Capítulo 12: Todo menos nada
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Ciudad de Seoul, Corea Del Sur
Febrero del año 2018
La casa de los Song
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—¡Kim Ji Ra-ssi! —Al escuchar el grito de la señora Song, la aludida pegó un fuerte respingo y luego se quedó en shock.
Kim Tae Hyung se puso de pie y con su vista repasó el área de la habitación próxima a él en busca de su cubrebocas, hasta que lo encontró justo debajo de sus zapatos.
—¡Kim Ji Ra-ssi! —volvía a gritar la señora Song, pero esta vez, su voz ya no se escuchaba desde patio de la casa, sino que su estruendosa voz ahora llenaba toda la casa.
Después de aquel último llamado, se escuchaba aproximarse unos pasos fuertes y decididos que solo podían ser producidos por unos tacones de mujer. Cada sonido de esas pisadas provocaba que Kim Ji Ra se sintiera más cerca de colapsar por los nervios. Ella sabía lo fuerte que solía ser la señora Song con aquellos que no seguían las reglas o la hacían enojar, ya lo había visto antes, con otros empleados, todos terminaron siendo despedidos.
El muchacho se colocó el accesorio, volviendo a ocultar su hermoso rostro.
—¡Con que aquí estás! —habló la dueña de aquella estridente voz mientras señalaba a la pelinegra más joven—. Entonces, todo debe ser cierto —dijo mirando de arriba abajo al hombre alto que estaba acompañando a la muchacha dentro de la habitación.
Después de ser escaneado con una expresión de desprecio, el joven saludó a la mayor e hizo una reverencia de 180 grados.
—¿Después de todo lo que han hecho, quieres mostrar educación, sinvergüenza? —Gritó hacia Tae Hyung—. Y tú, hasta aquí ha llegado tu juego maldita zorra. —dictaminó, caminando hacia el interior de la pequeña habitación para enfrentar a la joven que parecía no inmutarse.
—Señora, por favor, debe ser un malentendido. No tiene que tratar así a su hija. —habló el muchacho por segunda vez con su voz profunda.
La señora Song ignoró las palabras del castaño, y, sin ningún titubeo, abofeteó el rostro de la muchacha.
—¿Le has dicho a este vagabundo que eres mi hija?, ¿también le dices mentiras a tus amantes?
Kim Ji Ra tenía la intención de aclarar el malentendido, sin embargo, decidió aguardar y decir lo que tuviera que decir después de que la Señora le diera la oportunidad de hablar, sin tener que interrumpirla.
—Tú, me tuviste engañada todos estos meses, me hiciste creer que eras una huérfana que no tenía donde quedarse, pero en realidad eres una maldita prostituta que se hace acompañar de delincuentes. Me pregunto... ¿cómo pude ser tan ciega?, ¿cómo pude dejar entrar a una maldita zorra en mi casa?, ¿cómo pude encargarle mi negocio a una maldita ladrona?
—Señora...
—¡Cállate maldito delincuente! ¿Soo Young? —llamó mirando por el rabillo del ojo hacia la puerta.
—¡Si señora! —desde el patio se escuchó la voz de una de las empleadas más antiguas de la tintorería.
—Ahora sí, llama a la policía para que se lleven a estos dos. Quiero que se los lleven esposados de aquí, ya que tuvieron el atrevimiento de quedarse en mi casa a hacer suciedades después de robarme.
—¿Policía?, ¿d-delincuente?, ¿usted cree que yo soy un...
—¡Un maldito delincuente! —terminó la señora Song, dándose la vuelta para salir del pequeño espacio y, luego de encontrarse fuera de éste, azotar la puerta, dejado encerrados a los dos culpables de su enfado.
—Espere, no me ha dejado explicarle, señora, por favor, ¡no soy un delincuente! —gritaba el castaño mientras trataba de abrir la puerta con desesperación—. ¡Por favor no llame a la policía!
—Es inútil —articuló con voz quebradiza y apagada, Kim Ji Ra—. Ella nunca escucha las explicaciones de sus empleados. Para ella es una pérdida de tiempo.
—¡Pero yo no soy su empleado!, no puedo esperar a que llegue la policía, me meteré en problemas con la agencia donde trabajo y también con mi familia, la abuela me matará.
—Lo siento mucho, de verdad, si yo pierdo mi trabajo está bien, pero tú, que seguro estudiaste mucho para estar preparado y conseguir trabajo en esa compañía, no es justo que pierdas el tuyo sin haber hecho algo malo.
—Pero tú tampoco has hecho nada mal, solo has sido amable conmigo, por eso no tiene que llamarte zorra o prostituta.
Todo lo que dijo solo apunta a que Soo Young es la que le ha mentido. Ella debió contarle una versión distinta de los hechos y ahora es inútil tratar de explicar cómo pasaron realmente las co...sas.
Ji Ra giró automáticamente su mirada hacia la puerta que continuaba cerrada, pues a través de ella se escuchaba una risa amortiguada.
