🌻|Capítulo 52.|🌻
|𝓛𝓸𝓼 𝓖𝓮𝓶𝓮𝓵𝓸𝓼 𝓗𝔂𝓾𝓰𝓪|
Capítulo 52.
“Deja de luchar contra ti misma.”
La misión había sido un total fracaso, y aunque al principio fue algo altamente frustrante, lo superaron rápidamente, ya no tenía caso llorar sobre la leche derramada. En una próxima oportunidad volverían a buscar una manera para seguirle el rastro al Uchiha fugitivo.
Aunque no tenga mucho sentido, ni tampoco sea tan importante. Al menos para Nami.
—–¡Chi~!
Mientras iban de camino de regreso a la aldea, siendo ya de mañana y teniendo al sol de su lado, todos caminaban en silencio. Pero, este no tardó en ser interrumpido por ese sonido anterior, el cuál causó que todos voltearan, pues les había llamado la atención.
—–¡... Chi~!
Y ahí estaba de nuevo.
Todos detuvieron su caminata para averiguar qué era, ¿un animal? ¿Algún insecto, u hoja? Al principio, fue confuso y dejó extrañados a la mayoría, queriendo buscar el origen de ese sonido, pero entonces, Nami apareció para esclarecer el misterio, y revelar ante todos que ese sonido tan tierno e infantil...
Era sólo su estornudo.
—–¡... Ghg...! ¡C-Chi~!—soltó de nuevo la Hyuga, ya siendo la tercera vez que estornudaba.—–¡Ugh!... Ay... ~—se quejó.
La Hyuga sostenía un pañuelo bajo su nariz, tratando de contener de nuevo el impulso de hacer un escándalo, concentrada en tampoco dejar que se le asomaran un par de moquitos. Aún no notaba que los demás se habían girado a verla, pero cuando lo hizo, sus mejillas se pintaron de rosado por la vergüenza. Por supuesto que Nami no admitió que estaba apenada, simplemente desvió su rostro y frunció el ceño, mientras chasqueaba la lengua con molestia.
—–¡Tsk! ¿¡Qué!? ¿¡Acaso nunca habían escuchado un estornudo, o qué!?—insistió, cruzandose de brazos bajo su pecho, mientras se disponía a darles la espalda.
Los demás presentes aún estaban algo perplejos por la acción de Nami. Seguían asimilando ese tierno sonido que se le escapó al estornudar.
Era sin dudas, algo adorable. Y más, viniendo de alguien a quien no se lo imaginaban jamás.
—–B-Bueno, Nami-nee-san... Pero... Ese estornudo fue... Ammm...
—–¡JA JA JA! ¡Fue lo más adorable que he escuchado, sonó como el estornudo de un pequeño gatito!—continuó Naruto, antes de sostener su estómago para seguir riendo.
Nami sólo gruñó con levedad. Realmente estaba avergonzada por haber estornudado de esa forma, pero no podía evitarlo, ella era incapaz de escupir tremenda ráfaga de aire y germenes al estornudar, por consideración con el resto de las personas, y también porque no quería llamar la atención del resto soltando un estornudo de cuatro vientos. La habían educado muy bien, Hizashi había hecho un buen trabajo respecto a ese aspecto.
—–¡Ay, por favor! ¡No soy adorable, ya cállate!—insistió la Hyuga mayor, aún sin dignarse a mirar a los demás.
Nunca se consideró adorable o linda, en realidad nunca le había prestado atención a ese tipo de cosas, pero ahora que se lo decían, se sentía bastante extraña, y con un pequeño cosquilleo cálido en su estómago y pecho. No obstante, también le parecía muy irritante esa sensación tan pesada, su estómago se revolvía a tanta velocidad que sentía que pronto iba a vomitar.
Sentía que no Merecía que la llamaran “adorable”
—–Ya, Naruto. Deja de fastidiarla, debemos seguir caminando.—bramó el Inuzuka suavemente, comenzando a caminar detrás del Aburame, quien no se detuvo a esperarlos.—–Ya falta poco para llegar a la aldea.
