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03

YoonGi siempre había sido capaz de recordar su niñez, incluso cuando estaba en el vientre de su padre y gracias a eso tenía memorias agradables de su voz diciéndole "mi pequeño Jengi", cantándole canciones de cuna o historias que juraba eran reales. También podía recordar bastante bien cuando la tribu asesinó a su amado padre, a veces aún podía escuchar sus gritos y súplicas cuando tenía pesadillas, pero luego llegaban los sonidos de fondo en la selva para tranquilizarlo.

Cuando fue abandonado cerca de una laguna, sintió la humedad picándole en la nariz, no tenía ni el mes, así que no podía moverse solo y estaba desprotegido a la intemperie de cualquier animal salvaje. Entonces conoció a su segundo padre, no vislumbro algo físico sino una luz brillante rodeando la figura musculosa de un humano envuelto en telas de piel escamosa que se arrodilló para sostenerlo en brazos.

—Nunca temas de tu reino, este es tu hogar, piensan que te han arrebatado todo, pero solo te trajeron al inicio de tu existencia como dios.— aclaró la voz firme y llena de ternura, sintió una caricia en la mejilla y un beso en la frente.

Pese a eso, fue lo único que sucedió porque su segundo padre desapareció bajo las gotas de una tormenta y él fue arrastrado por un cocodrilo. Sobrevivió de esa forma, bajo el cuidado de ese animal, aprendiendo de él como si fuese un hermano mayor. A medida que pasaban los años se dio cuenta de que podía cambiar de forma, que al volver a ser humano poseía parte de sus escamas, garras y cola.

Los otros animales en la selva lo reconocían y respetaban, raramente se metía con ellos o viceversa, pero cuando vio a un hermoso humano en peligro no pudo detenerse. Extrañamente, se sintió posesivo y se impregnó del dulce aroma a frutas tropicales, no sabía qué le sucedía, aunque no se pudo alejar aun cuando ya lo había puesto a salvo. Al verlo dormir se permitió cambiar su forma y acercarse, mirando cada centímetro de su cuerpo con curiosidad. El pensamiento de que era perfecto lo invadió y se abrumó, regresó a ser un cocodrilo para quedarse en su laguna.

Pasaron los días y no lo volvió a ver, pero pudo escuchar los tambores y gritos de la tribu a lo lejos, el cielo con nubes de humo. Algo sucedía y su instinto le decía que debía buscar al humano, lo que se cumplió por sí solo cuando lo encontró inconsciente sobre una barca de bambú. Sabía que no debía acercarse, pero le fue imposible, su corazón se aceleró y su piel hormigueaba. Había un calor creciendo en su vientre, extendiéndose por todo su cuerpo, provocando el cambio a fuerzas y eso nunca había sucedido antes.

El humano pareció escuchar el jadeo ronco de sorpresa que soltó porque empezó a estirarse y parpadear, sus pupilas se encontraban dilatadas, labios húmedos abiertos respirando erráticamente y su cuerpo se retorció desesperadamente. Se percató de las lianas que lo retenían en manos y tobillos, de las cenizas y pintura blanca que cubría su piel sudorosa, algo le habían hecho los ingratos de la tribu.

—Tranquilo, déjame ayudarte.— exclamó con suavidad, poniendo sus dedos con garras afiladas en las pequeñas manos perladas y rasgando las lianas. Acto seguido, hizo lo mismo con los tobillos, liberándolo y manteniéndose en las aguas para no asustarlo, dejándolo sobre la barca de bambú,

—Gracias...— murmuró el hermoso humano, acariciando las marcas rojizas en su piel, su rostro también tenía un color similar que lo hacía parecer adorable. —Soy JiMin.— agregó tardíamente, mirándolo de reojo con algo parecido al desconcierto.

YoonGi sabía que no era igual a los otros humanos y que parecía una bestia, eso no pareció alarmar al contrario, sino que darle curiosidad. El aroma que antes había sentido en él, aquel de frutos tropicales, ahora era más intenso y almizclado, sintió que sus propios ojos se dilataban y perdían su forma vertical.

—YoonGi o Jengi, como prefieras, solo una duda ¿Comiste algo con los de la tribu?— preguntó algo alarmado por la posibilidad de perder el control, ya le estaba costando y no quería lastimar al inocente humano que se vio involucrado con esa gente tan cruel.

