Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

-ℂ𝕒𝕡í𝕥𝕦𝕝𝕠 𝟚𝟚-

—PALACIO DE SHADOWING
CORTE NOCHE 🌑

Las agujas y últimos detalles de su vestuario fueron confeccionados esa misma mañana, las plumas de Plata bordadas en el jubón de terciopelo negro resaltaban con la blancura de su piel, el cinturón enmarcaba y dividía su torso, los guantes de cuero ocultaban las marcas de sus antepasados. Ojalá jamás se diesen cuenta de ellas.

—Está listo, majestad —habló el sastre.

—Gracias —contestó en voz baja. Uno de sus lacayos entregó la corona de Plata y obsidianas que usaba, era la única joya que necesitaba para adornar su presencia.

Salió de su habitación y se encaminó hasta el gran salón, las puertas estaban cerradas y el grabado de los cuervos juntos. La tensión se respiraba en el ambiente y parecía acompañado del olor de la sangre. Cuando las puertas se abrieron vio al Concejo y su Corte a los lados de la sala. Su familia lucía altiva y orgullosa, a excepción de su madre que destilaba el odio más profundo.

Tomó asiento en el trono en medio del salón, frente al vitral de nebulosas y estrellas. Su cabeza le dolía y la sensación de un mal presentimiento no lo abandonaba.

—Pongo mis manos en ti mi señora —rezó al cielo.

— ¡Atención, su Alteza Real el príncipe Atsumu Miya de Dorne! —La estúpida pomposidad del Alfa extranjero hizo que le doliera la cabeza, las trompetas que sonaban lo aturdieron.

El rubio se veía regio y mostraba una mirada arrogante, la hipocresía se respiraba en el aire y Tobio no sabía cuánto aguantaría más.

—Me honra que me hayas invitado, a tu humilde palacio —habló el rubio informalmente.

—Su llegada no era esperada, pero no evitaríamos tratarlo como se merece, alteza —replicó.

—Me cuesta tratarte superior a mí, por mucho tiempo fuimos casi iguales, y mírate ahora, eres un Rey, sobreviviste. Daisuke estaría orgulloso. —El Alfa pelinegro sintió el aroma de su madre; estaba agrio y mostraba su molestia ante la mención de su primogénito. Inhaló profundo para soltar el estrés que cargaba hasta percatarse de las notas dulces.

Atsumu.

Sabía bien que el Alfa poseía un aroma dulzón a comparación de otros de su condición, pero el aroma frutal no era suyo, era de alguien más.

—Nos alegra que recuerde a nuestro Príncipe como el gran hombre que fue —se escuchó la voz de la mujer mayor—. Que la Diosa Luna lo tenga en su santa gloria.

—Amén —respondió el rubio mirando a la mujer fijamente—. Usted es la Reina Handan —la mujer asintió sonriente—. ¿Como no iba a serlo? Los juglares cantan sobre usted, los cuenta libros narran de su belleza eterna.

—Me halaga que un noble Príncipe sepa de mí.

—Al contrario, me es un honor conocerla. —Atsumu miró entonces a la mujer pálida de ondas lilas, sus vestimentas de colores oscuros la hacían ver más blanca de lo que ya era—. Usted deber Valide Zero, la Reina Madre.

—Bienvenido sea su alteza —contestó de mala manera—. Esperemos disfrute su estancia en nuestra Corte.

—Gracias por sus buenos deseos. —Aunque en el fondo no tenían nada de buenos—. Esperamos mucho para que nos recogieran, Tobio, debes mejorar tus tiempos. —La mirada del Rey se mostraba más seria de lo común, más de lo que recordaba.

—Mil disculpas, el viento les favoreció después de todo. —Las puertas se abrieron dejando pasar al Alfa rubio, su mirada sombría y el ceño fruncido delataban que algo estaba mal. Tsukishima miró a su Rey y una sola inclinación de su cabeza bastó para saber la verdad. La sospecha estaba confirmada.

Peonías y nectarina.

—Tienes una caravana enorme, debo decir —habló el azabache—. Tan grande como tu orgullo.

Ardiendo con intensidad, es nuestro lema después de todo —canturreó orgulloso.

— ¿La espada que sostiene ese caballero es tuya? —Señaló la segunda hoja que colgaba de la cadera de Suna.

Solaria, una hoja maravillosa con un filo excelente.

