-ℂ𝕒𝕡í𝕥𝕦𝕝𝕠 𝟙𝟟-
Los pasillos estaban oscuros, el suelo estaba helado y lo hacía tener escalofríos al ir descalzo, el palacio parecía estar vacío.
Llegó hasta un pasillo que no recordaba que existiera en realidad, al fondo se notaba una pared de agua gélida, era igual a un muro hielo iluminado. Su reflejo lo mostraba altivo; su imponente altura y sus cabellos azabaches sobre sus ojos azules, lo único informal en él era esa pijama azul oscuro.
Agachó la mirada con los ojos cerrados y al momento de conectarse con su reflejo todo cambió. Estaba más bajo de estatura y con más edad, sus ojos gris azulado de forma almendrada y el cabello negro peinado hacía atrás, su pijama cambió por un hermoso uniforme militar color negro con hombreras de un gris azulado al igual que los pantalones y una banda celeste que atravesaba su pecho desde el hombro izquierdo.
—Daisuke —susurró. Su reflejo retiró el puro de sus labios y exhaló el humo. Así es como recordaba a su hermano, siempre vestido tan pulcro y elegante con un tabaco en sus manos.
Una figura de un niño se aferraba a las caderas de su hermano, era un niño que usaba un pijama celeste y traía un peluche en su mano izquierda. Daisuke dejó el puro en el suelo y tomó al pequeño entre sus brazos.
—Tranquilo Tobio, ya estarás a salvo. —Su voz era tranquila, seria y grave.
—Oh Daisuke —susurró el azabache frente al espejo—. No tienes idea de cómo te extraño.
El mayor en el espejo extendió sus manos, Tobio la tomó y entró a través del espejo, sus pies no tuvieron contacto con el suelo y cayó de forma rápida en las oscuras profundidades. Imaginaba que el fondo sería duro, en cambio cayó en la superficie blanda de una habitación que no era la suya.
Los murmullos de voces se escucharon por el pasillo y debajo de la puerta se veía el caminar de unos pasos desconocidos.
—Quiero que el palacio esté en óptimas condiciones, preparen las alcobas y por favor hagan todo lo que él diga.
—Como ordene, mi señor.
Sin duda alguna, ese era su hermano; Daisuke Kageyama, hijo mayor del Rey Kuroko, un Alfa respetable y amado por todos, excepto por su padre.
—Mi adorado Haru —Daisuke tomó un marco con una fotografía que estaba sobre el buró—. Pronto estaremos juntos.
—Hermano —una voz susurró junto a la puerta, conocía esa voz... Era la suya. Una versión de si mismo a la tierna edad de nueve años—. ¿Te irás?
—No tienes que preocuparte, Tobio —dijo el Alfa hincado de rodillas—. Pronto regresaré, debo atender unas cosas en mi provincia y algún día regresaré.
— ¿Lo prometes?
—Lo prometo.
—No vayas —pidió el Tobio de veintiún años—. Por favor Daisuke, no te vayas del palacio.
El escenario cambió por completo y ahora se encontraban en el salón del gran palacio. La tragedia sucedería y el no poder evitarlo nuevamente pasaba factura. Los gritos de la gente lo alertaron, los guardias que no dejaban pasar a los sirvientes.
Y su hermano... Su adorado hermano estaba de rodillas con la camisa llena de sangre, su cabello estaba despeinado y tenía heridas por todo el cuerpo.
—No debiste venir a palacio —sollozo—. No tienes idea de cómo te extraño.
—Daisuke Kageyama —habló uno de los guardias—. Quedas sentenciado a muerte por los crímenes de odio y traición al reino, es la orden del Rey Kuroko que se cumpla este mandato.
—Por favor no lo hagan —sollozo Tobio pero nadie lo escuchaba, ni siquiera lo veían—. No le hagan daño a mi hermano...
—Pongo mi fe en ti, mi señora, que la Diosa Luna bendiga mi camino. —La hoja de una espada cortó de tajo la cabeza que rehusaba a dejar su cuerpo, hicieron falta cinco tajos más para darle fin a su vida.