JiMin se relamió los labios y asintió lentamente, estaba algo lento, ido admirando la apariencia de YoonGi, que era asombrosa, escamas blancas, cola larga, garras, ojos como rosa o lila, dientes pequeños y afilados. Nunca había visto algo igual y ahora comprendía que la historia que escuchó era real, este hombre era el hijo de dos hombres que se amaron, el cocodrilo que entró en su pecho. Además, ahora que lo veía ocultarse en el agua podía encontrar similitud con el cocodrilo albino que lo rescató y sonrió hasta que sus propios ojos se entrecerraron por el agradecimiento.

—¿Qué sucede? ¿Cómo era lo que te dieron? ¿Qué te dijeron?

¿Te hicieron daño?— interrogó YoonGi una tras otra, mostrando los colmillos en un pequeño gruñido de molestia.

—Fuiste tú, me salvaste la otra vez.

YoonGi asintió —No permito que ataquen a los humanos que respetan la naturaleza y sabía que había uno observando los alrededores.— aclaró, desviando la mirada por timidez —Necesito saber que te dieron para ayudarte, tampoco deberíamos quedarnos a la intemperie porque estamos vulnerables y mi refugio no está lejos.

—Ellos me dieron un fruto y agua con sabor amargos y raros, me amarraron, contaron una historia y me desmayé. Al despertar estaba aquí, contigo, creo que me dejaron en este lugar específico porque abandonaron al bebé Jengi por esta zona.— informó, mirando alrededor, dándose cuenta de que era un pésimo lugar para dejar solo a un bebé y quizás por eso lo habían hecho.

—Así que lo sabes...— murmuró YoonGi, agarrando la balsa con su cola para nadar y arrastrarla hacia su refugio, ya sabía que le dieron.

JiMin se encontraba realmente enojado, su ceño fruncido y el puchero en sus labios lo decía todo, quería hacer algo, como gritarle a esa gente. No obstante, ahora estaba con un semihumanococodriloalbino que era lo más magnífico que había visto en toda su vida y había recorrido muchos lugares, países y pueblos.

—Lamento lo que te sucedió.

YoonGi se giró un poco para atrapar la expresión de su rostro y estaba totalmente abierta, parecía querer llorar por él. No supo qué decirle, así que continuó en silencio hasta llegar a su refugio que era un hoyo semisubterráneo.

El agua de la laguna era más clara en esa zona y se podía admirar las especies nadando, las plantas marinas y la profundidad misma. JiMin se bajó de la barca para nadar hasta la cueva que era redonda, repleta de enredaderas con florecitas multicolor y que daba a un pequeño cuarto de 6mts x 8mts de extensión. No había casi nada dentro, más que nada unas enormes hojas de palmera entrelazadas para simular una cama y pequeños hoyos en la pared con objetos.

—Me gusta recolectar lo que encuentro, no sé mucho de los humanos fuera de las tribus.— señaló YoonGi, mostrándole una brújula muy parecida a la suya y al girarla se dio cuenta de que lo era —La dejaste atrás, creo está rota porque sigue apuntando aquí.

JiMin sonrió —No está rota, por lo menos no para mí, parece estar bien y esta es la dirección que estaba buscando.— opino, mirándolo fijamente.

YoonGi se sonrojó y debido a su piel, eso abarcó gran parte, pero recordó que la tribu le había dado afrodisíacos al hermoso humano y podrían estar afectando.

—No sabes lo que dices, ellos te dieron un acelerador de celo.— debatió, rebuscando en uno de los hoyos algún antídoto, pero no tenía nada a la mano y ya estaba oscureciendo para ir a buscar.

El celo, JiMin, lo repitió en su cabeza unas cuantas veces para darse cuenta y ciertamente se sentía hipersensible, también estaba semiduro. YoonGi se giró para golpear con su cola una pared y pronto el lugar se llenó de luciérnagas brillantes, se acercó a él con un semblante inseguro.

—No tengo nada para ayudarte.

—¿N-nada?— balbuceó JiMin, mordiéndose el labio inferior porque estaba seguro de que podía pensar en una manera muy efectiva.

YoonGi captó el doble sentido y pasó el pulgar por el maltratado labio para separarlo, acercándose lo suficiente para mirar los ojos de JiMin y preguntar silenciosamente si podía. No hubo ninguna señal de negación, así que lo beso castamente, deslizando su otra mano para tomarlo de la cintura y acercarlo.

—¿Estás seguro de esto?— pregunto en un susurro y aclaro —Nunca lo he hecho, tendrás que dirigirme.

—Puedes estar seguro conmigo.— asintió JiMin sonriendo, saboreando el magnetismo del cuerpo con escamas.

...

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