-ℂ𝕒𝕡í𝕥𝕦𝕝𝕠 𝟙𝟙-
El jardín del edén era todo lo que soñaban los humanos, había tranquilidad, belleza y sobre todo existía la eternidad.
El coliseo se alzaba fuerte en el lugar, enredaderas de flores se alzaban en los barrotes y un césped verde envolvía sus pies.
Camino hasta llegar al coliseo de un desgastado color blanco, en realidad ya parecía beige debido a la luz del sol y posiblemente los cambios climáticos, pero aún así se volvía imponente. Giró su rostro una figura encapuchada lo hizo gritar, cerró sus ojos con fuerza hasta no verlo, cuando los abrió no estaba.
—Elige .— Nuevamente esa figura estaba frente a él, tenía sus brazos extendidos y señalaba a una mesa que no había visto antes.
— ¿Que cosa debo elegir? —Preguntó.
— ¿Cuál de las rosas? —Misteriosamente aparecieron dos tazones con agua y sobre ellos flotaba una flor; una rosa blanca y una roja.
—No me gustan las rosas —el encapuchado se aguantó una risa.
—Lo sé, pero debes elegir un color.
—No quiero.
—Ya no hay tiempo... elige ahora.
—Dije que no quiero, además ¿El tiempo para que? —Empezó a desesperarse, no entendía nada.
—Tranquilo... pronto lo sabrás.
— ¿Qué cosa?
Susurró unas cosas que sus oídos no entendieron nada, parecían cánticos en otro idioma y solamente entendió una palabra. "Vuelen".
Los ojos le pesaban demasiado, su cuerpo se sentía como si lo hubiera arrollado una carreta y sus piernas estaban débiles. Con fuerza intentó abrir sus párpados y obtuvo resultado una luz que le calaba la vista, levantó su brazo hasta cubrirse un poco en lo que se acostumbraba. Cuando finalmente empezaba a distinguir figuras vio claramente a un rubio de metro noventa, era el Alfa que lo recibió el primer día, estaba junto a Hitoka. Ambos rubios lo miraban fijamente; él con enfado y asco, y ella con tristeza.
—Al fin estás despierto —dijo el rubio.
— ¿Qué fue lo qué pa...? —La voz se le cortó debido a lo dañada que se encontraba su garganta. Yachi le extendió un vaso de agua que él bebió sin prisa.
—Entraste en celo —le dijo la rubia.
—Y te lanzaste al Rey —la Omega miro con enfado al rubio.
—En realidad caíste sobre él —Hinata suspiró cansado.
—Fue un accidente, lo juro —les dijo a ambos—. Es imposible que mi celo haya llegado de repente.
— ¿Cuanto faltaba para tu periodo? —Preguntó el Fae.
—Una semana.
—¿Y por qué no lo dijiste?
— ¿A quién, a ti? —Señaló al rubio—. No tengo porque.
—Hinata, cuando lleguen tus celos debes de decirme a mí —mencionó la rubia—. Es mi deber cuidarte como corresponde y cuidar tu salud. He aplicado unos supresores que te ayudarán, también te he preparado un té y coloqué incienso inhibidor en la habitación, no queremos un accidente.
— ¿Hay algún Alfa dominante aquí? —Preguntó Hinata a la chica.
—¿Para que te interesa saber eso? —Le cuestionó el rubio.
—Te hago la misma pregunta a ti —respondió defensivo.
—Es una orden, Omega, responde.
— ¡Tsukishima! —Lo reprendió su esposa y el Alfa calló de inmediato—. ¿Tiene algo que ver con tu celo, Hinata? —El pelirrojo asintió.
—Soy un Omega Dominante, mi celo no puede adelantarse a menos que un Alfa de mi categoría esté en el lugar. En mi hogar siempre fui regular. —La pareja de casados se miró fijamente, al final el hombre cedió en un suspiro.
—Su majestad es un Alfa dominante —Hinata frunció el ceño—. Y su alteza, la princesa también.
