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Capítulo 36: ¿La estrella parlante?



Ciudad de Seoul, Corea Del Sur

Marzo del año 2018

Residencial Kim

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—Te extraño.

Jung Kook hablaba al aire mientras yacía sentado en su nuevo rincón favorito del balcón de Nam Jun. Llevaba poco tiempo de haber llegado al apartamento de su primo, cuando éste le recibió le indicó que estaba trabajando en los arreglos de una canción, así que hoy no podían ver películas antes de dormir. El azabache asintió y antes de seguir su camino hacia la habitación dijo que no molestaría, que solo estaría en su balcón.

«Cuando lo digo en voz alta siento que te extraño más. Nunca he visto tu rostro, pero aun así lo hago».

«Estoy escuchando ahora la grabación que hice con mi celular hace unas cuantas noches atrás mientras cantabas, y aun así te extraño».

«Amo esa sensación que se adueña de mi cuerpo y de todo mi ser al escuchar tu voz cantar, tu pequeño concierto privado en vivo se ha convertido en mi evento favorito, sabiendo que estás tan cerca, porque no solo son tus canciones, no solo es la melodía y la magia en el sonido de tu voz; es todo eso acompañado de tu esencia, tu persona, tu presencia, que me hacen sentir tanto bienestar, tanto deleite, tanta felicidad».

«Estoy escuchando tu voz, ahora, con audífonos puestos imaginando que estás a unos metros de distancia, pero imaginarlo no me permite sentirme de la misma forma. Cuando cantas me gusta sentir que lo haces para mí. Sé que me engaño a mí mismo, pero yo quiero creerlo así».

«Odio con rabia al tiempo, pues él me separa de ti. Odio que tantas cosas me separen de ti. Odio no encontrar una forma de cómo saber algo más sobre ti que no sea a través de tus canciones».

«El miedo es mi peor enemigo, y lo odio, porque es el principal causante de no poder acercarme a ti. Odio ser tan inseguro y no atreverme a subir hasta esa azotea para encontrarme contigo y conocerte. Odio mi temor a que, si me aparezco frente a ti, vaya a molestarte o asustarte. Odio pensar en que podrías cumplir con tu advertencia y vayas a desaparecer».

«Me carcome por dentro la curiosidad de saber cómo luces, ¿serás alta?, ¿bajita?, ¿delgada o gordita?, ¿llevas cabello corto o largo?, ¿lo llevarías pintado de algún color?; más que eso me gustaría saber cómo sería tu forma de caminar, sonreír, reír, llorar, ¿cómo reaccionas cuando te enfadas?».

«Me gustaría hacerte compañía, ser yo el que ría contigo cuando hay que reír, ser yo el que te de consuelo y el que te preste sus hombros si hay que llorar, y ser quien te reciba en sus brazos cuando necesites un abrazo o cuando tengas frío. ¿Cómo sería formar parte de tu vida? ¿Cómo sería ser correspondido por ti? ¿Si me correspondieras, se acabaría este invierno en mi corazón?».

«Como quisiera poder tomar tu mano y poner fin a este interminable invierno. ¿Cuánto anhelo tiene que caer para que la primavera llegue y sustituya esta fría y larga estación en mi vida?».

«Cómo me gustaría tener el poder de la nieve. Como una pequeña mota de polvo que flota en el aire, si yo fuera tan pequeño y ligero tal cual, podría vagar volando, podría encontrarte, llegaría hasta ti con la rapidez del viento. En mi corazón, copos de nieve siguen cayendo, cada vez que recuerdo que sigues igual de lejos. Te extraño».

«Pasan las horas, los días con sus noches, pasan las semanas y en mi soledad me reprocho a mí mismo, cómo un hábito, y me pregunto: ¿Cuánto tiempo más debo esperar? ¿Cuántas noches más me quedaré despierto? ¿Cuándo me atreveré a verte? ¿Cuándo me atreveré a conocerte? ¿Cuándo podré saber si este frío invierno va a pasar? ¿Cuándo tendré el coraje de hacerte saber que eres la indicada para traer la primavera a mi vida?».

«Sí, tu calidez me hacer sentir que los cerezos quieran florecer, después de tanto tiempo. Si espero un poco más, si me quedo despierto algunas noches más, iré a verte, iré a conocerte. Así que le pediré a mi congelado corazón que aguante un poco más, porque tal vez pasando el final de este frío invierno, puede que llegue la primavera otra vez, mi olvidado y frío corazón ya no será más un cubo de hielo, si puede aguantar un poco más hasta que los cerezos florezcan otra vez».

El pelinegro dio un respingo cuando sintió un toque en su hombro.