Nami al escuchar que seguían caminando, simplemente bajó la mirada y se giró rápidamente, para avanzar y dejar a Naruto y Hinata atrás. Mientras más rápido caminara menos podrían notarle ese sonrojo, por lo que sólo se mantuvo así hasta que arribaron a la aldea Konoha. Claro que, los estornudos no faltaron en lo poco que quedaba del viaje, ni mucho menos la sensación de frío que sentía con incluso la más mínima brisa.
—–Tal parece que pescaste un resfriado.—escuchó al Aburame hablar.—–Podrías ir al hospital.
Aquello le hizo levantar la mirada lentamente, para después solo resoplar un mechón de cabello que se interponía en su campo de visión. No iba a responder, eso era obvio. Pero tampoco era necesidad para ir a ese centro demoníaco llamado “hospital”. Bien sabemos que Nami odia estar ahí.
Ella sólo se abrazaba a sí misma para compensar un poco la baja temperatura de su cuerpo, sintiendo que los labios y dientes comenzaban a tiritarle. Era de mañana, pero aún así, sentía mucho frío. Quizá era porque había estado con la ropa y cabello mojado toda una noche despierta, sin descansar por un instante necesario, e ignorando las señales de su cuerpo que indicaban malestar. Ella misma se lo había buscado, pero tampoco iba a pedir ayuda por eso. Simplemente llegaría a su casa y le pediría a Neji un té relajante, luego dormirá una larga siesta para compensar la falta de sueño.
Volviendo al tema del frío. En la noche al menos tuvo un instante en el que no lo sintió, y fue ese glorioso momento en donde tuvo que cargar a Kiba sobre su espalda. Comenzaba a preguntarse cómo hacía ese Inuzuka para normalizar de forma excepcional la temperatura de su cuerpo, aunque quizá se debía a su parte animal al ser un Inuzuka. Dormían como tronco, eran salvajes en su mayoría , y también incluso soportaban temperaturas de frío. Ese clan tenía muchas cosas para ser de admirar. Al menos, para ella. Envidiaba que él sintiera tanto calor mientras ella se moría y mordía sus propios labios por el frío.
—–¿No quieres que te preste mi abrigo? Ya incluso hasta estas más pálida.
Sin ella darse cuenta, mientras se retorcía de la envidia por la necesidad de sentir calor, se había quedado mirando a Kiba fijamente con el ceño fruncido, como si eso fuera a compensar su baja temperatura. Por supuesto el Inuzuka notó eso, ya que Nami se perdió tanto en sus pensamientos que no notó lo mucho que lo miraba; fue sólo cuando él habló que para sus adentros, Nami soltó un chillido de vergüenza y se regañó mentalmente por su torpeza.
Ahora parecía Naruto.
—–¿Q-Qué? N-No g-gracias... Yo est-toy bien...—susurró la Hyuga, volviendo a desviar la mirada.
“¿A quien engaño? ¡Estoy muriendo de frío! Ni siquiera me importaría que se me pegaran las pulgas”—pensó, cerrando los ojos con fuerza por un momento.
Aveces odiaba lo orgullosa que se mostraba. Necesitaba cubrirse, y cuando sintió la suave piel de su abrigo reconfortar el frío que tenía la noche reciente, se sintió tan tranquila que incluso pudo haberse quedado dormida.
De todas formas, no imaginaba que él se lo fuera a prestar, simplemente le preguntó por cortesía imaginando que esa sería su respuesta, una excusa justa para no hacerlo. Pero tampoco podía enojarse con él, desde que lo conoció sólo se han estado intercambiando insultos, siempre se mostró irritada por su presencia. Sería un completo idiota si pese a eso, accedía a prestarle su abrigo como dijo.
