𝑳𝒂 𝒔𝒐𝒓𝒑𝒓𝒆𝒔𝒂 𝒅𝒆𝒔𝒗𝒆𝒍𝒂𝒅𝒂
“𝑳𝒐𝒔 𝒎𝒂𝒕𝒓𝒊𝒎𝒐𝒏𝒊𝒐𝒔 𝒇𝒆𝒍𝒊𝒄𝒆𝒔 𝒄𝒐𝒎𝒊𝒆𝒏𝒛𝒂𝒏 𝒄𝒖𝒂𝒏𝒅𝒐 𝒏𝒐𝒔 𝒄𝒂𝒔𝒂𝒎𝒐𝒔 𝒄𝒐𝒏 𝒍𝒂 𝒑𝒆𝒓𝒔𝒐𝒏𝒂 𝒒𝒖𝒆 𝒂𝒎𝒂𝒎𝒐𝒔 𝒚 𝒇𝒍𝒐𝒓𝒆𝒄𝒆𝒏 𝒄𝒖𝒂𝒏𝒅𝒐 𝒂𝒎𝒂𝒎𝒐𝒔 𝒂 𝒍𝒂 𝒑𝒆𝒓𝒔𝒐𝒏𝒂 𝒄𝒐𝒏 𝒍𝒂 𝒒𝒖𝒆 𝒏𝒐𝒔 𝒄𝒂𝒔𝒂𝒎𝒐𝒔.” —𝑻𝒐𝒎 𝑴𝒖𝒍𝒍𝒆𝒏.
La fiesta de compromiso resultó mejor de lo que todos pensaron en un principio, Andrómeda y Valentín estuvieron todo el día juntos casi sin separarse, eso obviamente tenía una razón del porqué. Ahora que el muchacho estaba consciente de que más temprano que tarde la chica se iba a ir de su lado quería pasar todo el tiempo posible con ella, todas las horas del día las quería pasas a su lado para así aumentar su dosis de Andrómeda, tal vez así no la extrañaría tanto cuando se fuera.
Sin embargo, él pensaba que aún así la iba extrañar como loco, que no había ninguna posibilidad existente en la que él no la extrañaría, lo haría y esa es la verdad, solo debía de meterse en la cabeza en que algún día ella iba a regresar, confiaba en que así sería. Valentín veía a Andrómeda y veía al amor de su vida, veía a la madre de sus hijos, veía un amor y una luz en sus ojos que lo hacía saber que ella también lo veía con las mismas ganas de crear un futuro juntos, le creía cuando decía que también iba a esperar por él, tal vez pueda llegar a ser una causa perdida, pero en ese momento a él le gustaba pensar que así sería.
Que los dos se iban a esperar, que cuando pasaran los dos años ella iba a volver y él la iba a esperar en el aeropuerto, tal vez con el anillo en la mano dispuesto a casarse con ella tan pronto se pudiera... Tenía fe en ello.
Pero antes de que todo eso sucediera debían contarle lo que pasaría a cierta persona, un niño que hasta hace unas horas no tenía ni idea de lo que le esperaría en el futuro, pero como ya todos lo suponía, se lo tomó... relativamente bien.
Cuando Ivo y Andrómeda se sentaron con él a explicarle lo que pasaría el pequeño no lo entendió de inmediato, tuvieron que ser más explícitos con sus palabras y fue ahí cuando todas las piezas cayeron en sus sitios para él, intentó hacerse el fuerte por unos segundos, pero no pudo contener las lágrimas por mucho tiempo. Orión no quería irse, no quería dejar a sus abuelos, ni a sus amigos, ni a su escuela, mucho menos a Valentín, la sola idea de despedirse de todos ellos por dos años lo enfermaba; en su cabeza pensaba que era posible que ellos pudieran olvidarlo y claro, él no podría con su olvido, los amaba mucho.
Sin embargo, lo que más le dolía era dejar a su papá y a Valentín. Por mucho tiempo solo fueron él, sus abuelos, su tío y su madre, pero cuando Andrómeda compró el departamento solo fueron ella y él, le encantaba vivir con su mamá, era lo mejor, pero siempre faltaba algo o alguien ahí, ya tenía a ese alguien y no lo quería dejar ir. Su papá ahora formaba parte de su familia, ahora tenía la familia que siempre quiso y con adición más, Valentín, su mejor amigo, el que veía día a día, el que lo buscaba a la escuela y lo cuidaba como si fuera su hijo.
Puede que no lo haya dicho en voz alta aún, pero sí que consideraba a Valentín como un padre, lo veía como un increíble ejemplo a seguir y le tenía un cariño inmenso. Orión era de los pocos niños que podía tener a un papá y a un padrastro maravillosos a la misma vez, y que además, se llevarán bien entre ellos, él sabía era afortunado por tenerlos y ahora debía despedirse de ellos.
