la carta.

—–¿Miku Dai?, ¿de qué trata, Tsunade-sama?—preguntó con curiosidad, Shizune, quién observaba atentamente a su maestra.

—–Es la hermana mayor de Meiko.—susurró, abriendo entonces el papel para leer.—–O bueno, más bien medio hermana.

La carta, relatada de forma respetuosa y formal como se esperaba, contaba la petición de la mayor de los hermanos Dai por un equipo de escoltas a la aldea de la arena. Ellos tenían que recoger un preciado paquete, el cual lo resguardaba su padrino de bodas, quien era residente de esa aldea.

Sí, leyeron bien, padrino de bodas.

—–¿Queeeeee? ¿Quiere decir que Miku?—preguntó Shizune con emoción, y también mucha impresión.

—–Si. Al parecer, Miku se va a casar.—habló la rubia, observando la carta con una pequeña sonrisa.—–Sé que ella no se encuentra en la aldea, quizá por eso prefiere enviar a esos tres a recoger sus anillos y a escoltar a su prometido.

Desde hace tiempo, la hermana mayor de Meiko, o más bien, medio hermana, no reside en la aldea Konoha, sino que trabaja y es soldado confiable en el país de la Luna, la cual es una isla con forma de luna creciente. En ese lugar ella enseña a los soldados más jóvenes el manejo perfecto de la espada y reglas estrictas de los samurais, por eso reside ahí casi todo el año, al menos hasta que cae el invierno y vuelve a casa, para pasar sus vacaciones con su familia en el clan Dai.

Tsunade conoce bien a Miku porque ella también es ninja médico, y aunque es por décadas más joven que ella, Miku tuvo la buena suerte de ser brevemente entrenada y puesta a prueba por la actual Hokage. Además de que su clan ha aportado muchos estudios y ayuda en investigaciones científicas para crear distintos antídotos y medicinas contra venenos o cosas por el estilo, ya que como se sabe, el clan Dai tiene un arte ninja muy peculiar, el cual es manejar el veneno, mismo al que son inmunes, y también mismo al que corre por su sangre y hace su sistema inmunológico tan envidiado.

—–Vaya. Que suerte tiene su prometido.—dijo Shizune.

Tsunade asintió, mordiendose después el labio inferior. Aún así, había algo en la petición de Miku que la inquietaba. Y aunque la samurai había enviado una buena cantidad de dinero para la realización de esa misión, incluso para “sobornar” a la Hokage; Tsunade ponía en dudas la decisión de enviar al equipo que Miku específicamente pidió.

—–Si. Pero hay un ligero problema.—murmuró Tsunade, mostrándole entonces el nbre de los tres chicos a quienes Miku quería encargarles la misión.

Shizune al principio miró a Tsunade con una ceja alzada y algo confundida, pero tan pronto bajó la mirada para luego leer esos tres nombres, también hizo una ligera mueca de preocupación.

—–Ah... Así que exige enviarlos a ellos tres...

—–Si. Eso será un problema.

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Su cabello blanco estaba esparcido por toda la cama. Lo tenía bastante largo, quizá ya era hora de emparejar un poco las puntas; estaba de brazos abiertos y con las sábanas desordenadas, sin mencionar que las almohadas estaban en el suelo, y solo una de ellas estaba acomodada justo debajo de su espalda.

Sí, así suele dormir Meiko . Tiene distintas maneras de dormir, pero cuando está sola es que revela su verdadera forma de acomodarse. Tiende a ser un poco sonámbula, pero no sale de la habitación o de su cama. Simplemente se queda “mirando” en dirección a la ventana en la noche, con los ojos cerrados, y completamente dormida.

Muchas veces esa costumbre les ha causado varios sustos a sus hermanos mayores, y una que otras veces a sus padres. Pero, como en la casa Dai todo era realmente tranquilo, no le tomaban mucha importancia.

La puerta corrediza de la casa tradicional fue abierta, dejando ver a un guapo chico de cabello blanco, alto, y con hermosos ojos color dorado. Aquel era Momotaro, de casi ya veinte años, joven samurai y futuro líder del clan. Además de ser el hermano mayor de Meiko y sangre completa.