—Man, ¡eso fue hermoso!, ¿es poesía?, ¿eso es lo que haces cuando te sientas aquí, escribir poesía? —un Nam Jun curioso y a la vez entusiasta estaba parado a su lado, no lo había notado, no escuchó sus pasos al entrar al balcón debido a que llevaba audífonos puestos.

No supo qué responder. Asintió más por cuestión de inercia que por algún ánimo de dar una respuesta a su mayor.

—¡Excelente!, te dejo para que no pierdas la inspiración, seguiré con lo mío —el rubio platinado dio unas palmaditas en el hombro de Jung Kook antes de regresar a su escritorio para seguir su labor.

Jeon se quedó solo con un lado de sus audífonos puesto. Al cabo de unos minutos la chica de la azotea empezó a realizar pequeños ajustes para afinar un poco más su guitarra. Ese sonido, que resulta muchas veces incómodo para algunos y desesperante para otros, era como melodía proveniente del cielo para Jeon Jung Kook.

Un escalofrío recorrió toda la extensión de su columna vertebral. El azabache se sentó derecho con rapidez y de forma abrupta, acto que llamó la atención de Nam Jun, quien le observaba de lejos cómodamente sentado frente a su escritorio.

—Vaya, hasta que por fin volviste —el pelinegro se llevó sus manos a la boca. Nunca debió pensar en voz alta, ella podía escucharle con claridad.

No recibir ninguna respuesta le ha asustado mucho más de lo que él mismo se había imaginado. Se reprochó internamente por su desliz. ¿Qué tan honda ha sido su metida de pata?

Su corazón da una fuerte sacudida, cuando se vuelven a escuchar las vibraciones de las cuerdas de aquel instrumento. No se siente del todo aliviado, ese ruido solo pudo ser provocado por accidente mientras ella recogía el instrumento para marcharse. ¿Y si se va?, ¿y si por su culpa no vuelve?

—Eso sonó como si llevaras tiempo esperando. ¿La estrella parlante? —la voz sonaba como deben sonar la de los ángeles.

Esta vez el corazón de Jeon no podía conformarse con solo una sacudida. Parecía que en cualquier momento se podría convertir en caballo de fuerza para un motor de fórmula uno.

El suspiro de alivio que dejó salir fue tan sonoro que llegó a los oídos de la misteriosa chica.

—¿Debo tomar eso como un sí? —ella hace la pregunta en forma de broma y luego deja salir unas suaves carcajadas —¿puedo decir que tengo un fan?

Escucharla bromear, reír y proponerle que sea su fan, provocó que el corazón del chico se hinchara e inflara su pecho, nunca lo había sentido tan lleno de felicidad. No pudo evitar que su alegría se convirtiera en carcajadas.

—Sí. Después de escucharte la primera vez, ha sido inevitable.

Ella volvió a reír y él arrugó en entrecejo.

—¿Te burlas de mí o estás ebria?

Ella detiene sin esfuerzo su ataque de risas.

—Oh, oh, tienes la peor impresión de mi persona —su voz sonaba fingidamente triste—. No tengo oportunidad de reivindicarme contigo, ¿cierto?

Tal como aquella noche en que se hablaron por primera vez, ella estaba bastante elocuente y risueña, ¿si le explicaba eso, volvería a acusarla de mantener un estado de ebriedad. Lo mejor era dar una respuesta honesta y sin rodeos.

—Créeme, no necesitas hacer nada, no hay nada que me haga tener una mala impresión sobre ti.

Hubo un breve silencio que para el azabache parecieron horas. Esperaba una respuesta de la chica de la azotea. ¿Está callada o simplemente se ha ido? El nivel de ánimos del chico empezaba a disminuir.

—¿Me explicas algo? —la pregunta le tomó a Jung Kook por sorpresa, sus ojos se abrieron con desmesura. Sacudió la cabeza para enfocarse en poner absoluta atención, pues debía asegurarse de entender bien lo que la chica le tenía que decir o preguntar, así buscaría una respuesta apropiada y satisfactoria.

El pelinegro carraspeó, antes de pronunciar un "Si, claro, lo que sea".

—¿Me explicas cómo puedes decir algo como lo que me has dicho, cuando no nos conocemos?

El chico, no pensó mucho en una respuesta, solo decidió dejar salir un poco de lo que realmente rondaba por su cabeza todo el tiempo que había estado pensado en ella.

—Es cierto, nunca te he visto, pero no es del todo verdadero que no nos conocemos. Puedo decir que llevo varias semanas conociéndote, no es difícil, tus canciones me dicen lo que piensas, me hablan de tus sentimientos, tus sueños, tus miedos, te describen por dentro. Conocer a una persona por dentro es más real que conocerla físicamente. Eres distinta de todas las chicas que conozco, me gusta mucho tu persona y por eso soy tu fan.

