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Capítulo 10: El rostro de la salvación

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Ciudad de Seoul, Corea Del Sur

Febrero del año 2018

La Tintorería Song

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Todos volvimos la vista hacia el recién llegado, excepto el jefe que había detenido el camino que estaba trazando con su mano desde mi mentón hasta mis pechos dejando un cosquilleo desagradable que provocaban una sensación ácida en mi estómago.

     Con su mano aun reposando en uno de mis pechos, el jefe cerró apretadamente sus ojos. Se tardó unos segundos inhalando aire sonoramente hasta que la zona alta de su tórax se infló de manera notable.

     —¡Trueno!, ¡maldito idiota!, tú fuiste el último en entrar... ¿por qué no cerraste la puerta? —gritó, aún con sus ojos cerrados.

     El aludido inmediatamente hizo una reverencia y se disculpó repetidas veces con su jefe, mientras que el tipo del tubo rápidamente se aproximaba al hombre que había saludado desde el umbral de la puerta.

     —Hola, ¿quién de ustedes es el encargado?... necesito... ¡Argh! wo, wo, wo. ¡¿Pero... qué...?!

     —¡Silencio! —interrumpió el gigantesco hombre al recién llegado, quien repentinamente estaba siendo casi arrastrado hacia adentro y al mismo tiempo amenazado con la herramienta de metal—. ¿Eres policía?  —preguntó después de hacer que el más bajito caminara a la fuerza y dejara atrás la pieza de ropa que traía en las manos porque se le había caído.

     Al saber que el hombre no era parte del grupo, por un lado, me sentí un poco aliviada, pero, por otro lado, me sentí mal por él, ya que parecía ser un posible cliente y ahora presentía que él también iba a morir aquí.

     —¡Qué esperas para cerrar la puerta, Trueno! —volvió a gritar el jefe, que aún no se había movido.

     El tal Trueno fue corriendo hacia la puerta acatando la orden, mientras que el otro matón se acercaba hacia nosotros.

     Viendo al no invitado más de cerca, a pesar de tener toda su cara cubierta, me di cuenta de que se trataba de un hombre joven. El muchacho no se cansaba de preguntar qué estaba pasando mientras estaba siendo movido a la fuerza, pero el más adulto le pegó un porrazo en la cabeza con la herramienta que llevaba como arma y luego lo empujó hacia nosotros provocando que perdiera el equilibrio y cayera a los pies del jefe.

     —Qué esperas para responder a mi pregunta...¿eres policía? —el del tuvo repitió la pregunta gritándole al agredido con su voz rasposa.

     —No, señor, no soy policía — respondió el de voz profunda, quien luego de caer se había quedado en el piso masajeando la parte de su cabeza que había recibido el golpe.

—El muchacho parece que, al igual que yo, escuchó una respiración pesada, la cual provenía del jefe y desde el suelo desvió su mirada hacia nosotros. Por unos segundos se quedó mirando la escena frente a él, antes de retirar sus gafas de sol. Sus ojos estaban tan abiertos y mostrando tal sorpresa, mientras miraban fijamente la mano del jefe reposando en uno de mis senos, que me hacían pensar que se le iban a salir de sus respectivos cuencos.

     —Rayo, pon a esta maldita basura de pie —ordenó el jefe con un volumen de voz muy bajito, antes de apretar su mandíbula con evidente fuerza, denotando así lo muy enfadado que debía estar en ese momento.

     «Definitivamente moriré hoy, pero parece que no moriré sola».  Me dije muerta de miedo. «Pedí a alguien que me salvara, no a un pobre sujeto que muera conmigo» Lloriqueaba una vez más para mis adentros.

     El tal Rayo levantó al muchacho sin mucho esfuerzo, sujetándolo por la parte de atrás del cuello de su camisa, haciendo que el pobre quedara de pie lado a lado conmigo. Me impresioné un poco por lo alto que era, pero me desanimé pensando que eso no era suficiente para enfrentar a esos tres gigantes.

     Cuando al fin el jefe se dignó a retirar su grotesca mano de mi pecho, solté de golpe todo el aire que, sin tener conciencia de ello, parecía haber estado conteniendo todo ese tiempo.

     El muchacho, quien aún no había despegado los ojos de aquella escena, cambió la dirección de su mirada hacia mi rostro e inmediatamente yo desvié la mía. Nunca en mi vida había sentido tanta vergüenza como la que, en ese momento, esos ojos me hicieron sentir.

     —Jefe, ¿Ahora cómo vamos a cobrarle a la chica? Podríamos hacerlo más divertido si disfrutamos nuestra retribución delante de él, pero luego, ¿qué haremos con él? —cuestionó el tipo que llamaban Rayo.

