05
—¡Soobin, Kai, Yeonjun, Taehyun y Beomgyu!— grito JiMin tan fuerte que su voz hizo eco en los pasillos del castillo.
Los cinco pequeños dragoncitos dejaron de pelearse entre sí, colocaron sus cuerpecitos en el piso y guardaron sus alitas al instante. Sabían que habían hecho enojar a su papi, pues habían estado jugando con las cortinas y las quemaron, pero ninguno tuvo la osadía de siquiera esconder la evidencia.
—¿Quién quemó las cortinas del gran salón?— interrogó JiMin, cruzándose de brazos y pasando una de sus manos por su azulado cabello en señal de ansiedad, o manía tal vez.
Kai miró a Soobin, quien a su vez miró a Yeonjun, luego este miró a TaeHyun y finalmente él también se desvió, pero a Beomgyu. Los pequeños dragoncitos eran un desastre, tan traviesos que JiMin no tardaba en tener canas verdes y eso era posible por el color de su cabello.
—Les voy a volver a preguntar y quiero que me digan la verdad o no vuelven a salir con los hijos de los granjeros Kim.— advirtió, señalándolos con su regordete dedo anular.
Los dragoncitos soltaron quejiditos y gruñidos de molestia, ellos adoraban ir con los señores NamJoon y SeokJin para jugar con sus hijos TaeHyung, HoSeok y JungKook.
—Fue papá.— acusó Soobin rápidamente, angustiado por no volver a sus amiguitos de la granja.
JiMin al escucharlos dudó, enarcó su ceja y formó un puchero en sus labios, quería decir que era imposible, pero no era así. Años atrás, YoonGi también tuvo accidentes con sus preciadas cortinas y lo regaño hasta al cansancio para que ya no las quemara.
—Bien, pero si me entero de que me mintieron...— amenazó, girándose y yendo directamente a buscar a su pareja.
Los pequeños dragoncitos al verlo irse, soltaron el aire que habían estado reteniendo, se miraron entre sí y alzaron los hombros, restándole importancia al asunto. Volvieron a jugar, volaban por el castillo, empujándose y mordiéndose, aventando pequeñas flamas de vez en cuando porque eran juguetones.
JiMin llegó a la habitación principal, donde YoonGi descansaba y se lanzó encima de él, provocando que se despertara al instante. El peli gris reaccionó automáticamente y le tomó de las caderas con sus grandes manos, le sonrió sin siquiera abrir sus gatunos ojos dorados.
—¿Qué hicieron esta vez?— preguntó YoonGi, apretando ligeramente el cuerpo mientras rozaba su erección matutina contra el esponjoso trasero de su pareja.
—No hagas eso, estoy enojado y así no puedo estarlo correctamente.— siseo JiMin mordiéndose el labio inferior y sintiendo el gran miembro tentándolo.
—Bueno, puedes continuar enojado más de rato, es temprano y tengo muchas ganas de darle una buena limpieza a mi preciado tesoro.— comentó YoonGi con su voz más ronca de lo normal debido a estar recién levantado y a su necesidad sexual.
Los ojos dorados de YoonGi se abrieron para observar con deseo y lujuria a JiMin, quien sintió un escalofrío recorrerle hasta la punta de los pies. A pesar de los años, se anhelaban con la misma intensidad que la primera vez, aún seguía la llama encendida y no parecía querer apagarse en un futuro.
No por nada tenían cinco hijos.
—Alguien quemó mis cortinas.— informó JiMin, mirándole acusatoriamente.
—Oh, no, a mí no me veas, sabes que mi dragón amaba destruirlas, pero ya no lo hago porque me dejas en abstinencia y amo follarte.
—Esos mocosos me mintieron.— exclamó JiMin, intentando ponerse de pie en vano porque YoonGi no le permitió alejarse —Déjame ir.
