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-ℂ𝕒𝕡í𝕥𝕦𝕝𝕠 𝟙𝟡-

—PALACIO DE SHADOWING
CORTE NOCHE 🌑

Escuchar las historias de amor de alguien más le hacía sentir que la suya jamás llegaría, no importaba que tan cerca o lejos estuviera, parecía alejarse cada día más de la cuenta. Hinata escuchó muy atento la historia de su amigo y pudo concluir en algo sencillo; Yamaguchi nació para gobernar, el tiempo se encargó de mostrarle el camino que lo llevaría hasta su destino, y eso era el heredero de FireWire.

Había estudiado sobre ese reino, era el más interesante a su parecer. Los problemas políticos y de sucesión estaban a la orden del día. Todo empezó cuando el Rey Yuuta enfermó y la mayoría de sus hijos también, Yuuta creó un edicto que permitía a su hija tomar posesión del trono en caso de que no hubiera sobrevivientes varones. Miyoshi se coronó Reina después de la muerte de su padre y último hermano.

Las telas de los vestidos ya parecían ser una capa de su piel, se había acostumbrado al usar esas horribles telas y pasearse con ellas por el palacio, especialmente con los colores pastel que a veces odiaba. Esa ocasión optó por el color rosa palo con un cinturón de plata y turmalinas negras, evitaría usar los colores de Shadowing lo más que pudiera.

— ¿Aún no estás listo? —La voz de Kenma lo asustó, ni siquiera se percató de su presencia.

—No. —Respondió tranquilo. El teñido se acercó hasta él y empezó a cepillar su cabello, los rizos de Hinata eran demasiado rebeldes, era imposible hacerlos quedarse quietos. Por suerte pudo ponerle bien el tocado, a Hinata le parecía curioso y extraño la forma de este; una diadema plateada y una cadena que parecía dividir su cráneo en sus dos hemisferios, también le colocó un sencillo collar de una hilera de diamantes que hacían juego con los aretes.

— ¿Es necesario arreglarme tanto? —Preguntó el pelirrojo.

—Desayunarás con su majestad, debes estar presentable —le dijo el Delta.

— ¿Cuál es el afán de hacerme desayunar con él?

—Deberías estar honrado, su majestad ha sido demasiado gentil contigo, un error de los cometidos por ti le costaría la cabeza a otro.

—Eso no es problema mío —se burló—. Es él quién me quiere con vida.

—Y no hará nada para matarte —le respondió el rubio—. Terminé, debemos ir a dejarte con su majestad.

Hinata no tuvo tiempo de hacer caso omiso y salió obligado de su habitación, el Delta iba detrás de él para evitar que huyera y se escondiera, ya lo había hecho veces anteriores y por eso era mejor prevenir.

El desayuno se llevaría a cabo en el ala de su majestad, en uno de los salones donde solía pasar el día entero cuando no quería trabajar en el despacho. El Omega observó las paredes, sus decorados eran hermosos, los colores eran oscuros y demasiado elegantes. Las puertas de madera blanca eran la entrada al paraíso o el infierno, Kenma le dijo que allí dentro yacía el Rey que lo esperaba.

—Compórtate, se educado, no quiero más quejas —le pidió el teñido. Hinata refunfuñó pero terminó cediendo ante la súplica implícita de Kenma.

Las puertas se abrieron y dejaron ver el salón; era una terraza de forma rectangular, los pisos y muros eran de color gris y las columnas del balcón estaban cubiertas de orquídeas blancas. La vista era hermosa, en la lejanía se veía el cielo tan colorido, las montañas de Shadowing y apostaba que más al fondo estaba el bosque. Hinata se acercó a mirar hacía abajo, tuvo que cuidado de no tirar ni mover la mesa, notó que había un inmenso campo y un extraño portón de Plata en la lejanía.

—Es de las vistas más hermosas que tenemos —la voz lo hizo trastabillar causando que la mesa temblara por el golpe.

— ¿Qué hay tras el portón del fondo? —Preguntó.

— ¿Cómo deduces que es un portón?

—Porque tiene forma de un portón. —El Alfa le indicó que tomará lugar en la silla frente a él, el Omega obedeció y se sentó frente a él—. ¡No puede ser! —Los platos que estuvieron vacíos empezaron a llenarse mágicamente, la platos de comida y cubiertos flotaban cerca de ellos, Kageyama se servía como si estuviera acostumbrado a ver toda esa magia, pero no Hinata, él estaba impactado.

— ¿Por qué no te sirves? —Cuestionó.

—La comida se mueve sola...

— ¿Si?

—La comida... está flotando, ¿cómo es que flota? —Preguntó—. Los platos pasan y rompen el aire como un woosh y las cucharas hacen bam como si golpearan algo.

—Mi hermano Daisuke creó este lugar para Haru, pidió la bendición de la Diosa Luna y ella respondió haciéndolo posible, la magia que ves es magia Original.

— ¿Se refiere a la que narran el libro? —El Rey asintió—. Creí que estaban extintos.

—No lo están —dijo él. Hinata observó sus manos cubiertas por guantes, sus movimientos eran delicados mas no frágiles, eran gráciles, como si danzaran y fueron ellos quienes movían los platos.

—Eres un Original —susurró como si contara el mayor secreto, ó quizás si lo hacía. La sonrisa que esbozó era la más sincera que le había visto desde que lo conoció, natural, tranquila, socarrona.

—Así es. — Original, Kageyama era un Original, la raza extinta hace miles de años. Estaba en presencia de uno de los seres supremos y gobernantes de esa tierra—. Soy descendiente directo de Irene Gau, la llamada Rosa Roja, todos los Kageyama lo somos.