—Eso lo explica todo —se quejó—. Su alteza uso su voz en mí.
— ¿Cómo dices? —Preguntó la rubia.
—Digamos que... discutí con un Omega —los dos tenían expresiones de enfado y lástima—. Un Omega Fae de cabellos blancos.
—Korai Hatun.
— ¿Así se llama? —Le cuestionó a la rubia—. Debo decir que es un asco de persona.
— ¡Conoce tus límites, Hatun! —Le alzó la voz el Alfa—. Estás hablando del Omega del Rey.
—El Omega del Rey Daichi no es para nada similar a este, Kita Hatun tiene clase, decencia y es muy amable. Él jamás trataría mal a un sirviente.
— ¿Qué hizo que te molesto tanto?
—Golpeó a un Omega, ni siquiera se como se llama, pero lo lanzó por las escaleras. Eso no es correcto —El Lord dio un sonoro suspiro. Como odiaba los problemas del Harem.
—Yo resolveré eso. Por los próximos cinco días te quedarás aquí para evitar accidentes, no dejaré que nadie se te acerque. —Dijo el Alfa.
— ¡Oiga, señor! —Lo llamó el Omega—. Para que quede claro yo no quería lanzarme a su Rey, es más no me interesa acostarme con él, fue un accidente.
—Comprendo, pero es un accidente que no dejaré pasar. —Dicho esto se fue del lugar dejando a ambos Omegas.
— ¿Qué es lo que le pasa? Es demasiado amargado —replicó el pelirrojo mientras comía el plato de sopa que había estado ignorando.
—Tranquilo, él es muy amable cuando lo conoces.
—Pobre de la persona que sea su pareja —la muchacha se burló de la situación poniendo nervioso al pelirrojo—. Ay no me digas que eres tú.
—Soy su esposa —el Omega palideció—. Hitoka Tsukishima, un gusto.
—Shouyo Hinata —respondió mientras masticaba una hogaza de pan.
—Eres gracioso —admitió la dama—. Y demasiado carismático.
—Gracias, mi madre solía decir que no me tomaba las cosas en serio por mi actitud.
— ¿Qué hacías antes de venir aquí?
—Era mesero en la fonda de mis padres, vivía en Rushka, pero eso ya lo sabes.
— ¿Es verdad lo que dijiste? —Le cuestionó—. Lo de no querer acostarte con su majestad. —Shouyo asintió.
—No quiero tener que rebajarme a eso —admitió—. Siento que perdería todo lo que me define como persona, me convertirán en alguien que no soy. Se supone que escape de un Alfa que quería someterme, ahora me encuentro viviendo bajo el techo de uno y prácticamente he sido encontrado por lo que huí. No es diferente, es lo mismo. —Talló sus ojos que comenzaron a picarle, las lágrimas habían aflorado sin que se diera cuenta, hacía mucho tiempo que no lloraba, extrañaba esa sensación de libertad, expresarse. Extrañaba su vida como humano, ahora estaba siendo rebajado a ser esclavo.
—Puedo darte un consejo, pero es decisión tuya si lo tomas —el muchacho la miró atentamente—. Si no puedes salir de aquí entonces haz que sea tuyo.
— ¿Qué dices? —Preguntó.
—Me sorprende que seas tan despistado cuando fue el mismo Omega del Otoño quién te preparo —mencionó con burla—. Ese Omega es un humano. Un humano que desplazó a la primera mujer del Rey y ni siquiera ha dado a luz a un príncipe.
— ¿Y qué sentido tiene eso?
—Él hizo suyo todo lo que encontró a su paso —Hinata tomó la cobija dela cama y se envolvió más en ella—. Podrías dejar de ser esclavo.
— ¿Y cómo hago eso? —Preguntó.
—Escucha, todas las concubinas se preparan para poder pasar una noche con él. Edúcate, cierra la boca y compórtate, si te elige y satisfaces a su majestad, y le das un hijo serás la concubina favorita, de esa forma gobernarás el mundo.
