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-ℂ𝕒𝕡í𝕥𝕦𝕝𝕠 𝟚𝟙-

—PALACIO FIREWIRE.
CORTE DE VERANO 🌹

¿Cuánto tiempo dura el "para siempre"? ¿Es acaso toda la vida? ¿O sólo es una distancia entre el presente y el futuro que nos depara? El tiempo parece ser relativo, una línea recta, un círculo infinito, o una red entretejida con las líneas de alguien más. El tiempo parece ser enemigo de todos y cada uno de nosotros.

Tiempo es precisamente lo que le habían dado y no había encontrado ni rastro del Omega, una sola orden bastó para poner a la Corte entera a buscar hasta por debajo de las piedras. Amenazas fueron lanzadas, dinero fue ofrecido e inclusive un puesto en el consejo para aquel que fuese capaz de traer al Omega del príncipe.

Bokuto caminó por los pasillos del palacio de la corona, ciertamente le daba miedo ir directamente hacia el salón del trono, porque en éste lujoso palacio quién gobernaba era una mujer.

—Que la Diosa Luna salve y guarde a la Reina Miyoshi —oró el Alfa de ojos dorados—. ¿Qué puedo hacer por usted, mi señora? —El aroma de los frutos rojos se expandió por el lugar, un aroma agridulce y elegante.

— ¿Cuánto tiempo hemos buscado? —Preguntó.

—Más de un año, mi señora —respondió cohibido. Había pocas personas que hicieran sentir pequeño al gran Kotarou Bokuto, y la Reina era una de ellas.

—Yo te diré el tiempo exacto; un año, seis meses, dos semanas y tres días. —El Alfa tragó saliva ante el conteo—. Me es imposible creer que este plan de búsqueda y rescate esté fracasando.

—No hemos fracasado, su majestad. Encontraremos al Omega de su alteza, lo prometo. —Bokuto miró a su Reina a los ojos, le habló con toda la sinceridad del mundo al hacer aquella promesa.

— ¿Sabes el amor que mi hijo siente por Tadashi? Es más grande que cualquier otro amor que haya sido escrito, más grande que el que sientes por tu esposo.

—No menosprecie el amor que le tengo a Keiji, es exactamente el mismo que siente su hijo por su Omega, y exactamente el mismo que usted siente por su reino.

—Puedes irte, mi Lord. —Dijo la Reina—. Ve hasta el palacio de mi hijo y cuida de él.

—Su majestad —un sirviente interrumpió a los Alfas en el salón—. El señor Marcus ha venido a verla.

—Hazlo pasar —ordenó. El sirviente se retiró y minutos después el Beta entró por la puerta.

—Su majestad —saludó. Bokuto miró a Marcus, hace mucho tiempo que no lo veía. Ya estaba entrado en sus años, piel morena y cabello lacio negro cubierto de canas peinado hacia atrás—. Que alegría volver a verla.

— ¿Qué haces en mi palacio? —Cuestionó.

—He venido a darle buenas noticias, agradezco que Lord Bokuto esté presente. —El Alfa bicolor frunció el ceño molesto, odiaba a ese hombre—. He enviado un obsequio al palacio de mi sobrino.

— ¿Qué clase de obsequio? —Preguntó la Reina.

—Una Omega para que sea su concubina. —Miyoshi se levantó del trono causando que la piel de Bokuto se erizara del miedo, expandió el dominio con su aroma, marcando territorio y todo a su paso.

—Creo haber emitido una orden, Marcus —siseó—. Nadie será enviado al Harem de mi hijo sin mi autorización, ninguna concubina pasará por su lecho sin mi permiso.

—Es una Omega demasiado educada, es bonita e inteligente, puede ser una buena Kadin, quizás algún día Reina. —Una llamarada de fuego brotó de las palmas de la Alfa y una esfera voló cerca del rostro del Beta.

—Hay una sola Reina en este país y la tienes en frente, Marcus. Además existe un sólo Kadin y por lo tanto una Princesa en el corazón de mi hijo.

—Por supuesto que si, sigues esperando el regreso de ese Omega —dijo con desilusión—. No sé qué le ves de especial.

—Eso es demasiado obvio, se ganó el corazón de mi hijo, no tiene porque tener algo más de especial, él vive solo para complacer a mi hijo.

—Eso es demasiado dulce —musitó—. Espero que su alteza siga amando a ese Omega.

—Lo está, obviamente —habló Bokuto—. Su alteza no deja de buscar al Omega que ama, después de todo es la madre de su difunto hijo.

—Que la Diosa Luna lo tenga en su santa gloria, era tan pequeño cuando falleció.

—Te aseguro que Tadashi regresará a lado de mi hijo, su amor es tan infinito que trasciende las barreras del tiempo.

—Eso espero querida Miyoshi, eso espero. —Marcus dejó el salón del trono con dos Alfas molestos, el muy estúpido había plantado semillas de odio y discordia entre ambos.

—Tienes una nueva misión, Kotarou; no dejes que esa estúpida Omega se acerque a los aposentos de mi hijo, sí me llego a enterar que ella respira su mismo aire tomaré cartas en el asunto, y no saldrá bien librada.

—Como ordene su majestad. —Concedió Bokuto. Abandonó el salón con la esperanza de seguir respirando, definitivamente las feromonas de la Reina eran demasiado pesadas para su gusto.

Gracias a la Diosa Luna su bonito Omega estaba esperándolo afuera, a unos metros de la puerta. El Alfa estrujó en sus brazos a su esposo y aspiró su aroma lirios, lo tranquilizaba saber que su esposo estaba ahí.

— ¿Todo salió bien? —Preguntó el de ojos azules.

—Más o menos —murmuró el Alfa—. Su majestad está molesta por la desaparición de Tadashi, y el muy estúpido de Marcus obsequió una concubina para Kuroo.