El pelinegro hizo una pausa, esperando alguna reacción de la chica misteriosa, pero su voz no se volvió a escuchar.

—Quiere decir... que...

—Que he estado aquí casi todas las veces que has subido ahí arriba, que he escuchado todas tus canciones, y que incluso ya me sé algunas.

—Pero... oh, no.

El titubeo en las palabras de la chica, provocaron que Jung Kook le interrumpiera y se precipitara en darle una aclaración.

—Por favor no te asustes, he guardado tu secreto, nadie sabe de ti, ni siquiera el dueño de este apartamento, ¿ok? Así que, por favor, no dejes de hacer lo que haces.

En ese momento Jung Kook recibió una llamada, su celular estaba en su regazo y de forma breve observó la pantalla. En ella brillaba la foto de Ji Min.

El moreno le pidió un momento a la chica de la azotea para tomar la llamada, no se movió del balcón, prefería que ella continuara escuchándolo para que se sienta más comprometida a quedarse.

Saludó a Ji Min y éste después de responder su saludo empezó a disparar más palabras que una ametralladora. El peli-gris necesitaba dos favores para el día de mañana.

Jung Kook no tenía ningún tipo de curiosidad por saber de lo que trataba el tema y se sentía agradecido por la rapidez con la que su pequeño hyung le estaba dando algunos detalles. Una amiga le necesitaba, asi que le estaba pidiendo a su querido primo que intercambiaran horario por un día en la universidad. Ji Min, junto a Ho Seok, ayudaban con las clases de baile contemporáneo y danza moderna. Ho seok es mejor bailarín que Jung Kook, pero no por mucho, además, el horario de Ho Seok es el mismo que el de Ji Min, así es que el maknae era su mejor opción para cubrir con su trabajo.

El pelinegro solo quería que Ji Min terminara decir aquello que tenía que pedir, le respondería que sí solo para no perder tiempo explicando o escuchando las súplicas del peligrís.

—Esta bien, solo es un día, ¿y cuál es el segundo favor?

Con la misma rapidez, Ji Min explicó que necesitaba contar con sus dotes de edición fotográfica.

—Me explico, mi amiga tiene un proyecto importante, ella es una fotógrafa amateur, así que necesito que revises su trabajo y que hagas algunas correcciones si es necesario.

Jung Kook respondió con un "está bien, no hay problema, bro". Sin prestar demasiada atención, necesitaba terminar la llamada lo antes posible.

En todo caso, aceptó ayudar a Ji Min estando consiente de que debía estar para su primo todo el día de mañana. No es que le importara, la alegría de esta noche ya es dosis suficiente para un buen rato de buen humor, nada podría cambiar eso. Ji Min podía ocupar todo su día mañana, pero ahora necesitaba colgar.

—Estaré ahí, hyung.

—Recuerda que mi horario es en la mañana. Te escribiré cuando tenga el material para entregártelo. Gracias, Jung Kook-ah.

—No es nada, Ji Min-ssi. Colgaré primero.

Jung Kook estaba preocupado, porque la chica podía tomar la interrupción de esa llamada como una excusa para escabullirse. Temía que ya se hubiera ido. Se quedó en silencio, debido a su inseguridad y su miedo a preguntar y no recibir ninguna respuesta.

—¿Ji Min? —su voz le sorprendió por vez repetida. Sonrió con alivio y enorme felicidad.

—Si, es mi mejor amigo.

—Creí que el dueño del apartamento lo era. Yo también conozco a alguien con ese nombre: Ji Min.

Jung Kook soltó una tenue risilla.

—Bueno Nam Jun también es mi amigo, pero Ji Min es más como mi cómplice, es así desde que recuerdo, crecimos juntos, él, Tae Hyung y yo —el pelinegro mencionó algunos nombres de sus Hyungs a propósito para que la chica dedujera que quien le estaba hablando era un miembro de Bang Tan. Sin embargo, en vez de algún comentario o reacción, solo recibió un extenso silencio.

Otra vez sentía esa sensación de miedo por preguntar si la chica seguía allí pese a que dudaba que se hubiera ido sin más. Se estaba arrepintiendo de haberse revelado a sí mismo, fue muy precipitado, desesperado. ¿En qué estaba pensando?

No es que ella iba a gritar como una loca los nombres de los siete miembros con aquel himno que cantaban todas las armys. Ella es diferente a todas, pero ¿intentó atraerla con su fama, revelando quién podía ser? No debía olvidar que ella no es como las demás.

Con suma inseguridad, se atrevió a hacer la pregunta al aire.

—¿Sigues ahí?

No hubo respuesta. Por lo que decidió preguntar nueva vez.

