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IV

El caballo se encuentra cabalgando hasta llegar al pueblo, Todos gritaron al verlo correr sin un rumbo marcado hasta que llegó a la casa del pelirrojo.

El mencionado al verlo llegar agitado se alarmó al no ver a su padre sobre el lomo del animal.

—¡Phillipe!—El peruano se acercó con miedo acariciando al caballo para que se calmara.

—¿Que pasó, Donde esta Papá?, llevame con él—El chico subió en el lomo del caballo para ir con prisa a donde estaba el hombre.

El peruano llegó a el bosque gritando en nombre de su padre obviamente sin recibir respuesta, el chico se veía asustado, no quería perder a su padre.

La nieve empezó a caer, al peruano no le importó hasta encontrar las cosas de su padre, estaban totalmente destruidas.

Cabalgó por otro rato más hasta encontrarse con el castillo que anteriormente se había visto, el peruano bajo del caballo, el pelirrojo recogió un palo del suelo para tener algo con que defenderse.

El chico entró al castillo con mucho cuidado, no había nadie, caminó llamando a su padre.

—Mira Austria, un bello muchacho—Mencionó en forma de susurro la voz con un tono francés visto anteriormente.

—Si ya ví que es un muchacho, perdí las manos no los ojos—Mencionó el reloj de forma irónica por las cosas que decía su amigo.

—Y si es el indicado?, ¿El que romperá el hechizo?—Se preguntó el candelabro cuando el chico volteo haciendo que ambos se callarán.

—¿Quien dijo eso?—El pelirrojo miro a todos lados buscando una persona empuñando su arma.
—¿Quien anda ahí?—se percató de los objetos hasta escuchar la voz de su padre ya que había tosido, el chico al escucharlo tomó el candelabro en sus manos dispuesto a ir por su padre.

Subió por las escaleras llamando a su padre, su respuesta solo eran tosidos que salían de la boca de la boca del hombre.

—¿¡Papá, eres tú!?—Pregunto hasta ver a su padre dejando el candelabro cerca de la celda en la que tenían encerrado al español.

—Perú...¿Como diste conmigo?...—Pregunto el español sin recibir respuesta tomando las manos de su propio padre.

—Están heladas, ¡te sacaré de aquí!—El español se negó por el bienestar de su propio hijo mientras sostenía sus manos.

—Perú debes irte, huye, este castillo tiene vida. Ahora escapa o va a atraparte—Mencionó de forma apresurada dejando confundido al muchacho.

—¿Quien?—Pregunto cuando un rugido sonó en la habitación haciendo que el chico empuñara el palo que llevaba consigo.—¿Quien está ahí?—Mencionó de forma desafiante. —¿QUIEN ERES TÚ?—.

—¿Quien eres tú?—Pregunto una voz grave pero grotesca, pero eso no le provocó miedo a el chico.

—¡Eh venido por mi padre!—La voz de la que provenía una persona aterradora se iba acercando.

—Tu padre, es un ladrón—Dijo provocando la ira del muchacho que estaba listo para soltarle un golpe a la criatura.

—¡No lo es!—Gritó.

—Se robó una Rosa....—Dijo de forma sombría haciendo que el peruano se sienta arrepentido por la petición que le hizo a su padre anteriormente.

—¡Yo quería la Rosa, Castigame a mi no a él!—Gritó nuevamente haciendo que el español se negara nuevamente sujetándose de los barrotes que lo contenían.

—¡No Perú, su condena es para siempre!, ¡Parece que es lo que recibes en este lugar por cortar una flor!—El peruano se veía contenido por su ira, la condena que le dió a su padre no tiene sentido alguno.

—¿Cadena perpetúa por una Rosa?—La bestia salto a pocos metros del muchacho mientras se escondía en la oscuridad.

—Recibí una condena eterna por una, yo voy a encerrarlo solamente...ahora...¿Aún quieres tomar el lugar de tu padre?—Dijo calmando el tono siniestro que tenía anteriormente por la presencia del muchacho.

—Camina hacia la Luz...—la criatura miro hacia otro lado haciendo que el peruano tome el candelabro acercando este a la cara de la criatura.

Al verlo a el rostro el peruano se sorprendió un poco para que la bestia dijera lo siguiente.

—Escoge—El muchacho Miró a la celda en la que estaba su propio padre, no quería perderlo.

—No voy a permitir que lo hagas Perú, Perdí a tu madre, no voy a perderte también, ahora vete ¡YA!—Grito el hombre mientras el peruano se veía deprimido.

—Claro papá así lo haré...—El peruano miro a la bestia con miedo.

—Quiero un minuto a solas con él—La bestia se giro molesto por la propuesta del muchacho por lo cual este le habló enfadado. —Tu corazón es tan cruel que no dejarás que un Hijo besé a su Padre?, para siempre puede esperar un minuto—El chico encerrado en la bestia se acercó abriendo la celda en la que tenía al español mirando al muchacho.

—Cuando se cierre esta reja, no se abrirá nunca—La reja se abrió haciendo que el peruano se adentre en la celda a abrazar a su padre.

—Hubiera ido contigo...—Mencionó entre sollozos mientras el español se separaba del abrazo.

—No, Perú escúchame, ahora hazlo, vive tu vida...y olvidame—El peruano corrigió entre sollozos mientras lo miraba a los ojos.

—¿Olvidarte?, todo lo que soy es por ti, todo...—

El español colocó su mano en la mejilla de su hijo para mirarlo con un par de lágrimas en sus ojos.

—Te quiero Perú, No hay porque temer—La sonrisa de aliento que se formó en la cara del español hizo que el peruano aceptara todo.

—También te quiero Papá, no voy a temer—Ambos se abrazaron en un aura de melancolía. —Y lograré escapar, lo prometo...—El español al darse cuenta de lo que su dijo su hijo ya era tarde, el español fue empujado de ahí quedando fuera de la celda.

—Tomaste su puesto...—Dijo confundido acercándose a la celda viendo al muchacho.

—Es mi padre...—

—Es un tonto, igual que tú—La bestia se llevó al hombre arrastrando, el pobre chico imploraba que no lo lastime mientras el español se iba gritando que volvería por él, dejando al chico en un mar de lágrimas.


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