
-ℂ𝕒𝕡í𝕥𝕦𝕝𝕠 𝟛-
—LÍMITES DE RUSHKA.
CORTE OTOÑO 🍁
El ruido del mercado era ensordecedor para un chico de dieciséis y una niña de trece años que corrían en busca de todos los víveres que les pidió su madre. Shouyo estaba tranquilo, debido a su condición como Omega se sentía más seguro cuando su hermana menor —quien es una Alfa— iba con él, a pesar de ser menor su fuerza era mayor a la de un Alfa hombre, era bien sabido que las mujeres Alfa eran más aterradoras.
—Te gusta cuando estoy contigo, ¿verdad hermanito?— preguntó la pequeña mientras se aferraba a su brazo.
—Obviamente, me gusta salir contigo, independientemente de mi instinto— Natsu se había tomado el atrevimiento de cuidarlo siempre que iban solos a un lugar fuera de casa.
—Claro, porque no hay nadie más fuerte que yo— canturreo orgullosa. Mientras Shouyo se concentraba en aprender más, su hermana se enfocaba en las artes marciales y combate. Su padre había pertenecido al ejército hace ya varios años y se encargó de que su hija menor fuera de armas tomar.
—Te equivocas— rompió la ilusión de su hermana—. Un Alfa Fae es más fuerte que tú y que yo juntos— su hermana bufó.
—Odio eso— declaró—. Ya es difícil aprender la historia y anatomía de los humanos para también tener que aprender sobre los malditos Faes— Shouyo sonrió.
—Es sencillo, en cada raza el Alfa es el más fuerte y entre ellos son más fuertes las mujeres. Sin embargo entre las razas el Fae es más poderoso que los humanos, sin importar el segundo género— ambos hermanos suspiraron.
—El mundo es cruel— dijo Natsu con seguridad.
—Siempre ha sido de ese modo— le dio la razón Shouyo—. Vamos Natsu, debemos llegar a casa rápido.
Ambos pelirrojos siguieron corriendo atravesando los bullicios del mercado y tratando de no empujar a la gente que se atravesaba y estorbaba en su camino. Entre gritos y risas habían crecido, como humanos débiles y tontos, pero libres, no le rendían cuentas a nadie salvo a su estúpido Rey, pero desde que el Omega humano vivía en los muros del palacio el pueblo pudo empatizar con su gobernante. Aunque seguía siendo un idiota para todos.
Siguieron corriendo hasta atravesar el mar de gente que se aglomeraba en las entradas y salidas de las calles, era el único y más grande mercado del pueblo, así que nunca lo encontrarías vacío.
—Woh, lo siento, señor— fue lo que dijo Natsu en cuanto chocó con un Alfa vestido completamente de negro y cabello castaño atado en un moño alto.
—En realidad fue mi culpa, no vi por donde caminaba, disculpa señorita— hizo una pequeña reverencia como modo de disculpa y a Natsu le pareció muy educado y correcto.
—¡Natsu! Te dije que no te ale... jarás— Shouyo guardó silencio en cuanto vio al Alfa frente a él, sus instintos le decían que debía salir huyendo de ahí—. Debemos irnos.
—Pero hermano no ocurrió, ¿verdad señor?— preguntó muy tranquila la pelirroja. El castaño se puso nervioso.
—No, claro que no— respondió encogiéndose de hombros—. De todas maneras fue mi error no haberme fijado.
—Agradecemos sus disculpas— dijo Shouyo sonriente—. Pero debemos irnos, Natsu.
—Pero hermano...
—¡He dicho que no!— vociferó y dejó salir sus feromonas alertando a su hermana y al Alfa frente a él, se había dado cuenta de que era un Omega a pesar de ocultar su aroma y collar—. Vámonos— le susurró a la pelirroja.
—Mil disculpas por lo ocasionado— dijo la Alfa al hombre, ambos hermanos se alejaron con corriendo con dirección a su casa. El instinto del Omega decía que debía salir huyendo y el de su hermana que debía protegerlo.
Las cosas perecían mejorar en la tarde, la fonda se llenó de gente y los Hinata iban atendiendo a todos los comensales que acudían en el local. Como era un local pequeño pero bien abastecido de las mejores comidas siempre había que esperar por una mesa, aunque había gente que no le importaba compartir mesa con alguien más.
—¡Sale sopa de cebolla!— habló fuerte y claro la Beta que trabajaba en la cocina junto a la madre de los Hinata. Natsu fue por ella hasta la barra de madera donde estaba el plato para después llevarlo a la mesa correspondiente.