—¿Está todo bien? —preguntó con voz preocupada y con un notable aumento de volumen, había olvidado que Nam Jun seguía en su habitación.

Se giró para mirar hacia dentro, a través de la puerta corrediza de cristal, quería cerciorarse de que el mayor no lo había escuchado, pero tarde se dio cuenta de que el muy astuto había dejado una pequeña ranura, un diminuto espacio entre la puerta y el marco.

«¿Lo habrá hecho a propósito?».

Efectivamente, debido a su aumento en el volumen de su voz el rubio le había escuchado y ya se encontraba caminando hacia él.

—Si, todo está bien, bro. Gracias por preguntar, ¿necesitas algo?, ¿cómo vas con tu poesía?

El rubio platinado corría la puerta de cristal para pasar al balcón junto al menor. En ese mismo momento es cuando la chica misteriosa decide volver a hablar y su voz sorprende a Nam Jun.

Jung Kook empieza a cantar de improviso, más bien a rapear la canción del trío del rap line "Ddaeng", es lo mejor que se le ocurrió, hacer algo de ruido para distraer y confundir al rubio. Pero su intento fue fallido.

El rubio agarra al menor por un brazo y le guía adentro de la habitación. Asegurándose de cerrar bien la puerta del balcón a prueba de sonidos.

—¿Quien está en la azotea? —exige mientras sabe que la persona afuera no los puede escuchar.

Jung Kook negó y se encogió de hombros por vez que paraba de cantar el rap para preguntar al rubio que de qué estaba hablando.

—Creo que sabes de lo que hablo. Sospecho que guardas un secreto y ahora creo que la persona, más bien, la chica en la azotea tiene mucho que ver.

—¿Chica?, ¿qué chica?

El mayor deja salir un suspiro saturado de impaciencia. Suelta el brazo del menor y se quita el pantalón del pijama, luego empieza a barrer la habitación con la vista. Se queda pensativo y se pregunta en voz alta dónde dejó sus pantalones.

Sin decir otra palabra sale de la habitación. Se había quitado sus ropas en la sala y había olvidado moverlas a su lugar.

El pelinegro entendió cuál era la intención de su mayor. Estaba seguro de que estaba pensando en subir hasta la azotea.

Él debía impedir que la chica fuera descubierta. Rápidamente regresó al balcón para advertir a su chica misteriosa.

—Soy yo, la estrella parlante, ¿estás a...

—Pensé que te habías ido.

—Lo siento, escucha, alguien va camino a la azotea, debes salir de ahí antes que él llegue, ¡rápido!

—¡¿Q-qué?! —la voz se escuchó lejana, pero Jung Kook, pudo percibir el titubeo en ese monosílabo.

—¡De prisa! —una vez que advirtió a la chica, el pelinegro salió decidido a distraer a su mayor para hacerle más tiempo.

Cuando llegó a la sala ya el mayor había salido. Al llegar al ascensor leyó que la capsula estaba en el piso 1, por lo que dedujo que, al tratarse de un solo piso de diferencia, Nam Jun había usado las escaleras para subir a la azotea.

Tomó las escaleras y subió los peldaños de dos en dos hasta que alcanzó al rubio, quien ya estaba casi llegando a la puerta que da el acceso a la azotea.

—¡Hyung! —llamó para que el otro volteara a ver —, ¿qué haces?

—Cepillar mis dientes, ¿acaso no lo ves?

—¡Hyuuuuung! —Jung Kook se hacía el ofendido, trataba de imitar la forma en la que Lisa conseguía lo que quisiera de él, estaba desesperado, dudaba que la chica tuviera tiempo suficiente para salir de allí primero.

El mayor sonrió brevemente, parecía luchar para reprimir aquella sonrisa, se disculpó con él, reconociendo que no debió expresarse de esa manera.

—Lo siento, Jun Kook-ah, pero esto es algo que debo hacer —explicó con total control y seriedad en sus facciones antes de abrir aquella puerta.

Cuando Nam Jun se paró en medio del amplio espacio al aire libre, no había nadie allí, el menor le había seguido, y le corroboró este hecho.

—No hay nadie aquí, hyung —dijo, su voz carecía de entusiasmo. Se sentía extrañamente triste porque una parte de él deseaba encontrarse con la figura de la chica y también porque se sentía culpable por mentirle al líder que tanto admira.

El rubio camina hacia la puerta de la edificación que se eleva sobre la azotea. Intenta abrirla, pero está con llave, luego repara en que todas sus luces están apagadas.

Después de su patético intento de abrir aquella puerta, el mayor regresa con pasos resignados hasta el pelinegro.

—Creo que me estoy volviendo loco, ¿por qué iba a creer que alguien se esconde en un lugar que se usa para guardar menesteres?

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