—Su alteza no aceptará a nadie en su lecho.

—Eso es lo que su majestad dijo —se quejó—. Sabemos bien que Marcus aspira a ser poderoso, y cree que Kuroo es la llave a ese poder.

—Dudo mucho que lo permita, él es inteligente, no aceptará a Marcus tan fácilmente.

—No quiero acusar a nadie de lo ocurrido —gesticuló con lástima—. Pero estoy seguro que Marcus tuvo que ver en la desaparición de Tadashi —susurró—. Piénsalo bien, Tadashi fue entrenado y elegido por la mismísima Reina, obviamente que los enemigos de ella son también los suyos.

—Su majestad ama a su hijo igual que a su pueblo, más que a su propia vida, desde que luego que Tadashi lo ama y protegerá. —Keiji llevó su mano hasta acariciar el pómulo del Alfa, éste respondió afectuoso y sintiéndose en paz por un momento—. Te ayudaré a buscarlo.

—No, no quiero que te preocupes y cargues con este peso.

—Oye —el Omega tomó su rostro ahora con ambas manos y con cuidado de no tirar sus lentes acercó sus frentes hasta juntarlas—. ¿Somos uno, no?

—Si, si lo somos —respondió el Alfa, su esposo le sonrió dulcemente haciendo que sus ojos se achinaran.

—Entonces no estarás solo —le dijo cerca de sus labios—. A donde vayas, yo iré, tus problemas serán míos y mis victorias serán tuyas.

—Hay momentos en que siento que no puedo —murmuró—. No soy tan fuerte.

—Eres el gran Kotarou Bokuto, eres mi más grande estrella y nadie puede decir lo contrario. —El Alfa besó los labios de su Omega, éste se aferró a los ropajes negros con dorado de su esposo y se dejó llevar por su aroma a bosque—. Ahora, debemos evitar que Kuroo lleve a esa concubina a su cama.

—No será tan difícil, no recibe a nadie desde la partida de Yamaguchi.

—No quiero que pienses que soy grosero, pero es un Alfa, un Alfa dominante que no tiene un lazo y no dejó marca en su Omega, tarde o temprano necesitará uno para satisfacer su celo.

—Eso es lo que más me temo —gesticuló—. Tadashi podría entenderlo, pero seguro se sentiría decepcionado.

En el fondo Bokuto sabía que Kuroo le profesaba un amor infinito a su Omega, nada ni nadie los separaría.


—PUERTO DE SHADOWING
CORTE NOCHE 🌑

El barco aparcó en los puertos de la corte después de navegar por el vasto océano, el atardecer se hacía presente. Atsumu no recordaba que Shadowing fuera tan vivo y radiante, parecía que alguien hubiera puesto un montón de luces en el cielo, las pocas veces que visitó el lugar parecía no tener vida.

—Esto es un lugar asqueroso —se quejó el Jodugar—. Parece brillar más que el mismo Dorne.

—Nada brilla más que el sol, Aomine —habló el rubio—. Incluso la Luna no puede brillar sola.

Por alguna razón el séquito de la Corte Día comenzó a reírse después de que el príncipe habló, eran una corte orgullosa y de un ego hasta el cielo. Los sirvientes que llevaban con ellos bajaron todo equipaje que se llevaría al palacio, media caravana asistiría al baile y la otra mitad permanecería en el puerto, se hospedarían en hostales y cuidarían el barco.

Los lugareños los miraban con odio y asco cuando decidieron pasearse por el mercado, estaban a la espera de la bienvenida del lugar. Según lo acordado, Lord Tsukishima los recogería en una de sus tétricas carrozas y los llevaría hasta el palacio de forma segura, en la mente de Atsumu eso jamás pasaría.

—Pareciera que todos aquí nos odian —se burló el castaño de ojos verdes .

— ¿Y qué esperaban? —Preguntó el moreno—. El abuelo de este idiota intentó invadir su país hace muchos años.

— ¿Te recuerdo que perdimos la guerra? —Cuestionó el rubio.

—Menuda decepción —siguió burlándose el moreno. La gente se aglomeraba a su alrededor, Aomine vio claramente cómo las Omegas liberaban su aroma buscando atraerlos, Atsumu y Suna despreciaban las insinuaciones abiertas, pero él no. Giró su mirada hasta encontrarse con una Omega lo suficientemente bonita y exuberante que fue opacada por un aroma a vainilla.

— ¿Estás bien, Aomine? —El aroma dulzón bailo por sus fosas nasales y se impregnó en su cerebro, tanto que ignoró la pregunta de Suna. Debía encontrar la fuente de ese aroma.

— ¡Aomine! —Gritó Atsumu. El Alfa siguió avanzando entre la gente, buscaba la fuente de dicho aroma. La vainilla era un aroma exótico, muy pocos eran los afortunados que despedían su aroma en estado puro, usualmente estaba mezclado con otros y apenas era perceptible. Pero éste, ese aroma estaba en el estado puro, olía como las flores, como la vaina y el extracto.

El moreno se preguntaba qué clase de mujer fue bendecida con dicho aroma, ¿Sería de cuerpo exuberante o menuda? ¿Podría ser coqueta o quizás un poco tímida? En el fondo esperaba que su piel le hiciera honor a la flor; suave, tersa y sin imperfecciones.

— ¡Demonios, Aomine! ¿A donde vas? —Gritó el rubio.

El de cabellos azules se siguió alejando de ellos hasta llegar a un puesto escondido donde vendían pan. La fragancia emanaba de ese lugar, el aroma de la vainilla rondaba por el aire, pero sólo estaba la anciana vendedora y un muchacho de cabellos celestes.

—Maldición —dijo entre dientes. Giró sobre sus talones y caminó hasta los dos Alfas que lo acompañaban.