Orión odió cada segundo de la charla, pero nunca mostró algún signo de odio hacia la decisión de su madre, nunca.
—¿Crees que algún día vamos a volver? —preguntó Orión aún en los brazos de su madre, los cuales lo refugiaron luego de que la conversación terminara e Ivo los dejara solos.
—Claro que sí, mi niño, esto solo serán dos años, solo dos y volveremos a esta casa, con tus abuelitos, tu papá y Valen, todos se quedarán acá esperando por nosotros —dejó un beso en su frente sin dejar de mecerse de un lado a otro brindándole confort al pequeño.
—No te culpo, mamá —se despejó de su pecho para verla con más claridad, sus mejillas aún estaban cubiertas por lágrimas secas y su nariz junto con sus ojos aún estaban teñidas por un tono rojizo debido al reciente llanto. —He visto lo mucho que te gusta tu trabajo y lo emocionada que estabas cuando nos contaste sobre este trabajo, estoy triste porque tenemos que irnos, pero estoy feliz por vos —sonrío a medias causando aún más tranquilidad en Andrómeda.
—¿Qué hice para merecer un hijo tan bueno como tú? —acarició con dulzura su mejilla. —Te prometo que cuando menos lo pienses vamos a estar tomando un vuelo devuelta, ¿Si viste como de rápido pasó este año? Así van a hacer estos dos años, así de rápidos. Además, vamos a hablar siempre que podamos con todos acá, no vamos a perder el contacto —aseguró con una sonrisa amable.
—¿Con Valen también? —preguntó inocentemente, pero con la ilusión flotando a su alrededor.
—¿En serio crees que Valentín dejaría de hablar contigo? Es imposible separarlos a ustedes dos. Estoy segura que estará pendiente de ti todo el tiempo, pero eso sí, solo vas a hablar con él cuando no estés ocupado con las tareas —ante eso el pequeño asintió vigorosamente, para él era importante mantener su comunicación con el de ojos azules.
Segundos después se escuchó algunos toques en la puerta y seguidamente por ella entró Valentín asomando su cabeza primero, cuando vio que todo estaba en orden entró por completo y se acercó a sus dos personas favoritas.
—Khea está listo para tu cuento de buenas noches, Orión —sonrió acariciando el cabello del pequeño, lo que siguió luego de eso lo sorprendió.
Orion se separó de su madre y se puso de pie sobre la cama para rodear con fuerza el torso de Valentín con sus pequeños brazos, de inmediato el más alto lo abrazó igualmente y logró escuchar como el niño murmuró: “te voy a extrañar mucho”. Eso fue suficiente para traer lágrimas a los ojos del mayor, ¿Cómo es posible que unas simples palabras pudieran llenarlo de tanta tristeza de un momento a otro?
—Yo también te voy a extrañar mucho, Orión —respondió usando sus brazos, para levantarlo y así abrazarlo con mayor comodidad, de inmediato el niño rodeo su cintura con sus piernas y sus brazos fueron a parar alrededor de su cuello.
Ante la imagen Andrómeda solo pudo sonreír con cierta tristeza, «algún día vamos a volver, no es un adiós, es un hasta luego» se repetía constantemente en su mente para no romper en llanto, solo sería cuestión de dos años, solo dos años y luego sería libre para hacer su vida con plenitud, esa era una gran oportunidad para impulsar su carrera, debía mantener eso en mente como uno de sus mantras tranquilizadores.
—Antes del cuento para dormir debes ir a bañarte, señorito —Andrómeda se tomó el atrevimiento de interrumpir el momento, ella seguía siendo mamá y no iba a permitir que su hijo se acostara con toda la suciedad que acumuló jugando en el jardín.
Claro que bañarse no era una de las cosas favoritas de Orión pues esté soltó un quejido largo dejándose caer hacia atrás con peso muerto, dejando a Valentín como lo único que lo sostenía, ante la imagen los dos adultos soltaron unas risas.
—Ven acá, ya sabes que no puedes acostarte así —dijo la chica acercándose hacia ellos, Valentín le entregó a Orión y ella con algo de dificultad salió de la habitación cargándolo, ya no era tan liviano como antes.
Valentín quedó solo en la habitación y se tomó un tiempo para mirar a su alrededor, pronto ese lugar quedaría vacío y en general la casa quedaría vacía, él tenía claro que no iba a poder vivir ahí solo, tenía tantos recuerdos que le sería imposible vivir con tranquilidad. Sin embargo, iba a conservar la casa, él sabía que su familia iba a volver y los tres regresarían para vivir ahí, vivirían felices.