—Majestad... —Habló la Reina Madre en cuanto su hijo se levantó del trono y se acercó hasta el Alfa de ojos verdes. Sin temor ni vergüenza tomó la espada entre sus manos; era un trabajo excepcional, de peso ligero, metales preciosos y un mango cubierto de antiguas escrituras.

Acarició la hoja con sus dedos cubiertos de cuero, los detalles parecían más de una obra de arte que de un arma, al menos estaba hecha de un duro acero. El Rey tomó la espada con su derecha y balanceó hacia un lado de forma sorpresiva. El escudero cuyo nombre e importancia no era relevante para su príncipe o alguien más, yacía en el suelo decapitado, manchando el suelo blanco de un rojo brillante.

—Tienes razón, es una hoja bastante afilada —se burló el pelinegro y miró directamente al de ojos pardos—. La ley es la ley, podrás ser inmune por esta ocasión y es por eso que uno de los tuyos ocupó tu lugar. —Kageyama extendió la espada al rubio y éste la tomó con cautela, la sangre de un ser que no recordaba envolvía la hoja—. Si vuelves a tocar algo que me pertenece no responderé ante tal acto. Atente a las consecuencias.

—Si usted lo cree así, majestad. —Respondió con ironía.

—Kunimi.

—Majestad —le respondió el Omega de cabellos negros y ojos cansados.

—Lleva a su alteza hasta sus aposentos, que se instale y vaya a mi despacho, quiero hablar con él a solas.

—Como desee, majestad. —El Omega llevó al príncipe hasta las habitaciones elegidas para él, su séquito permaneció en las más cercanas, pero le gustaba estar con ellos al menos por este momento.

Estaba tan ensimismado que no se dio cuenta, el aroma pasó desapercibido para él, pero no para los demás. Prácticamente había marcado al Omega de alguien más.

—Atsumu —la voz de Suna lo trajo de vuelta a la realidad. No lo llamó por su título sino por su nombre, dejando en claro que todo rastro de formalidad desapareció—. ¿Estás bien?

—Si, estoy bien —mintió el rubio—. Tendré que conseguirte un nuevo escudero.

—No hay problema con ello —dijo el castaño.

—Ese Omega de antes —habló el peli azul—. ¿Es el Omega que mencionó Suna? —Atsumu permaneció callado, la tristeza se notaba en su mirada.

—Si, si es él.

—Qué cruel es el destino —se lamentó Aomine—. Pensaste que jamás lo volverías a ver, y ahora lo encuentras aquí. —Una risa amarga brotó de la garganta del rubio, su sonrisa se volvió socarrona, su mirada oscura y en los ojos de Suna gobernaba la duda.

—Así que se volvió una de prostituta de la realeza —nuevamente una carcajada se escuchó en la habitación, la ansiedad, el miedo y la inseguridad. Muchas emociones nublaron su buen juicio—. Pero que conveniente, de haberlo sabido lo habría raptado yo mismo.

—Negarle la libertad a alguien no está bien —dijo Suna—. Tú no eres tu padre.

—No, pero puedo hacer uso de su buen nombre, nadie va a impedírmelo.

—No importa —interrumpió el moreno—, no puedes tocarlo, ni siquiera puedes verlo, es contra la ley.

—Los Alfas se ponen idiotas cuando encuentran algo que poseer. —Escupio el rubio.

—Si, y también se vuelven estúpidos cuando les quitan algo que nunca fue suyo. —Se burlo el castaño—. Como sea, estoy seguro que no quiso venir aquí, nadie quiere ser separado de su hogar.

—Todos los Omegas son iguales, al final se enamoran de las joyas y el dinero que hay en estos lugares.

—Mejor cállate, no te soporto —pidió el de ojos verdes—. Arréglate, apestas a la fragancia de esa concubina.

Atsumu guardo silencio ante las represalias de su mejor amigo, obedeció inmediatamente y fue hasta el cuarto de baño. Restregó la esponja hasta que su piel estuviera roja, unto jabón hasta tres veces y se deshizo del aroma dulzón del Omega en cuestión. Maldita sea la suerte con la que se cargaba, por primera vez deseo algo con su corazón y una vez mas era arrebatado por alguien. Ya no lo soportaba, ya muchas cosas le habían sido negadas por la voluntad de los dioses, como si ellos escribiesen su destino y no fuera el dueño de sus decisiones, una vez más la Diosa Luna se burlaba de él, una vez más le negó una pequeña felicidad.