“Sólo debo aguantar un poco más, luego, en casa, me enrollaré en mis propias sábanas”
Qué más da. No iba a hacerse ilusiones con nada, después de todo, debía aguantarse y mantener la compostura. Sin embargo, se sorprendió y se tensó fuertemente en cuanto sintió una calurosa y reconfortante capa de algodón rodear su espalda y cubrir sus brazos, sin mencionar también que cubrió la cabeza. Kiba le había puesto su abrigo encima, actuando como un caballero, pero también provocando que Nami comenzara a sentirse extraña de nuevo. Su estómago le dolía un poco, molestaba su cosquilleo.
Ella se giró a ver a Kiba con los ojos abiertos de par en par, arrugando la nariz, la cual por cierto estaba roja, con confusión como siempre solía hacer. ¿En serio había hecho eso, prestarle su abrigo, cuando ella en primera no se lo pidió y tampoco lo merecía por casi siempre ser mala con él?
—–¿P-Por qué...?
Maldición Nami, ¡ya deja de tartamudear! ¡Pareces una niña tonta y sedienta de afecto, qué demonios!
—–No agradezcas. Ya se sabe que te cuesta decir las gracias.—bromeó el castaño con una pequeña sonrisa, actuando de manera arrogante.—–Sólo bromeo. Puedes regresarmelo cuando lleguemos a la aldea. Después de todo estabas temblando y tu nariz está roja.—le dijo, mientras acomodaba a Akamaru en sus brazos.—–Naruto tiene razón. ¡Eres adorable!
—–¡Ya cállate!
—–Y muy Tsundere también.—bromeó Naruto, mostrando una sonrisa divertida.—–Ara ara~ Nami-chan~
Tras esas palabras Nami no supo cómo reaccionar, así que sólo desvió la mirada mientras se cruzaba de brazos. No iba a responderle a Naruto, tampoco se molestaría en golpearlo, admitiría que tenía razón y que le molestaba, no le daría esa oportunidad. Tampoco quería admitir lo importante, pero ese abrigo vaya que la reconfortó, se sentía como abrazar a un osito grande y caluroso, algo con lo que podría dormir plácidamente por incluso días. Ahora comprendía porque siempre pese a todo Kiba mostraba una sonrisa ladina.
Y un bonito colmillito... ¡Espera! ¡NO! ¡omite eso!
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Pasadas ya unas cortas horas, finalmente la salvación de Nami llegó, pues la aldea ya estaba en frente. Ahora podría ir a su casa y ver a su querido hermano, descansar, y también meditar un poco sobre la misión recién. Además, podría alejarse de esas situaciones penosas que había tenido con Kiba.
Era extraño. Nunca se había sentido así y mucho menos por el gesto amable de un niño, pues solía percibirlos únicamente como algo tonto y normal. No obstante esta vez, no podía dejar de pensar en una segunda intención que por más que buscaba no encontraba. ¿Quizá a eso se refería Kai con estar “enamorada”?
No. Claro que no. Nunca. Ella nunca lo estaría, sería solamente una boba distracción que evita que cumplas con tus deberes y andes como tonta y babeando detrás de un tonto que no vale la pena. Sabía de qué hablaba, lo había leído en un manga. Además, Kai podría ser habilidoso, pero no tenía ni la menor idea de esos temas...
¿Verdad...?
Es decir, ¿porqué le daría su abrigo si siempre lo insultó? Era estúpido. Sí. Quizá sea la razón.
Kiba es un estúpido.
Ahora que ya encontró los motivos que no la involucran a ella para nada —nótese mi sarcasmo poderoso— podía dejar a su mente descansar en paz y tranquilamente.
—–Finalmente... Necesito dormir.—murmuró la Hyuga, observando la puerta a la entrada de la aldea como las mismísimas puertas del paraíso.—–Que bueno que ya llegamos.
Una vez cruzaron la puerta, Nami se quitó con afán el abrigo del Inuzuka de encima. En realidad, no quería quitárselo, estaba tan calentito que sentía ya no querer separarse jamás de dicha prenda, ¡pero sólo por el calor y las fibras de algodón que tiene, no por otra cosa! Aunque su orgullo era más poderoso, por eso mismo, no quería llevarlo más encima. Después tendría que deberle un favor y eso sería muy molesto.
