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🌻|Capítulo 14.|🌻

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Capítulo 14.
“Inuzuka, ¡Cabeza hueca!”

En la Konoha la tranquilidad reinaba en aquella mañana. Sin los genins haciendo tareas o entrenando en los campos de la aldea el silencio no era algo para extrañarse. Sus vacaciones de dos meses aún seguían en su transcurso normal.

Los finalistas de las rondas preliminares se dedicaban a entrenar fuertemente y a aumentar el potencial de sus habilidades, después de todo debían de dar un buen espectáculo para los invitados especiales de gente otras aldeas que vienen a presenciar las finales con interés de ver algo entretenido.

La mujer de cabello café con leche salía de su casa para dirigirse directamente a la sala de reuniones. El Hokage había convocado a todos los jōnins y especialistas para dar a conocer oscuras informaciones sobre una posible y mortal amenaza que traería maldiciones a Konohagakure si no se actuaba pronto. Una Junta con los jōnins, el Hokage y el Consejo de ancianos. Una vez todos reunidos, el Hokage posó su gorro sobre su escritorio y una vez que todos se sentaron empezó con la reunión.

—–Algunos de ustedes no han oído las noticias.-Rei observó a su padre, con una ceja levantada. ¿A qué se refería con “noticia” ?—–El cuerpo de Hayate Gekko, fue encontrado cerca del Castillo de Kikyo.—inmediatamente los adultos comenzaron a hablar referente al tema.

¿Hayate?

El cuerpo del joven de cuestionable salud fue encontrado sin vida cerca del Castillo ya mencionado. Los investigadores dicen que se cree que Hayate perseguía a un espía de la aldea del sonido, que llevaba por nombre Kabuto, aquel joven que participó éste año en los exámenes.

Rei se llevó una mano al corazón levemente conmovida. Uno de sus buenos ahora estaba muerto.

—–No hay duda de que ésto es obra de Orochimaru.—comentó Anko, que sentada lejos de Rei mencionó con molestia.

—–Orochimaru...—suspiró Rei.—–Vaya sorpresa, papá.—murmuró levemente ésta vez, siendo escuchada por el de cabello de plata que estaba a su lado.

—–No hay que sacar conclusiones aún. No estamos seguros, pero sin duda Orochimaru tiene algo que ver.—mencionó Hatake observando con levedad a la mujer de cabello malva.

Ella acomodó sus manos sobre su regazo, y observó levemente al suelo.

—–Entonces, la aldea está en peligro inminente gracias a Orochimaru. Vaya.

Si estas aquí ya debes saberlo bien. Orochimaru es el criminal más buscado de toda la aldea escondida entre las hojas. Es dueño de Justus oscuros y repulsivos, además de prohibidos. Siendo parte de uno de los tres legendarios sannin, anteriormente en su infancia pupilos del actual Hokage, conformando el equipo Hiruzen.

Se especuló en la reunión de la posibilidad tentadora de cancelar los exámenes chūnin, e ir todos en contra de Orochimaru. Tal vez una emboscada. Sin embargo por decisión del Hokage se ordenó que ésto no pasara, pues a petición del criminal ante Anko en la segunda fase de los exámenes, Hiruzen especuló que mejor estuvieran atentos para atraer el ratón al queso.

—–Entonces. ¿Planea usar los exámenes como una carnada?—preguntó Rei en voz alta. No estaba muy en acuerdo, pero sabía que su padre como Hokage era sabio, por lo que no dudó mucho.

—–En todo caso, hasta que no se sepa más del tema ésto es sólo una simple especulación.—aclaró Hiruzen.

—–No haremos lo que el enemigo quiere, seríamos muy tontos Rei. Y no actuaremos a la ligera.—indicó la anciana sentada junto al Hokage, haciendo callar a la mujer joven.

—–Además.—paudó el Hokage para dar paso a una sonrisa ladina.—–Yo tengo toda mi confianza en ustedes.

Su sentido de lealtad no era cuestionable, era obvio que los jōnins presentes harían todo lo posible para proteger a su hogar y a su querida aldea. Eso estaba claro en todos.

Rei sonrió ligeramente al ver a su padre burlarse del enemigo disimuladamente con esa sonrisa, y asintió en Compañia de todos los demás presentes.

—–Cuando sea el momento indicado, reclutaremos la fuerza de Konoha, pelearemos de ser necesario...

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La brisa fresca chocaba suavemente contra las hojas verdes de los frondosos árboles en el bosque, el sonido del viendo pasar le daba tranquilidad y armonía al ambiente; y el hermoso cantar de las aves cercanas decoraban el exterior con su dulce melodía.

