02
Era de conocimiento público que ser un zoólogo especializado en reptiles y anfibios (herpetología) tenía sus peligros, sobre todo cuando tienes que adentrarte en lugares habitados por otras personas y que tenían sus propias leyes o costumbres. Normalmente, esta situación tendría una solución fácil y pacífica, JiMin podía demostrar que no buscaba hacer ningún mal a nadie y que solo estaba investigando a los animales. Definitivamente no era un cazador, pero solían identificarlo erróneamente como tal y terminaba de esta forma.
La tribu que había atrapado a JiMin, mientras fotografiaba las hermosas vistas naturales, resultaron ser un tanto agresivos y no dudaron en amarrarlo con gruesas lianas para que no escapara. Les dijo en todos los idiomas que conocía que no era malo, pero no funcionó, en cambio, solo recibía gruñidos, risas y empujones con palos, tropezaba de vez en cuando por la brusquedad impuesta.
Al poco tiempo se fueron adentrando más en la selva, hasta que llegaron a una parte mucho más habitada, habían algunas construcciones rurales y carpas a base de pieles. También se encontraban múltiples personas, físicamente más altas que JiMin, de piel morena brillante y grandes ojos, llevaban tatuajes y dibujos de color rojizo. De entre la multitud un hombre con una piel de tigre sobre sus hombros, un taparrabos de hoja, una lanza puntiaguda en su mano y un collar de varios colmillos, se acercó para observarlo fijamente.
—Kom in vrede.— dijo JiMin en africano, dejando en claro que venía en paz y se mantuvo firme, sin apartar la mirada del contrario. No estaba seguro de sí lo entendían, aunque pudo detectar una leve mueca en el rostro de quien creía era el líder.
—Opoffering.— exclamó el hombre y la tribu se llenó de vítores.
¿Opoffering? No sabía lo que eso significaba, aunque todos parecían alegres al escuchar tal palabra. A continuación, llevaron a JiMin hacia una de las construcciones y lo amarraron contra un tronco, dos mujeres salieron detrás de una cortina hecha con grandes hojas verdes. Una de ellas, la más alta, llevaba un cuenco en sus manos y la otra, que era anciana, una rama con frutos redondos de color anaranjado. En realidad, JiMin había estado alarmado desde que lo capturaron, pero no al punto de sentirse sin salida y ahora retardadamente se sentía amenazado. Se sacudió, forcejeo contra las lianas y solo logró dañarse su suave piel.
—No te muevas, puedes lastimarte.— comentó la mujer de menor estatura, sorprendiendo a JiMin, pues se imaginaba que no hablaban su idioma y él no dominaba mucho del africano. —Te prepararemos y entregaremos.
—¿Entregar?— dudo JiMin sin comprender y empezó a explicar quién era, lo que hacía, porque estaba en estas tierras y nada de eso sirvió, fue ignorado nuevamente.
La anciana le quitó la cámara del cuello, le abrió la camisa y expuso su torso, recito algo en su idioma a la vez que pasaba la rama por la piel perlada y se volteó hacia su compañera para tomar con su mano libre el líquido blanco y lo esparció sobre cada porción visible de JiMin. Había un olor extraño que le pico en la nariz, estornudo y luego sintió que le ponían un fruto contra sus labios, no abrió la boca por temor a que fuese algo venenoso, pero el jugo se deslizaba tentadoramente por su barbilla.
—Debes comer.
JiMin consideró sus posibilidades, si se negaba probablemente se lo darían por la fuerza y lo verían como un desagradecido o un enemigo, como ya se venían imaginando. Si aceptaba, quizás, si tenía suerte, lo verían como una persona pasiva, que no buscaba problemas y encontraría su confianza.
El fruto olía muy parecido a un durazno o mandarina, separó los labios y fijó su mirada en la mujer que se lo daba, mastico y trago, soportando el misterioso sabor. Le dieron tres frutos en total y agua con un cuenco, JiMin se sentía lleno y muy desconcertado. Las mujeres le acomodaron la ropa y se marcharon sin voltear atrás.
