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03

"Quiero liberarte, pero soy demasiado celoso"

Día tras día la situación entre los dos fue cambiando, había tardes que se mantenían alejados y otras en las que repetían lo sucedido. Pero era algo difícil de procesar, sobre todo para JiMin, quien estaba realmente confundido de sentir algo por un dragón.

YoonGi por su parte, solo podía tener un debate mental, sabía que era imposible quedarse con su tesoro de la manera que deseaba, aunque de solo pensar que debía liberarlo gruñía. Su instinto animal le decía que eso no estaba dentro de sus opciones, su corazón estaba destruyéndose poco a poco, odiándose a sí mismo por ser solamente una bestia.

Ninguno de los dos podría cambiar lo que eran.

JiMin ese día deambulaba por los pasillos del castillo, literalmente estaba vagando y curioseando, pues poco se sabía del reino abandonado en el que estaba, cosa que conocía por la vieja biblioteca en Edubell. Según las leyendas, muchísimos años atrás, había un reinado poderoso ahí mismo, uno que por hechicería había perdido sus cimientos y si mal no recordaba los reyes en aquel entonces habían perdido a su hijo o algo parecido.

El peli azul en ese mismo momento se encontraba en la sala familiar, un área donde los reyes acostumbraban adornar con las imágenes de sus generaciones pasadas y presentes. Justo en el centro de la habitación había un cuadro viejo y enorme, en el cual estaban retratadas tres personas, una pareja que eran los reyes y un joven de casi su misma edad que seguramente era el príncipe.

—Min YoonSun, Min SoonGi y Min YoonGi.— leyó JiMin en una de las esquinas, se suponía que eran los nombres de las personas en la pintura.

Su mirada rápidamente se dirigió al joven que yacía en medio de la pareja, debía ser el príncipe Min YoonGi, quien a decir verdad era sumamente guapo. Tenía una piel pálida, labios finos rosaditos, mejillas regordetas, cabello grisáceo oscuro y unos ojos gatunos de un color extrañamente dorado.

—Tenía muy bonita sonrisa.— comentó JiMin al aire y era verdad, la extensa sonrisa del príncipe resaltaba entre todas por mostrar sus bonitas encías.

Desde la entrada de la habitación el dragón veía a su tesoro con un mal sabor de boca, no sabía cómo volver a ese cuerpo, siquiera estaba seguro de haber sido en algún momento un príncipe o si siempre fue una bestia.

YoonGi tenía pocos recuerdos de su vida, pero siempre que veía ese retrato familiar sentía ganas de llorar, esas personas parecían ser importantes para él. No obstante, no había nada en su mente, más que una niebla espesa que le prohibía entrar a sus memorias y le negaba descubrir la realidad de su persona.

Porque verdaderamente Min YoonGi fue un príncipe, uno que lamentablemente había perdido el hilo de su existencia tras el ataque de Edubell a su reino. Sí, los Park y los Min eran enemigos desde siempre y los abuelos de JiMin habían vencido de una manera horrenda a los padres de YoonGi.

No fue una guerra justa en absoluto, ya que los Park habían hecho sucios tratos con brujas y hechiceros para traer la destrucción total del reino y maldecirlos. Fue gracias a eso que el príncipe Min terminó siendo un dragón, despojado de su humanidad para evitar que en un futuro no continuará estorbándoles.

YoonSun y SoonGi terminaron con las manos vacías, sin su pueblo y más importante aún... sin su querido hijo. Pero jamás se rindieron, lucharon por encontrar una cura para YoonGi, hasta que la depresión acabó con ellos.

Los Min eran una familia unida y amorosa, por ello es que su reino era el mejor, el más poderoso. También fue por eso mismo que los Park, en su envidia y busca de poder, los destruyeron.

JiMin era un Park, pero no tenía esa necesidad de sentirse superior a los demás porque había sido educado desde la niñez para ser un futuro rey soberano. Su enseñanza fue tan extrema que ni siquiera tuvo una infancia por estar aprendiendo sobre leyes y economía. Jamás tuvo amigos y mucho menos recibió un amor familiar, por eso no tenía ningún apego con sus padres.

YoonGi podría haber tomado venganza desde hace mucho, pero nunca usó su nuevo poder y fuerza de dragón para atacar Edubell. Quizás porque no tenía el alma podrida como ellos o porque sus recuerdos estaban encapsulados. A pesar de eso, algunas noches lograba soñar con sus padres, con su infancia y lo que un día fue, pero al día siguiente solo despertaba aturdido.

—Esos ojos.— murmuró JiMin, detallando esa mirada dorada y tan intensa que podía recordarle al dragón —Debo estar haciéndome ideas.— alegó, negándose a pensarlo demás e intentó convencerse de que era pura casualidad.