Al día siguiente a primera hora Andrómeda se dirigió al encuentro con Sharon en compañía de sus amigas, Joaco y dos personas más que eran de la suficiente confianza de la chica para llevarlos en este viaje con ella a trabajar. No hacía falta decir que estás personas y Joaco eran las únicas completamente emocionadas por esta oportunidad, ninguno te los tres tenía nada que los retuviera a Argentina, pero obviamente ese no era el caso del cuarteto de amigas.
Las amigas de Andrómeda habían tenido situaciones similares con sus respectivos novios, también lloraron, también les costó, pero Mauro, Agustín y Mateo al igual que Valentín eligieron dejar ir a sus chicas, no querían ser una piedra en el zapato para ellas, tenían la esperanza suficiente para creer que iban a volver y se iban a quedar.
Las cuatro tenían en mente volver, veían eso como una oportunidad de hacerse más conocidas en su área de trabajo, luego podrían tomarse la libertad de denegar algunos contratos que las alejaran de Argentina por mucho tiempo, ya tendrían la facilidad de decir «lo siento, no puedo dejar a mi familia por tanto tiempo.», para ellas el lapso de tiempo de dos años solo lo iban a soportar una sola vez, no había forma de que aceptaran eso en un futuro.
—¿Orión lo tomó bien? —Elisa rompió el silencio en la camioneta dirigiéndose hacia Andrómeda.
—Ehm, sí, al principio no lo entendió del todo, pero sí, lo tomó relativamente bien... —hizo una mueca al terminar de hablar lo que llamó la atención de los presentes, quienes la miraron en silencio esperando que hablara, incluso Joaco le lanzó una mirada rápida por el retrovisor antes de seguir mirando a la carretera.
Obviamente ninguno se creía que Orión estaba completamente bien con irse de Argentina.
—Es un niño, ¿Saben? Obviamente no se lo tomó como si fuera la mejor noticia del mundo, no quiere dejar Argentina y mucho menos a las personas con las que convive día a día. —soltó un suspiro y fijó su mirada en su regazo. —Ivo se quedó a dormir anoche en la pequeña cama de Orión porque se negaba a que su papá se fuera, se aferró a él y no le importó que Khea tuviera que hacer cosas hoy, no tuvo más remedio que quedarse con él... Me cuenta que Orión lo abrazó muy fuerte durante toda la noche y para él le fue imposible no ponerse a llorar porque la realidad es que lo estoy separando de él otra vez, cuando ya su relación es magnífica. De igual manera Khea no está enojado ni nada, está feliz por mi, pero aún así a todos les afecta; también me contó que Orión se despertó varias veces durante la noche como si quisiera asegurarse que Ivo aún estaba con él... Sí, le está pegando muy duro —asintió aguantando las lágrimas que querían salir de sus ojos, la mano de Victoria empezó a sobar su espalda de arriba a abajo para generarle algún tipo de confort.
—¿Y Valentín? ¿Él cómo lo está tomando? —preguntó Isabel cuidadosamente, como si estuviera caminando por una fina capa de hielo.
—Él se hace el fuerte, me demuestra que todo esta bien, pero yo lo conozco más de lo que él se conoce a sí mismo, sé que le duele, sé que lo está pasando horrible, no quiere separarse de nosotros, solo trata de no derrumbarse delante de mí porque sabe que si lo hace yo me voy a quedar —sonrió a medias jugando con sus dedos. —Es el mejor hombre que pude encontrar —aseguró con firmeza y amor en su voz.
—Mauro está haciendo lo mismo —acotó Elisa soltando un suspiro, las demás asintieron demostrando que todas estaban pasando por la misma situación.
—Nos toca hacernos las fuertes, tener mente positiva —volvió a hablar Andrómeda. —Vamos a terminar este trabajo y vamos a volver, ellos estarán esperándonos con los brazos abiertos, lo sé —sonrió, está vez más alegre.
Y con ese pensamiento las cuatro se sintieron más tranquilas, pudiendo así enfrentar el día que tenían por delante sin mucho problema.
Cuando Andrómeda ingresó en la casa se encontró con una imagen que de inmediato la hizo sonreír de oreja a oreja, su humor cambió drásticamente a uno mucho mejor de forma instantánea.
Valentín y Orión habían construido un fuerte en la sala con materiales como sábanas, almohadas, sillas y sillones, los dos se habían disfrazados como soldados medievales con lo que consiguieron en sus guardarropas y entraron en el papel lo suficiente como para divertirse jugando.