—–Hermana, buenos días. Ya es hora de despertar.—avisó Momotaro, mostrando una sonrisa gentil, mientras caminaba hacia la cama de su hermana menor.

La albina escuchó la voz suave y profunda del mayor, abriendo los ojos con lentitud y levantando su cuerpo del colchón para sentarse en la cama, mientras restregaba un poco sus ojos con algo de cansancio y somnolencia. Estaba un poco cansada, realmente aún quería dormir, pero sabía que su hermano mayor tenía buenas noticias, por lo que sólo se giró a verlo con una minúscula sonrisa.

—–Buenos días, hermano.—saludó ella, aún cubriéndose con las sábanas.

Momotaru se acercó y se sentó a un lado de ella en la cama, observandole sonriente.

Esa mañana en el clan Dai, en especial para la familia líder, era especial y estaba llena de alegría, pues a esa misma hora la cabeza del hogar principal, que era el padre de los hermanos, había recibido una carta por parte de su hijastra Miku contándole con júbilo que pronto estaría en la aldea para celebrar algo importante, que si bien para muchas mujeres es el día más feliz de su vida, para aquellas que pertenecen al clan Dai es más que la alegría, es un honor que las hace sentir más valiosas de lo que ya son e incluso se vuelven importantes y reconocidas. Su propia boda.

Aquella noticia a todos les tomó por sorpresa, y aún los del clan no sabían nada, pero la familia estaba más que alegre por esa gran noticia. Estaban ansiosos por conocer pronto al prometido que la mayor de los hermanos había descrito.

—–Presiento que tienes buenas noticias, Momo-nii. ¿Me vas a contar?

—–Así es, querida hermanita.—sonrio el albino, cruzandose de brazos después.—–Esta mañana muy temprano, una paloma mensajera entró por la ventana de nuestros padres. Traía consigo una carta de Miku.

Al mencionar el nombre de esa fémina, Meiko abrió los ojos con lentitud, mostrando finalmente un gesto sorprendido, pero a la vez un gesto alegre en sus azules ojos. Miku era su hermana mayor, y la de Momo, o bueno, más bien medio hermana, ya que no tenían el mismo padre, pero aún así la menor admiraba y adoraba a su querida hermana mayor con todas sus fuerzas. Conocer noticias sobre ella era algo que le alegraba el día automáticamente.

—–¿Miku envió una carta, en serio, qué decía?—preguntó la menor con emoción, mostrando una minúscula sonrisa.

—–Allá voy.—suspiró mientras sonreía.—–Nuestra querida hermana Miku contó en la carta algo importante, y es que... Pronto contraerá matrimonio con el dulce Kousuke.

—–¿¡Con Kousuke!?—exclamó entonces la albina menor, llevando sus manos a su boca con lentitud para mostrar sorpresa.—–No... puede... ser... Hacen tan linda pareja...

Momotaru rió brevemente mientras acomodaba una mano bajo su mentón mientras pensaba, asintiendo a las palabras de su hermana menor.

Sin dudas la noticia de que Miku, su media hermana, finalmente tomaba la gran decisión de casarse con aquel al que juraba odiar porque le causaba fastidio, le daba mucha alegría y tranquilidad en su corazón. Desde que la conoce sabe bien que Miku es una mujer realmente independiente y bastante terca, es muy fuerte y su carácter también. Constantemente era bastante reprendida por él por ser una mujer de dialecto muy tosco por lo que la noticia de que estaba por regresar a su clan junto con su prometido para casarse le causó mucha sorpresa —de hecho, al principio se mostró muy incrédulo— , pero aún así ama a su hermana mayor y le alegró realmente esa buena noticia.

—–Si. ¿Cómo la ves? Finalmente nuestra querida hermana mayor va a sentar cabeza, con un hombre fuerte y dulce.

—–Papá debe estar muy contento.—habló Meiko.—–¿Y Madre?

—–También me encuentro realmente contenta por la noticia de que Miku finamente se casará.—interrumpió la voz madura de una mujer, quien se mostraba alegre, pero su porte seguía siendo tranquilo.

Ella estaba parada frente a la puerta, con otra carta en sus manos. Pero esta estaba dirigida estrictamente a Meiko, y sería ella quien personalmente se la entregara.

—–También te llegó esta carta a ti, Meiko. Es de parte de la Hokage-sama.