Había utilizado su día y atardecer en fotografiar la fauna y flora, escribiendo notas en su cuaderno, ahora estaba anocheciendo. No llevaba ni un mes en la selva y esta era su segunda experiencia en la que su vida era amenazada. El señor cocodrilo no estaba en esta ocasión, así que tenía que salvarse a sí mismo.
Lamentablemente el líder de la tribu apareció, parecía enojado por haberlo atrapado tratando de huir y le proporcionó un puñetazo que le rompió el labio. El hombre lo sacudió por los hombros, ya que JiMin se había mareado con el golpe y estaba desorientado. Una vez que volvió a la normalidad, fue desatado del tronco y arrastrado por la tierra.
JiMin apenas pudo recomponerse y andar de pie, cuando llegaron al centro de la tribu, donde se encontraba una enorme hoguera que iluminaba cada rincón. Una anciana de aspecto fúnebre se acercó, el líder se inclinó ante ella y lo entregó a ella.
—Acompáñame, te quitaré estas ataduras y tú no te irás de aquí, a donde vayas serás encontrado, no queremos recurrir a la violencia real.— advirtió, procediendo a hacer lo que dijo, sus manos huesudas lo liberaron y atrajeron de la muñeca hacia un pedazo de tierra.
La anciana le indicó que se sentara, JiMin lo hizo sin protestar, pues ella tenía razón, no había escapatoria y por el momento no le habían hecho un daño verdadero. Podría salir de esta situación, solo había que entender que querían de él. Los demás habitantes de la tribu se fueron acercando a la hoguera, tomando asientos alrededor, evitando estar cerca de él.
—Nuestros ancestros han enviado al opoffering, tal como sus dibujos afirmaron.— inició la mujer, lanzando algo al fuego y provocando que cambiara a un color morado oscuro —En sus tiempos, un hombre entró en cita y se pensó que los dioses lo habían mal dicho. Eso se confirmó cuando dio a luz a un niño sin color y lleno de escamas.— hubo un alboroto entre los presentes y la anciana los hizo callar al lanzar algo al fuego, cambiándolo a un color verde —No sabían que Jengi, el espíritu de la selva se había presentado al hombre de la tribu y otorgado un regalo, el privilegio de llevar a su hijo porque ellos se habían enamorado.
JiMin escuchó atentamente, sin entender muy bien que tenía que ver él con esta historia o si eso era real, pero respetaba las creencias de los demás y guardó silencio. Estaba impresionado por los efectos del fuego y el latido de su corazón que resonaba fuertemente.
—El pecado que cometieron nuestros ancestros fue arrebatarle el bebé a su padre humano y llevarlo a lo más profundo de la selva para dejarlo en el agua, donde nadie viese. Pronto el dios se enojó con nuestra tribu, limitó el alimento y el agua, los animales que cazabamos estaban enfermos.— las llamas de la hoguera se transformaron en una pareja de hombres mirándose mutuamente. —Entonces nuestra gente culpó al hombre, lo asesinaron y el Jangi enfureció, provocando que hasta la fecha muchos de nuestros hijos nazcan enfermos o deformes.
La historia parecía estar llegando a su final, JiMin se sintió atraído por el movimiento a su izquierda, a unos cuantos metros donde el líder le acariciaba el vientre hinchado a su mujer. No se imaginaba lo desesperante y triste que sería pasar por una situación similar, se le estrujó el pecho. No obstante, fue peor, le pareció horrendo lo que esta gente le hizo al dios, a su pareja y a su hijo, que era solo un bebé.
La anciana realizó una reverencia al fuego y las formas se desvanecieron, lanzó algo más y todo se volvió humo —Está escrito que un hombre de las afueras aparecería en el este y lo reconoceríamos por el color de su piel y cabello, semejantes al sol. Debe ser entregado como sacrificio donde murió el hijo del Jangi y nuestros pecados serán perdonados.
La nube grisácea se iluminó de un blanco mágico y formó la imagen de un cocodrilo enorme que nadie más pareció ver, se abalanzó sobre JiMin, entrando en su pecho y dejándolo inconsciente.
...
*Kom in vrede: Vengo en paz.
*Opoffering: Sacrificio.
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