-ℂ𝕒𝕡í𝕥𝕦𝕝𝕠 𝟚𝟝-
—PALACIO KAHTA.
CORTE DE PRIMAVERA 🌸
Meses después
Las cuerdas vocales son los órganos más valiosos para toda criatura en la tierra, especialmente para los Faes. En las primeras canciones se relata cómo es que los antiguos reyes de antaño engañaban a los humanos y los traían a su reino, cazaban con ellos, pero en lugar de invitados eran las presas.
La habitación estaba sumida en histeria, las mujeres caminaban con toallas como accesorios en las manos, algunas parecían tener sangre en ellas, las cubetas de agua entraban llenas y se iban llenas.
En el pasillo dos Alfas estaban a la espera del gran suceso, el momento donde un Omega trae a un nuevo ser al mundo.
— ¡Ya no puedo más! —El grito desgarró en su garganta y pudo jurar que rompió los tímpanos de los presentes.
— ¡Puje su alteza, puje! —Exigió una de las matronas.
— ¡No puedo hacerlo de pie, idiota! —No era propio que el Omega maldijera, pero debido a la situación tendía a molestarse y tratar mal a quien solo quería ayudar.
En el pasillo detrás de la puerta dos Alfas esperaban a las noticias, uno estaba más nervioso que el otro, sus nudillos se volvían blancos por la fuerza.
—No tienes que comportarte así —regañó Matsukawa—, no es correcto.
—Su alteza está sufriendo mucho —susurró Iwaizumi—. Deberíamos estar con él.
—El padre del niño debería estar dentro —interrumpió—. Nosotros no somos el padre.
—Mattsun, por favor —rogó el Alfa de ojos verdes—. Suga está...
— Su alteza Koushi Oikawa —enunció recalcando el apellido del Omega—, estará bien, ya ha hecho esto antes.
—Y también ha perdido antes. —Expresó—. No dejaré que vuelva a perder a su hijo, no otra vez.
— ¡¡Maldición!! —El gritó del Omega alteró los nervios de ambos Alfas. La puerta se abrió y el doctor salió por ella, su rostro se miraba frustrado, compungido y expresión de pocos amigos.
—Mi Lord —saludó el Beta—. Tenemos una decisión importante que tomar. —Los nervios florecieron en Iwaizumi, una sensación horrible brotó en su pecho—. El bebé se niega a abandonar el cuerpo de su madre, el trabajo de parto no progresa, tendremos que realizar una operación.
— ¿Operación?
—Hay muchas dificultades con esto, mi Lord, podría ocasionar un desgarre en los canales de la matriz. —El tiempo estaba corriendo de forma rápida, lenta, tortuosa—. Tenemos que decidir ahora, de no hacerlo podría perderlos a ambos.
— ¿Qué es lo que opina su alteza? —Preguntó Matsukawa.
— ¡No van a decidir! —El Omega salió de la habitación a pasos lentos y con su mano sobándose el vientre—. Es mi cuerpo... no van a decidir eso.
— ¡Su alteza, corre riesgo de morir! —Exclamó el doctor.
— ¡No lo harán! No dejaré que Hajime decida por mí. —Gesticuló.
— ¿Entiendes lo que quiere decir muerte, Suga? —Preguntó el moreno con todo el dolor del mundo.
—Esa no es tu decisión... es mía ¡Es de mi marido! —Gritó—. Sólo él podría decidir... sólo él me ama como para saber lo que quiero... Tooru no querría que yo muriera...
—Por eso es que debemos operarlo alteza...
— ¡Ni tampoco su hijo! —Se exasperó—. Usted nos salvará a ambos, es una orden.
—Pero alteza...
— ¡Cállate! Nos salvarás a ambos.
—Hagan lo que pide su alteza —ordenó Iwaizumi.
—Pero mi Lord. —Las rodillas del Omega flaquearon, el Alfa apenas pudo sostenerlo y logró acomodarlo en sus brazos.