—–¿¡Hokage-sama!?—espetó la albina menor de la habitación, levantándose de una vez de su cama, y acercándose a su madre con prisa para tomar la carta.

Inmediatamente la abrió, mostrándose muy emocionada. Si era una carta de parte de la Hokage, significaba una misión, y últimamente su actividad ninja había bajado mucho por lo que se estaba aburriendo demasiado. Tener una carta de parte de Lady Hokage era una luz para acabar con su aburrimiento y monotonía.

La carta la citaba a ella, y para su gran sorpresa, también a sus compañeros de equipo Kai y Nami. No podía darle detalles por escrito, por lo que ella debía presentarse con sus amigos en su oficina cuanto antes para explicarle la misión a la que irían.

Meiko sin darse cuenta, manchó ese papel con lágrimas de felicidad que corrieron por sus mejillas, mientras ella mantenía una sonrisa en sus rosados labios pálidos. Finalmente sus rezos por hacer una misión importante, acompañada de sus mejores amigos había dado frutos, y estaba tan contenta que no pudo contener la felicidad de su alma, la cual se derramó por sus ojos como ya mencioné.

—–Finalmente... Muchas gracias, padre.—murmuró para sí misma, llevando esa carta a apegarla a su corazón, a su pecho.—–Finalmente mis amigos y yo podremos estar juntos otra vez...

Hace tiempo que los habían separado, y hasta ahora no se daban cuenta. Los colocaban en Misiones con otros equipos como si no quisieran verlos juntos, y eso a la sensible Meiko le dolía en lo más profundo de su alma, por eso procuraba rezar muchas veces con todas sus fuerzas para que su Dios le concediera volver a verlos en una misión.

Ahora estaba tan alegre, que mostraba una sonrisa de oreja a oreja.

—–... Ay. Hermana.—susurró Momotaro mientras tensaba su sonrisa.—–¿Porqué no te vas a bañar? No es bueno que hagas esperar a la señorita Hokage.

Ver a su hermana sonreír le daba a Momotaro una sensación agridulce, ¿porqué? ¡Porque Meiko no sabe como sonreír sin dar miedo! ¡Su sonrisa pareciera un aviso de que va a asesinarte cruelmente!

—–Cierto, hermano. Tienes mucha razón.—Meiko pronto dejó de sonreír, pero sus ojos aún demostraban felicidad.

Y sin más, se dirigió al baño de su habitación para asearse y quedar lista para su misión.

Viendo la escena, la madre de esos dos jóvenes observó fijamente al único varón de sus tres hijos, sonriendo cálidamente y con mucha dulzura. A Momo  por otro lado, sintió que le recorría un ligero escalofrío por su espalda. Lo cierto es que su madre también tenía una sonrisa escalofriante, que si bien trataba de mostrarse amistosa y tranquila, era completamente contraproducente.

—–¿Qué pasa, querido? ¿Qué acaso no te gusta ver a tu hermana sonreír un poco?—preguntó tranquilamente, aún desde la puerta.

Él albino tragó en seco antes de responder. Sabía que tenía que pensar bien la respuesta, porque no quería enojar a su madre.

Afortunadamente, él supo cómo evadir la pregunta, pues tenía cosas que hacer y arreglar un par de informes en la biblioteca del clan Dai. Sólo se disculpó con su madre por tener que irse, fingiendo tristeza, mientras que dentro estaba mucho más aliviado de lo que imaginó. No lo malentiendan, la madre de esa familia es realmente agradable, pero no sabe sonreír sin dar miedo.

Justo como le pasa a Meiko.

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—–¡KAAAAAAI!—exclamó una voz chillona y femenina, golpeando la puerta de la habitación.—–¿¡Qué estás haciendo en tu cuarto!? ¡Ya es hora de desayunar y nada que vas al comedor, ya apresurate!

Ella era Kora, una de las hermanas menores de Kai. Recordemos que él tiene tres, justamente, siendo hermanas trillizas.

—–¡Cierto, si no estás presente la abuela no nos servirá la comida!—insistió esta vez Kori, frunciendo también el ceño.

—–¡Y nos morimos de hambre, no seas malo, hermano!—insistió la tercera hermana, Koro, quien sentía que estaba por botar humo de las orejas.—–¡Si no sales de ahí nosotras te sacaremos!