Shouyo era todo sonrisas y diversión, resplandecía como siempre y atendía a todos en el local de manera amable, rara vez se encontraba con clientes irrespetuosos, pero cuando lo hacía el escándalo no tardaba en llegar.
El pelirrojo llevaba los restos de una mesa en una charola para enviarlo a la cocina y que pudieran lavarlo, cuando sintió que fue golpeado en su trasero. Fue como si el mundo se detuviera en ese mismo instante, los ojos de toda le gente lo veían directo a él, y el estúpido Alfa tras él sonreía orgulloso entre toda su bruma de alcohol.
—¿Tam- también haces mandados... zorra?— un golpe con la charola se estampó en su cara.
—¡¿Cómo se atreve a hablarme de ese modo?!— preguntó colérico—. Esta es la propiedad de mi familia, ¡¿Acaso no sabe quién lo está atendiendo?!— El Alfa se levantó del lugar luciendo de forma intimidante para el Omega que estaba reacio en su lugar.
—¿Y por qué pondrían a un Omega a atender?— al parecer lo borracho se esfumó, o sólo fingía estarlo para poder tocarlo sin salir herido—. Los Omegas sólo son una máquina para parir bebés y complacernos en el sexo a nosotros los Alfas— el sonido de una escopeta cuando le quitas el seguro se escuchó en el lugar.
—Nosotros tampoco queremos un problema—el Alfa de cabellos rojos como la sangre y ojos verdes tenía apuntando el arma en el otro—. Discúlpate con mi hijo y lárgate de aquí, no serás bienvenido nunca más.
—Debería darte vergüenza tener un hijo Omega— dijo muy alegre el Alfa—. Debe ser difícil tener que escucharlo gemir y llorar por sus celos— un disparo pasó rosando la oreja del Alfa.
—No me hagas disparar nuevamente porque la próxima vez no fallaré, esto sólo fue una advertencia— ni muerto iban a llevarse a su hijo.
—Me voy— declaró con las manos en alto—. Pero que te quede claro, tú hijo algún día será mío.
Esas palabras se quedarían grabadas en su mente para siempre.
—PALACIO AUTUMNAL.
CORTE DE OTOÑO 🍁
Las mañanas en el palacio eran su parte favorita del día, el levantarse temprano y vestirse con las ropas y telas caras era algo a lo que aún no se acostumbraba. Esa mañana le pidieron que visitara los aposentos de la Reina Madre y no podía hacerla esperar.
Alisó los pliegues inexistentes del vestido que llevaba puesto, era una regla establecida en el Harem que los miembros de este portarían ropa atrayente, por eso es que al ser hombre llevaba uno y no cualquiera, uno que dejara a la vista su condición de Omega como si de la joya más valiosa se tratase. Ceñido al cuerpo de un hermoso color negro con aberturas en ambos laterales de las piernas, sin mangas pero con unos gruesos tirantes semi transparentes que cubrían su cuello y escote.
Salió de las habitaciones del Harem y se encaminó hasta los aposentos de la mujer Omega. La madre de Daichi era una Fae muy hermosa, de largos cabellos caramelos, ojos marrones y piel blanca, algo que poseían esta bella especie era la supuesta inmortalidad y eterna juventud.
—¿Quería verme Valide Sanyasi?— se reverenció ante ella.
—Shinsuke- Hatun, bienvenido seas— dijo de manera elegante—. Estoy consciente de que has cumplido dieciocho años, ¿no es así?
—Es correcto— asintió el de cabellos grises—. ¿A qué debo el honor de que sepa mi cumpleaños?— preguntó.
—Llegaste muy joven a este lugar, hace tres años tengo entendido.
—Así es, fue su majestad el que me trajo— sonrió al recordar el día que lo salvó.
—Debo advertirte algo— declaró fríamente—. Si no das le das un príncipe a mi hijo yo misma me encargaré de echarte del palacio— Shinsuke mantuvo su mirada en alto y su postura erguida, no se dejaría amedrentar.
—Soy un Omega, lo que significa que soy altamente fértil.
—Y aún así no has podido quedar en cinta— dijo sorbiendo de su taza de té.
—Debe saber su majestad, que nuestro Rey me trajo al palacio cuando aún era un príncipe y no a su castillo en Beauregard, eso quiere decir que yo no pertenecía al Harem de su majestad— la de cabellos caramelos elevó sus cejas como si se enterara de la noticia del año.