— ¡¡¡DAISUKE!!! —Esa era la voz de su madre. Tobio giró hacia el pasillo y miró a su madre, lucía más joven y sus ojos más brillantes, su largo cabello lila estaba más hermoso que en la actualidad—. ¡¿Qué hacen?! Ese es mi hijo, mi niño, ¡¿Qué le han hecho a mi príncipe?!
No recordaba a su madre llorar de esa forma, claro que tampoco recordaba haber presenciado la muerte de su hermano. ¿Por qué estaba viéndolo justo ahora?
El escenario que se le presentaba ahora si lo recordaba, estaba su versión de niño con un estúpido traje de marinero que lo obligaban a usar, los baúles con sus cosas guardadas estaban hechos y su madre vestía de negro. Desde ese día nunca dejó de usarlo.
—No me quiero ir madre —refunfuño el niño.
— "Tienes que irte, Tobio" —Repitió el mayor.
—Tienes que irte, Tobio —le dijo su madre al niño—. Es por tu seguridad.
No comprendía el por qué en ese entonces, años después todo quedó muy claro. Su padre era el responsable de la muerte de su hermano.
Despertó envuelto en sus cobijas y cayó de la cama desesperado, su respiración estaba errática, su cuerpo sudoroso como si de repente hubiera enfermado y sus ojos escocían de lágrimas. Un grito abrió paso desde su garganta y le nubló el juicio, sus manos llegaron hasta sus cabellos y tiró de ellos con fuerza hasta no sentir dolor.
Las puertas se abrieron y las manos de su hermana tomaron las suyas.
—Tobio, tranquilo —le susurró—. Estoy aquí, estamos aquí. Por favor quédate conmigo.
—Miwa —sollozó el menor y se aferró a su hermana—. Fue horrible... fue horrible Miwa, nunca sentí tanto miedo.
—Tranquilo, cálmate, es solo una pesadilla —la mujer besaba la frente de su hermano y acariciaba sus suaves cabellos—. Sólo es un sueño más.
—Él no merecía esto —susurró entrecortado—. Daisuke... él merecía estar con vida... yo... quería pelear a su lado eternamente. ¡Miwa, yo no quería ser Rey! Yo no nací para serlo.
—Guarda silencio, mírame —pidió firmemente y sostuvo su mentón con su mano—. Tú, eres el futuro de nuestra casa.
—Solo haz que termine —el Rey se dejó caer en los brazos de su hermana mientras está lo aferraba demostrando su cariño.
—Quédate conmigo —siguió susurrando—. Me quedaré contigo lo que queda de la noche.
—Está bien.
Veintiún años. La gente creería que a esa edad todos sus miedos estarían borrados y olvidados, pero no los de Tobio Kageyama, los suyos estaban enterrados y esperando el momento perfecto para brotar más fuertes de lo que ya eran.
Los rayos de sol entraron entre las pesadas cortinas de la habitación del Omega, él no quería levantarse, anhelaba seguir durmiendo, pero estaba seguro que lo obligarían a trabajar como todos los demás.
Tomó la cesta con sus pertenencias de aseo y se encaminó a los baños. Era molesto tener que compartir las regaderas con la demás gente y lo hacía sentirse bochornoso, para resguardar un poco más su intimidad los ofrecían toallas de una tela demasiado delgada, se la enrollaban en el cuerpo y se bañaban con ella. Era molesto ver los cuerpos esbeltos de las mujeres a su alrededor, sean lo que sean; Alfas, Betas, Omegas... Tenían curvas hasta donde no debían y eran atractivas hasta más no poder; algunas eran Faes pertenecientes a otras cortes y unas eran humanas de familias adineradas. En cambio él tenía u origen humilde, jamás se sintió poca cosa por el oficio de su madre y padre, pero un lugar donde la belleza es tu mayor arma deja mucho que desear la ausencia de ella.
El caminar de los baños hasta su habitación era todavía más difícil, intentando evitar tropezarse por las escaleras debido a las sandalias de madera que llevaba puestas. Al menos podría vestirse con suma tranquilidad; en su cuarto tenía un baúl con vestidos más elegantes de lo que esperaba. Esa mañana optó por usar uno color gris verdoso con encaje dorado en el escote y mangas de cascada gris oscuro. El rugir de su estómago lo hizo salir, de verdad tenía demasiada hambre y ojalá ya estuviera la comida hecha.