Más tarde tocaron a su puerta y Suna recibió al hombre rubio que los enfrentó. Ojos apagados y cansados, piel blanca y cabellos bicolores, ya no vestía pantalones sino un vestido negro y un corsé.

—Vaya, vaya ¿Qué tenemos aquí? —Canturreó el Alfa.

—He venido por órdenes de su majestad, solicita su presencia en su despacho.

— ¿Matará a otro de mis sirvientes? —El teñido sonrió ante la pregunta—. ¿O quizá quiera matarme a mí?

—No está en su palacio, alteza —recriminó el muchacho—. Si osa a desobedecer al Rey habrá graves consecuencias.

—Asqueroso Beta, ¿Cómo te atreves a ofender al príncipe? —Siseó el castaño.

— ¿Cómo se atreve a tocar al Omega del
Rey? —Preguntó el teñido—. A mí me parece que estamos a mano.

Atsumu no replicó, siguió al hombre afeminado hasta la habitación donde se encontraba el Rey. Por un momento deseo desaparecer, no quería estar ahí, por primera vez en su vida quería huir.

El tiempo parecía correr lentamente las palabras de Tobio no llegaron hasta su cerebro, no fueron procesadas al ver al Omega frente a él. No era el Omega libre que recordaba, no era el muchacho que conoció en la Corte Otoño; aquel que vestía con ropa desaliñada y alborotados cabellos naranjas, estaba cubierto de joyas y ligero rubor, sus ropas eran femeninas y costosas.

Su sueño de primavera se convertía en la pesadilla de invierno al escuchar sus palabras.

—Mi nombre es Shouyo, Shouyo Hinata, el favorito del Rey Tobio.

—La Diosa Luna al fin te dio algo bueno —dijo el rubio con burla—. Dime, humano, ¿qué se siente que tu vida al fin valga algo?

—Es muy gratificante, alteza —respondió cantarín—. Nada me ha sido negado desde que llegué.

—Escuche que trajiste regalos —interrumpió el Rey la conversación—. Me sorprende lo caritativo que puedas llegar a ser.

—El Rey Haruka insistió, tal parece que busca agradar a su futura nuera —se jactó orgulloso.

—Es una pena que no la encontrará en esta Corte —se compadeció el Rey—. No entregaría la mano de la princesa a alguien como tú.

—Gracias a la Diosa Luna estamos de acuerdo en algo —celebró—. Aún así, haré el intento. —Atsumu descubrió el lienzo tras él, un cuadro se extendía ante los ojos de los demás. Pero unos llamaron su atención.

Hinata miró el cuadro tintado de sombras rojas, el escenario parecía apocalíptico, cuerpos mutilados en el suelo, espadas levantadas y fuego incendiando todo a su paso. Reconoció el lugar como lo anteriormente llamado Puerto de Alcorde, cerca de los límites de Calorman.

El Rojo Amanecer —susurró.

— ¿Disculpa? —Cuestionó el príncipe.

—El cuadro. Está retratando la caída del imperio Nigromante —contó—. ¿Lo pintó un artesano para usted?

—En realidad lo hice yo —respondió con voz suave.

—Es usted muy talentoso —halagó.

—Más sorprendente que un humano sepa de historia Fae, después de todo no tienen acceso a la educación.

Ole vait või sa kahetsed seda. — «Cállate o la lamentarás.» Dijo el Rey.

Ma juba kahetsen, et olen siin. — «Ya me arrepiento de estar aquí.» Le dijo el príncipe.

—Hinata —lo llamó el azabache en un susurro—. Ve a la cocina y pide que te entreguen lo que ordené.

—Como diga. —El Omega tuvo que salir del despacho, su cabeza le dolía demasiado, se sentía mareado, necesitaba aire para respirar.

— ¿Dónde lo conociste? —Cuestionó el teñido al pelirrojo.

—No lo recuerdo —mintió—. Pero desde luego fue antes de venir aquí.

— ¿Entonces lo conociste en tu pueblo?

—Estuve en muchos lugares, Kenma —respondió encogiéndose de hombros—. La verdad es que, no recuerdo mucho de él.

—Ve a la cocina y después ve a descansar. La recepción para la Corte Día empezará a las seis de la tarde, el festival dará inicio mañana, tendremos muchas visitas en este palacio —gruñó con el ceño fruncido y voz cansada.

— ¿Quién más vendrá? —Preguntó.

—El primo de su majestad —susurró—. Cuando la Reina Handan se entere estará molesta.