— ¡Hagan lo que se ordenó! —Iwaizumi entró a la habitación con el Omega en brazos, las matronas miraban con asombro la presencia del moreno, sabían de la ausencia del príncipe y la confianza que profesaba al Alfa de ojos verdes. ¿Pero que presenciara el parto de la princesa?—. ¡¡Muévanse, no han hecho nada!!
—Está decisión es incorrecta, mi Lord —se quejó él Beta.
—Lo incorrecto es que nuestra princesa muera en el parto —habló Iwaizumi—. Usted salvará a ambos, de lo contrario desatare maldiciones que perseguirán a toda su familia en esta y en sus siguientes vidas. —El hombre tragó en seco y asintió a la amenaza explícita.
Debía traer a un bebé al mundo sin perder a la madre.
—PALACIO DE SHADOWING
CORTE NOCHE 🌑
El olfato es uno de los sentidos mas importantes para cualquier ser vivo, nos advierte cuando algo está podrido, nos avisa cuando algo será delicioso y por supuesto nos motiva a querer probar algo desconocido. Es el sentido que conecta a los demás de una forma metafórica y nos ayuda recordar la nostalgia del pasado.
Por ello la ausencia de este lo alertó.
Sus oídos captaron como el agua era exprimida de un pedazo de tela, el tacto de sus palmas le hicieron saber que estaba en una superficie blanda y cómoda, su vista casi se lastimaba por los rayos de sol.
Una mujer de corto cabello rojizo esparció la tela fresca por su rostro y la dejó mayor tiempo en su frente.
— ¿Quién eres? —Fue lo primero que le preguntó Hinata.
—Por fin despiertas. —Shouyo se sentó en el sofá donde estaba acostado, miró con recelo a la mujer. Vestía de forma elegante; vestido blanco ceñido a su pecho y falda suelta, su cuello llevaba unas perlas de oro que atraían la mirada en el escote en V—. Creí que dormirías para siempre.
—Ren, deja de jugarle bromas. —La voz sonaba dulce y muy tranquila, pero su presencia y su aroma era imponente. Hinata giró su rostro, vio al Alfa sentado en el sofá de en frente.
Las botas lustradas brillaban, su ropa era elegante, desde lo largo de su gabardina hasta el listón que amarraba su cabello, sus ojos eran de forma almendrada y celestes como su cabello, todo él le era muy familiar.
—Usted es el padre del Zar —susurró Hinata.
—Lord Yasuo Kuroko, Markiis de Stavarna. —Respondió el Alfa.
—Es el esposo del príncipe.
—Tal parece que ese es mi mayor logro —se burló de si mismo.
—He escuchado que es un buen gobernante y dirige la mitad de la flota naval de su majestad. —El Alfa sonrió complacido.
— ¿Qué hacías con el príncipe dorniense? —Cuestionó directamente—. No deberías estar con él a solas.
—Él llegó al invernadero donde estaba, yo no le pedí vernos. —Aclaró.
—Alfas. —Susurró la pelirroja con recelo—. Siempre queriendo ser los mejores en todo.
—Ren. —Regañó el peli celeste—. Disculpa a mi sobrina, rara vez piensa antes de hablar. —La mujer dio un golpe en el hombro del mayor—. La cuido porque se lo prometí a mi hermano cuando fallecieron él y su esposa hace algunos años.
—De no ser por eso no me mantendría con vida —siguió la dama.
—No le hagas caso —pidió—. Es como una hija para mí. —La mujer sonrió orgullosa, tal parece que le gustaba la aprobación y adulación.
—Creí que llegaría antes —mencionó el Omega.
—Hubo complicaciones en el viaje.
—Toma esto. —La mujer pelirroja le extendió una taza de té humeante y apariencia blancuzca—. Es un té inhibidor, te ayudará a controlar tus feromonas.
—Creí que no podría hacerme daño.
—No puedo hacerte daño —respondió el Markiis—. Pero es una falta de respeto que expulses tus feromonas frente a un Alfa casado, mi esposo me mataría.
—De eso no tengo dudas —se burló Hinata a pesar de la seriedad del mayor—. Lo siento.