La Hyuga descansaba bajo la sombra de un árbol, escuchando concentrada el armonioso sonido de sus animales preferidos.

Su hermano Neji no se encontraba disponible para un entrenamiento, ya que había decidido ir a visitar a su compañero Lee con su amiga Tenten y sensei. Y al no tener a alguien con quien entrenar, Nami decidió irse a su lugar favorito para descansar y orearse de todas las presiones que se ejerce en sus entrenamientos,no sólo con los suyos propios; también porque su tío Hiashi en ocasiones la obligaba a ella a entrenar en contra de sus hijas, de la cuna de la rama principal del Clan Hyuga.

A su mano derecha estaba un libro, cerrado, de color café y vencido por el tiempo de los años. Era una libreta vieja. Una libreta que pertenecía a la persona que una vez amó demasiado, pero por obras del cruel destino que le proporcionó, los abandonó a ella y a su hermano trágicamente.

Abrió los ojos al sentir acercarse una presencia, lentamente y sin afanes se dedicó a concentrarse aún en la meditación. No era un enemigo.

En realidad, no valía su tiempo.

—–¡Ven Akamaru, no te vallas muy lejos!—escuchó advertir desde lejos a una voz masculina.

Nami intentó ignorarlo, pero ya la molestia la estaba invadiendo. Nuevamente estaban arruinando su momento de calma, y eso a Nami lograba fastidiarla.

Al menos, el joven venía sólo.

El perro de pelaje blanco y tierno físico de acercó curioso a Nami, quién aún estaba concentrada en la meditación al pie de los árboles. Él se aproximó y olfateó la libreta, causando que la Hyuga abriera los ojos y lo observara con seriedad, apartando lentamente la libreta de el cachorro. Sin embargo, él seguía acercándose con curiosidad, y nuevamente Nami esta vez toda completa, se alejaba del ninken queriendo apartarlo.

No estaba acostumbrada a tener animales, pero la ternura en el rostro de el animal pudo conmover el frío corazón de pollo que la Hyuga compartía, y logró ganarse una ligera caricia por parte de Nami, quién sonrió levemente al ver como el ninken disfrutaba del contacto.

—–¿Aka... Maru...?—musitó el Inuzuka algo impresionado de ver a la Hyuga de nuevo.

No la ve desde antes de su encuentro con Naruto en las preliminares. En ese entonces, no conocía muy bien a Nami, y la creía como alguien arrogante y poco simpática. Sin embargo, la Nami que él tenía en frente no era para nada como la que él había conocido. ¿Su primera impresión estaba siendo corregida?

Al parecer ella aún no había notado la presencia del Inuzuka, pues ahora ella estaba rascandole la panza al tierno cachorro de color blanco que comenzaba a agradarle. Una sonrisa más larga se formaba en sus labios, y un gesto más relajado y afable comenzaba a dibujarse en su rostro.

Akamaru ladró, y se apartó de Nami para correr después hacia brazos de su dueño y amigo. La Hyuga levantó la mirada y desapareció su relajada sonrisa para reemplazarla con un gesto de seriedad e indiferencia. Kiba en cambio, se mostró confundido por el cambio de actitud tan repentino.

—–Ammm...—murmuró el chico, aún confundido.—–Hola.—saludó, mirando a la chica quien no le prestaba ningún tipo de atención.

Nami en vez de regresarle el saludo, tomó la libreta y comenzó a leerla. Sus ojos se movían a una velocidad increíble, después de todo, ella era súper dotada, y podía leer hasta 770 palabras por minuto. A Kiba le sorprendió el ver qué tan rápido leía la chica que estaba frente a él, a pesar de que lo estaba ignorando insistentemente. Resopló con frustración.

Pensaba que ella se creía tan buena como para no hablarle. Claro. Típico en alguien egocéntrico como ella. Se giró para irse, después de cargar a Akamaru y colocarlo en su cabeza, pero luego de detuvo al escuchar por primera vez en mucho tiempo la voz la suave y firme voz de la Hyuga.

—–Hola.—saludó Nami, sin apartar la mirada de la libreta. Nuevamente giró la página, pasando hacia otra, y cerca de un minuto, pasó a otra.

Al paso que iba, terminaría de leerlo en poco tiempo. Algo muy típico en un ratón de biblioteca como ella.

—–Eh...—se rascó la nuca, algo incómodo por el silencio.

Nami suspiró y con fuerza cerró su libro, causando un sonido considerable. Luego lo miró con molestia, y preparó unas suaves palabras para hablar.

