Capítulo 13: Mentirosa y descarada
Ciudad de Seoul, Corea Del Sur
Febrero del año 2018
Oficina de la Policía Estatal de Seoul
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Kim Ji Ra estaba acomodando la poca ropa que tenía en el interior de su maleta, preparándose para lo peor, cuando se empezaban a escuchar nuevos pasos acercándose.
—Dime, ¿desde cuándo los conoces, eh? — interrogó Soo Young con su voz chillona.
La pelinegra hizo una pausa, inhaló aire y luego se dio media vuelta para enfrentar a su excompañera. «¿Acaso eso es importante ahora?». Solo llegó a pensar en lo que quería responderle, pero no lo hizo, debido a que se sorprendió al mirar el rostro de la castaña empapado de lágrimas.
—Una vez dijiste que querías ser mi amiga, ¿por qué no empezaste siendo sincera conmigo? Tu sabías que soy Army ¿por qué nunca me lo dijiste?, ¿mhm?, ¿PORQUÉ NO ME DIJISTE QUE CONOCES A KIM TAE HYUNG? —gritó esta última pregunta con todo el aire de sus pulmones, mientras se acercaba a la azabache con pasos firmes.
La castaña repetía a gritos la misma pregunta al mismo tiempo que cerraba las manos en los brazos de Ji Ra y, luego, empleando gran fuerza, zarandeaba el cuerpo frágil de la más bajita.
«¿No debería ser yo la que esté llorando?».
—No-no lo conocía hasta hoy...
—¡Patrañas!, él estaba en tu habitación, eso demuestra que se conocen desde hace tiempo —espetó Soo Young, quien trataba de secar la humedad de su rostro luego de empujar a la pelinegra.
De manera imprevista, un agente de policía entró y sostuvo los brazos de la castaña detrás de su espalda, mientras rezada la advertencia Miranda. Luego un segundo agente ayudaba a Kim Ji Ra a ponerse de pie.
—No, espere, espere, no es ella — se escuchó la voz de la señora Song, interrumpiendo la lectura de los derechos que rezaba el agente, mientras le estaba colocando las esposas a Soo Young—, es la cara pálida con cabellera negra y larga.
Momentos más tarde, en el frente de la tintorería, uno de los oficiales estaba empujando sutilmente a Ji Ra para que subiera al asiento de atrás de la patrulla, cuando Shin Bae estaba llegando a la escena abriéndose paso a través de los transeúntes que empezaban a agruparse desde que había llegado la policía.
—¡Shin Bae Oppa! —llamó la voz llorona de la pelinegra.
—¿Qué es esto? Espere oficial, esto debe ser un malentendido. No puede llevársela.
—Claro que podemos, la dueña del negocio ha reportado un robo y acusa a esta joven de ser la responsable.
—¡Espere! ¿Ya vieron los vi...?
—¡Shin Bae Oppa! —El joven fue interrumpido por la acusada, quien negaba con la cabeza y pedía a gritos con la mirada que no expusiera el tema.
—Joven, lo siento, tenemos que tomar las declaraciones e iniciar el protocolo de investigación por acusación de robo, así es que la llevaremos a la oficina.
—Esperen, yo iré con ustedes.
—No puede, joven.
—Entonces los seguiré.
Mientras estaban en la oficina esperando al encargado de tomar las declaraciones, Shin Bae llegó y rápidamente se acercó a Ji Ra, que estaba sentada frente a un escritorio, ésta aprovechó para pedirle al chico que sacara su teléfono del bolsillo trasero de su pantalón. Mientras él hacía lo propio, le preguntó a la pelinegra por qué no quería que mencionara el video.
—Trataré de decirlo breve —susurraba con urgencia, la azabache —. En el video sale una persona que no puede ser citada en la policía. Eso causaría que pierda su trabajo. Ya él pasó bastante por mi culpa, no quiero que sea perjudicado. Tengo el presentimiento de que llamará, por eso te di mi teléfono. Debes mostrarle el video a tu madre y convencerla de que retire la denuncia, pero no lo muestres a la policía, ¿de acuerdo?
—Está bien, será como tú quieras muñeca, ¿crees que estarás bien sola?
—Mhm —respondió asintiendo una vez con la cabeza—. ¿Qué hora es?
—Las 9:08 pm
—¿Por qué llegaste tan temprano? Siempre llegas después de las diez.
—Ya sabes, Umma llamó más alborotada y más chillona de lo habitual. Casi no se entendía lo que decía, pero a juzgar por lo intensa que estaba, pensé que el asunto se trataba de una tragedia con muerte incluida, así que salí casi volando.
—Oh, ahora entiendo.
—Muñeca, debo ir a convencer a Umma para que retire la denuncia y puedas salir lo más pronto posible de aquí —Shin Bae dijo eso, y luego le dejó un beso en la frente, dejándola desmedidamente sorprendida antes de ponerse en marcha.