—Ronin es algo... —guardó silencio en busca de una palabra adecuada—. Intenso —se decantó por esa palabra al final—. Es un Omega capaz de hacer cualquier cosa, sin importar el costo, su mayor defecto es esa virtud. A veces me da miedo lo que pueda llegar hacer. No le importa nada, ni nadie, logra dominar los lugares donde esté. Incluso a mí.
—Habla de él como si fuese Rey. —Le dijo Hinata.
—Es que alguna vez pudo serlo, no por nada lo llaman el Rey que nunca fue.
La falda se ondeaba al son de sus pasos, sus manos arreglaban sus mangas intentando transmitir una imagen etérea, aunque siempre se lograría.
Los guardias se inclinaron con respeto ante el príncipe después de indicarle que el Rey estaba ocupado con el concejo privado.
El sonido de las puertas abrirse, el aroma de los Alfas y sus caras molestas, algo no había ido bien adentro del salón.
—Su alteza —se inclinaron ante él todos los presentes.
—Mis Lords —les saludó—. ¿Su majestad está dentro?
—Está algo molesto. —Respondió Romero—. No acepta nuestros consejos.
—Yo tampoco lo haría sí lo hacen mal —respondió el Omega encogiéndose de hombros—. Sus ideas suelen ser precipitadas y fuera de lugar.
—Ese es nuestro papel —respondió el Hirugami mayor—. Aconsejar a su majestad aún cuando nuestras ideas no son bienvenidas, para eso le pedimos oír nuestras palabras.
—Alfas necios que acusan a los Omegas sin razón aparente, ¿cuando entenderán que los segundos son quienes manipulan a los primeros?
—Ha dicho palabras sabias, su alteza —habló el Alfa de cabellos ondulados—. Espero su majestad lo comprenda. —El príncipe asintió y entró a la habitación plagada de papeles en la mesa, su sobrino estaba a la cabeza de todo, expectante a lo que pudiera pasar.
No era inesperado, un joven de veintiún años que tuvo muy poca preparación para ser Rey no es una cosa que se vea todos los días. La cruda verdad es que nadie nace para convertirse en Rey, es un oficio que se aprende en el momento.
—Su majestad. —Aún así, Tobio tenía las cualidades perfectas para ser un Rey.
—Príncipe —saludó el Alfa—. ¿Qué lo trae por aquí? —Ronin se acercó lentamente hasta sentarse a su lado, acarició sus manos enguantadas y dejó salir un pesado suspiro.
—Vi a tus consejeros salir molestos —habló—. Asumo que no les gustó la decisión que tomaste.
—Ellos creen que matar a Mahoro es lo mejor. —Respondió en voz baja.
— ¿Y tú no lo crees así? —Preguntó ante la mirada de asco que le dedicó.
—Es mi sobrina, mi sangre, no planeo matarla. —Respondió—. Mahoro será declarada legítima y siendo así será mi heredera al trono.
—Igual que todos los antiguos Reyes y tú padre. —Dijo entre dientes.
— ¿Perdón?
—Las palabras de tu padre sonaban "No quiero matar a nadie, Ronin" "Eres mi hermano, Ronin" "Naciste antes que yo, la corona es tuya" —recordó—. Y años más tarde empezaron a sonar como "Yo soy el gran Alfa de Shadowing, el hijo mayor de Kazuyo Kageyama." ¿Sabes cuantas guerras gané por él? ¿Cuántas personas asesiné por el bien de su trono?
— ¿A qué quieres llegar, tío? —El príncipe lo miró a los ojos, sabía que con ello podría sentenciarlo a muerte.
—Dales lo que quieren. —Su sobrino lo miró con evidente odio en sus pupilas—. Estás cometiendo un gran error, el aire comenzará a oler a sangre en cuanto Mahoro sea declarada legítima. Tus súbditos vendrán a matarte.
— ¿Y quién los apoyará, tú? —Cuestionó—. Nada de eso pasará, yo soy el Rey.