—–Ten. Gracias por prestarmelo, realmente me siento mejor.
—–Vaya, me agradeces. ¿Segura no te golpeaste la cabeza?—preguntó el Inuzuka con una sonrisa divertida, tomando el abrigo que le pertenecía. En realidad tampoco se esperaba que Nami se lo agradeciera, pero le gustó que lo hiciera.
Escuchando eso, Nami sintió que se le marcaba una vena de enojo en su sien, frunciendo sus cejas y mostrando disgusto. ¡Aveces esa actitud tan egocéntrica, que se creyera superior, le provocaba que quisiera ahorcar lo fuertemente!
—–Tsk. Cierra la boca, maldición.—soltó, para después girar los ojos y cruzarse de brazos.—–A diferencia tuya... No soy una maleducada. En fin. Me largo.
Actuó de forma cortante y seca, queriendo equilibrar su ser de esa manera. No podía solo demostrar ternura, debía ser equivalente y neutra. Además de que le ayudaba a controlar sus verdaderas intenciones.
Al despedirse, sin esperar a Hinata, pues ella tenía que reunirse con su Sensei, simplemente movió su mano de un lado a otro y se retiró luego de registrar que había entrado a la aldea. Iría directamente a casa, necesitaba con urgencia darse un baño de agua caliente.
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En casa, se encontró con que su querido hermano estaba limpiando todo para cuando ella llegara. Era de esperarse, hoy le tocaba limpiar a él. Se saludaron como normalmente se saludan, alegres de verse otra vez, y aliviados de que el otro estuviera bien, y luego, Nami simplemente se dispuso a ayudar a su hermano en lo poco que le quedaba para limpiar. Ambos eran bastante adictos a tener todo limpio y ordenado, les gustaba aspirar el buen aroma a limón que dejaba la casa limpia, y también la sensación agradable de ver todo ordenado. Estaban creciendo muy rápido, ya que muchos jóvenes de su edad a duras penas y se preocupan por eso.
¿O me equivoco, audiencia?
—–Onee-chan. Hice el desayuno. ¿Quieres un poco?—preguntó Neji desde la cocina, sin girarse a mirar a Nami.
Ella estaba en el baño en esos momentos, preparando la bañera para darse un baño caliente, como tanto anheló. Quizá con eso podría lavarse un poco la vergüenza que vivió momentos antes.
Escuchó a la perfección el llamado de su hermano, pero no respondió, solamente se quedó paseando sus dedos sumergidos por la superficie clara del agua de la bañera, con la ceza recostada en el borde. A su mente llegaban pensamientos, recuerdos inmediatos de lo que había sucedido hace poco. El momento en el que él le regresó el anillo, se preguntaba cómo supo que era de ella. Bueno, quizá porque sentía su olor, era un Inzuka después de todo, tenía sentido; pero aún así, algo en su instinto le decía que no era sólo por eso, había algo más. Además, ¿qué le pasaba a ella? ¿Por qué de pronto cuando pensaba en eso, o algo que tenía que ver con él, sus mejillas se pintaban de rosado?
¿Por qué se sentía así, por qué durante toda esa misión se sintió tan extraña consigo misma? ¿Desde cuando su confianza se quebró? Odiaba sentirse tan débil incluso por la emoción... No entendía que tenía que hacer.
Era tan extraño.
Aunque, quizá, solamente estaba resfriada.
Sí. Era eso, seguramente era eso, no podía sentir otra cosa. Se hundió en un río y se quedó a la interperie con la ropa mojada, sintió frío durante todo el viaje y no se quejó, y la punta de su nariz permanecía roja. No había otra señal, estaba resfriada.
Para su alivio, aunque suene irónico ya que ella odia enfermarse.
—–Onee-chan.
Un par de pasos se acercaron y se detuvieron frente a la puerta cerrada del baño, luego de eso escuchó un desliz, y por último la madera del suelo crujir levemente, indicando que alguien se había sentado.