—Que tenga buen día —enunció la mujer. El muchacho pasó junto al Alfa, el viento sopló cálido y el aroma de la vainilla se hizo más presente ante los sentidos del Alfa.

— ¡Oye! —Gritó.

— ¿Sucede algo? —Preguntó el de ojos azul celeste.

—No... es sólo que... —el par de zafiros lo miraban con duda, con un hermoso resplandor—. No es nada.

— ¡Mi señor! —Un Alfa pelirrojo se acercó al peliceleste—. No trate de ocultarse, por la Diosa Luna, para usted es fácil desaparecer. —El joven fue arrastrado por el más alto y se alejó de la vista de Aomine.

— ¡Aomine Daiki! —La estridente voz de Atsumu resonó por el lugar—. ¡¿Qué demonios te pasa?!

—Nada que debe importarte, idiota —rezongó el peliazul.

—Fue tras un Omega —declaró Suna con voz tranquila—. Se sintió embelesado por su aroma.

—Deja de decir estupideces —se quejó el Alfa.

— ¿Y era bonita? —Preguntó el castaño.

— ¿Como sabes que era mujer? —Cuestionó Atsumu.

—Aomine no iría tras un hombre, él mismo lo dijo —se burló.

— ¿Podemos ir al maldito palacio? —Se exasperó.

—Como veo pasaremos la noche en un hostal —se quejó el rubio—. La estúpida caravana de Tobio se ha retrasado. Que imprudente es.

—Entonces busquemos un hotel —sugirió Suna.

—Prefiero dormir en mi camarote, será el primer lugar donde buscarán. —Exclamó Aomine.

—No pienso dormir en el barco un día más, me quedaré en un hotel —sentenció el príncipe mientras se alejaba con Suna detrás de él. Aomine chisto molesto, odiaba cuando Atsumu se volvía presumido.

En sus memorias vagaba la profecía que las estrellas le dieron en cuanto empezó a leerlas; cuán más brillante sea tu luz, más grande será tu sombra. Aún no entendía el significado de aquellas palabras, pero en su interior esperaba saberlo pronto.

—PALACIO DE SHADOWING
CORTE NOCHE 🌑

Pasar los días juntos se volvió una costumbre, una que ya no era tan mala. Las mañanas solían desayunar y en las tardes se frecuentaban para ver los preparativos para el festival. Los rumores comenzaron a sonar y las envidias cada vez palpaban más en el aire, todos sabían sobre su extraña relación, todos odiaban a Hinata.

Esta vez optó por comer junto a los únicos Omegas que le agradaban en el Harem, extrañaba convivir con ellos. Cada día se hacía menos preguntas, su deseo por escapar se iba perdiendo, la costumbre lo volvía un objeto y se resignaba a moverse.

— ¡Vaya! —Exclamó una de las esclavas—. Korai Hatun, estás enorme. —Hinata observó al de cabellos blancos caminar por el Harem, su abultado vientre se alzaba en el vestido lila, su rostro irradiaba arrogancia y altanería.

—Falta poco para que nazca mi príncipe —habló el Omega.

—No estes tan seguro que será un niño —dijo Yamaguchi seriamente—. Podría ser una niña.

—Créeme cuando digo esto, yo daré a luz al primer príncipe y me convertiré en Reina —se jactó orgulloso el Omega albino—. Hay Omegas que por mucho tiempo que pasen con el Rey no han podido quedar en cinta. ¿De que sirve ser su amante sino puedes darle un hijo?

Estaba claro que esas palabras fueron dirigidas al pelirrojo, el de rostro pecoso miró a su amigo. Su postura era regia; espalda recta, ojos de gacela y sonrisa taimada.

La mente de Hinata trabajaba a mil por hora, las palabras de Korai serían dolorosas para alguien que le importase, pero no para él. Hace mucho dejó el dolor de lado, lo tomó y ocultó de los demás, las injusticias sufridas en su vida como civil no eran nada comparadas con la de ser un esclavo, porque si quería sobrevivir en esa corte, debería hacerla suya.

Bırakın ölüler düşsün, bana ne. —Susurró el Omega.

— ¡Hinata! —Lo regañó el peliverde en voz baja—. No puedes desearle la muerte a alguien. Las palabras tienen poder. —El pelirrojo se encogió de hombros como si poco le importase.

—He hablado con su majestad —siguió cantando Korai—. Él también espera que sea un niño, hasta hemos elegido su nombre. Eurus; como el fundador y más reconocido monarca de Shadowing. —Las concubinas alabaron y aplaudieron tal hazaña para su gracia, Korai estaba contento de ser halagado de esa forma, como si fuese el Omega más importante del imperio.

Hinata se levantó de los cojines y caminó hasta salir del Harem. El pasillo estaba transitado por guardias y las merodeadoras que vigilaban a las concubinas, arrastró las faldas de su vestido café oscuro y caminó rápido hasta los lares que ya conocía.

—Hinata. —Fue interrumpido por la voz de la rubia a sus espaldas.

— ¿Sucede algo, mi Lady? —En el pasar del tiempo había aprendido a dirigirse con propiedad, si quería que lo apoyasen debía agradarles primero.

—Te hago la misma pregunta, pareces molesto —respondió la rubia.

—Ese Omega me saca de quicio, ¿por qué sigue aquí?

—Es la madre del hijo del Rey, no puede irse de la corte.

—No hablo de la Corte, ¿por qué sigue en el Harem? No debería mudarse a unos aposentos privados —dijo el pelirrojo.

— ¿Me pides que ascienda a Korai Hatun? —Cuestionó burlona—. Sólo le damos aposentos privados a las concubinas por orden del Rey, técnicamente me pides que lo traslade a palacio.