— ¡Cualquier hombre que deba decir yo soy el Rey no es un verdadero Rey! Y es una lección que ya deberías haber aprendido. —El príncipe se levantó y estampó sus manos en la mesa, no sabía si estaba frente al Rey o frente a su sobrino—. Traerás males a esta corte de ser declarada legítima.
—Estás molesto porque tu corona fue negada, tío. —Manifestó encarándolo—. El Rey que nunca fue, es así como te conoce el pueblo, un Rey sin corona.
—Al contrario de lo que te han hecho creer, jamás me interesó esa bonita corona que descansa sobre tu cabeza, Tobio. Yo tomo mis propias decisiones. No formo parte de la línea de sucesión puesto que soy Omega, aún cuando le llevo un mes de diferencia a tu difunto padre.
»Escúchame —rogó—. Si coronas a Mahoro, dividirás el reino, los Lords se levantarán en armas en tu contra.
—Es sola una niña —escupió con hastío.
—Una niña es fácil de manipular —le contestó su tío—. Es menor de edad y de volverla la legítima el trono le pertenece a ella pues es su padre quién debía ser Rey, no tú. ¿Qué harás si resulta ser Alfa, ah? Apuesto a que no habías pensado en eso. ¿Qué harás si su madre decide ponerle a fin a esta dinastía?
—Haru no haría eso —negó—. Haru es bueno, él amaba a Daisuke.
—Ahí está respuesta, Tobio. —Observó—. Amor, la magia más poderosa de todas, la respuesta que nos lleva a cometer locuras. —Los nervios invadieron el cuerpo del Rey, Haru era un Omega que podría ser inestable.
— ¿Y qué sugieres? —Le preguntó.
—No puedo hacerte cambiar de opinión, Corona a la niña, hazla legítima. Pero aléjala de su madre, enciérrala, que viva con nosotros en este palacio o envíala lejos en el exilio.
—No puedo hacer eso.
—Ten un hijo entonces, embaraza a tantos Omegas como puedas, asegura tu dinastía —sugirió—. Podrías empezar con ese Omega pelirrojo que tienes.
—Hinata no llevará a mis hijos, no si no lo desea.
—Das mucho crédito a las palabras de un Omega, igual que tu hermano Ritsuka, por eso es que Tohru murió, por eso sus hijos murieron.
—Hay una cosa que aún no entiendes, príncipe Ronin. —Anunció—. Yo no soy mi padre, jamás seré como él.
—Y estoy seguro de ello, querido sobrino —el Omega se acercó hasta acariciar los pómulos del Alfa—. Has perdido tanto tiempo en no parecerte a tu padre que olvidaste un insignificante detalle, cada día te pareces más a ella. A tu madre. —Susurró en su oído.
El Alfa tomó al Omega por las muñecas y lo lanzó directamente a la mesa, no sin antes recibir un puñetazo en la cara por parte del Omega, los guardias entraron alertas en la disputa de ambos, el rostro del Rey albergaba un odio profundo hacia su tío.
—Su majestad —habló uno de sus guardias.
—Lárguense —ordenó.
— ¿Cómo osa a golpear al Rey? —Preguntó con molestia el soldado.
—No estoy golpeando al Rey, educo a mi sobrino. —Logró ponerse de pie y en dos pasos estuvo encarando al Alfa—. Si quieres coronar a la niña, adelante, no te detendré, pero si el reino comienza a sangrar te haría bien tenerme de tu lado, después de todo, es mi esposo quien comanda a la mitad de su ejército, majestad. —Ronin se alejó molesto no sin antes hacer una venia perfecta para mostrar su respeto.
Kageyama lo miró irse con sus pasos decididos, quizás su decisión era la incorrecta, pero no iba a retractarse de ella. Los Reyes saben cuando retirarse de batalla, y éste no era uno de esos momentos.
— ¡Es un estúpido! —La puerta se abrió abruptamente llegando a golpear las paredes de la habitación.
—Te lo dije. —Ronin estaba molesto, se le notaba en su cara, llena de ligeros rasguños—. ¿Sucedió algo mi amor?