Las tres hermanas de Kai eran niñas muy adorables y buenas, las tres siempre estaban juntas como toda relación de hermanos idénticos, pero a su vez tenían mucho carácter para ser tan pequeñas. Aunque de por sí, según la abuela de Kai, eso es algo que solamente tienen las mujeres de la familia Sakamoto, ya que los hombres en esa familia suelen ser bastante infantiles y entusiastas; como Kai, por ejemplo. Esas tres pequeñas eran también muy bromistas, era por eso que Kai sabía e debía cuidarse de no molestarlas, ya que las tres le han jugado tanto a él como a sus amigas bromas muy pesadas. Y cuando digo pesadas, son realmente pesadas.

Como lo que pasó cuando Kai olvidó llevarlas al parque un día, después de que se los había prometido el día anterior. Las trillizas y hermanas menores de él, accedieron a un plan divertido pero que también terminó por aterrorizar a su hermano mayor; como en ese entonces, ellas ya conocían a sus amigas, Meiko y Nami, juntaron sus cabezas para involucrarlas y además avergonzar a su hermano mayor por haber roto su promesa. No les contaré mucho, no me voy a extender, pero digamos que se encargaron de tomar toda la ropa interior de Kai, y la escondieron en las casas de sus compañeras. Hicieron un mapa —con algo de mala ortografía que luego Nami tuvo la paciencia de corregir— y se lo dieron, diciéndole que debía buscar sus cosas con eso. El pobre Kai terminó con un ligero sarpullido, pero al menos Nami y Meiko lo ayudaron a encontrar toda su ropa interior, y calzones de corazones y flamas. Sí, suele usar esos.

Y eso sólo fue por olvidar que debía llevarlas al parque.

—–¡Kai, última oportunidad!—exclamó fuertemente la mayor de las trillizas, golpeando aún la puerta.

Ellas pensaban que su hermano seguía dormido, que no quería despertarse porque tenía mucha pereza, pero no sabían que Kai les estaba preparando una pequeña venganza. Él era el mayor, y debía y quería demostrar su autoridad.

No más señor amable.

—–Yo estoy aquí.—llamó el joven castaño, sonriendo dulcemente mientras mantenía algo en su espalda.

Las niñas se giraron a ver a su hermano mayor, observandolo con recelo cuando notaron que tenía algo en su espalda. Kai ante eso sonrio aún más, mostrando entonces en una mano tres peluches, los cuales eran tres monitos que iban adheridos el uno al otro, justamente los favoritos de sus hermanas menores; y, en su otra mano, unas tijeras.

En seguida, en las mentes de las trillizas se encendieron las alertas. ¡No podían permitir que él les hiciera daño a “Apestoso”, “Dormilón” y “Coco”, que eran los nombres de esos tres monos.

—–¡Kai, baja eso!—exclamó una de ellas, mirando con miedo a su hermano mayor.

—–¡No te atreverías!

—–¡Oh, sí me atrevo!—exclamó Kai, antes de reír, o más bien, fingir una risa malvada.—–¡Ustedes tres me han hecho mucho daño, y es su momento de pagar ahora!

Acercó las tijeras a una de las cabezas de los monos, amenazando con cortarlas.

En realidad, no les haría nada a esos peluches, todos sabemos que Kai es alguien que no siente algún tipo de odio o rencor en su corazón, y si no lo hace con nadie mucho menos lo llegaría a sentir por sus queridas hermanas menores a quien tanto consiente. Sólo quería darles un susto, así se aseguraría de que no le harían más daño o bromas pesadas.

Las  niñas, viendo que cada vez las tijeras se acercaban a la cabeza del mono Coco, la menor de las hermanas rompió el silencio, prometiendo que no habrán más bromas pesadas ni mucho menos venganzas, pero con la condición de que no se metiera con los monitos, porque eran sus peluches preferidos. El mayor aceptó y les regresó sus muñecos, pero aclaró que él no iría a desayunar porque tenía que irse a la oficina de la Hokage por una misión. Incluso ya llevaba su mochila, y como si nada hubiese pasado, las menores le fueron a abrazar para desearles suerte en esa misión. Ellas pensaron que habían hecho a Kai entrar en razón, que no volvería a meterse con los muñecos, pero el castaño sabía que no iba a ser la primera vez que tendría que chantajearlas así.