—Me repugna verlo —se quejó.

—Pareces celoso, Hinata —y ella seguía burlándose.

—Da igual —refunfuñó—, es un idiota.

—En eso tienes razón —concedió la rubia—. Si te das prisa puedes llegar a tiempo, la reunión del consejo está por acabar —le contó cómo si fuese un secreto. El Omega de rojizos cabellos sonrió y fue corriendo por los pasillos.

Ya había memorizado todos los atajos y sendas que lo llevarían rápidamente hasta su lugar, las paredes oscuras y candelabros resplandecientes, las pinturas que decoraban y vitrales de las ventanas. Todo ahí se sentía bien.

Las puertas se abrieron y extraños hombres que no conocía salieron del enorme salón, el único conocido era el rubio de metro noventa, atrás de él venía un Alfa que medía cerca de los dos metros, cabello castaño claro con rizos, muy parecido a alguien que conoce.

— ¿Qué haces aquí, Hatun? —La estridente voz de Tsukishima interrumpió sus pensamientos.

— ¿Es una de las concubinas? —Preguntó el Alfa castaño—. Creí que teníamos prohibido verlas.

—Se supone que no pueden verlas hasta que formen parte de la Corte —dijo el rubio entre dientes.

De milyen idegen szépség. —Hinata escuchó la extraña lengua, no era lenguaje feérico, mucho menos la lengua común.

—Nicolas, aléjate de él, muy apenas comprende lengua común —habló el tercer Alfa.

Ne salak ama. —El Alfa extranjero se burló, quizás él comprendía después de todo.

—Es más inteligente de lo que parece. —Dijo el de rizos negros—. Lord Nicolas Romero, Krahv de Uryam.

—Shouyo Hinata —se presentó el pelirrojo y los ojos del moreno se resplandecieron.

—Hinata —saboreó el apellido en su paladar—. Irónico, llevas al sol en tu nombre y brillas como la luna. —El Krahv se alejó del consejo y los demás Alfas también fueron tras él.

—Aléjate de Lord Nicolas, es uno de los hombres más poderosos de la Corte, si cometes una equivocación no dudará en hacerte daño. —Ordenó el rubio.

— ¿Puedo pasar ya? —Ignoró la advertencia del Duque y entró a la sala del consejo. La mesa rectangular larga tenía muchas sillas alrededor, en ella había un mapa y papiros extendidos, el techo del salón mostraba un cielo en movimiento, con estrellas y constelaciones, un sistema solar colgaba como un candelabro y los planetas se veían alineados.

—Su majestad —saludó el Omega al Alfa en la cabecera de la mesa.

—Acércate, Omega. —El pelirrojo hizo caso a la orden del azabache y se acercó hasta estar a su lado, tomó una de las pesadas sillas y la arrastró hasta él.

—Son demasiados papeles —se quejó.

—Demasiados asuntos que atender —suspiró el Alfa—. Ven conmigo. —Tomó su mano y lo llevó hasta un complejo modelo donde se veía el planeta con anillos girando sobre y alrededor de él.

—Los planetas se ven alineados —susurró el pelirrojo mirando al techo.

—Antigua leyenda, mucho más antigua que los originales en sí. —El Omega miró al Alfa con los ojos llenos de asombro y la curiosidad picándole por saber más—. Se llamaban Glishkarj, eran los emisarios del Dios Cielo, creador de la tierra en sí y también el padre de la Diosa Luna.

»Juraron proteger el mundo y a la humanidad de los terrores de la vida misma, pero incluso ellos comenzaron a odiarlos. Los humanos son así, destruyen lo que tocan, generan odio y envidias además de pelear entre ellos.

— ¿Qué pasó con ellos? —Preguntó Hinata.

—Pelearon hasta morir —relató—. Todo esto se había profetizado. "Un día, cuando los planetas se alineen, dos Reyes como nosotros se levantarán, y la guerra bajo el mismo cielo comenzará, no dejaremos de pelear hasta el fin del mundo presenciar." Dos reyes pelearon después de la primera guerra, causaron mucho daño en la tierra.

— ¿Y todo eso daño? ¿Qué ocurrió, como volvimos a renacer?

—Tal parece que es el ciclo de la vida —expresó—. Toma lo que quieres, destrúyelo sí no lo es, pelea y perdona. La vida del hombre es tan efímera como un abrir y cerrar de ojos, pero en todas las historias queda la misma huella, la prueba de amor infinita entre los vivos.

»El Glishkarj más poderoso de todos, aquel cuyo destino había sido sellado para gobernarlo todo, se enamoró de un humano y lamentablemente tuvo que verlo morir.

—Igual que la Diosa Luna —susurró.

—Igual que ella —le dio la razón—. Es la prueba misma, una relación llena de karma. No todas las almas gemelas están destinadas a estar juntas, y antes de estarlo deben atravesar vidas, años, universos.

»El día de mañana veras en mí una faceta que no conocías, Hinata. Espero puedas perdonarme.

—Oye... —susurró como si de un secreto se tratase—. Casi te perdono que hayas intentado matarme, nada puede ser peor a eso.

—Me has hablado de tú. —Dijo el azabache.

—Y dejaré de hacerlo sino me terminas de explicar. —Amenazó—. Puedes confiarme lo que sea.

—Mañana nos visitará la Corte Día, no es secreto que no tenemos buena relación con los dornienses, especialmente yo con su príncipe heredero.

— ¿De qué hablas? Pero si tú eres adorable —se burló el humano y el Faerie lo miró con el ceño fruncido.

—No es una broma —aclaró—. Lo sucedido con nuestras casas llevó a arrancarme el corazón (metafóricamente), mi madre culpa a su padre de la muerte de Daisuke, de ahí radica su odio a la corte y yo no pretendo pedirle que deje de hacerlo.