— ¿No pertenece a su sangre?

—Por supuesto que no, es de la sangre de la difunta Cennet Kadin, del Príncipe Ronin para ser exactos.

—Creí que no había más príncipes, se supone que los Kageyama son una familia de Alfas, ¿cómo es qué hay un príncipe que se le permitió vivir?

—El príncipe Ronin es Omega, el primer Omega en toda la dinastía. —Hinata se quedó helado ante tal confesión.

— ¿Cómo es este príncipe?

—Es inteligente, habla lengua común, feérico y circense, y otros más que se consideran extintos. Fanático del arte, está casado con el gobernador de Stavarna; el Markiis.

—Me interesa saber si se parece a todas las Reinas qué hay en este palacio —dijo con desdén—. No quiero tratar con personas que me odien.

—Déjame decirte esto, Shouyo. Hasta la misma Reina Handan le teme al príncipe Ronan.

Shouyo sentía curiosidad, desde que conocía a la Reina Handan le parecía que era una mujer de carácter y armas tomar, y el saber que tenía miedo de un Omega era una razón suficiente para querer conocerlo.

Su caminata hasta la cocina fue todo un caso, los sirvientes a su alrededor caminaban muy a prisa, parecían abejas revoloteando alrededor de un jardín con flores en plena primavera. Los cocineros estaban dando vueltas y vueltas, llevaban cosas de aquí para allá.

—Disculpen —llamó la atención de algunos, pero rápidamente lo ignoraron—. ¡¡Oigan!! —Gritó más alto está vez—. Su majestad me envía a recoger algo.

— ¿Shouyo, eres tú? —Esa voz, él conocía esa voz—. ¡Shouyo!

—Señora Cass —Hinata recibió el abrazo de la mujer gustoso, era reconfortante ver una cara de su pasado.

— ¡Mira cuanto has crecido! Estás hermoso –insistía la anciana—. Tu madre tuvo mucho razón.

— ¿Ha hablado con mi madre? —Preguntó esperanzado.

—Todos los días, ella nos dijo que te habías unido a un Alfa muy bueno.

— ¿Eso les dijo ella?

—Mencionó que te enamoraste, no parabas de decir qué querías unirte a ese Alfa. —Entonó con alegría—. Me alegro mucho por ti, encontrar a tu pareja puede ser la sensación más placentera del mundo, especialmente cuando parecen ser destinados.

—Los destinados no existen —susurró el Omega—. Es sólo una fantasía, un cuento de hadas para que buscar algo inexistente.

— ¿Y que acaso no es eso el destino? ¿Buscar algo inexistente hasta que lo presenciamos? Piensa que estás donde debes estar, y da gracias a la Diosa Luna por ello. —Hinata observó a la anciana, ésta sonrió feliz por la situación del pelirrojo, pero éste en cambio odiaba esa mentira—. Te preparé un postre, tu favorito.

— ¿Perdón? —Cass mostró el postre y lo dejó en la barra del mesón, la base harina horneada y crujiente, la capa de fresas derretidas y cubiertas de azúcar—. Crostata de fresas —susurró.

—El muchacho de cabellos negros la ordenó especialmente para ti —habló bajito—. Dijo que extrañabas tu hogar.

—Todos los días —susurró—, pienso en mi familia; mi padre, mi madre y en mi hermana. Creo que los abandoné. —La mujer suspiró pesadamente, con nostalgia en esa exhalación pesada de aire.

—Las cosas que hacemos por amor —musitó—. Las madres lo sabemos perfectamente, pasar hambre, luchar por la felicidad de nuestros hijos, incluso abandonarlos.

—No suena algo bonito lo último.

—Mi dulce niño, naciste en el verano, no conoces lo que es un pesado invierno. Las madres preferían ahogar a sus bebés antes que verlos morir de hambre, no las culpo. La noche es fría y alberga horrores. —Por alguna extraña razón Cass se miraba más anciana a los ojos de Hinata, sus arrugas se veían marcadas y piel cubierta de paño—. Todo eso terminará, llegará un día tras un largo verano en que las rosas florecerán y sus espinas nos cubrirán, sólo hay que elegir a quién servir.

—Fue suficiente —interrumpió Kenma—. Está doliéndome la cabeza, sólo veníamos por el postre. —Se quejó.

El príncipe que fue prometido viene de su sangre y suya es la canción de espinas y rosas.