Eran tres hermanas adorables, pero no podía seguir permitiendo que le hicieran cosas tan pesadas. Mucho menos que involucraran a sus amigas en ello.

—–¿Crees que ya dejarán de meterse contigo?—preguntó por detrás, la voz de una dulce anciana, la cual Kai adoraba con toda su alma.

Él castaño se volteó, mostrando una pequeña sonrisa antes de responderle. Agradecía que su abuela le ayudara a hacer esa escena, puesto ella misma fue quien envió a las niñas a buscarlo, para que Kai tuviera la oportunidad de encontrar a los tres monos y poder chantajearlas.

—–Creo que tendré que hacerlo a menudo. Pero, estará bien.—respondió.—–¿Fui muy duro con ellas?

—–Querido nieto, Kora, Kori y Koro ya están muy malcriadas. Es tiempo de que aprendan que en la vida no todo es dulces y juegos.—aclaró la mujer mayor, acercándose a dejarle un suave beso en las mejillas a su nieto mayor.—–Ten muy buena suerte en esa misión. Asegúrate de que tus amigas estén bien, y tú también cuídate.

Kai cerró los ojos mientras recibía con agrado las bendiciones de su quería y adorada abuela. Ella era una de las mujeres de su vida, tanto como su madre y hermanas, amigas y maestra, haría lo que fuese para protegerlas a todas. Además, no dudaría jamás en estar de acuerdo con ellas; al estar rodeado de mujeres desde que nació, sabe a la perfección que todas las mujeres tienen una fuerza interior que un hombre jamás podrá superar, y que por ende son seres hermosos y admirables. Siempre estaría feliz al recibir al menos una palabra de aquellas a las que quiere y que lo quieren.

—–Por supuesto, abuela.—murmuró suavemente, tomando las manos arrugadas de la mujer mayor.—–Me cuidaré muy bien.

La anciana sonrió con ternura. Realmente hizo un gran trabajo criando a ese niño, que ya se estaba convirtiendo en un hombre, correcto, valeroso, pero sobretodo respetuoso con todo ser que hay en el mundo. Le daban ganas de llorar de tan solo verlo sonreír. Era tan hermoso y tan sentimental, le gusaba que tuviera un gran corazón.

No podía pedir a un mejor nieto.

—–Irán a Sunagakure. ¿Verdad? No olvides ponerte la bufanda que te tejí, no quiero que la arena te cause un resfriado o algo peor.

Mientras la mujer hablaba, Kai se sacaba la mochila para buscar algo dentro de ella, pues ya sabía lo que le iba a decir.

—–¡Seguro abuelita! ¡Descuida!—exclamó, mostrando entonces una bonita bufanda tejida a mano por su abuela. Era de color rojo, su favorito, y por eso le agradaba aún más.—–La llevaré puesta desde ahora.

Sin más, el joven Kai se la colocó al rededor del cuello, mostrando una blanca sonrisa. Luego, para despedirse, le dejó un beso a su abuela en la mejilla, y sin hacer otra cosa se dirigió a la salida de su extensa casa, para irse en dirección a la oficina de la Hokage.

Estaba emocionado, porque podría asistir a una misión con Meiko y Nami, sus mejores amigas. Sus deseos se hicieron realidad, y eso amigos míos, lo llenaba de mucha más alegría.

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Amaneciendo, en su casa solitaria y silenciosa, Nami se despertó gracias a que escuchaba algo golpeando a su ventana. Al principio no quería ver que era, seguramente se trataba de una rama, pero tanta fue la insistencia de ese sonido que la hizo abrir los ojos; y aunque al principio para ella fue algo que la irritó, se calmó tan pronto vio que era aquel búho blanco que la venía a visitar. Si, así es, se trató de Shiba. Él solía aparecerse cuando ella estaba sola en casa, porque sabía que su ama necesitaba compañía ¿y que mejor que un hermoso búho de plumaje blanco para eso? Te brindará una mezcla de paz y ternura.

Lo sé. Yo también quiero, y ¡necesito! A un Shiba en mi vida.