»Esas situaciones me llevaron a arrancarme toda clase de sentimientos y esconderlos en lo profundo de mí. No puedo ser un Rey no digno de mi nación, la perfección es más que esperada aquí. Somos la dinastía Kageyama, descendientes de la Rosa Roja y la dinastía Miyamoto cuya sangre fue perdida. A pesar de controlarlas, vivimos bajo sombras muy grandes y la oscuridad que es nuestra aliada nos atormenta apenas llega. —Por alguna extraña razón el Omega rodeó la espalda del Rey con sus brazos y dejó caer su mejilla en ella. La cantidad de altura que le sacaba era demasiada, su cuerpo comprado con el de él lo hacía sentir minúsculo. El Alfa aferró su mano en la del Omega, aquella en su lado izquierdo.

—Dentro de este cuerpo hay un corazón que late —susurró el humano—. Siento sus latidos en este momento, pero si por algún motivo te ves obligado a renunciar a a él te pido que no lo deseches y me lo entregues, no voy a ocultarlo y mucho menos a perderlo, me convertiré en él y nadie podrá lastimarlo.

La belleza de las promesas es todo un caso, se hacen en momentos menos esperados, se guardan en tu alma, duelen cuando son rotas y la satisfacción de cumplirlas es más grande que la misma promesa en sí. Y de esta forma el corazón del Rey tomó la forma humana de un muchacho de rizos naranjas tan brillantes como el mismo sol.

—PUERTO DE SHADOWING
CORTE NOCHE 🌑

La mañana llegó demasiado rápido, el sol atravesaba las ventanas y se reflejaba en al agua de la bañera. Atsumu odiaba lo brillante que parecía Shadowing ahora, como si el Sol hubiera derramado cada gota de su ser y decidiera iluminarlos por el resto de su vida.

La ropa que eligió fue sencilla desde su punto de vista; la camisa blanca cubría su cuello y estaba bordada con ribetes dorados que emulaban unos rayos de Sol, a su vez llevan un pequeño escote en forma de rombo desde sus clavículas hasta un pequeño hueco entre sus pectorales, los pantalones negros combinaban perfectamente con el saco guinda de solapas negras bordado con hojas laurel negras con dorado en las mangas y parte de su espalda.

Salió de la habitación y Suna lo estaba esperando en el pasillo.

—Al parecer han llegado —le dijo el de ojos verdes.

—Un día tarde, ¿qué clase de descortesía es esta? —Preguntó enfadado.

Fuera del hotel había una caravana de carruajes completamente negros; algunos llevaban los emblemas del cuervo y otras la luna llena acompañada de nubarrones.

—Es un honor volver a verlo, alteza —la reverencia fue más que protocolaria, Atsumu sabía que el rubio de metro noventa no era fiel a nadie más que no fuera su amigo azabache.

—Ahórrate las formalidades, Tsukishima —renegó el príncipe—. ¿Qué es esta descortesía? Llegaste tarde, siempre jactándose de su perfección y ahora no hacen más que equivocarse.

—No contábamos con la prisa de su alteza, todos sabemos que el viento jamás está a favor de Dorne y por eso calculamos que su llegada sería hoy. —Ácido, irónico, las dos características que Atsumu más odiaba del niñato presente.

—Creí que tu hermano nos recibiría, él siempre es más amable —se burló el Alfa y los ojos dorados del rubio se oscurecieron tras las gafas.

—Sabe muy bien que mi hermano no está en posición de venir.

—Por supuesto, renunciar a su título por convertirse en un santo de la iglesia no es una buena posición, dejar todas sus responsabilidades al hijo menor y cargar con el peso de ser el segundo hombre más poderoso de la nación. Cualquiera tendría miedo.

—Es mejor renunciar cuando sabes que no darás lo que se espera de los demás, a seguir intentando complacer a otros por mucho que lo intentes. —Ahora era Atsumu quién se tornó serio, la expresión de enojo arruinaba sus facciones—. No hay nada peor que ser el heredero y que alguien más te quite el puesto de sucesión. Debe ser difícil no ser el predilecto de su padre.

—No hables de mi familia como si la conocieras.

—No hable de las decisiones de la mía como si las hubiese visto. Estamos a mano, alteza. Ahora suba al carruaje, lo llevaremos hasta la Corte Noche. —El rubio subió al suyo propio y los guardias le indicaron a los visitantes donde debían subir ellos.

Atsumu miró los árboles que bailaban al son del viento, los caminos parecían ser demasiado largos. El pueblo iba quedándose atrás y el olor a sal ya no estaba presente y lo poco que le gustaba sentirse en casa se quedó en ese barco.

(...)

Los portones de oro y plata aparecieron frente a ellos se abrieron y la caravana entró como un río de alquitrán. Atsumu sintió un Aura pesada y oscura en el lugar, no recordaba que fue tan desagradable el ambiente.

—Este lugar da miedo —siseó Suna.

—Parece que lo que dicen es cierto, los Kageyama son unos tiranos —escupió Aomine.

—Los Kageyama parecen ser los favoritos de la Diosa —susurró Atsumu—. De alguna manera siempre tienen lo que quieren, la Reina Handan es la prueba.

—No conozco sobre familias —dijo el moreno con desdén—. Muy apenas conozco la situación del país donde vivo.

—La Reina Handan fue un obsequio de la Princesa al Príncipe Kazuyo, fue educada por ella misma —empezó a relatar el de ojos verdes—. Muchos dicen que fue la única concubina, pero Kazuyo tuvo más hijos antes de ella diera a luz.

—El príncipe Touya era mayor a Kuroko —continuó el rubio—. Murió en situaciones extrañas dejando a Kuroko como heredero.

—Cuando el antiguo Rey subió al trono decapito a todos sus hermanos y a sus sobrinos, sólo unos cuantos sobrevivieron.