     —¿Usted le debe dinero a estos hombres, señorita? —me preguntó el joven de voz peculiarmente profunda.

      —¿Ustedes se conocen? —inquirió Trueno, mientras nos señalaba a ambos alternativamente y se se nos acercaba.

     —No —ambos respondimos al unísono.

     Si no eres policía, y tampoco conoces a esta muchacha, ¿se puede saber quién rayos eres para atreverte a interrumpir nuestro trabajo? —gritó el jefe muy cerca del rostro del hombre joven salpicando de saliva su cubreboca.

     —Eh... yo solo soy un cliente —explicó el joven de cabello castaño mientras señalaba hacia la pieza de ropa que yacía en el suelo —esa, es mi chaqueta, la traje para que le hicieran un lavado en seco, porque es mi favorita.

     —Eres un mal mentiroso, ¿sabes?, si fueras un cliente, la chica no habría dicho que no te conoce. No sé, a mí me parece que eres un maldito policía. —acotó el jefe empujando al hombre joven, quien cayó de golpe en el piso.

     No sé porque, pero mi parálisis corporal hizo un paréntesis porque de repente yo me encontraba ayudando al joven a ponerse de pie.

     —Es-estás temblando —observó, hablando casi en un susurro, mientras sostenía mi brazo derecho.

     —¡Qué importa si es policía o no, jefe! De todas formas, ha interrumpido nuestro trabajo, si es un policía se ha atrevido a desafiarnos viniendo solo. Hagamos que la chica nos pague y luego veremos qué hacemos con él —propuso Trueno, viniendo hacia mí, abriendo los brazos con la intención de rodearme con ellos, a lo que inmediatamente reaccioné encogiéndome, cubriendo mi pecho con los brazos y cerrando los ojos con fuerza.

     Abrí nuevamente mis ojos, y de mi garganta salió un quejido ahogado, cuando sentí uno de los brazos de ese hombre rodeando mi cintura mientras que su otra mano sujetaba ásperamente la parte posterior de mi cabeza, tratando de colocarla, a la fuerza, en una posición que le permitiera besarme.

     Mientras yo rehuía de cualquier acercamiento de los labios que venían por los míos, también intentaba inútilmente empujar al corpulento hombre por el pecho.

     —¡Por favor deténgase! —gritó el muchacho mientras trataba de separar al hombre de mí—, ¿es que no puede notar que ella no quiere?

     —¡Suficiente! —Puntualizó la voz de mando del grupo, y al instante Trueno quedó como paralizado, hecho que aprovechó el castaño para separar al enorme hombre de mí, y luego colocarme tras de sí, como si haciendo eso lograría protegerme.

     —¿No que no se conocían? Porque la forma de actuar de ambos me dice que es todo lo contrario. ¿Quieres dejar a la niña fuera del negocio?, ¿tú negociarás conmigo, maldito policía?

     — Y-ya le dije que no soy policía. —acotó el joven mientras echaba uno de sus brazos hacia atrás como para evitar que yo saliera de mi escondite.

     Desde ahí, no tenía visibilidad, mi marco de visión se llenaba con su espalda cubierta por su camisa sucia. Pude escuchar los pasos acercándose a nosotros y me encogí detrás del castaño.

     —Si no eres policía y tampoco eres cliente de este negocio, ¿puedes darnos una tarjeta de presentación para saber a qué te dedicas?

     — No tengo tarjetas, pero...

     El muchacho interrumpió sus palabras cuando fue separado de mí bruscamente. El jefe lo había acercado a sí mismo, mientras lo sujetaba por la parte frontal de su camisa.

     —¡Mi nombre es Kim Tae Hyung! —se presentó el joven del cubreboca, mientras intentaba zafarse del agarre—, soy un Idol.

     «Oh Dios mío, es tan solo un estudiante.  Un Idol como mi prima Tzu Yu».

     No sé de donde saqué fuerzas para poner mis cuerdas vocales en funcionamiento, pero sentí que, como adulta, era yo quien debía proteger al chico.

     —¡Por favor, no le hagan más daño, es solo un estudiante! —traté de gritar, pero no me salió como quería.

     Ninguno de los tres asaltantes hizo caso a lo que dije, tan solo me miraron por un segundo y luego se volvieron hacia el chico.

     —¿K-kim Tae Hyung? —preguntó el de voz rasposa con una expresión de su rostro que lo hacía ver totalmente transformado.

     —Idol... —articuló el jefe, mientras aflojaba el agarre que tenía sobre la camisa del muchacho —¡Dios mío!, ¡¿eres el Kim Tae Hyung de Bang Tan?!

     —Si, el mismo —respondió el castaño ahora mas calmado, antes de que Trueno tirara su cadena al piso, se acerara precipitadamente a él y le retirara con sumo cuidado el cubreboca.