— ¿Por qué me dices esto a mí? Podrías decírselo a cualquiera.
—Porque Korai Hatun me irrita y porque nunca había visto a su majestad tan nervioso e incontrolable como lo vi contigo. —Se burló.
—A mí me pareció verlo en estupendo control —dijo con el ceño fruncido.
—En realidad no lo estaba, su mirada lo decía todo —el muchacho frunció el ceño—. No te sorprendas si algún día pide tu presencia en sus aposentos.
—Pues espero que jamás lo haga, porque sería capaz de suicidarme si pide verme.
Los aromas son lo primero que uno detecta. Cuando atraes la atención de alguien lo haces mediante los sentidos de las personas; vista, oído, olfato. Eso lo sabe hasta un humano común, ellos lo practican al momento de ver un platillo de comida; el aroma que emana, el sonido que hace el calor en el plato, lo apetecible que se ve.
Ahora multiplica esa sensación por mil y tendrás lo que siente un Fae. El azabache olvidó incluso a donde se dirigía al momento de tener al Omega en sus brazos, desde que salió al pasillo detectó la leve presencia del aroma a celo, un aroma dulce que caló hasta sus pulmones y como consecuencia liberó el suyo. Grave error, no podía hacer eso, no podía liberar sus feromonas porque causaría un desastre en el Harem, pero todo eso ya no tenía sentido, no desde que percibió al Omega entre sus brazos.
— ¿Te encuentras bien? —Le preguntó el rubio cuando entró a los aposentos del azabache. El Rey estaba en la terraza, sentado en un sofá y mirando el cielo.
—Estoy mejor, gracias por preguntar —sirvió agua y la bebió lentamente—. ¿Quién fue el accidentado?
—Un Omega —Tobio se sobó las sienes frustrado.
—Creo que eso es obvio, Tsukishima, pero ¿quién es él? No recuerdo haberlo visto antes.
—Como si le prestaras atención a tus concubinas —Kageyama frunció el ceño y el rubio suspiró—. Llegó hace una semana, el Rey Sawamura lo envió como regalo para ti —respondió cortante.
—No quiero verlo en el Harem —dijo tranquilo—. Puedes devolverlo a su hogar.
—Me temo que no es posible —respondió serio—. Hacerlo sería una descortesía hacia el Rey Sawamura.
— ¿Puedes quedártelo?
—Ni loco.
—No quiero tener que verlo, me genera desconfianza.
— ¿Seguro que es sólo eso? —Preguntó con burla—. A mí me pareció que disfrutabas tenerlo en tus brazos.
—Cállate, no me interesa tener que relacionarme con él —reclamó—. Suficiente tengo con Korai para tener otra concubina.
—Tienes razón, mencionaste que sólo querías tener una al igual que el difunto Rey Kazuyo. —Suspiró.
—Yo no quería que Korai lo fuera —susurró—. Yo quería elegir con quién compartir mi vida, pero ahora debo soportarlo por el bien de mi hijo.
—Tienes un Harem esperando por tu atención, debe haber una persona que te agrade y sea lo que esperas.
—Espero que si —suspiró rendido—. Ojalá que si.
Los cinco días que duró su celo fueron una tortura, nunca antes habían sido dolorosos o se había visto necesitado de un Alfa, pero ahora fue distinto y eso le provocó un asco de si mismo.
Regresó a las habitaciones del Harem junto a las demás concubinas, tenía que ponerse al corriente con los apuntes de la supuesta escuela del lugar. Se los pediría a Yamaguchi para no batallar.
— ¡Hinata! —la voz del pecoso llegó hasta sus oídos y sus brazos lo envolvieron—. ¿Cómo te sientes? ¿Ya estás mejor?
— ¡Yamaguchi! No tienes que preocuparte, estoy bien —habló suave—. Sólo se me adelantó el celo.