Sin pensar dos veces, Nami se acercó a la ventana y la abrió para dejar pasar al búho, y después de saludarse mutuamente, ella se dispuso a hacer lo de siempre: limpiar la casa, cocinarse su comida, y asegurarse de que todo estuviera en su lugar. Como su hermano Neji había partido a una misión hace un rato, ella debía encargarse de las cosas en ese lugar. Lo hacía sin quejarse, de hecho era muy organizada, al menos cuando no está leyendo; pero de pronto sus actividades fueron interrumpidas por alguien, quien tocaba a la puerta.

Tokuma Hyuga fue quien tocó la puerta. Él es uno de los centinelas del clan y también jonin, además de ser el que cuidaba de Hanabi cuando esta era una niña más joven. Tenía para Nami un aviso de Lady Hokage, la solicitaban para una misión nueva, pero esta vez, iría con sus queridos compañeros de equipo, por primera vez en algún tiempo. Por supuesto que a Nami esto le emocionó, pero no se lo demostró al mayor.

Sin embargo cuando este se fue a hacer el resto de sus labores, Nami casi da un breve brinco en el aire, mientras que Shiba revoloteaba por ahí dado a que también sentía la emoción de su querida ama. ¡No había tiempo que perder, debía prepararse!

Como le dijeron que iría a Sunagakure, Nami preparó lo necesario y no muchas cosas: agua, píldoras de alimento, un poco de alimento para Shiba por si este se atrevía a acompañarla, un cepillo para peinarse el cabello, un kit de primeros auxilios y también sus medicinas. Pero además de eso, también se vistió algo más cubierta de como suele vestir normalmente, ya que, pese a que en el día hiciese mucho sol, quería también proteger su piel de ese mismo para no terminar como un camarón.

Y, por último, optó también por recogerse el cabello.

Como su padre acostumbraba a llevarlos a ella y a Neji a la aldea de la arena cuando eran pequeños, Nami había adoptado pequeñas costumbres y cuidados que su padre les dictaba antes de viajar.  Por ejemplo, el recogerse bien el cabello.

Al fin y al cabo, no querían un cabello lleno de arena y suciedad ¿verdad?

La Hyuga se miró al espejo he hizo una leve mueca, se sentía rara con el cabello recogido en una cola alta, sobretodo porque las puntas de su cabello adoptaron una forma de rizos. Le molestaba aveces que su cabello tomara esa forma, ya que le resultaba alto extraño que no fuese completamente liso cuando se lo ataba asi; pero al final, lo que menos importaba para una misión era la apariencia.

Debía apresurarse si quería llegar a tiempo a la oficina de la hokage para que le dieran la explicación y detalles de la misión como era el protocolo, así que, sin más que hacer, tomó su pequeña mochila y abrió la puerta de su casa, no sin antes despedirse de una foto de su padre la cual reposaba sobre un marco en la pared cercana a la puerta.

Caminó ya fuera, en dirección a la salida del clan, mientras que Shiba la seguía en el aire a una distancia prudente a su comparación. Ella no notó que dos genin como ella estaban ingresando al clan, para buscar a su compañera; solo se dio cuenta en tanto escuchó el ladrido emocionado de Akamaru.

—–Ah... Hola Kiba, hola Shino.—saludó ella con simpleza, bajando la mirada para ver a Akamaru.—–Hey... Tu pelaje luce más suave que de costumbre.

—–Hoy le di un baño.—interrumpió una voz masculina y enérgica, la cual pronto Nami reconoció.

Como ella tenía la mirada gacha, aprovechó para morderse el labio inferior con algo de nerviosismo. De nuevo, esas molestias en el estómago comenzaban a ocurrir tan pronto la voz de Kiba resonó en sus oídos. ¿En serio, ahora? Tenía que ir a una misión, no distraerse con niñerías.

—–Oh... Ya veo.—murmuró, aun sin levantar la mirada del todo.—–Bueno, adiós.

Nami dejó de mirar a Akamaru para continuar su paso, queriendo irse de ahí rápidamente. Mientras más se alejara de él, mejor se iba a sentir su estómago.

—–Je. Si, claro. Suerte en la misión.—agregó el Inuzuka.—–Por cierto, ¿a donde irás? Nunca te había visto con el cabello recogido. Debo admitir que no se te ve mal.

