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Capítulo 9: Usura

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Ciudad de Seoul, Corea Del Sur

Febrero del año 2018

La Tintorería Song

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     Llevo trabajando varios meses en la tintorería Song, tres, para ser más exacta. Al principio era un poco difícil para mí, pero a medida que el tiempo pasaba todo se fue haciendo cada vez más fácil. La señora Song y su hijo dicen que soy muy rápida aprendiendo.

     Otra vez la señora Song estaba de viaje en su pueblo natal, porque que su madre había tenido otra recaída. Ella solía dejar a su hijo al frente del negocio cuando tenía que ir a ver a su progenitora, pero desde hace aproximadamente dos meses, yo soy quien se encarga de ocupar su puesto. Ella necesitaba que su hijo se tomara en serio la universidad, así que decidió que, en enero, empezando el año, iba a dejar esa responsabilidad en mis manos para que él se dedicase enteramente a su carrera de enfermería.

     Las cosas, por ese lado, van muy bien. Tengo un techo, un trabajo y soy totalmente libre, de eso no puedo quejarme. Pero hay algo que veo que las demás personas tienen y que a mí también me gustaría conseguir, y la verdad es que, no sé por qué, eso es algo que se me hace tan difícil. De hecho, aquí en el trabajo, lo he intentado y no he logrado nada, lo que prueba que, en lo que se refiere a ese aspecto, aquello que parece tan fácil para otros, a mí se me da fatal. Debo admitir que desde pequeña nunca tuve suficiente agilidad para conseguir amigos y esa triste incompetencia se originó tiempo después de haber vivido la experiencia de un secuestro cuando apenas tenía cuatro años, pues, a raíz de este suceso, mi vida cambió totalmente, debido a la actitud sobreprotectora que tomó mi familia para conmigo.

     Después de que mis padres murieron, yo tenía menos libertad aún. Todavía recuerdo a los dos únicos y buenos amigos que me quedaron, a pesar de que solamente podía verlos en el colegio, ya que cada año caíamos en la misma clase porque teníamos la misma edad, ellos fielmente siguieron siéndolo.

     Actualmente, ver a mis compañeros de trabajo, hace que extrañe tanto esa sensación de complicidad, ese sentimiento de felicidad que te brinda el hecho de poder compartir momentos maravillosos y únicos con esas personas que aprecias, que estimas y que te hacen sentir que es recíproco. Todavía los recuerdo a ellos y también a aquel dulce niño, ese que visitaba nuestra clase cada vez que podía, con la excusa de ver a mi amigo, el presidente de la clase, porque era su primo; ese pequeño de ojos grandes y hermosos con sonrisa de ensueño, ese niño que traía felicidad y regocijo a mi corazón cada vez que me mostraba su amor por mí regalándome esos dibujitos tan cursis pero tiernos y adorables, igual como lo era él.

     Recordarlos, me hace querer intentarlo una vez más, aunque no tenga éxito, y sabiendo que, si lo tuviera, con nadie podré sustituirlos, al igual que nunca podré sustituir a mis padres.

     Mis compañeros de trabajo y los Song son las únicas personas que conozco. Así que por eso, he intentado hacerme un poco más cercana a ellos, sin embargo, la señora Song siempre está muy ocupada con esto o aquello, su hijo tiene la universidad y a su pareja y mis compañeros, ellos, a diferencia de la señora Song y su hijos, simplemente pasan de mí.

     Hace dos semanas le pregunté a la señora Song porqué les caigo tan mal a todos y ella solo me respondió que la vida está llena de envidiosos y se fue sin decir más nada. Su hijo me vio la cara de quedar insatisfecha con la respuesta de su madre y me explicó que, al principio seguramente me trataban de una forma diferente porque era la nueva, luego me fueron tratando mejor por el hecho de no ser una amenaza para ellos, ya que resultaba que yo no sabía nada de nada sobre el trabajo, pero a medida que fui aprendiendo y fui mejorando y al escuchar los elogios de la dueña, fueron cambiando sus actitudes conmigo, ya para cuando se me encargó la administración del negocio todos me odiaban, porque opinan que la persona que tiene más tiempo trabajando es quien se merece el puesto. Así que he tratado de encontrarle sentido, y el punto que entiendo es que, si yo estuviera en su lugar, tampoco me sentiría feliz. Pero también hay un punto que no entiendo... ¿por qué la señora Song no parece ver esa lógica?, ¿por qué me eligió a mí y no a uno de ellos?

