01
"Quiero ser tu esclavo"
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Su castillo era solamente ruinas y cenizas, pero era su hogar. Muy en lo profundo de su memoria podía recordar cuando los pasillos estaban llenos de luz y vida, era algo muy vago y lejano en su cabeza.
En la actualidad, eso era un espejismo de lo que fue y un lugar que la mayoría de los pueblerinos utilizaba como referencia para tenebrosas leyendas. Realmente eso no le molestaba en absoluto porque servían como advertencia para quien quisiera acercarse a sus tierras y se ahorraba las molestias.
YoonGi nunca tuvo que preocuparse por alejar a nadie de su castillo, todos le temían a ese lugar y se alejaban como si tuviese alguna clase de repelente, o por lo menos así era hasta el día de hoy. Había salido a buscar su cena, devoró tres ovejas en una granja cercana y regresó a su hogar volando por el cielo oscuro de la noche, pero al llegar se percató de que había intrusos.
El dragón escuchó risas, pisadas y sonidos de armadura, podía jurar que se trataba de por lo menos diez personas las que habían osado entrar a su castillo. Encajó sus filosas garras para sostenerse del techo, sigilosamente se acercó a donde provenía el sonido y entonces los vio. Eran un grupo de caballeros que llevaban a alguien por la fuerza, aunque no podía ver muy bien a quien.
YoonGi podía distinguir el sonido de ropa y cadenas ser arrastradas, estaba seguro de que la persona en el centro de la formación podría tratarse de algún esclavo o prisionero del reino vecino, Edubell. Ese fue su primer pensamiento, aunque al escuchar los quejidos agudos que soltaba aquella persona llegó a imaginar que se trataba de alguna mujer, cosa que en realidad no le importaba.
—¡Suéltenme!— fue el grito desgastado que provino desde el centro del círculo.
La desesperación que transmitía aquella persona era extrema, hasta el punto de que el propio dragón había podido sentir el pánico y miedo que tenía. Eso despertó su curiosidad, normalmente no le interesaba lo que a los demás les pasará, ya que esos sentimientos humanos los había perdido con el tiempo.
—Es un maldito dolor de culo.— exclamó uno de los caballeros, deteniéndose y propinándole un golpe a la persona que YoonGi aún no lograba ver.
La formación se abrió solo un poco para permitir el paso del hombre y luego el sonido de los múltiples puñetazos hizo eco en el vacío del castillo, uno por uno, hasta que la víctima guardó silencio. Ahora solamente se podían distinguir pequeños sollozos y alaridos que dejaban notar el daño que recibió.
—Hagamos la misión un poco más adelante.— señaló uno de los caballeros al frente, quien parecía ser el líder.
—¿Podemos divertirnos con él antes de asesinarlo?— preguntó otro hombre con un toque de lujuria y diversión.
—Giu, claro que no, es un hombre.
—Sigue teniendo un cuerpo bonito.— comentó un caballero —Además, es un príncipe ¿Cuándo volverías a tener la oportunidad de tomar algo así?
Los demás hombres comenzaron a burlarse, a decir comentarios obscenos referentes a la persona que llevaban con ellos y al final concordaron que era un momento que se debía aprovechar, lo violarían por turnos.
YoonGi se estaba hartando de ser nada más un espectador, quería comerse a cada uno de ellos porque odiaba a los humanos y su aberrante comportamiento. Quizás debería jugar un poco con su comida antes de desgarrarla con sus enormes colmillos y dejar que rueguen por piedad.
De alguna manera quería hacerlos sufrir, voltear la situación desfavorable para el mencionado príncipe y acabar con todos. Pero todos esos deseos quedaron en segundo plano cuando los caballeros llegaron al punto acordado y se dispersaron un poco para dejar el cuerpo en el piso.
El dragón observó al pequeño bulto que yacía tembloroso e inmóvil, tenía un saco cubriéndole la cabeza y sus ropas apenas eran unas telas finas, blancas y transparentes. Podía admirar a la perfección las delicadas curvas del cuerpo que poseía el príncipe, piel aperlada, suave y delicada a la vista, lamentablemente llena de moretones por sus violentos agresores.
—Es una pena que tengamos que matarlo.— siseó uno de los caballeros, agachándose y tomando el saco sobre la cabeza para retirarlo de una vez.
YoonGi no pudo apartar su mirada del rostro tan hermoso que tenía ante sus ojos, el príncipe tenía mejillas sonrojadas, labios pomposos, ojos cafés llenos de lágrimas y un cabello azul que le recordó al mismo lapislázuli. Jamás había visto algo tan precioso, ni todo el oro del mundo se compararía con tal joya, ni siquiera sus tesoros más preciados y eso que él tenía un montón en una habitación del castillo.
Su instinto de dragón se encendió como una llama ferviente en su interior, quería ser dueño del príncipe. Lo convertiría en su joya y no habría nada ni nadie que pudiera detenerlo porque era el rey. Estaban en su castillo y estas eran sus tierras, todo allí le pertenecía.