—¿Entonces qué haces aquí?— preguntó burlonamente—. Me queda claro que pertenecías al Harem de mi difunto esposo.
—Corrección, era un criado de este palacio. Jamás fui tocado por el difunto Rey, su majestad lo sabe muy bien, él dio la orden de que nadie podría tocarme— intentaba, claro que lo intentaba pero esa mujer era un maldito dolor de cabeza que siempre buscaba cualquier excusa para echarlo del palacio.
—No cometas ningún error, Shinsuke— siseo—. O no verás la luz del día nunca más. Ahora retírate, no quiero ver tu rostro— el Omega no sonrió ni mostró expresión, sólo asintió y reverenció a la madre del gobernante para abandonar la elegante habitación.
Fuera del pasillo lo esperaba su fiel amigo Ōmimi; un antiguo Alfa que había sido convertido a Delta para poder trabajar en el palacio, lo que cierto es que al igual que Shinsuke él era un esclavo.
—Vámonos— el platinado avanzó con el Delta detrás de él, sus feromonas mostraban su evidente molestia, ¿cómo se le ocurrío mencionar a la Reina que fue amante del antiguo Rey? Él era virgen e inexperto cuando estuvo con Daichi la primera vez, en cuanto su amado ascendió al trono pidió estrictamente pasara la noche con él y jamás volvieron a estar separados, ya hacía un año de eso.
Un pequeño cuerpo chocó contra él; de cabellos castaños al igual que sus ojos a juego con una piel extremadamente blanca.
—Hola— saludó el niño de manera alegre.
—Alteza, ¿qué está haciendo por estos pasillos?— preguntó al hijo del hombre que amaba.
—Vine a ver a mi abuela— Shinsuke sonrió al mismo tiempo que se agachaba para hablar con él—. Mi padre y mi madre están almorzando juntos.
—Me alegra escuchar eso.
—A mí también. No me gusta que mi madre esté triste— admitió.
—¿Y cómo sabes que lo está?— preguntó.
—Ella llora todas las noches, me dice que alguien más está con papá y que lo roba de nuestro lado— dijo molesto.
—Me imagino que si— enunció firme.
—Pero eso no importa, si yo ordeno que se vaya esa persona lo hará.
—¿Y cómo estás seguro de ello?
—Porque soy el príncipe y este es mi castillo y yo mando— no había duda de que era hijo de Michimiya.
—¡Cariño!— la voz cantarina de la mujer lo hizo levantarse—. ¡¿Qué demonios haces con hijo ramera idiota?!— expresó con molestia.
—No deberías hablar tan despectivamente frente al príncipe, le podrías enseñar malos modales— manifestó a la Kadin.
—Es mi hijo y tú un simple criado, deberías tener cuidado con como me hablas.
—Puede que tengas razón, soy sólo un criado pero yo no obedezco tus órdenes, en todo caso sólo obedezco las órdenes de su majestad porque le pertenezco a él.
—Ten más cuidado Hatun, tienes enfrente a una Kadin y madre del único príncipe de este palacio— vociferó con rabia—. Llévense a mi hijo— ordenó a las criadas que la acompañaban.
—No olvido mi posición su excelencia, porque mi lugar es con su majestad, por algo soy el Omega del Rey, he llevado ese título desde antes de que se convirtiera en Rey.
—Estás mintiendo— susurró entrecortada.
—¿Acaso no se pregunta qué hacía su majestad una vez al mes en este palacio? Venía a verme, a estar conmigo, puede preguntarle si lo desea.
—¡Eres una zorra!
—Shinsuke- Hatun— la voz de una Alfa pelinegra interrumpió a la castaña—. Su majestad pidió verlo de inmediato.
—Iré a verlo enseguida— afirmó seriamente—. Un placer hablar con usted, su excelencia— se despidió secamente de la Beta hasta poder alejarse de ella.
Siguió a Shimizu hasta el despacho que utilizaba el Rey para los asuntos del estado, en la puerta había dos guardias que resguardaban la llegada de intrusos.
Dejaron que el Omega entrara solo y vio al moreno detrás del escritorio con un montón de papeles desperdigados en ello.
—Su majestad— saludó haciendo una venia perfecta.
—Shinsuke, ven aquí— extendió su mano al Omega y lo sentó en su regazo—. ¿Cómo estás el día de hoy?
—Bien— contestó serio.
—Tu aroma me dice lo contrario— malditas feromonas—. ¿Quién te hizo molestar?
—Fui a ver a nuestra Reina Madre.