—Es un idiota —escupió sin darse cuenta a quién respondió. Fue entonces que se percató del aroma familiar, el Alfa estaba tranquilo en el sofá individual, su barbilla descansando en su mano—. ¡Mi amor! —El Omega se dejó caer con efusividad en las piernas de su amante y robó el aire de sus labios, las manos del Alfa acariciaron la cintura del Omega, situación incómoda ante los otros presentes.
Hinata se aclaró la garganta ante sus muestras de afecto, las cuales podían ir subiendo de tono y él no quería presenciar.
—Si doy mucha molestia podría retirarme —susurró.
—Perdona a mi marido, es algo intenso —habló el peli celeste.
—Nada de intenso, Yasuo, es lo normal entre nosotros. —Aclaró. Su nariz se arrugó segundos después, y entendía el porqué la presencia del Omega—. ¿Olvidaste de nuevo tu celo?
—Aún no me acostumbro —admitió—. Sigo siendo irregular.
—Necesitas ir a tu habitación y encerrarte bajo llave, al ser favorito del Rey podrían atacarte o pedir tu presencia ante él.
— ¡No quiero acostarme con él! —Expresó con nerviosismo.
—Ese es el sueño de toda concubina —dijo Yasuo—. Yacer con su majestad y que su hijo se convierta en Rey.
—No es mi sueño —habló Hinata—. Yo quiero volver a casa.
—Me recuerdas tanto a la Reina Zero —se burló el Alfa—. Ella era como tú cuando llegó a este palacio, joven, hermosa y humana.
— ¿La Reina alguna vez fue humana? —Yasuo asintió ante la pregunta del Omega.
—Era la Encarnación de la inocencia. Lastimosamente hizo lo que debía hacer para sobrevivir. Todos lo hacen —relató—. Deberías pedirle consejo alguna vez, quizás su historia pueda mostrarte el camino.
—Confío en que serás una excelente concubina para mi sobrino —insistía el Omega—. Si necesitas ayuda puedes pedírmela, y por favor aléjate de Handan. —Hinata asintió levemente ante la petición del Omega, quizás debía escuchar a todos y tomar lo que le convenía—. Una cosa más, no dejaré que vayas solo a tu cuarto.
El Omega trono sus dedos hasta que las puertas se abrieron y dejaron ver a un guardia que sobrepasaba los dos metros. Su espalda era ancha, su mentón afilado, y sus ojos y cabello castaño alborotado a excepción de llevar la nuca casi a rapa. Tenía todo el porte de un soldado; mirada suave, postura perfecta y regia. No llevaba armadura, vestía con chaqueta y pantalones negros con un dragón grabado en sus botones rojos.
—Quiero que aceptes este regalo como prueba de paz entre nosotros. —El muchacho miró a Hinata a los ojos—. Un Fae sirviendo a un humano, pero que gran espectáculo.
—Adivino, él será sus ojos y oídos en mi vida diaria —se burló el pelirrojo—. ¿También quiere saber cuando me acostaré con su majestad? —El príncipe rio a carcajada limpia.
—Él es Yudai Hyakuzawa, uno de los Deltas más leales a la familia Kuroko. Y ahora es tuyo. —Hinata parpadeó con asombro ante la posibilidad de tener un sirviente—. Me he dado cuenta que no posees uno, toda concubina importante para el Rey debe tenerlo pues son los guardaespaldas personales de sus amantes, además es necesario tener ojos y oídos en todas partes.
—No... no tengo uno —contó—. Pero... Kenma.
—Kenma le es leal a su Reina, no a ti, por mucho que duela esa situación. —Hinata asintió, era una verdad a medias que le gustaba ignorar, él consideraba a Kenma su amigo cercano.
Hinata abandonó los aposentos del Marqués con Hyakuzawa detrás de él, estaba a cinco pasos de su espalda, se detenía cuando él lo hacía y avanzaba a su par.
— ¿No es molesto mi aroma? —Le preguntó el pelirrojo.
—No puedo sentir su aroma, mi Lady —respondió—. Soy un Delta después de todo. —Había olvidado ese detalle.