     —Hey! ¡Bonita!, tengo que irme —Fueron las palabras de despedida del hijo de la señora Song, anunciando que me dejaba sola porque se dirigía a la universidad.

     —¡Buen viaje Shin Bae, ten cuidado! —respondí en voz alta, despidiéndome también con una sonrisa y un movimiento exagerado de las manos—. Saludos a tu novio —pronuncié esto último inaudiblemente para que solamente Shin Bae entendiera lo que dije.

     Si, Shin Bae es gay, tiene novio y creo que yo soy la única que sabe su secreto. Razón por la cual empezó a tratarme mejor, pues al principio no era muy amable conmigo, inclusive, en esta semana, hasta me ha regalado su celular porque se ha comprado uno nuevo.

     No pasaron ni dos minutos desde que Shin Bae se había ido y, ya los trabajadores empezaban a salir, dejando abandonados sus puestos, bueno, no todos, solo algunos. 

     Unos salieron a fumar, otros simplemente se hacían los desentendidos y, antes de que yo pudiera reprocharles por su comportamiento, de repente, un auto que iba a alta velocidad se detiene produciendo un chillido, nada grato para los oídos, al frenar, luego regresa de reversa hasta detenerse en frete de la tintorería. 

     Uno de los trabajadores entró corriendo hacia el interior del negocio como alma que se lleva el diablo y segundos después entran unos hombres vestidos de negro que parecían buscar algo. Eran tres, y todos eran altos y algunos muy fornidos; uno de ellos tenía un tubo de metal como de cuarenta centímetros de largo en su mano derecha, el segundo llevaba sus manos vacías y el tercero tenía un trozo de cadena muy grueso doblado en dos que sostenía con una sola mano.

     Esos tipos me ponían muy nerviosa y miré hacia la salida, pero los empleados que estaban afuera fumando, habían desaparecido, luego miré a mi alrededor y los empleados que estaban conmigo en la recepción también habían desaparecido, y ahí estaba yo, sola con esos desconocidos que entraron quien sabe con qué intención.

     —B-buenas tardes, bienvenidos a la tintorería Song, ¿en qué podemos servirle? —hice el saludo que tanto había practicado y utilizado en los últimos meses, pero que esta vez me salió con un hilo de voz.

     Mientras yo hablaba, los tres hombres se giraron a mirarme, hecho que provocó que mi cara se sintiera muy caliente y también que mi corazón acelerara más el ritmo de sus latidos.

     —No sé a ellos, pero a mí me servirías de mucho, linda. —se insinuaba el tipo de la cadena acercándose a mí.

     La forma en que el corpulento hombre me miró, provocó que un escalofrío recorriera toda mi columna vertebral y que mis piernas empezaran a sentirse temblorosas. Traté de formular alguna pregunta o comentario, pero mi mente se tiñó de blanco, estaba tan asustada con la presencia de esos desconocidos.

     —¿Quieres decir algo más, muñeca? —cuestionó el tipo del tubo de metal, el cual empezaba a mirarme de una forma que, extrañamente, me hacía sentir muy incómoda y más nerviosa.

     —¡Ya déjense de payasadas y vayan a sacar a ese imbécil de ahí antes de que se escabulla por la salida de emergencia o por alguna ventana de este cuchitril! —gritó el sujeto que llevaba sus manos vacías señalando el espacio por donde había desaparecido el empleado que antes vi que corría despavorido. Ahora me doy cuenta de que el muchacho estaba huyendo de esa gente.

     Los hombres, al escuchar la orden, inmediatamente dejaron de prestarme atención y se dirigieron hacia aquel espacio que el otro les señalaba.

     —¡U-un momento! —articulé como pude a pesar del dolor que se sentía en mi garganta, que por alguna razón tenía una especie de nudo atorado que no me permitía ni tragar saliva en ese momento. Al parecer esto no fue suficiente para llamar su atención porque los dos hombres continuaron su camino como si no hubieran escuchado absolutamente nada.