Pasaron horas después de que aquel oficial hizo que Kim Ji Ra respondiera todas sus preguntas y también que Firmara un formulario para completar el expediente del informe.
«¿Por qué tardará tanto?» Se preguntaba la azabache, mientras luchaba contra el sueño.
—¿Qué hace esta jovencita aquí?, ¿y sin esposas?
—Señor, la víctima del robo no se ha presentado, para completar la denuncia.
—Aun así, debería estar dentro de una celda.
—Por favor, Oficial Yang, mire nada más a esa criatura, se ve tan delicada que parece que pudiera romperse en cualquier momento. Ya han pasado casi tres horas desde que la trajeron y la denunciante aun no llega —murmuraba con empatía, uno de los oficiales—. ¿Cómo podríamos poner a esa muñequita dentro de una de esas incómodas celdas?
—Si, Oficial, mire nada más esa carita de ángel que tiene. Oh ¡Que tierna! mire, tiene sueño, hasta parece casi una niña, se ve tan frágil —agregó el otro, conmovido.
—Como sea, ustedes no aprenden de los errores, no deberían dejarse engañar por eso.
— No, no es eso, Inspector, si ella hubiera querido escapar, ya lo habría hecho. De hecho, le dimos varias oportunidades. Pero ella misma nos ha dicho que no tiene a donde ir.
—¿Pero qué...?
—¡Kim Ji Ra-ssi! ¿Dónde la tienen? —preguntó de pronto Soo Young, que acababa de entrar a la oficina barriendo todo el interior rápidamente con la mirada.
La castaña, era seguida por la señora Song y su hijo, quien estaba negando con la cabeza en señal de desaprobación.
—¿Quién es esta señorita? —cuestionó el inspector, ignorando la presencia de las dos figuras que llegaron unos segundos después de la joven.
—Oh, ¡Ahí está! —gritó con su voz chillona señalando hacia Kim Ji Ra—. Yo soy empleada de la señora Song, mi nombre es Min Soo Young, y vine para dar mi declaración como testigo del robo que ella cometió —explicó la castaña, que aún apuntaba con el dedo a la detenida.
—Por favor, disculpen la tardanza, es que, de momento, empecé a no sentirme bien de salud. Últimamente he tenido problemas económicos y esta noticia me ha afectado demasiado. Mi nombre es Song Mi Kyung. Estoy aquí para formalizar la denuncia del robo que hubo hoy en mi tintorería.
Kim Ji Ra, quien ya se había puesto de pie, al escuchar las palabras de la señora Song, comenzaba a dar pasos dubitativos hacia el grupo de recién llegados. Cuando sus ojos se posaron en el rostro de Shin Bae; y observar el asentimiento que éste hizo con la cabeza, mientras le devolvía la mirada; se detuvo y lentamente regresó al asiento donde ella había pasado las últimas horas.
—Bien, si es así, será mejor que comencemos, de una vez. Por favor tomen asiento —sugirió el oficial Yang, indicándoles dos asientos frente a uno de los escritorios más cercanos—. Señora —habló el uniformado dirigiéndose a la Señora Song—, tomaremos su declaración como denunciante primero.
—Eeeeeh... ¿Podría, por favor, hacer las cosas en otro orden? —solicitó Shin Bae, quien se había quedado de pie ubicado detrás de Soo Young, sosteniéndose del respaldo del asiento.
—¿Y usted es...? —inquiere la autoridad desviando la mirada hacia el joven.
—Oh, disculpe, soy Song Shin Bae, vengo a acompañar a mi madre. Pero no se preocupen por mí, por favor, sigan adelante.
—Por un momento creí que nos estaba diciendo cómo hacer nuestro trabajo —murmuró el Oficial Yang, mientras tomaba asiento detrás del escritorio—. ¡Bien! ¿Señorita? —agregó aumentando su tonalidad y dirigiéndose a Soo Young—, creo que mejor iniciaremos escuchando su testimonio, ya que usted es la única testigo de los hechos.
—¿A mí? —preguntó la joven castaña mirando por el rabillo del ojo hacia Kim Ji Ra.
—Si, a ti misma, cuéntale al oficial, cómo se robaron mi dinero —intervino la señora Song.
Al principio, la testigo parecía titubear, pero casi de inmediato se sentó más derecha en la silla, se aclaró la garganta y luego comenzó a contar su versión de los hechos.
—¿Dices que la viste tú misma cuando ella tomó el dinero de la caja y se lo entregó a los maleantes? —interrogó Shin Bae, quién recibió una mirada de reproche de parte del oficial Yang.
— Eh, yo.... —La muchacha miraba confundida al hijo de su jefa, sin saber qué responder.