—¿Por tu voluntad?
—Ella me mando a llamar. Insinuó que me echaría del palacio y...
—¡¿Cómo se atreve a decirte eso?!— interrumpió en un grito que hizo que Shinsuke se levantara de sus piernas—. ¡Ennoshita!— un guardia de corto cabello oscuro y piel nívea entró al despacho.
—Majestad— saludó seriamente.
—Llama a la Reina Madre, que venga de inmediato a mi oficina— exclamó molesto.
—No tienes que hacer un escándalo, Daichi— dijo suavemente el Omega.
—El mundo debe de entender que eres lo más valioso que me dio la tierra— sus manos acariciaban lentamente las mejillas del platinado—. Nadie podrá tocarte, mucho menos lastimarte, de eso me haré cargo yo. Ahora ve a tus aposentos, hablaré con mi madre al respecto, llévate las fotografías que envío Asahi, tú escogerás al Omega.
—¿Dejarás una decisión importante en mis manos?— preguntó sorprendido al ver las cinco fotografías de diferentes Omegas.
—Cariño, yo dejaría mi reino a tus pies si eso te hiciera feliz— Shinsuke sonrió en cuanto los labios de Daichi besaron su frente, sabía que era verdad, el Alfa dejaría todo y derrumbaría el mundo si eso lo hiciera feliz.
El platinado dejó la habitación y se encaminó hasta los aposentos donde dormía, hacía tiempo que no convivía con las criadas del Harem, prácticamente vivía en las habitaciones de Daichi.
Se dejó caer en la cama y observó las fotografías de los Omegas que tenían en la mira, todos eran jóvenes y le recordaban a él.
Recordaba el día que lo salvaron.
Corría y corría tan rápido como sus pies se lo permitían, había pasado por demasiadas torturas y habían magullado su cuerpo, estuvieron a punto de violarlo múltiples veces, pero siempre ocurría algo que impedía que lo hicieran.
Escuchaba los cascos y relinchos de los caballos tras él, era injusto que lo obligasen a ir a pie y los malditos Faes fueran a caballo.
Una raíz de un árbol lo hizo tropezar y caer en la tierra, sus manos estaban callosas, sus rodillas con sangre y sus ojos no dejaban de llorar.
—¿La zorra ha dejado de correr?— la voz de uno de sus captores se escuchó—. ¿Al fin está dispuesta a que lo tomen?
—Por favor... déjenme ir, se los ruego— una mano fue a estrellarse a su rostro.
—Lo único por lo que rogarás es por mí verga, maldita puta— un golpe más fue a parar a su blanquecino rostro rompiendo su labio—. Te ves tan bonito con sangre en tu cuerpo— era bien sabido que la sangre de los Omegas era un afrodisiaco para los Alfas, su aroma se concentraba más en ese líquido rojo que corría por sus venas.
—Mátenme— imploró—. Prefiero morir a vivir como un esclavo sexual.
—Claro que lo haremos, pero antes nos servirás a todos— sus ropas fueron arrancadas y las risas de otros tres Alfas se escuchó en sus oídos—. Y bien, ¿cómo lo tomaremos? ¿De uno en uno? ¿Los cuatro? ¿O prefieres de dos en dos?
—Quizás aguanta a los cuatro juntos— se burló otro.
—O quizás prefiera matarlos antes de que lo toquen— una quinta voz se unió a las sugerencias, pero sus aromas decían que eran dos Alfas los que habían llegado.
—¿Quién demonios eres tú?— el Alfa más viejo preguntó.
—Más respeto, imbécil. Tienes frente a ti al Príncipe del Otoño— el Alfa de cabello largo habló y el miedo de los demás se empezó a filtrar por el aire.
—Es mentira, tú no puedes ser el príncipe— reclamó un captor.
—Me da igual si me crees o no, es injusto lo que están haciendo con este pobre Omega— Shinsuke tenía su mirada enfocada en el suelo y sus lágrimas caían en él. Pudo notar como fue envuelto en una capa de terciopelo terracota con una cálida piel de alce sobre su cuello—. ¿Estás bien?— preguntó el Alfa. Cabello color caoba y corto, brillantes ojos marrones y de piel bronceada, era demasiado apuesto que lo dejó sin palabras y sólo pudo asentir.
No supo qué pasó después, sólo supo que estaba en un caballo con el Príncipe del Otoño a su espalda y siendo rodeado por sus brazos.
—Gra- Gracias... alteza— atinó a decir en un susurró que el castaño escuchó muy bien.