—Los Omegas e hijos de princesas.

—Parece una mujer ambiciosa —mencionó Aomine.

—Y su hija lo es más —dijo Atsumu—. La princesa Ume vive en el extranjero como la viuda de alguien rico en la lejana Circe. Espera el momento perfecto para regresar.

—Para odiar mucho a los Kageyama sabes mucho de ellos —se burló el Alfa.

—No odio a los Kageyama, odio al estúpido de Tobio —admitió con voz oscura—. No es más que un santurrón heredero, nada de lo que tiene lo consiguió, le dieron todo en charola dorada.

—Suena a que le tienes envidia.

—Jamás podría envidiarlo —siseó orgulloso—. No tiene nada que amar o desear.

—Eres un imbécil —dijo Aomine—. Eres presumido y te muestras altivo.

—Gracias.

—Pero yo sólo veo a un niño que carece de amor propio y que siempre soñó con complacer a otros. Estás vacío, Atsumu.

—No necesito a nadie a mi lado.

Lo cierto es que lo necesitaba, muchas veces intentaba llenar ese vacío con mujeres aduladoras, ninguna era leal a su persona, sino a su título y dinero. Todas eran unas prostitutas baratas como las ratas que habitaban el Harem. Omegas que sólo ansiaban ser preñados para escalar de lugar.

Malditas prostitutas.

La voz de Aomine y Suna sonaba lejana, como si de repente se ahogara en un río y lo único que sonara fuera la pesadez del agua y un pitido demasiado cercano que le dolía la cabeza como si de migraña se tratase. Sus ojos parecían buscarlo, sus pupilas se dilataban en busca de algo. ¿Dónde estaba? ¿Por qué el destino se burlaba de él? ¿Por qué su camino debía cruzarse con el suyo? De pronto ya no estaba de camino a Shadowing sino en un pueblo del lejano Autumnal.

Te lo prometo.

—No olvides mi nombre.

—Atsumu —las voces de sus amigos lo intentaban traer de regreso, su alma abandonaba su cuerpo y miraba todo a su alrededor, buscando, buscando y muriendo por verlo.

— ¡Atsumu! —Nuevamente ese nombre que parecía ser suyo, ya ni siquiera recordaba su nombre—. ¡Despierta! ¡Con un demonio!

Su pecho se sentía apretado y parecía perder el aire de sus pulmones, inhaló fuerte para evitar esa maldita sensación. El viento ya no olía a sal ni arena, olía dulce, olía a la sensación de hogar... olía a peonías y nectarina.

—Shouyo- kun —susurró con sus ojos resplandeciendo en dorado.

— ¿Qué dijiste?

Fue como si todo sucediera en cámara lenta, a través de la ventana sus sentidos captaron al Omega pelirrojo vestido de color arena caminando en los jardines y con su risa cantando en sus oídos.

— ¡¡¡PAREN EL CARRUAJE!!! ¡¡Es Shouyo!! —Gritó a todo pulmón y golpeando las paredes del mismo. Abrió la puerta sin importarle las voces y quejas de sus acompañantes, o que el transporte siguiera en movimiento.

El Omega estaba frente a él y lucía más hermoso que la primera y última vez que lo vio, resplandecía igual que el mismo sol. Vestido de fina seda color arena y ajustado corsé, sus rizos naranjas reflejaban la luz misma, sus ojos marrones brillantes cuán luceros.

— ¿Atsumu- san? —Preguntó susurrando.

—PALACIO DE SHADOWING
CORTE NOCHE 🌑

El día inició manera estresante y la culpabilidad no lo dejaba seguir durmiendo. Una cosa era pasar el día y la tarde con el Rey, y otra cosa era dormir en su despacho. Hinata sabía que no pasó nada entre ambos, pero aún así él se quedó dormido en el sofá cama.

Limpió su rostro con un paño húmedo y miró al Alfa dormido en su escritorio. Kageyama tenía demasiados asuntos por atender que optó por trasnochar y acabar rendido durmiendo de forma incómoda. Hinata se acercó hasta verlo detenidamente, era asombrosa la blancura de su piel o lo oscuro de su cabello, formaban un contraste Perfecto. Hinata no era ciego pero si demasiado orgulloso para admitir que era atractivo, los dominantes lo eran por naturaleza, eran magnéticos, atrayentes y poderosos.

Se alejó hasta salir del despacho, Kenma lo esperaba fuera con su expresión seria y ojos saltones como los de un gato.

—Debes cambiar tu ropa y asearte —le recriminó.

—No quiero tener responsabilidades —se quejó.

—Nadie las quiere, Shouyo —dijo el Delta burlón—. Pero debes verte presentable, como anfitrión estarás atenido a ver la llegada de la caravana dorniense.

—No he leído mucho sobre los dornienses, ¿son tan importantes?

—El más importante de todos fue Haruka Miya, el mejor amigo y mano del Emperador Wolfgang.

— ¿No se supone que lo asesinó? —Preguntó confundido.

—La gente piensa en él como un salvador, la humanidad ve en los dornienses a un héroe, lo cierto es que son unos canallas. Dañan todo a su paso.

—Contrario a la dinastía de Shadowing —murmuró el pelirrojo.

—Vamos rápido, tienes que estar listo. —Kenma jaló al Omega de sus brazos y lo llevó hasta los baños. Tuvo que asearse correctamente en el cuarto de mosaico blanco y después ir hasta su habitación.