— ¿Por qué?

—No lo sé, un ancestro nuestro se mezcló con ella y...

—No —interrumpió Hinata—, quiero decir. ¿Por qué me cuentas a mí?

— ¿Y por qué no? Has demostrado tener por mi raza un conocimiento superior a cualquier humano común y corriente. —El Rey se retiró los guantes dejando al aire esas marcas tan distintivas y sus uñas pintadas de negro, después llevó un bocado de su comida de forma tranquila.

—No soy un miembro de su raza, si es lo que piensa.

—Nunca dije que lo pensara —respondió el azabache—. En la antigüedad, las Faeries solían hacer bromas a los humanos, raptaban a sus hijos y los cambiaban por bebés de nuestra raza, o viceversa.

—Eso es terrible.

—Era divertido —mencionó encogiéndose de hombros—. Imagina, una de las Faeries más poderosas de la tierra con un hijo que no posee magia alguna.

— ¿Y usted cree que soy alguno de esos casos? —Nuevamente Kageyama se encogió de hombros.

—Ha habido mestizos anteriormente, ya leíste sobre ellos en el capítulo uno.

—No pertenezco a esas razas —dijo muy seguro de sí mismo.

—Voy a creerte, Omega, pero la cicatriz en tu cuello me dice lo contrario. —Shouyo se llevó sus dedos hasta su piel y acarició lentamente la marca—. En la caída del imperio se selló a los Nigromantes de una forma similar, con los llamados grilletes, sin embargo el hechizo no fue pensado para ellos sino para los originales. Anteriormente, en el caos conocido como Guerra Santa se sellaron a algunos originales de esta manera y los grilletes formaban cicatrices alrededor de sus cuellos. No todos corrieron con la misma suerte.

— ¿Qué les pasó a los demás?

—Huyeron, formaron ciudadelas y civilizaciones en otras tierras, otros están muertos e irguieron monumentos sobre sus tumbas, otros estamos aquí, infiltrándonos y viviendo la vida que se supone debíamos tener.

—Estás confiándome uno de los secretos más valiosos de tu familia —Kageyama sonrió ligeramente—. ¿Qué pasa si lo revelo a alguien más?

— ¿Sabes cuál es la mejor manera de preservarlo? —preguntó—. Si uno de los dos está muerto y me encargaré de que seas tú.

El Rey siguió degustando su comida con la presencia de Hinata frente a él, al Omega le había puesto nervioso la idea de morir por revelar la identidad de la familia, pero también le daba orgullo ser el único ajeno a ellos que lo sabía.

— ¿Alguien más lo sabe? —El Alfa asintió.

—Tsukishima lo sabe, confío en él plenamente. —Era obvio que lo sabría.

Hinata prestó atención al plato de comida, el olor a pan tostado era atrayente, los extraños patés lo incitaban a comer, pero aún así su estómago parecía estar cerrado, parecía haber una revolución en su interior que no lo dejaría tranquilo. El Rey comía perfectamente como si estuviera hablando del clima, maldito idiota. De pronto se levantó del comedor y se acercó hasta el balcón, invitó al Omega a hacer lo mismo y éste se acercó al barandal observando la intemperie.

Un extraño gruñido brotó del pecho del Alfa, Hinata lo miró con duda cuando emitió un segundo gruñido, sus caninos estaban al aire y se mostraban orgullosos, blancos y muy filosos. Las comisuras de sus labios se veían curveadas, su perfil estaba altivo y un rugido completamente diferente llamó su atención. Fue como si el viento se rompiera en miles de pedazos y lo hizo trastabillar, el batir de unas alas rozó su rostro y un rugido lo hizo mirar con asombro. En el balcón reposaba una extraña criatura parecida a un dragón; sus escamas eran de un hermoso azul naval, su cabeza pequeña en comparación de su cuerpo y una enorme cresta.

—No lo mires a los ojos —le dijo el Alfa, el Omega obedeció y agachó la mirada a sus filosas garras—. Esto es un Ikran, descendientes de dragones. —La enorme criatura permitió que el Rey montara su lomo, sus manos acariciaron sus escamas y éste parecía disfrutar que lo acicalaran—. Ven acá.

—No montaré esa cosa —dijo molesto al ver como el Rey le extendía la mano.

—Tendrás que hacerlo, es una orden. —Hinata refunfuñó molesto, no quería admitir que le daba miedo el reptil volador. Tomó la mano del Alfa y subió hasta la montura de la bestia.

El extraño sonido del reptil caló hasta los huesos y todavía más que se lanzara directo a emprender el vuelo. Sus brazos se aferraron alrededor del Alfa, las alturas jamás le dieron miedo, pero tenía miedo a caerse.

—Tranquilízate —le dijo el azabache—. Mientras esté aquí no te pasará nada. —Eso esperaba él.

Las bestia continuó volando con dirección al las murallas del palacio. El viento golpeaba en el rostro del Omega, su rizos se agitaban como resortes y sus ojos no podían mantenerse abiertos por tanto tiempo. El reptil planeaba en el aire, sintiéndotelo bajo sus alas y el sonido que emitía al romperlo, estaba seguro que era uno de los pocos placeres que podían ofrecerle en ese palacio. El Ikran descendió y una vez postrado en el suelo Hinata pudo admirar el portón de oro, dentro no se veía nada, sólo el pasto verde y la continuidad del bosque.