—Es un placer, y puedes decirme Daichi, no hay problema con eso— le dijo sonriendo.
—No quiero ser irrespetuoso.
—No es un falta de respeto si yo te doy permiso, además hace mucho que nadie me llama por mi nombre— supo que le decía la verdad al ver que sus ojos reflejaban nostalgia.
—Está bien, Daichi— susurró y el Príncipe creyó oírlo cantar, como si esa fuese la voz de la musa más hermosa de toda la tierra.
—¿Cuál es tu nombre?— le preguntó.
—No lo recuerdo— dijo con tristeza—. Puedes llamarme Kita.
—¿Kita? ¿Es ese tu apellido?
—Tampoco lo recuerdo, ese nombre venía en un pequeño dije en mi cuello, pero ellos me lo quitaron— sus ojos ámbar comenzaron a llenarse de lágrimas, Daichi soltó sus feromonas para intentar calmarlo, cosa que funcionó.
Lo dejó en el palacio de su padre, no lo llevó con él. En el palacio lo acogieron como criado acatando las órdenes del príncipe.
—Que nadie lo toque, si me llego a enterar que alguien abuso de él, lo mataré— el Rey obedeció las órdenes de su hijo, era la primera vez que lo veía así y por eso se empeñó en esconderlo de su esposa.
Cada mes el príncipe visitaba al Omega y le traía regalos; la mayoría eran telas con las feromonas del Alfa y él las aceptaba porque lo trataba muy bien. Sin darse cuenta habían iniciado un cortejo.
—Está vez te tengo un regalo distinto.
—¿Qué es?— preguntó con el ceño fruncido. Daichi le mostró una hoja tamaño carta y una fotografía donde se podía ver al Omega siendo apenas un niño, después de ver la foto puso su atención en el trozo de papel. Era un registro de nacimiento.
—Shinsuke— el Omega empezó a llorar—. Tu nombre es Shinsuke Kita, eras el hijo de un mercader y agricultor de arroz de la Corte Primavera.
—Llevó un año viviendo aquí— susurró.
—Y en todo ese año no deje de buscar tu nombre, necesitaba saber quién eras para poder entregarte a tu familia— por alguna razón el platinado sintió temor.
—¿Me llevarás a casa?— preguntó entrecortado.
—Si eso es lo que quieres— por alguna razón el Alfa también desprendía tristeza en su aroma.
—Quiero verlos, quiero saber como están— Daichi besó los nudillos de sus manos.
—Partiremos de inmediato.
Fue un viaje demasiado largo hasta la Corte Primavera, fueron cerca de tres meses para saber la terrible noticia. La familia Kita había sido masacrada por mercenarios.
El Omega no pudo llorar, no recordaba exactamente cuando fue que dejó de verlos, no recordaba quién lo arrancó de sus brazos, sólo recordaba una frase que le dijeron antes de que decidieran no matarlo. "Larga vida a los Nigromantes."
—¿Puedo quedarme contigo?— le preguntó al castaño.
—Si esa es tu decisión, puedes quedarte para siempre.
Ya había pasado cerca de año y medio de ello.
—Mi amor— la voz del moreno lo trajo de vuelta a la realidad. Besó sus labios de manera efusiva y tiró de él hasta el colchón—. ¿Has decidido ya?
—Por supuesto— dijo sonriente y le mostró la fotografía—. Él.
—¿Estás seguro de tu decisión? Me acabo de enterar que ya tiene un Omega hombre de cabellos blancos en su Harem.
—Bueno, pues ahora tendrá uno pelirrojo— afirmó decidido—. Quiero que Shouyo Hinata sea el Omega de la Corte Noche, ese será nuestro regalo.
Investigando a fondo me di cuenta que existen los llamados "DELTA", se menciona que son Alfas sometidos por Alfas, lo cuál me servirá mucho y altere un poco.
En esta historia los "Deltas" efectivamente fueron Alfas que actualmente están sometidos a otros Alfas, esto se logró con medidas de tortura como arrancar sus colmillos, castrarlos y evitar la expulsión de feromonas mediante magia y cirugía. Su papel es ser los guardias del Harem, principalmente de las concubinas y favoritas. Esto es porque a pesar de obedecer las órdenes de otro Alfa siguen poseyendo la fuerza de uno, brindando seguridad en caso de no estar alguien presente.
Gracias por leer y nos vemos hasta la siguiente actualización, empezarán a ser más lentas debido a la escuela, pero saldrán.
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