Escuchando ese halago, Nami tragó en seco. Agradecía que estaba de espaldas a ellos, porque de lo contrario, notarian entonces un fuerte sonrojo que rodeaba las mejillas de la Hyuga, y finalizaba en las orejas. Sentía que su respiración se estaba cortando un poco, se sentía nerviosa, demasiado nerviosa. ¿Porqué se sentía de esa forma? Nunca le tomó importancia a un halago que venía de parte de un chico, ¿porqué con él sí?

—–¿Crees eso?- ¡Digo! Oh... Ammm... Gracias.—murmuró Nami, regañandose mentalmente por actuar con tanta timidez.

Se sentía ridícula. Intentaba actuar fría, como siempre, pero no podía, le era casi imposible en ese momento.

Kiba se veía realmente tranquilo, como siempre. Despreocupado, fresco. Ni siquiera notaba que Nami reaccionó de forma tímida a su halago. Pero Shino por otra parte, pudo detectarlo de inmediato. Tenía que admitir que ese actuar le sorprendió, pero dado lo que había pasado en esa misión ya se lo imaginaba. Nami nunca había sentido esa emoción, ni siquiera sabía identificarla, era común que se mostrara nerviosa.

—–Sí. Se aprecian mejor tus orejas.—agregó con una ligera sonrisa.—–Bueno, vamos. Hinata nos está esperando para ir con Kurenai sensei. Buena suerte en tu misión, Nami.—y sin más, empezó a caminar.

Shino se quedó un momento, aun observando a Nami. Ella al escuchar el comentario sobre sus orejas llevó sus manos a cubrirlas, tocandolas un poco, mientras esas mismas seguían realmente rojas. Aquella acción al Aburame le causó algo de gracia, pero como ya sabemos que Shino no se ríe, no soltó ni un suspiro.

—–Tienes suerte de que Kiba sea un tonto.—agregó el Aburame, en un tono seco.

Pero lo que quería decirle a Nami indirectamente, es que aunque Kiba no se dio cuenta de sus reacciones nerviosas por sus simples comentarios amables, quería aclarar que él sí y que le había resultado gracioso. Ver a alguien tan frívolo como Nami en esa situación era inesperado, por eso le resultó muy interesante.

Pudo ver como Nami volvió a tensarse, pero no dijo nada más y simplemente siguió con su camino. Lo único que Nami pudo hacer, fue escuchar sus pasos rastreros alejarse. Luego, cubrió un poco sus ojos antes de suspirar para librarse de la pena. Que horror, al menos agradecía que Shino tenía razón.

—–Tsk... ¡Agh! Los odio.—murmuró mientras sacudía su cabeza, para después seguir caminando.

Era mejor irse de ahí cuanto antes, quería sólo ver de que se trataba esa misión. Al menos, su mente se mantendría ocupada y no habría espacio para pensar en esas sensaciones extrañas en su estómago.

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Cuando llegó a la oficina de Lady Tsunade, escuchó la voz entusiasta y varonil de Kai, seguido de ello, un leve murmullo de Meiko justo como ella solía hablar. Aquella imagen mental le hizo sonreír con algo de alegría, podría volver a estar con sus compañeros, estaba segura de que ellos también estaban emocionados. Tan pronto cruzó la puerta, fue recibida por un abrazo de Kai, seguida de una Meiko que les rodeó con sus brazos a los dos, mostrando una minúscula sonrisa. Ellos no esperaron a que Nami les diera el permiso de abrazarla, estaban muy emocionados; y aunque se esperaron un regaño de parte de la mayor del equipo sólo obtuvieron el gran placer de que ella les correspondiese al abrazo. La situación lo ameritaba.

Ya posicionados los tres, con seriedad frente a la hokage, recibieron el informe de la misión que los tres tendrían que asumir con responsabilidad.

—–Recibimos un mensaje de Miku Dai, ella nos pidió un equipo de ninjas para recoger un par de sortijas muy valiosas que se encuentran en la aldea de la arena. Además, de que también pidió que escoltaran a su padrino de bodas. Eso es lo que harán, y tienen tres días para regresar a la aldea con todo el paquete.—explicó la rubia, leyendo un papel.—–Miku fue muy selectiva y especifica, no quiere que nadie más haga ese pedido más que ustedes tres. Así que, queda en sus manos la misión.