     Todos se quedaron muy sorprendidos. Increíblemente los tres delincuentes hicieron el mismo gesto de llevarse una mano hacia el rostro para cubrirse la boca, dejando ver gran asombro en sus ojos. Cuando el muchacho volteó hacia mí yo también lo miré, y descubrí la razón de sus reacciones y el porqué él debía llevar el dichoso accesorio que cubría su nariz y su boca. La belleza de su rostro era totalmente indescriptible. Era demasiado hermoso como para ser humano. Era como una obra de arte con vida y voluntad propia.

     —Me sorprendí cuando el jefe se agachó a recoger la cadena que hace unos breves segundos había dejado caer Trueno, pero me sorprendí aún más cuando noté que pretendía pegarle a Tae Hyung con ella. Cuando de repente lanzó el golpe, yo instintivamente cerré los ojos.

     —¡Argh! —se escuchó la voz rasposa de Rayo, dando un grito que llegaba al cielo.

     Abrí los ojos y  vi al antes mencionado de rodillas y quejándose del dolor.

     —¿Cómo pudiste atreverte a pegarle a mi Idol favorito? ¡Debería cortarte las manos maldito imbécil!

     —Lo siento mucho, jefe — Se disculpaba el hombre que seguía de rodillas—, lo siento mucho, joven Tae Hyung. De haber sabido que era usted nunca lo hubiera golpeado o maltratado. ¡Por favor, perdóneme, señor!

     —Jefe... ¿ya G-Dragon no es su Idol favorito? —preguntó Trueno, mientras tocaba la pantalla de su celular.

     —¡Cállate tonto! —gritó el jefe malhumorado—. No prestes atención a sus palabras, tú eres mi único favorito —agregó, dirigiéndose al estudiante esa vez.

     —¿A sí?, ¿y dónde queda Psy entonces? —preguntó esta vez Trueno, parándose al lado del castaño y rodeando sus hombros con su brazo izquierdo para luego levantar el celular con su mano libre y sonreír mirando hacia el dispositivo.

     —Si, ¿dónde queda Psy? —repetía aquella pregunta Rayo, quien se había puesto de pie y se encontraba acomodándose al otro lado de Tae Hyung para también salir en las fotos.

     —Deberías ser más respetuoso. ¿Cómo pretendes tomarte una selfie con mi Idol favorito después de hacerle hecho una pelota en la cabeza con tu tubo? —reprochaba el jefe al de voz rasposa, mientras lo empujaba para tomar su lugar—. Yo soy quien debe salir en las fotos.

     —Ninguno de ustedes debería, jefe —acotó Trueno, haciendo una seña con la boca a su jefe para que se retirara.

     —¿Ah sí?, dame ese teléfono. No hay ninguna razón para decir que yo no tengo derecho.

     —¡Claro que sí la hay! ¿Acaso no fue usted quien lo empujo y lo tiró al suelo? —le recordó Rayo.

     —Si, y también fue usted quien hace un rato lo llamó maldita basura, jefe —apoyó Trueno.

     Mientras ellos seguían discutiendo, yo no dejaba de mirar al chico, impresionada por la calma con la que soportaba el nuevo comportamiento de esos tres.

     Cuando el joven notó que no se cansarían de discutir, les dijo que podía tomarse todas las selfies que quieran, con una condición: Dedicar sus vidas a algo más productivo para la sociedad. Por un momento lo pensaron y luego accedieron con otra condición: Que Tae Hyung formara parte de su grupo de chat. El muchacho levantó su mano derecha, que luego fue estrechada por la del jefe.

     —Hecho, pero recuerden que les daré seguimiento y sabré si me están mintiendo —accedió el muchacho con apariencia ridículamente hermosa mientras sacudía la mano del jefe.

     —No se preocupe, siempre cumplimos lo que prometemos. ¿No quiere que lo llevemos al hospital para que le revisen el golpe?

     —No, no creo que eso sea necesario —respondió Tae Hyung sonriendo tenuemente, mientras formaba una equis con sus antebrazos y negaba con la cabeza.

     —Entonces, por favor, ponga su número aquí, Tae Hyung-ah —pidió Trueno tratando de sonreír dulcemente, mientras le entregaba su celular al muchacho con su mano derecha, y se rascaba su cabeza rapada con la izquierda.

     —¡Listo! Ha sido increíble conocerlos, Trueno, Rayo y jefe.

     Los tres hombres de negro reían y se carcajeaban con energía, mientras desfilaban para darle un abrazo de despedida al estudiante. Luego se disculparon brevemente conmigo y como si no hubiera pasado nada, salieron del negocio tranquilamente, dejándonos solos al castaño y a mí. Yo solo me quedé mirando como la puerta quedó abierta de par en par después que los sujetos se habían ido.

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