—Por la sangre de las rosas será, y por la sangre de una rosa dejará de ser. —Recitó el Alfa al mismo tiempo que se pinchaba el dedo con una aguja y la dejaba caer en la fuente de agua, las gotas rojas cayeron y se disiparon.

El portón comenzó a abrirse y siguió al Alfa hasta su interior a pesar de las dudas y el miedo. El cielo se tornó oscuro como la mismísima noche, las estrellas gobernaban en lo alto, el suelo de césped verde y lirios rojos parecidos a las arañas. Era imposible que cambiase el lugar. El Alfa extendió su mano con la esperanza que la tomase el Omega, lo ayudó a bajar de los escalones hacia el jardín, en cuanto sus pies tocaron el suelo vio como el polen de las flores se agitaba. El viento estaba frío, las estrellas brillaban y las luciérnagas volaban por el lugar.

— ¿Qué es este lugar? —Preguntó el pelirrojo.

—Este lugar es el Jardín de Meteoros; Polaris. Aquí es donde los Jodugar consultaban sus profecías a la Diosa Luna, también es la tumba de los grandes reyes de antaño. —Los dos siguieron caminando entre las flores, hasta llegar a la enorme estatua de piedra de un hombre. Parecía ser un Alfa, tenía constitución fuerte, ojos tranquilos e inexpresivos, sus manos sostenían una alabarda enorme que estaba apoyada en el suelo. A su lado estaba el enorme craneo de lo que parecía ser un dragón o un Ikran cinco veces mayor al que había montado hace un momento.

— ¿Qué es un Toruc? —leyó Hinata lo que expresaba la placa.

—Ultima sombra, es un Ikran más cercano a ser un dragón.

—Ya veo porqué lo llaman así —mencionó el humano—. Es enorme —dijo acariciando el craneo.

—El abuelo de mi bisabuelo era Toruc Macto; jinete de última sombre.

— ¡¿Montó esta cosa?! —Kageyama asintió.

—Sólo ha pasado cuatro veces desde que las primeras canciones fueron escritas —relató—. Dicen que el primer jinete reunió a los Faeries en época de gran tristeza cuando el primer Nigromante apareció.

— ¿Te refieres a Natsuo Miyamoto? —El Alfa negó.

—Me refiero al Dios Sol —confesó—. Todos nosotros alabamos a la Diosa Luna, ella es quién nos protege y guía en nuestro camino, pero incluso los dioses pueden ser heridos o superados. El Dios Sol lastimó a muchos de los míos y de los tuyos, entre ellos al amado de la Diosa Luna.

—En el libro mencionan que ella lloró lágrimas de tristeza y que de ellas nacieron los Originales. —Nuevamente Kageyama asintió.

—Fueron tiempos difíciles aquellos, la Diosa Luna se enamoró de un humano y tuvo que verlo morir por mano de los Nigromantes.

Ambos siguieron avanzando hasta un monumento el doble de grande, la estatua era la de una mujer tallada en piedra y adornada en oro, en su mano derecha cargaba una espada extendida al cielo y en la izquierda el escudo con la cabeza de un dragón grabado. El rostro fiero, el cabello desordenado y las rosas rojas en el suelo, había una bóveda de vitral transparente, un par de inmensas alas negras estaban resguardadas en su interior.

—Ella es la Rosa Roja —susurró Hinata.

—Irene Gau —le dio la razón el Alfa.

— ¿Y esas son sus alas? —Hinata observó el par de alas, de plumas largas y densas.

— ¡Uyan, ey büyük hanım, haleflerini bize geri ver! —Vociferó el rey—. Görkeminizi, tarihinizi görmemize izin verin ve bize bir ders verin. —La tierra comenzó a agitarse, el viento golpeaba más fuerte y al oscuridad se hacía más densa, las estrellas comenzaron a caer del cielo como meteoritos, y los ojos del Alfa brillaron de un purpura real.

El escenario se llenó de sombras, los sonidos de unas espadas chocando. La figura —aunque hecha de sombras— de Irene Gau se mostraba de forma fiera, corto de varios tajos la cabeza de un hombre, y perforó el abdomen de otro. Se escuchaban gritos y vítores, la gente la amaba, todos la adoraban y otros le temían. Era imponente. Por alguna razón el Omega derramó lágrimas, en las sombra se veía a la mujer más poderosa de todo un imperio llorando al tener entre sus brazos a dos bebés, sus hijos. Un sentimiento que él jamás experimentaría.

Por la sangre de las rosas será, y por la sangre de una Rosa dejará de ser. —La figura de sombras les habló, recitó la misma frase que Kageyama antes de entrar al jardín, fue entonces que comenzó a temblar y perder su forma hasta disiparse.

— ¿Por qué me muestras esto? —Cuestionó el Omega, el Alfa lo miró directamente con sus ojos de zafiro.

—Porque he decidido confiar en ti, Hatun —respondió con sinceridad—. Espero no estar equivocado.

—No lo estará, lo prometo —juró ante él—. No voy a decepcionarlo.


—PALACIO DORNE
CORTE DÍA ☀️

Las maletas parecían estar listas, los baúles estaban siendo cargados al barco. Atsumu odiaba actuar como embajador y posible prometido de la princesa Miwa, era una estupidez, no necesitaban esa estúpida alianza y no necesitaban mantener la paz con otras naciones.

—Es raro verte tan callado —el Alfa de ojos verdes se acercó al rubio—. Siempre estás haciendo ruido o siendo dramático.

—No hay motivos para estar feliz —le contestó Atsumu—. En estos momentos tengo la incógnita del por que nací y si era necesario.