— ¿Qué haces aquí? —Esa voz engreída arruinó su mañana tranquila.
— ¿Tú qué crees? —Preguntó irónico—. Vivo aquí, para mi desgracia.
— ¿Cuando fuiste ascendido?
—No eres el único, Korai Hatun —canturreó—. Y no te importa el por qué fui ascendido.
Hinata huyó dejando al Omega albino con la palabra en la boca, fue hasta la mesa de Yamaguchi y Himekawa, el desayuno estaba servido finalmente.
—Buenos días —saludó.
— ¿Cómo dormiste en tu nueva habitación, favorito? —Preguntó Yamaguchi burlón.
—Guarda silenció —imploró—, y bien, la cama es cómoda. —El de cabellos verdosos comenzó a reírse a carcajada limpia.
— ¡Yamaguchi! —Regañó el castaño.
—Lo siento, es que no me imagino a Hinata haciendo algo que encante al Rey.
— ¿Dudas que sea capaz de conquistarlo? —Cuestionó fingiendo sentirse ofendido.
—No, dudo que seas capaz de querer llamar su atención, no muestras interés por él y por nada en general —respondió el pecoso.
—Solo quiero salir de aquí.
—También yo —dijo Aoi.
—Cuando te resignes a permanecer aquí harás lo que sea para avanzar. En el Harem hay dos tipos de Omegas; las esclavas y las Reinas, y a su vez hay dos tipos de las segundas; las que serán recordadas en la historia y las que serán olvidadas —Hinata prestó atención a las palabras de Yamaguchi, sus ojos lucían juguetones, manipuladores, parecía un gato y él simplemente una bola de estambre que movía a su antojo—. ¿Qué tipo de Omega quieres ser tú, Hinata?
— ¿Podemos comer en paz? Tengo hambre —El pelirrojo prestó más atención a su plato que a lo que decía su compañero después, no quería ser partícipe de algo tan horrible.
—PALACIO AUTUMNAL.
CORTE DE OTOÑO 🍁
Los vientos soplaban con mayor intensidad desde el balcón de su habitación, los aromas de la tierra se mezclaban con los de los árboles y formaban una fragancia otoñal. Acarició su vientre y se imaginó las posibilidades de tener un pequeño en su brazos, ¿A quién de los dos se parecería? ¿Sacaría sus ojos o los de Daichi? Posiblemente luciría igual al Alfa, de eso estaba seguro, pero si era igual a él... Seguramente Daichi estaría feliz, sus genes solían ser fuertes. Recordaba a un Omega con mucha más edad igual a él, con ojos ambarinos y cabellos rubios.
—Mi señor —La voz de Ōmimi lo saco de sus recuerdos.
— ¿Está todo en orden? —Preguntó.
—En excelentes condiciones, nuestros espías aseguran que el Omega fue ascendido a favorito —respondió.
—Perfecto —El Omega dio un sorbo a la taza de té verde—. Quiero que velen por su seguridad, que no se acerque a la Reina Madre, no quiero que tenga contacto con ella, podría llenarle la cabeza de ideas malignas.
—La Reina Zero no se ha acercado jamás a él.
—No hablaba de ella —El Delta lo miró con el ceño fruncido.
—Mi señor, usted planeó su llegada junto a la de la Gran Reina Madre.
—Planee su escolta, más no sus alianzas. Handan es una mujer avariciosa, ambiciosa, no olvidemos sus orígenes y enseñanzas. Las semillas de odio que fueron plantadas en ella germinaron y se hicieron fuertes.
— ¿Cree que podría dañar al Omega y evitar que sea Reina? —Cuestionó.
—No —respondió suave—, en casos como estos es mejor lanzarlo al ruedo y convertirlo en una marioneta más del juego, pues es el titiritero quién tiene el control de la situación.
—Usted ve todo como un juego, mi señor —El Omega sonrió—. Debe ser hereditario esa forma de pensar, su madre también era igual.