—–Vaya, Onii-chan. Ya parece que te pesa el trasero.—murmuró Nami con diversión, más para sí misma que para Neji.—–No te preocupes por el desayuno... Ahora no tengo mucha hambre. Comeré más tarde.
—–Para empezar, de los dos tú eres la que tiene más carne, lógicamente.—habló Neji, desde el otro lado de la puerta.—–¿Segura que no vas a comer?
Nami se levantó del suelo, y caminó hacia la puerta para volverse a sentar y apoyar su espalda en la pared junto a la salida del baño. Ahora, los Gemelos estaban únicamente separados por una pared, sentados y recostados, escuchando lo que él otro tenía para decir.
Neji no comprendía la repentina actitud de Nami. Quizá algo malo había pasado en esa misión, algo que quebrantó en su punto más débil: su orgullo. De seguro es porque la misión fracasó en tan sólo cuestión de segundos y un mal olor, pero aunque acertaba en ese sentido, le hacía falta una pieza, la pieza de aquello que dejaba a Nami triste.
Su confusión.
—–Estoy bien, Neji...
—–No. No estás bien.—interrumpió el mayor, levantando la mirada hacia el techo.—–Tienes un tono triste. Soy tu hermano mayor, te conozco mejor que nadie... Sé muy bien cuando te pasa algo...
Nami tan sólo apretó sus labios con nerviosismo, levantando la mirada hacia la pequeña ventana del baño, por la cual entraba la luz del sol y un poco de la suave brisa que soplaba en esa mañana. Él tenía razón, no podía ocultarle su sentir, ya que él de un modo u otro lo iba a averiguar. Ambos se conocían mejor que el otro incluso, era inevitable para ellos.
Sabía que de seguro su hermano se encontraba preocupado, sabía que de seguro ya había concluido al menos una gran parte de las causas que la tienen a ella con ese estado de ánimo perdido, pero, ¿como iba a decirle cómo se sentía de forma concreta, si ni siquiera ella misma sabía cómo se sentía o porqué se sentía así? Era casi algo imposible.
—–La verdad, hermano... Ni yo sé qué me sucede. Nunca en mi vida me había sentido así...—susurró la Hyuga menor, en este caso.
Ella abrazó sus rodillas y las apegó a su pecho, escondiendo su rostro entonces entre la oscuridad que podía ofrecerle esa posición y forma de sentar. Neji simplemente juntaba las cejas con preocupación, esperando a que no estuviese refiriéndose a un malestar general, ambos no soportarían verla a ella en es hospital otra vez, sabía que Nami se desesperaba en una camilla, y Neji se desesperaba por ella, aunque aparentaba ser fuerte; entre los dos tenían mucha empatía.
—–¿Te sientes enferma...?
—–Tengo miedo, Neji.—interrumpió.—–Se supone que siempre tengo una explicación para todo. ¡Pero ahora no sé cómo explicar lo que me pasa! Sigo pensando que es sólo cuestión de un resfriado... Que es una fiebre que me pasará pero... Algo en mi instinto...
Ella suspiró con pesadez, mordiendose la lengua. Ni siquiera sabía qué estaba diciendo. Se sentía estúpida.
—–Algo te dice que no está bien...—agregó su hermano mayor, apoyando sus manos en el suelo.—–Nami. Tranquila. No es la primera vez que te sientes insegura respecto a algo... Pero esta vez yo no creo que sirva de mucha ayuda. Simplemente puedo darte mi apoyo... Si tú misma no sabes qué sientes... No puedes pretender que otro lo sepa.—susurró.—–Podrías quizá... Sólo relajarte.
—–Es que...—murmuró.—–V-Verás... Quizá hay algo... Pero, es muy tonto.
Fue así que de forma resumida, Nami empezó a relatarle a Neji todos esos momentos vividos en esa misión. Desde el más pequeño hasta el más grave, y el mayor no la interrumpió para nada, simplemente escuchó con atención hasta que ella terminó de hablar y sintió como recostada su cuerpo en el suelo del baño.
