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Capítulo 20: ¿Vamos a tu apartamento?


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Ciudad de Seoul, Corea Del Sur

Marzo del año 2018

Universidad para Idols de Seoul (UPIDS)

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     Los días transcurrían y las dificultades que estaba enfrentando la universidad se hacían cada vez mayores.

     Después de la noticia de que un segundo estudiante ha desaparecido en lo que va de año, la policía ha ido citando a los docentes, empleados y algunos estudiantes al azar para ser interrogados, claro, con toda la discreción que se le hacía posible para no alarmar aún más a la prensa.

     Muchos medios de noticias han expuesto que se ha encontrado una relación entre algunas de las desapariciones ocurridas en el año pasado con las de los últimos dos estudiantes, ya que casualmente aquellos que no han sido encontrados con o sin vida, también fueron estudiantes de esta universidad.

     De hecho, algunos blogueros y youtuberos, han presentado innumerables teorías disparatadas sobre las desapariciones de los estudiantes. Por ejemplo, que los idols más famosos, cuando tienen celos de los futuros trainees, les quitan la vida y los entierran en algún lugar del campus. O quizá, como todas las víctimas son del sexo masculino y muy apuestos, se trate de una bruja que los engatusa y luego se los come completitos, sin dejar ni los huesos, ya que nunca se ha encontrado ninguno de sus cuerpos.

     En este momento, entre otros tantos, le tocaba ser interrogado al equipo de contabilidad.

     Mientras tanto, la directora Jeon, había pedido, o mejor dicho, ordenado a Kim Nam Jun a echar una mano y terminar el reporte contable de final del mes de febrero, ya que con todas las interrupciones se habían atrasado y ella no podía pensar en alguien más para confiarle ese trabajo y tampoco se podía permitir que se extendiera el tanto la fecha de entrega de dicho reporte.

     El rubio platinado se encontraba sentado en el escritorio del contable principal, sumergido en los apuntes que estaba revisando en ese momento.

     —Hyung, podemos irnos ya? —preguntó Jung Kook al mismo tiempo que entraba a la oficina que ocupaba Nam Jun sin haber tocado la puerta primero.

     —¿Cuál es el apuro? —cuestionó el rubio sin voltear a ver a su compañero. Continuando con los toques finales del trabajo que estaba realizando en la contabilidad de la Universidad.

     El chico se veía exhausto, pero a la vez muy concentrado en su tarea.

     —¿Cómo estuvo la reunión?

     —Aburrida, pero seguro que no tanto como estar aquí encerrado toda la tarde.

     —Bueno, aún hay mucho que hacer—. El mayor suspira fuerte.

     —No me digas que no planeas ir a casa. Se burla el pelinegro mientras giraba sentado en el sillón de invitados que estaba frente al escritorio de Nam Jun.

     —No vivo en una casa —Espeta sarcástico.

     —Sabes a lo que me refiero, Hyung.

     —Jung kook-ah, desde luego que sé a lo que te refieres. También tienes una casa, ¿recuerdas? —Le recordó el platinado, esta vez volteando a mirar y encontrando a un perplejo Jung Kook, el cual había detenido los movimientos de la silla para quedarse mirando boquiabierto a su Hyung. —«Otokke». Oh no, disculpa Kook, lo que dije fue sin ánimos de ofender.

     —Tsk —. El pelinegro chasquea la lengua y luego suspira sonoramente—. Lo sé, no te preocupes, te entiendo, hyung —agrega mostrando un poquito de sus dientes de conejo con una media sonrisa malvada.

     —No, de verdad, lo siento Kook, no debí decir eso... Lo que... lo que pasa es que... bueno, creo que estoy algo estresado, ya sabes, por toda la responsabilidad que recae sobre mí con este trabajo, hay tanto que hacer, nunca habían dejado una responsabilidad de esta magnitud 100% a mi cargo, tu abuela ya está abusando demasiado.

     —Se que tiene demasiada confianza en ti. Pero, tienes razón, tu tía se está pasando —corrobora divertido.