—Cuando juegas al juego de tronos, o ganas, o mueres. Fue la única enseñanza buena que me dejó... Le deseo una eterna infelicidad donde quiera que esté.
—Amén —secundó el Delta—. ¿Y qué haremos con la hermana de su majestad?
—Nada, dejaremos que piense lo que quiera.
—Usted no es intocable, mi señor.
—No, no lo soy —dijo con voz apagada—, sólo soy un Omega que lleva en su vientre un hijo de su majestad, ni más ni menos. Un esclavo... Al menos por ahora, su majestad sigue buscando la manera para poder casarnos —susurró.
—Estoy seguro que su majestad podrá encontrarla, usted se convertirá en Haseki y gobernará el mundo.
—No me interesan las joyas, ni la corona, me interesa él, es todo. —El Omega se quedó callado después de decir esa frase, siguió desayunando como de costumbre.
Necesitaba empezar a tirar de los hilos para llevar a cabo sus planes, hacía todo por su familia, hacía todo por amor. Si debía proteger a los suyos, lo haría, aunque sus manos se manchasen de sangre.
—Reina serás... hasta que llegue otra para derribarte y apoderarse de todo lo que te es querido.
Haría hasta lo imposible para evadir ese futuro.
—PALACIO DE SHADOWING
CORTE NOCHE 🌑
La tarde parecía transcurrir de manera lenta y aburrida para el Omega, pertenecer al séquito de la Reina Handan era servirle completamente a ella, veía como todos sus sirvientes se desvivían por ella, su lealtad era impresionante, especialmente la del Delta rubio que lo acompañaba esta vez.
Kenma era alguien silencioso para estar con alguien como la Reina, pero era demasiado calculador, observador, seguramente sus planes siempre salían como los planeaba.
— ¿Desde hace cuanto estás aquí? —Le preguntó.
—Desde que era un niño —respondió con simpleza.
—No pareces tan viejo —admitió el pelirrojo.
—Tengo más años de los que puedas imaginar, los Faes somos así, permaneceremos jóvenes eternamente y un día de repente toda esa belleza nos será arrebatada con la muerte, veremos todos nuestros pecados derrumbarse como una dinastía.
— ¿Dónde naciste, Kenma? —Preguntó Hinata.
—No lo recuerdo —contestó—. Mis padres eran humanos o eso parecían, tenían miedo de tener un hijo Fae, eso significaba que antes uno de los suyos se mezcló con uno de los míos. Cuando vieron que manipulaba las sombras se asustaron más, no querían algo malo en su casa. Pero eso no fue lo peor.
— ¿Entonces qué fue?
—Dejar de ser Alfa —susurró—. No mentiré, yo deseaba tener hijos, formar una familia, tener un Omega. La gente solía decir que tenía un aroma extraño y atrayente, whisky con miel y madreselva, no recuerdo si quiera la fragancia de estos.
»El proceso a convertirme en Delta fue doloroso, un día de repente todo se tornó gris, sin aromas que me gustasen, todos huelen exactamente igual. Con el tiempo logré volver a percibirlos, pero ya no sentía nada, ni deseo, ni miedo o curiosidad. Fui vendido al palacio y la Reina Handan me ofreció ser parte de su séquito.
— ¿Eras guardia o algo así?
—No... Era una cortesana del príncipe Touya, hermano mayor del Rey Kuroko —admitió burlón.
— ¿Formabas parte del Harem? —El Delta asintió—. ¿Pero cómo...? Se supone que no tienes...
— ¿Un miembro? —El Delta comenzó a reír a carcajada limpia por las ocurrencias del Omega—. No estoy del todo castrado, soy estéril pero para ello debieron quitarme los testículos, no siento nada sexual por nadie, o al menos ya no. Además eso ocurrió después.
— ¿Amaste al príncipe Touya?
—Con todo mi corazón —susurró—. Pero falleció por una extraña enfermedad que lo atacó de repente, querían matarme a mí, creyendo que yo lo infecté, pero la Reina Handan evitó que lo hicieran. Desde ese día no he vuelto a sonreír o amar a alguien más.
— ¿Por eso eres fiel a su madre? —El rubio frunció el ceño y negó.
—La Reina Handan no es madre de Touya, su madre fue una Omega muy bonita que falleció al darlo a luz, después de todo eso ocurre cuando una humana da a luz un Fae.
— ¿Quieres decir...?
—Para los humanos es muy difícil dar a luz a un Fae y más cuando este está destinado a ser un Alfa, puede morir alguno de los dos o ambos. —Comentó Kenma.
— ¿Cómo era él? —Preguntó.
— ¿Touya? —Hinata asintió—. Hermoso, glorioso, estar con él era amarlo. El pueblo lo amaba, el ejército, incluso los sirvientes, cuando fue ejecutado hubo un luto de cuarenta días en el reino, el pueblo se levantó en armas para destituir al Rey, pero el Karma llega tiempo después, él falleció y Kuroko accedió al trono, y ahora es su hijo quién gobierna.
»Físicamente... Touya era perfecto, era demasiado alto, no tenía un cuerpo robusto pero era fuerte, su cabello era tan negro y desordenado como el carbón, sus ojos eran azul eléctrico y fríos como el hielo mismo. Como te habrás dado cuenta él no gustaba de Omegas o mujeres, por ello jamás tendría hijos.
—Eso era parte de un sueño tuyo —susurró Hinata.
—Un sueño que no podría ser cumplido, por ello volví los de Touya míos —dijo con pesar—. Los recuerdos de mi vida con Touya sólo viven en mi memoria, son los únicos que recordaré siempre... Lo que soy ahora es en lo que me convertí cuando estuve con él. Kenma nació con Touya y una parte de él murió cuando falleció.
Las horas seguían pasando y ambos siguieron en su mundo. ¿Cómo viviría Hinata con lo que Kenma acababa de contarle? Quizás debería ir a esconderse y fingir olvidar todo.
—Shouyo Hatun. —O quizás no—. Su majestad pidió verlo en la entrada del palacio, acompáñeme. —Ordenó el Omega castaño. Hinata miró a Kenma en busca de aprobación y este asintió, no debía desobedecer las órdenes del Rey.
Lo siguió hasta las afueras del lugar y atravesaron varios pasillos, en el transcurso del camino pidieron al Omega cubrirse con un velo que caía tras su espalda y una capa negra. En cuanto llegó a lo que sería la entrada y salida (que no recordaba) vio el carruaje negro con dos corceles blancos y adornados de negro y azul. El Alfa estaba en la puerta del carruaje, vestía más sencillo que de costumbre sin dejar de verse poderoso y regio.
—Su majestad —habló inclinándose ante a él.
—Sube al carruaje, Hatun. —Hinata asintió ante la orden y subió a la espléndida estructura.
Los sillones del interior eran cómodos y de un terciopelo azul oscuro. El Rey se sentó en el sillón frente a él aunque quedaban de una forma diagonal porque ambos estaban en la esquina de su respectivo asiento. El pelirrojo observó al azabache, tenía sus ojeras marcadas y sus ojos parecían hinchados, no mostraba esa inmortalidad y juventud de la que se jactan.
Los caminos que recorrían se veían casi desiertos, la ausencia de gente asustaba al menor pues él no conocía esa corte, muy apenas conocía su pueblo. Estaba nervioso, tenía miedo.
—No estés nervioso —la voz del Alfa rompió su trance—. Si quisiera matarte ya lo habría hecho.
—Es muy amable de su parte, majestad —ironizó—. ¿A donde me lleva?
—Lo verás cuando lleguemos —confesó.
El silencio se hizo presente por horas y mostraba la ansiedad de Hinata por pisar tierra, ya no quería estar a solas con él, lo odiaba con cada fibra de su ser y aún esperaba una disculpa de su parte. Sin embargo nunca llegó.
Los caminos fueron llenándose de árboles con flores blancas, a Hinata le recordaban un poco a los jazmines (sólo que estos no se daban en los árboles). Vio las ramas danzar con el viento y el aroma entrando por la ventana.
—Flores de azahar —dijo el Alfa—. También conocidas como flor de Naranjo, es la fruta que más se cosecha en estos meses junto a las mandarinas, por eso quedan unas flores que no se transformaron. En el suelo también podrás ver camelias.
— ¿Qué hace un lugar tan hermoso escondido en un lugar como este? —Preguntó.
—Es la persona que vive en el lugar la que lo hace verse así. —Un suspiro salió de la boca del Omega, ya se preguntaba qué clase persona vivía en dicha hacienda para ser del agrado del presuntuoso rey.
En cuanto el carruaje se detuvo bajó y observó la cabaña de piedra y enredaderas verdes en el techo, parecía ser un lugar rústico, bonito y demasiado hogareño. Shouyo soñaba con vivir así, le recordaba a su hogar.
La puerta de la cabaña se abrió y dejó ver a una niña de aproximadamente doce años, cabello gris pardo y ojos azul grisáceo.
— ¡El Rey Tobio llegó! —Exclamó la pequeña que al parecer sería Omega—. ¡Mira mamá! Es el Rey Tobio. —El azabache tenía a la pequeña en brazos, tenían un ligero parecido, la misma mirada y los mismos ojos.
Hinata esperaba ver a la mujer más hermosa del planeta salir de la casa y no con un hombre; el Omega tenía el cabello gris pardo como la niña, piel blanca con imperceptible bronceado y unos ojos dorados de ensueño, su aroma era demasiado relajante similar a las flores de naranjo.
—Mahoro, deja en paz a su majestad —habló el Omega con voz tranquila—. Sea bienvenido.
—Me alegra volver a verte —admitió el Alfa—. ¿Cómo has estado, Mahoro?
— ¡Mucho mejor ahora que estás aquí! —Confesó feliz—. Estoy agradecida con la Diosa Luna por dejarme ver a mi tío una vez más.
— ¿Tío? —La pregunta salió de los labios de Hinata sin siquiera darse cuenta, pensó en voz alta y su cerebro lo había traicionado. El segundo Omega sonrió feliz al verlo, parecía que se burlaba de él.
—Estás lleno de sorpresas, Tobio —se siguió burlando—. Un placer conocerte, mi nombre es Haru Kato.
—Soy Shouyo Hinata —respondió el pelirrojo.
— ¿No eres de Shadowing, verdad? —El humano negó—. Se nota, brillas con luz propia.
— ¿Por eso mi tío te eligió? ¿Eres el Omega de mi tío, no es así? —Preguntó la niña exaltada.
—Mahoro, no le preguntas a la gente si es el Omega de quien sabe quién —reprendió el mayor a su hija—. Lo siento, desde que descubrió lo de lo segundos géneros se volvió loca con el tema. Pasen, deben estar cansados.
El grupo entró a la cabaña del Omega, Hinata sintió la calidez embriagarlo de repente, aunque la nostalgia y la tristeza parecían estar presentes. Había demasiadas fotografías del Omega y su hija, y en todas y cada una de ellas faltaba alguien; su padre.
— ¿Desean comer algo? —Preguntó.
—Si no te molesta, iré afuera a verlo... permiso.
—Te acompaño —dijo la pequeña. Hinata observó a la niña seguir al adulto hasta las afueras y lejanías de la casa, la curiosidad lo carcomía en demasía.
—No debes de preocuparte, estarán bien —dijo el de ojos dorados—. Tobio parece ser un amargado, pero se derrite en los brazos de Mahoro.
—La princesa parece ser alguien dulce —mencionó el Omega.
—Mi hija no es una princesa —aclaró el otro Omega.
—Pero ella es...
—No puedes ser una princesa si está exiliada —dijo suspirando—. Su padre... mi Alfa fue Daisuke Kageyama, Príncipe de Shadowing y también un traidor a la corte... o eso es lo que dijo su padre.
—Lo siento... yo no. —El de cabellos pardos le hizo una seña con su mano, pidiendo silencio.
—Tranquilo, no es algo que le digas a cualquiera —mencionó encogiéndose de hombros—. Vivimos tiempos duros cuando Daisuke falleció. Fue en un día como hoy hace doce años, no faltaba mucho para que yo diera a luz a nuestra hija, por suerte tuve una niña.
— ¿Que hubiera pasado de ser Niño? —Preguntó el Omega.
—Hubiera sido asesinado, y ni yo, ni la Diosa Luna habríamos podido salvarlo. —Hinata se quedó callado ante tal afirmación, no podía creer la barbaridad de matar niños por los pecados de su padre—. ¿Eres el Omega de Tobio?
—De ninguna manera —se sobresaltó.
—Es extraño, jamás había traído a nadie aquí. Me alegra conocerte.
—Ha sido un honor —respondió por compromiso.
—Quiero darte un consejo —susurró—. No te dejes de nadie y no confíes en nadie que no seas tú mismo, las peores traiciones vienen de quién crees que te será fiel eternamente.
Hinata no comprendió la clase de consejo que le había dado, pero asintió en respuesta al mayor. El Omega pasó lo que restaba de la tarde jugando con la pequeña, persiguiéndola, buscándola, rodando por la colina y entonces se preguntó; ¿Quería tener hijos? Jamás pensó en ello mientras vivía en su pueblo, pero la sola idea de formar una familia parecía encantadora... es una lástima que ahora vivía prisionero.
—Hinata Hatun —lo llamó la niña.
— ¿Sucede algo, Mahoro? —Preguntó.
— ¿Eres el Omega de mi tío? —El rostro del Omega se tiñó de rojo por la pregunta.
—No, no soy su Omega.
—Que raro, él nunca trae a nadie aquí.
— ¿Desde cuándo viene a verte? —Cuestionó.
—Desde hace poco en realidad, mamá dice que es porque está muy ocupado, no lo culpo, ser Rey es agotador.
—Si, es algo cansado.
—Además quiero mucho a mi tío —mencionó la niña—. Mamá dice que se parece mucho a mi padre.
—Siento mucho que no lo conocieras.
—No hay problema con ello —susurró—. A veces lo veo en mis sueños y me abraza contra su pecho, me dice que jamás me dejará sola... entonces me despierto y me percato de la realidad, él no volverá.
Hinata envolvió a la pequeña en sus brazos, una calidez lo embargó desde el fondo de su corazón, quizás así es como sentía su madre cuando lo tuvo en brazos por primera vez.
—Algún día lo volverás a ver —susurró—. Es una promesa.
—Por el momento me conformo con pasar Dualiko con mi familia y mi tío.
— ¿Qué es eso? —Preguntó Hinata.
—Es la fiesta más bonita de toda la corte, es dedicada los niños. El pueblo cercano al palacio se llena de juegos y comida, ese día dejan que nosotros los pequeños disfrutemos, nos dan pasteles, comida y regalan monedas de oro; las lanzan al aire y debemos atraparlas. —Contó emocionada—. Jamás he ido a un festival de Dualiko.
—Eso si puedo cumplirlo —dijo Hinata—. Te llevaré a palacio para las festividades.
—No creo que mi tío me dé permiso —se quejó.
—No me importa, yo lo convenceré. —Hinata estiró su dedo meñique a la niña de ojos azules y está lo tomó feliz—. Es una promesa.
—Muchas gracias, Hinata Hatun —dijo con una sonrisa.
— ¡Mahoro! —El llamado del Omega mayor captó la atención de los menores y se levantaron del suelo camino a verlos—. Ven acá, su majestad tiene algo que decirnos.
—Decidí establecer su nuevamente su asignación —dijo el Alfa de repente.
—Tobio... no es necesario, vivimos muy bien aquí —dijo el Omega de cabello pardo.
—No podré vivir en paz sabiendo que mi sobrina carece de dinero, ahora que soy el Rey puedo permitirme ciertos derechos. —El Omega sonrió con tranquilidad y sus lagrimales brillaron.
—Daisuke estaría orgulloso de ti —susurró—. Gracias.
—No es nada en realidad, se lo merecen —Una sonrisa fina se asomó por sus labios—. Es hora de irnos. —El pelirrojo se despidió de la niña y del Omega que lo trajo al mundo, prometió que regresaría algún día con el permiso del Alfa y le enseñaría a cocinar a la pequeña.