—Siempre tan inteligente, pero hasta hoy llegó tu gloria, maldita —detras de la puerta, se escuchó la voz cargada de odio y sarcasmo de Soo Young—, hoy cometiste el error de dejar sola la caja registradora y ahora el dinero ya no está. —agregó con una tonalidad cantarina y luego dejó salir otra carcajada amortiguada como si tratara de evitar que se escuchara a distancia.
Kim Ji Ra abrió los ojos muy grandes, su nariz la delataba, debido a su hiperventilación y su mandíbula era incapaz de reajustarse correctamente en su lugar después del cachetazo que había recibido un minuto antes.
—Kim, ¿Es cierto que hay un hombre ahí dentro contigo? —preguntó, mientras su voz delata la diversión con la que se estaba mofando de la pelinegra.
—Claro que sí, hay un hombre aquí y uno muuuuy apuesto, déjame decirte. —respondió la pelinegra cruzándose de brazos y frunciendo el ceño.
—¿Qué haces? —murmuró Tae Hyung, entregándole una mirada que mostraba confusión.
Kim Ji Ra hizo señas al más alto para que éste se acercara y poderle susurrar al oído usando un volumen de voz que no se escuchara detrás de la puerta.
—Tengo una idea, si logramos que ella abra la puerta podrás salir corriendo, tienes que huir de aquí antes de que llegue la policía ¿No?
—¿Pero y tú? —preguntó Tae Huyng, empleando el mismo volumen de voz.
—Eso no importa ahora, yo me las arreglo, de todas formas, ya estoy sin empleo.
—OK, entonces te sigo el juego, pero antes, préstame tu teléfono.
—Olvídalo, no debemos perder tiempo.
—Ahora mismo me estás haciendo perder tiempo. Dame tu teléfono, deprisa —exigió posicionando las palmas de sus manos frente a la figura de la chica.
La joven sacó rápidamente el dispositivo del bolsillo trasero de su pantalón y lo depositó en las grandes y delicadas manos con dedos largos y elegantes. Él marcó su propio número y luego se lo devolvió.
—¿Soo Young? —llamó usando un tono de voz más grave de lo habitual.
Otra carcajada amortiguada se escuchó detrás de la puerta.
—¡Oh Dios mío!, sí tienes a un hombre en tu habitación. Y qué voz la que tiene, su voz, es muy masculina. Pero, espera, tú siempre has dicho que no tienes novio, que ni siquiera tienes amigos ¿Cómo es que...?
—¿Conoces a BTS? —le interrumpió el del cubrebocas, colocando una mano en la parte alta de su cadera y la otra debajo de su barbilla.
—¿Qué clase de pregunta es esa?, ¡por su puesto que los conozco!, Y no solo eso, los amo a los siete. Soy Army desde antes de que le dieran nombre al Fandom.
—Qué bueno escuchar eso, porque si abres la puerta, ahora mismo, hoy podría se tu día de suerte.
—Si claro, ahora me va a decir que, si lo dejo salir, luego me presentará a los miembros de BTS.
—No, no luego. Ahora mismo te puedo presentar a uno.
Y una vez más, detrás de la puerta se escuchó aquella molesta risa, pero esta vez fue muy estridente, porque al parecer a la chica se le olvidó taparse la boca para amortiguar el sonido.
De repente sus carcajadas se interrumpieron, al escuchar la voz del joven que repentinamente había comenzado a cantar transformando el ambiente con su melodiosa y profunda voz.
En un rápido movimiento Tae Hyung había tomado la guitarra de Kim Ji Ra para acompañar las notas de su canción con el sonido de la guitarra.
♫ "Un día... escribí una larga, larga carta a la luna" ♫
♫ "No es más brillante que tú" ♫
♫ "Pero encendí una pequeña vela" ♫
El castaño no había terminado el primer estribillo de la canción cuando, en un acto apresurado de la empleada, la puerta quedó abierta de par en par.
—¡Aaaaargh! ¡KIM TAE HYUNG! —Gritó al ver la figura del dueño de aquella voz.
La chica llamada Soo Young pretendía echársele encima a Tae Hyung, pero cuando se abalanzó, éste la esquivó y luego le hizo un guiño rápido a Kim Ji Ra antes de echarse a correr y salir tan rápido como un disparo fuera de la habitación llevando aun la guitarra de Kim Ji Ra.
La castaña, a pesar de haber tropezado y caído al piso, no se dio por vencida, se levantó rápidamente para iniciar su persecución dispuesta a alcanzar a aquel que había emprendido la huida, vociferando reiteradas veces el nombre de éste y llenado todo el entorno con su voz chillona.
«Mi... gui-ta-rra» Pensó Kim Ji Ra casi a punto de llorar, mientras miraba hacia el marco de la puerta y volvía a tocarse la mejilla donde había recibido la cachetada, porque aún le escocía la piel en esa área.
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