—Vamos precioso, son solo niños y es normal que aún no manejen a su dragón interior, nos gustan las cosas brillantes.— señaló el peli gris, deslizando su mano lentamente hacia el trasero del contrario, el cual apretó fuertemente y luego nalgueo.
—¡Yoon!— regañó JiMin, colocando sus manitas sobre su duro pecho para detenerle y apartarse.
—¡JiMin!— le arremedo YoonGi, atrayéndolo y obligándolo a permanecer acostado sobre él.
El príncipe Park dejó de intentar porque sabía que era imposible ganarle, se recostó en su pecho y bufó exasperado. Siempre perdía contra YoonGi y sabía cuándo darse por vencido, se mantuvo escuchando sus latidos y respiración.
—Tardó mucho haciendo las cortinas como para que las quemen cada dos por tres, tampoco es fácil conseguir el material y coserlas me toma días.— acusó JiMin, girando un poco su rostro para verle fijamente.
—No sería necesario si hubieses aceptado reclamar tu puesto como rey, siendo el dueño de Edubell no tendrías que hacer nada de esto y te dedicarías completamente al reino, los niños y obviamente a mí.— señaló YoonGi, dándole un beso en la nariz y también dejándole una mordidita en la mejilla.
JiMin dejó que lo hiciera, asintió y suspiró derrotado porque tenía de cierta forma razón. Un tiempo atrás, YoonGi le había dicho que si quería podía ayudarlo para recuperar su trono, pero no había aceptado porque era lo mejor. De haberlo hecho, muy probablemente cuando el pueblo viera que su pareja era un humano mitad dragón los acusarían de brujería y tampoco tenía el anhelo de matar a sus padres por más mal que le hayan hecho.
Sinceramente JiMin prefirió vivir así, en un castillo a la mitad de la nada, al que nadie vendría porque así podría vivir tranquilamente con sus seres amados y estaba feliz. No había responsabilidades de un reino, problemas económicos y atenciones indebidas, solamente eran sus pequeños traviesos, YoonGi y él.
Bueno, además de sus vecinos, los granjeros Kim, quienes tuvieron que visitar durante su parto para ser ayudados, ya que ninguno sabía qué hacer. Obviamente NamJoon y SeokJin no los conocían, pero al verlos en apuros se ofrecieron y resultó que el mayor de todos era un doncel como JiMin, así que comprendía perfectamente su situación.
Los Kim fueron muy amables y no insistieron en que YoonGi les diera una explicación sobre sus extraños cuernos, colmillos y cola. En cambio, parecían ser conscientes de lo que era y JiMin podía jurar que sabían que era él quien les desaparecía las ovejas algunas veces.
Gracias a la pareja de granjeros pudieron traer al mundo a Soobin, Kai, Taehyun, Yeonjun y Beomgyu, por ello su amistad se forjó con confianza. También lograron aprender de ellos algunas cosas sobre agricultura y ganado, lo cual ahora les ayudaba para su consumo y evitaba que fueran a los alrededores a buscar alimento.
Obviamente, YoonGi ya siendo humano, raramente buscaba ovejas que comer, se impuso a una dieta de frutas y verduras como JiMin, pero a veces su dragón anhelaba salir de caza. Estaba de más decir que había logrado manipular sus transformaciones después de deshacerse del collar embrujado, el cual lo obligaba a mantenerse en esa forma siempre.
JiMin estaba satisfecho y tranquilo tal como las cosas habían salido, al punto de que no veía necesario volver a Edubell nunca jamás. Sus padres podían quedarse con el reino que tanto apreciaban y él se quedaría con lo que siempre quiso, una familia amorosa y el amor de su vida.
YoonGi por su parte, si tuvo unas inmensas ganas de ir y destruir todo a su paso, pero solo se detuvo por su amado lapislázuli. Si JiMin le decía que así era feliz, entonces así lo dejaría porque lo único que él necesitaba para poder vivir era tenerlo a su lado y a sus bebés también, sus tesoros.