—Vámonos ya —insistió el rubio.

—Muchas gracias por el postre —habló alegre el pelirrojo.

—Para mi querido príncipe lo que sea —dijo la mujer.

Kenma y Hinata habían salido de la cocina, los demás no se dieron cuenta de lo qué pasó, todos trabajando como marionetas. El lugar se llenó de oscuridad, las sombras emergían de los lugares más recónditos y el sol se ocultaba tras estas. Una figura alta, de hombros anchos y ojos iluminados por luz plateada se paró frente a ella.

—Hiciste todo lo que pedí, buen trabajo —le dijo el ente.

—Por favor, tenga piedad mi señor —exclamó la mujer—. Yo sólo quiero ir a casa.

—Irás a casa, tal y como lo deseas, serás bien recompensada —anunció—. Ahora dime quién es ese Omega que duerme conmigo en las noches.

—Usted debería saberlo, su majestad. ¿No es usted un descendiente de la mismísima Irene? —Se burló. Las sombras tangibles al tacto ahorcaron a la anciana, evitando que respirara.

— ¿Quién es él y cuál es su propósito?

—Soy... leal a los míos... soy quién cuida al jardín de mi Emperatriz... soy testigo que no hay nadie más importante que ella...

Emperatriz... la Rosa Cristal... —Musitó—. Hablas de la princesa imperial.

Emperatriz —se empecinó la mujer—. El trono es suyo por derecho propio, desde hace miles de años.

Podría matarte, si no me dices la verdad. —La anciana hincada en el suelo extendió sus brazos y entregó su cuello a la vista.

—Morir protegiendo a los míos, es la mayor prueba de lealtad. Mi vida es suya, mi corazón es suyo y mis poderes son de ella. Sepa que moriré sin un sólo grado de culpa. —La sombra del Rey invadió el cuerpo de la anciana y arrancó todo rastro de vida, dejándolo inerte en el suelo.

¡Köleler! —Habló fuerte y claro a los sirvientes hipnotizados—. Bu pisliği temizleyin. —Les pidió que limpiaran todo.

Y entonces la sombra desapareció.

La conversación que tuvo con Tobio le generó dolor de cabeza, parecía que su frente repiqueteaba y unas varillas de metal le atravesaban el craneo. Era un imbécil, ¿por qué creyó que lo encontraría libre? Los tonos naranjas le se iban de maravilla, resaltaban la blancura de piel y sus ojos marrones como los chocolates. Era una joya que jamás poseería.

Sus pensamientos parecían tragarlo vivo pues ni cuenta de las horas se dio. Lo obligaron a presentarse en la dichosa cena en el salón principal, una estúpida cena a la que no quería asistir. La mesa era encabezada por el Alfa azabache, a su derecha había un asiento libre al igual que a su izquierda donde la princesa ocupaba el segundo lugar, estaba claro cuál sería el suyo, pero él prefirió quedar frente a Miwa y a lado de la Reina madre.

—Alteza, es un honor que haya asistido —la Gran Reina Madre saludó efusivamente a lado de su nieta.

—Es un placer que usted me haya mandado a llamar, la cena parece ser deliciosa —respondió con galantería.

Observó a la princesa de Shadowing, era muy bonita y visualmente atractiva (no iba a negarlo), su rostro estaba bien definido y poseía una piel blanca que resaltaba sus ojos azul naval, ondas negras y mirada seria como la tranquila luz de Luna.

—Acércate entonces. —Atsumu ya estaba perdido mientras miraba a la mujer, pero fue el Omega quién lo hizo estabilizarse y traer calma a sus pensamientos. No importaba que vistiera; si vestía de colores vibrantes o tonos grises como el que llevaba entonces—. Podemos iniciar con la cena.

— ¿Es necesaria la presencia del Omega? —Preguntó la madre del Rey.

—Deja de ser una madre celosa, Zero —reprendió Handan—. Si mi nieto quiere traer su Omega a cenar puede hacerlo.

—No tengo problema con ello, lo tengo con el Alfa extranjero —respondió mirándolo de reojo.

—Le aseguro, su majestad, que sé respetar lo ajeno —respondió con sorna—. Especialmente cuando ya está usado.

—Ne kadar aptalca. —«Qué estúpido» dijo el Omega pelirrojo.

Boya beynine zarar vermiş. —«La pintura le dañó el cerebro» respondió el Alfa haciéndolo reír.

—Basta los dos —reprendió la Reina Handan.