El Argentino había notado que Orión se encontraba cabizbajo y algo triste, así que decidió hacer eso por él. Cuando era un niño su hermano, Manuel, siempre hacia esas cosas para subirle el ánimo, así que no dudó en hacer lo mismo por el hijo de su novia; odiaba verlo tan triste por tener que despedirse de todos, ¿Qué mejor que disfrutar el tiempo que les quedaba juntos?
—¡Princesa! —expresó Valentín con un aire teatral. —¡Al fin a llegado a su humilde morada! ¡Bienvenida! —continuó con una sonrisa haciendo reír a Andrómeda, su cometido principal.
—Es bueno por fin estar en casa, joven caballero —respondió siguiendo el juego mientras se acercaba a él, cuando estuvieron lo suficientemente cerca compartieron un beso sobre las murallas de la fortaleza.
—Estoy seguro que habrá ropa para vos arriba, mami —acotó Orión cuando los adultos se separaron. —¡Podés ser una princesa guerrera! ¡Así podemos luchar los tres juntos contra las fuerzas del mal! —alzó la voz con emoción a la par de que sus brazos subían demostrando lo alegre que estaba.
Andrómeda adoraba ver a su hijo de esa manera y adoró que Valentín pensará en distraer a Orión el día indicado, probablemente si no se le hubiese ocurrido esa idea todos estarían con caras largas pues la chica acababa de firmar su destino.
—Voy a tomar un baño y voy a ponerme mi traje especial de princesa guerrera, trataré de ser rápida —se inclinó hacia adelante y dejó un beso en la cabeza de Orión, luego se incorporó y dejó un beso en los labios de su pareja antes de subir rápidamente hacia el segundo piso.
Valentín permaneció unos segundos con una sonrisa algo triste es su rostro mirándola irse, ya su novia había firmado el contrato, ya no había vuelta atrás, ahora solo le quedaba preparase mentalmente para verla irse, no por las escaleras de su casa, sino por la puerta en dirección a su avión.
—Estoy feliz de que mi mamá haya encontrado a alguien como vos, Valen. Espero que cuando volvamos aún la mirés de la misma manera —comentó casualmente mirando el perfil del cantante.
—Te prometo que cuando vuelvan mis brazos seguirán abiertos por ustedes, los esperaré pacientemente y cuando estén acá seremos una familia normal de nuevo —se agachó a la altura del pequeño y lo abrazó con la misma fuerza con la que Orión lo abrazaba.
Orión decidió creerle, ¿Por qué no debería? Valentín nunca le había mentido ni una sola vez a lo largo del tiempo en que llevaban conociéndose, no tenía lógica que empezara a hacerlo ahora.
Mientras eso pasaba en la primera planta Andrómeda continuaba su baño en un intento de relajarse por el día tan pesado que había tenido, tal vez no hizo muchas cosas, pero su mente se encontraba cansada por tantas veces que le dio vuelta a las mismas cosas, a las mismas incógnitas e inquietudes. En definitiva agradecía que Valentín haya pensado en un día relajante de juegos solo para los tres.
Unos diez minutos después salió de la ducha y se dirigió hacia el armario ingresando en este, se dirigió hacia su parte del pequeño cuarto, pero antes de llegar se detuvo y en vez de ir hacia allá eligió desviarse hacia el lado de Valentín, ahí había una camiseta de su novio que siempre le encantaba usar cuando se trataba de juegos en los que era una princesa guerrera medieval.
Comenzó a buscarla moviendo camisas de aquí a allá, le pareció extraño no encontrarla a la primera, ¿Acaso estaría en el cesto de ropa sucia? Fue tanto su afán de encontrarla que un pequeño objeto cayó de la encimera hacia el piso, la mirada café de Andrómeda se dirigió hacia allá frunciendo el ceño, ¿Una cajita en medio del ropero?
Sin perder tiempo se agachó y tomó la misma, cuando detalló que era su corazón se detuvo por unos segundos, la caja era igual a esos cofres pequeños que albergaban un anillo de comprimo en ellos.
Soltó un suspiro sin saber que hacer, ¿Lo abría o no? ¿Y si en verdad era un anillo de compromiso? Iba a arruinar la sorpresa... aunque pensándolo bien, ya había arruinado la sorpresa viendo la caja. Decidió que lo mejor que podría hacer era arruinar la sorpresa en su totalidad.
Abrió la caja y lo que vió causó que sus ojos se llenarán de lágrimas, pero no de felicidad, de pura tristeza; sí que era un anillo... Ahora más que nunca se arrepentía de firmar aquel contrato.
En memoria de Cecilia García, la mejor abuela, madre, hermana, tía, amiga y compañera del crimen que pudo existir.
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