— ¡¿Y dices que no me preocupe?! —preguntó nervioso, Hinata sólo intentaba salir corriendo del lugar, quería darse un baño—. Todos dicen que te lanzaste a los brazos del Rey.
—Todos son unos ciegos, me caí, es diferente.
—Y estoy de acuerdo contigo, pero su esposo está molesto —susurró Yamaguchi.
— ¿El Rey es casado? —Preguntó.
—Disculpa —una tercera voz se les unió.
— ¡Oh! Eres el chico que ese idiota empujo —admitió Hinata y el castaño asintió.
—Me llamo Aoi Himekawa, muchas gracias por defenderme —el pelirrojo sonrió, al parecer el muchacho era alguien amable.
Los tres se dejaron caer en los cojines que estaban alejados de los demás, querían tener un momento de paz y por sus conversaciones lo mejor era que nadie escuchase.
— ¿Desde hace cuánto estás aquí? —Preguntó Hianata.
—Poco tiempo, en realidad no debería estar aquí —se quejó como un niño pequeño. En realidad parecía un niño, era más alto que él como por un centímetro o quizás dos, su piel era blanca y suave a la vista, tenía el cabello rizado de un tono caramelo que contrastaba con su aroma, a Hinata le recordó al aroma de los panqueques con un toque de menta—. Yo pertenezco a la Corte Día.
— ¿Quieres decir al palacio? —Preguntó sorprendido. Yamaguchi se acercó y susurró en el oído del pelirrojo.
—Himekawa es el Omega de uno de los príncipes. —El nombrado bajo un poco el collar de cuero negro que usaba y mostró la mordida cicatrizada.
— ¡¿Qué, estás marcado?!
—Baja la voz, Hinata —le reclamó Yamaguchi—. Himekawa es odalisca, no es concubina así que no hay problema con que lo esté.
—El problema es que no pueden saber que es un príncipe quién me marcó, no quiero que mi Alfa tenga problemas.
—Problemas son los que tendrá el estúpido Rey sino te libera.
— ¡Hinata! No digas esas cosas.
—Yamaguchi, ¿tú también eres odalisca, verdad? —Las mejillas cubiertas de pecas se tiñeron de rojo, ser odalisca era sinónimo de ser rechazada por el Rey o no ser virgen.
—Yo tengo un Alfa, estemos juntos o no, nos pertenecemos el uno al otro. —El castaño sonrió alegre—. Me preocupa mucho tu situación Himekawa, eres odalisca de Korai.
—Ni me lo recuerdes, es demasiado cretino —se quejó—. El único que lo soporta es Hirugami, solamente porque es el Delta que lo cuida.
—Kita Hatun también tiene uno, daba demasiado miedo —dijo Hinata mientras un escalofrío lo envolvió al recordarlo.
—Los consortes del Rey deben tener un Delta como guardia personal, lo hacen para cuidar a la familia —mencionó Yamaguchi.
—Hinata, cuéntanos cómo fue estar en la Corte Otoño —pidió el Omega de piel blanca.
—Demasiado extraño —confesó—. Kita Hatun juega ajedrez, es demasiado inteligente y siempre estaba en las habitaciones del Rey. Escuche por los sirvientes que acostumbra hablar de política con él, al parecer es muy buen estratega.
— ¿Quieres decir que podría haber guerra? —Preguntó el menor frunciendo el ceño.
—Es muy temprano para desatar una guerra en las cortes —admitió Yamaguchi—. No todas tienen el poder suficiente para levantarse en armas.
—La Corte Día es una de ellas —confesó Himekawa.
— ¿De que hablas? Es la segunda nación más poderosa —dijo Hinata.
—Si, pero no poseen buenas alianzas.
—No deberías decir eso, si tu príncipe se entera podría molestarse —susurró Yamaguchi.
—Él es un buen hombre, no se molestará, pero sí su padre.
—Yamaguchi, ¿cómo sabes tanto sobre la monarquía? —Preguntó Hinata.