—Es el deseo de su majestad que esté en esta mesa —compartió el Omega para los presentes—. Mi único propósito es hacerlo feliz, por eso estoy aquí.

—Si su majestad tiene un esclavo en la mesa, ¿podría invitar a uno? —Cuestionó el rubio.

—No es prudente —contestó el azabache.

—Le interesaría conocerlo —alegó—. Daiki Aomine, es uno de mis más leales soldados.

—Podría asistir —enunció el Omega—. Si su majestad lo desea, claro está.

—Claro que puede, el problema es mi tío Ronan, se lo tomaría como ofensa.

—Las ofensas me bastan y sobran —resonó una voz firme—. Estoy acostumbrado.

Aparentemente nadie se percató de las puertas abiertas, ni de las formalidades de la gente al ser anunciados, quizás Ronan se las pasó por alto porque detestaba eso o porque así llamaría más la atención. Hinata observó al príncipe de pies a cabeza, tan parecido a los Kageyama y tan distinto a la vez. Su cabello rizado, negro y ligeramente largo, su fleco cubría parte de su rostro, tenía el rostro afilado como cualquier Omega, sus ojos negros no poseían los tonos azulados de su familia y tenía la piel tan blanca como un fantasma. Vestía de forma elegante; con jubón saco y guantes blancos.

—Perdón su majestad. —El guardia con cabeza de nabo habló entre suspiros—. El príncipe, es muy rápido.

—No te preocupes, Kindaichi —respondió el Alfa.

—Es un honor verlo, majestad. —Hinata se sorprendió ante la belleza del Omega, era... extraña, de esas bellezas que encuentras una vez en cada generación.

La mujeres presentes tenían sentimientos encontrados; odio, alegría y desagrado.

—Perdón por venir sin avisar.

—Miya- san, me es un honor presentarte al Príncipe Ronin Kageyama, mi tío. —Anunció el azabache.

—Ya veo el parecido —susurró el rubio.

—Tío, él es el Atsumu Miya Príncipe de la Corte Día.

—Se quien es —dijo mientras tomaba asiento en una de las sillas—, aunque lo recuerdo en el suelo cuando entrenaban con espadas.

—Que extraño —interrumpió el Alfa—. Yo ni siquiera lo recuerdo.

—Por supuesto que no, pelee contra tu padre, no contigo.

— ¿Usted peleó con mi padre? —Preguntó.

—En torneos de justas, hace mucho tiempo —contestó encogiéndose de hombros—. Aunque yo prefiero recordar los días en Antigua. Dorne siempre peleo esas fronteras alegando que eran suyas, que estúpidos.

—Fueron tierras de la corona dorniense.

—Lo fueron, ya no lo son, fueron conquistadas por los de nuestra sangre —mencionó—. Clave un puñal en el abdomen de tu padre por decir que era una zorra, y al día siguiente doce de sus mejores soldados y otros miembros de su concejo estaban muertos.

—Por supuesto, los mató aquel que lleva como apellido el nombre de un Rey.

—Yasuo Kuroko —mencionó el Omega—, mi esposo. Me case con él después de ello.

—Y uno de los hombres más leales al reino —celebró Kageyama.

—Somos familia, debemos estar unidos aunque no todos lo seamos —insinuó mirando a la mujer de más edad—. ¿Cómo has estado Handan? ¿O cómo debería llamarte, Reina Madre o Reina Viuda? Aunque en esta época no serías ninguna, preferiría usar el Lady.

—Reina Handan es lo correcto —expresó—. Esté en un trono en un calabozo siempre seré la Gran Reina.

Por supuesto que si —se burló.

— ¿Y dónde has dejado a tu hijo? —Cuestionó la madre del Rey.

—Nos alcanzará en un día o dos, quiere estar aquí para el inicio del torneo y el Dualiko.

Hinata no dejaba de sentirse atrapado por el Omega frente a él, había visto a muchos Omegas, pero eran humanos, no Faes, Ronin ni siquiera era uno; siguiendo con la confesión de Kageyama estaba en presencia de un Omega original. Sus manos estaban escondidas por esos guantes blancos pero sin duda era para ocultar esos tatuajes que posiblemente llevaba.

—Tetsuya es un buen Omega, tan hermoso como su madre debo admitir —halago Zero—. Estoy segura que sus hijos lo serán también, mucho más si llevasen la sangre de mi hijo. —El pelirrojo se ahogó con el líquido que bebía de la copa. Hijos, un Omega hermoso y de buena familia, eso sólo significaría una cosa.