—Es porque necesitamos muchos príncipes —se les unió una voz—. Aunque yo creo que es una tontería. ¿Para qué tener hijos si los vas a matar? Es una idiotez.

—Gusto en verte, Aomine —saludó el príncipe. Daiki Aomine, Jodugar y guardia más importante del Rey Haruka, un mercenario vestido de caballero.

—Lo mismo digo, Atsumu —le respondió el moreno.

—Debes llamarlo por su título —reprendió el castaño.

—No me interesan las cortesías, sino el dinero.

—Déjalo, Suna —pidió el rubio—. No es importante.

—Genial, no eres mi amigo y te trato como si lo fueras —se quejó el Alfa. Lo cierto es que en el fondo lo consideraba su mejor amigo, siempre cuidaba que las idioteces generadas por los gemelos no fueran a mayor escala de la permitida.

—Bien, bien. Vayamos hasta la Corte Noche, Shadowing necesita darnos una princesa para convertir en Reina. —Celebró Aomine con burla y subieron hasta la proa donde los marineros preparaban todo.

—No pienso casarme con ella —respondió el príncipe.

—Pero su majestad dijo...

—No me interesa, Suna —interrumpió el Alfa rubio—. No voy a acceder a los deseos de mi padre, Dorne no necesita alianzas con Shadowing, suficiente tenemos con ser aliados de Iskarjal.

—Y todo por culpa de Tetsurou —recordó Aomine.

—Ese estúpido gato —siseó Atsumu—. ¿Quién se cree al declararle la guerra a Dorne?

—Tuvo sus motivos —rememoró Suna—. El jura que la muerte de su príncipe fue culpa nuestra.

—No es mi culpa que su Omega recesivo no pudiera parir un bebé.

—El niño nació, su habitación se incendió y no hubo rastros de humo o si quiera fuego.

—Ellos controlan el fuego.

—Lo controlan tanto que ellos saben cuando no lo inician naturalmente —el moreno se recargó en los barandales de la nave—. Se necesita de oxígeno para iniciar el fuego, el fuego de un Fae del verano huele a carbón y a veces a carne quemada cuando empiezan a manifestar su magia. Pero este incendio en particular, parecía una combustión, como si movieras la luz del sol.

— ¿Insinúas que fuimos nosotros? —Le cuestionó el príncipe.

—Muchos le temen a la oscuridad porque desconocen lo qué hay en ella —dijo Aomine—. Pero yo le temería a la luz, puede mostrarte y hacerte creer en una cara que no es la verdadera.

—Por eso la manipulas a la perfección.

—No tanto como tú —se burló el moreno—. Cuando encuentre un jefe mejor los abandonaré a a ustedes y si me da más dinero del que pueda pedir le contaré todos sus secretos.

—Eres horrible —le dijo Atsumu de mala gana.

—Muchas gracias. —Los tres Alfas miraron como el barco rompía el agua, el océano parecía abrirse y daba paso a nuevas aventuras.

Atsumu detestaba viajar, no le agradaba la idea de ir como embajador o emisario de parte de su padre, sin embargo era su deber como príncipe heredero, ir y dar la cara por su corte.

—Tsumu está molesto por qué no podrá pintar a su Omega —dijo de repente el castaño.

— ¡Suna!

—Ohh, ¿con que un Omega? —Se burló el moreno—. Las Omegas son más fáciles de complacer, son muy sensibles.

—Sólo si eres Alfa y desde luego que tú lo eres —le dijo el castaño—. Pero me refiero a un Omega masculino.

— ¿No es raro? —Preguntó Aomine—. Sé que nos diferenciamos por el segundo género, pero, ¿cómo pueden negarse a un par de voluptuosas tetas?

— ¿Por eso estás con Satsuki? —Le preguntó Suna.

—No, ella es como mi hermana, jamás lo tocaría, y no le faltes el respeto, imbécil. —El príncipe se rió de la dualidad de Aomine.

—Es porque no ves más allá de su primer género —reprendió Atsumu—. Te enfrascas en que sólo te gustan las mujeres y no te das cuenta de nada.

— ¡Ay que enamorado! Los Omegas siguen siendo Omegas, sean hombres o mujeres, su finalidad es la misma.

—Encontraras a alguien que te haga cambiar de opinión —decretó el rubio—. Querrás hacer todo por él, lo amarás más que a nadie y te partita el alma verlo con alguien más. Cuando lo encuentres, serás afortunado si eres correspondido.

— ¿Lo eres tú, Atsumu? —Preguntó el moreno.

—No, pero quiero serlo.


—PALACIO DE SHADOWING
CORTE NOCHE 🌑

Las plantas del jardín parecían moverse al compás del viento, detrás de los muros se sabía que estaban los sirvientes preparando todo para el festival de Dualiko. Handan observó el panorama, todo parecía salir perfectamente bien.

— ¿Mi nieto sigue con el Omega? —Preguntó a sus criados.

—Así es, majestad —respondió una mujer.

—Bien, así es como debe ser. —La Reina vio en la lejanía del jardín a la supuesta concubina de su nieto, el Omega de cabellos blancos y prominente vientre se acercaba junto al delta de cabellos castaños—. Doris, llama al Omega de mi nieto, han pasado meses y no he hablado con él.

—Como desee, majestad —la criada hizo señas y mandó a llamar al Omega, se acercó hasta la carpa donde la reina estaba sentada y se reverenció cuidadosamente.

—Su majestad —saludó el albino—. Me honra que me invite a su mesa.

—Bienvenido Korai Hatun, toma asiento —pidió la Reina. El Omega se sentó en los cojines que estaban en el suelo. Handan admiró su vientre ya crecido, dentro de él se formaba una nueva vida que esperaba trajera felicidad.

—Estoy agradecido con su invitación.

—No hemos tenido oportunidad de hablar, pensé que sería agradable hablar con la madre de mi bisnieto, así como darte recomendaciones. —El Omega asintió ante las palabras de la Alfa—. No descuides tu salud, Hatun, ese niño qué hay en tu vientre es el hijo de mi nieto, propiedad de la dinastía Kageyama, no vales nada sin esa criatura. Debes saber que si algo le ocurre te haré responsable y te colgaré de los muros más altos del castillo. Ten cuidado, Omega.

—Como desee, majestad —soltó en un susurro.

—Bien, ahora come, estás demasiado pálido y no quiero que enfermes. —El Omega obedeció ante sus órdenes, probó bocados pequeños de la comida, aunque su estómago parecía estar cerrado, su apetito se esfumó apenas tuvo oportunidad.

—Su majestad —llamó el Delta.

—Acércate Kenma —pidió la mujer. El rubio se acercó y extendió un delgado y pequeño rollo de papel—. Ah, a fin responden. —La mujer se levantó de su asiento y se alejó, exigiéndole al Omega que permaneciera en su lugar.

Caminó hasta sus habitaciones y se dejó caer frente al sofá una vez estuvo dentro, el Omega permaneció de pie frente a ella, a la espera de la siguiente orden dada por su señora.

— ¿Cómo van las clases de Shouyo? —Preguntó.

—Van excelentes, Shouyo es un buen estudiante, nunca pierde el interés en aprender cosas nuevas.

—Perfecto, las Reinas deben ser inteligentes y yo necesito que él lo sea.

—No entiendo la necesidad de hacerlo Reina —mencionó el Delta—. Se nota desde el espacio que no se lleva bien con el Rey.

—Kenma, un Rey necesita una Reina poderosa que esté a su lado, detrás y frente a él, necesita una compañera que sea capaz de prever lo que venga sin que importarle mancharse las manos de sangre en el proceso. Shouyo debe cumplir con cada una de esas características.

— ¿Y si no lo hace? —Insinuó.

—Siempre se puede convertir a otra —admitió encogiéndose de hombros—. Quizás sea más difícil, pero no por eso es imposible.

El Alfa pelinegro pasó todo el día en su despacho, los documentos y papeles estaban extendidos en el escritorio conforme los leía y firmaba. Su cabeza daba vueltas, el día parecía haber sido prometedor.

Decidió confiar al Omega el mayor secreto de su familia, era un tanto arriesgado pero esperaba diera buenos frutos en el futuro. Sólo el tiempo le diría si hizo lo correcto.

—Pareces cansado —le dijo el rubio frente a él.

—Siento como si una gran montaña se deslavara y me cayera todo en los hombros —admitió.

—Quizás debas tomarte unas vacaciones —sugirió.

—No voy a descuidar mi nación solo porque me siento mal.

—Un Rey necesita estar entero y fuerte para su corte —recordó el Alfa—. Sí debes descansar, yo podría hacerme cargo de los asuntos de estado.

—No creo que sea suficiente —dijo intranquilo. El koushman empezó a brillar y emergió la imagen de un rubio cenizo y ojos marrones.

—Tobio- kun, es una gusto saludarte —canturreó.

— ¿Miya- san?

—El mismo —exclamó—. Necesitaba hablar contigo antes de llegar.

— ¿Llegar? —Preguntó.

—A Shadowing, claro está —soltó—. En estos momentos viajo en barco rumbo a la Corte Noche, he de decir que estoy bastante molesto porque no lo sabías.

—No tengo idea de que estás hablando. ¡¿Como osas venir a corte sin anunciarte?!

—Precisamente esto estoy haciendo, genio —molestó—. Llegaré a tiempo para el festival de Dualiko, será divertido ver la dichosa celebración, veremos por qué tu pueblo la ama tanto.

—Eres una basura, Miya. No permitiré que mancíllese a mi nación con tu dichosa visita —amenazó—. Si es una declaración de guerra, como todas las anteriores no dudaré en responder.

—Yo consideró que es un acuerdo de paz —insinuó con voz cantarina—. Como bien sabes, las bodas traen buenos deseos.

— ¿Boda? ¿Qué boda? —Preguntó, y como respuesta el rubio sonrió.

—Deberías preguntarle a tu familia —sugirió—. Quizás ellas puedan ayudarte. —Dicho esto colgó la llamada.

—Su majestad...

—Reúnelas a todas en este lugar —dijo el pelinegro.

—No debe precipitarse...

— ¡Mándalas a llamar ahora! —Ordenó, y el rubio desapareció de la habitación.

Era increíble e impensable la situación, una carta trajo consigo la desgracia escrita a la corte. En el despacho de su majestad se estaba llevando a cabo la audiencia que depararía el futuro y alianza de la nación, y todo ese peso caía en la espalda de la princesa.

—Aquí es donde me pregunto, ¿Qué clase de arpía es usted? —Preguntó Zero con cizaña—. Mire que intercambiar correspondencia con el rey de Dorne es considerado traición.

—Madre, por favor no finjas —pidió la joven—. No creo que la abuela sea capaz de tal cosa.

— ¿Estás dudando de mí?

—Por favor Zero, todos sabemos qué harías cualquier cosa por poder —dijo la mujer mayor—. El matrimonio de mi nieta será beneficioso.

—Para usted mejor dicho —interrumpió la madre del Rey—. Este matrimonio arruinaría a nuestra dinastía. —Las puertas se abrieron dejando ver al único hombre de la familia, todas las mujeres suspiraron en cuanto lo vieron entrar, su aura se sentía pesada y no dejó de sentirse así aún cuando tomó asiento tras el escritorio.

— ¿Quién envió la carta? —Preguntó de repente. Las tres mujeres guardaron silencio—. Creo que no me exprese muy bien, ¡¿Quién mierdas envío tal correspondencia?!

—Mi querido nieto, lo mejor será que no pierdas los estribos.

—No me pidas que me calme, abuela, porque no lo voy a hacer, no hasta que tenga respuesta. —La tensión podía palparse el aire, todas las presentes estaban temerosas y nerviosas, jamás habían visto al más joven de esa manera.

—Las cartas son sólo propuestas de matrimonio para tu hermana —dijo la Reina Handan—. No es nada de que preocuparse.

— ¿Nada de que preocuparse? —Preguntó la Reina Zero—. Es mi hija a la que quieren desposar y es nuestro más grande enemigo.

—Su matrimonio podría traer un acuerdo de paz.

—No me sorprendería si fuese usted quién las envió.

— ¿Está acusándome?

— ¿Que te pasa Handan, perdiste toda tu elegancia?

— ¡Suficiente las dos! —Exclamó el Alfa—. Estoy harto de escucharlas parlotear, sepan muy bien que esto es una falta de respeto hacía mí, hacía mi reinado. ¿Qué pensaban, qué no me daría cuenta? Por amor a lo más sagrado ¡¡¡De no ser por la estúpida llamada de Atsumu no me hubiera dado cuenta!!!

—Tobio debes reaccionar, quién envió esas cartas fue tu abuela —le dijo su madre.

—No busques inculparme por algo que tú cometiste, Zero. Ambas sabemos que te codeas con el Rey dorniense.

—Eso es una vil mentira.

—Creo que a estas alturas ya no sabemos que creer —habló Miwa con voz clara—. Yo no deseo casarme, al menos no con el príncipe Atsumu.

—Estoy de acuerdo con Miwa —admitió Tobio.

—Querido, ¿no deberías pensarlo bien? —Preguntó su abuela—. No estás pensando con claridad, un matrimonio con la Corte Día es una alianza y rama de olivo entre las disputas de años anteriores.

—Empiezo a cuestionarme sino fuiste tú quién me ocultó ese hecho, abuela —habló lentamente.

—Ah... querido, jamás me atrevería a cuestionar tus órdenes.

— ¿Y tú, madre? —La Reina Zero lucía molesta, su rostro poseía el ceño y los labios fruncidos como prueba del más grande desagrado, sin embargo en un segundo su mirada se tornó tranquila y sus ojos se veían más opacos que de costumbre.

—Tobio, me retiro mi corona ante ti y no hablo como Reina sino como madre —entonó—. Yo jamás pondría mis manos en las de que quienes mataron a mi hijo, mucho menos entregaría a mi hija sabiendo que podrían hacer los mismo. Cuando tu padre sentenció a Daisuke fue porque encontró pruebas que lo inculpaban de planear un golpe de estado, y su respaldo era el Rey dorniense. Una carta falsa.

—Dicha acción jamás fue desmentida por parte del Rey Miya —atacó Handan—. De haber continuado con el golpe serían los Miya quienes manipulasen tu reinado.

—Usted misma lo dijo —mencionó Zero con voz tranquila—. Aún si fuera real la acusación, serían los Miya quienes gobernarían Shadowing y no mi hijo.

Kageyama se quedó tranquilo y pensando, su abuela jamás le mentiría, pero su madre jamás jugaría con el pasado y muerte de Daisuke, su madre podría ser dura y una pésima persona, pero era una madre excepcional, cada cosa que hizo fue para protegerlos. No conocía sus pecados, pero en su momento eran decisiones que debían tomarse pues el sacrificio de uno era la supervivencia de otro.

—Además, no permitiré que mi noble sangre se mezcle con la de un Fae imitador —siguió hablando.

—No paras de parlotear, Zero —la interrumpió Handan—. No tienes derecho a llamarte noble sangre pues no eres más que una humana transformada en uno de nosotros.

—Usted también, ¿no es así? —Preguntó altiva—. Podrá ser una Faerie pero no pertenece a ninguna rosa, mis hijos si.

—Y ellos pertenecen por mi hijo —dijo con orgullo—. Todos estamos en las mismas condiciones.

—Sí mi hermana se casa con el príncipe dorniense, sus hijos llevarán en sus venas la sangre de un original, y no estoy dispuesto a entregar un secreto familiar de miles de años a un reino que nos ha amenazado constantemente. Mi respuesta es definitiva.

—Eso deberás decírselo a los Miya —canturreó Handan—. Han enviado una comitiva hacía Shadowing.

—Ya lo sé, abuela. Estoy al tanto de eso —declaró—. De lo que no estoy al tanto es del mensajero que envío dichas cartas. Ante mis ojos todas son culpables.

— ¿En serio? —Preguntó la Alfa más joven—. ¿Todas somos culpables? ¿Y qué hay de tu ineptitud como Rey?

— ¡Miwa!

— ¡No voy a callarme, madre! —Gritó la joven—. Esto ocurrió por sus descuidos. ¿Cómo pretendes cuidar al pueblo sino puedes cuidar a tu familia?

—Largo de mi vista, Miwa, no quiero verte.

—No quieres verme porque tengo razón y no seré partícipe de esto.

—No voy a tolerar esta falta de respeto, pero ante todo eres mi hermana. No voy a permitir que te cases por una estúpida alianza. Ahora váyanse todas, quiero que me dejen solo.

Las mujeres dejaron en paz al Rey, en su mente seguían rondando las palabras de su hermana. Tenía razón, jamás debió ser Rey, era una carga pesada, una carga para la cuál no estaba preparado, sabía que ella estaba enojada y en el fondo sabía que no lo decía en serio, pero dolía, en el fondo de su mente sabía que dolía. Dejó caer su cabeza en la mesa de madera y fijó su mirada perdida en algún punto de la pared. La puerta se abrió con un chirrido y eso lo sacó de su ensoñación.

—Dije que me dejarán solo.

—Perdón su majestad. —Era la voz del Omega pelirrojo, estaba frente a él con un sencillo camisón blanco y una bata encima—. Pensé que tendría hambre, lleva horas encerrado. — ¿Horas? ¿Cómo que horas? Reviso el reloj de su pared y efectivamente, ya casi era medianoche.

—No me di cuenta —Hinata dejó la bandeja de comida en el escritorio, acomodó los papeles desperdigados y los hizo a un lado.

—No quiero ser imprudente —habló—. Pero yo creo que es un excelente monarca. —Los ojos azules se cruzaron con los caramelo del Omega, eran más brillantes de lo que se había percatado—. No cualquiera rompe las leyes por deja vivir a su familia. Eso habla muy bien de usted.

—Tú mismo lo has dicho, rompí las leyes. —Tomó la taza de café y la llevó a su labios.

—Proteger a su hermana, proteger a su sobrina, ¿no habla bien de usted?

—Fue sólo un momento de debilidad. Como Rey no tengo derecho a flaquear.

— ¿Sabe qué es lo que decimos los humanos? Errar es de humanos, usted no es un humano, pero es un hombre, los reyes son hombres y pueden fallar de vez en cuando.

—Sí fallo, eventualmente mi pueblo perecería. —Dino voz seria.

—Si falla no estará solo, su familia y todos aquellos a los que protegió estarán para usted. No debería dudar de ellos. —Kageyama sonrió ligeramente, una sonrisa pequeña y poco perceptible.

—Ve a dormir Hatun, tenemos cosas que hacer en la mañana.

— ¿Tenemos? —Cuestionó el Omega.

—Quiero ver los preparativos para el Dualiko, y quiero tu ayuda para la recepción de unos visitantes extranjeros.

— ¿Me pagará por ello? —Preguntó burlón.

—Dependiendo del resultado —confesó encogiéndose de hombros—. Puedes pedirme lo que quieras, te lo daré. —Hinata pensó lo que quería, podía pedir hasta lo imposible y el Alfa haría lo posible por traérselo, pero su decisión de no se comparaba con ello.

—Quiero una crostata de fresas. —El Alfa frunció el ceño.

—Puedes pedirle a los cocineros que la hagan.

—No cualquier crostata de fresas —interrumpió el Omega—. En mi pueblo una amiga de mi madre preparaba la mejore crostata de fresas del reino. Quiero una hecha por ella. —El Alfa lo miró retador, ese chiquillo era todo un caso.

—Será mejor que haga la mejor crostata de fresas de todo el imperio, de lo contrario no volveré a ser gentil contigo.

—Mi querido rey —canturreó—, tengo la certeza de que querrás besar el suelo por donde camine después de probarla. —Sonrió tan brillante como el mismo sol del cielo, como la luna en una noche de verano. Se levantó y se despidió del Alfa hasta huir del despacho tan sigiloso como entró.

—Si, eso espero —admitió al vacío.

—LÍMITES DE RUSHKA.
CORTE OTOÑO 🍁

La oscuridad del cielo fue borrada en cuanto el primer rayo de Sol lo tocó, la noche perdió todo su magnificencia ante el esplendor de su contraparte, la caída de la luna no se presentaba hasta que el sol no saliese.

Shinobu se preocupó ante los deseos y secretos que guardaba, el amor que profesaba a su familia era infinito y nadie podría cuestionarlo. Observó a Natsu dormida en su cama, acarició los suaves rizos de su niña y se alejó.

—Pongo mi vida en tus manos, Diosa Luna —lanzó una plegaria al cielo—. No dejes que el sol nos queme, no dejes que los Nigromantes nos atrapen y no dejes morir a los Originales. Te lo pedimos en el nombre de tu amor perdido. Amén.

Aún así la mañana comenzó de forma alegre en las calles de Rushka. Madre e hija caminaban por los pasillos del mercado, los gritos de la gente llamaban la atención de cualquiera que caminara. Natsu iba pasos más adelante de su madre y andaba más rápido que ella.

— ¡Mamá date prisa! —Exigió.

—Natsu, ve más despacio —ordenó ella. La Alfa no hizo caso a su petición y aceleró el paso hasta que alguien tiró de las faldas de su vestido; era un anciano cubierto de ropas sucias y desaliñadas.

—Jovencita, ¿te gustaría conocer tu futuro por cinco bronces? —Le preguntó.

— ¿Puede hacer eso?

—Natsu —llamó la Omega a su hija.

— ¡Mira mamá, este anciano puede ver el futuro! —Dijo emocionada, pero Shinobu no veía a un anciano. El hombre podría estar entrando en sus treinta, de cabello rubio peinado elegantemente, ojos dorados ocultos tras unas pequeñas gafas, sus ropas beige estaban adornadas con cadenas de oro sólido y en sus manos resaltaban las minúsculas marcas tintadas de dorado como la pintura de sus uñas.

—Natsu, aléjate de él —pidió.

—Pero mamá...

— ¡Natsu te di una orden! —Gritó. El hombre trono los dedos y el tiempo parecía volverse más lento, los gritos cesaron y el escenario también cambió.

—No podrán escucharnos aquí —dijo el hombre—. Su majestad imperial, Emperatriz Shinobu el sol qué nunca se apaga. Le saluda Kento Nanami, comandante en jefe de los ejércitos de la Rosa Blanca.

— Así qué no sólo envía a su marioneta, ahora envía a sus soldados —dijo de mal humor—. Debe ansiar demasiado estar de mi lado, ¿no es así? —Preguntó con ironía.

—Su majestad, usted debe saber que las rosas somos sus súbditos, jamás nos atreveríamos a lastimarla. El Káiser de Jungsund está a su disposición, el trono debe ser tomado por la fuerza. ¿Le recuerdo que existen más herederos a él?

— ¡¡¡No!!! Este es mi pueblo, este es mi imperio, es mi trono, es mi corona de la que estamos hablando. Ya perdí demasiada gente antes.

—Su majestad, sino actuamos de inmediato la Rosa Roja se adueñará de lo que le pertenece —dijo con una calma que te envuelve para decir que si—. Hágalo por sus hijos. La princesa merece un mundo sin carencias y sin ocultar quién es en realidad.

—Dile a tu Rey que aleje su vista de seis ojos de mi familia, ninguna rosa invadirá el jardín que me pertenece y si una lo hace yo misma me encargaré de arrancarla desde la raíz. —Nanami sonrió con suficiencia ante la declaración de la Omega.

—Será como ordené mi Sol. —Se inclinó ante ella con la mirada hacia el suelo—. Su majestad, aún así me atrevo a pedirle que acepte a dos de mis mejores soldados para velar por su seguridad, hemos interceptado amenazas y movimientos de la Rosa Roja.

—Mi hijo vive con una —susurró—. Lo envié allí para protegerlo.

—Ciertamente, la rama Kageyama se hará cargo de cuidarlo y protegerlo —admitió el rubio—. Espero no sepan del origen de nuestro príncipe.

—Nadie sabe sobre nosotros, me encargue de sellar sus poderes, tiene unos grilletes en su cuello que nadie puede romper.

—Si usted confía en su hijo confiaré también yo, la apoyaré en lo que necesite hasta que el trono le pertenezca. —Las ilusiones desaparecieron y el tiempo corría a su ritmo normal, como si no hubiera rastro del rubio.

—Mamá —la llamó Natsu—. ¿Estás bien? Te ves pálida.

—Estoy perfecta, Natsu. No te preocupes y vayamos a casa.

—Pero quiero unos lazos para mi cabello, además mi crinolina está desgastada, quiero comprar cosas. —La Omega asintió ante los pedidos de su hija. Siguieron su camino por las calles del mercado, Natsu amaba el ruido, usualmente la gente volteaba a mirarla como si del mismo sol se tratase, quizás era un don natural.

La gente se sintió encantada cuando vieron a las Hinata pasar, todos amaban a la familia, incluso perdonaron que la Omega jefa enviase a su hijo a casarse con alguien de otra ciudad. Shinobu declaró a sus conocidos que Shouyo se fue enamorado de un Alfa que quedó prendado en cuanto lo vio, el pueblo no pudo despedirse, pero en el fondo le deseaban la mayor felicidad del mundo.

La Alfa llegó hasta el puesto donde estaban sus preciados listones, encontró varios de color blanco con bordados grabados en metales preciosos, obviamente eran costosos y sólo se permitió comprarse el del metal más barato.

—Yo pagaré por ellos. —La voz fuerte y clara de una mujer interrumpió la discusión que Natsu tenía con la vendedora al intentar regatear el precio de los lazos.

— ¡¿De verdad?! —Cuestionó la niña con impresión en su voz—. ¡Gracias!

—No puedes aceptar tal regalo Natsu —regañó su madre. Shinobu observó a la mujer con detenimiento.

— ¿Por qué no? Nada me haría más feliz que ver sonreír a una princesa. —Estatura promedio, cabello muy corto color verde, estaba envuelta en telas violetas de pies al cuello, sus manos parecían llevar cicatrices al igual que su rostro donde una venda cubría su ojo derecho bajo unas gafas.

—Ves mamá, yo sabía que podía ser una princesa —canturreó orgullosa la niña.

—Siempre lo has sido, desde tu nacimiento —declaró la mujer—. Y su madre es todo una Reina, mis mejores deseos para su familia. —La joven le extendió una Rosa Blanca a Shinobu, esta la tomó con duda y como respuesta obtuvo una sonrisa de la peli verde para después desaparecer entre el gentío.

—No pide darle las gracias —insistió Natsu.

—No hace falta cariño —dijo su madre—. No creo que las necesite por el momento.


Iba a publicar esto hace horas, pero me dio hambre y me hice un sándwich.

Espero hayan disfrutado del capítulo, cada actualización se podrá mejor que la anterior. Muchas gracias por leerme y por seguir aquí. 💕✨

Para los que no me siguen y les gusta el DaiKita, les chismeo que publiqué una nueva historia llamada "LSD", cuenta con dos capítulos hasta ahora y próximamente estaré actualizando el tercero. Espero le den una oportunidad.

Nos vemos hasta la siguiente actualización, teorías y chismes son bienvenidas, déjenmelas en comentarios que siempre ando respondiendo. 🥰❤️

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