Él quería lucir sencillo, así que optó por un vestido beige con reflejos dorados. Kenma le ayudó a atarlo por la espalda y a peinar sus cabellos rebeldes, las joyas no podían faltar y su cabello estaba adornado con diademas de bronces. El Delta sostuvo una caja y la abrió ante los ojos del Omega; era una gargantilla de oro con perlas una luna creciente mirando hacia abajo donde colgaba un cuarzo transparente en forma prismática, unas cadenas más pequeñas simulaban ondas a los lados y diminutas lunas. Los aretes iban a juego con la misma luna y estrellas colgando en sus puntas y una mariposa en el centro de esta.

— ¿Qué es esto? —Preguntó Hinata.

—Esto es un colquide; un collar de protección especial para las favoritas, está hecho con la magia y sangre del Alfa del Omega que lo lleva, de esta manera sabrán que no está solo, aún si no está marcado.

—No lo quiero —dijo el pelirrojo.

—Debes usarlo, su majestad lo mandó a hacer para ti —regañó el Delta.

—No quiero usarlo, parece que llevo una correa —se quejó.

—La comitiva dorniense es encabezada por el
Príncipe heredero; un Alfa Dominante que no tiene miedo a reclamar cuando piensa que merece algo, y que odia a nuestro Rey.

—Ese no es asunto mío —dijo el pelirrojo—. Kenma, quiero ir al jardín, acompáñame por favor.

El rubio suspiró cansado y fue tras él, salieron de la habitación hasta los verdes jardines del palacio, necesitaba respirar, Hinata tenía una sensación extraña en la boca de su estómago y en el pecho sentía miedo, esa emoción se acrecentó más al ver que Kenma llevaba dos espadas pequeñas en ambos lados de su cintura, le recordaban a unas dagas o unos tridentes muy pequeños.

— ¿Por qué llevas armas? —Preguntó.

—Por si necesito protegerte —respondió.

El viento sopló fuerte y las hojas de los árboles cayeron, los latidos de su corazón empezaron a ir más rápido y su cabeza tenía una fuerte migraña. Maldita sea, esa sensación de miedo y ansiedad no se iba.

— ¡SHOUYO- KUN! —Escuchó que gritaron su nombre tras su espalda. Un carruaje se detuvo en cuanto un muchacho se lanzó. Su cabello rubio estaba desordenado y su rostro estaba rojo.

— ¿Atsumu- san? —El Alfa no perdió tiempo y estrechó al Omega entre sus brazos, hundió su rostro en su cabello, no lo recordaba tan pequeño, era incluso más bajo de lo que recordaba.

—Mira que pequeño estás —le susurró.

—Tú... dijiste que volverías —el Omega se alejó del Alfa y lo miró a sus ojos, no recordaba que fuesen dorados.

—Yo... yo... de verdad lo siento —tartamudeo el rubio.

— ¡¿Qué haces?! —Un golpe llegó hasta la cabeza del rubio, Kenma había asestado uno con el mango del arma. Tomó a Hinata del brazo y lo alejó mientras apuntaba con la hoja de metal.

— ¿Quién te crees que eres? —Preguntó con voz oscura. El sol se reflejó en la hoja metálica y gracias a ello logró detenerla.

— ¿Quién eres tú para golpearlo a él? —Un Alfa castaño y de ojos verdes intentó movilizar al Delta, Kenma movió la segunda espada y dejó la aguja en el cuello del contrario.

— ¡¡Esto es un crimen!! —Gritó molesto.

— ¡¡Kenma!! —Gritó la voz de Hinata—. ¡Ya basta, no hagas esto! —El Delta seguía luchando con el Alfa, el rubio golpeó con el puño el rostro del castaño cuando perdió una de sus espadas gemelas e hizo que perdiera la suya. Los cabarés cuerpo siempre fueron sencillos para él.

— ¡¡Suna, ya basta!! —Gritó el rubio. Su nariz detectaba el miedo del Omega, sus ojos parecían a punto de llorar.

— ¡Kenma por favor! —El rubio tenía al castaño en el suelo con sus piernas ahogando su cuello y las manos rodeando su quijada para quebrarlo.

— ¿Qué demonios está pasando aquí? —La autoritaria voz del duque interrumpió el encuentro—. Fue suficiente, Kenma. —El de ojos gatunos soltó al de mirada zorruna, éste comenzó a toser y inhalar por la falta de aire.

—Imbécil —logró gesticular el castaño.

—Estúpido —le respondió el teñido. Su postura se puso firme ante el rubio de metro noventa y agachó la mirada al suelo—. Mil disculpas, mi Lord.

— ¿Tiene algo que decir, Ser? —Preguntó al castaño.

—Este Beta idiota golpeó a mi príncipe, ¡¿como quiere que reaccione?!

— ¿Beta? Me han insultado de muchas maneras, pero Beta es una nueva —se burló el teñido.

—Kenma —lo llamó el rubio—. ¿Por qué el Omega está llorando? —Atsumu miró a Shouyo, Tsukishima tenía razón; estaba llorando, su rostro estaba hinchado y rojo.

—Shouyo —susurró su nombre, quiso calmarlo, liberar su aroma y cubrirlo con él, decirle que todo estaría bien.

—Su alteza ha cometido un crimen de odio en nuestra corte —la sola frase hizo que los involucrados prestasen atención—. Ha puesto sus manos en el Omega.

—No sólo sus manos, puedo oler desde aquí su aroma, está cubriéndolo por completo. —Habló el más alto—. ¿Conoce la ley, su alteza? Es la misma en todas las naciones cuando se trata de esto.

— ¿De que mierda estás hablando? —Preguntó el rubio platino.

—Y yo que pensé que serías inteligente —se burló el Duque—. Kenma, lleva al Omega de su majestad a darse un baño y quema ese vestido que llevas puesto, no creo que le guste que su concubina lleve la marca de otro.

—Concubina —susurró el príncipe. Y entonces todo le cayó como balde de agua fría, la única razón por la que estaría Shouyo en el mismo palacio que él—. Así que ese Omega es la concubina de Tobio.