—No creo que insinúes lo que creo que estoy pensando —meditó el Omega azabache.

—Justamente eso insinuó —continuó la mujer—. Tienes un hijo Omega, yo tengo un hijo Alfa. Unamos nuestras casas.

—Hay un sólo matrimonio que nos beneficia a todos —interrumpió Handan—. Y es el matrimonio de mi nieta.

—Gracias por tomarme en cuenta abuela —celebró la princesa.

—Es una ley no escrita en la corte. Cuando un Zar o Zarina del reino se encuentre soltero, será el candidato Perfecto para volverse Haseki.

—El Zar de Autumnal desposó al Príncipe de la Primavera, todo el país sabe eso —relató la Reina Handan.

—No quiero hablar de alianzas y matrimonios en estos momentos —afirmó Kageyama.

—Los matrimonios son alianzas, majestad —habló su madre—. Es necesario para evolucionar.

—Es una dicha que hablen de esto frente a Miya.

—Déjalas Tobio- kun —insistió el rubio—. Si todo sale bien pronto seremos cuñados.

—Preferiría matarte antes que volvernos familia.

— ¿Es una amenaza? —Cuestionó el rubio.

—No, es una verdad —afirmó.

—Ni muerto entregaré a mi hijo a esta familia —admitió Ronin—. Odio las intrigas del palacio, no necesito ser poderoso, ya lo soy. Pueden seguir discutiendo el matrimonio de Miwa con este pusilánime.

—Estoy guardando la calma, pero una ofensa más y no dudaré en usar la fuerza. —Sentenció Atsumu.

Hinata respiraba errático, las feromonas lo estaban abrumando, los olores de todos se concentraban en un ambiente demasiado tenso. La cabeza estaba a punto de estallarle.

—Podría incluso destruir esta corte. —Algunos cristales se rompieron, las copas se estrellaron frente a todos cuando el puño del Alfa azabache golpeó la mesa, las sombras emergieron de la oscuridad de la noche y envolvieron todo a su paso.

Era la primera vez que Hinata observó el poder del Rey Kageyama. Las sombras eran densas y oscuras, podía jurar hasta susurraban palabras inexistentes con voces agudas que repiqueteaban en su cabeza.

—La Corte Noche podría ser destruida, pero te aseguro que nos levantaremos. —Enunció fuerte y claro—. No importa que tan rápido viaje la luz, la oscuridad llegó primero. —Las sombras avanzaban por el cuello de Atsumu, se envolvían en él como tentáculos y parecían ahorcarlos—. Ese es nuestro lema; oscuros y eternos.

Las sombras se dispersaron y la luz de la luna brilló nuevamente junto a las pocas velas que se mantenían encendidas. La tensión no disminuía, el aire seguía cargado.

—Creo que perdí el apetito, o las ganas de verlos a ustedes —dijo el Rey y todos se levantaron para despedirlo—. Ven conmigo Hatun. —El Omega lo siguió por los pasillos del salón, y con la mirada de todos taladrando en sus espaldas desaparecieron del salón.


—LÍMITES DE RUSHKA.
CORTE OTOÑO 🍁

El ulular de los búhos era el cántico de una noche oscura, la luna estaba alta y brillante como cada mes, las fases lunares eran tan inexplicables para aquellos que no las estudiaban, como un ciego en busca de un rayo de esperanza. Las estrellas esparcidas por el lienzo negro dibujaban mensajes nunca antes vistos y que pocos sabrían interpretar.

—Oh poderosa gran señora —predicó con voz suave—. Guíanos y líbranos de todo mal porque tuyo fue el reino de los cielos.

»Amada Madre, Amada Luna perfecta que era tras era sostienes la noche, ¡oh! ven y renace en mí, tuyo es este corazón. Permite que tu luz bañe y cure mis heridas, permite que tu amor limpie mi ego y mi dolor.

» ¡Oh amada madre!, que tu luz renazca en mi corazón, que florezca en él la perfección de tu viaje luminoso, que persista en él la certeza de tu presencia para que cuando el cielo parezca oscuro el alma recuerde que la muerte es sólo un camino hacia un nuevo despertar, y para que no tema yo recorrer ese camino.

El viento sopló y los cabellos rojizos del Alfa también flotaron con él, la tierra parecía dibujarse y los lápices sobre el papel transcribieron el mensaje que las estrellas estaban dando. Tarde o temprano los planetas se verían alineados.