Haru los vio alejarse de su casa, el viento sopló e hizo de las suyas soltando el velo de Hinata y Tobio lo atrapó en el acto para ayudar a colocárselo. Un sólo momento bastó para hacerlo sonreír y verse reflejado cuan espejo al verlos marchar.
—Ahh... Daisuke, no tienes idea de cuánto te extraño —dijo suspirando—. Me gustaría que vieras a tu hermano y a ese Omega, me recuerdan tanto a nosotros.
El camino fue silencioso y molesto para el Omega, él estaba acostumbrado a estar lleno de ruido, a los gritos de la gente, a la música. Desde que se volvió un esclavo su vida se tornó silenciosa, especialmente por el Rey frente a él; esculpido en hielo y sin corazón, o quizás uno muy pequeño.
—Di lo que tengas que decir —le habló el Alfa—. Tu aroma me está mareando.
— ¿Por qué Mahoro no vive en el palacio? —Preguntó de repente.
—Es la ley —dijo serio—. Mi hermano Daisuke fue ejecutado por órdenes de mi padre, por ende a sus hijos se les despojara de su título en caso de ser mujeres.
— ¿Y si hubiera sido un varón? —El Rey se quedó callado ante el cuestionamiento.
—Se haría lo que dicta la ley, será ejecutado. —La mirada del Omega era la expresión de la desolación, no mostraba empatía sino odio, un odio creciente que ni siquiera sabía que existía.
— ¡¿Por qué harían semejante barbaridad?!
—Es la ley, Hinata, no fui yo quién la escribió. Mi padre ejecutó sus hermanos e hijos cuando subió al trono, mi abuelo igual. Yo no lo hice porque era el único con vida.
— ¡¿Qué pasará si tienes más de un hijo?! —Preguntó exaltado—. ¿Vas a matarlos? ¿O los pondrás a pelear hasta que sólo quede uno?
— ¡¡No quiero tener hijos!! —Gritó de repente—. No quiero tener que llegar a eso... yo no soy mi padre... jamás seré como él.
Los nervios se palpaban en el aire, Hinata podía jurar que los sentía aprisionándolos en el carruaje. Horas después llegaron al palacio, ambos con un dolor de cabeza debido a la sobre carga de feromonas, con el deseo de ir a dormir y no volver a luz del día.
Lo había hecho enojar... y con ello no accedería a sus peticiones, sin embargo aún tenía que cumplir una promesa.
— ¡Su majestad! —Gritó de repente llamando la atención de los presentes en las caballerizas. El Alfa giró sobre sus talones y encontró al Omega de rodillas en el suelo con la mirada gacha—. Permítame participar en las festividades de Dualiko.
— ¿Y qué se supone que hará un Omega que no pertenece mis tierras? —Preguntó con voz fría, con la expectativa de todos al mirarlo.
—Tiene razón, no sé nada sobre las costumbres de su corte, muy apenas conozco las mías —levantó su mirada y el Alfa vio la determinación en los ojos marrones del Omega—. Pero hoy hice una promesa; le prometí a una niña pequeña que haría el mejor festival de Dualiko para que lo viera, y pienso cumplirla.
Kageyama se llevó sus manos al rostro y se sobó las sienes, un atisbo de sonrisa se asomó en sus labios. Esa niña era una manipuladora.
—En ese caso, espero des tu mejor esfuerzo, Hatun —ordenó con tranquilidad—. Ve con Lady Hitoka, ayúdala en lo que puedas.
Hinata se levantó de al suelo sonriendo, la princesa exiliada había descongelado una parte de su corazón que creía extinta, ahora debía realizar la mejor fiesta y traerla hasta el palacio.
No descansaría hasta lograrlo.
¡¡Buenas buenas!! He regresado, la vida de estudiante es pesada! Les juro que llego a dormir y a comer jajajaja.
Espero que hayan disfrutado el capítulo, como pueden ver, la tragedia abunda por todas partes y considero el drama como mi especialidad.
Una disculpa por la tardanza, y ya saben, los chismesitos, dudas o preguntas son bienvenidas.
Nos vemos luego. 🥰❤️
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