— ¿Cómo fue que te convertiste? —Preguntó.
—La verdadera pregunta es por qué. —Divagó—. Soy viudo, estuve enlazado hace mucho mi Lady, años más tarde perdí a mi Omega. Jamás pude recuperarme del todo, no tenía caso tener otro Omega cuando ya había conocido lo que es el amor, pero aún así lo intenté y me condené.
»Cuando pude encontrar un Omega que me amase cause la ira de la Omega más adinerada de mi pueblo, así que hizo creerles a todos que la viole. El castigo o la justicia que hacemos los humanos cuando los Faes no escuchan es tomarla nosotros, elegir sentencia. Intentaron castrarme, matarme. Lograron sólo la mitad después de todo. —Se burló de su mismo—. Vagué por los pueblos antes de conocer a Lord Kuroko, él me ofreció servirle y yo acepté gustoso.
—Eres un Fae —dijo Hinata.
—Siempre lo fui. —Respondió.
— ¿Por qué no usar tu magia en contra de los que te lastimaron? —El Delta sonrió complacido.
—Eso me haría igual a ellos, y yo no soy así, no soy humano. —Entonces Hinata comprendió el porqué los Glishkarj del mito los odiaban, los humanos estaban corrompidos, no eran los hijos del pecado que las Iglesias retrataban; ellos eran el pecado y su tierra era el infierno.
Llegó hasta sus habitaciones y se dejó caer en el mullido colchón, necesitaba descansar y ser mimado, odiaba sus periodos de celo ahora que no estaba en casa. Antes lo cuidaban mucho, si madre hacía sus comidas favoritas y su padre lo ayudaba a fabricar un nido con las prendas de sus seres queridos, ahora esas acciones sólo vivian en su memoria.
Los sonidos de la puerta llamaron su atención interrumpiendo su sueño, ni siquiera supo cuándo se quedó dormido. El cielo se teñía de rojo y naranja, las nubes parecían derretirse por los rayos de sol.
—Lamento despertarte. —El Rey se acercó a una distancia prudente del Omega, toda su habitación tenía ese aroma dulce a peonias y nectarinas, era atrayente y deseable cuál costoso perfume.
—Creo que dormí muchas horas —gesticuló mientras bostezaba—. En fin, ¿qué hace aquí? Y no me diga que está es su casa, porque esta es mi habitación, usted me la dio. —El Alfa sonrió levemente, definitivamente ese Omega iba a matarlo.
—Me dijeron que estás en celo.
—No me acostaré con usted. —Lo interrumpió.
—No vine a acostarme contigo, idiota. —Por un momento Hinata se mostró ofendido, ese estúpido se atrevió a llamarlo idiota—. Te traje esto. —El Alfa le tendió una chaqueta negra con plumas bordadas en hilos de plata.
— ¿Para qué querría una chaqueta? —Preguntó.
—Espero no te ofendas, pero los Omegas suelen necesitar prendas con los aromas de sus seres cercanos, es parte de sus dinámicas. —Hinata frunció el ceño, sabía mejor que nadie las dinámicas de los Omegas, pero que el Rey le dejase su chaqueta era extraño.
—Usted y yo no somos cercanos. —Evadió.
—No, pero soy el único Alfa que te ha tratado medianamente bien. —Una vez Hinata tenía fruncidos sus labios en un mohín, como si la duda aflorara en su interior—. No es necesario que la uses, no estás obligado.
—La tomaré —interrumpió dejándolo con la palabra en la boca—. Pero estaré demasiado ofendido porque pienso que me ha tomado por un Omega débil.
—No creo que seas un Omega débil —admitió—. No cualquiera se enfrenta a un Fae cuerpo a cuerpo. —El pelirrojo sonrió a medias—. Lamento lo de tu herida.
—No es nada, ha habido peores humillaciones. —susurró.
—Cuando termine tu celo, por favor ven a hablar conmigo.
— ¿Su majestad me extraña? —Preguntó con burla al Alfa.
—No. —Le respondió sin tapujos—. Pero quiero hablar sobre mi sobrina. —Hinata permaneció en silencio y asintió a su petición, ya imaginaba la respuesta a su problema.
—Cualquiera que sea su decisión, será la correcta, majestad. —Anunció—. Es sólo una niña y usted es el Rey.
—Si, si lo soy de hecho —habló nervioso—. Como sea, gracias por escuchar.
—Y a usted por confiar. —El Alfa abandonó la habitación del Omega, usó todo el autocontrol que tenía para evitar asustarlo.
Jamás lo tocaría, por mucho que le generara curiosidad, no lo haría.
No se acostaría con él.
—PALACIO KAHTA.
CORTE DE PRIMAVERA 🌸
Apenas el caballo estuvo frente a las escaleras de su palacio bajó de un salto, la preocupación se respiraba en todo él, poniendo en alerta a todos los sirvientes.
Necesitaba verlo, necesitaba ver a su esposo, quería ver a su pequeño bebé.
—Su alteza. —La voz del Alfa Dominante lo llamó.
— ¿Qué sucede, Iwaizumi —lo llamó por su nombre, no por esos motes burlescos que solía usar.
—Lo están esperando —respondió.
—Por supuesto, mi esposo y mi bebé llevan días esperándome.
—No me refiero a ellos, yo habló de...
—Señor Oikawa. —La voz de una mujer interrumpió a Hajime. La Alfa rubia habló suavemente y su sola presencia crispó los nervios del castaño—. Acompáñeme.
—Miren nada más. Un sirviente dándome órdenes en mi propio palacio. ¿Qué haces aquí, Saeko? —Cuestionó molesto.
—Lord Sugawara desea hablar con usted. —Oikawa pasó saliva ante la mención del nombre, quizás si esposo debía esperar un momento más.
Siguió a la Alfa hasta su propio despacho, maldita sea, que atrevimiento el suyo. Se sentía como un intruso en su propio palacio desde su llegada. Las puertas estaban cerradas a la espera del ultimátum. ¿Qué sería esta vez?
—Está dentro. —Le dijo Saeko.
— ¿Sabes de quiere hablar? —Preguntó.
—Lo mismo de siempre. —Mencionó—. Usted lo sabe, mi señor.
—Mierda. —Susurró. La puerta se abrió y parecía que el olor a miedo fue infundido.
Sentado en su sofá favorito, con las piernas cruzadas y las manos en sobre su rodilla estaba su peor pesadilla. Vestido de blanco y camisa morada, su gargantilla de púas resaltaba en su cuello, el cabello platinado y desordenado era un recuerdo constante del parentesco.
—Bienvenido sea mi Lord —saludó al Alfa Dominante que tomaba su lugar.
—Gracias por recibirme en tu casa, Oikawa, me alegra mucho estar aquí. —Sus ojos de amatista no decían lo mismo, en ellos se reflejaba odio infinito.
— ¿A qué debo el honor de su visita? —Le preguntó, estaba a punto de sentarse en el sillón frente a él, pero el Alfa lo detuvo y pidió qué siguiera de pie.
—Es obvio, el nacimiento de mi nieto es una gran noticia, además debo verificar la salud de mi hijo. —Nieto. Así que dio a luz a un niño, Koushi lo bendijo con un príncipe—. Y a recordarte tu parte del trato.
—No voy a cumplir tal cláusula, ya se lo dije antes. No voy a divorciarme de mi Omega.
—Firmaste un acuerdo, Oikawa.—El Alfa dejó tal contrato en la mesa para que el castaño lo tomara—. En cuanto mi hijo de a luz a tu príncipe y heredero lo dejarías libre. Mi hijo te ha dado dos príncipes, dos varones. ¿No crees que ya es hora de que me lo devuelvas?
—Eso debió pensarlo antes de casarlo conmigo. —El platinado se levantó mostrando su poder que sólo su postura emanaba, Oikawa había olvidado lo alto que era su suegro, llegaba a medir casi los dos metros.