El conocimiento sobre el sistema solar era tan pobre como la vida misma de un humano, tan efímera que pocos sabrían decir si la tierra es redonda o plana. Las constelaciones se conectaban, pero pocos sabían de donde venían, cuán poderoso es el cosmos de lo que habita en su interior.

—El gran eclipse. —Hidaka desenvainó la espada ante la segunda voz. Se suponía que nadie estaría allí.

El muchacho era un Alfa joven, no pasaba de los dieciocho (o eso aparentaba), de imponente presencia y mirada dulce, sus largos cabellos negros y ojos brillantes no lo hacían parecer de este mundo.

— ¿Quién eres? —Preguntó el señor Hinata—. ¿Qué demonios haces aquí?

—Ustedes los Jodugar siempre fueron así, testarudos, incrédulos. Sólo las palabras de la Diosa Luna significan algo para ustedes. —Anunció con voz tranquila.

—Los de mi raza somos leales —musitó—. Damos la vida por aquellos a quienes juramos lealtad.

—Lo sé, siempre tan leales a los de la mía —sonrió.

—Eres un original. —No fue pregunta, pero aún así él le dio un asentimiento como respuesta—. ¿Quién eres tú?

—Okkotsu, Yuuta Okkotsu, Şehzade heredero de Jungsund. —Anunció orgulloso—. He venido en nombre de su majestad el Káiser, a ofrecerle una alianza.

—No aceptamos tratos con la Rosa Blanca.

—La Rosa Roja los traicionará, majestad —dijo el Alfa—. Ustedes los Jodugar no lo ven, pero la guerra se desatará en cuanto el gran eclipse de inicio.

— Muchacho, ¿qué sabes tú sobre eso? —Preguntó.

—En dieciocho años los planetas se verán alineados. Es tiempo de actuar, nuestros enemigos se levantarán.

—Podremos con ellos —afirmó—. Nuestros ejércitos son poderosos.

— ¿Ejércitos? Ni siquiera tienen un solo aliado en este imperio —se burló—. Les ofrezco un país y una armada dispuesta a tomar el trono de Tír Nag Nóg. Yo restaure este imperio.

— ¡¿Y qué quieres a cambio, ah?! Ustedes no trabajan gratis.

—Desposar a su hijo —respondió encogiéndose de hombros.

—Ni lo sueñes —replicó—. Estás loco, no entregaría a mi hijo por un ejército, jamás lo vendería.

—Eres tan honorable—se burló—. ¿Lo aprendiste de tu esposa? He escuchado que ustedes los Jodugar son producto del pecado. Fueron los hijos de Malintzin y un Faerie del otoño, que inteligente de su parte ocultarse en esta corte.

»Un humano traicionando a los suyos por un Shaitán y él a cambio le otorgó poderes para sus descendientes.

—Mis orígenes pecaminosos no importan, sino lo que somos ahora. —Bramó molesto—. Le soy fiel a un solo Original, la emérita Emperatriz Shinobu, legítima heredera de Tír Nag Nóg y protectora del reino.

—Hmm, la afamada Rosa Dorada. Tan poderosa como la Diosa Luna —alabó—. Descuide su majestad, la Rosa Blanca jura solemnemente serle fiel a la Dinastía Original, y de no serlo, que el Dios Sol nos queme con su luz.

¡¡Gloria a Dios padre porque actualice!!

¡¡Viva Cristo Rey!!

Qué onda como están?! Siguen ahí?! Una disculpa por tardar más de lo esperado, es que entré a trabajar en septiembre porque la escuela me obligaba, estoy en mi último semestre y eso significa residencias o tesis, so... ya se imaginan como ando JAJAJAJA.

Con ganas de llorar estoy.

Gracias por seguir leyendo, gracias a los que se han unido y muchas gracias si llegan a recomendar esta historia, que está más crazy y revuelta qué plato de arroz frito.

He presentado a dos nuevos personajes; Yuta de JJK y Ronin, prácticamente es OC pero está inspirado en Ranamun del WEBTOON "Los hombre de mi Harem."

Alch los dos están iguales JAJAJAJA, pero amo la apariencia de Yuuta en él manga, es muy superior y él es un sol.

Muchas gracias por leer y ya saben, dudas preguntas o chismes, aquí ando pa todo. Nos vemos 🥰❤️

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro