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𝑳𝒐𝒔 𝒔𝒂𝒃𝒊𝒐𝒔 𝒄𝒐𝒏𝒔𝒆𝒋𝒐𝒔 𝒅𝒆 𝒖𝒏 𝒑𝒂𝒅𝒓𝒆




“𝑯𝒂𝒚 𝒂𝒍𝒈𝒐 𝒂𝒔𝒊́ 𝒄𝒐𝒎𝒐 𝒖𝒏𝒂 𝒍𝒊́𝒏𝒆𝒂 𝒅𝒆 𝒉𝒊𝒍𝒐 𝒅𝒆 𝒐𝒓𝒐 𝒒𝒖𝒆 𝒂𝒕𝒓𝒂𝒗𝒊𝒆𝒔𝒂 𝒍𝒂𝒔 𝒑𝒂𝒍𝒂𝒃𝒓𝒂𝒔 𝒅𝒆 𝒖𝒏 𝒉𝒐𝒎𝒃𝒓𝒆 𝒄𝒖𝒂𝒏𝒅𝒐 𝒉𝒂𝒃𝒍𝒂 𝒄𝒐𝒏 𝒔𝒖 𝒉𝒊𝒋𝒂”. — 𝑱𝒐𝒉𝒏 𝑮𝒓𝒆𝒈𝒐𝒓𝒚 𝑩𝒓𝒐𝒘𝒏.






Habían pasado tres días desde que Orión salió del hospital y Andrómeda se había encargado de cuidarlo cada hora, de vigilar que estuviera cómodo y feliz a pesar de que el pequeño le insistía que todo estaba bien con él, al fin y al cabo lo peor ya había pasado, fue una reacción alérgica que por suerte había sido controlada a tiempo.

Aunque Orión estuviera bien con su salud, dentro de él estaba ciertamente desanimado, no había visto a Valentín desde aquel día del accidente, no sabía si era porque él no quería verlo o porque su madre no permitía que se acercara. Casi sin poder evitarlo había desarrollado un pequeño enojo con Andrómeda por esa razón, ella sí tenía el derecho de decidir a quien veía y a quien no, seguía siendo un niño después de todo, pero Valentín era alguien que para él sí o sí debía estar en su vida, el artista ya era parte de su día a día y no le gustaba estar separado de él, ni tampoco hablarle siquiera por teléfono.

Había tomado el valor de preguntarle a su madre que pasaba con Valentín, pero ella simplemente lo ignoró diciéndole que estaba muy ocupada y que más tarde subiría a hablar con él... Eso nunca pasó. Le preguntó a su papá y este solo respondió “pregúntale a tu mamá”, odiaba la situación en la que estaba, pero no parecía tener ninguna solución en su mente... Hasta que pensó en su abuelo Rafael.

Era el papá de Andrómeda y siempre que necesitaba convencerla de algo lo llamaba para que viniera a casa, el señor tenía cierto poder que lograba hacer entrar en razón a su hija, no eran gritos, no eran golpes, solo era una sonrisa amable y un tono de voz dulce, eso es lo único que necesitaba porque la chica lo amaba demasiado como para negarle algo.

Padre e hija siempre fueron muy unidos, fue y es su pequeña princesa, con él ella aprendió a nadar y a andar en bicicleta, aprendió a leer y a ser una buena estudiante (el señor Rafael era profesor de biología en la secundaria, tenía mucha experiencia); para Andrómeda él era su héroe, el hombre de su vida, el padre perfecto, nunca había visto ninguna mala actitud de él hacía alguien, siempre mantenía una sonrisa jovial en su rostro y trataba con amor a todo aquel que lo tratara de la misma manera. Orión tenía más que claro que sí quería ver a Valentín de nuevo tenía que lograr que su abuelo hablara con su mamá.

El pequeño estaba en la sala jugando con sus legos, bastante concentrado en hacer una torre pirata, hasta que el timbre de la puerta sonó y de inmediato se levantó para ir a abrir, sabía quien era, así que cuando la abrió no se sorprendió de ver la amigable expresión en el rostro de su abuelo.

—¡Abue! —gritó con emoción el pequeño corriendo hacia él para abrazarlo, el hombre lo alzó en sus brazos y lo abrazó con ternura. Amaba estar cerca de su nieto.

—¿Papá? No te esperaba aquí, al menos no hoy —Andrómeda se hizo presente en la sala mientras secaba sus manos con un paño de cocina. —Acabo de terminar de cocinar, ¿Te quedas a comer? —preguntó con dulzura acercándose para abrazarlo como saludo.

—Quise darte una sorpresa —respondió Rafael dejando a Orión en el suelo mientras entraba completamente a la casa. Su hija lo vió con cierta sospecha en sus ojos ante esa declaración, su padre nunca se aparecía solo para darle una sorpresa. —Y claro que me quedo a comer, ¿Cómo no? Sacaste el sazón de tu mamá, tus comidas quedan riquísimas —pasó un brazo alrededor de los hombros de la castaña dirigiéndose hacia la cocina.

—Si me hubieras avisado antes habría hecho tu plato favorito —sonrió volteando a verlo, pero este la vio con una sonrisa divertida. Andrómeda podría ser muy buena cocinando cualquier cosa, pero su plato favorito seguía sin quedarle bien. —¡Papá, no me mires así! —se quejó provocando una carcajada en el mayor. —He aprendido después de muchos tutoriales en Youtube y con la ayuda de mamá, ahora me sale riquísimo el pasticho, ¿Verdad, Orión? —el pequeño asintió enérgicamente.

—Sigue siendo mejor el de la abuela, pero a mí mamá le queda muy bien —confesó mirando a su abuelo. Eso fue suficiente para que Andrómeda se sintiera feliz.

—Hijo, ¿Por qué no vas a recojer tus juguetes y luego comemos todos juntos? —preguntó Rafael hacia Orión confirmando las dudas de Andrómeda, su papá no estaba ahí sola para comer. —¡No olvides lavarte las manos! —alzó la voz en cuanto Orión salió hacia la sala recibiendo un «¡Sí, abue, ya lo sé!».

—Okey, ¿De qué quieres hablar? ¿Pasó algo con mamá? —la chica preguntó directamente sentándose en uno de los bancos de la isla. —Sabes que a mí no me gusta hacer de mediadora entre ustedes dos, si tienen un problema entonces deben hablarlo entre ustedes —aclaró a la par de que el mayor se sentaba al otro lado de la isla, justo en frente de ella.

—Meda, por favor, ¿Cuándo te hemos molestado con nuestros problemas? —la castaña lo miró con una clara expresión de “¿En serio me estás diciendo eso?”. —Bueno, pero no han sido problemas grandes, tu mamá y yo nunca peleamos por algo grande, la última vez fue porque se me olvidó comprar el pan para la fiesta que había organizado con sus amigas, en fin... —su hija soltó una risa ante eso. —Vine porque quiero hablar de tu vida amorosa, no de la mía —cuando terminó eso se puso un poco más serio.

—La verdad es que no quiero hablar de eso con mi padre, papá —suspiró fijando su mirada en sus manos.

—Me dijiste que estás yendo a terapia —la chica asintió a su comentario. —¿Le hablaste de lo que sucedió con Orión? —volvió a asentir esta vez con una mueca. —¿Y no te dijo que estás haciendo mal en alejar a Valentín de Orión? —empujó más la conversación queriendo que Andrómeda empieza a entrar en razón.

—Me dijo que tenía todo el derecho del mundo de tomarme mi tiempo para pensar las cosas, que obviamente es entendible el porqué estoy enojada... —volvió a subir pasando una mano por su oído cabello. —Lo que pasa es que... sigo asustada —sus ojos marrones se conectaron con los de su padre dejando ver las lágrimas acumuladas en estos, de inmediato Rafael tomó las manos de su hija en un signo de apoyo. —Casi se me muere, viejo... —negó con la cabeza soltando unas cuantas lágrimas. —Y sé que está bien, que está todo perfecto con él ahora, pero la angustia no se me quita con nada, ni viéndolo delante de mí sonriendo, saltando, jugando, ni así se me quita, aún tengo el susto dentro de mi pecho. Solo pienso en que hubiera pasado si... —el mayor se apresuró a interrumpirla mientras se levantaba de su asiento para acercarse y abrazarla contra su pecho dejando que llorará lo que debía llorar.

—Y me imagino que esto no lo has hablado con nadie, ni con el psicólogo —habló acariciando la espalda y el cabello de su niña, siendo respondido por un humorístico «¿Qué comes que adivinas?». —Meda, mi niña, no puedes seguir así, no puedes seguir manteniendo todas esas emociones dentro de ti porque luego pasa lo que pasa, explotas con las personas que no debes explotar, te pones mal, te angustias. Esto tienes que hablarlo con alguien, decir lo que sientes, estás guardando un rencor que no es correcto y lo sabes, Valentín no merece este trato —su hablar era dulce y cariño, como el que siempre había usado cuando se dirigía hacia su hija.

—¿Por qué algo me dice que has estado hablando con él? —se separó un poco de su padre limpiando el residuo de lágrimas en propio rostro.

—Sé que no es común que los ex sigan hablando con los padres, pero, hija, ¿Qué querías que hiciera? Valentín nos llamaba solo para saber como estaba Orión... Y como estabas tú, no veo lo malo en contestarle, ahí se nota cuanto te quiere —insistió y defendió su punto, pero la expresión de acusación en el rostro de Andrómeda no se iba. —Mira, si perdonaste a Ivo por dejarte sola y embarazada, dejándote criar a un hijo por tantos años y sola otra vez, entonces puedes perdonar a Valentín —la castaña lo vió con asombro ante su arrebato.

—Bueno, tampoco tenía muchas opciones, es el papá de mi hijo, Orión merece crecer con uno presente y al final no me equivoqué porque adora a Ivo —refutó con firmeza, pero ni así podría ganarle el debate al mayor, años de experiencia tal vez.

—Orión adora a Valentín también, Andrómeda... —la muchacha desvió la mirada en cuanto escuchó su nombre completo de la boca de su padre, nunca la llamaba por su nombre completo. —Orión merece crecer con un tipo como él en su vida, un muchacho que lo adora con su alma, que está dispuesto a recibir una bala por ese niño y por ti sin siquiera dudarlo. Tú lo sabes muy bien, yo no sé porqué tienes que ser tan terca, estás actuando como si Valentín hizo esa vaina a propósito, ¿Tú piensas que lo hizo a propósito? —Andrómeda negó ante eso. —Bueno, ¿Y entonces cuál es tu vaina, pues? —se cruzo de brazos con el ceño fruncido.

Sinceramente Andrómeda no tenía ni idea cuál era su vaina en todo ese asunto, no tenía una razón lógica para separar a Valentín de Orión, pero tampoco quería buscarla, estaba aferrándose al accidente cuando al final eso era lo que fue... un accidente.

—¿Sabes lo que pienso? Que estás utilizando todo esto para tener una excusa y así no ver a Valentín —siguió hablando su padre está vez con una voz más firme. —Tengo más que claro que superaste hace rato a Ivo y por eso te va tan bien con él, por eso son amigos, tienen una buena relación... Entonces como tú aún quieres estar con Valentín, como tú aún lo amas, quieres alejarlo a ver si algún día dejas de amarlo, ¿No es así? —la castaña sólo pudo suspirar y mirar hacia otro lado.

El mayor sonrió levemente y se sentó justo en frente de ella para tomar sus manos entre las suyas suavemente, acariciando sus nudillos como cuando era una niña, eso bastaba para tranquilizarla aún cuando lloraba desconsoladamente por haberse raspado la rodilla mientras jugaba.

—El amor es algo complicado, mi niña, tienen sus altas y sus bajas, ninguna relación es perfecta, ¿Crees que tu madre y yo no hemos tenido discusiones feas en el pasado? —en ese momento Andrómeda posó su mirada en él. —Sí, cuando éramos jóvenes discutíamos por tonterías y cada quien se iba por su lado, no hablábamos en días, luego alguno de los dos cedía y se aparecía en la casa del otro, hablábamos y todo arreglado. ¿Sabes por qué siempre volvíamos a los brazos del otro? —Andrómeda solamente negó con su cabeza. —Porque nos amábamos y no era un amor superficial, no, era uno profundo, de esos que sientes en los huesos, de esos que simplemente no puedes negar que sientes, los dos lo sentíamos de esa manera. No hubo nada ni nadie que logró separarnos, ahora aquí estamos, varios años después y aún seguimos sintiendo ese mismo amor en los huesos —su hija sonrió con ternura al ver como los ojos de su padre, los cuales ella había heredado, se mostraban más brillosos que de costumbre.

Andrómeda siempre admiró la relación de sus padres, desde pequeña quiso tener algo así, quería que a pesar de los años su hombre siguiera regalándole flores o siguiera llevándola a citas, que siguiera tomando su mano cuando caminaran en la calle, que siguiera robándole besos no importa quien estuviera delante. Creyó encontrar a ese hombre en Valentín, pero ahora su mente se encontraba tan dispersa que era difícil saberlo.

—Ninguna relación es un jardín de rosas sin espinas por completo, Meda, ninguna, pero hay personas que simplemente hacen que valga la pena pincharse con espinas filosas de vez en cuando a sabiendas que solo es cuestión de tiempo para llegar al campo sin espinas en lo absoluto —sonrió amorosamente quitándole una lágrima de la mejilla a Andrómeda. —No te rindas a la primera que salga mal, esa no es la mujer que yo crié, yo te enseñé a ser fuerte y valiente, ¿No es así? Este es el momento de serlo, debes de enfrentarte a Valentín y dejar de pelear con ese sentimiento dentro de ti, de eso no sale nada bueno —terminó de hablar volviéndola a abrazar entre sus brazos con el deseo de haber ayudado un poco a su hija.

—Gracias, pa —Andrómeda se limitó a decir correspondiendo su abrazo con fuerzas.

Tal vez lo único que necesitaba la chica era una charla con su padre, con el hombre más racional que había conocido en su vida. Debía de confesar que la conversación le sirvió y mucho, ahora tenía más en claro las cosas, tal vez solo se estaba ahogando en un vaso de agua, luchando por salir a la superficie aún cuando sus pies llegaban perfectamente al fondo, solo debía respirar y calmarse, tal vez dormir un poco.

En lo que estaba segura es que debía hablar con Valentín antes de fuera demasiado tarde para ambos.



















—Adivino... Estas esperando la llamada de Meda —la voz de Tadeo se escuchó en la habitación haciendo que Valentín despegara su mirada de la pantalla del celular.

—No... bueno, sí —confesó sacando una risa de su mejor amigo, quien terminó acostándose a su lado en la cama.

—Ella te llamará, estoy seguro, solo es cuestión de tiempo —el muchacho sonrió mirando hacia el techo sintiendo la mirada de Valentín a un lado de su rostro.

—¿Cómo podés estar tan seguro? Meda me odia, Tadeo, casi hice que Orión muriera, entiendo que este enojada —bufó dejando su teléfono en la mesa de noche al lado de su cama para seguir el ejemplo de su amigo de mirar hacia el techo.

—¿Podés dejar de pensar en vos como un asesino prófugo? —espetó con cierta molestia. —No lo hiciste con intenciones, Valen, creo que sos la persona más buena que conozco, sos incapaz de hacerle daño a alguien... bueno, si te cae mal sí podés lanzar piñas a lo loco, pero hasta ahí —ambos ríen ante eso. —Lo que quiero decir es que vos amás mucho a Orión como para hacerle daño, eso también incluye a Meda, tu cerebro está programado para tratarlos bien... Ella entenderá eso —esta vez fue Tadeo quien volteó a verlo observando como éste estaba un poco inseguro respecto a sus palabras.

—No creo que me lla... —antes de terminar la frase su teléfono empieza a sonar con el rington destinado al contacto de nada más ni nada menos que de Andrómeda.

Fue tanto el apuro de tomar el teléfono que el de ojos azules terminó cayendo de la cama provocando un sonido fuerte junto con un quejido en el proceso, sin embargo, eso no lo detuvo para tomar el teléfono y contestar escuchando las risas de su mejor amigo a un lado de él.

—¿Valen? —la voz nerviosa de Andrómeda se escuchó al otro lado del aparato sacando una pequeña sonrisa en él, le alegraba tanto escuchar su voz.

—Sí, sí, acá estoy —respondió con cierto titubeo en su voz.

—Te llamaba para saber si puedes venir a mi casa hoy, necesito hablar contigo de... algo —mientras decía eso Andrómeda se encontraba dando vueltas en su habitación y de vez en cuando llevaba la uña de su dedo pulgar entre sus dientes por el leve nerviosismo que sentía.

—¿Hoy? —Valentín se levantó del piso y comenzó a ponerse sus zapatos rápidamente, ahora sentado en la cama, mientras dejaba el teléfono entre su hombro y su oreja. —Claro que puedo, voy saliendo para allá —sonrió al decir eso sin poder evitarlo.

—Okey, te espero entonces —antes de que pudiera siquiera decir una palabra la castaña colgó la llamada.

—¿Y? ¿Qué pasó? —Tadeo sonrió de oreja a oreja al ver el drástico cambio que tuvo su amigo con solo una llamada.

—Meda quiere verme —le respondió soltando un suspiro con toques de nerviosismo en el a la par de que se dirigía hacia la puerta, sin embargo, no salió por esta. —No sé que querrá, tal vez pueda ser algo bueno o tal vez me diga que se irá del país porque no soportar compartir la misma tierra conmigo —habló rápido y casi inentendible.

—Hey, cálmate, boludo —el muchacho se levantó de la cama y se acercó a él para poner ambas manos en sus hombros —Ya vas a ver como todo va a salir excelentemente bien, probablemente termine en reconciliación, hay que pensar positivo —Valentín sonrió un poco ante esto y asintió. —Ahora andáte, tenés que llegar puntual —Tadeo lo empujó para que pasara de una buena vez por la puerta.

Antes de irse Valentín volvió a acercarse para darle un abrazo, luego salió prácticamente corriendo de la casa en dirección a la de Andrómeda con la esperanza de que sus encuentro terminara mejor de lo que él tenía en mente.












¡Perdón por la tardanza!
He tenido algunos problemas con el cargador de mi teléfono que me impidieron poder actualizar antes, pero aquí está el capítulo y creo que ya arreglé el problema (cambié de cargador).

¡Espero que les haya gustado! Si fue así, comenten, voten y dejen mucho amor, hasta la próxima. 💜

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