     —Si, ella se pasa, pero tenemos que entenderla, la situación no es para menos —reconoció el mayor al mismo tiempo que cerraba sus ojos, se reclinaba en el sillón y se tocaba el puente de la nariz luego de haber retirado sus gafas y pasado una mano por su cara de arriba hacia abajo—. Creo que... no lo sé, necesito respirar un poco, kook... ¿Te parece si en vez de ir a mi apartamento salimos por un trago?

     —¿Un trago?, hecho, hyung. Uhm... ¿Luego podemos ir a tu casa? —Intenta persuadir al mayor, mientras se sentaba encima del escritorio.

       El platinado volvía a sus asuntos mientras dejaba salir una breve y silenciosa risita, la cual Jung kook no habría escuchado si no se le hubiera acercado tanto.

      —¿Qué? —cuestionó el menor expectante—. ¿Qué? —repitió la pregunta al no recibir respuesta y para volver a recibir más silencio—. ¿Queeeé?

      —Kook, si quieres que responda alguna inquietud, sé más específico al preguntar. Y si queremos ir por ese trago deberías dejarme terminar con esto de una vez. ¿Puedes? —Espetó el de los lentes sonriendo mientras volvía a mirar al pelinegro en cuya cara se tallaba una expresión de confusión.

     —Hyung, ¿me dirás si luego del trago iremos a tu casa?, sí iremos, ¿verdad? —Inquirió con actitud de niño malcriado y ofendido cambiando a otra igual a la de un niño que espera ver su juguete favorito mientras abre su regalo de navidad.

     El pelinegro volvió a cambiar cambiar drásticamente su expresión, poniendo su mejor cara de póker cuando se detuvo a apreciar la forma suspicaz en la que su mayor lo miraba.

     —El que calla otorga, tomaré tu silencio como un sí, hyung. No sé por qué te haces el difícil, ya deberías estar acostumbrado —reparó el menor mientras daba un salto bajando del escritorio—. Te dejaré para que termines lo que estás haciendo. ¿A qué hora regreso?

     —Solo necesito unas dos horas.

     —¿Dos horas? —Repitió volteando a mirar una vez más al platinado mientras abría sus redondos ojos y elevaba sus cejas—. Pero... eso es mucho, hyung. Si tardarás dos horas, creo que será mejor que nos tomemos el trago en tu casa, ¿no? Así desca...

     —¿De qué hablas? —El rubio se retiraba sus gafas una vez más antes de volver a mirar al menor—, no entiendo tu obsesión de ir a mi casa, por más vueltas que le doy —confesó negando con la cabeza y sonriendo de manera que afloraban sus peculiares hoyuelos en ambos lados de sus mejillas—. En dos horas serán alrededor de las 8:30 pm. Así que ve al gimnasio como solías hacer o ve a molestar a alguien más, sé un buen dongsaeng por las próximas dos horas y luego vuelve aquí.

—Hyung, ¿por qué dos horas?, acaso piensas terminar en un día todo lo que no han logrado hacer los empleados expertos ¿o qué? —preguntó insistente.

     —No, lo que pasa es que mañana tenemos que cumplir el compromiso que tenemos con Jin Hyung, ya sabes, la inauguración de su segundo restaurante, ¿recuerdas? Te lo había dicho cuando estabas en mi balcón la otra noche, pero parece que no pones atención algunas veces. Tsk... Anda, solo ve—. El rubio hizo un ademán con la mano para que el menor se termine de marchar.

     —Está bien, iré al gimnasio, pero al de mi casa para no tener que soportar a las sanguijuelas, nos vemos en dos horas hyung —puntualizó sintiéndose algo avergonzado por no recordar cuándo Nam le dijo lo de Jin.

     El menor salió sintiendo una pequeña punzada de culpa y reflexionando acerca de no haber puesto atención a su Hyung, en la ocasión que él le habló del compromiso con Seok Jin, pues esto se debía a que su concentración estaba totalmente dedicada a aquella persona, por la que se sentía fascinado, aquella que estaba siendo la misma razón por la que siempre buscaba una excusa para visitar el apartamento de Nam Jun desde hace unas semanas, aquella chica de la azotea.

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