Fue entonces que Neji llegó a una conclusión, esbozando una pequeña y tierna sonrisa. Sin dudas, su hermana aunque parecía madura y frívola, era de un corazón más frágil y dulce del que aparentaba. Tenía emociones reales y fuertes, aveces se sentía pequeñamente insegura sobre su forma de ser, incluso se mantenía perdida en su propio mundo.
Era una chica normal, apenas entrando a una etapa especial en todo ser humano, en donde empieza a sentir interés por verse bien ante los demás, por sentirse cómodo consigo mismo, y también por construir relaciones amistosas con otras personas...
O también un sentido más allá de algo amistoso.
—–Nami. Creo que ya sé que te sucede.—habló el mayor sonriente.—–Pero no puedo explicartelo muy bien, Onee-chan... Es normal que tengas todos esos pensamientos, no todo puede ser entrenar, entrenar y entrenar.—sonrió ladino.—–Estás... Buscando tu verdadero yo. Y quieres impresionar.
Nami tenía el cabello esparcido en el suelo, mientras estaba recostada en posición fetal, abrazando sus rodillas aún mientras escuchaba a su hermano hablar con mucha atención. Quizá tenía razón, y debía admitir que en algunas partes había acertado. Tal vez sólo debía tomar las cosas con calma e ignorar un poco aquello, comportarse como ella misma, intentar ser un poco más agradable y mostrarse menos frívola con las personas a quienes secretamente ya consideraba amigos.
Eran palabras muy consoladoras por parte de su hermano mayor. No podía evitar no soltar pequeñas y cortas lágrimas porque estaba conmovida. Debía dejar de hacerle caso a sus inseguridades y simplemente recuperar la confianza que perdió en una batalla ¿verdad?
Muchos la admiraban por quien ella era... Por como era, por lo fuerte que se mostraba...
—–También es normal que pienses que no eres suficiente. Pero, Onee-chan. Cualquiera sería afortunado de estar contigo.—agregó finalmente.—–Eres hermosa, tal y como eres. Gruñona, también eres algo presumida. Y definitivamente muy testaruda.
—–Pff... Por favor. Tú eres más gruñón que yo.
—–Ese no es el punto, tonta.—habló Neji, frunciendo el ceño mientras aún sonreía.—–Mi punto es... No te sientas insuficiente. No lo eres... Eres impresionante, inteligente. Estoy seguro de que sea lo que sea que estás sintiendo se te pasará pronto. Pero debes primero comprenderte. Aceptarte... Deja de luchar contra ti misma...
“Deja de luchar contra ti misma”
¿Entonces, ella siempre estuvo luchando contra sí, verdad?
¡Por supuesto! ¿Como no lo había pensado antes?
Ni siquiera era un pensamiento nuevo. Lo tenía escondido desde hace mucho tiempo, desde que era niña, pero este empezó a crecer más y más con ella, hasta que finalmente, el día de esa pelea, ese trágico día de esa batalla contra aquel enemigo que casi la asesina la burbuja que lo contenía se reventó, y entonces volvieron sus preocupaciones respecto a su autoestima.
Siempre se preocupaba por sí su cabello tenía puntas abiertas, o porque no se veía bien con la ropa que usaba, o porque no le gustaba la imagen que veía en su espejo. Todo por dejarse llevar por los comentarios que niños malos le hicieron cuando era una niña. Causaron incluso que tomara las precauciones de atarse una venda ajustada alrededor del pecho, para evitar que se le asomaran por la ropa y así no llamar la atención de otras chicas de su clase. Que debía seguir una dieta estricta, que debía ser delgada y frágil como una kunoichi ideal.
¿Ideal?
¡Que se metan su “kunoichi” ideal por donde mejor les quepa!
Tantas cosas que llevaba en mente, tantas cosas que la afectaban, débil, tonta, grosera, malcriada, simplemente una cara bonita que no podía hacer mucho más que llorarle a su padre para obtener mimos, todo aquello que la preocupaba se estaba disipando.
—–Tienes razón...
Era humana, no era un ser perfecto, no podía complacerlos a todos. No era una moneda de oro para que todos la quisieran.