—Bueno... es que yo... pertenecía al Harem del Verano —confesó y dejó sorprendidos a los dos Omegas restantes—. En realidad soy un converso, mi Alfa lo hizo. —El moreno bajo las mangas de su ropa y mostró ligeramente sus clavículas, Hinata observó el hermoso tatuaje en color rojo que resaltaba en su piel; eran como las llamaradas de una fogata recorriendo parte de su pecho y hombros, parecían tener vida propia y refulgían como si hubiese sido besado por el mismo fuego.
—Son hermosas —susurró Hinata—. ¿Así es como te conviertes en Fae?
—Es mediante un ritual, la gran magia hace lo suyo y nos muestra el camino hacía ella, fue como volver a nacer.
—Creo que eso es algo sólo los humanos podrán sentir, es la desventaja de nacer como Fae. —Musitó el castaño.
—Mi madre solía decir que yo podría ser lo que quisiera, que aspirara a tener poder y ser alguien importante —mencionó con nostalgia el pelirrojo—. Creo que al final se equivocaba, pues alguien decidió que sería un esclavo, y ahora me toca serlo.
—Siempre se puede cambiar —dijo Yamaguchi—. Aún puedes elegir en que te quieres convertir.
Las palabras del chico de piel morena resonaron en la mente de Hinata. Ser o no ser, esa era la cuestión, se sentía como estar frente a una gran puerta a la cual muy pocos podían entrar.
—Shouyo Hinata —la voz de un rubio lo sacó de sus pensamientos—. Nuestra Reina Madre solicita tu presencia en el jardín privado.
A veces no entendía por qué la gente quería pertenecer a la realeza, nacer en ella podría ser una bendición como una maldición y entrar a ella por matrimonio era todavía peor.
Su llegada al Harem no causó revuelo alguno, todo fue perfecto, lo peor vino en cuanto dio a luz a su primer hijo; un príncipe. Su querido Kuroko fue la bendición más acertada que le dio la Diosa Luna, el amor del Rey Kazuyo fue su razón de existir y ahora su nieto cumplía esa función. Pero había una mujer estúpida que desgraciadamente es la madre de sus nietos. Maldita sea, Zero arruinó su relación con Kuroko en sus últimos años de vida y eso jamás se lo perdonaría.
—Majestad —la suave voz del Delta rompió el silencio—. He traído al Omega.
—Muchas gracias, Kenma —el rubio asintió.
— ¿Quería verme, majestad? —Preguntó.
—Acércate —pidió la de cabellos negros—. ¿Has pensado en mi propuesta?
—La verdad, no —admitió el pelirrojo.
—Me sería muy agradable tu compañía, Shouyo Hinata, permanecer en mi séquito te hará alguien digno de respeto —dijo mientras giraba la cuchara en la taza de té—. Me enteré de tu problema con el Omega de mi nieto. —El Omega palideció.
— ¿Va a regañarme? —La mujer comenzó a burlarse de él.
—Por supuesto que no, merecido se lo tiene, supe que defendiste a su Odalisca.
—Si me permite dar mi opinión, creo que no es justa la forma en se trata a los sirvientes de éste palacio —admitió.
— ¿Verdad qué no lo es? Desgraciadamente mi nuera les enseñó a creerse mucho por dar a luz a príncipes —bebió el contenido de la taza lentamente y después la colocó en un plato con delicadeza—. Sería muy conveniente que diera a luz a una princesa.
— ¿Usted odia a las mujeres? —Preguntó ofuscado.
—¡Por la Diosa Luna, no! Yo respeto a todos por igual, es lo mismo tener un príncipe o princesa al igual que su segundo género. Alfas, Betas, Omegas; son iguales ante mis ojos. Lástima que la gente no lo ve así.
Un aroma a licor de café llegó bailando en el viento hasta las fosas nasales del pelirrojo, era adictivo la manera en que podía descontrolarlo, nunca se había topado con un Alfa con un aroma que lo encandilara, ¿o tal vez si? Hinata observó al dueño la dulce fragancia; era demasiado alto, podía jurar que pasaba del metro ochenta y cinco, cabello lacio de un tono azabache que contrastaba con su piel nívea pero, lo que más llamaba la atención era esa mirada tranquila y ojos tan profundos como el océano mismo.