—–Si te incomoda mi presencia entonces puedes irte. Yo llegué aquí primero.—soltó secamente, levantando una ceja.

El Inuzuka la miró con el ceño fruncido con algo de fastidio. ¿Quien se cree que es para hablarle así? Una niña mugrosa, que ni siquiera conoce, echándolo del lugar en el que Akamaru y él iban a descansar después de entrenar para alejarse del mundo.

¿No podía ser más tonta?

—–Lo siento. Pero éste es mi lugar.—habló Kiba. Akamaru ladró.—–Nuestro lugar. Y no necesitamos que una niña mugrosa como tú nos diga que hacer.—se cruzó de brazos.

Nami suspiró levemente y se levantó, tomando el libro y apretandolo contra su pecho. Caminó hacia él a paso tranquilo, y posteriormente lo golpeó levemente en la cabeza, con ayuda de la libreta.

Un gesto bastante extraño. Pero que para Nami tenía un significado.

Ella sonrió ladinamente, y luego se apartó unos centímetros con aires de arrogancia y burla. Kiba en cambio, la miró confundido y tragando saliva levemente por la incomodidad que sintió por su cercanía.

—–Lo sabía.-se mofó, soltando un resoplido leve.—Eres sólo un pulgoso cabeza hueca.—–colocó su libro bajo el hombro y levantó un poco la cabeza.—–Mis ojos nunca me han fallado.

Kiba apretó los puños y frunció el ceño de nuevo con un ligero sonrojo sobre sus mejillas. Estaba molesto con ella. ¡Nadie puede burlarse de él! Y mucho menos una niña mugrosa como Nami.

Pero a ella parecía importarle menos lo que él pensaba sobre ella. Y eso es otro dato: A Nami le tiene sin cuidado lo que hablen o piensen de ella. La Hyuga es como es, y así se quedará siempre.

—–¿¡Ah sí!? ¿¡Y tú quién te crees, niña mugrosa!?-bramó irritado.—¿¡Qué quieres decir con eso!?

Nami soltó una risa burlesca, y se giró sobre sus talones para darle la espalda y volver al lugar en donde estaba sentada. Sin decir nada ella se agachó, y recogió algo entre sus manos.

Kiba de nuevo se fastidió. ¿Lo estaba ignorando?

—–¡Oye! ¿¡Qué, ahora no vale tú tiempo hablarme!?—reclamó él, bastante molesto.

Nami sin decir nada se giró sin mofarse y comenzó a caminar, hasta quedar hombro con hombro del chico.

—–No tengo necesidad de quedarme a discutir contigo. Además. No es que no valga mi tiempo, aunque de hecho es así, no tengo el deseo de quedarme a intercambiar insultos tontos con un Inuzuka cabeza hueca, esclavo de sus impulsos y, algo tsundere.mencionó, con aún una pequeña sonrisa burlona.

Luego, y sin esperar a que el chico le respondiera o de defendiera, ella se fué sin aviso, hasta finalmente desaparecer de la vista y del campo olfativo del chico.

Kiba no apartó su mirada de la Hyuga, quién había logrado obtener un lugar de honor en su lista negra. Ahora mismo, Nami sí que lograba fastidiarlo.

Su arrogancia y ego lograban sacarlo de sus cabales.

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—–Mañana es el día.—suspiró Nami, frente al espejo. Giró su vista a la puerta, y tomó el antiguo libro de técnicas.

Lo había “tomado prestado” De la Oficina de el líder del clan. O, su tío. De esa forma es que tanto ella como su hermano han logrado aprender solos las distintas técnicas que solamente la familia principal ha reservado para sí.

—–Sí. Mañana es el día.—asintió Neji, con una leve sonrisa.—–¿Lista?—se colocó en posición, y activó su byakugan sin esperar.

Nami también hizo lo mismo, y con velocidad se le acercó para intentar acertar un golpe directo hacia él. Neji ágilmente lo bloqueó y atinó una Palma hacia el costado de la joven, que ella pronto desquitó con una patada usando el puño suave hacia su estómago.

El estilo Hyuga de Nami era un poco más rápido pero a la vez, seguía teniendo esa característica delicada que su sensei Rei le había enseñado en los entrenamientos.

El día de mañana, los gemelos Hyuga se prepararán para una pelea grande. Con espectadores de todas las Naciones.

Y sobre todo, su tío Hashi estaría observando. Su clan. Sus maestros.

Y toda la aldea.

Debían dar lo mejor.

—–¡Ciento veintiocho Palmas eléctricas!

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