—Como tarde, mañana por la mañana me llevaré a mi hijo de vuelta a nuestro hogar y no volverás a verlo por lo que resta de tu vida. —Anunció—. Quiero sus pertenencias empacadas al igual que las de mi nietos.
—Sí usted se lleva a mis hijos o a mi esposo tenga por seguro que lo mataré, no me importa iniciar una guerra muy bien justificada pues estará secuestrando a tres miembros de la familia real de Iskarjal. No creo que quiera hacer quedar en mal a la familia de su esposa, sería una vergüenza que una Princesa Sawamura no soportaría, mucho menos su sobrino. —El Sugawara mayor comenzó a reírse.
— ¿Crees que necesito el permiso de su majestad para aplastarte? No olvides con quien te casaste, Oikawa, yo comando al ejército de su majestad y su flota naval, aún así sólo necesito a mis ejército para derrotarte, podría incluso matar a tu padre y colocar a mi nieto en el trono si quisiera.
—No lo haría, jamás podría porque Koushi lo odiará y lo único que tenemos en común usted y yo es que amamos a ese Omega más que a nuestra propia vida.
—Koushi es mi hijo y tú lo has dañado como nadie en esta vida, su peor decisión fue casarse contigo.
—Recuerdo muy bien su primera visita a mi corte, mi Lord. Recuerdo a su hijo de rodillas llorándole por permitirle divorciarse de mí, y también recuerdo su respuesta. "No te divorciarás, esta fue tu decisión y asumirás las consecuencias."
»Ese día Koushi lloró como nunca pues el Alfa que más ha amado le negó por primera vez algo. No es un secreto que si mi esposo le pide el mundo usted se lo dará, así como tampoco es secreto que si él le pide que ignore esa cláusula usted lo hará, porque ama a su hijo, tanto como lo hago yo. —Sostuvo el contrato entre sus manos, sus ojos viajaron a la firma con la tinta ya desgastada y rompió la hoja de papel en pedazos—. Primero muerto antes de abandonarlo.
—Eso se puede arreglar y lo sabes.
—Por supuesto que lo se, sí he de morir para proteger a los que amo, lo haré. Estoy dispuesto a aceptar mi destino, pero no me alejare del Omega que tanta felicidad me ha dado y sí tener hijos varones es mi karma por firmar ese estúpido acuerdo los aceptare porque son mis hijos. No sabe los años que llevo deseando que sea una niña, de esa forma tendré más tiempo con él a mi lado.
El Alfa mayor lo miró con lastima, lo miró con odio y en su rostro se veía una determinación inquebrantable.
Maldito sea Tooru Oikawa.
Maldito sea su yerno.
Maldito sea por arrebatarle a su bebé de su hogar y maldito sea porque tienen más en común de lo que parece y le recordaba a su juventud.
—Mañana me llevaré a mi hijo y nietos de aquí, quiero sus cosas empacadas. Es una orden. —El Alfa abandonó el despacho dejando solo al Príncipe. Conocía a su suegro, sus amenazas no eran en vano, no por nada lo conocían como el mismísimo Helheim en su reino. Aún se preguntaba cómo una mujer tan dulce como la princesa desposaría a alguien tan vil y arrogante como él.
La sonrisa de Oikawa no aparentaba miedo, en absoluto, sino que mezclaba el orgullo con la maldad. Su mente comenzó a idear un plan para retener a su familia.
Hasta ahora lo había captado, si los rumores eran ciertos, él era el karma de Lord Sugawara.
¡Hola hola! ¿Hay gente con vida aún? Espero que si.
Una vez más traigo actualización, llena de drama, suspenso y más dudas que respuestas, pero estas serán encontradas más adelante.
Moría porque conocieran al padre de Sugawara, no lo odien, les juro que hace todo por una razón muy lógica.
El capítulo no quedó tan largo como esperaba, pero me parece suficiente.
Gracias por leer y pido disculpas por la ortografía, seguro se me fue uno que otro error. También pido perdón porque mis separadores puede que no se vean, desconozco porque no se ven en mi celular. 😩😭
Tenkius y nos vemos luego. ❤️✨
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