—–¡A la mierda todo eso!—exclamó finalmente, levantándose del suelo.
La neblina en su mente, aquello que no le permitía volver a ser la Nami con carácter fuerte finalmente se estaba yendo, sus inseguridades dejaban de ocupar sus pensamientos. No sería un proceso tan sencillo superar su autoestima, subirlo por sí sola no era un proceso corto. Sabía que le iba a costar mucho hasta alcanzar de nuevo la confianza que perdió. Pero mientras, en el camino sabría que poco a poco, y cuando menos lo espere, lo lograría, sería de nuevo una Hyuga osada que se arriesga ante todo, y que no le teme a nada.
—–Soy fuerte.—susurró para sí misma, acercándose a verse en un espejo, el que reposaba en el baño.
Cuando se miraba a su reflejo, sólo recordaba lo sensible y pequeña que solía ser de niña, lo cobarde que era. Se obligó a sí misma a ser fuerte y ruda para protegerse de las inseguridades que la perseguían y que le impedían ver bien a la Nami que estaba presente, pero escondida y atrapada por la propia oscuridad del temor por la presencia de su pasado aún inerte.
Pero desde hoy, iba a enterrarlo, sin piedad.
—–Soy inteligente...—susurró, observando con claridad su rostro, sonriendo mientras sus ojos se achinaban un poco.
Desde hoy, sería ella misma nada más. No trataría de ser ruda, no trataría de ser fuerte. Iba a serlo, simplemente porque le nace, no porque la increíble necesidad de ocultar sus emociones o sentimientos le obliga.
Ahora iba a ignorar esa necesidad...
Sólo se iba a expresar como ella. Y ya.
La Hyuga se observó atentamente al espejo, sintiendo como pasaban por su mente pequeños recuerdos, tanto recientes, como de hace tiempo. Pero esta vez, por primera vez en mucho tiempo, en vez de ser aquellos que le provocaban miedo, preocupación, aquellos que la arrastraban a una oscuridad profunda de la que no podía salir, eran en realidad, momentos felices que ella vivió. Como cuando probó mochis por primera vez, o como cuando conoció a Kai y a Mei, o incluso cuando Rei les obsequió ese anillo.
O aquellas palabras agradables en esa misión recién, que venían de los otros, quienes reconocían que era una parte importante para ellos y también para muchos en la aldea. Como por ejemplo, cuando él supo que ese anillo le pertenecía y lo conservó incluso después de pensar que propablemente estaba muerta, o le dijo que era adorable. O cuando el otro le recordó que era una Shinobi muy capaz e inteligente.
—–Tsk...
Nami llevó una mano a su mejilla, notando que estás se pintaban de rosado. Pero esta vez ya no sentía tanta molestia.
En realidad, pensaba que se veía muy linda.
—–Soy... “inteligente” y “adorable”—murmuró, bajando la mirada con algo de pena, conmovida.—–Tienen razón...
Tienen razón.
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D
esde hoy, Nami rompe sus propias cadenas para mostrarse como es y salir de la pequeña crisálida que la tenía encerrada. Desde hoy, dejaría de acomplejarse, sería más despreocupada, sería todo eso, en vez de sólo aparentarlo.
Prepárense bien, porque esta historia apenas está empezando...
A ver 👀 que tal les pareció?
Aquí termina una pequeña saga del enfoque humano de Nami, espero les haya agradado :'3
Me gusta mucho leer que much@s se sienten identificad@s con ella o con otros personajes, es lindo saber que de alguna forma también les motiva.
Pero no se tomen este capítulo como sólo un capítulo, tomen el consejo de Neji para ustedes también ✨
Amense.
No es sencillo, es todo un proceso, pero, no está de más empezar a simplemente aceptarse y sonreírle a la vida ❤️
QUIERO VER SUS COMENTARIOS BIEN FELICES MIS BEBÉS, MISS LOS QUIERE, LOS QUIERE MUCHO ✨
Sigan el consejo de Neji
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