—Nuestra majestad y mi querido nieto. — ¿Así que ese era el dichoso Rey? La mujer extendió su mano hasta el hombre que no dudó en besarla y llevarla a su frente, Kita le había dicho que era una señal de respeto, pues el Rey sólo besaba las manos de aquellos a los que consideraba superiores. En realidad Hinata lo vio como muestra de amor por lo que vio en Autumnal; el Rey del Otoño siempre besaba las manos del Omega.
—Los días son más resplandecientes cuando te veo, abuela. —No había duda de que era un adulador, de los que odiaba Hinata.
—Espero que los asuntos del reino no hagan que te duela la cabeza —dijo la mujer com cariño—. Sabes que si necesitas ayuda puedo disponer de mi tiempo y servirte.
—El reino marcha bien, Tsukishima se está haciendo cargo de los asuntos que no requieren mi aprobación.
—Confías mucho en él, según veo.
—Es mi mejor amigo, aunque no lo parezca —la pelinegra sonrió.
—Comprendo que como su Rey puede haberse vuelto más cerrado contigo.
—Claro, es sólo que... —El hombre calló abruptamente en cuanto fijó su mirada en el Omega. ¡Maldito sea el destino! ¿Es que no podía ser peor? Hinata ignoró completamente al Alfa, desvió su mirada para no enfocarse en los ojos azules que lo miraban con detenimiento y puede que con algo de superioridad.
—¿Es sólo que...? —Interrumpió la Reina la conexión entre ambos—. Te quedas callado de repente y me dejas con la duda. —El Fae se aclaró la garganta al mismo tiempo que llevaba su mano hasta su pecho—. Cariño, necesitas agua. —Un golpe en sus costillas casi hace trastabillar al Omega, él sostenía la jarra de agua y ni siquiera supo cuando se la entregaron.
Maldita suerte con la que se cargaba. Tuvo que verter el líquido incoloro en la copa de cristal que estaba sobre la mesa, no era tan difícil, había hecho eso muchas veces en la fonda que tenían sus padres y era algo a lo que estaba acostumbrado.
—Elige una rosa...
—¿Disculpa? —Susurró al mismo tiempo que el viento le provocó un escalofrío que lo hizo temblar y como consecuencia derramó la copa sobre las piernas del Alfa.
—Demonios —Siseo el hombre.
—Lo lamento —gesticuló en voz baja el pelirrojo. Otra vergüenza que pasaba frente al hombre de cabellos negros.
—Shouyo, por favor ayúdalo a limpiar este desastre —pidió la Alfa.
—Ensegui...
—No es necesario —lo interrumpió el Alfa—. Me retiro, iré cambiarme. —Se levantó imponiendo su enorme estatura, desde el punto donde Hinata acuclillado se notaba la presencia de un Alfa Dominante en todo su esplendor. Se levantó muy aprisa y se alejó de los dos Alfas hasta ver al dominante irse del lugar.
—Es demasiado terco —susurró la mujer—. Pero en el fondo en una buena persona, sólo es muy solitario y no lo culpo, con una madre como la suya cualquiera odiaría el mundo.
—Parece llevar una sombra muy grande. —Dijo Hinata.
—El ser Rey es una carga pesada, por eso debe compartirse con la persona a la que más le tienes confianza, ese es el papel de una Reina.
— ¿No tiene ya un consorte?
—Tú lo dijiste, un consorte no una Reina, no es lo mismo —habló lentamente—. Las Reinas no se hacen con palabras sino con acciones. Grábate eso en la cabeza.
—Por supuesto. —Susurró bajito.
—Shouyo —el aludido miró a la mujer fijamente—. Si necesitas ayuda no dudes en pedírmela
—LÍMITES DE RUSHKA.