—Lo sé, pero no es tan difícil mantener sus garritas lejos de las cosas que yo hago. Nos costó mucho trabajo limpiar el castillo y reconstruirlo como para que los niños lo echen abajo de nuevo.— comentó JiMin, recordando lo difícil que había sido limpiar tantos escombros, tierra, telarañas y demás.
YoonGi asintió de acuerdo —Está bien, hablaré con los niños y les enseñaré a dominar sus instintos. Que hayan nacido dragones lo hace más fácil, ellos no están hechizados y es su naturaleza.
—Kyyy~ gracias, amor.— dijo JiMin emocionado, llenándole el rostro de besos.
La enorme cola de dragón se movió de lado a lado, demostrando así que YoonGi estaba feliz de verlo contento. Pronto esa misma extremidad le envolvió uno de los muslos y dirigió la punta justo a su culo sobre la tela de sus pantalones.
JiMin abrió los ojos como platos al sentir las escamas y los picos contra su piel, YoonGi era insaciable y solían hacerlo de dos a tres veces diarias. El doncel solo pudo sonrojarse y hacer sus manos puñitos mientras la cola se introducía dentro de él y jugaba con sus paredes. Lo bueno es que seguía estando preparado porque lo habían hecho hace unas horas y también por la noche.
—Es asombroso como mi dragón y yo estamos tan enamorados de ti.— dijo YoonGi, abriéndole las nalgas con sus manos para ayudarle a su extremidad a introducirse mucho más.
—Mgh~ espera Yoon~.— gimió JiMin agudamente, mirándole con sus ojitos acuosos.
YoonGi gruñó, dándole a entender que no se detendría en absoluto, pero tuvo que hacerlo cuando la puerta de la habitación fue abierta por cinco dragoncitos, que traviesamente entraron a jugar y pelear.
JiMin se puso de pie rápidamente y discretamente se acomodó su pantalón, miro mal a su pareja y le hizo una advertencia con los ojos de que después arreglarían su asunto pendiente.
—¡Niños!— llamó el peli gris, pero los dragoncitos continuaron volando y lanzándose llamas entre ellos.
Kai reía mientras sus hermanos le lanzaban fuego y él esquivaba las bolas, era su manera de jugar a los quemados, pero haciendo eso las chispas calientes dieron con las preciadas cortinas de su papi.
JiMin jadeo al ver las telas ardiendo —¡Mis cortinas!
YoonGi se carcajeó al ver como los dragoncitos salían volando con pánico y terror en sus rostros de la habitación, aprovechando que el peli azul corrió al baño por agua para apagar el incendio. Cuando JiMin volvió, lanzó el agua a las cortinas negras que anteriormente eran blancas, miró a su pareja con deje y le lanzó la cubeta vacía en la cabeza por no ayudarlo.
—Te odio.
—Tú y yo sabemos que no, que me amas tanto como yo te amo a ti y que esos demonios con alas y aspecto humano/dragón que llamamos hijos también son amados.— dijo YoonGi, poniéndose de pie para dirigirse a él y envolverlo en sus brazos para luego cargarlo al estilo nupcial.
—Te odio.— insistió JiMin enfurruñado y arrugando su entrecejo.
YoonGi y su dragón le vieron con ternura, ambos, tanto humano como animal, adoraban al doncel, su precioso tesoro y amado esposo.
—Entonces te follaré duro hasta que me ames.— amenazó, mordiéndole el cuello y llevándolo hacia el baño, donde pretendía cumplir sus palabras y llenarlo de su semen hasta que estuviera perdidamente enamorado de él.
JiMin rió con picardía sabiendo lo que sucedería, le rodeó el pálido cuello con sus brazos y olvidó sus cortinas porque ahora era el rey del corazón de YoonGi. Nada más importaba, nada podía compararse con ello, ni siquiera todo un reino y lo sabía, por eso agradecería eternamente haber conocido al dragón del castillo olvidado.
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