—Joven, le agradezco su interés por nuestro trabajo, pero si no puede estar en silencio, le voy a pedir que espere afuera —advirtió el Oficial.
—Lo siento, Oficial, le prometo que mi hijo ya no abrirá esa boca que tiene a menos que sea necesario. Por favor continúe.
—Muchas gracias. Eh, señorita, ¿entonces usted dice que vio cuando la acusada tomó el dinero de la caja y se lo entregó a los maleantes?
—Eh, bueno... si, yo vi cuando ella tomó el dinero.
—Entonces... cuando ella salió, ¿dejó la caja vacía, tú no tomaste nada? —intervino esta vez la señora Song.
—¿Yo? ¡Claro que no señora Song! ¡Dios me libre de tomar lo que no es mío! —respondió la chica rápidamente, mostrándo indignación.
—¡Aja!, ¿entonces cómo explicas que salieras tomando el dinero de la caja en el video que Shin Bae me mostró hace unas horas? —cuestionó la señora Song.
—¿Q-qué... qué video? —La chica se veía sumamente confundida.
—¿A cuál video se refiere señora Song? En el informe de los agentes que ejecutaron el arresto no se reportó ninguna cámara —explicó el Oficial notándose ligeramente curioso, mientras ojeaba el expediente.
—Señora Song, la cara pálida me ha tendido una trampa, no sé qué le dijo, pero todo es mentira. Ella sabe que en su negocio no hay cámaras y ahora se está inventando historias.
—No es ningún invento, aquí puedo mostrarles un fragmento del video —interrumpió Shin Bae levantando su laptop hasta cierta altura, de modo que estuviera visible para el oficial.
—¿Tuviste una grabación todo el tiempo ahí contigo y lo dices hasta ahora? —inquirió uno de los oficiales incrédulo.
—Es que estaba esperando a que ella negara todo. Si mostraba el video de inmediato, podría haber mentido diciendo que lo hizo porque recibió una orden o lo que sea.
—¿Cómo pudiste mentirme así en mi propia cara, después de tomar mi dinero? —gritó la señora Song.
—Tranquila umma, primero dejemos que el oficial revise el video —pidió Shin Bae, mientras miraba a Soo Young ponerse muy pálida y morderse las uñas.
—Terminemos con esto de una vez —El Oficial tomó el dispositivo de la mano del joven.
—¡P-por favor, no! — se escuchó el intento de habla de Kim Ji Ra desde atrás, interrumpiendo al Oficial, nadie se había dado cuenta de cuándo se acercó a todos ellos.
Ji Ra-ssi. Tranquila, no pasa nada ¿Puedes confiar en mí? —le tranquiliza el joven y la aludida asintió una vez con la cabeza, aunque ya el oficial estaba en el proceso de revisión del video.
—¿35 minutos, eso es todo lo que tiene? —interrogó el oficial, pues el video indicaba 35 minutos de grabación en los que mostraba a Kim Ji Ra saliendo de la recepción por la puerta lateral seguida por un desconocido que llevaba el rostro cubierto. Pasados 10 minutos entra a la escena la señorita Soo Young, quien va a la caja registradora, toma el dinero y sale por la puerta principal, 22 minutos después, regresa a la recepción acompañada de la Sra. Song para mostrarle la caja vacía.
—¿Necesita algo más Oficial Yang?, creo que la señora ha acusado a la persona equivocada. El video concuerda con la versión de la señorita Kim — al escuchar esas palabras, Soo Young se puso de pie con la intensión de salir, pero Shin Bae la empujó por los hombros devuelta a su asiento.
—¿Dónde tengo que firmar? No me quedaré a ver por más tiempo la cara a esta mentirosa descarada. Y más vale que mi dinero aparezca, confío en que ustedes hagan bien su trabajo —puntualizó la señora Song.
—Aquí, señora Song, debe firmar aquí, y no se preocupe, su dinero aparecerá, gracias por confiar en nosotros —respondió el Oficial Yang—. Ustedes dos, ya saben lo que tienen que hacer. —ordenó a los agentes que ya se estaban encargando de la señorita Soo Young, quien, a su vez, comenzó a resistirse removiéndose y gritando como loca hacia Kim Ji Ra cosas que, para la pelinegra, no tenían sentido acerca del chico del cubrebocas.
—Entonces, me marcho primero, espero noticias mañana. Ji Ra-ssi, creo que te debo una gran disculpa, lamento haberte hecho pasar por esto. Pero, ¿sabes?, tienes que explicarme qué hacías con ese hombre en tu habitación.
—¡Umma! Este no es el momento ni el lugar. Salgamos de aquí primero, ¿sí? Tengo hambre, vámonos a casa —farfulló Shin Bae arrastrando a las dos mujeres hacia la salida de la oficina.
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