—Ten más respeto por nuestra majestad —dijo el Alfa—. Ese Omega que has marcado con tu estúpido aroma dulce, es la concubina favorita de su majestad, lo que has hecho puede sentenciarte a muerte si nuestro Rey lo desea.

—Desataría una guerra entre cortes, no creo que el Omega valga tanto. —Hinata escuchó la frase antes de irse, detuvo sus pasos y tuvo miedo de girar sobre sus talones.

—Shouyo, ¿estás bien? —Preguntó Kenma.

—Mi inmunidad ante esto me dice que puedo darte un sirviente en mi lugar —continuó hablando—. No te daré a ninguno de mis guardias de alto rango, pero quizá pueda darte un pinche de cocina, no valen mucho de acuerdo al crimen.

—Kenma, sácame de aquí, por favor —pidió—. Quiero bañarme y quitarme este aroma.

—Además no tiene hijos —seguía escuchando Hinata a lo lejos—. Es sólo una simple puta que lo complace.


Hinata se dejó bañar por las Omegas y Gamas del palacio, restregaban su piel con esponjas de baño espumosas, otras limpiaban su cabello y otra rociaba agua con un cuenco. Él como una muñeca se dejaba hacer y deshacer lo que quisieran, su mente no tenía espacio en su cuerpo ahora y su alma lo había abandonado.

En su habitación lo vistieron las criadas por órdenes de Kenma, secaban su cabello con suaves toallas y lo perfumaban con esencias que acrecentarían su aroma.

— ¿Aún no está listo? —Kenma lucía diferente. Llevaba un vestido negro de cuello de tortuga y manga larga, corsé apretado y correas que enmarcaban su pecho, piernas descubiertas y botines del mismo color.

—Muy pronto, Kenma- san. —El vestido esta vez era de un colorido naranja sobrepuesto en uno blanco con mangada de cascada que mostraban sus brazos al mínimo movimiento, el cinturón de hojas de oro brillaba con la luz y su cabeza la adornaba una diadema—. ¿Qué collar deberíamos usar?

—Deja cualquier gargantilla, puedes usar la de oro —respondió Kenma.

—No quiero esa —dijo Hinata—. Kenma ¿cuantos colquides me envió su majestad? —Preguntó.

—Fueron seis, tres gargantillas y tres collares.

—Quiero verlos. —Una mujer Gama acercó el baúl con todos los collares en sus cajas. Ciertamente todos eran bonitos, especialmente el que Kenma había querido que usase, pero él escogió uno sencillo; gargantilla de perlas y mariposas semi transparentes, en el medio una más grande de Plata y un dije luna creciente colgaba de su cuerpo—. Este.

—Buena elección —lo felicitó Kenma.

Una vez estaba listo lo llevaron hasta el despacho del Rey, al parecer Tobio preguntó por él mientras no estaba. Los nervios estaban ahí en la boca de su estómago, tenía ganas de vomitar y todo su cuerpo le dolía.

—Eres más que eso —el recuerdo de la voz de Kita llegó como un rayo a su memoria—. No importa quién entre a sus aposentos, sino a su corazón, siendo el dueño de éste nadie podrá tocarte o decirte que hacer.

—No eres el dueño Hinata —susurró para sí mismo—. Eres su corazón.

—Levanta la cabeza, camina derecho, nadie estará por encima de ti, tu aliado más valioso serás tu inteligencia y los que vayas ganando. —Hizo caso a la orden dadá aquellos días donde sólo era un civil de la lejana Rushka.

— ¿Estás listo? —Preguntó Kenma.

—Abran la puerta —pidió a los guardias y estos obedecieron. Su majestad estaba con el grupo de Alfas del jardín, reconocía a uno en especial pero de eso no necesitaba recuerdos, no los ocuparía si quería volar más alto.

—Al fin llegas —la suave voz del Rey llamó la atención de los dornienses.

—Su majestad —se inclinó al verlo, tomando su mano la besó y llevó hasta su frente como el Omega del Otoño le enseñó—. Me alegra verlo esta mañana. —La sonrisa de complicidad que le mostró fue suficiente para él, era el apoyo que necesitaba al sentir al Pat de ojos marrones que lo taladraban.

—Quiero que conozcas a nuestros invitados —dijo el azabache—. La comitiva dorniense encabezada por el Príncipe Atsumu Miya, heredero de la Corte Día. —Las ropas extravagantes no eran iguales a las del muchacho que conoció en su pueblo, su sonrisa arrogante no era nada a la dulce y taimada que lo reconfortó.

—No mencionaste que conocería a tus furcias —se burló el príncipe—. Pero que irrespetuoso de tu parte.

—No es ninguna furcia, Atsumu —habló iracundo—. Su nombre es Hinata, no permitiré que le faltes el respeto.

—Mil disculpas por hablar con la verdad, Hatun —se burló del Omega.

—Acepto sus disculpas alteza —dijo el humano—. Y me presento ante usted. Mi nombre es Shouyo, Shouyo Hinata, el favorito del Rey Tobio. —Mencionó con orgullo.

Atsumu vio en los ojos del Omega el comienzo de la pérdida de la Inocencia, ya no brillaban con la que retrataba todos los días. Aún así, su belleza esculpida por la misma Luna jamás sería replicada.

Este mes me ha pasado de todo, sube y baja de emociones y corajes.

Les traigo el capítulo de hoy, el desmadre ha sido lanzado y de ahora en adelante todo será un sube y baja de emoción y ganas de querer agarrar a piñazos todos contra todos. Una disculpa por las faltas de ortografía, de repente se me puede ir una.

Gracias por leer, saben que sus teorías, dudas y preguntas son bienvenidas.

Nos vemos hasta la siguiente actualización. ❤️✨

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