JiMin estuvo a punto de irse, pero hubo algo más que llamó su atención. En una de las esquinas había un cuadro más pequeño, uno donde solo aparecía el príncipe Min. Lo que lo detuvo fue que curiosamente en el retrato YoonGi llevaba una joya de oro con una piedra azulada en el centro, justamente igual a una que vio incrustada entre las escamas del dragón una vez que subió encima de él.

Como si fuese una revelación a todas sus dudas, decidió buscar a la bestia para volver a mirarla y confirmar si eran la misma. Salió corriendo sin pensarlo mucho más, pero YoonGi aún permanecía en la entrada y JiMin se detuvo de golpe al toparse encontrárselo.

—Muéstrame tu espalda.— pidió JiMin ansiosamente.

El dragón dudó un poco sin comprender que lograría con eso, pero hizo caso. Agacho su cuello y dejó a la vista su espalda, lomo y gigantes alas. Entonces JiMin escaló sobre su cuerpo y se acomodó encima, como si fuera a cabalgar un caballo enorme. Con sus manos temblorosas tocó cada escama hasta dar con el destello azul que recordaba haber visto antes y era exactamente igual.

—Es la misma...

Sus palabras se quedaron en el aire, la joya estaba unida a la piel del dragón y parecía haberse encarnado. Probablemente eso sucedió mientras crecía y quitárselo significaba que tendría que lastimarlo.

YoonGi no era consciente de lo que tenía porque obviamente no podía verse su espalda, pero en realidad este collar fue un regalo de su madre durante la infancia. Es por la misma joya que tenía una afición con las piedras azules como el lapislázuli, ya que siendo un humano y un niño amaba ese color.

—No te muevas, trataré de sacarlo.— señaló JiMin, bajando de su lomo y corriendo a una de las armaduras de adorno que había en la habitación para tomar la espada que tenía y regresar al dragón —Te dolerá un poco, pero prometo que intentaré no herirte demasiado.

La bestia no respondió con palabras, aunque sí con acciones y volvió a agachar su cabeza, mostrando así que estaba de acuerdo. YoonGi no le temía porque confiaba ciegamente en su persona y aun si decidiera matarlo, se lo permitiría.

JiMin volvió a subir, acomodó la espada entre las escamas y con fuerza la encajo de golpe. La zona era blanda, pero la coraza dura y es por ello que el arma se agrieto al hacerlo. Un poco de sangre verde se deslizó entre sus pequeñas manos, introdujo sus dedos y alcanzó a sentir el cardenal del collar entre la piel.

YoonGi no se había inmutado del daño, solamente le parecía que alguien le estaba pellizcando y bufo su aliento caliente cuando sintió como el príncipe sacaba la joya completamente.

—Ya está.

Apenas JiMin dijo esas dos palabras, se encontró rodeado de una densa capa de humo y vapor, su cuerpo cayó repentinamente sobre algo suavecito. El dragón había desaparecido y ahora YoonGi en su forma humana lo tenía sobre su pálida espalda. Era un peso que consideró reconfortante y natural, el cual lo hacía confirmar que había vuelto a ser él mismo.

—Pesas...— fue lo primero que dijo YoonGi.

JiMin salió de su ensoñación y se quitó de encima, rápidamente se puso de pie y dudosamente le extendió su mano al contrario para ayudarle a ponerse de pie. YoonGi le miró unos segundos sin saber cómo reaccionar, tomó su pequeña palma y la rodeó con sus largos y huesudos dedos.

Al ponerse de pie, ambos se dieron cuenta de que estaba completamente desnudo y aunque sentía un poco de pena no se cubrió. El príncipe Park primero lo recorrió con la mirada y se dio cuenta de que sus rasgos eran un poco distintos a la pintura. YoonGi ahora poseía unos colmillos que sobresalían de sus pequeños labios, unos cuernos color hueso y una cola negra a sus espaldas.

JiMin luego reaccionó, se avergonzó de su osadía y se giró para darle la espalda. Estuvo ido con la belleza del príncipe Min, así que mordió su pomposo labio inferior y sus voluminosas mejillas se tornaron de un potente color carmín.

—Me gusta la vista, pero prefiero poder mirar tu hermoso rostro ahora que puedo ¿Me permitirías tal honor?— preguntó YoonGi con su ronca voz, dándole una mirada al redondo trasero del peli azul.

—Y-yo... Quiero decir... Sí, claro.— respondió JiMin tartamudeando y se volteó para darle la cara.

YoonGi no demoró ni dos segundos en tomarle el rostro con sus manos, era tan suave como se imaginó. Sus ojos dorados se centraron en los apetecibles belfos del príncipe Park y sintió una enorme necesidad de comprobar si serían iguales.

JiMin era consciente del anhelo en su mirada porque personalmente sentía lo mismo y no podía dejar de observar los finos labios del príncipe Min. Deseaba poder besarlos, morderlos y fundirse en ellos.

"Quiero tocar tu cuerpo tan jodidamente eléctrico"

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