     —¿Tienes algún problema con que nos paguen lo que nos deben, muchacha? —preguntó aquel que había dado la orden a los otros dos, mirándome y escudriñándome de arriba abajo después de retirarse las gafas de sol que llevaba puestas.

     —N-no... no entiendo —declaré mientras veía cómo el sujeto daba pasos acercándose a mi,sin quitarme la vista de encima, ahora con su mirada cambiada.

     —¿Qué no entiendes? —preguntó con voz susurrante y con una sonrisa que hizo que los vellos de mi nuca se erizaran—. Porque, yo si entiendo tu intención, pequeña, quieres tratarme como a un maldito imbécil —decía cambiando el tono de su voz y, de verdad que daba aún más miedo. —, ¡¿en realidad tengo la cara de imbécil?! —empezó a gritarme estruendosamente en el momento en que se colocó justo frente a mí.

     Todo se volvió oscuro debido a que yo había cerrado los ojos por el miedo. Mis piernas no me respondían y creo que mis temblores multiplicaron su velocidad. Creí que me iba a desmayar cuando sentí su respiración tan cerca de mi rostro.

      —¿Qué pasa aquí jefe? —Escuché la voz de uno de los que habían entrado a buscar al empleado.

     —Creo que esta niña bonita conoce bien a nuestro deudor, ella está tratando de distraernos mientras él se escapa.

     Al escuchar esas palabras, automáticamente abrí los ojos encontrándome con el rostro de piel áspera de ese hombre a solo pocos centímetros del mío. Inmediatamente el mencionado posó sus manos con mucha fuerza en cada uno de mis hombros, provocando que mi corazón me bajara a la planta de los pies.

     —¿Ah, si? ¿Entonces, ella nos podría pagar? —respondió el otro, al mismo tiempo que frotaba las palmas de sus manos antes de hacer un pitido que casi me deja sorda.

     —¿Ya apareció, ¿Dónde está ese cabrón? —preguntó el de las cadenas apareciendo nuevamente dentro del marco de mi vista.

     —El cabrón se escapó, pero ella pagará por él, ¿no es cierto? —explicó el tal jefe sin separar esa aterradora mirada que tenía sobre mí.

     —¿Uh? hermano, yo digo que si ella es la que va a pagar es recomendable darle un 10% descuento por sus piernas —empezó a hablar el de la cadena pasando repetidas veces su lengua alrededor de sus labios, mientras también se acercaba a mí. —20% por sus labios, 40% por sus pechos y 50% por su vagi...

     —¡idiota!, ¡eso sería un total de 120%! —Le corrigió el del tubo mirándole con reproche y dándole un manotazo en la parte posterior de su cabeza rapada—,  aunque, debo admitir que no está nada mal tu idea... ¿usted que dice, jefe? —Agregó esta última pregunta girándose para mirar a su líder.

     Para cuando esperaban la respuesta del hombre con voz de mando, ya todos estaban alrededor de mí.

     —Yo no tendría ningún problema, si ella nos quiere pagar con su cuerpo —respondió el jefe retirando su mano izquierda de mi hombro derecho para luego posicionarla en el borde de mi barbilla, mientras yo arrugaba la cara haciendo una mueca de asco.

     —¡Buenas tardes! —escuché decir desde la entrada a una voz desconocida que sonaba muy profunda y varonil.

     Todos dirigimos la vista hacia el recién llegado, excepto el jefe que había detenido el camino que estaba trazando con su mano desde mi mentón hasta mis pechos dejando un camino de cosquilleos desagradables que provocaban una sensación agria en mi estómago.

     «¿Y ahora qué, otro más de estos sujetos?,  ¿por qué lleva la cara cubierta con unas gafas y un cubrebocas? ¿Éste será el jefe del jefe? No puede ser, el tipo es bien alto, pero no se ve tan grotesco como estos tres. ¿Y si él es la mente maestra de estos gorilas?, no se necesita ser demasiado fuerte para dar órdenes, ¿o si?. ¡Aisssh!... Hoy sí que no tengo salida, mejor dicho, hoy si estoy muerta. ¡Por favor, que alguien me salve!».

     Me hice todas esas preguntas en fracciones de segundos, lloriqueando para mis adentros. Juro que vi mi corta y aburrida vida pasar en menos tiempo de lo que se lleva hacer un simple pestañeo.

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