CORTE OTOÑO 🍁
La noche cayó lentamente en el lugar, el viento estaba frío y los grillos hacían ruido. Después de un pesado día de trabajo lo único que esperaba la mujer era entrar en su casa y dejarse caer en la cama de su habitación. Cruzó el camino de su fonda hasta su casa y sacó las llaves para abrir la puerta. El sonido de una rama quebrarse le alteró los nervios y giró a ver donde se originó tal ruido; vio a un niño pequeño de aspecto desnutrido y ojos tristes.
—Hola pequeño —saludó amable—. ¿Estas perdido? —El niño negó lentamente, extendió una rosa de brillante color rojo y se la extendió a la mujer de cabellos brillantes—. ¿Dónde está tu madre?
El niño se alejó de la señora Hinata corriendo y ella entró a su casa siendo recibida por una alegre Natsu.
— ¡Al fin llegas! —La Alfa se aferró a los brazos de su madre y esta le acarició los cabellos naranjas.
—Natsu, deja que tu madre descanse, la contabilidad de la fonda es un dolor de cabeza —regañó el de ojos verdes.
—Si es tan doloroso, ¿por qué no lo haces tú? —Preguntó ella con burla.
— ¿Quieres que tengamos pérdidas? No gracias —la mujer sonrió con calidez, amaba mucho a su familia.
— ¿Quién te dijo esa flor? —Cuestionó nuevamente Natsu.
—Un niño, estaba oculto en las sombras y me la entregó. —Reveló encogiéndose de hombros.
— ¿Me la regalas? —La mujer volvió a reírse junto a su esposo.
—Señorita, ve a la cama, debes descansar —la de cabellos naranjas se rindió ante el hombre de rojo carmín. Subió las escaleras a regañadientes mientras maldecía por lo bajo—. ¿Me dirás quién te dio eso?
—Ya lo dije, un niño.
—Shinobu.
—Hidaka. Es sólo una rosa, ¿qué daño podría traer...? —La Omega quedó en silencio en cuanto vio un papel amarrado en el tallo. Lo desató con cuidado y pudo leer su contenido
Ten cuidado con las rosas, algunas podrían ser falsas.
Observó las raíces de los pétalos en el botón; eran blancos, la rosa había sido pintada de rojo. Dejó caer la flor en el suelo junto a la nota. Su esposo rápidamente la envolvió en sus brazos buscando calmarla.
—Shinobu, ¿que fue lo que decía la nota? —Preguntó.
—Nos encontraron... —gesticuló bajito—. Ellos saben dónde estamos... Hidaka, ellos saben dónde vivimos... enviaron al niño con esa rosa como prueba. —Shinobu levantó los restos de la flor y carta, las lanzó al lavabo y tomó un cerillo para quemarlos.
—Dime que no es grave... —Susurró el Alfa—. Por favor dime que nuestra hija estará a salvo.
—Shouyo lo estará... —susurró—. De Natsu me encargaré yo misma, la voy a proteger con mi vida si es necesario. No dejaré que la encuentren.
¡¡Buenas buenas!! Muchas gracias por seguir aquí y ser pacientes. Apenas salí de vacaciones y ya me están presionando con el siguiente semestre, (que es el penúltimo de mi carrera).
Esta historia será un poco extensa con capítulos largos como habrán notado, quizás unos más largos que otros. Muchas gracias a todos los que se dan el tiempo de leer y votar, me gusta mucho ver sus comentarios y saber sus teorías respecto a esta historia.
Hace tiempo estuve dejando unas curiosidades en Facebook y referencias a historias que me inspiraron para crear este fic.
Más tarde en la noche subiré mi capítulo de "El mal querer" después de dos meses, ando muy feliz porque para mí el capítulo quedó hermoso. Si encuentran errores ortográficos una disculpa, hay unos que se me van o la computadora no los corrige.
Gracias por leer y nos vemos luego, cuídense mucho y felices fiestas. ❤️
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