Tanto Kai como Nami se sorprendieron un poco al escuchar que Miku, la hermana mayor de Mei, se iba a casar. El castaño se mostró bastante emocionado, pero la Hyuga seguía neutral. Si Miku había pedido a tres ninja que recogieran esas sortijas en lugar de buscarlas ella sola, era porque eran bastante valiosas, además de que no contaría con el tiempo suficiente.

—–Claro. Eso haremos, Hokage-sama.—susurró la Hyuga, frunciendo levemente el ceño.—–Entonces, en resumen. Sólo habrá que recoger y escoltar.

—–Exactamente.—asintió.—–Confío en que no decepcionarán a Miku. También es una amiga mía, y su promedio de rendimiento en misiones es casi perfecto, sé muy bien porqué los prefirió a ustedes. Cabe advertir, que quizá hayan bandidos que estén tras esos anillos, pero esos detalles los debe dar Meiko.—mencionó levantándose de su escritorio, para extender a los tres un mapa, unas imágenes de un par de personas, y también una imagen de las sortijas.—–Miku advirtió que el clan enemigo de los Dai, perteneciente a la aldea de la Tierra están detrás de esos anillos. Así que, deberán protegerlos bien. Son muy valiosos para los Dai.

—–No se preocupe, Tsunade-sama...—susurró la albina, bajando levemente la mirada.—–Gracias por confiar en nosotros...

—–No me lo agradezcan a mí.—habló la rubia, antes de sonreír un poco.—–Buena suerte. Ahora, vayan.

Nami, Kai y Meiko asintieron con levedad, para después retirarse los tres juntos de esa habitación.

Los tres sabían que quizá esas sortija tenían un gran valor, por eso eran tan valiosas para el clan Dai. Incluso tenían enemigos detrás de ellas; pero, eso no quitaba que esa misión a la aldea de Suna sería más que interesante. Estaban emocionados.

Shizune observó con las cejas juntas a los tres jóvenes dejar la habitación, mirando después a su maestra, la Hokage, con una sonrisa pequeña que expresaba preocupación.

—–¿Está segura de que estarán bien en una misión solos, Mi Lady?—preguntó la azabache, inclinándose a ver a la mayor.—–¿Que sucederá si el espíritu de alguno de ellos termina en descontrol? Podrían morir porque sus cuerpos aún no están preparados.

Tsunade cerró los ojos pensativa. Shizune tenía algo de razón, y de hecho, era lógico que ella se preocupara, puesto tampoco veía la necesidad de que esos tres jóvenes sufrieran algún tipo de peligro o muerte súbita por algo que no pidieron en sus cuerpos. Sin embargo, esa misión sería una forma de ver si los tres ya estaban listos para continuar siendo un equipo.

—–Tarde o temprano sus energías tendrán que acostumbrarse a la otra.—habló ella en respuesta.—–Van a estar bien, será una forma de entrenar sus cuerpos... Es necesario hacer esto...

Los tres Grandes se reúnen de nuevo...”

HOLAAAAAA MISS ESTÁ DE VUELTA XD

LAMENTO TARDAR TANTO EN ACTUALIZAR, PERO LAS CLASES ME QUITAN INSPIRACIÓN :') AUN ASÍ, HICE LO QUE PUDE Y TRABAJÉ TODA ESTA SEMANA PARA TRAERLES ESTE NUEVO CAPÍTULO UWU

ESPERO LES HAYA GUSTADO

SE DESPIDE LA ESPOSA DE GENMA

Es que mírenlo, está precioso :'3

Por cierto, quería comentarles que ya estoy en proceso de escritura para hacer la historia nueva que comenté hace tiempo ^^ UN FIC DE DR STONE

No les daré detalles, pero, personalmente, me encanta XD

¿Querrían ver la portadapublicada en mi instagram?

⭕Un “sí” aquí
⭕Un “Sorprendeme” aquí

Ustedes sólo díganme uwu, y sin más, me despido.

Cuídense bien, tomen awita, les deseo mucha suerte y bendiciones gente.

Por cierto, buenas nalgas 😎👌🏻✨

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