—Quiero ser el primero.— comentó uno de los caballeros, empezando a deshacerse de su armadura para poder desnudarse.
—Ni te atrevas.— dijo el príncipe, alejándose a rastras por temor a ser tocado.
—No te pongas roñosa, putita.
—Esto es un delito, serán asesinados cuando el pueblo lo sepa.— aseguró el peli azul, quejándose al ser apresado con brutalidad y girado boca abajo en el piso.
El caballero se burló de sus palabras y se acomodó encima de él para bajar su pantalón. Luego comenzó a frotar su asqueroso miembro contra el trasero del príncipe, quien a pesar del asco, intentaba por todos los medios apartarse.
YoonGi no soporto seguir presenciando tales actos, tenía un sentimiento de posesión extrema y eso lo incito a saltar del techo para sorprender a los intrusos. Su pesado cuerpo hizo temblar el suelo y pequeños escombros cayeron alrededor, meneó un poco su cabeza para deshacerse de la tierra y fijó su intensa mirada en todos esos asquerosos insectos.
Todos los caballeros retrocedieron al verlo, desenfundaron sus espadas y le apuntaron. Habían escuchado leyendas sobre ese castillo, pero las habían ignorado porque estaban convencidos de que eran solo rumores.
El hombre sobre el príncipe se levantó e hizo lo mismo que sus compañeros, importándole poco tener su vergonzosa entrepierna al aire. Estaba consumido por el pánico al ver un dragón en todo su esplendor y la excitación se esfumó.
JiMin, el príncipe de Edubell que aún se encontraba en el piso, estaba igual o más asombrado que ellos. Nunca en su vida imaginó estar delante de un ser mitológico como un dragón y lo observó con incredulidad. Sus emociones estaban hechas una revoltura en su estómago, por lo que cerró sus ojos con fuerza aceptando su final. Mínimamente así no lograrían abusar de su persona y podría olvidar todo lo acontecido, toda su decepción.
YoonGi alzó sus enormes alas y las movió con fuerza, provocando un potente viento que desarmó a los hombres. Los humanos, al no tener con qué defenderse, comenzaron a correr y dejaron atrás al príncipe.
El dragón no pretendía dejarlos huir, por lo que los persiguió y sopló su aliento ardiente para matarlos. Las llamas incineraron los cuerpos de algunos caballeros en cuestión de segundos, dejando únicamente sus armaduras vacías.
Uno de los hombres logró salir intacto, YoonGi distinguió que era el mismo que estaba tocando a su tesoro instantes atrás y por eso no dudo ni un segundo en darle un final peor. El dragón se lo comió vivo, masticando el cuerpo con sus afilados colmillos lentamente para hacerlo agonizar hasta la misma muerte y trago forzosamente, odiaba el sabor de los humanos.
Los gritos, los huesos crujiendo y el olor combinado de sangre y cenizas se hicieron presentes en el castillo. JiMin permanecía en el mismo lugar, respiraba erráticamente mientras sostenía su cabeza, ni siquiera se había dignado a abrir los ojos cuando sintió al dragón pasar sobre él para ir tras los caballeros.
YoonGi regresó dentro de poco y lo observó detalladamente durante varios minutos. Estaba esperando a que el peli azul se diera cuenta por sí mismo de su presencia, también de que no le haría daño y que tenía planes distintos con él.
Poco a poco el príncipe se fue destensando hasta sentarse correctamente y miró con sus cafecitos ojos al dragón, el cual se encontraba a unos pasos de su persona. Era enorme, de un magnífico color negro, tan oscuro como la noche misma y con unos ojos amarillos preciosos que parecían penetrarle el alma.
—¿No vas a matarme o a comerme?— dudó JiMin desconcertado, parecía un loco hablando con una bestia, pero las apariencias ahora ya no importaban.
El dragón gruño en respuesta, acercó su hocico hacia él lentamente y le empujó con delicadeza. Intentaba decirle que no, pero al no hablar su idioma era lo más cercano que podía hacer.
JiMin no cabía en la sorpresa, llevó sus pequeñitas manos a la escamosa piel y acarició una pieza de ellas, siguiendo la forma tan llamativa que tenía. Su destrozado corazón no podía sentir más miedo del que ya había experimentado, tal vez por eso había tomado una valentía inexistente para atreverse a tocarlo.
—¿Por qué?— insistió sin comprender.
YoonGi hubiese deseado poder hablar y decirle "Por qué de ahora en adelante eres mío, mi preciosa joya lapislázuli. Serás mi paz, mi calma y serenidad". Sin embargo, solamente le respondió con un lengüetazo sobre sus pomposos labios, robándole así un beso al príncipe.
JiMin se sorprendió y dirigió una de sus manitas temblorosamente hacia sus belfos para presionarlos, sintiendo el rastro de la suave caricia.
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"Quiero ser tu amo"
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